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1. INTRODUCCIÓN
Los problemas a los que nos enfrentamos son amplios y complejos, pero se reducen
a esto: 5.500 millones de personas están creciendo exponencialmente. El proceso
de satisfacer sus deseos y necesidades está despojando a la tierra de su capacidad
para producir vida; un exagerado consumo por una sola especie está esquilmando
los cielos, la tierra, las aguas y la fauna. Para empeorar las cosas, estamos por
primera vez en mil millones de años en medio de una venta de hidrocarburos. Se
están quemando en la atmósfera a un ritmo que en la práctica hará del planeta un
invernadero con resultados climáticos desconocidos.
Para ello habría que conseguir una serie de objetivos, algunos de los cuales son:
v lo que hace
v lo que desperdicia.
Ante esta situación la economía ortodoxa tiene un planteamiento optimista del poder
de la tecnología. Pero probablemente su planteamiento es similar al de los que en la
Isla de S.Mateo pensaran cuando la población de renos alcanzó los 4.600 que había
podido probar que se podían superar las previsiones de los ecologistas.
Esta incorrecta interpretación lleva a que los ganadores son las compañías que más
polucionan y sobrepasan la capacidad portante.
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La expresión inglesa waste no tiene una correspondencia exacta en castellano. Sirve
para residuos, pero tiene sobre todo el sentido de desperdicio, con lo que ello implica de
pérdida, por eso utilizo los dos términos en vez de uno solo.
Anualmente se utilizan 1.860.000 toneladas de pesticidas, que en cuanto se utilizan
se transforman en residuos. En 1986 los 50 productores más importantes de la
industria química generaron 244.486.000 toneladas de residuos peligrosos y tóxicos,
lanzados al medio ambiente.
La naturaleza absorbe los residuos naturales, pero para los producidos por la
industria su Capacidad es limitada, y para los residuos tóxicos su capacidad es nula,
no le es posible reciclarlos.
Después del Día de la Tierra de 1990 se creó el mito de que podemos limpiar el
Medio Ambiente. "Sí, es cierto que la industria hasta ahora ha sido un poco sucia,
pero a partir de ahora lo puede hacer mejor. "
Se tiene el mismo concepto que con la basura doméstica: se encierra en una bolsa,
el servicio de recogida lo lleva a un basurero y nosotros nos olvidamos de ello. Ahora
bien, ¿a dónde va en definitiva toda esa basura? a la biosfera, que es la que tiene
que reciclarlo, si puede.
La naturaleza actúa de forma cíclica, como las estaciones del año. Los residuos
producidos por una especie son alimentos para otra, que a su vez produce alimento a
la primera. En cambio, la producción humana sigue una pauta lineal. Ante un
bosque, el hombre elimina los árboles no económicos, tritura unos para pasta de
papel y los otros los labra para madera. A continuación planta una única especie,
con lo que se produce una reducción de la actividad del bosque y de la riqueza de la
vida. En definitiva, se tiene menos madera, menos bosque y menos vida.
Los mamíferos marinos y las tortugas, así como las aves marinas mueren todos los
años
en grandes cantidades debido a los plásticos, por ingestión o por asfixia.
Al mismo tiempo producimos sin sentidos, como el crear un envase que dura 400
años,
para guardar en un estante durante 2 meses un producto que se consume en 2
minutos.
Hay también cosas más peligrosas como los organoclorados (DDT, PCB, CFC), que
pueden resultar sumamente tóxicos y duran cientos y miles de años. Estos y otros
productos se lanzan al medio ambiente por millones de toneladas anualmente en
forma de productos (disolventes, fungicidas, pesticidas, refrigerantes... ), que, desde
el momento en que se producen son ya residuos peligrosos.
La razón auténtica que mueve a la industria en este caso es que un producto que
producirlo cuesta 600 ptas. por litro se vende a los agricultores 50 veces más caro.
En Estados Unidos 1.200 basureros tóxicos de los más o menos 90.000 exigentes
han sido designados como áreas prioritarias de limpieza. Pero, ¿puede considerarse
limpio un lugar que contiene bidones de dioxina que se pueden corroer? ¿Podemos
decir que la zona circundante está limpia? Cuando dentro de 50 años el bidón
empiece a perder, ¿habrá alguien allí para poner el veneno en un barril nuevo?
Hemos soltado al genio de la botella y ahora no sabemos cómo volverlo a meter
dentro.
Desde 1970 Estados Unidos ha gastado más de 1 billón de dólares para monitorar,
litigar, contener y frenar los desechos tóxicos. A pesar de ello el medio ambiente está
hoy más contaminado.
La respuesta industrial es crecer más para poder pagar los costes de la limpieza
medioambiental Se diría, parafraseando a Maslow y su pirámide de las necesidades,
que la motivación ecológica es de orden superior y sólo se activa si se satisfacen las
necesidades previas: el cuidado del entorno es válido mientras no restrinja el
crecimiento. Esto implica que prosperidad humana y el cuidado medioambiental son
cosas que no tienen que ver una con otra y se pueden, por lo tanto, tratar
separadamente. Para ello se defiende y argumenta cualquier cosa con tal de impedir
restricciones a sus negocios. Incluso crean asociaciones o fundaciones
independientes cuyo propósito explícito es apoyar o promocionar una toxina o un
metal pesado.
La respuesta lógica sería diseñar o rediseñar los sistemas de producción para que
no
creen residuos tóxicos o inútiles biológicamente.
Pero en vez de eso se argumenta que los niveles de tolerancia son demasiado
estrictos y que también hay productos naturales que son cancerígenos. Pero olvidan
que también los hay anticancerígenos que los pueden contrarrestar y que, en
cualquier caso, los productos naturales no son persistentes ni acumulativos, no se
quedan en la grasa ni en la leche de las madres muy raramente producen
desequilibraos hormonales o trastornos en el sistema endocrino; además el cuerpo
humano ha tenido siglos para acostumbrarse a ellos.
Lo que sabemos es que los agricultores que usan herbicidas tienen seis veces más
riesgo de cáncer y que los mismos de hogares en que se usan pesticidas tienen siete
veces más riesgo de contraer algún tipo de leucemia.
Según algunos estudios empresariales el coste que implicaría evitar una muerte por
cáncer es tan elevado, que sale rentable seguir utilizando los productos tóxicos. En
conclusión, es preciso relajar las políticas reguladores, que casi todo el mundo
concede que funcionan mal.
Sigue en pie la pregunta clave: ¿cuántas toxinas puede tolerar el cuerpo humano
antes
que se vean afectadas la mortalidad, la enfermedad, el comportamiento y la
genética?
En vez de estar calculando cuánto cuesta evitar una muerte por cáncer deberíamos
preguntarnos por qué no se están replanteando nuestros sistemas industriales de
producción para reducir al mínimo las toxinas necesarias y poder proporcionara la
gente una vida decorosa y sostenible.
En cualquier caso, un sistema que crea derivados que perjudican en vez de favorecer
la vida es una forma de desperdicio y, por definición, es antieconómica. Una
economía auténtica y duradera no crea desperdicios.
Necesitamos otro tipo de crecimiento que reduzca y cambie las materias primas y la
energía y al mismo tiempo elimine la producción de desechos. El paso de un
ecosistema irnnaduro a uno maduro se denomina sucesión ecológica. Debemos .
crear una sucesión comercial, diseñar sistemas que imiten elegantemente a los
sistemas maduros que encontramos en la naturaleza. Para ello hay que plantear las
empresas como corporaciones cíclicas, que produzcan bienes o servicios
transformables en componentes inocuos o dirigidos a una función muy específica, sin
derrochar ni producir residuos no reutilizables por la naturaleza.
Muchos empresarios piensan que dirigir una empresa con conciencia es como
conducir
Hoy día ecología e industria son antitéticos, lo que es bueno para la industria es malo
para la ecología y viceversa.
El propósito de este libro es imaginar y describir formas en que la empresa puede ser
restauradora.
El argumento de que no hay dinero no deja de ser una ironía. Estados Unidos y la
URSS gastaron más de 10 billones de dólares en la guerra fría, una cantidad
suficiente para cambiar todas las infraestructuras enteras del mundo: escuelas,
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Traducimos como cabezas de chorlito la expresión Polato Head que designa a la
persona que hace locuras o cosas sin sentido.
casas, hospitales, fábricas, granjas, carreteras... Entonces se estaban enfrentando a
la posibilidad de la destrucción y ahora ésta está ocurriendo ya.
Ahora bien, la ecología industrial no puede implantarse sin más, ha ser apoyada por
políticas adecuadas, por ejemplo impuestos por contaminación o permisos de
contaminación. Éstos últimos serían como bonos, que los gobiernos conceden a las
empresas, de forma que una empresa que contamina menos y no gasta todos sus
bonos podría venderlos e empresas más anticuadas y que contaminan más.
Globalmente se iría tendiendo a contaminar menos, porque saldría más económico.
De todos modos son sistemas muy limitados. Más adelante se exponen otros
sistemas más eficaces.
v consumibles: los que son usados y consumidos, por lo general una sola vez.
Generan residuos que deberían ser reciclables, sin peligrosidad y no
acumulativos. Aquí entraría toda la comida, menos la tratada con pesticidas
tóxicos. También podrían entrar todos los productos textiles y asimilados, como el
cuero, etc. siempre que no estuvieran tratados con metales peligrosos.
v productos de series: serían los bienes duraderos y algunos no duraderos, como
los embalajes. En estos productos lo que nos interesa no es tanto su posesión y
consumo, sino el servicio que nos prestan. Por lo tanto, estos productos deberían
permanecer en propiedad del fabricante y los usuarios tendrían sólo eso, el uso.
El uso de ese bien se podría vender a otras personas (productos de segunda
mano), pero al final tendría que volver al fabricante. De este modo, éstos último s
se esmerarían en hacerlos fácilmente desmontables y reciclables para ahorrar
materia prima y energía. Probablemente aumentaría la mano de obra y bajaría la
productividad, pero globalmente aumentarían los beneficios y la fidelización de los
clientes, que al devolver un producto es lógico que compraran otro de la misma
marca.
v invendibles: productos tóxicos, PCBS, metales pesados, etc., que no se pueden
reciclar de ningún modo ni ser integrados sin riesgos en los procesos económicos
ni en la vida ordinaria. Debería evitarse su utilización en los consumibles, como el
uso de mercurio en los fungicidas para semillas. Con el tiempo debería evitarse
en todos los productos de servicio.
La lógica subyacente es obvia: cuando fabricar reciclando sea más barato que
fabricar desperdiciando, los diseñadores, ingenieros, químicos e inventores
empezarán a buscar alternativas más seguras.
6. LA SOLUCIÓN PIGOU
Los mercados son maravillosos para establecer precios, pero resultan incapaces de
reconocer los costes. Cuando los precios reflejan en coste auténtico, la economía del
mercado es útil a al Humanidad, cuando no lo hace así, resulta perjudicial
Una de las cosas por las que nos gusta la expresión de economía de mercado es
porque nos suena a los mercados tradicionales con sus productos, los olores y
sabores de las plazas, los zocos y los bazares. En aquellas épocas el buen
funcionamiento del comercio se interpretaba como un don de Dios, que probaba que
bendecía la ciudad o la región. Por el contrario, las épocas de hambre eran un
castigo de Dios.
Hoy todavía derrochamos (ropas, coches, consumo) y parece que con eso queremos
también manifestar que estamos bendecidos por Dios. Todo ello es cierto, pero nos
suscribimos al libre mercado sobre todo por una razón fundamental: es mejor que
cualquier
otro sistema conocido para crear riqueza.
Sin embargo, no tienen nada que ver los mercados tradicionales con la economía de
mercado. Aquéllos tenían lugar en lugares específicos e incluso en días concretos, y
se desarrollaban en el contexto de la vida diaria. A través de la interacción con los
clientes, que los observaban y compraban se producían modificaciones imnediatas.
Esto ejercía un control que impedía los monopolios y que se convirtiera en algo
antisocial.
En cambio, el mercado actual es libre de una manera muy diferente, porque es
parcialmente inmune al control de la comunidad. Su libertad le permite crecer
indefinidamente al margen de las consecuencias para el entorno o la sociedad.
No es que los productos sean ahora más baratos, es que no se tiene en cuenta es el
factor de tiempo o más específicamente el ritmo de extracción y consumo. El ritmo
de extracción está creciendo, lo que produce un descenso de los precios y aumenta
simultáneamente el daño al medio ambiente.
Para que una economía ecológica funcione sobre la base del mercado es preciso que
los recursos estén disponibles de forma sostenible, es decir, usando los recursos de
una generación de forma que no ponga en peligro la capacidad de las generaciones
futuras para satisfacer estas mismas necesidades. Actualmente estamos tomando
prestado, si no robando, del futuro para financiar nuestro actual sobre consumo. Y
los consumidores y usuarios reciben una información incompleta.
Puede ocurrir que si el gobierno interfiere en los mercados poniendo los precios, el
mercado resulta ineficaz. Pero lo que sí puede hacer un gobierno es fijar las
condiciones del mercado. Hoy día no se venden seres humanos en el mercado libre,
y sin embargo en el siglo pasado era algo normal. Para abolir la esclavitud no
esperaron a que el mercado lo regulase por sí mismo.
Hay dos tipos de costes que han de ser internalizados. El primero es el daño real
causado por un sistema de producción sobre cualquier otro sistema, persona o lugar.
El segundo coste, difícil de evaluar, pero igualmente importante es el coste que el
daño producido puede tener para las futuras generaciones. Por ejemplo, el
calentamiento global, la deforestación, la erosión y la sobre explotación de las aguas
subterráneas.
Por supuesto, subirán los precios, pero ese coste más alto lo estamos pagando ya
indirectamente, por ejemplo a través de costes sanitarios más altos o de impuestos
dedicados a la limpieza de los depósitos de productos tóxicos y otros similares. La
industria de energía nuclear ha mantenido durante muchos aiíos que podía
proporcionar una energía limpia, segura y barata. Pero eso es así porque no incluyen
los costes del desmantelamiento de las centrales cuando dejen de estar en uso o el
problema de almacenar y proteger los residuos nucleares durante siglos (el plutonio
requiere 200.000 años para dejar de ser radioactiva).
Por lo tanto, es razonable afirmar que el carbón es más caro que una tecnología
limpia,que no produzca efecto invernadero ni lluvia ácida ni silicosis a los mineros.
Más aún, se podría decir que el carbón es la energía más cara. La única razón por la
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De hecho el aumento de la temperatura media es un hecho constatado. Estudios de
1990 y 1991 han puesto de manifiesto que la llegada de la primavera se ha adelantado desde
1970 en 7 días, según Keeling (1 990) y en 8 días, según el otro estudio. También se ha
estudiado que desde 1970 el estrato atmosférico donde la temperatura es 0 ' C ha ido subiendo
a un ritmo de 45 m anuales aproximadamente. Como éstas, hay otras muchas
comprobaciones en el mismo sentido.
que hoy es la más barata es porque las nuevas tecnologías internalizan todos sus
costes.
El resultado es que hemos creado un sistema global de valores que se mide sólo en
término monetarios. Y el dinero como máximo valor es algo que tiene poco o nada
que ver con la búsqueda de un futuro sostenible para la Humanidad. El dinero y sólo
el dinero decide lo que es valioso. Cuanto más capaz es una empresa de
externalizar sus costes empresariales y cuanto menos escrúpulos tiene en sus
prácticas, obtiene mayor rentabilidad sobre el capital a corto plazo.
Incluso los acuerdos internacionales como el GATT resultan limitados, por el control
de los grupos de presión. No es un acuerdo comercial libre, sino un acuerdo
comercial dirigido. Crea un sistema tipo lotería. Los países con bajos salarios,
compiten en el mercado para fabricar para los países con salarios elevados. De ese
modo, dejando que sus trabajadores sean explotados por las multinacionales,
esperan que también puedan ganar el gordo y, con el tiempo, llegar a ser países con
mayor nivel de vida.
Lo peor de los acuerdos GATT es que los países no pueden discriminar entre
productos sobre la base de los métodos de producción. Ésta parece una formulación
inocente y hasta razonable, pero de hecho impide a los países utilizar sus propias
normas de bienestar social y medioambiental para prohibir o regular productos de
otros países. De ese modo, aunque un país pueda implantar sus propias normas de
control medioambiental, una compañía de esa nación puede esquivar esas normas,
produciendo en otro país donde no haya esas restricciones e importan o luego ese
producto a su propio país.
Nos sentimos atraídos por las grandes corporaciones. Vemos sus aspectos
atractivos a través de una estudiada publicidad que nos muestra fotos preciosas de
ciudades pequeñas, con actividades locales y familiares. Pero no vemos sus
aspectos más sórdidos. La enormidad, sea corporativa o de otro tipo nunca ha sido
amiga de la humanidad.
Hay una profunda contradicción entre los valores transformadores sobre la base de
los cuales se fundó Estados Unidos y el poder ejercido actualmente por las
corporaciones. Estados Unidos se formó a base de hombres y mujeres que
intentaban huir de la opresión de gobiernos y organizaciones en las que los
individuos no tenían voz ni influencia ni participación. Actualmente esa relación de
desigualdad entre la autoridad y los gobernados la ejercen las modernas
corporaciones. La distinción entre nuestras vidas privadas y los derechos
corporativos se ha tornado borrosa y confusa.
Las grandes multinacionales presionan con toda su fuerza para luchar contra las
regulaciones y convencer a la opinión pública de que sus miedos no son miedos
legítimos no están basados en evidencias científicas. En definitiva, que gastar
cientos de millones de dólares en fumigar nuestros campos con organoclorados -
productos químicos tóxicos, mutagénicos, cancerígenos - es bueno para los
ciudadanos.
Por su naturaleza, por ley y por tradición las corporaciones ponen a menudo sus
intereses por encima de los demás, incluso los de la Comunidad, el Estado o el medio
ambiente.
Una persona es responsable por lo que hace, sin que el hecho de desconocer la ley
sea eximente. En cambio, los delitos corporativos son percibidos y tratados de forma
muy
diferente. Más aún rara vez se les trata como delitos. Nadie fue considerado
responsable por la creciente incidencia de cáncer tras el accidente de Three Mile
Island, aunque Philadelphia Electric reconoció que no se mantuvieron todas las
condiciones de seguridad. Los ejecutivos de Shell Oil Co2 encargados de la
producción del DBCV no fueron considerados responsables de los 1.000 empleados
costarriqueños que quedaron estériles después de trabajar con ese producto químico.
Tampoco se consideró a la compañía Standard Brands responsable por enviar los
restantes 1.700.000 litros de DBCP a Honduras, una vez que el pesticida fue
prohibido en Costa Rica.
Una corporación es una máquina social que llega a tener vida propia. Tienen una
fuerte inercia para conseguir las metas propuestas. Si un directivo/a no las alcanza
se busca a otro/a que lo haga. Los empresarios se quejan de que el exceso de leyes
y normas limita la actividad de las empresas. Pero, ¿qué se produjo antes, las
normas o la violación de los derechos sociales? A las personas que incumplen las
leyes o perjudican a otras se les mete en la cárcel. Lo mismo debería hacerse con
las corporaciones que incumplen las leyes y dañan a terceras personas,
definitivamente.
Es interesante observar que mientras hay gente que defiende la pena de muerte para
las personas a nadie se le ocurre plantear que hay unas cuantas corporaciones que
han perdido su derecho a vivir. ¿A cuánta gente debe dañar una compañía para que
nos cuestionemos si debe existir?
Siempre ha existido el trabajo como forma de organización social, pero nunca como
hasta ahora había sido el principio organizador de los pueblos del mundo.
Hay cierto paralelismo entre la forma en que los adictos organizan sus vidas y el tipo
de vida que fomentan las empresas. En el fondo una adicción es algo que nos
mantiene alejados de nuestra vida interior y sentimientos. De hecho, cualquier cosa
que nos impida conocemos a nosotros mismos y experimentar plenamente el mundo
alrededor de nosotros puede convertirse en una adicción. El trabajo, la televisión, la
comida, el dinero, el sexo, los deportes y otras actividades pueden resultar adictivas
cuando nos apoyamos en ellas para evitar el enfrentarnos a nuestros problemas
internos o a nuestras emociones profundas.
No sólo los parados son víctimas del sistema adictivo actual, también lo son los que
trabajan. Los medios de comunicación nos proponen como modelo de éxito un tipo
de persona hiperactiva, que lo que está haciendo es quemarse en vez de vivir.
Ni el mundo del trabajo ni la sociedad nos animan a tener tiempo para nosotros
mismos o a estar satisfechos con lo que tenemos. Estamos acelerando nuestras
vidas y trabajando cada vez más duro en un inútil intento de comprar el tiempo para
descansar y disfrutar de él.
¿Qué pasaría si los empleados de una empresa, consciente o inconscientemente,
percibieran que sus productos, procesos u objetivos corporativos son dañamos para
la Humanidad? Hay otra consideración, una compañía que se olvide del medio
ambiente puede ser igualmente insensible con respecto a sus empleados y directivos.
Pero nada de esto aparece. Las empresas lo enmascaran con propaganda, gastan
mucho dinero en propaganda para dar una imagen ecológica.
El reto que tienen las empresas ahora es crear un trabajo con sentido para aquéllos
que hoy no lo encuentran en lo que están haciendo. La gente tiene hambre de
formas que les permitan integrar un trabajo que mejore el mundo en que viven con la
necesidad de trabajar y sostener sus familias.
La gente también se da cuenta de que las diferencias entre los pueblos van
aumentando. Nuestra prosperidad en el Norte es a menudo el resultado de la
opresión de las culturas, así como de las mujeres y los niños de los países del Sur.
Literalmente miles de culturas nativas en todo el mundo han sido destruidas por el
desarrollo económico. Con esas culturas se han perdido también todo lo que llevan
aparejado, como lenguas, artesanías, estructuras familiares, métodos tradicionales de
curación y alimentación, y tradición oral.
A pesar de todo el crecimiento económico en el Tercer Mundo entre 1960 y 1980, la
diferencia entre los ingresos reales entre los países ricos y los pobres se ha elevado
de un factor de 20 a 46, y sigue todavía aumentando. Según Robert Me Namara,
que fue presidente del Banco Mundial, aunque el ritmo de crecimiento de los países
pobre se doblara, sólo siete podrían superar la diferencia en los próximos 1 00 años.
Sólo otros nueve podrían alcanzar nuestro nivel en l. 000 años. En parte eso es
resultado de la expansión de la capacidad portante de las naciones ricas explotando
recursos en otros países.
En definitiva, es preciso crear valores, ya que si lo que constituye un negocio es
añadir valor, no se puede proporcionar valores si no se tienen. Tenemos que
recuperar los valores personales, que se han distanciado tanto del mundo de los
negocios.
Las pequeñas empresas son el terreno donde puede actuar tanto la gente
pragmática, como los inventores y los idealistas. Dado que están más cerca de sus
clientes, están en mejor posición para educar a éstos en percibir la diferencia entre
un . producto obtenido
de forma sostenible y otro que no lo haya sido.
Ahora bien, el empeño es difícil, porque tienen que competir con las grandes
empresas, que no se preocupan de cuidar el medio ambiente y que, en la práctica, se
benefician de muchas ayudas estatales, mientras las pequeñas no pueden. Por
ejemplo, el Gobierno subsidia a los agricultores que cultivan tabaco'4 a pesar del
hecho que los cigarrillos matan a más gente al año que el SIDA, los accidentes de
automóvil, los suicidios, homicidios, incendios, la heroína, el alcohol y la cocaína
juntos. En cambio un pequeño agricultor que cultiva verduras y hortalizas para
venderlas en el mercado no tiene ninguna subvención.
Sostenibilidad significa que el criterio para competir no se basa en una imagen mejor,
en el poder, la velocidad, el envase, etc. Por el contrario, el criterio debería ser que la
empresa proporcione a los clientes bienes o servicios que reduzcan el consumo, el
uso de energía o la concentración económica, y por otro lado la erosión del terreno y
la contaminación atmosférica así como otros daños ecológicos.
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El libro fue publicado en 1993, cuando todavía las empresas tabaqueras no habían
perdido pleitos de personas fallecidas por cáncer debido al tabaco y no habían llegado al
acuerdo con el Gobierno de Estados Unidos de pagar con una cantidad global a cambio de que
no se admitan nuevos pleitos por la misma razón.
dimensiones físicas o económicas. Desarrollar, por el contrario, significa expandir o
poner en práctica las potencialidades, es decir, llevar gradualmente a un estado más
pleno, mayor o mejor; implica una mejora cualitativa en la estructura, diseño y
composición. Una economía en crecimiento se está haciendo más grande, una
economía en desarrollo se está haciendo mejor. En la economía restauradora una
empresa se basa en la idea de que sus productos o servicios van a mejorar la vida de
la gente en calidad y no en cantidad.
Además, a las pequeñas compañías les puede resultar más fácil conservar la
energía, que es un elemento clave en la economía restauradora.
Si consideramos a una región como una empresa, todas tienen el mismo reto: para
que la comunidad prospere, el dinero que entra debe ser igual o mayor al dinero que
sale.
Incluso la práctica habitual de exportar materias primas para que las manufacturen en
otros países de mano de obra más barata tiene sus inconvenientes. A la larga la
comunidad pierde algunos recursos críticos, como el talento o la gente joven, porque
el mayor valor añadido de un producto no es su extracción, sino su transformación.
Es evidente que hay cosas que habrá que importar necesariamente. Lo interesante
es llamar la atención sobre aquellas áreas de las economías locales en las qu . e se
pueden proporcionar alternativas rentables.
Una economía restauradora encuentra el camino más corto y más sencillo entre la
tierra, las manos y la boca.
El que los propietarios sean locales, aunque no garantiza que cada uno asuma la
responsabilidad de salvar el planeta, hace más fácil a empresarios y clientes el
conocerse, comprenderse y responder mutuamente ante la otra parte.
Las empresas son las que deben liderar este cambio. Y son sobre todo las nuevas
compañías las que deben plantear nuevas prácticas comerciales no destructivas, sino
restauradoras.
El mito americano del éxito sugiere que los ricos crean capital y son independientes y
hechos a sí mismos, mientras que los pobres, como son débiles, incultos y
dependientes, no consiguen capital. La sociedad se estratifica según su capacidad
de generar dinero.
4. Las empresas sostenibles producen bienes y servicios que merecen la pena, son
dignos e intrínsecamente satisfactorios.
5. Las empresas sostenibles crean objetos útiles y que duran mucho tiempo y cuyo
destino final no es perjudicial para las generaciones futuras.
No todos los objetos añaden valor, algunos producen lo que lván Illich llama desvalor.
Es demasiado común vender objetos baratos, pero inútiles, que se tiran enseguida o
tienen una utilidad muy marginal.
Para añadir valor, al menos hay que mejorar lo que está a la venta en el mercado, en
términos de funcionalidad o servicio, y también en términos de energía consumida y
de los recursos utilizados.
Durante décadas Peter Drucker viene diciendo, sin mucho éxito al parecer, que las
empresas no se crean para hacer dinero. Se invierte en una empresa para hacer
dinero, pero se crea una empresa para servir a las necesidades y deseos del cliente.
La cualidad que une de forma más profunda, básica y duradera a empresas y clientes
es la gratitud. Primero la empresa agradece al cliente por su compra, luego éste lo
hace con aquélla por el servicio, calidad y valor recibido. La presencia o ausencia de
gratitud puede resultar una medida fiable de la salud de la relación en cualquier
negocio.
Si lo único que haces es vender a un cliente hay dos opciones, vender o no vender.
Pero si tu función es prestar un servicio a un cliente siempre tendrás éxito, porque tu
misión es informar y preocuparse de tu cliente. Se argumentará que cuidar a los
clientes si no se vende lleva a la empresa a la ruina. Pero resulta que en la, práctica
los negocios que se perciben como un servicio a los clientes obtienen mejores
resultados que las otras, porque están siempre evolucionando con sus clientes.
Modifican mutuamente sus comportamiento como en una simbiosis.
La relación de una empresa con sus clientes es tan importante como la relación con
el ecosistema. El ecosistema es algo muy genérico y abstracto, pero el cliente
individual está aquí ante ti y puede ser entendido más fácilmente.
Muchas veces competimos en esta sociedad no tanto por mejorar en los negocios,
sino por la adicción a ganar, a vencer al contrario.
Lo que distingue a una economía restauradora es que crea una comunidad
empresarial que evoluciona al mismo tiempo que las comunidades naturales y
humanas a las que sirve. Esto no es posible sin una gran dosis de cooperación,
apoyo mutuo y búsqueda de soluciones en común. Competir por el consumidor o
entre empresas no es práctico, es un derroche, es caro y degrada todo lo que toca.
Actúa como los ecosistemas inmaduros. En este momento ese planteamiento es
retrógrado, no progresivo.
¿Cómo hacerlo? Una forma posible es cambiar los incentivos tradicionales con
respecto al coste y los precios. El mercado debe conocer los costes reales y
completos que tienen las empresas y debe asignarlos a donde pertenecen. La
economía debe recompensar el mayor coste internalizado. Los negocios deberían
competir para ser más ecológicos, no sólo por razones éticas, sino porque ese
comportamiento les resulta también más rentable. Se puede conseguir diseñando un
mercado que evite la destrucción medioambiental haciéndola extremadamente cara y
que por el contrario premie las acciones restauradoras.
No es esperable que las cabezas de las grandes corporaciones asuman lo que están
haciendo y la forma en que influyen y manipulan a los gobiernos y cambien en
consecuencia. Pero ese cambio sí puede proceder de empresas responsables y,
sobre todo, de las pequeñas compañías en todo el mundo, hombres y mujeres que
aceptan su responsabilidad de actuar como restauradores de la vida.
Por otra parte, el guardián debe reconocer sus propias limitaciones con respecto al
comercio. No puede fijar precios, pero sí puede y debe establecer las condiciones en
las que opera el comercio. Debe establecer las directrices que guíen la planificación
y el desarrollo de las empresas. Debe entender que la unidad social más importante
en una democracia no es la más grande - una gran corporación - sino la más
pequeña: los individuos, las familias y las comunidades. Son éstas las que
constantemente pagan las consecuencias de las decisiones de las empresas de
externalizar sus costes sobre la sociedad y el entorno.
Los impuestos de Pigou podrían utilizarse para crear una economía realmente
dinámica y evolutiva. Ahora bien, las tasas verdes pueden resultar impopulares si
recaen sobre los bolsillos de los contribuyentes. Pero las tasas verdes no tienen esa
función, incrementar los ingresos del gobierno, su misión es proporcionar a los que
participan en el mercado una información precisa sobre su coste.
Cada dólar de más recaudado por los impuestos verdes descontarse en la misma
medida de los impuestos de la renta. La reducción empezaría por los sectores que
tienen ingresos más bajos y seguiría por los que los tienen más altos.
El sistema de impuestos actual establece cargas sobre cualquier tipo de ingreso,
sean ventas, salarios, ahorros, dividendos, beneficios... De ese modo lo que hace es
contrarrestar elementos esenciales en una economía sana: el trabajo, los ahorros,
nuevas inversiones y la actividad empresarial. Habría que sustituir el impuesto sobre
la renta por los impuestos verdes.
Hay que terminar con la idea de que las industrias que degradan y envenenan son
económicas o útiles. La actividad económica tiene una visión tan desinformada:y tan
fuera de contacto con la realidad ecológica que Lawrence Summers, economista jefe
del Banco Mundial pudo publicar sin rubor un memo llamando antieconómico al bajo
nivel de contaminación en los países de África: los países subpoblados de África
están grandemente subcontaminados, la calidad de su aire es probablemente muy
ineficientemente bajo [en contaminantes] comparado con Los Ángeles o la ciudad de
Méjico.
Por el contrario, la visión que informa a los impuestos verdes es totalmente diferente.
Supone que los seres humanos son enormemente adaptativos y creativos y que en el
sistema socioeconómico actual hay un enorme potencial desaprovechado.
Aunque el propósito inicial del impuesto sobre el carbono sea reducir las emisiones
de Co2, su finalidad a la larga es reemplazar los combustibles carboníferos por
energía sostenible y limpia no contaminante. El ritmo de implantación es importante.
Si se aplica de la noche a la mañana puede producir inflación y caos. Si se va
implantando progresivamente, por ejemplo en un período de veinte años, productores
y consumidores tienen tiempo para adaptarse, planificar, inventar. Este impuesto
debería ir aumentando hasta el punto crítico en que resultara más barato utilizar
energías alternativas que combustibles basados en el carbono.
Pero debemos ir más allá. Se pueden gravar también los productos químicos:-
(fertilizantes, pesticidas) basados en los hidrocarburos, sustituyéndolos por productos
derivados de recursos orgánicos, no contaminantes, renovables. De esta forma se
ayudará a eliminar la mayoría de las toxinas de nuestra comida y del agua y también
los productos químicos que están destruyendo la capa de ozono.
Un período de veinte años resulta suficiente para amortizar las inversiones actuales
en los sistemas basados en el petróleo y en el carbón.
¿Por qué hacer esto si no sabemos si la situación es realmente tan grave? Cuando
uno se encuentra ante dos caminos igual de desconocidos e inciertos, la regla de oro
es tomar el camino que permita volver más fácilmente al otro si se comprueba que la
decisión inicial estaba equivocada. Hay que escoger la posibilidad que te dé más
opciones en el futuro.
Si continuamos al mismo ritmo de consumo y al cabo de 40, 5 0 ó 1 00 años se
demuestra que las previsiones sobre el calentamiento eran correctas, quizá ya será
demasiado tarde para corregirlo. Si utilizamos energías limpias y renovables y se
demuestra que no era para tanto, podemos volver a utilizar los combustibles fósiles.
Además habremos hecho una buena limpieza del aire, de la tierra, de las aguas y
habremos aumentado la salud por doquier. Por si fuera poco, todavía seguiremos
teniendo todo el carbón y el petróleo que no hayamos consumido.
La conversión a la energía solar y otras energías alternativas no es una fantasía.
Utilizando las tecnologías actuales podemos reducir ya el consumo actual de
electricidad doméstica e industrial en un 75 %. Se pueden fabricar coches que
consuman menos. Además la energía solar y eólica produce de dos a cinco veces
más puestos de trabajo que las centrales técnicas o nucleares.
Si mantenemos la idea de que los impuestos verdes deben ser neutros en cuanto a
ingresos por parte del Estado, a medida que suban los precios de las energías
contaminantes, los impuestos para los contribuyentes bajarán de forma paralela.
Ahora bien, para que produzcan efecto, los impuestos verdes tienen que ser lo
suficientemente elevados para que se note la diferencia entre los recursos
sostenibles y los no sostenibles. Si no, a las empresas no les compensará cambiar
los procesos.
Las tasas verdes sobre la energía harán subir los precios de los alimentos producidos
industrialmente, con lo que favorecerán las explotaciones agrícolas locales y
familiares.
Lo que normalmente llamamos eficaz en agricultura es un proceso que sustituye el
trabajo humano por los combustibles fósiles en sus mil formas, con ello desplaza a
los trabajadores y a las familias, al mismo tiempo que causa a la vez grave perjuicio a
la tierra, al agua y a la fauna. Por el contrario, la granja más eficaz es la que
internaliza más eficazmente sus costes. Es una explotación que alimenta la tierra,
usa el agua de manera sobria y ahorrativo, usa los pesticidas raramente si lo hace,
comprende que el secreto de la salud de las plantas es un terreno sano y no los
productos químicos mortíferos. Por ello no sólo deberían gravarse las energías, sino
también los productos químicos para la agricultura, desde los fertilizantes artificiales a
los pesticidas tóxicos.
Muchos de los pesticidas que se utilizan hoy en la agricultura son objeto de
programas de ayuda del Gobierno. Resulta así que nuestros impuestos se están
usando antiecológicamente y no para la restauración del medio ambiente.
Los impuestos verdes podrían aplicarse a gran variedad de recursos, productos y
procesos, como el trabajo, las armas, las municiones y el alcohol.
De la misma forma, un mundo más racional y constructivo podría utilizar los
impuestos verdes para frenar, si no eliminar la carrera de armamentos. Se da la
ironía de que los países siempre pueden encontrar dinero para la guerra, pero casi
nunca hay presupuestos para la paz. Más de la mitad de toda la deuda del Tercer
Mundo es atribuible a la compra de armas a los países ricos del Norte.
La venta mundial de armas genera un círculo vicioso de deuda y explotación.
Muchas de las armas que compran los países más pobres se utilizan para la
explotación de los recursos de las culturas indígenas, como los bosques de Penan en
la península malaya. Esta sobre explotación de recursos genera una resistencia
popular que lleva a, los gobiernos a aumentar sus gastos militares y su deuda
externa, lo que les obliga a su vez a explotar más los recursos para aumentar las
exportaciones y saldar la deuda.
Una metáfora muy conocida del deterioro de los bienes comunes es la planteada por
el biólogo Garret Hardin. Es como un prado comunal. En él el pastor cuyo rebaño
come más de la cuenta se beneficia más. El rebaño que sólo consume su parte
resulta penalizado en la práctica. Pero a la larga, el prado entero se deteriora. Una
solución a este dilema sería una empresa de servicio público'5 (utility) del prado que
operara independientemente de las necesidades concretas de cada ganadero. La
empresa sería gestionada para maximizar los ingresos a partir de las tarifas de pasto
y por lo tanto no tendría ningún interés en la sobre explotación, porque a la larga el
deterioro producido reduciría el valor de la empresa para sus propietarios.
Algunas empresas eléctricas ya se han dado cuenta de que es más barato invertir en
tecnologías que ahorren energía al consumidor, que invertir en nuevas centrales
térmicas o nucleares. Es lo que Amory Lovins llama negavatios.
Del mismo modo se podría establecer una empresa de servicio público para la
gestión del salmón en los ríos de la costa oeste de los Estados Unidos. A pesar de
los enormes esfuerzos de repoblación, la población de salmones en el Noroeste ha
disminuido drásticamente. La causa, la degradación del ecosistema. Una empresa
de este tipo podría gestionar los ríos y la pesca para posibilitar un beneficio a los
pescadores y a los consumidores, porque controlaría la subida de precios.
5
El término utility no tiene una traducción equivalente en castellano. Se trata de
empresas que gestionan servicios de uso público, como la electricidad, el gas o el agua.
grandes multinacionales. Mientras el comercio mundial se ha cuadruplicado en los
últimos veinticinco años, el desempleo ha crecido drásticamente en todo el mundo.
Ningún programa de impuestos verdes será eficaz si las empresas pueden evitarlo
trayendo productos de fuera. Debería proponerse un nuevo sistema de tarifas
denominado Nación Más Sostenible (MNS) en vez del de Nación Más Favorecida
(MFN).
Los críticos argüirán que estas tarifas representan una interferencia injustificada en
los asuntos internos de otras naciones, pero la cuestión es que la degradación del
medio ambiente no es ya un asunto interno; aunque tenga un origen local, tiene un
impacto global.
Las naciones pobres en vez de imitar el colosalimo de los países industrializados
deberían tener incentivos para aprender de aquéllos que han integrado crecimiento
económico con responsabilidad social y sostenibilidad económica. Costa Rica podría
ser el ejemplo, no Taiwan.
Pero, si la gente cambia sus hábitos de consumo para evitar los impuestos verdes,
¿de dónde saca el Gobierno el dinero? Hay dos posibles respuestas. En primer
lugar, se supone que también el Estado encontrará un diseno mejor, se hará más
eficaz y necesitará menos dinero. En segundo lugar, las tarifas verdes tendrán que ir
evolucionando no para reducirlas sino para mantener el flujo de ingresos en las arcas
estatales. A medida que se reduzca la contaminación habrá que ir buscando otros
impuestos. De esa forma la economía seguirá evolucionando continuamente. No
existe un punto de equilibrio. Tendremos una economía dinámica y restauradora,
como la naturaleza
Se critica muchas veces a los ecologistas por estar siempre quejándose, fijándose
siempre en los excesos y en lo malo. Es cierto. Pero la empresa se ha ido al punto
opuesto, se fija sólo en los aspectos negativos de los ecologistas y simplifica en
exceso los temas para aprovechar el miedo de la gente. Sin embargo, en los
principios ecológicos residen los problemas y también las soluciones.
Los principios en que se basan las predicciones que exigen precaución son
totalmente correctas. La dificultad reside en que no sabemos ni el ritmo ni los límites
de la tierra para resistir el impacto de la Humanidad. Esto quiere decir que los
optimistas que dicen que nos ocuparemos del problema en el futuro, tienen razón por
el momento, pero el día en que resulte que estaban equivocados tendremos un gran
problema. Los ecologistas, que anuncian una catástrofe inminente, se equivocan en
cuanto a las predicciones específicas, pero en cambio aciertan en la cuestión de
fondo.
Lo que necesitamos es una economía que trate a nuestro mundo como un medio de
crear la mejor vida para el mayor número de gente. Como no sabemos el impacto
futuro de nuestras prácticas industriales, necesitamos una economía basada en más
humildad.
Los optimistas se permiten sobrepasar los límites críticos del crecimiento a base de:
Para ello hay que aclarar dos puntos clave. El primero es cuánto podemos consumir
mientras estamos en esta tierra. El segundo punto es que tenemos que restaurar y
regenerar algo de lo que hemos perdido.
Todo ello implica tomar una postura activa ahora mismo, por ejemplo, eligiendo a la
gente que puede hacer las cosas mejor y con capacidad de imaginar un mundo
mejor, escribiendo a las empresas para manifestar estos puntos de vista, no
comprando productos de las empresas que destruyen o son irresponsables. Implica
también desarrollar y expresar un sistema de valores y actuar en consecuencia en el
mercado. Tenemos que reexaminar nuestras prioridades y creencias. No podemos
esperar a que despierten los guardianes, debemos hacer algo para intentar que
despierten.