A fin de enriquecerse, muchas personas se arriesgan sobremanera,
lamentablemente ello suele resultar en pérdidas de todo tipo. La Biblia dice al siervo de Dios: “Que haga trabajo duro, haciendo con las manos lo que sea buen trabajo, para que tenga algo que distribuir a alguien que tenga necesidad”. (Efesios 4:28)
Es verdad que quien trabaja arduamente no siempre se hace rico,
pero disfruta de tranquilidad de ánimo y amor propio, y hasta llega a contar con fondos para donar a buenas obras.
La Biblia también da esta advertencia: “Los que están resueltos a
ser ricos caen en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y perjudiciales, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y, procurando realizar este amor, algunos (…) se han acribillado con muchos dolores”. (1 Timoteo 6:9,10)
No puede negarse que muchos de los “que están resueltos a ser
ricos” lo consiguen, pero ¿a qué precio? ¿Acaso no sufren en su salud, en su familia, en su espiritualidad y hasta en la calidad de su sueño? (Eclesiastés 5:12)
La persona prudente se dá cuenta de que “su Vida no resulta de las
cosas que posee”. (Lucas 12:15)
Ya lo vido?, no te lo dije: que el dinero “cambia” a la gente?