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21/6/2010
1
Que raro. Fue lo primero que pensó el asesino al entrar en el local. Un extraño y profundo
desasosiego le impregnó el alma. Algo no encajaba. No sabría decir qué era, pero le pedía a
gritos que saliese de allí. Sin embargo desoyendo la advertencia se sentó lentamente en el
taburete atornillado firmemente al suelo. Inamovible. En aquella posición desde siempre.
El whisky se abrió camino por su garganta abrasando todo cuanto encontró a su paso.
Quemó las penas primero. Quemó luego los recuerdos. Quemó finalmente la culpa. Todo
en menos de un segundo.
Miró alrededor sorprendido. Tras años temiendo su recaída no había sido como esperaba.
En su imaginación, la tierra se resquebrajaba y el infierno separaba sus puertas liberando a
los condenados. Una lúgubre sombra se acercaba furtivamente por su espalda y le pasaba la
mano por el hombro. Él se giraba para toparse a su difunto padre que le observaba con una
desvergonzada mueca mientras le arrullaba con un susurro casi imperceptible. Los
murmullos se escurrían babosos por la desdentada y podrida boca de drogadicto de su
progenitor… Lo sabía. Lo sabía. Lo sabía. Canturreaban en un hipnótico salmo…
Bebió de nuevo.
El whisky se abrió camino por su garganta abrasando todo cuanto encontró a su paso.
Quemó la imagen de su padre primero. Quemó luego su infausto recuerdo. Quemó
finalmente los pecados. Todo en menos de un segundo.
El whisky se abrió camino por su garganta abrasando todo cuanto encontró a su paso.
Quemó el sonido del disparo primero. Quemó luego el posterior silencio. Quemó
finalmente las salpicaduras. Todo en menos de un segundo.
2
Miró alrededor incrédulo. Ninguna mirada furtiva. Ningún cuchicheo. Tantos años de
estéril lucha para acostumbrarse a los chismorreos y a los dedos índices acusadores. En las
ciudades pequeñas nunca pasa nada. Por ello era imposible que nadie ignorara su historia a
pesar de que todos la desconocían. Cámaras y micrófonos por todos lados, mendigando
respuestas. ¿Cómo era aquel monstruo que había asesinado a un ángel? Muchos fueron
asaltados por los mercaderes de noticias. Era imposible ignorar.
Una arcada se asomó curiosa desde su estómago. ¿Será el whisky o el asco? No, aquel
brebaje ya no le podía hacer daño. Ahora ya no. Tenía que ser por la repulsión.
Pensaría en los niños, por ejemplo. Él jamás les deseó nada malo. A pesar de que ellos lo
humillaron más de una vez. No entendían qué hacía un ángel como su madre con él, un
desdichado alcohólico. Ahora eran huérfanos, los pobres. Quiso ser su padre y ahora los
dejaba sin madre...
Qué coño pasaba allí. Algo no encajaba en aquel maldito local. Aquél taburete atornillado
al suelo...
Tenía que haber pensado. Aguantar el tirón y pensar tan solo un segundo...
3
Pensaría en su propia madre. En el daño que le haría una vez más. Ella siempre le perdonó
todo. Incluso el crimen que ni él mismo quería creer que hubiese cometido. A su madre no
le había sorprendido. Las madres conocen muy bien a sus hijos. Su madre sabía que era
muy capaz de matar. Jamás lo había abandonado y tampoco lo hizo en aquella ocasión. Se
presentó en el calabozo. Lo tomó entres sus brazos y no le preguntó nada. Lloraban los dos
en silencio y no hacían falta las palabras. Ella sabía que lo sentía. Que si lo hubiera pensado
tan solo un segundo... pero también sabía que no pensaba las cosas un segundo y por eso le
perdonó y le seguía queriendo.
No queda whisky en el pequeño vaso, lo tiene todo dentro. Todavía le quema la garganta y
continúa distribuyéndose por todo su cuerpo. El ritmo cardíaco se acelera y piensa en los
segundos anteriores al disparo. Avanza a cámara lenta por la sala, empuñando el arma, a la
vista de todos. Nadie reaccionó. Nadie supo como hacerlo. Se quedaron sentados, mirando
como quien mira desganado una mala película muy trillada. Todos conocen ya el final, es
un tópico, un cliché.
La detonación ensordecedora.
El silencio posterior, en parte por la sordera momentánea por el disparo, en parte porque
todavía nadie ha salido del trance. Aquello, ¿está pasando en realidad? Si, claro que si. La
ha ejecutado delante de todos.
Miró alrededor, sorprendido. Parecen muñecos, decorado, figurantes de una mala obra de
teatro. Nadie se mueve durante unos instantes eternos. Un hombre la acompañaba.
Tampoco se mueve. Le mira con los ojos muy abiertos, pero no le ve. El criminal sabe que
no le ve. Está aterrorizado y se pregunta si será el siguiente. Se lo dicen los mosquitos que
ya han llegado a su cabeza, pero ya lo había leído en sus ojos justo antes de girarse. Echa a
correr con las manos en la cabeza, como si pudieran protegerle de las balas. Quiere
matarlo, el muy asesino... Siente ganas de pegarle un tiro por la espalda, pero por suerte
para el muy cobarde, siente aún más ganas de levantarse la tapa de los sesos y yacer con
ella para siempre.
Mira el suelo. Un ángel descansa entre colillas y servilletas, teñidas de la espesa sangre. No
tiene sentido, piensa, pero ya no importa. Ya puede hacer cualquier cosa. Ya todo ha
perdido el sentido y por eso mismo es libre. Por fin, por primera vez en su vida se siente
libre para hacer lo que quiera. Ahora lo que quiere es levantarse la sesera.
Se despierta en un calabozo. No entiende. Espabila, tienes que irte, le dice alguien. ¿Estoy
muerto? No. Algo no encaja... Está confundido... Es un asesino, no pueden soltarle. Todos
4
lo han visto. Los muñecos fueron testigos de la atrocidad. Apreté el gatillo. Estoy seguro.
Dos veces.
Ese gilipollas... Me ha jodido la vida. Pero es mentira, él sabe que su vida estaba jodida
hace tiempo. Cuando no comprendió que ella no le quería y que tenía que olvidarla. Ahí se
terminó todo. Adicto como era, había superado el tabaco, el alcohol, las drogas, pero no el
amor. Una vez que te lo dan a probar es difícil renunciar a él, y joder, no se puede comprar.
No se puede atracar a cualquiera para conseguir dinero y comprar un rato de amor. Unos
gramos de amor, lo que sea, solo un poco más de amor. Mañana lo dejo. Lo juro. Mañana
seguiremos con nuestras vidas. Pero hoy solo quiero un último chute del jodido amor que
me diste y ahora me quieres quitar. Maldita, nos has matado. Todavía te quiero y te he
matado. ¿Tiene esto algún sentido para ti? No, aquello no encaja de ninguna manera...
Que angustia... que dolor. Se quema. ¡Y todo por un segundo! Si hubiera tenido un segundo
más...
Una carcajada lo distrae. Alguien ríe al fondo del local. Es una risa de mujer. Un cobarde la
tapa. El corazón le va a explotar. Es ella, es su risa.
Aquel taburete... Algo no tiene sentido. Qué hace en aquel local si la mató. El asesino se
marea. Echa la mano al bolsillo de la cazadora. La pistola.
Ya entiende. Que alivio, piensa. Claro que es ella. El ángel no ha muerto. Está allí. Tras
aquella pusilánime espalda.
Avanza a cámara lenta por la sala, empuñando el arma, a la vista de los muñecos. Nadie
reacciona. Nadie sabe como hacerlo. Se quedan sentados, mirando como quien mira
desganado una mala película muy trillada. Todos conocen ya el final, es un tópico, un
cliché.