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Así que Ella. yo reímos y soñamos con el hombre del foro de escritores
amateurs que fracasan dulcemente pero no importa porque lo que
verdaderamente importa es modernizar su licenciatura y andar por las
empresas ayudando al capital a conservar su estructura. Se llaman
proyectos y son muy divertidos. Se somete a un grupo humano a
laboratorios desconocidos en los que se los observa ocultamente mientras
desempeñan funciones que no importan, se hace la entrevista analizada, y
el dedo de la licenciatura que sabe un huevo de recorridos neuronales,
ratas adictas y falsa dopamina, hace cruces en un libro, elabora la lista de
los que irán a hacer puñetas. Me pagan bien por eso dice mi amigo
seduciendo con historias de crueldad profesional que no importan nada
porque él no vive en la ciudad donde hace cruces sino más abajo donde no
hay mar ni amor.
El pequeño genio letrado que de emociones propias no sabe por qué se
dedica a las de otros sin hacerse preguntas y está bien, la vida es corta y lo
único que importa es disfrutar y elegir bien el modelo de personas con las
que te juntarás para ser feliz. Cuánta felicidad pretende mi hombre
invisible, comienzo a pensar que no soy la mujer ideal para la empresa
oculta que mi amigo sabiondo quiere para su vida: ser feliz más de un día,
proactiva las endorfinas, apartar para siempre la melancolía. Es domingo y
mi bata de bazar chino me avisa que tanta alegría pretendida no es lo mío.
Soy otoño que cruje, cerradura oxidada, lluvia gélida que no llega,
abandonarme, ser otra, ser nadie perderme en el eco del sentido.
Mientras él insiste positivamente en el mundo, ella.yo buscamos la puerta
que se cierra. Ella.yo lee enardecida la franqueza desmedida del correo
que le llega mientras calienta café con leche y desea cosas inesperadas
que son calientes y no son café. El insiste entre arrobas, links, fotos y
enlaces. En internet todo se desfigura, explica, ‒es dado a las clases on
line–, un pixel más o menos y se disparan los mismos circuitos de un
laberinto inesperado. Y ella.yo deja a un lado la cocina de los días, la
terraza de la noche y llega tarde a la cama del marido y la merienda
azulejada del hijo extrovertido que reclama atención mientras se asoma a
la caja eróticamente convertida en vínculo que quema sin que nada se
sepa porque mientras le escribo y lo leo estoy simplemente sentada, como
siempre y como nunca. Voy de ventana en ventana a base de ratones con
lucecitas y ocultamientos de neón.
¿Y?
Qué ha pasado, te has ido sin que pueda decirte algunos besos en la tarde,
mientras la mujer y el hijo de tu vida, ellos reales, no como yo que soy
pura tecla espiritual para una paja de parsimonia enloquecida, reirán
contigo los domingos. ¿Te has ido de verdad?
carobaratti@yahoo.es
http://carolabaratti.blospot.com