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EMOCIONES DE CLIC

Camino con la punta de los dedos por el mundo fantasmal de ecos


compartidos y lo encuentro entre mucho cotillón de comentarios que
encandilan. Es lúcido como un láser y a través de su cultura y su palabra
emergen frases proyectadas en la caja que ilumina. Al comienzo golpean
en el cerebro de los días y es pura diversión desconocida. Al cabo de más y
más correos estas frases se deslizan en mi coño de mujer embalsamada.
Respiro, giro como loca en los días comunicados cuando abro mi cerebro
extracorpóreo, ese negro que tengo apoyado en cuatro esquinas, delgado,
cuadrado y brillante laqueado marca HP (HIJO PUTA). Y ahí está el todas
las mañanas con su nombre falso de escritor. Y me habla de sus planes, de
sus días, de su vida elegida, cotidiana y compartida de cerezas y
legumbres. Anda por el mundo freelance de humores estrambóticos y me
pasea por pintores, poemas y risas de cosecha propia. En el medio de una
frase poéticamente construida hace confesiones sorprendentes de su vida
de aventuras y relata con encanto cómo se masturba eligiendo secretarias
de recursos inhumanos mientras una tía lejana le cocina cenas puntuales
sin saber que el licenciado que examina sube y baja manualmente su picha
acongojada. Impresiona algo pero no mucho porque es tan raro y especial
que todo cabe en su discurso humedecido de colores apartados del
montón.

Así que Ella. yo reímos y soñamos con el hombre del foro de escritores
amateurs que fracasan dulcemente pero no importa porque lo que
verdaderamente importa es modernizar su licenciatura y andar por las
empresas ayudando al capital a conservar su estructura. Se llaman
proyectos y son muy divertidos. Se somete a un grupo humano a
laboratorios desconocidos en los que se los observa ocultamente mientras
desempeñan funciones que no importan, se hace la entrevista analizada, y
el dedo de la licenciatura que sabe un huevo de recorridos neuronales,
ratas adictas y falsa dopamina, hace cruces en un libro, elabora la lista de
los que irán a hacer puñetas. Me pagan bien por eso dice mi amigo
seduciendo con historias de crueldad profesional que no importan nada
porque él no vive en la ciudad donde hace cruces sino más abajo donde no
hay mar ni amor.
El pequeño genio letrado que de emociones propias no sabe por qué se
dedica a las de otros sin hacerse preguntas y está bien, la vida es corta y lo
único que importa es disfrutar y elegir bien el modelo de personas con las
que te juntarás para ser feliz. Cuánta felicidad pretende mi hombre
invisible, comienzo a pensar que no soy la mujer ideal para la empresa
oculta que mi amigo sabiondo quiere para su vida: ser feliz más de un día,
proactiva las endorfinas, apartar para siempre la melancolía. Es domingo y
mi bata de bazar chino me avisa que tanta alegría pretendida no es lo mío.
Soy otoño que cruje, cerradura oxidada, lluvia gélida que no llega,
abandonarme, ser otra, ser nadie perderme en el eco del sentido.
Mientras él insiste positivamente en el mundo, ella.yo buscamos la puerta
que se cierra. Ella.yo lee enardecida la franqueza desmedida del correo
que le llega mientras calienta café con leche y desea cosas inesperadas
que son calientes y no son café. El insiste entre arrobas, links, fotos y
enlaces. En internet todo se desfigura, explica, ‒es dado a las clases on
line–, un pixel más o menos y se disparan los mismos circuitos de un
laberinto inesperado. Y ella.yo deja a un lado la cocina de los días, la
terraza de la noche y llega tarde a la cama del marido y la merienda
azulejada del hijo extrovertido que reclama atención mientras se asoma a
la caja eróticamente convertida en vínculo que quema sin que nada se
sepa porque mientras le escribo y lo leo estoy simplemente sentada, como
siempre y como nunca. Voy de ventana en ventana a base de ratones con
lucecitas y ocultamientos de neón.

Todas las noches y los días enamorados no de él (¿de quién?) si no de lo


que promete ser la vida con él, ya sabemos cómo es y sin embargo. Hasta
ahí todo era excitación mental y húmeda tarde de fantasma que con su
palabra me tenía capturada por la risa oxigenada inteligencia corrosiva
que me alucinaba por el escéptico hombre tierno que llegaba a mi correo
tocándome con su AD(edo)SL. Qué manera de abrir mis piernas sin
tocarme siquiera, sin hablarme ni quererme di pedirme. Solo escribiendo
aquel señor del foro me tumbaba en la baulera arrinconándome el suspiro
y hundía su lengua de letras en los labios dilatados de mi mente vaginal.
Suspendía mis horas normales volviéndome otra sin saberlo, o sí,
sabiéndolo el muy perro pero haciéndose el que no.
Hipnótica tecleo. Busco su nombre verdadero. Mi amigo Google informa
que es profesional de la mente, escritor, conferencista que hace chistes
mientras el auditorio lo mira encandilado. Poco puede hacer un alga
submarina de anís y canela con semejante virilidad cibernética que
además es de carne y hueso en una calle de Madrid, que existe y confiesa
que es de verdad invitándome a comer bajo reserva en alguna mesa de
Moncloa. Qué inquietud, algo de miedo. ¿Cuál es la realidad? me
pregunto entre las camas deshechas de la mañana y la tostada de oliva.
Digo que sí, que espere y que ya veré. El insiste: Skype así nos vemos y nos
oímos, comidas, así sentimos y nos miramos, librerías, así investigo a
dónde vas en las estanterías. Anda, mujer-escritora-encanto vayamos más
allá del pixelado, anda, enciende la pantalla y muéstrame tu cara escritora,
háblame, ¿cómo es tu voz? Qué voz debería imaginar para masturbarme
pregunta sin preguntar el hombre del foro de escritores humoristas y
editores en el que por andar tecleando para darle voz a mi universo,
encontré en aquella simpática esquina del fórum. Intento parar el vuelo
voraz de su insistencia: anda, vente a Madrid y muéstrate como eres.
Dime cómo es tu pelo, qué quieres, qué sientes, anda, dime que te gusto y
déjame decirte que estoy ocupado de por vida pero soy libre de meterme
en tu vida hasta llegar al baño de tu alma de roedor adicto al fuego y…
¡Otro correo! Más, dame más correos que abran con letra inyectable mi
vena literaria. No, no le pongas punto, déjalo seguir, simpática vida mía

¿Y?

Ella-yo vamos pasando de amistad y planes de artístico futuro a obsesivo


pensamiento del fantasma que del foro ha pasado a material para soñar
compartiendo mi cama y el cajón de mis bragas bordadas para el infierno
que vendrá y el cielo que perderé.

Al final me rindo y digo sí al convite y me cito en zona bella de Madrid y


cuando falta poco para el día el miedo insiste una y otra vez diciendo no
vayas, no quieres este amigo, dile no de una vez, otro día, más tiempo,
ahora no. Sí, ¿por qué no? No, ¿Por qué sí? Quién es este tipo en
definitiva. Nadie, todos, ninguno, eterno amor quién sabe. Y camino por el
bosque asfaltado de nieve y sal y el miedo sigue siendo y siendo hasta que
ese encuentro toma horas del día, distracción en mis escritos. El miedo
atávico manda y dejo caer el salto en el vacío.

Fantasmagórica como siempre he sido en esta historia de entregas por


escrito de un alma y sus anhelos, decido. Escribo no. No iré y no avanzaré
por su deseo hasta llegar a un restaurante para ver sus manos de varón
conferencista y así caer en la bendita red como un pez social entumecido y
esperar el beso que no llega, el amor que no corresponde ni será
correspondido. La cita a ciegas me enceguece dejándome en el borde del
hilo que me ahoga y digo no. NO de mil maneras dichas ya y recién
estrenadas. Despido un veneno agrio de vagina insolente y digo otra vez
no. Lo siento, agrego para quedar mejor parada. No, lo siento. El alivio es
inmenso, qué tranquilidad que llegue el día de Moncloa y ya no tener que
estar ahí sentada con el profesor erótico festivo tan cercano al beso que
no podría darle porque ya estoy avisada que lo que quiere es amistad
entre escritores.

Camino sola por la primavera de mi valle entre verdes desprendidos.


Llegó. Abro mi caja de sorpresas. La palabra Yahoo despide adrenalina.
Abro. Leo. El responde como un ogro que da miedo, y dice cosas de
licenciado corrosivo. Analiza mi actitud de niña mal criada dejándome
tirada en la banquina de una fosa mal oliente, llenándome de palabras
que no entiendo pero entiendo. Me hiere un mordisco de veneno
encapsulado que sale de su clic y llega hasta mi ventana alucinada
dejándome en la cornisa veloz de su cibernética licenciada. Parece malo y
peligroso como una fiera desatada. Menos mal me digo, que no he ido al
zoo de los letrados. Que miedo, la risa loca de las tardes de amor
convertida en verbo siniestrado on line que me amputa haciéndome carne
picada con palabras perfectas. Ni un insulto y sin embargo me golpea, ni
un golpe y sin embargo sangro un llanto que chorrea.

Y al final no hay despedida, solo amputa un sueño de látigo digital,


dejándome suelta y sin espíritu al borde del abismo de su blog, con la
tarde escurriéndose entre mis manos de tecla prohibida. Los objetos de la
mesa en la que escribo se burlan de mi sombra repetida y de repente un
dolor en todo el cuerpo tan real que parece mentira.
Acabo de ser asesinada. Nadie lo ha notado. Maravillas de la virtualidad.

Y el pez que soy se retuerce en la red de redes buscando donde ha ido su


palabra bailarina, su humor fuera de serie, ya no estará quién sabe, se ha
ido de mi caja de luces, de mi salón inventado y otra vez aquí la cenicienta
con las chanclas en la mano esperando que el príncipe virtual, ese
mounstro fabricado, la nombre a través de su virtual virtualidad mal
entendida.

Qué ha pasado, te has ido sin que pueda decirte algunos besos en la tarde,
mientras la mujer y el hijo de tu vida, ellos reales, no como yo que soy
pura tecla espiritual para una paja de parsimonia enloquecida, reirán
contigo los domingos. ¿Te has ido de verdad?

Gracias a la red en la que el pez ha caído y a un foro de gente que vive


para la lectura y escritura (cuanta cultura espesura, locura que cura la
atadura de cualquier desmesura) yo que solo caminaba con la punta de
mis dedos taquigráfica en la nieve, llegaba imaginaria y sorpresiva al final
de una historia sin textura. Sin tacto, sin voz, sin anestesia.

Virtual-virtuosa-virulenta y visceral ella-yo fuimos víctima y verdugo de


una red que enredando nudos y deseos encarnó sin carne y sin permiso en
la vida antigua, desgastada de pátina e incienso, harta de materia en la
cocina, de ropas arrugadas y perchas con hombreras. Fue como salir de mi
vida de mochila azul desvencijada a la noche de Paris iluminada.

Todo sin testigos. Sin daños ni perjuicios aparentes se ha muerto un


destino. Y ahora con la fiebre real que de mi cerebro esperanzado pasó a
mi sangre intoxicándome las horas, estoy velando un muerto
desconocido.

Ya se fue su nombre de mi buzón iluminado. No está, se ha ido al éter de


un espacio hecho de signos sin ojos y sin manos, hecho de inventos y
cuadros pixelados. Son pesadillas de banda ancha y angosta caricia
electrificada.

carobaratti@yahoo.es

http://carolabaratti.blospot.com

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