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TED -

cito, en el que había que lucirse cruzando


SEÑAS el salón, como si se entrara a un escenario.
Instituto Cultu- Fue cuando mis rodillas, deficientes por
ral Brasil Vene- una hiper fricción de rótula, dieron mues-
zuela. Avenida tras de que ya no daban más. Qué decir
San Felipe. del momento de las coreografías. Fabio
Entre 1ra y 2da asumió el mando: un paso aquí, otro allá,
transversal. las manos en la cintura, en el cuello, a un
Quinta Dega- lado, al otro, moviendo las caderas, “más
nia. La Caste- rápido, una vueltica a la derecha, una más
llana. Teléfo- a la izquierda”. En la tercera instrucción ya
nos: (0212)266 me había extraviado de la seguidilla.
1476/4302. La mayor frustración de esa primera
clase, y de la segunda, y de la tercera, fue
tener que abandonarla a las dos horas y
media, agotada, dejando a las compañe-
ras fajadas y frescas. Aun así, pensé que
algo había aprendido y al día siguiente,
cuando pretendí mostrarle un avance a
mis hijos me di cuenta de que me hacía
falta Simone y la música. EnYoutube en-
contré decenas de cursitos básicos con
los que me hubiese ahorrado el pago y el
bochorno. Pero no importó. Como fue
divertido, decidí volver.
Fue un alivio descubrir en la segunda
lección que teníamos un compañero va-
rón y otras dos señoras que también se
burlaban, como yo, de sus limitaciones;
entre ellas, la pintora Patricia Calisto, es-
posa del embajador brasileño, nacida en
Lima, que intentaba infructuosamente
seguir el ritmo.
Ese día lo entendí todo. Mi falta de
ritmo y de gracia en estas clases tiene un
origen genético. La profesora nos había
ordenado separarnos en dos grupos:
“As brancas deste lado, as negras, deste
outro”. Y nos puso a competir. Ganaron
nuestras contrincantes de piel tostada,
por supuesto. La diferencia, pues, tenía
que ver con la sangre.
A partir de ese momento, hice
caso a la mejor instrucción de
Simone: “Esto es cuestión de
actitud”, como recomenda-
ba el eslogan del canal de
televisión Sony. Decidí, en-
tonces, creerme laYolanda
Moreno que siempre quise
ser. Planté el mentón arri-
ba, no miré más a las com-
pañeras, me dejé llevar por
la música y empecé a dis-
frutarlo, hasta hoy.

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