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GUILLERMO DE BLYBNBERGH
B.D.S.
(Respuesta a la precedente)
Mi señor y amigo:
Además, como al final de su segunda carta, usted ha escrito que sólo espera y
anhela perseverar en la fe y en la esperanza y que lo demás que podamos
persuadirnos mutuamente acerca del entendimiento natural es para usted
indiferente, he pensado, y ahora vuelvo a pensarlo, que mis cartas no le
servirían de nada y que, por ese motivó, sería más aconsejable para mí no
descuidar los estudios (que de otro modo estoy obligado a interrumpir tan largo
tiempo) por cosas que no pueden dar ningún provecho. Esto no está en
contradicción con mi primera carta, dado que en ella yo lo consideraba como
filósofo puro, que (como admiten no pocos que se dicen cristianos) no tiene
otra piedra de toque de la verdad que el entendimiento natural, pero no la
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teología. Mas al respecto me ha enseñado otra cosa y, al mismo tiempo, me ha
mostrado que el fundamento sobre el cual tenía la intención de edificar nuestra
amistad, no había sido echado como yo pensaba.
Por último, en lo que atañe a lo demás, tales cosas suelen ocurrir muy a
menudo en las discusiones, sin que, por eso, sean transgredidos los límites de
la cortesía; y, por este motivo, pasaré por alto, como no advertidas, las cosas
similares que se encuentran en su segunda carta y en la presente.
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Afirmo, pues, en primer lugar, que Dios es absoluta y realmente causa de todo
lo que tiene esencia, sea ello lo que sea. Ahora bien, si usted pudiera
demostrarme que el mal, el error, los crímenes, etc. son algo que expresa
esencia, yo le admitiría enteramente que Dios es la causa de los crímenes, del
mal, del error, etc. Me parece que he demostrado suficientemente que lo que
constituye la forma del mal, del error, del crimen, no consiste en algo que
expresa esencia; y que, por tanto, no se puede decir que Dios sea su causa. El
matricidio de Nerón, por ejemplo, en cuanto contenía algo positivo, no era un
crimen. En efecto, Orestes hizo la misma acción externa y tuvo la misma
intención de asesinar a su madre y, sin embargo, no es acusado, al menos
como Nerón. ¿Cuál fue, pues, el crimen de Nerón? No otro sino que con su
acción mostró que era ingrato, cruel y desobediente. Pero es cierto que nada
de todo esto expresa alguna esencia y, por tanto, tampoco ha sido Dios causa
de ello, aunque haya sido causa del acto y de la intención de Nerón.
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Dios los atributos que hacen perfecto al hombre, como atribuir al hombre los
que hacen perfecto al elefante o al asno, estas palabras y otras semejantes no
tienen lugar alguno, ni es posible usarlas sin suma confusión en nuestros
conceptos. Por lo cual, filosóficamente hablando, no se puede decir que Dios
pide algo a alguien, ni que algo le es molesto o agradable, pues todos estos
son atributos humanos, que no tienen cabida en Dios.
Por último, quisiera advertir que, aunque las acciones de los píos (es decir, de
los que tienen de Dios una idea clara, por la cual son determinadas todas sus
acciones y pensamientos) y las de los impíos (es decir de los que. no poseen
idea de Dios, sino sólo de las cosas terrenales, por las cuales son
determinados sus acciones y pensamientos) y, en fin, las de todos los que
existen, fluyen necesariamente de las leyes y decretos eternos de Dios y
dependen continuamente de Dios; sin embargo, difieren entre sí, no sólo en
grado, sino también en esencia. En efecto, si bien el ratón tanto como el ángel,
y la tristeza tanto como la alegría; dependen de Dios, sin embargo, el ratón no
puede ser una especie de ángel, ni la tristeza una especie de alegría. Con esto
creo haber respondido a sus objeciones (si las he comprendido rectamente,
porque, a veces, tengo la duda de si acaso las conclusiones que usted deduce,
no difieren de la
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Pero eso resultará más claro cuando haya respondido, con esos fundamentos,
las cuestiones propuestas. La primera es: ¿si el asesinar es tan agradable a
Dios como el dar limosnas? La segunda: ¿si el robar es, respecto a Dios, tan
bueno como el ser ,justo? La tercera, finalmente: ¿si existiera un ánimo con
cuya naturaleza particular no chocara sino que se conciliara entregarse a los
placeres y cometer delitos; acaso, pregunto, existiría en él un motivo para que
la virtud lo persuadiera a hacer el bien y a evitar el mal?
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ofende a Dios y el otro le muestra su favor? Respondo que no. Pero si la
cuestión es: ¿acaso los hombres que asesinan y los que dan limosnas son
igualmente píos y perfectos? Respondo, nuevamente, que no.
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se ahorcara? Pero, admitamos que es posible que exista tal naturaleza. En tal
caso, afirmo (admita yo, o no, el libre albedrío), que si alguien ve que puede
vivir más cómodamente en la horca que sentado a su mesa, obraría muy
neciamente si no se ahorcase. Y aquel que viese claramente que podría gozar
realmente de una vida o de una esencia mejor y más perfecta perpetrando
crímenes que siguiendo la virtud, también sería necio si no lo hiciese. Pues,
respecto a una naturaleza humana tan pervertida, los crímenes serían virtudes.
B. DE SPINOZA.
Voorburg, I3 de Marzo de I665.