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Escuela de literatura FCH

Del neoclasicismo al naturalismo


Tomás Harris
Daniela Pereira

Segundo informe de lectura: Cartas Persas de Montesquieu

1.- Determinar la estructura y el subgénero de la novela de las Cartas


persas ¿Cuál es el fin de estas cartas?

La estructura de las Cartas persas de Montesquieu, corresponde a la llamada


novela epistolar, que a su vez puede enmarcarse en los subgéneros de la novela
satírica y de tesis. En cuatoa estos dos últimos subgéneros, el primero se puede
ver representado por el personaje de Rica, y el segundo, por el personaje de
Usbek. Rica, en sus cartas, tiene una prosa más burlesca y juguetona, en tanto
que Usbek es más razonador, filosófico e interesado en lo moral. Por ejemplo;
Rica escribe, referido a la Academia francesa: “extravagancias son estas que
nunca se ven en Persia. No se aviene nuestro genio con estos raros y extraños
establecimientos, y la sencillez de nuestras costumbres y lo poco estudiado de
nuestro estilos solo se complace en lo que es natural.” Carta, LXXIII (p.127). Con
esto, el personaje da cuenta de una observación perspicaz que coloca en duda
la validez de una institución europea, por lo que él percibe y compara con las
costumbres de sus tierras. Y, por otra parte, Usbek nos dice en la Carta LXXVI:
“Las leyes de Europa son terribles contra los que se dan la muerte a sí propios:
les quitan, por decirlo así, por segunda vez la vida, los arrastran con ignominia
por las calles, los declaran infames y le confiscan los bienes. Paréceme, Ibén,
que son contrarias a la justicia las tales leyes. (p. 130). Aquí, el personaje de
Usbek hace una crítica mucho más profunda a las instituciones europeas,
porque reflexiona sobre el hombre y el valor de la justicia que forma filosófica.
En cuanto al fin de las cartas, se puede dividir en dos puntos: el utilizar el
motivo oriental para lograr una llegada más llevadera al lector popular, pues lo
oriental estaba en boga en esa época y un lector superficial se hubiera sentido
(pensamos) más atraído a leer unas epístolas exóticas que un tratado crítico-
satírico sobre la sociedad sobre la que tan orgulloso se sentía (en referencia a
la locuacidad y verborrea que tenía –y aún poseen- los franceses en general),
como era el caso de la nobleza y burguesía francesa del siglo XVIII. El otro
punto, que se deduce del anterior, es que Montesquieu gana puntos al sentirse
al solaparse él mismo en el personaje de Usbek (como un persa, según dice
Carlos Pujol en la introducción -Cfr. p. XIV-), pues así logra establecer distancia
de su propia cultura, crucial en la crítica, lo que dota de objetividad y veracidad
al texto en cuestión (además de estar muy informado sobre las costumbres del
medio-oriente).

2.- Resumen y comentario de la “Fábula de los trogloditas”, en Cartas


persas, del Barón de Montesquieu.

Situada entre la carta X y la XIV, Montesquieu, a través de su personaje Usbek,


narra la “Fábula de los trogloditas”, a petición de resolver cuestiones morales
(la felicidad, la virtud y la justicia), por parte del personaje Mirza. En dicha
fábula se narran los devenires del pueblo de los trogloditas, descendientes de
los trogloditas cavernarios, que tenían fama de ser más brutos que humanos,
debido a su fiereza y a su falta de juicio. Sin embargo, los trogloditas de
Montesquieu no eran tan animalescos (pues no eran una masa de pelos,
poseían la facultad del habla y disponían de cierto sistema de gobierno). Así las
cosas, Usbek nos cuenta que, al principio, estos trogloditas eran gobernados
por un rey y una casta real extranjera, que con duro yugo intentaba enmendar
el carácter furibundo e irracional de los trogloditas, debido a lo cual, los
trogloditas, cansados de tal sometimiento, terminaron por asesinar al rey y
desterrar a la familia real. Luego, a modo de reemplazo, intentaron que una
magistratura asumiera el gobierno, siendo desalojada tan rápido como fuera
elegida.
A la sazón de esos sucesos, los trogloditas decidieron que ya no querían vivir
sino como señores de sus propios actos y no teniendo otro principio regulador
de conducta más que sus apetitos y deseos particulares. En ese sentido,
concordaron en no ayudarse más que a sí mismos, cometiendo toda clase de
barbaridades llevados por el mero deseo egoísta (se robaban entre ellos
comida, esposas y ganado, por ejemplo). Mas, pasado algún tiempo, recayó una
grave peste en el país y, en la desesperación, acudieron a un médico
extranjero, el cual, tras curar a todos, no fue pagado por su trabajo. Esto no fue
en vano, en perjuicio de los trogloditas, pues la peste volvió al ataque, y no
esperando aquellos a que viniese el doctor, fueron a buscar al doctor
nuevamente, recibiendo por respuesta las siguientes palabras del médico:
“Idos de aquí […] hombres injustos, en vuestra alma tenéis un veneno más
activo que el de la enfermedad de que deseáis sanar […] (p. 22)”

El ocaso de los trogloditas llegó, salvándose sólo dos familias, en las cuales,
tomando como mal ejemplo el actuar del resto de los trogloditas, criaron a los
suyos bajo, al menos, cinco preceptos basados en la virtud y la justicia: (i) el
bien particular es dependiente del bien común, (ii) quien se separa del bien
común se separa de su propio bien, (iii) que la virtud no es una carga, (iv) que la
virtud no es un penoso ejercicio y (v) hacer justicia a otro es caridad consigo
mismo. Bajo tal educación, estas dos familias buenas comenzaron a
reproducirse, y al reproducirse, crecieron, y al crecer aumentaron los trogloditas
buenos, y al haber más trogloditas buenos, más virtuoso, justo y feliz se hacía el
país: lo ajeno era tenido, sentido y pensado como propio, y viceversa. Como
ejemplo de esto: un troglodita, al ver que otros trabajan al lado del terreno de
su padre bajo los látigos del sol, decide plantar dos árboles capaces de regalar
sombra a los jornaleros. Ante tal prodigio, los países vecinos sintieron codicia
(cosa desconocida para los trogloditas post-catástrofe), entonces comenzaron
los saqueos por parte de los pobladores vecinos, a lo cual los trogloditas
respondieron algo como: ¿Hemos cometido injusticia, o algún daño a ustedes
para que nos vengan a saquear? Si es así, nos tenemos merecido tales actos
suyos. Pero como no es tal el caso, les invitamos a que si quieren algo, que nos
lo pidan, en caso contrario, tendrán que vérselas con nosotros. Ante tal
respuesta, los extranjeros entraron al país troglodita, teniendo las amenazas de
defensa como vanas e inocentes, pero como el pueblo troglodita estaba unido
bajo la virtud y la justicia natural que les nacía, los extranjeros no tuvieron más
remedio que partir.

Sin embargo, ya crecidos en número, las condiciones para hacer y ser virtuosos
y justos los unos con los otros se hacían cada vez más difíciles. Entonces,
decidieron volver a un reinado, pero elegido por ellos mismos. Tal premio
recayó sobre el más anciano y, por ende, más justo y virtuoso de todos, el cual,
con no poca tristeza al ver a los alguna vez libres trogloditas, queriendo ser
vasallos de nuevo, dice:

“Bien lo veo […] trogloditas, ya empieza a seros gravosa


vuestra virtud. En la situación en que os halláis, no teniendo
cabeza, es preciso que aún a despecho vuestro seáis
virtuosos; que sin eso no pudierais subsistir y caeríais en las
desdichas de vuestros antepasados. Pero se os hace muy
duro este yugo, y más bien queréis sujetaros a un príncipe, y
obedecer sus leyes menos rígidas que vuestras costumbres,
sabiendo que entonces podréis satisfacer vuestra ambición,
granjear riquezas y dormiros en muelles deleites, y que no
necesitaréis de la virtud con tal que no cometáis delitos
horrorosos. (p. 27).”

2.1.- Comentario sobre la “Fábula de los trogloditas” del Barón de


Montesquieu.

Pienso que esta fábula, tiene mucho en común con la idea buen salvaje
(Russeau), con aquella gradación (pensándolo bien, de-gradación) de los
gobiernos del buen ciudadano, como es en la “Républica” de Platón, pues si en
Montesquieu hay, grosso modo, al menos tres tipos de gobierno (Monarquía,
luego aristocracia – Anarquía – gobierno comunitario), en Platón tenemos siete
tipos de gobierno (desde la monarquía hasta la tiranía). Lo que me interesó, es
este círculo que envuelve a ambas teorías, lo que hace que ambos autores sean
agudos “sociólogos” respecto a las formas y modos en que política y sociedad
se articulan. Porque tal parece que tanto Montesquieu como Platón sólo tienen
en la cabeza un propósito: cómo crear algún tipo de gobierno, costumbres,
leyes, etc., que escapen a la lógica inexorable de gradación. En tal contexto,
Montesquieu acuña la concepción de “monarquía democrática”, mostrándonos,
a su vez, una primera e inacabada concepción de la división de los poderes del
estado, variables caras a la Ilustración en el ámbito socio-político.

Es de gran interés notar como la monarquía democrática sucede al gobierno


ideal (o quizás, pueblo ideal, quién sabe), pues no son viles los que piden un
rey, sino trogloditas en su máximo de virtud los que lo hacen (pero si lo hacen
es porque ya estaban degradados en su interior, y se habían dado cuenta de
que la virtud, la justicia, la felicidad son tan creaciones humanas como una
mesa o una silla). Podemos entender tal paradoja en al menos dos formas
distintas: (i) Montesquieu falla en argumentar, inconcientemente claro está, en
favor de la naturalidad de la virtud del hombre (buen salvaje), o (ii), articula una
crítica a la sociedad como destructora de la natural buena voluntad de los
hombres, al ver que mientras más civilizados y cómodos se encuentren, más
posibilidades tienen de quedarse dormidos en sus laureles y comiencen a
negociar con la virtud.

Por otra parte, en los terrenos de la filosofía, podemos decir lo siguiente: si


Mirza dice que Usbek (o sea, el interlocutor más cercano a y con el pensar de
Montesquieu) piensa que la virtud se da por naturaleza en el hombre, y que la
justicia le es tan propia como el estar existiendo, entonces, nos encontramos
con una teoría de corte naturalista respecto a la moral en general, y con una
teoría de corte autónoma (contrario a las morales heterónomas, que ponen la
felicidad fuera del hombre –como dirá, en la Fundamentación de la Metafísica de
las costumbes, Kant-), pues, resolviendo la pregunta de Mirza, la fábula
responde que la felicidad reside en el hombre mismo, más puntualmente, en ser
dueño de su propia razón y actos- de ahí entendemos las últimas palabras del
rey a sus súbditos trogloditas (cosa muy fuerte), como también las primeras
palabras de Usbek en la carta XI: “Renuncias, Mirza amado, de tu razón por
seguir la mía; te humillas hasta consultarme y me crees capaz de instruirte […]
(p.19)”. La actitud de Usbek-Montesquieu es tan irónica como condescendiente
(¿y no son acaso tales los efectos que, generalmente, nos vienen al cuerpo
frente a un acto de servidumbre y/o esclavitud voluntaria?).

En el ámbito formal, creemos que las cartas correspondientes a la fábula, como


el resto de las cartas, funcionan bien en tanto que están escritas en un estilo no
muy empalagoso, más bien parco, con bastante fluidez y gracia en el andar de
las ideas, complementado con un toque ameno, casi íntimo (vease las cartas de
reproche a los eunucos, por ejemplo). E pocas palabras: claro y directo, como
una Lumière.
3.- Elegir un personaje, ya sea emisor o receptor y determinar su
función dentro del texto

Usbek, además de ser el personaje principal, es el pretexto de la novela (de


Montesquieu) para unir el mundo persa y el europeo, ya que en su viaje
encuentra el saber y los hechos que le permiten escribir las cartas, siendo
éstas la expresión de sus vivencias en un mundo extraño (comparando y
criticando). En contraparte a Rica (más superficial, más anecdótico), Usbek es el
representante directo del pensamiento filosófico de Montesquieu, más profundo,
más reconstructor. En pocas palabras, Usbek actúa como espejo de la sociedad
francesa de la época, espejo extranjero, foráneo, que, por lo tanto, logra dar
cuenta de cosas obvias y no tan obvias de manera nueva, con una nueva
perspectiva. En ese sentido, Usbek cumple con la función de emisario
conceptual, de personaje conceptual, enviado y creado específicamente para
propagar el pensamiento íntimo del autor de las Cartas, cumpliendo el resto de
los personajes de la novela la función de personajes conceptuales secundarios
(de paisaje literario) que permiten a Usbek, en especial, poder explayarse, tanto
literaria como filosóficamente, respecto a los variados temas que se tratan en la
novela.

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