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20 Karl Jaspers

los hombres. No se necesitaría que fuera empíricamente con-


cluyente y palpable; bastaría que tuviera por base una intui-
ción empírica en forma que ofreciera un marco común de
evidencia histórica para todos los pueblos. Este eje de la his-
toria universal parece estar situado hacia el año 500 antes de
Jesucristo, en el proceso espiritual acontecido entre los años
800 y 200. Allí está el corte más profundo de la historia. Allí
tiene su origen el hombre con el que vivimos hasta hoy.
A esta época la llamaremos en abreviatura el «tiempo-eje».

A. Característica del tiempo-eje

En este tiempo se concentran y coinciden multitud de he-


chos extraordinarios. En China viven Confucio y Lao-tsé,
aparecen todas las direcciones de la filosofía china, meditan
Mo- Ti, Chuang- Tse, Lie-Tse y otros muchos. En la India
surgen los Upanischadas, vive Buda, se desarrollan, como en
China, todas las posibles tendencias filosóficas, desde el es-
cepticismo al materialismo, la sofística y el nihilismo. En el
Irán enseña Zarathustra la excitante doctrina que presenta
al mundo como el combate entre el bien y el mal. En Pales-
tina llparecen los profetas, desde Elías, siguiendo por Isaías
y Jeremías, hasta el Deuteroisaías. En Grecia encontramos a
Hornero, los filósofos -Parménides, Heráclito, Platón-,
los. trágicos, Tucidides, Arquímedes. Todo 10 que estos nom-
bres no hacen más que indicar se origina en estos cuantos si-
glos casi al mismo tiempo en China, en la India, en el Occidente,
sin que supieran unos de otros.
La novedad de esta época estriba en que en los tres mundos
el hombre se eleva a la conciencia de la totalidad del Ser, de
sí mismo y de sus límites. Siente la terribilidad del mundo
y la propia impotencia. Se formula preguntas radicales. Aspira
desde el abismo a la liberación y salvación, y mientras cobra
conciencia de sus límites se propone a sí mismo las finalidades
más altas. Y, en fin, llega a experimentar lo incondicionado,
tanto en la profundidad del propio ser como en la claridad
de la trascendencia.
Esto resulta de la reflexión. Un día la conciencia se hace
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consciente de sí misma, el pensamiento se vuelve hacia el


pensamiento y 10 hace su objeto. Se producen combates es-
pirituales por el intento de convencer a los demás mediante
reflexiones, razonamientos, experiencias. Se ensayan las posi-
bilidades más contradictorias. La discusión. la formación de
partidos, la división de 10 espiritual, cuyas partes, no obstante,
se relacionan entre sí en la forma de contraposición, engen-
dran inquietud y movimiento hasta lindar con el caos espi-
ritual.
En esa época se constituyen las categorías fundamentales
con las cuales todavía pensamos, y se inician las religiones
mundiales de las Cuales todavía viven los hombres. En todos
los sentidos se pone el pie en 10 universal.
Por virtud de este proceso, lás concepciones, costumbres y
situaciones quedan sometidas a examen y prueba, puestas
en cuestión, disueltas. Todo cae en el vórtice. Lo que de la
sustancia transmitida tradicionalmente todavía estaba vivo
en la realidad fue puesto en claro en sus manifestaciones y de
ese modo transmutado.

***
La Edad mltita con su inmovilidad y evidencia llegaba a
su fin. Buda, los filósofos griegos indos y chinos, en sus deci-
sivas intuiciones, y los profetas, con su idea de Dios, eran
a-míticos, Comenzaba el combate contra el mito desde el
lado de la racionalidad y de la experiencia iluminada por la
razón (el logo! contra el mito), el combate por la trascendencia
de un Dios único contra los demonios que no existen y el
combate contra las falsas figuras de los dioses por la rebelión
ética contra ellas. La divinidad fue elevada a más alto rango
al impregnarse. de ética la religión. Pero el mito quedó como
material de una lengua que con él expresaba cosa distinta de
10 que contenía originariamente, convirtiéndolo así en alegoría.
Los mitos fueron transformados, entendidos desde una nueva
profundidad en esta fase de transición, que también era, aun-
que de otra manera, creadora de mitos en el momento que el
mito en general quedaba destruido. El viejo mundo mítico
decayó lentamente, pero perduró en el trasfondo del conjunto
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por virtud de la creencia efectiva de las masas populares


(y por esto pudo triunfar más tarde de nuevo en amplias zonas).
Esta total transformación de la existencia humana puede
llamarse esPiritualización. Del carácter cerrado e indiscutido
de la vida se pasa al aflojamiento; de la quietud de las pola-
ridades, a la inquietud de las contraposiciones y antinomias.
El hombre ya no está ocluso en si mismo. Está incierto de
sí mismo y, por tanto, abierto para nuevas e ilimitadas posi-
bilidades. Puede escuchar y comprender lo que hasta entonces
nadie ha preguntado ni nadie ha declarado. Lo nunca oído
se hace manifiesto. En su mundo y en sí mismo, el hombre
percibe el ser, pero no definitivamente: el problema perdura.
Por primera vez hay filósofos. Los hombres se atreven a
considerarse como individuos. Pensadores eremitas y tras
humantes en China, ascetas en la India, filósofos en Grecia,
profetas en Israel, se corresponden unos con otros por mucho
que se diferencien en creencias, contenido y constitución in-
tima. El hombre puede oponerse interiormente al conjunto
del mundo. En sí mismo descubre el punto de partida desde
el cual se alza sobre si mismo y sobre el mundo.
En el pensamiento especulativo el hombre se eleva al ser mis-
mo que queda aprehendido, sin dualidad, al desaparecer la
escisión del sujeto y el objeto y en la coincidencia de los con-
trarios. Lo que en la exaltación más alta es experimentado
como ensimismamiento en el ser o como unión mística con
la divinidad o como un hacerse instrumento de la voluntad
de Dios, es enunciado por el pensamiento especulativo y
objetivador de manera equivoca y errónea.
Es el verdadero hombre real que, ligado al cuerpo y encu-
bierto por él, prisionero de sus instintos, sin más que una
oscura conciencia de si mismo, aspira a la liberación y salvación
que-ya puede alcanzar en el mundo, sea por la elevación a la
idea, o por la paz de la ataraxia, o por la inmersión en la me-
ditación, o por el conocimiento de sí mismo y del mundo,
como Atman, o por la experiencia del Nirvana, o por la ar-
monía con el Tao, o por la entrega a la voluntad de Dios.
Existen extraordinarias diferencias en el modo de pensar y
en la creencia, pero hay algo común: que el hombre se eleva
sobre si mismo en cuanto que se hace consciente de sí mismo
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en la totalidad del ser y que entra en el camino que desde en-


tonces ha de seguir como individuo. Puede renunciar a todos
los bienes del mundo, retirarse al desierto, a la selva, a la mon-
taña, descubrir como anacoreta la fuerza creadora de la sole-
dad, retornar como iniciado, como sabio, como profeta.
En suma, en el tiempo-eje se hace manifiesto aquello que más
tarde se llamará razón y personalidad.
Lo que el individuo alcanza no se transmite a todos. La dis-
tancia entre las cimas de las posibilidades humanas y la mul-
titud se hace entonces extraordinaria. Pero aquello en que se
convierte el individuo transforma indirectamente a todos.
El ser del hombre en su totalidad da un gran brinco.

***
Al nuevo mundo espiritual corresponde una situación so-
ciológica que en las tres zonas muestra analogías. Existe una
multitudde pequeños Estados y ciudades, una lucha de todos
contra todos, en la cual fue posible, sin embargo, inmediata-
mente una sorprendente prosperidad, un enorme despliegue
de fuerza y riqueza. En China, bajo el impotente reinado de
la dinastía Tschou, las ciudades y los pequeños Estados co-
bran vida soberana; el proceso político consistía en el engro-
samiento de los pequeños por la subyugación de otros más
pequeños. En la Hélade y en el Asia anterior los pequeños
vivían independientes, aun en la parte sometida a los persas.
En India había muchos Estados y muchas ciudades indepen-
dientes.
El trato mutuo ponía en circulación el movimiento espiritual
dentro de cada uno de los tres mundos. Los filósofos chinos
-Confucio, Mo-ti y otros- viajaban para trasladarse a lugares
famosos, favorables a la vida espiritual (donde establecían
escuelas que los sinólogos llaman academias), 10 mismo que
viajan los sofistas y filósofos en la Hélade y Buda p'c;:re~rinó
durante toda su vida. I.!l-~'o ,'tI o
Antes existía un estado espiritual relativament~J'~r@nente *' '.,
en que, a pesar de las catástrofes, todo se repet:,(~ un ~ado ~
de horizontes limitados, animados por un mov iento 'épi- J! ¡
ritual sosegado y muy lento, que no era conscien ~ por ~~-o'
o' ~yO~

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