Casi un 22 por ciento de desempleo en España. Hay un millón y
medio de familias donde ninguno de sus miembros cobra un sueldo y viven de la pensión de padres o familiares o supongo yo que de una economía sumergida, de robar en el super o de prostituirse por los rincones. Mientras tanto, las hipotecas aumentan y las condiciones laborales del "puto amo" son simbólicas y no sirven para hacer frente a la vida cara de un mundo primero que va quedando para algunos.
El estado de bienestar se desinfla bajito, sin decirlo alto y claro se
van yendo los subsidios, las ayudas para los enfermos y las becas universitarias. Poco a poco, despacito para que Kate y Willy no se estresen mientras los 2000 invitados comen canapés (los que sobren para acá que andamos con antojo) y le tocan el velo, el pelo, algún anhelo que contagia multitudes de románticos que lloran en la cornisa habilitada para su cuento de hadas.
Madrid se va llenando de mendigos capacitados, hay de todo en la
calle decía un puto amo con los colmillos sudándole sangre azucarada. Y el alcalde no los quiere durmiendo en los cajeros de los bancos, fíjate tú, y mucho menos, ¡Ay, Dios, por favor!, en los bancos del parque del Retiro tan bello y florido en fechas turísticas.
Y yo aquí, como vos, quién te dice nos vamos conociendo y
confesamos ausencias y desdichas, lejos de la Abadía, imaginando el velopeloanhelo de Kate (a mí me pueden, tía, las campanadas, es que son tan bonitas ...), recordando cuando aquel pasaporte europeo me hizo saltar el mar y llegar hasta aquí por esa cosa de pulga loca que me viene de familia, asustados inmigrantes ex socios de un Jockey Club en el que jugaba al golf mi tía la soltera, mientras yo ya sospechaba que no tendría velo. Sí anhelo, que es lo último que se pierde antes del satori. Pasame un canapé, Kate, que no sea de pollo. Y un kleenex, para sonarme los mocos.