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La importancia de la Asistencia en los grupos iniciáticos
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Ritual es a la vez una ceremonia mágica, materializada a través del orden y la forma
del oficio de que se trate.
¿Y cuál es el objetivo de realizar un Ritual? Podríamos decir que en su
máxima expresión, es el de descender intencionalmente a los mundos materiales y
transitorios, la luz eterna del espíritu. Todo lo cual ocurrirá atravesando por lo menos
tres planos de la conciencia, y a su vez, para que pueda ser asimilado por el ser
humano común y corriente, deberá tocar tierra en nuestra personalidad.
Es así que el Ritual trabaja en el plano físico, dónde se desarrolla el "drama o
alegoría", pensado y armado para que impacte sobre la personalidad del individuo
para que éste eventualmente logre un nivel de armonización tal que le permita tomar
contacto vivencial con un Misterio, que es un arcano inaccesible a la razón.
Y al activarse el Misterio en los planos siguientes, que son del dominio del
Alma, éste a su vez se integrará al Sacramento (que es un algo secreto y sagrado)
en planos aún más elevados, que son las regiones del Espíritu, todo ello apuntando
a la revelación de un Secreto Cósmico, a través del cual surge y se expresa todo lo
creado y aún lo increado.
Podríamos decir entonces que un Secreto Cósmico se revela a través de un
Sacramento, se expresa a través del Misterio y se convoca a través del Ritual.
Y es en el desarrollo del Ritual que logrará eventualmente el hombre un
incremento de su capacidad de percepción de las realidades de los planos sutiles y
de su discernimiento individual, a través de su interacción con las energías que
circulan y están siendo canalizadas por los oficiantes del ritual, y que buscan poner
en actividad en los planos inferiores, elementos originarios del plano de la ideación,
es decir de los planos abstractos o arquetípicos.
Por otra parte, toda liturgia que se desarrolla en un Templo externo, apunta a
despertar por su Ritual un proceso equivalente en el Templo Interior. El Ritual y todo
el proceso que desencadena en el ser, promueve una experiencia subjetiva en el
marco simbólico del Templo, con la participación de las fuerzas y energías
convocadas, que podría llegar a ser para los participantes lo que denominamos una
experiencia mística o cumbre y que cesará al terminar el Ritual.
Pero la verdad es que la mayor parte de las veces ni nos enteramos del
proceso que está teniendo lugar, porque el hombre tiene la mayor parte del tiempo la
conciencia completamente desconectada de sus vehículos imperecederos. Los velos
que separan sus vehículos mortales de sus vehículos inmortales y de sus vehículos
eternos, que bien podrían representarse como membranas hechas de silencio,
distan mucho de ser permeables para su conciencia mundana.
Y tampoco el proceso repetido del Ritual y la participación pasiva o mecánica
en él, llevan a las vivencias que el proceso litúrgico oculta, ya que el ruido de los
pensamientos y las emociones que el participante genera permanentemente, hacen
casi imposible escuchar la voz de su Yo Superior emergiendo del Silencio y
pugnando por rasgar los velos en pos de fundirse en un Silencio mayor.
Será la intencionalidad activa, la búsqueda atenta y despierta de la realidad
yacente tras los velos del Ritual, la que permitirá levantar los velos del Templo e
integrarse a la egrégora del Ritual, y tal vez también tener acceso al recuerdo de sus
vivencias. Para lo cual debemos, en primer lugar y aunque resulte obvio, estar acá,
asistir regularmente y además participar activamente, y en segundo lugar tener la
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disposición interna, mental y emocional, adecuada para propiciar que este proceso
ocurra en nosotras.
Aunque la mayor parte de las veces sólo lleguemos a sentir en forma
consciente una gran emoción, o un estado de bienestar y alegría, o simplemente
deseos de estar más cerca, de abrazarnos entre todas en la necesidad de expresar
algo, que no tenemos muy claro qué es, que trasciende las palabras y que bien
podríamos llamar un estado de com-unión, algo más ha estado sucediendo tras los
velos de la conciencia...
Porque lo crean o no, la interacción de las energías que el Verbo convoca y
que tiene lugar en el Templo mientras se desarrolla el Ritual, pugna por hacerse
carne en nosotros...
Pero también tengan la certeza, de que por el sólo echo de haber sido
iniciados en algún grupo iniciático no hemos sido tocados por ninguna varita mágica
transformadora; nosotros debemos hacer nuestra parte, debemos ser parte activa en
la construcción del Templo...
Con respecto a esto, el simbolismo de la batería de golpes que se utiliza en
algunos ritos para el ingreso al Templo se nos presenta fuerte y claro desde el
primer día: Golpead y se os abrirá. Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Pero
en ningún momento se nos dice: Descansad, que haremos tu tarea por ti.
También podemos preguntarnos, qué sucede cuando no trabajamos a Ritual y
tenemos que asistir a las reuniones de Instrucción? Y yo les digo que ese es el
tiempo para preparar la Tierra.
Es de esperar que el análisis, la investigación y la comprometida e
imprescindible reflexión personal, nos lleven paulatinamente a lograr des-estructurar
en algo el conocimiento cimentado; a romper las barreras de los condicionamientos
de los dogmas, a desarmar lo adquirido para construir lo personal sobre la base del
discernimiento y tal vez, llegar a ser algún día reales libre-pensadores.
Y en la medida que este proceso se vaya cumpliendo, cuando trabajemos a
Ritual, las “membranas” que separan nuestra conciencia de los mundos sutiles del
alma y del espíritu, se volverán paulatinamente un poco más permeables cada día.
Pero volviendo al principio me pregunto más ambiciosamente aún: ¿Será la
espiritualización de la materia o a la materialización del espíritu, posible a través de
un proceso similar a la ósmosis?
Personalmente, creo que en el fondo, la auto-conciencia que hace singular a
cada hombre, bien podría estar revestida de una membrana semipermeable de
silencio, la cual, con la necesaria entrega, el justo desapego y la firme voluntad del
Verbo Creador, puede ser rasgada, dejando fluir la conciencia hacia las regiones del
alma y del espíritu, para que éstos a su vez desciendan a los mundos materiales y
transitorios y se expresen a través nuestro...
Y después de todo, ¿no es esto lo que desde el inicio de los tiempos el Gran
Arquitecto del Universo está tratando de que su Hijo, hecho a su imagen y
semejanza, comprenda y emprenda en este séptimo día de la Creación?
Susana Gabarda
(Setiembre de 2007)