Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Es uno de esos temores casi universales que acompañan al desarrollo infantil. Tras la
petición de un niño a que no le apaguen la luz, puede esconderse una simple excusa para
no dormir o un verdadero problema.
Este miedo suele aparecer entre los 3 y los 5 años, pero puede alargarse hasta los 8 años
e incluso presentarse por primera vez a esta edad, aunque cuando son mayores, puede
deberse a una historia que le han contado, una película que le ha impactado
Y nosotros nos preguntamos, ¿a qué le tiene miedo?. Las posibilidades son muchas,
desde pensar que alguien se puede esconder en su armario o tras las cortinas, hasta
sentirse solito y desamparado cuando mamá y papá se van y apagan la luz.
Uno de cada tres niños tiene miedo de la oscuridad. Desaparece alrededor de los 9 años.
El miedo a la oscuridad muchas veces se asocia a las
pesadillas que tienen lugar durante la noche, y que son de
contenido desagradable o amenazador para el niño: alguien lo
persigue y está solo sin saber qué hacer, corre pero no lo suficientemente deprisa, se cae
por un precipicio, etc. Las pesadillas acostumbran a aparecer entre los 3 y los 6 años. La
mayoría de los niños supera el miedo a la oscuridad, pero en algunos casos persiste
durante largo tiempo. Durante esta edad es importante potenciar a
través de cuentos, canciones y juegos, el contacto agradable
y positivo con la oscuridad.
Se deben evitar las películas y cuentos infantiles que relacionen a los malos con la
oscuridad, las amenazas de castigos en el "cuarto oscuro" y las bromas desagradables.
Por el contrario, es bueno practicar juegos divertidos en la oscuridad (la gallinita ciega,
sombras chinescas, regalos escondidos en la oscuridad, el escondite, etc.), enseñar al
niño el encanto de la noche, de las estrellas y de la ciudad iluminada, acostumbrar al
niño a dormir a oscuras y, si tuviera pesadillas, intentar consolarlo con la luz apagada
(para evitar que relacione oscuridad con pesadillas y luz con consuelo). A veces, un
piloto luminoso puede ser útil para evitar la oscuridad total y poderse levantar de la
cama si es necesario.
Los terrores nocturnos son despertares bruscos, que se inician con gritos o
llantos de angustia y se acompañan de señales de intenso miedo. El niño se sienta
bruscamente en la cama con expresión facial de terror. No reacciona ante los esfuerzos
de sus padres para tranquilizarlo. Si finalmente lo consiguen, está confuso y
desorientado durante unos minutos Los terrores nocturnos son mucho menos frecuentes
que las pesadillas. Pueden presentarse entre los cuatro y los doce años y tienden a
desaparecer por sí solos en la adolescencia.
Las pesadillas son sueños aterradores prolongados, cuyo contenido gira en torno a
amenazas para la propia supervivencia o seguridad, por ejemplo, que un tigre persigue y
ataca al niño o que él cae al vacío, luego se despierta asustado y recuerda vívidamente la
historia del sueño. Las pesadillas son frecuentes en la infancia y suelen aparecer entre
los tres y seis años de edad. Están relacionadas con sentimientos de inseguridad,
ansiedades, temores y preocupaciones, también acostumbran a tener relación con
vivencias nuevas para el niño que le han ocurrido durante el día y que le resultan
difíciles o temerosas. Por ejemplo rivalidades con compañeros de colegio o hermanos,
inseguridad, sucesos dolorosos o traumáticos, reacciones agresivas, todo ello causa
estrés al niño. También pueden estar fácilmente inducidos por enfermedades, el dolor y
la sobreexcitación de programas violentos de televisión o por amenazas extremas por
parte de los padres.
Debemos tener en cuenta que los niños pequeños no saben distinguir entre lo que es un
sueño y la realidad, por eso se asustan más que cuando van creciendo y ya se dan cuenta
de que ha sido un sueño.
La actuación de los padres más adecuada es la de tranquilizar, tratar de distraerlo, y
después, durante el día mantener una conversación con él sobre la pesadilla y ayudarle
para que sepa enfrentarse a sus problemas y que se sienta seguro.
Recomendaciones para los padres
Tranquilizar al niño y darle seguridad: Decirle que todo está bien para que sienta
seguridad, sin exagerar ni darle mucha importancia a la pesadilla, puesto que puede
crear mayor dependencia en el niño y ser utilizado para llamar la atención.
Evitar la excitación excesiva: Antes de acostarse, los niños deben tener un periodo de
relajación. Se debe evitar por tanto, actividades físicas violentas, regular los programas
o películas de terror a menudo estimulan la imaginación de los niños, especialmente si
se van a dormir en un cuarto oscuro. Los padres deben de eliminar o limitar el número
de este tipo de programas, especialmente cerca de la hora de dormir.
No acepte que el niño duerma con los padres: Si el niño se despierta por alguna
pesadilla, se debe tranquilizarlo, darle seguridad, lo que no significa dormir con ellos,
esto puede dar al niño la impresión de que en realidad si hay algo a qué temer.
Durante el día sí se puede conversar con el niño, saber de sus sueños para tener
información de sus miedos e inquietudes y conversar con él al respecto.
Regule el horario de sueño: Asegúrese de que el niño tiene un horario regular de sueño
y que descansa lo suficiente.
Enséñele a su niño a combatir su temor: Si su niño tiene miedo a la oscuridad, dígale
que imagine algo bonito y relajante (un juego, algún paseo), estas son técnicas sencillas
que ayudarán a que el niño aprenda a controlar sus temores.
Consolidar una rutina antes de dormir que brinde seguridad al niño. Los problemas de
sueño, muchas veces son producto de malos hábitos y de la falta de una rutina que
permita regular el sueño de forma gradual.
Rutina recomendada antes de dormir:
Unos 15 minutos antes, avise a su niño que se aproxima la hora de dormir. Esto es para
preparar al niño.
Realice juegos tranquilos, puede permitir que el niño vea dibujos en la televisión.
Báñelo y póngale el pijama.
Acuéstelo y cántele o cuéntele un cuento, se trata de que estos momentos previos al
sueño sean tranquilos, relajantes. También puede conversar con él de algo agradable que
le haya sucedido al niño durante el día.
Despídase del niño, déle un beso, las buenas noches, apague la luz y retírese de la
habitación.