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tan larga que el físico de Princeton, FreemanDyson, comentó: "Cuando más examino este
universo surgido del Big Bang, y los detalles de su arquitectura, encuentro más evidencias
de que, en algún sentido, el universo sabía que nosotros íbamos a llegar". A esta
concatenación de coincidencias tan propiciadoras para que surja la vida, se le llama
Principio Antrópico.
¿Existe una fuerza vital para que todo el universo se confabule en armonizar la vida y la
conciencia?. Cuando decimos que la vida que conocemos está basada en el carbono, es
por ser éste el soporte químico más activo para la vida. La química del carbono es la que
más cadenas y enlaces propicia con el resto de los 21 elementos orgánicos. El carbono
participa en todos los procesos químicos de nuestra vida. La vida siente predilección por
las moléculas de carbono. Sin embargo, para la nucleosíntesis del carbono en el interior
de las estrellas se da una sorprendente y circunstancial carambola de interacciones
nucleares. En los años 60 ya se desestimó el modelo de colisión simultánea de tres núcleos
de helio, por infrecuente e inapreciable en la configuración del carbono. La solución más
viable sería un proceso en dos pasos: dos núcleos de helio colisionan para formar uno de
berilio, y después éste colisiona con otro núcleo de helio para finalmente crear un núcleo
de carbono. Pero el problema persistía en que el núcleo de berilio resultante de la fusión
de dos núcleos de helio es extremadamente inestable, se desintegra en tan solo 10 elevado
a -17 segundos (10-17s.). Aun cuando la producción de berilio en el plasma interno de las
estrellas es abundante, su efímera vida impide el segundo paso hacia la síntesis del
carbono. ¿Cómo se podía explicar la proliferación de carbono en el universo?. En 1958, el
astrofísico Fred Hoyle (1915-2001), predijo acertadamente que para la nucleosíntesis del
carbono se tenía que dar lo que se llama una resonancia nuclear, es decir, en la colisión
del núcleo inestable de berilio con el núcleo de helio se desprende idéntico nivel de masa-
energía que el que va adquirir el elemento a formar, el carbono. Los núcleos constituyentes
manifiestan una resonancia, una simpatía o voluntad implícita, por crear la masa
resultante. Ello obliga a que el fugaz núcleo de berilio y el núcleo de helio se absorban
(fusionen) con una afinidad muy pronunciada. Sólo así se podía contrarrestar el poco
tiempo disponible para que colisionen estos dos núcleos. Esta resonancia o nivel de
energía para el carbono, Fred Hoyle, la estableció en 7.65 megaelectrón-voltios (1), un
nivel de energía preciso en el cual los dos núcleos constituyentes se peguen anormalmente
bien. Es de esta única forma como el carbono, el átomo más implicado en la vida, prolifera
con gran eficacia en el universo. De no ser por esta accidentada casualidad la síntesis del
carbono en las estrellas quedaría drásticamente mermada. Esta especie de voluntad y
empeño que pone la naturaleza estelar por generar el carbono propició el misticismo no
religioso de Fred Hoyle al defender la idea de que un superintelecto, un diseñador,
preparó las leyes de la física con el objetivo de que pudieran fabricarse los elementos
orgánicos indispensable para dar ese salto prodigioso de la química a la bioquímica, la
vida. Para él no era un hecho fortuito el que las moléculas de la vida llenasen el cosmos.
Cuestión ésta que le llevó a escribir su obra Universo Inteligente (1983).
_l Principio Antrópico nunca es sustituto de religión
Más de un teólogo ha tenido el atrevimiento de afirmar que el Principio Antrópico
representa y cumple la necesidad de religión y espiritualidad que manifiestan un colectivo
de hombres de ciencia quienes se ven atrapados o "desamparados" ante ese vació de
espiritualidad que les provoca la ausencia de un Dios creador y supremo. Pienso que el
Principio Antrópico es simplemente un pensamiento humanista al estilo renacentista, pero
nunca resultado de una frustración religiosa. También es un lamentable y craso error el
afirmar que fuera de la religión y sus divinidades no queda espacio para la espiritualidad,
que sabrán estos teólogos de la poesía oriental zen y haiku, de autores como Basho,
Saigyo, Dogen y Omar Khayaam, donde la naturaleza transpira espiritualidad. Hoy, esta
ensimismada teología cristiana que tantas veces se ha visto atrapada en sus propias
contradicciones, ahora, quiere amonestar al mundo científico a que abandone los ensayos
e investigaciones con células madres de embriones. Cuando, ellos, y durante siglos, se han
sentido atraídos por tan obscenas y retorcidas cuestiones teológicas como la de indagar el
sexo de los ángeles o la inmácula concepción virginal de Maria.