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Metodología de la Investigación

Contrato de Fideicomiso

CONTRATO DE FIDEICOMISO
Monografía para el curso de Metodología del Estudio
Docente: Dra. Ana María Martínez

Dedicado al dinero que


gracias a él soy feliz

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

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Contrato de Fideicomiso

PROLOGO

El siguiente trabajo que presento contiene una información


importante para temas referidos al ámbito contractual, títulos valores y
contratos de colaboración empresarial, allí es donde se halla este tipo de
contrato : El Contrato de Fideicomiso.
Para el crecimiento económico lo cual estamos inmersos el contrato de
fideicomiso es muy importante , ya que otorga al contratante una
seguridad en cuanto al patrimonio que otorga en fideicomiso , porque está
libre de todo tipo de gravámenes , ello es el único problema , porque esto
conlleva a que mediante este tipo de contratos se evada la
responsabilidad pecuniaria que el fideicomitente pueda adquirir por
diversos negocios , es materia , un tanto polémico pero es parte de
nuestro ordenamiento , por lo tanto este trabajo se centrara en los
antecedentes, conceptos , definiciones y clases para lograr comprender la
funcionalidad de este contrato, los beneficios que otorgaría si se celebra.

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Contrato de Fideicomiso

INTRODUCCION

El fideicomiso es un modelo negocial que tiene sus orígenes en la


fiducia romana y, posteriormente, ha recibido los aportes del sistema
jurídico del common law a través del trust, habiendo tenido, desde
entonces, una vida pacífica, hasta que a mediados del siglo XX empezó a
ser recurrido por los agentes económicos que se interesaron en proteger
sus patrimonios y cumplir determinados objetivos que no podían alcanzar
en el período de vida terrena; como es el caso de la ejecución de
proyectos de construcción pesada de largo aliento o larga maduración.

De un origen restringido al ámbito familiar ha pasado a insertarse


activamente en el ámbito de los negocios por su adaptabilidad a las
cambiantes condiciones económicas y a la fértil imaginación de los que se
dedican a la ingeniería de nuevos productos financieros y actividades
empresariales.

Las posibles aplicaciones del fideicomiso, especialmente por los


bancos o conglomerados financieros, son innumerables, dada su
naturaleza, con una proyección excepcional que les abre perspectivas
insospechadas, pudiendo preverse, que en pocos años más la incidencia
del fideicomiso en los resultados financieros de aquéllos llegará a un nivel
de real importancia, como ha ocurrido en México, Colombia, Venezuela,
Costa Rica o Panamá.

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Contrato de Fideicomiso

Para llegar a entender esta figura contractual, debe considerarse


que el fideicomiso no tiene trascendencia autónoma como tal. Es un
verdadero instrumento que sirve para la realización de otros negocios que
le son subyacentes y que pueden ser de la más variada naturaleza. De
ahí su versatilidad y flexibilidad y la enorme gama de posibilidades para
su articulación tanto en el sector empresario cuanto en el de la vida
individual y familiar de las personas.

Se utiliza para desarrollar emprendimientos de ingeniería y de


construcción. Igualmente como una herramienta para la securitización y
captación de recursos, a través de la emisión de títulos o bonos
amparados por la afectación de activos, constituyendo un patrimonio
autónomo separado del patrimonio de la propia empresa, con lo cual
cualquier gravamen que ésta tenga no involucra a tales activos. También
es posible hacer un fideicomiso con las ventas futuras proyectadas de
acuerdo con la actividad económica reciente de cualquier negocio por
períodos cortos. Otra posibilidad es su aplicación en las explotaciones
viales que se financian sobre la base de los peajes futuros de una
carretera, estableciendo un fideicomiso para obtener recursos de manera
inmediata, destinados a la construcción pesada y luego compensados con
los peajes que se recaudan en un horizonte de tiempo.

Así, por ejemplo, se puede firmar un contrato de concesión entre


una empresa privada y el Estado, cubierto con garantías bancarias para
su buen cumplimiento o ejecución del contrato ordenado por la compañía
constructora. Al efecto, dichas garantías, el contrato y la obligación de
hacer se aportan para constituir un fideicomiso sobre el cual son emitidos
papeles (bonos) para recaudar recursos que van a estar respaldados por
los flujos de caja futuros generados en el tiempo proyectado de duración
de la concesión. De esa manera, el ingreso total entra al fideicomiso con
destino en primer lugar, a atender sus obligaciones, las obligaciones

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generadas por el proceso de construcción, y el remanente es entregado al


constructor, al empresario, para que desarrolle la actividad propia a la
cual se ha comprometido. En un período definido el fideicomiso se liquida
después de que se pagan todas las obligaciones y el recurso es percibido
por el concesionario.

El fideicomiso no constituye un fin en si mismo sino, en verdad, un


vehículo apto para dotar de mayor seguridad jurídica a un determinado
negocio o al cumplimiento de un objetivo personal específico. El
fideicomitente o persona que constituye el fideicomiso es el sujeto que
afecta determinados bienes, los que se mantienen separados del
patrimonio de los demás sujetos que participan en el negocio y del suyo
propio. La propiedad que aquel ostenta desde el punto de vista jurídico
carece de contenido económico, pues este le pertenece al fideicomisario
o beneficiario, que puede ser el propio fideicomitente.

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CONTRATO DE FIDEICOMISO

1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS
En sus orígenes, el fideicomiso se caracterizó, siguiendo la
tradición romanista, por el predominio de las formas, en cuya época se
utilizó como un recurso ingenioso para burlar los impedimentos existentes
para favorecer a través de las herencias o legados, a ciertas personas
que carecían de la capacidad e idoneidad para ser herederos o legatarios,
como eran las limitaciones en los ejercicios cívicos y legales de la mujer,
el extranjero o "bárbaro", o el esclavo, quienes no podían ser herederos
por sí mismos, lo que enervaba y contradecía el deseo de un padre,
esposo o amigo, de beneficiar a sus hijas, viuda, fiel esclavo, buen amigo
o servidor. Tal situación llevó a los pater familiae a establecer en sus
testamentos determinados legados a favor de una persona, cives
romanus, de su entera confianza, que incluso podría ser su hijo,
rogándoles que, luego de recibir el bien objeto de tal legado, a la muerte
del instituyente, y de incorporarlo a su activo, no lo usara en su beneficio
o disfrute, sino en la persona o actividad por él señalada. Así, el
fideicomiso fue pues, en su origen, un negocio jurídico fiduciario unilateral
de naturaleza testamentaria.

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Este modelo jurídico fue utilizado entonces, con el objeto de


soslayar trabas legales que impedían darle a determinados bienes preciso
destino o a algunas personas ciertos beneficios. La base sobre la que se
fundamentó, desde sus orígenes, fue la confianza que el transmitente de
un bien depositaba en el adquirente. La transferencia se realizaba en
propiedad teniendo quien recibía las facultades propias del dueño de la
cosa, de acuerdo con las instrucciones del transmitente. Frente al amplio
poder jurídico que el transmitente daba al adquirente, éste se
comprometía a usar ese poder exactamente dentro de los límites
impuestos por el fin específico que se le asignaba y sin salirse de dichas
instrucciones.

Tal transferencia, basada en la confianza, en tefides plena del


causante en el legatario, originó una obligación de naturaleza moral, es
decir no exigible por medio jurídico. Durante el Imperio Romano, a partir
del Emperador Augusto, se reconoció a los testamentos y codicilos
fiduciarios plena validez jurídica, como lo señala Justiniano en las
Instituías.

El término fiducia era la denominación convencional con que se


manifestó la confianza, y era una transferencia de dominio acompañada
de un pactumfiduciae, convenio de confianza, es decir, un negocio jurídico
consistente en la transferencia de propiedad o un fiduciario bajo condición
o plazo resolutorios con la finalidad de realizar determinados actos con los
bienes transferidos o para que los tuviera en uso en un tiempo
determinado y los devolviera luego de cumplida la condición o vencido el
plazo.
Etimológicamente la palabra "fiduciario" nace del latín fiducia, que
significa "confianza". A su vez, fideicomiso, una especie del género
fiduciario, proviene de la palabra fideicommissum, término que se forma
defides y commisus, que significan "fe" y "persona en la que se confía",
respectivamente. He aquí, pues, el primer y más importante elemento del

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negocio fiduciario: la confianza, que es a su vez la base de cualquier


actividad familiar y comercial.

En sus orígenes, esta figura tenía dos propósitos: el primero,


establecer un medio para que los peregrinos (aquellos que estaban de
paso por Roma) u otros que no pudiesen otorgar el rígido testamento
romano o codicilo, pudiesen disponer libremente de sus bienes después
de muertos; y, el segundo, permitir que las personas impedidas por ley
para ser herederas pudiesen gozar de una herencia, ello a pesar de las
remuneraciones que recibían por los servicios prestados a los testadores.
El negocio fiduciario nace pues estrechamente vinculado a la voluntad
post mortem, por ello algunos lo estudian en el derecho testamentario.
Más tarde, la extensión del Imperio Romano hacia las islas británicas,
llevó consigo sus instituciones jurídicas dentro de un ciclo natural de
expansión del comercio, la interferencia política y luego la penetración
cultural que caracterizan, hasta ahora, el flujo de inversión-comercio
internacional. Una de estas manifestaciones de la penetración cultural
fueron los distintos modelos contractuales con que los romanos hicieron
viable su dominio económico-político. El fideicomiso se aplicó así, casi de
inmediato, pero con matices muy propios de la mentalidad e
independencia de los anglosajones particularmente el dúctil y ágil sentido
comercial que impusieron en sus operaciones. Es así como los ingleses
crearon sus propios mecanismos, a través de tribunales especiales como
las court of chancery que generaron las reglas y principios de lo que
colectivamente se conoce como equity que distinguió esta figura. La
chancery estructuró el derecho del trust, que gobernó la llamada fíducia,
diseñándola como un derecho de propiedad desdoblado: de un lado el
propietario original del bien, y del otro lado el propietario beneficiario del
mismo. De tal manera que hay una primera creación romanista de la
institución y luego una incorporación de esta a la práctica comercial
inglesa y a su propio sistema jurídico dando origen a un modelo

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contractual que luego es asimilado de retorno por el sistema jurídico


romano-germánico.

Según el derecho romano la propiedad, fuera mueble o inmueble,


era esencialmente transmisible inter vivos o a causa de muerte (mortis
causa). En las transmisiones por causa de muerte la herencia recaía por
partes iguales sobre todos los hijos, y una porción equivalente a la de
cada hijo le correspondía a la viuda. Un hijo no podía ser desheredado
arbitrariamente. Por ello los testamentos se hacían con consentimiento
del pueblo. Solo el voto popular podía autorizar al testador a que no
dejara la herencia en partes iguales para sus hijos y cónyuge. Pero, más
adelante, se estableció la posibilidad del fideicomiso consistente en la
transferencia de la propiedad a un tercero para que éste las distribuyera,
a la muerte del testador, conforme a su voluntad expresada previamente.

La propiedad no estaba sujeta a más limitaciones que las


servidumbres impuestas (derechos de paso, de pasteo, de uso). En caso
de deuda la propiedad era entregada en prenda al acreedor que debía
administrarla como propia pero bajo palabra de no poder enajenarla
(fíducia) hasta cumplido el plazo fijado para la devolución del importe de
la deuda. Posteriormente, si el importe era devuelto, el acreedor debía
devolver la propiedad, pero si no era así podía adquirirla en plenitud.

Otro antecedente lo constituye el pactum fiduciae o acuerdo de


confianza, también propio del derecho latino, que adoptó dos
modalidades: la fiducia cum creditore contracta que tenía como objetivo
garantizar al acreedor el pago de una deuda, mediante la entrega en
propiedad de una cosa, la misma que debía ser restituida al efectuarse el
pago; y la fiducia cum amico contracta, según la cual el fiduciario que
tenía la administración del bien aparecía como propietario frente a
terceros, permaneciendo oculta la relación con el verdadero propietario.
En esta manifestación se transfiere la propiedad de un bien o el íntegro de

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un patrimonio por parte de un tradens a favor de un accipiens que al


recibirlo se obliga a devolverlo al propio transferente o a un tercero
beneficiario.

Un elemento también importante que se adhiere a lo dicho, esta


vez proveniente del derecho germánico, que también experimentó la
influencia del derecho romano, con relación al ya citado negocio fiduciario,
estuvo constituido por las facultades del fiduciario, las mismas que eran
limitadas, de acuerdo a la finalidad del negocio. Esta restricción es algo
permanente. Aquí también vale precisar que en este caso la propiedad
formal o legal recaía sobre el fiduciario y el derecho de crédito material
correspondía al fiduciante.

Este desdoblamiento se plasmó durante el reinado de Enrique VIII,


en Inglaterra, quien después de enemistarse con la Iglesia Católica
Romana y convertirse en el Sumo Pontífice de la Iglesia Anglicana,
ejecutó la primera gran reforma agraria para disminuir el poder de las
órdenes religiosas católicas a través de un mecanismo que posibilitaba a
los campesinos detentar la propiedad real y a los clérigos la propiedad
virtual o formal. Así la propiedad adquiere dos formas: una efectiva o real
de quien la usufructuaba; y, otra, formal o legal que alcanzaba una
determinación nominal. Se concibió así el trust, dentro del sistema del
common law, como una doble propiedad sobre un bien que
particularmente se basó en el use como una forma de transmisión de
tierras realizada por actos entre vivos o por testamento a favor de un
tercero que actuaba como testaferro, quien la poseía en provecho del
beneficiario. De tal manera que el use es el origen de la institución en el
sistema jurídico del common law.

Enrique VIII enfadado por estar privado de las rentas que percibían
los nobles y las órdenes religiosas esbozo un punto de vista muy
particular respecto del feudalismo fiscal de entonces, planteando el uses

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(usar, aprovechar) en un proyecto legislativo que elevó al Parlamento,


conocido como Statute of uses, en 1535. Dicho estatuto formaliza el uses
como la transmisión de una persona A para otra X ó Z para el uso y
disfrute de B, siendo después tratado como una transferencia directa de A
para B. El título o documento entregado de A para X ó Z y luego para B
como el use estaba automáticamente formalizado y ejecutado quedando a
un lado X ó Z. Este mecanismo jurídico fue imposible de aplicar en el caso
de algunas posesiones o tenencias agrícolas para ser sujeto de cualquier
beneficio, desde entonces no fue empleado para cualquier use por el cual
se podría ser sujeto. Razón por la cual fue cuestionado durante largo
tiempo. Hasta que en el siglo XVIII se esboza la modalidad de un X
poseesor con título legal, ahora llamado trustee, como tenedor de la
propiedad para el beneficio de B, ahora en su calidad de suministrado o
ejecutor, como "en trust para B" o "para el uso de B" y que, ahora, es
generalmente llamado "beneficiario". Así la court ofchancery podría
requerir a X para que posea la tierra a beneficio de B, tal como si anterior-
mente hubiera tenido la posesión y poseído para B.

2. EL CONTRATO Y LA INTERACCIÓN DE LOS SISTEMAS


JURÍDICOS
Este modelo contractual y su recepción por parte del derecho
latinoamericano es una muestra de la interacción de dos grandes
sistemas jurídicos -el latino o romano germánico y el common law- que
buscan una respuesta a las exigencias del comercio y las finanzas
internacionales.

El ordenamiento latinoamericano se estructuró bajo la influencia del


sistema jurídico latino y en consecuencia incorporó el sentido de la figura
dentro de ese esquema. A medida que crece el intercambio comercial y
financiero, se empezó a adoptar los elementos prácticos del common law,
como es la figura del trust.

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Los primeros intentos legislativos y doctrinarios en América Latina


para recepcionar el trust, dentro del sistema jurídico romano-germánico y
particularmente dentro del ordenamiento latinoamericano fueron el aporte
del venezolano Andrés Bello a través de su monumental obra el Código
Civil de Chile y los trabajos del jurista panameño Ricardo J. Alfaro (véase
El fideicomiso: estudio sobre la necesidad y conveniencia de introducir en
la legislación de los pueblos latinos una institución nueva, semejante al
trust del derecho inglés). Ambos, en diferentes épocas, incorporaron la
ductilidad y practicidad del trust frente a las exigencias de los
constituyentes o fídeicomitentes por dotar de seguridad a los propósitos y
fines nobles que contenía el fideicommisum.

A partir de estos referentes legislativos y doctrinarios Jorge Vera


Estañol elaboró un proyecto legislativo más preciso, presentado por el
Secretario de Hacienda de México José Y. Limantour al Congreso de su
país hacia 1905, y que se conoce como el Proyecto Limantour.

Posteriormente, en 1924, Enrique C. Creel, basado sobre las ideas


de Ricardo J. Alfaro presentó un proyecto a la Convención Bancaria
indicando que la característica del instituto del fideicomiso es la
aceptación de las hipotecas y de los contratos de fideicomiso de toda
clase de propiedades, bonos de compañía, ferrocarriles, etc. así como de
otras operaciones consistentes en cumplir los objetivos e intenciones de
las personas para asegurar a las viudas, huérfanos y niños, medios de
subsistencia o mantenimiento, a través de la explotación de bienes o
propiedades administradas por una institución de crédito y prestigio. En el
mismo año se promulgó en Panamá la Ley General de Instituciones de
Crédito y Establecimientos Bancarios que consolidó la figura en América
Latina.

De esa manera, a partir de los trabajos de Andrés Bello, Ricardo J.


Alfaro y Enrique C. Creel, respectivamente, este modelo contractual

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nacido en el sistema romano-germánico y con el pragmatismo del sistema


anglosajón, es recepcionado por el derecho latinoamericano, con una
elasticidad que a veces ha sido distorsionada por los usuarios,
principalmente del sector financiero, convirtiéndolo más bien en un
producto bancario que en un contrato asequible para el comercio en
general y para cualquier operador mercantil.

La configuración de este contrato, diseñado de diferentes maneras


por parte de los dos grandes sistemas jurídicos ya mencionados, trajo
como consecuencia la discusión de su naturaleza jurídica pues conlleva
un aspecto de propiedad que debe ser dilucidado, ya que el gestor del
fideicomiso actúa como propietario sin serlo en sus orígenes y en la
realidad concreta.

3. NATURALEZA JURÍDICA
Los antecedentes históricos, a partir de los dos más grandes y
elaborados sistemas jurídicos, hacen difícil precisar con claridad la
naturaleza jurídica de este modelo contractual tanto en la legislación o la
doctrina del sistema latino como en el common law. En el primero se ha
querido precisar a través de la legislación y en el segundo a través del
dictum de los jueces y de los precedentes en los casos concretos.

La legislación latinoamericana intentó delinear las características


de este modelo contractual y el escaso aporte doctrinario ha querido
explicar su naturaleza jurídica. En tanto que en el sistema del common
law le ha tocado a la jurisprudencia la minuciosa labor de su
determinación y ámbito.

El Código Civil de Chile otorga al contrato la naturaleza de una


propiedad fiduciaria sujeta a ser transferida a una persona. Dentro de esta
línea Ricardo J. Alfaro, jurista panameño, fundó su doctrina adoptando la

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institución anglosajona del trust y comparando el fideicomiso con el


mandato de carácter irrevocable, ya que "el fiduciario como el trustee
inglés, es siempre una persona que ejecuta un encargo o comisión que le
ha sido dado por otra persona para beneficio de un tercero"; siendo que
en el trust anglosajón se habilitaba al trustee invistiéndolo con el título
legal sobre los bienes en tanto que en el fideicomiso se habilitaba al
fiduciario para desempeñar su encargo instituyéndolo como heredero. En
consecuencia, en el fideicomiso como en el trust, lo que hace el fiduciario
y el trustee es ejecutar un encargo de confianza por cuenta del
fideicomitente o testador y si en el derecho civil el mandato es un
contrato, por medio del cual una persona encarga a otra la ejecución de
determinado negocio, no hay duda de que el mandato se asemejaría al
trust, concluyendo que en el fideicomiso el fiduciario es el mandatario y el
fideicomitente es el mandante.

Evidentemente no es posible aceptar dicha concepción, toda vez


de que si así fuera, el trust se podría cumplir a través del mandato, en el
cual no hay ningún ingreso ni egreso al patrimonio del mandatario. Esto
es, en ningún caso el mandato transmite derechos de propiedad al
mandatario. Dicha transmisión se realiza del patrimonio del mandante al
patrimonio de un tercero, con quien contrata el mandatario y, en el
fideicomiso, el fiduciario ejercita los derechos que se le transmiten para la
realización de fines específicos.

En efecto, la jurisprudencia del common law no se refiere en ningún


momento a una similitud con el mandato ya que el trustee tiene el título de
propietario, con todos los derechos y poderes de tal. Así, si la tierra objeto
del trust es ocupada por advenedizos es el trustee quien tiene que ejercer
el derecho de desalojarlos; asimismo posee el poder para comprar o
vender la propiedad, también hacer inversiones. El trustee, actúa siempre
en uso de esos derechos y ejercita ese poder en concordancia con su
personal obligación para ejercitar los atributos de la propiedad acordada

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dentro de los términos del contrato, y en este camino los ejercita a favor
de los beneficiarios. En general los derechos de los beneficiarios sobre la
propiedad están legalmente protegidos por el poder y facultades de los
trustee's y sus derechos respecto de la propiedad del trust. Los terceros
tienen el deber y la obligación de respetar la propiedad a favor del
propietario, el trustee y los trustee que imponen estos derechos sobre la
propiedad, a fin de proteger los equitativos intereses de los beneficiarios.
El beneficiario no tiene ningún poder para imponer esos derechos por la
simple razón de que es el trustee quien los tiene (MCC Proceds Inc. vs.
Lehman Bros, 1998). Si el trustee fracasara, el beneficiario puede iniciar
una acción legal contra terceras personas, conjuntamente con el trustee;
es decir solicita su participación y poder para imponer su derecho sobre la
propiedad a favor de sí mismo y los beneficiarios (Parker - Tweedale vs.
Dunbar Bank Pie, 1991).

De donde podemos concluir que el common law le otorga al trust


una naturaleza distinta del mandato y que la confusión se origina cuando
esta novedad es nuevamente recepcionada por el derecho latino actual al
impulso de las nuevas corrientes financieras y de inversión.

Este problema intentó ser resuelto mediante diferentes teorías,


como la expuesta a partir del ensayo de Pierre Lepaulle, quien concluye
que se trata de un patrimonio de afectación, tal como lo incorporó la ley
mexicana de 1932. Remo Franceschelly es más claro y específico pues
asimila el trust al sistema jurídico de ascendencia romana, como un
desdoblamiento de la propiedad, admitiendo la existencia de dos titulares
respecto de un bien determinado: uno de ellos el fiduciario, titular jurídico,
y otro el fideicomisario titular de carácter económico. Dos derechos de
propiedad sobre el mismo objeto o dos sujetos distintos, uno que tiene el
derecho de propiedad sustancial (facultad de goce), y el otro que posee el
derecho de propiedad formal exterior (facultad de disposición).

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En efecto, hay un doble carácter en el régimen anglosajón, a través


de la equity y del common law, la propiedad legal de que es titular el
fiduciario por una parte; y de la otra, el beneficio económico de la
transmisión de dicha propiedad, cuyo titular es el fideicomisario.

Juan Landerreche Obregón estudia la naturaleza jurídica del


fideicomiso fundándola en la teoría del patrimonio de afectación, tomando
como antecedente la teoría de Pierre Lepaulle, que explica la naturaleza
jurídica del trust y establece que, "el fideicomiso es fundamentalmente un
patrimonio que se afecta a un fin determinado". Por otro lado, "partiendo
de la idea de propiedad como medio de realizar el aprovechamiento de
los bienes para fines humanos, resulta económica y jurídicamente
fundada, la formación de un patrimonio destinado a un fin lícito, sin que
necesariamente tenga como requisito la existencia de un propietario
determinado, sino como simple condición, la de un órgano que realice el
fin que se persigue", siendo suficiente que la afectación de los bienes
cumpla los fines para los que fueron designados. La transferencia del
dominio que hace el fideicomitente no es a favor de una persona
determinada, sino como afectación para el fin que constituye el objeto del
fideicomiso.

Empero, no es posible aceptar la existencia de derechos sin titular,


ni tampoco la de un acreedor sin la presencia de un crédito, situación que
no reconoce el derecho latinoamericano. Por lo tanto, no podría existir
fideicomiso como un patrimonio sin sujeto. Además, en la sucesión
testamentaria, la transmisión del patrimonio del de cujus al heredero,
sucede con el simple fallecimiento del autor de la herencia.

El sistema jurídico romano germánico al cual pertenecen todos los


países de América Latina, no acepta la posibilidad de tener dos titulares,
pues la existencia de uno excluye a cualquier otro. Sin embargo, ello es
posible en el sistema del common law, que se desarrolla en un doble

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orden jurídico: derecho común y derecho de equidad, en un mismo tiempo


y con dos titulares diferentes sobre un mismo bien, lo que no es posible
en el ordenamiento latinoamericano, donde el «orden jurídico es único y
respecto de un derecho de propiedad solo reconoce a un titular absoluto.

Respecto a la titularidad del fiduciario, es de importancia reconocer


la teoría de Joaquín Rodríguez y Rodríguez, quien admite que en los
negocios fiduciarios existe un aspecto real, traslativo de dominio, que
opera frente a terceros, y un aspecto interno de naturaleza obligatoria,
que restringe los alcances de la transmisión, pero solo con efectos inter
partes. Por eso el fideicomiso, debe considerarse como un negocio
fiduciario en cuanto se trata de un negocio jurídico en virtud del cual se
atribuye a una persona la titularidad sobre ciertos bienes, con la
obligación, de realizar sólo aquellos actos necesarios para el
cumplimiento del fin para el cual ha sido constituido.

Las limitaciones en la titularidad del fiduciario, como una propiedad


fiduciaria, no debemos separarlas de la de aquel que verdaderamente
mantiene la titularidad de pleno derecho. La limitación de carácter
obligatorio debemos entenderla como la facultad en el negocio fiduciario
por parte del beneficiario, de requerir su cumplimiento conforme las
finalidades del negocio.

4. CONCEPTO
La dificultad en comprender y conceptuar el contrato se deriva de la
novedad del modelo, a pesar de su antigüedad, ya que se trata de un
nuevo principio en el derecho latinoamericano respecto de la propiedad, la
fiduciariedad que establece que lo administrado por un patrimonio
autónomo no pertenece a su dueño ni al fideicomiso, de manera que si
existe algún problema de carácter jurídico o incluso una posible pérdida
por parte del mismo fideicomiso, esos bienes afectos a los patrimonios

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autónomos no están incursos bajo ninguna circunstancia en la


controversia.

Sobre el fideicomiso se han esbozado diferentes conceptos, tanto


legislativos como doctrinarios. Así, en la esfera legislativa el artículo 6o de
la Ley de Bancos de Fideicomiso de México en 1926 señalaba: "El
fideicomiso propiamente dicho es un mandato irrevocable en virtud del
cual se entregan al banco, con el carácter de fiduciario, determinados
bienes para que disponga de ellos o de sus productos, según la voluntad
del que los entrega, llamado fideicomitente, a beneficio de un tercero,
llamado fideicomisario o beneficiario". En tanto en el derecho argentino el
artículo 1o de la Ley 24.441 dice "Habrá fideicomiso cuando una persona
(fiduciante) transmita la propiedad fiduciaria de bienes determinados a
otra (fiduciario), quien se obliga a ejercerla en beneficio de quien se
designe en el contrato (beneficiario), y a transmitirlo al cumplimiento de un
plazo o condición al fiduciante, al beneficiario o al fideicomisario".
Por otro lado, el derecho positivo uruguayo expresa en el artículo 1o de la
Ley 17.703, "El fideicomiso es el negocio jurídico por medio del cual se
constituye la propiedad fiduciaria de un conjunto de derechos de
propiedad u otros derechos reales o personales que son transmitidos por
el fideicomitente al fiduciario para que los administre o ejerza de
conformidad con las instrucciones contenidas en el fideicomiso, en
beneficio de una persona (beneficiario), que es designada en el mismo, y
la restituya al cumplimiento del plazo o condición al fideicomitente o la
transmita al beneficiario. Podrá haber pluralidad de fideicomitentes y de
beneficiarios".

La norma venezolana en tanto señala: "El fideicomiso es una


relación jurídica por la cual una persona llamada fideicomitente transfiere
uno o más bienes a otra persona llamada fiduciario, quien se obliga a
utilizarlo en favor de aquél o de un tercero llamado beneficiario".

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

El concepto más preciso lo encontramos en la legislación


paraguaya del año 1996, que incluso diferencia el contrato en dos
modalidades: el fideicomiso y el contrato fiduciario. Diferencia basada en
la transferencia de la propiedad, como lo precisa la norma: "Por el negocio
fiduciario una persona llamada fiduciante, fideicomitente o constituyente,
entrega a otra, llamada fiduciario, uno o más bienes especificados,
transfiriéndole o no la propiedad de los mismos, con el propósito de que
ésta los administre o enajene y cumpla con ellos una determinada
finalidad, bien sea en provecho de aquélla misma o de un tercero llamado
fideicomisario o beneficiario".

"El negocio fiduciario que conlleve la transferencia de la propiedad


de los bienes fideicometidos se denominará fideicomiso; en caso
contrario, se denominará encargo fiduciario".

"El negocio fiduciario por ningún motivo podrá servir de instrumento


para realizar actos o contratos que no pueda celebrar directamente el
fideicomitente de acuerdo con la ley." (artículo 1o de la Ley 921)

En la legislación peruana el artículo 241 de la Ley N° 26702,


conceptúa: "El fideicomiso es una relación jurídica por la cual el
fideicomitente transfiere bienes en fideicomiso a otra persona denominada
fiduciario para la constitución de un patrimonio fideicometido, sujeto a
dominio fiduciario de este último y afecto a cumplimiento de un fin
específico a favor del fideicomitente o un tercero denominado
fideicomisario".

"El patrimonio fideicometido es distinto al patrimonio del fiduciario,


del fideicomitente, o del fideicomisario y en su caso, del destinatario de
los bienes remanentes".

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Contrato de Fideicomiso

En la esfera doctrinaria, se han ido elaborando aportes


significativos a medida que este contrato se ha abierto paso. Así, Carlos
Dávalos Mejía dice de manera escueta: "En virtud del fideicomiso el
fideicomitente designa ciertos bienes a un lícito determinado,
encomendando la realización de ese fin a una institución financiera. El
fideicomiso será válido aunque se constituya sin señalar fideicomiso".

Dentro de esa misma línea lacónica Carregal define el contrato de


fideicomiso como el negocio por el cual una persona recibe de otra un
encargo respecto de un bien determinado, cuya propiedad se le transfiere
a título de confianza, pero que al cumplimiento de un plazo o condición le
dé el destino convenido.

En la doctrina peruana, Max Arias-Schereiber Pezet, señala que en


el contrato de fideicomiso la transferencia no tiene todos los atributos de
la propiedad (no funciona el ius abutendi y no es perpetua sino temporal)
y surge condicionada a que el fiduciario utilice dichos bienes en el destino
previsto en el instrumento constitutivo.

En tanto en la doctrina colombiana el aporte de Sergio Rodríguez


Azuero, merece resaltarse. Concibe el modelo como un "... negocio
jurídico en virtud del cual se transfieren uno o más bienes a una persona,
con el encargo de que los administre o enajene y con el producto de su
actividad cumpla una finalidad establecida por el constituyente en su favor
o en beneficio de un tercero".

Así, pues podemos afirmar que esta figura tiene la característica


propia de los modelos mercantiles, su tripolaridad, según la cual se dan
tres sujetos en la relación contractual. El primero es un constituyente
fideicomitente, que destina y afecta un patrimonio determinado a un fin
específico, revistiendo de los atributos de su propietario, a quien recibe no
para sí, sino para actuar como tal con el propósito de administrarlo y
cumplir el objeto predeterminado. Este debe favorecer a otro

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

constituyente llamado beneficiario o fideicomisario. No es un mandato,


pues el mandatario no asume propiedad ninguna, sino que es un
propietario singular que no se puede beneficiar a sí mismo (véase gráfico
22).

5. ELEMENTOS
Los elementos básicos en la relación contractual son los sujetos,
que pueden ser tres, como en las más interesantes figuras comerciales; el
objeto; y el plazo.

5.1. Sujetos
Por lo general, los sujetos intervinientes son tres: constituyente,
fideicometido y beneficiario; sin embargo, pueden reducirse a dos dentro
de alguna de las variantes que puede asumir esta especie contractual.

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

5.1.1. Constituyente, fiduciante o fideicomitente


Es el sujeto que en realidad constituye el fideicomiso y que es
propietario de un bien o bienes que se destinan y afectan, sea por
testamento u otro acto jurídico, para la realización de un objeto o actividad
específica. El conjunto de bienes o de activos fijos conforman lo que se
denomina el patrimonio fideicometido, es decir el conjunto de bienes,
activos fijos o tecnológicos, así como derechos intelectuales, para la
realización o consecución de un fin lícito y determinado, que debe ser
administrado y ejecutado por una persona natural o jurídica expresamente
indicada.

El fideicomitente debe contar con capacidad jurídica suficiente para


obligarse y afectar los bienes, derechos o creaciones tecnológicas. De tal
manera, pueden serlo las personas naturales o jurídicas, pero también los
jueces y autoridades administrativas revestidas de tales facultades,
cuando se trate de bienes cuya guarda, conservación, reparto o
enajenación les corresponda.
Este sujeto tiene derechos y obligaciones.

Entre los primeros se pueden mencionar:


• Incrementar o aprobar el incremento efectuado por un tercero de
los bienes fideicometidos, incluyendo la ampliación del objeto y
finalidad del negocio fiduciario.
• Nombrar uno o más fideicomisarios o beneficiarios y designar uno
o más sustitutos de éstos, ante la eventualidad de que no puedan
asumir la caridad de tales.
• Designar uno o más fiduciarios para que de manera sucesiva
ejecuten el contrato, o para que lo reemplacen en caso de
imposibilidad manifiesta.

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

• Modificar el contrato, pudiendo solicitar la remoción del fiduciario.


• Obtener la devolución de los bienes fideicometidos a la extinción
del contrato.
• Exigirle al fiduciario cuentas durante y al final de la gestión. Entre
las obligaciones se pueden mencionar las siguientes:
• Entregar al fiduciario los bienes comprometidos objeto del contrato.
• Precisar la finalidad a la cual deben destinarse los bienes
fideicometidos.
• Remunerar al fiduciario en la forma que se estipule en el respectivo
contrato.
• Sanear los bienes fideicometidos de vicios o defectos ocultos cuya
causa sea anterior a la celebración del contrato.

Pueden actuar como tales las personas naturales o jurídicas que


tengan la capacidad para afectar sus bienes; y las autoridades judiciales o
administrativas. Así lo reconoce el derecho latinoamericano,
particularmente el paraguayo que sigue estas características,
extendiéndolas a los jueces y a las autoridades públicas cuando se trata
de bienes cuya conservación y administración les corresponda, o a las
personas que designen para el efecto (Art. 16 de la Ley 921).
Algunas legislaciones como la argentina, la chilena o la venezolana no tie-
nen un detalle expreso de quienes pueden ser fideicomitentes. En cambio
la norma paraguaya lo precisa (Arts. 16, 17 y 18 de la Ley N° 921)

5.1.2. Fiduciario o fideicometido


Es la persona natural o moral que asume la propiedad fiduciaria y
la obligación de darle el destino previsto o cumplir el objetivo dispuesto
por el constituyente. En la legislación comparada encontramos el caso de
Chile, que lo denomina propietario fiduciario (Art. 754 del Código Civil)
Teóricamente, cualquier persona podría asumir el rol de fiduciario,
empero en América Latina sólo pueden serlo las instituciones bancadas;
lo que evidencia esa impronta financiera que ha caracterizado de una

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

manera total el mercado desde que por primera vez se esbozó la figura en
México en 1924. Así lo han seguido la legislación peruana (Ley 26702), la
paraguaya (Art. 19 de la Ley 921), la argentina (Art. 5o de la Ley 24.441),
la colombiana (Art. 1226 del Código de Comercio), la mexicana (Art. 385
de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito), la guatemalteca
(Art. 768 del Código de Comercio), y la venezolana (Art. 12 de la Ley de
Fideicomisos y Art. 47 de la Ley General de Bancos), entre otros.

Aunque existe unanimidad en la doctrina latinoamericana


aceptando tal exclusividad e incluso admitiéndola como "sabia medida del
legislador", como lo refieren Pintado Rivero y Ernesto Eduardo Martorell,
estimamos que bien podría serlo una institución civil, una cooperativa o
una persona natural desde que puede ofrecer la confianza y la garantía
suficiente para resguardar el patrimonio y sobretodo asegurar el
cumplimiento total y pleno del fin y propósito del fideicomiso.
En el Perú, las empresas financieras autorizadas, como la
Corporación Financiera y de Desarrollo (Cofide), los bancos, las cajas
municipales, las entidades de desarrollo a la pequeña y micro empresa
(Edpyme), las cooperativas de ahorro y crédito, las cajas rurales de
ahorro y crédito, las empresas de servicio fiduciario, como las empresas
subsidiarias de las compañías de seguros, pueden renunciar, con causa
justificada, a aceptar o continuar con el fideicomiso (Art. 269 de la Ley
26702).

En Paraguay, solo pueden ser fiduciarios los bancos y las


empresas financieras, especialmente autorizadas por el Banco Central
(Art. 19 de la Ley 921). En igual sentido, la mayoría de países
latinoamericanos precisan la exclusividad de la gestión fiduciaria por parte
de las sociedades financieras.
En el Uruguay, podrá ser fiduciaria cualquier persona física o jurídica. En
el caso de las personas naturales, solo podrán serlo si es que se dedican
en forma habitual y profesional a la actividad. Tanto las personas

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

individuales como las jurídicas deberán registrarse en el Banco Central


(Arts. 11 y 12 de la Ley 17.703).

En Venezuela, solo podrán ser fiduciarios los bancos y las


empresas de seguro nacionales regidos por la Ley de Bancos (Art. 12 de
la Ley de Fideicomisos).

Por otro lado, el fiduciario no puede excusarse o negarse de


aceptar el encargo principalmente si se ha constituido
testamentariamente. Sin embargo, en algunas legislaciones
latinoamericanas los bancos pueden negarse a asumir tal obligación, lo
cual no deja de afectar el sentido social y la responsabilidad que deben
asumir y respetar las empresas, particularmente los bancos que sirven de
sustento a la actividad mercantil y, por ello, están protegidos por el
Estado.

En Argentina las instituciones financieras pueden renunciar a ser


fiduciarios solo por causas graves como, por ejemplo, el caso en que el
fideicomisario no pueda recibir o se niegue a recibir las prestaciones o
bienes, en cuyo caso es obvio que se agotó el fin y propósito para el cual
se constituyó; también el caso en que el propio constituyente o sus
causahabientes se nieguen a entregar las compensaciones o beneficios;
y, finalmente, cuando el patrimonio afectado no rinda los frutos suficientes
para cumplir el objetivo propuesto. En cualquiera de estas eventualidades
cesará o languidecerá el fideicomiso.

En Colombia solo es posible renunciar por causa justa (Art. 1232


del Código de Comercio), al igual que en Costa Rica (Art. 646 del Código
de Comercio) o en México (Art. 385 de la Ley General de Títulos y
Operaciones de Crédito). En Venezuela la renuncia requiere la
autorización plena del juez respectivo, quien no lo acordará sino cuando
medien circunstancias graves (Art. 20 de la Ley de Fideicomisos).

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

5.1.3. Beneficiario o fideicomisario


Es la persona a favor de quien se realizan los fines y propósitos del
fideicomiso, es el beneficiario directo. Puede ser un individuo particular,
varios, o una institución o persona jurídica. Incluso podría ser una persona
determinada siempre que su fin sea lícito y no atente contra la moral y el
orden público. Es más podrían refundirse en una sola persona física las
condiciones de fideicomitente y fideicomisario; es decir de constituyente y
constituido. Lo que puede ocurrir es que el fiduciario sea designado como
fideicomisario. Cuando el beneficiario sea un incapaz, los derechos y
acciones corresponderán a quien ejerce la patria potestad, al tutor o al
juez de familia.

La legislación argentina asume la posición de que el beneficiario y


el fideicomisario no son partes del contrato y más bien son terceros
distintos, estipulando que el beneficiario, es quien percibe los beneficios
que produce el ejercicio de la propiedad fideicometida por el fiduciario. Si
el beneficiario no acepta se entiende que el beneficiario es el
fideicomisario y si éste tampoco acepta el beneficiario será el fiduciante.
En cuanto al fideicomisario, se le define como el destinatario final de los
bienes fideicometidos y un beneficiario eventual en el caso de que ningún
beneficiario aceptare.

En el Perú, la Ley 26702, establece que el fideicomisario es el


beneficiario en caso de no ser el mismo fideicomitente.

En Uruguay, siguiendo la línea general y admitida del derecho


latinoamericano, su ley precisa que puede ser fideicomisario la persona
natural o jurídica, pero también la persona futura que no exista al tiempo
del otorgamiento del fideicomiso contractual, debiendo establecerse con

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

precisión las características que permitan su identificación futura (Art. 23


de la Ley 17.703).

En Paraguay, la ley de la materia señala "Pueden ser beneficiarios


o fideicomisarios las personas físicas o jurídicas que tengan capacidad de
goce para recibir las prestaciones económicas o beneficios que el
fideicomiso implica. La calidad de beneficiario o fideicomisario puede
recaer en el propio fideicomitente o en un tercero; en este caso, y
mientras no medie su aceptación expresa o tácita, el beneficio podrá ser
revocado por la sola voluntad del fideicomitente. El negocio fiduciario
puede celebrarse en favor de uno o varios beneficiarios o fideicomisarios.
Es válido el negocio fiduciario celebrado sin designar beneficiario o
fideicomisario, siempre que su fin sea lícito y determinado. También es
válido el negocio fiduciario cuando al momento de su celebración no
exista el beneficiario o el fideicomisario, siempre que la existencia de éste
sea posible y se realice dentro del término de su duración, de suerte que
sus fines puedan tener plenos efectos. (Art. 32 de la Ley 921).

En Venezuela el fideicomiso puede constituirse en beneficio de


varias personas que sucesivamente deban sustituirse, sea, por la muerte
de la anterior, sea por otro evento, siempre que ello se realice a favor de
personas que existan cuando se abra el derecho del primer beneficiario
(Art. 8o de la Ley de Fideicomisos).

5.2. Objeto
Pueden ser objeto de la relación contractual toda clase de bienes,
derechos, activos, propiedad intelectual (inventos, marcas, nombres
comerciales), exceptuando los personales del constituyente.

"Los bienes y derechos que integran el patrimonio fideicometido


salen del patrimonio del fideicomitente, pero para colocarse en una
situación de patrimonio de afectación, del que será titular el fiduciario, el

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

cual podrá ejercer esa titularidad en la medida del acto constitutivo y de la


ley, y en cuanto se refiere a la realización de la finalidad prevista".

Con relación a este punto, Max Arias-Schereiber Pezet afirma que


el objeto de la prestación se contrae a toda clase de recursos líquidos,
bienes y derechos enajenables o transmisibles conforme a ley, siendo que
no pueden entregarse en fideicomiso los bienes de uso público, los
derechos de uso y habitación, que no admiten otro acto jurídico que no
sea la consolidación.

La legislación peruana (Art. 243 de la Ley 26702), para la validez


del acto constitutivo del fideicomiso exige al fideicomitente la facultad de
disponer de los bienes y derechos que transmita.

El bien o la masa de bienes que se destinan al cumplimiento del


objeto contractual constituyen el patrimonio asignado para ese propósito o
fin que no puede integrarse o formar parte de aquellos otros que tenga el
fiduciario. Tal característica, ínsita en el contrato mismo, nos lleva a
delinear las notas distintivas del patrimonio. Así la doctrina francesa, a
partir de los trabajos de Lapaulle, esboza el criterio del "patrimonio de
afectación" según el cual los bienes destinados al objeto contractual
constituyen un patrimonio independiente y afectado solo para un fin
específico cualquiera, separado de los otros bienes personales del
fiduciario como de los otros sujetos. Tal criterio ha sido recogido por el
derecho uruguayo cuando señala: "Los bienes y derechos fideicometidos
constituyen un patrimonio de afectación, separado e independiente de los
patrimonios del fideicomitente, del fiduciario y del beneficiario" (Art. 6o de
la Ley 17.703); igualmente en el derecho argentino cuando dice: "Los
bienes fideicometidos constituyen un patrimonio separado del patrimonio
del fiduciario y del fiduciante" (Art. 14 de la Ley 24.441).

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

La norma venezolana si bien no opta de manera expresa por esta


teoría al señalar que los bienes transferidos no pertenecen a la prenda
común de los acreedores del fiduciario (Art. 2o de la Ley de Fideicomisos),
está admitiendo de manera indirecta esta opción doctrinaria.

Otra posición, llamada "negocio fiduciario", articula el criterio del


"patrimonio autónomo o especial" según la cual los bienes asignados u
objeto material del fideicomiso están comprometidos al fin concreto del
contrato, desvinculados del patrimonio del fiduciario, haciendo una
distinción entre el elemento real, constituido por los propios bienes y el
elemento personal representando por las obligaciones y facultades que
tiene quien recibe los bienes frente al resto de su patrimonio personal.
Sergio Rodríguez Azuero se inclina por esta teoría al "... estimar que, a
través de la relación obligatoria consagrada en la ley. se explica sin
dificultad que el fiduciario tenga un derecho de propiedad restringido y
enderezado en forma exclusiva a cumplir la finalidad prevista en el
contrato".

Ambas posiciones coinciden en que el patrimonio sale y se aleja


del constituyente y no se integra al del fiduciario, administrador o gestor.
La diferencia está laicamente en que en el caso del "patrimonio de
afectación" hay una separación del patrimonio del fideicomiso con los
elementos personales; mientras que en el caso del "negocio fiduciario"
hay un reconocimiento de su existencia pero los bienes son recibidos en
propiedad para el fin previsto, distinguiendo el elemento real del personal,
representado por las obligaciones del constituyente con el fidociario, quien
no los recibe en propiedad para sí sino en cuanto el objeto contractual.

Es posible que la aparente colisión de posiciones se diluya


reconociendo la influencia del sistema jurídico del common law, cuando
define el sentido de la fiducia con la cual ha sido revestido el contrato, y
como ha sido recepcionado modernamente por el derecho latino. Así, se

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

debe reconocer que el fideicomiso es eficaz cuando el patrimonio se


desliga de quien lo orienta o asigna para un fin específico y en provecho
de un tercero que si bien puede ser el mismo constituyente lo hace
confiado en que la habilidad del fiduciario es mayor y mejor que la del
propio constituyente. De tal manera que hay una confianza en las
características personales de quien debe cumplir el objeto social, que no
puede ser alterado por instrucciones de quien se desliga del patrimonio,
pues si ello se admitiera entonces el fiduciario se convertiría en un
mandatario y no en un gestor autónomo que es responsable por la misión
encomendada y ante terceros y el beneficiario. No se puede ser
responsable sino hay independencia de gestión para cumplir un fin
reconocido por el contrato y las leyes internas.

Esta manera de desligar el patrimonio de quien lo constituye y


limitar su accionen su manejo, tampoco es extraña en el derecho latino;
pues, por ejemplo, el contrato de crédito documentado -influido también
por el sistema jurídico del common law a través de las stand-by letters of
credit- admite la posibilidad de que una persona asigne recursos a un
tercero (fiduciario) para que cumpla un objetivoy luego se desligue,
quedando prohibido de darle instrucciones personales.
El derecho paraguayo ha optado por reconocer estos dos criterios al
precisar: "El negocio fiduciario que conlleve la transferencia de la
propiedad de los bienes fideicometidos se denominará fideicomiso; en
caso contrario, se denominará en cargo fiduciario" (Art. Io de la Ley 921).

5.3. Plazo
El fideicomiso usualmente se establece en un mediano o largo
plazo. Así, en el Perú, el artículo 251 de la Ley 26702 establece un plazo
máximo de 30 años de duración indicando además excepciones
específicas como son las siguientes:

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

• Cuando el fideicomiso hubiese sido constituido a título vitalicio en


beneficio de fideicomisarios determinados que hubieran nacido o
estuviesen concebidos al momento de su constitución, el plazo se
extenderá hasta la muerte del último de los fideicomisarios.
• En el fideicomiso cultural, cuyo objeto sea el establecimiento de
museos, bibliotecas, archivos o instituciones históricas, el plazo puede
ser indefinido y el fideicomiso subsiste en tanto sea factible cumplir el
propósito para el que se le hubiere constituido, desde que continúe
vigente la institución beneficiada.
• En el fideicomiso filantrópico, cuyo objeto sea aliviar la situación de
los privados de razón, huérfanos, ancianos en abandono y personas
menesterosas, el plazo puede ser indefinido y el fideicomiso subsiste
en tanto sea factible cumplir el propósito para el que se le hubiese
constituido.

Sin embargo, en casos excepcionales el plazo puede ser extendido


más allá del máximo, previa autorización de la Superintendencia de
Banca y Seguros, desde que no se hubieran logrado cumplir a plenitud los
fines previstos.

Con igual criterio el derecho argentino reconoce un plazo máximo de


treinta años que podrá extenderse si el beneficiario fuere un incapaz, caso
en el que podrá durar hasta su muerte o el cese de su incapacidad.
Similar prescripción tiene la norma uruguaya (Art. 33 de la Ley 17.703).
Igualmente el derecho venezolano (Art. 9o de la Ley de Fideicomisos).

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Contrato de Fideicomiso

CONCLUSIONES

Lo que se puede concluir en referencia al presente trabajo es que el


Contrato de Fideicomiso es una herramienta, que cobra importancia en el

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

ámbito económico, a través de las transacciones, porque al iniciar una


aventura empresarial o negocial, lo primero que se busca el la protección
jurídica, segundo que la inversión que se realiza, si bien el mercado es
volátil, no se vea afecto en otros negocios, por tal que se puede hacer es
dar en fideicomiso, bienes , empresas para lograr un mayor beneficio sin
el riesgo de una perdida.
Si bien también es una forma de evadir responsabilidad, ya que lo que se
halle en fideicomiso está libre de gravamen, también hay mecanismos
para no encontrarse en estos problemas, si bien hay un dicho que para
todo problema hay una solución.

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Metodología de la Investigación
Contrato de Fideicomiso

BIBLIOGRAFIA

-Revista Jurídica del Perú Página 160


Contrato de Fideicomiso

-MALAGON, Jaime F. Fideicomiso y Concesión : Ensayo sobre


estructuras financiables… Porrua 2002 pag 194

-SIERRAALTA RIOS, Anibal Contratos de Comercio Internacional


pag 340

-CODIGO CIVIL PERUANO DE 1984 Titulo VIII

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Contrato de Fideicomiso

INDICE

Pagina

Portada……………………………………………………………………….... 1
Dedicatoria…………………………………………………………………….... 2
Prologo.................................................................................................... 3
Introducción………………………………………………………………….... 4
Contrato de Fideicomiso……………………………………………………… 7
1-Antecedentes Históricos…………………………………………………… 7
2-El contrato y la interacción de los sistemas jurídicos………………….. 12
3-Naturaleza Jurídica……………………………………………………....… 14
4-Concepto……………………………………………………………………. 18
5-Elementos…………………………………………………………………… 22
5.1- Sujetos……………………………………………………………………. 22
5.1.1 Constituyente, Fiduciante o Fideicomitente…………………….. 23
5.1.2 Fiduciario o Fideicometido………………………………………... 24
5.1.3 Beneficiario o Fideicomisario……………………………………... 27
5.2- Objeto………………………………………………………………… 28
5.3- Plazo…………………………………………………………………. 31
Conclusiones…………………………………………………………………. 34
Bibliografía…………………………………………………………………….. 35

36

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