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rrió en la Guerra Civil o en la Segunda con la Guerra de Vietnam, que la foto-
Guerra Mundial (no así en la Primera grafía retomara ese valor de autentici-
Guerra Mundial, considerada un gran dad y espontaneidad. Hoy, la escenifi-
error incluso para los vencedores). cación es una rareza. Para el retoque,
Pero hay guerra y guerras. ya está Photoshop.
Unas se recubren de un interés espe-
cial que reta al paso del tiempo, mien- *
tras que otras son olvidadas e ignora-
das, aunque puedan ser más horribles Más que la escenificación o el
o devastadoras. “A excepción de Euro- retoque, lo que abunda es la censura
pa en la actualidad, la cual ha reclama- (desde la más frecuente: la autocensu-
do el derecho a no optar por la guerra, ra). Así, por ejemplo, en 1982, Marga-
sigue siendo tan cierto como antaño ret Tatcher sólo permitió tomar imáge-
que la mayoría de las personas no nes a dos fotógrafos, y sólo antes de
pondrán en entredicho las racionaliza- que las tropas británicas llegaran a las
ciones que les ofrece su Gobierno para Malvinas. A la televisión se le prohibió
comenzar o continuar un conflicto”. el acceso. En la Guerra del Golfo, sólo
(49). Por ello, lo que unos interpretan se emitió la versión “tecnoguerra”, que
como un desastre evitable, para otros mostraba la superioridad estadouni-
denota un heroísmo ejemplar. dense, evitando visualizar la masacre.
Incluso, la NBC compró secuencias
* que mostraban la crueldad estadouni-
dense, pero no las emitió. “El destino
Pocos temas llaman tanto la de miles de reclutas iraquíes que,
atención del espectador como el horror habiendo huido de la ciudad de Kuwait
o el desnudo. Con respecto al primero al final de la guerra, el 27 de febrero,
parece que el autor dice “¿Puedes so- fueron arrasados con explosivos, na-
portar mirarlo?”. Y existe cierto placer palm, proyectiles radioactivos (con ura-
también en superar ese reto, en una nio empobrecido) y bombas de frag-
conducta morbosa. El horror entró en el mentación mientras se dirigían hacia el
arte definitivamente con Goya y sus norte, en convoyes o a pie, camino de
serie de 83 grabados “los desastres de Basora, en Irak: una matanza que un
la guerra” sobre la invasión francesa de oficial estadounidense calificó notoria-
1808. Pero hay una clara distancia en- mente como «tiro al pavo»”(79).
tre la pintura y la fotografía. La pintura “En la era de la guerra telediri-
evoca, es una síntesis. La fotografía gida contra los incontables enemigos
muestra, es una prueba. La pintura se del poder estadounidense, las políticas
hace. La fotografía no se puede reto- sobre lo que el público ha de ver y no
car, ni aún en los detalles nimios, pues ver todavía se están determinando”
no se hace, se toma. (81). Se esgrimen cuestiones como “el
Fotos históricas fueron en su buen gusto”, “el respeto a los familiares
día montajes, escenificaciones que de las víctimas” y hábitos sensibles,
pasaron por muestra espontáneas y como no mostrar los rostros descubier-
reales. El descubrimiento del montaje tos, sobre todo si son “de los nuestros”.
defraudó a los espectadores. No impor- Pero, “Cuanto más remoto o exótico el
ta si el hecho ocurrió realmente, no lugar, tanto más estamos expuestos a
importa si se sabe a ciencia cierta que ver frontal y plenamente a los muertos
tuvo lugar aquella masacre, aquel be- y moribundos” (84).
so, aquel encuentro o aquel episodio.
El fotógrafo no puede retocar o esceni- *
ficar, debe ser un espía de la imagen
espontánea, debe encontrarse en ese Nosotros somos los que vemos
momento y ese lugar realmente y mos- y ellos los que son vistos. Son pobres
trar qué ocurrió realmente. No obstan- condenados a esas desgracias, imáge-
te, la cobertura de la televisión hizo, nes de zoológico que llaman la aten-
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ción a nuestros ojos y ante los que se Ver las fotografías de cuerpos
aplican las mismas reglas del buen mutilados puede generar cierto placer,
gusto. “En el centro de las esperanzas de forma que el horror de algunas foto-
y de la sensibilidad ética modernas grafías se busca activamente. Pero tal
está la convicción de que la guerra, vez no es placer, sino exaltación, como
aunque inevitable, es una aberración. ocurre con la contemplación de los
De que la paz, si bien inalcanzable, es cuadros de mártires cristianos, cuyo
la norma. Desde luego, no es así como dolor les provocaba sufrimiento y éste
se ha considerado la guerra a lo largo es símbolo de exaltación.
de la historia. La guerra ha sido la nor- “La compasión es una emoción
ma, y la paz, la excepción” (87). inestable. Necesita traducirse en accio-
Se supone que no puede haber nes o se marchita. La pregunta es qué
belleza en una foto que muestre la hacer con las emociones que han des-
crueldad de un desastre, con lo que la pertado, con el saber que se ha comu-
fotografía se debate entre la realidad y nicado” (117). En la práctica, tras la
el arte. Y en ese terreno se mueve, contemplación del horror, si no hay
generalmente con el objeto de la de- alternativas, sólo queda cambiar de
nuncia. Y, sin embargo, “para que las canal. Pero ¿qué alternativa estamos
fotografías denuncien, y acaso alteren, en disposición de asumir cuando el
una conducta, han de conmocionar” sufrimiento de los otros puede estar
(95). Y esa conmoción favorece la re- asociado a nuestros propios privile-
tención, una especie de memoria colec- gios?
tiva en el sentido de que las personas
de un colectivo siguen recordando, tal *
vez incluso entre generaciones, gracias
a las imágenes que retuvieron el mo- Dos ideas muy extendidas so-
mento. Así, hay museos para la memo- bre la fotografía son: (1): las imágenes
ria del holocausto. Pero ello supone, que transmiten los medios definen la
peligrosamente, el olvido de las atroci- atención de los espectadores y (2) la
dades que no quedan afianzadas en sobresaturación actual de imágenes
imágenes para los colectivos. De cuan- favorece que las que más deben impor-
to ha ocurrido y ocurre, sólo unos acon- tar tengan cada ver un efecto menor.
tecimientos llegan a ser recordados, Pero no es seguro que la abundancia
compartiendo las fotografías que prue- atenúe la conmoción. Es más ¿qué
ban que “aquello ocurrió realmente”. “El habría de hacerse? ¿Racionar la imá-
problema no es que la gente recuerde genes? Esto no puede ocurrir, como
por medio de fotografías, sino que sólo tampoco que se racionen los horrores.
recuerda las fotografías” (103). Si vivimos es la sociedad del
Las imágenes permiten no sólo espectáculo y sólo lo visible es real,
recordar lo que ocurrió, sino llamar a la “toda situación ha de ser convertida en
reflexión acerca de por qué ocurrió y espectáculo a fin de que sea real” (126)
cómo evitarlo, pues ayudan a conocer, Sin embargo “la afirmación de que la
a saber hechos y circunstancias. Una realidad se está convirtiendo en un
foto es insuficiente para saber qué pa- espectáculo es de un provincialismo
só concretamente: ¿realmente era un pasmoso” (128), pues se centra en el
soldado servio? ¿Esa imagen es real- análisis del sector privilegiado dentro
mente de Vietnam?... Lo importante no del mundo rico, que puede escoger si
es el significado del contexto preciso, mira o se entretiene o cambia de canal.
sino la constancia de que la humanidad Incluso en ese mismo mundo, cientos
es capaz de crear esa situación. Es la de espectadores no pueden “curtirse” y
guerra e importa poco dónde se desa- siguen conmocionándose y apreciando
rrolla. la realidad. Se acusa a los fotógrafos
de necrófagos comerciales, lo que
* permite a los acusadores analizar el
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horror desde la distancia y la superiori- La imagen es mirar a distancia.
dad. Pero también se puede mirar de cerca
sin que implique ningún cambio.
*
*
“Debemos permitir que las imá-
genes atroces nos persigan. Aunque El escenario que rodea la ima-
sólo se trate de muestras y no consigan gen condiciona su significado. No es lo
apenas abarcar la mayor parte de la mismo una foto de guerra en la portada
realidad a que se refieren, cumplen no de un periódico que en un cartel
obstante una función esencial. Las publicitario de Benetton.
imágenes dicen: esto es lo que los se- “No podemos imaginar lo
res humanos se atreven a hacer, y qui- espantosa, lo aterradora que es la
zá se ofrezcan a hacer, con entusias- guerra; y cómo se convierte en
mo, convencidos de que están en lo normalidad. No podemos entenderlo,
justo. No lo olvides” (133-134). no podemos imaginarlo. Es lo que cada
Y, sin embargo, la paz y la re- soldado, cada periodista, cooperante y
conciliación parecen exigir olvido. Pero observador independiente que ha
las imágenes deberían llamar, al me- pasado tiempo bajo el fuego, y ha
nos, a la reflexión, a interrogar sobre tenido la suerte de eludir la muerte que
qué ha pasado y si el estado de las ha fulminado a otros a su lado, siente
cosas que hemos aceptado debe po- con terquedad. Y tiene razón “ (146).
nerse en entredicho.