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El pensamiento de Lucas Alamán: Política y Economía.

M.J. Marquez Dorantes

La interrelación entre política y economía ha sido constante a través de la historia del


hombre, y el siglo XIX no es la excepción. En el contexto del surgimiento de México
como nación independiente, surge un estadista muy importante para la delineación de
un proyecto económico para ésta, diestro no sólo en el arte de la economía, sino de la
política, auxiliándose de una y otra para avanzar en ambos terrenos. A su vez, dentro de
estos amplios espectros existe la interrelación del ámbito interno y del externo, que, de
la misma forma, no dejaron de ser atendidos por este visionario.
En primera instancia procuraré dar un panorama general de la situación del país en la
época de Lucas Alamán, para luego, a través de sus diversas ocupaciones ver cómo se
fue conformando su pensamiento político, y cómo evolucionó su pensamiento
económico, sin dejar de lado el papel fundamental que tuvo como hispanoamericanista,
pues la relación con el exterior era también importante en el desarrollo interno.

Este personaje corresponde, recibe y ejerce una gran influencia del México del siglo
XIX. El periodo a lo largo del cual trabajara para su nación será conocido como el
“periodo de la anarquía”. Al emprender un viaje a Europa, se permea de los avances
técnicos e ideológicos de la época, lo que junto con sus experiencias previas,
particularmente el estallido de la revolución de independencia, irá forjando su
pensamiento conservador. Su regreso a México es un regreso ya no a una colonia, sino a
un país, a una nación independiente, y sus relaciones e intereses lo llevarán a formar
parte del grupo que guiaría a esa nueva nación.
El México del siglo XIX está en constante evolución. Al joven Alamán, como miembro
de una clase acomodada de la ciudad de Guanajuato, le corresponderá ver las
mutaciones de su sociedad. Ya desde 1810 Alamán había conocido a Hidalgo, y poco
después vería el caos que desató la rebelión insurgente, lo que en buena medida motivó
su traslado a la Ciudad de México, donde, continuando con la ancestral tradición minera
de su familia, realizaría estudios de minería.
La juventud de Alamán coincide con un momento coyuntural en la historia, no sólo de
México, sino del mundo. La era mercantilista entra en decadencia, en tanto asciende una
ideología liberalista como resultado de la transformación de los procesos productivos,
que lleva a la revolución industrial, surgida en Inglaterra y expandida al resto del
mundo. Los nuevos esquemas de producción dejan de contemplar la acumulación de
metales y buscan la obtención de factores y medios de producción para desarrollar una
industria que permita la obtención de ganancias, que ahora no tienen como fin último el
atesoramiento, sino la reinversión. Pero para ello se necesita una clase trabajadora en
libertad de intercambiar sus productos.
A lado de la liberalización económica, se desarrolla un fuerte pensamiento en torno a la
libertad política, abanderado por autores como Rene Descartes, John Locke, Denis
Diderot, Montesquieu, Voltaire, que dieron bases para que la burguesía buscara el
control político de sus naciones, toda vez que su poder económico se incrementaba a
pasos agigantados, llevándonos así a cambios político-sociales como la Revolución
Francesa de 1789 o la Revolución de Independencia de Estados Unidos en 1776.
España comienza a ir en declive, pues es superada por las industrias inglesas, además de
que la revolución industrial le permite a Inglaterra consolidarse como nueva potencia
naval, con lo que incrementará su participación en el comercio internacional. Pero la
amenaza no sólo viene de Europa, sino que la nueva nación norteamericana, una vez
conseguida su independencia y adoptando también el sistema capitalista, comienza un
proceso de expansión ideológica y territorial.
Junto a estos cambios externos, un fenómeno político en particular tendría fuerte
incidencia en el estallido de la revolución de independencia de nuestro país: la invasión
de Francia a España con motivo de la expansión del imperio napoleónico, fenómeno que
provoca la abdicación de Carlos IV a favor de Fernando VII en 1808, y la huída de éstos
dejando paso a la imposición de un gobernante napoleónico, José Bonaparte.
El vacío de poder de la Corona española provocará un intenso debate al interior de las
colonias que resultará en la conformación de diferentes proyectos de nación. El
proyecto criollo se radicaliza y se hace del apoyo de las clases oprimidas para iniciar un
movimiento de independencia.
Las repercusiones de la lucha dejarían en pésimas condiciones al país, provocando el
descontento a diferentes niveles de la sociedad. Con el regreso al trono de Fernando VII,
y por ende, de las limitantes impuestas por la Corona, se intensificaría el descontento de
la oligarquía criolla, lo que constituyó un impulso para la consumación de la
independencia.
Además de la inestabilidad política con la que nace nuestro país, éste tiene que
enfrentarse a su herencia colonial, principalmente la tradicional exportación de materias
primas, punto que origina otra pugna política entre centralistas y federalistas, pues unos
quieren que la capital mantenga el monopolio de la actividad comercial y otros quieren
comerciar directamente desde sus respectivas regiones.
Ante el reto de construir la nueva nación, dos proyectos de desarrollo se enfrentarían
continuamente a lo largo del siglo. Los liberales tienen como alternativa de desarrollo el
“aceptar la división internacional del trabajo que las potencias imponían. Fundada en los
ideales del liberalismo económico, consideraba que unos países estaban destinados por
sus condiciones naturales, a ser productores de manufacturas de bienes de capital,
mientras otros habían de serlo de materias primas.”1
Esta facción se encuentra en una lucha abierta por el librecambio sin limitación alguna,
por lo que aboga por la abstención estatal en el desarrollo económico tomando como
punto de partida el principio de “laissez faire, laissez passer”. Sus proyectos sobre
desarrollo económico se dirigieron contra los restos del sistema colonial que
representaban el clero y la milicia, cuya existencia era considerada como impedimento
para el desarrollo y la distribución natural de la riqueza.
Con respecto a la organización política, adoptan el modelo federal, particularmente el
ejemplo de Estados Unidos, y en un ámbito más amplio se encuentran fuertemente
influenciados por Francia.
El ala conservadora tiene un proyecto económico propio de una sociedad proteccionista,
dirigido a garantizar un desarrollo nacional autónomo y fuerte. Sus tesis fundamentales
apuntaban a la necesidad de crear las condiciones internas que propiciaran la
industrialización. En su opinión, los poderes estatales y su cuerpo jurídico “deberían

1
Luis Alberto de la Garza, El México Pos Independiente, p.34.
orientarse hacia la intervención, fomento y regulación de la economía.”2 En el terreno
político, “defendía la forma de gobierno central, como expresión propia de grupos de
propietarios y productores amenazados por el librecambismo.” 3 Con respecto a sus
relaciones con el exterior, verían a Europa como un aliado natural frente a Estados
Unidos en expansión.
Es precisamente Lucas Alamán uno de los principales exponentes de este proyecto
conservador, que tiene como materialización más importante la creación del Banco de
Avío, en buena medida, obra maestra de este personaje.
Para entender la posición de Alamán tal vez deberíamos entender algunos hechos
significativos en su vida. Nuestro personaje nace en el seno de una familia acomodada
de larga tradición minera, instalada en Guanajuato. Se encuentran entre los pocos
privilegiados por las condiciones del comercio existentes, y ante la inestabilidad
acarreada por el movimiento independentista, sus negocios sufren una severa merma. Es
esta la razón que motiva el regreso del joven que desde sus 22 años había emprendido
un viaje por el viejo continente, en donde realizó estudios de minería, pero también de
otras artes, aprendiendo otras lenguas, pero fundamentalmente, empapándose de los
acontecimientos políticos de la época.
Su regreso a México coincide con la sublevación española que llevaría al
restablecimiento de la Constitución de 1812, hecho que “haría que Alamán empezase
sus treinta y dos años de vida pública, pues con las modificaciones político
administrativas el virrey decidió nombrarlo secretario de la Junta de Sanidad, y como
diputado electo emprendió un nuevo viaje a Europa, viendo por última vez a su país
colonial.
Cuando en las Cortes se discutía la forma de resolver la situación económica de su
tierra, estuvo presente su concepción de la minería como la fuente de la riqueza por
excelencia, y que antes de fomentar la agricultura y el comercio, debía impulsarse
primero este sector primordial
La declaración de independencia coincidiría con su secretariado de las Cortes, donde se
desataría un intenso debate en torno al futuro político y económico de los territorios de
ultramar. A su regreso a México, Alamán se encontraría con una nación independiente,
pero sumergida en el caos provocado por años de guerra. Puesto que consideraba
terminada su carrera política, su intención era poner en marcha sus proyectos
empresariales, paro lo que concentró sus esfuerzos en la captación de capitales,
recurriendo principalmente a Inglaterra y Francia.
A lo largo de su vida tuvo encuentros con personajes significativos en la historia de
nuestro país, como lo fue el que tuvo con el nuevo presidente Victoria. Era inevitable
que su carrera política continuara. Al entrar en funciones el Supremo Poder Ejecutivo se
le designó como Secretario de Estado y del despacho de Relaciones Exteriores e
Interiores, dado el ambiente de tensión política posterior al imperio y los asuntos
pendientes con España, sus actividades fueron en demasía de carácter político, aunque
también promovió algunas iniciativas económicas, como el establecimiento de tratados
comerciales. Desde muy temprano ya preveía la conveniencia de un tratado comercial
con España, asimismo lanzó la iniciativa de colonización y desarrollo productivo del
Istmo de Tehuantepec.

2
Ibíd., pp.35-36.
3
Ibíd., p.36.
Su interés por la minería permanecía y aprovechó su cargo para impulsar su desarrollo.
“Alamán propuso ante el Congreso que se permitiese la libre habilitación de la minería
y que, lo mismo nacionales que extranjeros, pudiesen llevar a cabo esa habilitación.”4
Dada la importancia de Estados Unidos y, particularmente, Inglaterra en el escenario
internacional, estos países captaron su atención. No obstante, Alamán fue un ferviente
promotor del hispanoamericanismo. Entre sus posturas más polémicas se encuentra la
favorable a la independencia de las provincias centroamericanas. Pero un señalamiento
recalcable fue la pronta advertencia que lanzó contra el expansionismo estadounidense,
pues percibía a esa nación como una fuerte amenaza para las naciones
hispanoamericanas.
Ante la acumulación de una serie de dificultades políticas Alamán finalmente se
desprendió de su cargo en 1824, con el propósito de concentrar sus energías en la
Compañía de Minas, pero al poco tiempo volvería al Ministerio, enfrentando al
proyecto liberal, no como la libertad de municipio, sino como cacicazgo, aunque su
interés se centraría en la política exterior, en el reconocimiento no sólo de la nueva
nación, sino de las nuevas naciones hispanoamericanas en su conjunto. Sin embargo,
tuvo que separarse de su puesto, volviendo por tercera ocasión en 1825, estando como
presidente Guadalupe Victoria, con quien nunca coincidió, suscitándose roces entre
Alamán y el resto del gabinete. En este periodo ocurre uno de sus mayores logros: el
reconocimiento otorgado por Inglaterra a México. En el terreno diplomático también
tendría una de sus más grandes confrontaciones, ya que el intervencionismo
estadounidense comenzaba a hacer presencia a través de la figura del embajador
Poinsett. Pero las confrontaciones políticas internas sería lo que provocaría que Alamán
se alejara nuevamente de la vida política para concentrarse en su proyecto de
industrialización del país, de manera que concentrará ahora sus esfuerzos en diversos
proyectos empresariales.
Es en este periodo donde los problemas de financiamiento y administración de las minas
lo llevan a desilusionarse de la actividad minera. Por esta razón el pensamiento
económico de Alamán puede ubicarse en dos tendencias, una previa a 1930 en la que
considera a la minería como el motor de la economía y otra que parte de este año, en la
que apoya la industrialización como la base para el desarrollo económico del país.
En ese primer periodo escribía: “Las minas son la fuente de la verdadera riqueza de esta
nación, y todo cuanto han dicho algunos economistas especulativos, en contra de este
principio ha sido victoriosamente rebatido por la experiencia. Hemos visto a la
agricultura, al comercio, a la industria, seguir constantemente el curso de las minas,
florecer o decaer con ellas. La razón de esta, estrecha conexión entre dichas actividades
económicas esenciales para la prosperidad nacional es la naturaleza de la mayoría de
nuestras minas, pobres en calidad, pero muy abundantes en cantidad. De ahí ha venido
la necesidad de utilizar gran número de trabajadores, máquinas y animales, tanto en las
fases de extracción como en las de refinación. Esto ha dado lugar a una enorme
demanda de mercancías, equivalente a una exportación considerable y que, a su vez,
fomenta otras industrias, especialmente la agricultura. Así es como el impulso que se da
a la minería se da también a estas otras actividades, y el recobro y la prosperidad de
todas, y consiguientemente de la nación, es simultáneo.”5

4
José C. Valadés, Alamán. Estadista e Historiador, UNAM, 1977, p.163.
5
Citado en Gloria Abella Armengol, “El pensamiento de Lucas Alamán en materia de relaciones
exteriores de México”, en Relaciones Internacionales, vol. XIV, núm. 53, enero-abril, 1992, UNAM,
p.59.
Un año antes, en 1929 volvería a la vida pública en un franco ambiente de inestabilidad
política, ante el derrumbe del gobierno de Guerrero. Así, es nombrado miembro del
Poder Ejecutivo, para luego, en 1930, bajo la vicepresidencia de Anastasio Bustamante,
recuperar el puesto de Ministro de Relaciones Interiores y Exteriores. Tal como había
sido la tendencia en anteriores administraciones, las relaciones con el exterior tendrían
un papel importante en sus actividades, pues si bien el país se acercaba a cumplir una
década como nación independiente, debía continuarse la tarea de obtener el
reconocimiento como tal, y una vez alcanzado el objetivo político, avanzar hacia el
objetivo económico: las relaciones comerciales. El reconocimiento más anhelado y para
el cual se trabajará en este periodo es el de la ex metrópoli, que tras intensos trabajos de
negociación llegaría hasta 1833, luego de que Alamán se separara nuevamente de su
cargo, esta vez debido a la irrupción de Santa Anna en el poder. A esto le siguió un
periodo de descrédito por la supuesta participación de Alamán en la muerte de Guerrero,
quedando absuelto hasta 1835. Al disminuir su protagonismo político continuó sus
proyectos económicos, de los que destaca la puesta en marcha de fábricas de algodón y
de paños y mantas. Tendría luego algunos contactos con el gobierno, pues ya se había
constituido como autoridad en el terreno económico, e incluso llega a consultársele para
la planeación de un nuevo sistema de aranceles. Volvería a ocupar un cargo público en
1846, cuando el vicepresidente Nicolás Bravo lo nombra Director General de Industria.
Poco a poco su protagonismo político volvió a aumentar, convirtiéndose en un ícono del
partido conservador, a quien le dio una gran victoria al llegar a presidir el Ayuntamiento
de la ciudad de México, pero conforme continuaba su participación política continuaban
los enfrentamientos con los liberales. Esto era motivo de desgaste, que sumado a la edad
y condición física de Alamán, iba disminuyendo el activismo que alguna vez pudo verse
en él. A la par, el México de esta época tampoco correspondía a aquel México en pleno
auge económico de la “administración Alamán (1830-1832), sino que el país se
encontraba severamente agotado, especialmente económicamente, por las luchas
intestinas al interior, pero también afectado anímicamente ante la derrota frente a
Estados Unidos. El Estado se encontraba prácticamente en bancarrota.
Alamán tuvo encuentros y desencuentros con Santa Anna, personaje tan controvertido
que alternaría entre liberalismo y conservadurismo con el fin último de mantenerse en el
poder. Alamán, luego de la derrota de nuestro país ante el expansionismo
estadounidense, convencido de la necesidad de una figura fuerte que encausara al país,
proponía a este personaje para que ocupara la presidencia del país, que luego de
intensos conflictos se encontraba sin cabeza. Cabe destacar, en este sentido, la carta que
Alamán envió a Santa Anna los principios que profesaban los conservadores y las
condiciones con que este partido consentiría en gobernar con él. Estos principios eran la
conservación de la religión católica, la abolición del sistema federal, la eliminación de
la elección popular, el establecimiento de una nueva división territorial, y la creación de
un ejército competente.
Así, bajo la última presidencia de Santa Anna volvió al Ministerio para ocupar por
última vez ese cargo, pues ese mismo año de 1853 falleció. Ante la precaria situación
del Estado, la prioridad era procurarle recursos, la industria y demás sectores seguirían
castigados, en contraste con el periodo de gran importancia de otras administraciones.
La conciencia del ámbito político y económico de Alamán es bastante clara. En el
primer terreno, desde la plataforma conservadora, vemos cómo tenía una visión global
de las amenazas latentes a la estabilidad nacional, no sólo del exterior, sino internas,
pues percibe el peligro del caudillismo y de la guerra civil intestina en la que sumiría al
país, como lo demuestra al decir que: “hay hombres que han acabado por hacer una
especie de tráfico de las revoluciones, estando prontos a prestar sus servicios a la
primera que se promueve, y la repetición de esos actos de violencia desmoraliza a los
pueblos, haciéndoles perder toda idea de propiedad y subordinación, destruye la
confianza y aniquila con ella todos los ramos de la prosperidad pública… [Para
contrarrestar esta situación propone] reprimir con mano fuerte males, cuya continuación
nos llevaría a la guerra civil y consumarían la ruina de la patria”.6
Al abordar un análisis del pensamiento político de Alamán vemos que “Alamán quería
encontrar un gobierno poderosos en una Constitución poderosa; pretendía que fuese la
propiedad la base de la misma política; pretendía un gobierno de unidad nacional, pero
no absoluto; de estabilidad, no de retroceso… inspirábase en el régimen inglés”7
Su actividad en materia de política exterior lo ha consagrado como un
hispanoamericanista. Si bien entre los primeros reconocimientos y tratados comerciales
encontramos los establecidos con Inglaterra y Estados Unidos, desde la muy temprana
vida independiente, estando Alamán al frente del Ministerio se procuró la solidaridad
con los nuevos estados hispanoamericanos y se establecieron los Tratados de Unión
Liga y Confederación perpetua y de Comercio con la Gran Colombia. Además se apoyó
la iniciativa bolivariana del Congreso de Panamá.
Sin embargo, el hispanoamericanismo alamanista estaría ensombrecido por el
panamericanismo de Estados Unidos y el protagonismo de las potencias europeas. Con
respecto al primero el intervencionismo, no sólo en el proyecto de integración
bolivariano, sino en la vida política de México, a través de Poinsett, fue motivo de
constantes enfrentamientos entre estos personajes.
Una política interna que preveía el expansionismo estadounidense fue la de promover la
colonización de Texas por mexicanos y no extranjeros, sin embargo, esta empresa tuvo
constantes dificultades, de manera que los esfuerzos de Alamán no tuvieron continuidad
y años después se verían las consecuencias del descuido de este territorio, mismas que
opacarían el éxito que obtuvo Alamán en materia de Política exterior cuando logró que
Estados Unidos reconociera el Tratado fronterizo Onís.
Los países hispanoamericanos debían defenderse desde diversos frentes, por un lado, de
las potencias europeas y su Congreso de Verona para la recuperación de los territorios
de ultramar; por otro lado, si bien Inglaterra se aprestó a dar reconocimiento, lo hizo
aspirando a ganar las ventajas comerciales de las que habían sido despojados los
españoles; y aún todavía por otro flanco, aún más cercano, el expansionismo
estadounidense y su sustento ideológico, la Doctrina Monroe, que propugnaba una
“América para los americanos” limitando el intervencionismo europeo en la región,
pero buscaba asegurarse una posición privilegiada para la explotación de los recursos
del continente.
Si bien los encuentros hispanoamericanos siempre ocuparon un papel preponderante en
la agenda de política exterior del Ministro Alamán, estas amenazas se conjuntaron con
la inestabilidad al interior de cada nueva nación para impedir que progresara la unidad
hispanoamericana.
Alamán siempre estuvo consciente de la relación entre independencia política e
independencia económica: “Un pueblo debe tener en la mira de no depender de otro
para nada de lo que le es indispensable para subsistir, y por tanto, las providencias

6
Ibíd., pp.266-267.
7
Ibíd., p.267.
legislativas deben tener por objeto proporcionar lo que falta, por el orden gradual que es
lo que facilita todo.”8
Si bien Alamán pertenecía a una clase acomodada, se preocupaba por los problemas de
la población en general, elaborando un proyecto de desarrollo que al responder a las
necesidades de cada sector, acarrearía el bienestar social en general. En este sentido,
cabe destacar la visión a futuro de Alamán con respecto a la importancia de la
educación para el desarrollo económico, pues para corregir males que venían
acarreándose de años atrás, se debía mejorar la educación civil y religiosa, pues en
opinión de Alamán ella inspiraría hábitos de trabajo y de moralidad, sin los cuales es
imposible intentar reforma alguna útil.9
En el pensamiento de Alamán, por la época en la que nos ubicamos, pero sobretodo por
su postura conservadora, no existirá división entre lo público y lo religioso, pues es un
fiel defensor de la religión católica.
Como el educativo, el aspecto de la salud es también abordado por Alamán, no como fin
último, sino como paso para lograr el ambicioso objetivo del desarrollo económico a
través de la industrialización.
Con respecto a los sectores económicos del país, Alamán identifica la situación de
retraso en que se encuentran: “La agricultura, más que ninguna otra cosa, necesita de
tiempos tranquilos y seguros para prosperar, porque todas sus operaciones, siendo
lentas, sólo pueden emprenderse cuando hay la confianza necesaria para aventurar en
ellas capitales… La industria fabril en el ramo de manufacturas, está reducida casi a la
nulidad, acaso porque los medios que se han empleado para su fomento no han sido los
más convenientes…los hombres no se dedican a él sino cuando no pueden buscar su
subsistencia más fácilmente en otros; así es, que la agricultura y las minas les atraen de
preferencia”10.
Y precisamente, antes de elaborar un proyecto de desarrollo es necesario identificar la
situación actual. En este sentido, la iniciativa de Alamán de elaborar una carta
geográfica general de la República, para relacionar el territorio nacional con sus
riquezas (recursos naturales, ya sea en agricultura, minería, etc.), a manera de tener un
registro sistematizado de la riqueza nacional. En este contexto llama la atención la
versatilidad del ministro Alamán al impulsar en pleno siglo XIX una muestra de
productos de fábricas mexicanas, presentando los avances en este terreno y la
potencialidad de esta actividad.
Era preciso ubicar los recursos necesarios par impulsar la industria nacional, pues estaba
conciente de la necesidad de convertir las materias primas en artículos manufacturados
para alcanzar la independencia económica del país.
En el pensamiento económico de Alamán, los sectores económicos son concebidos en
un esquema de interrelaciones, si bien la base fundamental es la industria. Alamán
apuntaba que “La industria fabril fomenta a la agricultura por el mismo medio que lo
hace la minería, pero de una manera más uniforme y estable que ésta. No depende de la
voluntad del hombre hacer minas en donde se quiere y así el fomento que ellas pueden
proveer está limitado a sólo las localidades favorecidas por la naturaleza con este género
de riqueza, y a sólo el consumo de ciertos artículos indispensables para aquel giro, que
siendo por sí mismo inestable, tampoco puede producir un aumento permanente. La
8
Gloria Abella, op. cit., p.61.
9
José Valadés, op. cit., p.268.
10
Idem.
industria fabril por el contrario, eligiendo las localidades a su arbitrio, empleando para
sus usos todos los productos naturales, siendo su duración perpetua como lo son las
necesidades a que provee y los medios que emplea, proporciona a la agricultura un
fomento permanente, y sus buenos efectos se han hecho sentir ya en varios ramos,
cuyos adelantos son palpables merced al progreso de las fábricas. Uno de los medios
más eficaces para procurar consumos a la agricultura y no menos a la industria, pues
que una y otra andan siempre jun tas en este común interés, sería introducir hábitos de
mayor comodidad e inspirar el gusto de ciertas necesidades y conveniencias, a la masa
general de la población. En esto se interesaría no sólo la agricultura y la industria, sino
lo que es más que todo, la moral pública y privada; y como el orden social es una
cadena en que todos los eslabones se entrelazan, la mejora de costumbres que de aquí se
seguiría, fomentaría de mil maneras las artes y la labranza, y éstas a su vez,
proporcionando efectos más baratos, facilitarían mayor número de goces a esa parte de
la sociedad que ahora carece de ellos. La población se aumentaría, disminuyéndose la
mortalidad que ahora es considerable en los niños de la clase pobre.”11
Ante el problema de los bajos precios de los productos agrícolas, la solución que
proponía era el aumento de los consumos que la industria hiciera de esos productos.
Los ramos manufactureros sobre los que centraría su atención corresponden a la
industria textil y son: algodones, lanas y sedas, los ramos preferenciales atendido por el
Banco de Avío. El algodón sería para él el ramo más importante y pedía su apoyo a
través de dos puntos principales: la provisión suficiente, fácil y libre de la materia prima
e insumos, y la protección de la industria nacional contra el contrabando. 12 El
surgimiento de los otros dos ramos, cumpliendo con el análisis de los efectos de la
industria sobre la agricultura, había influido positivamente sobre el desarrollo del sector
agrícola.
Otros ramos en los que Alamán veía un gran potencial eran el fierro, si bien necesitaba
una protección más directa; el papel, que podría dejarse de importar; el cáñamo y lino, y
la cera.
El éxito de las manufacturas tenía por detrás el impulso que le daban las Juntas
Industriales, que constituían una forma de organización para la planeación de estrategias
y la solución conjunta de problemas del sector. No obstante, los proyectos superaban el
presupuesto, pues estas Juntas adolecieron de una carencia de fondos, pese a la cual se
impulsaron proyectos como la Escuela de Agricultura y la Escuela de Artes.
La estrategia más fuerte dirigida a lograra la independencia económica del país, vía su
industrialización fue la constitución del Banco de Avío, iniciativa que Alamán presentó
al Congreso y que éste aprobó en 1830. El objetivo de esta institución sería el fomento a
la industria, para ellos se constituiría con un capital de un millón de pesos, dando
margen de maniobra al gobierno para negociar préstamos a favor de la formación de
capital del Banco. La administración estaría a cargo de una junta, presidida por el
secretario de Estado y el despacho de Relaciones, que inicialmente no recibirían sueldo
alguno, en tanto que el de los empleados se obtendría de los productos de los réditos
provenientes de las importaciones, de donde también se procuraría el aumento de capital
del Banco.
Lo más sobresaliente de la actividad de esta institución se encuentra contemplado en el
artículo 7 de la iniciativa: “La junta dispondrá la compra y distribución de las máquinas

11
Gloria Abella, op. cit., p.59.
12
Cfr. Álvaro Matute, México en el Siglo XIX, UNAM, p.142
conducentes para el fomento de los distintos ramos de industria, y franqueará los
capitales que necesitaren las diversas compañías que se formaren, o los particulares que
se dedicaren a la industria en los Estados, distrito y territorios, con las formalidades y
seguridades que los afiancen. Las máquinas se entregarán por sus costos, y los capitales
con un cinco por ciento de rédito anual, fijando un término regular para su reintegro, y
que continuando en giro, sirva de un fomento continuo y permanente a la industria.”13
Al contemplar la participación del Estado en la economía, se ha ubicado a este tipo de
estrategias como opuestas al liberalismo económico. Sin embargo, como lo hemos visto
a través de un somero esbozo biográfico de nuestro personaje, Alamán estuvo en
contacto con las ideas liberales de la Europa de los siglos XVIII y XIX14, y es imposible
descartarlas de su pensamiento económico. Lo que ocurre es que conforma su propuesta
de desarrollo nacional a través de una incorporación selectiva de los diversos postulados
liberalistas.
A primera vista puede parecer completamente opuesto a ellos por no favorecer la
libertad absoluta de comercio, pero sólo porque no considera al país suficientemente
fuerte para enfrentarlo a una competencia desigual. Las importaciones no eran
prohibidas, sino que se les sujetaba a una fuerte imposición, con el objeto de hacerse de
recursos no sólo para el Banco y el fomento industrial, sino para el estado en general. Si
bien frenaba las importaciones, no lo hacía en el aspecto general, pues los capitales
extranjeros eran bienvenidos, como bien temprano se pudo observar cuando buscó
financiamiento externo para emprender sus proyectos mineros.
El pensamiento económico de Lucas Alamán está lejos de ser reaccionario, pues
concentra su atención en la evolución económica del país, y lejos de perpetuar el
esquema feudalista colonial introduce las bases para el establecimiento del sistema de
producción capitalista, pues para él la riqueza de las naciones consiste en la formación
de capitales.
Si bien México ya era independiente, no podía incorporarse a las relaciones económicas
internacionales como un igual frente a países como Inglaterra, que ya habían pasado por
un proceso de industrialización que lo había consolidado como el hegemón del mundo.
El país aún debía cargar con el peso de la estructura económica heredada de la colonia.
Es decir, la transformación económica del país aún no había seguido a la transformación
política.
Y era precisamente la forma como se llevaría a cabo esa transformación económica lo
que se encontraba en disputa. Los liberales no contemplaban la desigualdad de
condiciones y consideraban que a través del librecambio se lograría el progreso
económico del país. Pero otros, entre los que se encuentra Alamán, identificaban los
diferentes pesos de las materias primas y las manufacturas en el intercambio
internacional, así como el efecto de las últimas en la economía internacional.
En este sentido, Alamán analiza y propone: “Las manufacturas siguen siempre la suerte
del comercio, y estando éste en decadencia no pueden hallarse aquéllas florecientes. Las
nuestras, por otra partes, no pudieron entrar en concurso con las producciones de las
artes perfeccionadas en la Europa, necesitan que un arancel bien combinado las ponga
con ellas en un justo equilibrio, y que la introducción de máquinas e ingenios que han

13
Ibíd., p.102.
14
La fundación del Banco Avío se inspiró en las instituciones bubónicas de la década de 1770. Cfr.
Gloria Abella, op. cit., p.60.
causado aquella superioridad, la haga desaparecer, proporcionándonos los mismos
medios de perfección.”15

Bibliografía:
Matute, Álvaro, México en el siglo XIX. Antología de Fuentes e Interpretaciones
Históricas. Lecturas Universitarias 12, UNAM, México, 4ª Edición, 1984, 565 pp.
Méndez Reyes, Salvador, El hispanoamericanismo de Lucas Alamán (1823-1853), Ed.
Universidad Autónoma del Estado de México, México, 1996, 311 pp.
Valadés, José C., Alamán. Estadista e Historiador., UNAM, México, 1977, 576 pp.

15
Citado en Ibíd., p. 61.

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