de sus maestros consumados (Geertz 2000:138-140) es “clarificar qué cosas están ocurriendo con la gente en los diferentes tiempos y sacar algunas conclusiones sobre las constricciones, causas, esperanzas y posibilidades —respecto de esas practicalidades de la vida”. Agrega que lo que se necesita por parte de las etnografías son “demostraciones, de una manera u otra, de una tecnología efectiva para controlar el conjunto de direcciones de la vida social moderna, o el desarrollo e inculcación de las más delicadas habilidades para navegar nuestra salida a través de ella, en cualquiera de las direcciones que ella tome.” Geertz habla de un modo antropológico de ser autor (Geertz 1989), porque son los antropólogos los que tradicionalmente hacen etnografías. Sin embargo, hay que ser claro en reconocer que otros científicos sociales, y algunos practicantes de disciplinas aplicadas –como el trabajo social o la enfermería– también hacen etnografías, en veces mejores que las de los mismos antropólogos. Sea quien fuere quien lo practica, ese “modo antropológico de ser autor” mantiene una tozuda adhesión al ideal de la concreción y singularidad, afincada en puntos muy delimitados del espacio-tiempo.