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En el suelo, a los pies de una butaca, yace la colección de agendas viejas del escritor, que le

permiten precisas reconstrucciones del pasado con solo un vistazo.

QUIZÁ SEA LO APROPIADO, PROBABLEMENTE INCLUSO LO INEVITABLE, que bue- al papel; un hombre que bromea al darse cuenta de que la cámara
na parte de la leyenda que rodea a Philip Roth sea ficción. De la misma le ha pillado sin máscara y, pese a su intento de mantener en toda la
forma que de su mente, su talento y su esfuerzo han salido algunas de sesión de fotos un gesto conscientemente serio, ha dejado escapar
las mejores obras de la literatura estadounidense de las últimas cinco sin querer una sonrisa. ¿O era queriendo?
décadas –creaciones que le han convertido en el único autor vivo cuya Roth recibe en su apartamento del Upper West Side neoyorquino,
obra actualmente publica la reputada Library of America–, se ha crea- un 12º piso cuyo pequeño balcón se transforma en un mirador a un
do a su alrededor un aura de personaje arisco o, cuando menos, difícil valle de bajas construcciones tras el que se alzan las cordilleras de
en las entrevistas. Esa reputación se alza sobre la aguda y destacada cemento que rasgan el cielo, su refugio para huir en los inviernos del
inteligencia de alguien que con solo 26 años firmó un libro como Goo- frío que azota su otra casa, en el campo de Connecticut. En el interior,
dbye Columbus (un debut que inauguró con el National Book Award prácticamente todo es blanco, pálido... Las paredes casi íntegramente
una larga lista de galardones en la que solo parece resistirse el Nobel, y a desnudas; los suelos de suave madera que recorre en calcetines; la
la que acaba de incorporar el Man Booker International por el conjunto estantería aún a rebosar de los libros sobre Corea que usó como docu-
de su obra, que se entregará en Londres el próximo 28 de junio) y que, mentación para Indignación, su antepenúltima novela corta…
10 años más tarde, con El mal de Portnoy, escandalizó y se convirtió A un lado de la estancia están sus dos mesas: una llena de papeles,
en superventas. Es la reputación de alguien que no tiene tiempo para cuadernos y cartas. La otra, ocupada por el ordenador, ese que relevó a
preguntas banales, ni reparos para rechazar con un gesto torcido o una su máquina de escribir, que le facilita cuestiones técnicas y ante el que
mirada fulminante interrogantes simplistas, ni inconveniente en ser durante tiempo escribió de pie. Ahora, “por problemas de espalda”,
quien decide cuándo se pone un abrupto punto final. recurre a una silla alta donde no llega a estar ni del todo sentado ni del
Si se cree el agrio retrato que tras el divorcio escribió su segunda todo de pie. En el otro lado del cuarto, tras pasar junto a una esterilla
esposa, Claire Bloom, es un hombre misógino y controlador capaz de yoga que usa para sus ejercicios de estiramiento de espalda, un sofá
de echar de casa a la hija de su mujer porque su conversación le blanco y el único mueble oscuro: una butaca donde lee y desde hace
aburre. Por eso, la perspectiva de acercarse a él impone tanto como no mucho también ve películas en DVD o en la televisión. Ahí se sien-
el lujo de tener la oportunidad de acceder a una mente única, que ta y abre la conversación de par en par. “Hablemos de lo que quieras”.
ha alumbrado clásicos contemporáneos como Operación Shylock, El
teatro del Sabbath o La conjura contra América. POR ALGÚN SITIO HAY QUE EMPEZAR, y tan bueno o malo como cualquier
otro es hacerlo por Némesis, la cuarta novela corta de una serie que
AL IGUAL QUE ÉL DICE NECESITAR “VIVIR LAS COSAS como un escritor abrió Elegía, siguió Indignación y continuó La humillación. El libro,
para ser capaz de retratarlas”, solo al sentarse con él caen los miedos recientemente publicado en España por Mondadori, se muestra
creados por lo indirecto y puede intuirse estar cerca del verdadero en la superficie como la historia de una epidemia de polio en su
Roth. Al menos, de este Roth de 78 años recientemente cumplidos Newark natal en 1944, narrada a través de la experiencia de Bucky
que habla con claridad y tomándose sus tiempos; que es capaz de Cantor, un joven corriente. Es, en realidad, otra de las exploraciones
salpicar de ironía y humor una preocupación reciente y creciente de Roth del individuo y de sus relaciones sociales, un retrato del
como la muerte; alguien que no necesita más que elegir una historia miedo y de su contagio, una inmersión en sentimientos como la
cualquiera para demostrar que sus dotes de narrador no se limitan culpa y la responsabilidad exacerbada.

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