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INTERCAMBIO SOCIAL:
Las interacciones humanas están guiadas por una “economía social”. No sólo
intercambiamos bienes materiales y dinero sino también bienes sociales: amor,
servicios, información y posición social. Al hacerlo, utilizamos una estrategia de
“minimax”: minimizamos los costos y maximizamos las recompensas.
Las retribuciones que motivan la ayuda pueden ser internas o externas. Damos
para obtener; siendo así, estamos mucho más dispuestos a ayudar a alguien que
nos agrade, a alguien cuya aprobación deseamos.
Los actos altruistas también aumentan nuestra sensación de valía: “lo hace sentir
bien a uno consigo mismo y le da una sensación de autosatisfacción”.
Skinner dice que damos crédito a las personas por sus buenas acciones
solamente cuando no las podemos explicar. Atribuimos su comportamiento a sus
disposiciones internas sólo cuando no encontramos explicaciones externas.
Cuando las causas externas son obvias les damos crédito a ellas y no a la
persona.
Al sentir empatía nos enfocamos no es nuestro propio malestar sino en el del que
sufre. La simpatía autentica y la compasión nos motivan a ayudar a la persona
pensando en su propio beneficio. Tal empatía se presenta de forma natural.
• Si su empatía esta estimulada, las personas ayudan aun cuando crean que
nadie se enterara de la ayuda. Si sus esfuerzos por ayudar no tienen éxito
se sienten mal, incluso si el fracaso no es culpa suya.
NORMAS SOCIALES
4. Protección de los parientes: Nuestros genes nos disponen para que nos
interesemos por los familiares quienes también los aportan. Es así como
una forma de sacrificio de si mismo que aumentaría la supervivencia de los
genes de la devoción a los hijos. Los padres que ponen el bienestar de sus
hijos antes que el suyo, tienen más posibilidad de transmitir sus genes que
los padres que descuidan a sus hijos.
INTERPRETAR:
Las malas interpretaciones son alimentadas por lo que Thomas Gilovich, Kenneth
Savitsky y Victoria Husted Medvec llaman la “ilusión de transparencia” es decir, la
tendencia a sobreestimar la capacidad de los demás para “leer” nuestros estados
internos. Con más frecuencia de lo que usualmente suponemos, nuestro disgusto,
nuestro engaño y nuestra alarma son opacos. Profundamente conscientes de
nuestras emociones, suponemos que se filtran y que los demás ven a través de
nosotros. A veces lo hacen. Pero con frecuencia, mantenemos aparente
tranquilidad de manera muy efectiva.
Una persona que no esté de prisa puede detenerse y ofrecer su ayuda a otra que
se encuentra en dificultades. Una persona que esté de prisa, probablemente
seguirá de largo.