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El Sol que nos alumbra es una estrella. Salvo el Sol, las estrellas
parecen estar fijas en el cielo, pues no varían las posiciones que
ocupan unas respecto de otras año tras año.
Las estrellas jóvenes brillan con una luz blanca o azul de gran
intensidad durante millones de años. Se cree que esta fase de la
vida de una estrella de tamaño medio dura 10.000 millones de años
(se considera que nuestro Sol tiene 5.000 millones de años). Según
van envejeciendo, el brillo de las estrellas disminuye, hasta que,
cuando se agotan los gases que contienen en su interior, mueren.
Las estrellas de un tamaño parecido o algo menor que el Sol, al
morir, se expanden y se calientan, y se vuelven rojas: por eso se les
llama gigantes rojas.
Las que son mucho menores que el Sol, en esta última etapa se
contraen y, como su luz es blanca, se les llama enanas blancas.
Por su elevada densidad (imaginemos una pelota de tenis que
pesase igual que un camión) se cree que llegan a colapsarse,
dando origen a los agujeros negros, que son “cuerpos” en el
espacio de los que nada, ni materia ni energía, puede escapar.