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Según refleja el estudio “La discriminación laboral de la mujer: una

década a examen” (dirigido por Álvaro Hidalgo Vega) de la Universidad de


Castilla-La Mancha, la discriminación de la mujer es un hecho histórico en
casi todas las civilizaciones. En muchas partes del mundo, especialmente en el
menos desarrollado, continúa vigente por lo que las dificultades para la
emancipación de la mujer son enormes.

En la sociedad occidental desde hace poco más de dos siglos, la


Revolución Francesa y su secuela de revoluciones liberales han ido
cimentando lentamente el principio de igualdad entre hombres y mujeres, casi
siempre de la mano de los movimientos feministas; por ejemplo, el voto
femenino en Estados Unidos se admitió en 1889, mientras que en España hubo
que esperar a 1931; ahora bien, algunas trabas para la igualdad económica y
social encuentran anclajes más fuertes y también más difíciles de erradicar.

La discriminación laboral femenina la podemos concretar en los


siguientes puntos:

 Una clara discriminación en cuanto al acceso a un puesto de


trabajo. La presencia femenina en puestos relevantes y cargos
directivos es muy inferior a la masculina.

 Del apartado anterior se infiere que el desempleo que sufre la


mujer es mucho más elevado que el de los hombres.

 La mujer suele quedar relegada a puestos de trabajo a tiempo


parcial.

 La desigualdad entre los salarios de los hombres y mujeres


sigue siendo pronunciada, pudiendo observar una brecha salarial
entre ambos muy variable, de un 45% a un 20%
 La incorporación tardía de la mujer al mercado laboral, así como
su segregación sectorial y ocupacional, constituyen el origen
fundamental de las diferencias salariales por sexo

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