Los procesos de enseñanza y aprendizaje en el aula se realizan en su mayor parte a través de la
interacción verbal. De ahí que el lenguaje del docente dirigido al niño y del mismo niño, así como la estructura de interacción que el docente va construyendo a través de sus formas de intervenir, preguntar, responder y evaluar, cobran especial relevancia para comprender cómo y qué aprenden los niños y enseñan los maestros. Los estudios de la conversación han mostrado que, para participar en una interacción verbal, se requieren conocimientos y habilidades que van más allá de la competencia necesaria para producir y comprender mensajes breves y asilados, es necesario poder inferir sobre qué versa la conversación y qué se espera de los que participan, inferencias conversacionales a través de las cuales los participantes evalúan la intención de los otros y en las que basan sus propias respuestas. En los eventos de habla, los recursos de lenguaje se ponen en juego teniendo como referencia pautas culturales. La acción lingüística está gobernada por normas que especifican quién puede tomar parte, cuál es la relación de roles, qué tipo es admitido, en qué orden se debe presentar la información, qué estilo se debe utilizar. Para que los participantes de una conversación se mantengan involucrados en ella es necesario que compartan conocimientos lingüísticos y culturales. El ingreso de los niños a la escuela implica un cambio en sus actividades diarias y les plantea nuevas exigencias lingüísticas y cognitivas. Los niños tienen que interactuar con los adultos y otros niños que pueden no compartir su modo de participar en una conversación, sus conocimientos y representaciones culturales. La condición indispensable de todo intercambio es, por ende, comunicar, entender y ser entendido. El maestro tiene un rol fundamental en la estructura del discurso infantil, en la medida en que proporciona un andamiaje para que el niño forme su discurso, entre las que se encuentran: 1. Las respuestas contingentes. Son aquellas en las que el educador retoma el tema introducido por el niño, afirmando así su interés por lo que el niño quiere decir. 2. Expansiones y reestructuraciones. El maestro responde a expresiones mínimas del niño repitiendo lo que presume quiere decir y completando los elementos faltantes. 3. Retomar y cohesionar el discurso. El maestro en base a la secuencia que el niño relata, le proporciona principios de organización para que el niño produzca un discurso más coherente y cohesivo. 4. Simetría del intercambio. La maestra le da la oportunidad al niño de ser protagonista en la conversación e interviene cuando el niño hace una pausa, no lo interrumpe, sino que expresa interés por lo que el niño ha dicho, recogiendo y ampliando el tema presentado por el niño. De esta forma el niño tiene mayor espacio para explotar y poner en juego sus recursos lingüísticos, apoyándose en las intervenciones del docente que colabora en la organización del discurso. 5. Sincronía del intercambio. Las intervenciones están sincronizadas con las del niño permiten alcanzar un mayor control sobre su expresión. 6. Expresiones frecuentes de humor y afecto. Es importante recurrir a los gestos, a cambios marcados en la entonación, a exageraciones, a bromas oportunas y festejar con alegría, genera un clima que suscita al relato espontáneo y vivo de los sentimientos y experiencias de los niños.