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ARISTÓTELES
(fragmento sobre la magnanimidad)
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la verdad que por la opinión) y hablar y actuar con franqueza (tiene, en efecto,
libertad de palabra porque es desdeñoso, y veraz salvo por ironı́a: es irónico con
el vulgo): no puede vivir orientando su vida hacia otro, a no ser hacia un amigo;
porque esto es de esclavos, y por eso todos los aduladores a son serviles y los de
baja condición son aduladores. Tampoco es propenso a la admiración, porque
nada es grande para él. Ni rencoroso, pues no es propio del magnánimo guardar
las cosas en la memoria, especialmente malas, sino más bien pasarlas por alto.
Tampoco es murmurador, pues no hablará ni de sı́ mismo ni de otro; pues le
tiene sin cuidado que lo alaben o que critiquen a los demás; por otra parte no es
propenso a tributar alabanzas, y, por lo mismo, no habla tampoco mal ni aun
de sus enemigos, a no ser para injuriarlos. Tratándose de las cosas necesarias
y pequeñas es el menos propenso a lamentarse y a pedir, pues es propio de
un hombre serio tener esta actitud respecto de esas cosas. Y es hombre que
preferirá poseer cosas hermosas e improductivas mejor que productivas y útiles,
porque las primeras se bastan más a sı́ mismas. Los movimientos sosegados
parecen propios del magnánimo, y una voz grave y un modo de hablar reposado;
no es, en efecto, apresurado el que se afana por pocas cosas, ni vehemente aquel
a quien nada parece grande, y éstas son las causas de la voz aguda y de la
rapidez.
Tal es, pues, el magnánimo. El que peca por defecto es pusilánime, y el que
peca por exceso, vanidoso. Ahora bien, tampoco a éstos se los considera malos,
pues no hacen mal a nadie, sino equivocados. Efectivamente, el pusilánime,
siendo digno de cosas buenas, se priva a sı́ mismo de lo que merece, y parece
tener algún vicio por el hecho de que no se cree a sı́ mismo digno de esos bienes
y no se conoce a sı́ mismo; pues desearı́a aquello de que es digno, ya que es
bueno. Estos no parecen ciertamente necios, sino más bien retraı́dos. Pero tal
opinión parece además hacerlos peores: todos los hombres, en efecto, aspiran
a lo que es conforme a sus merecimientos, y ellos se apartan incluso de las
acciones y ocupaciones nobles por creerse indignos de ellas, e igualmente de
los bienes exteriores. Por otra parte, los vanidosos son necios y no se conocen
a sı́ mismos, y esto es manifiesto; en efecto, sin ser dignos de ello acometen
empresas honrosas y después hacen mal papel. Se adornan con ropas, aderezos
y cosas tales y quieren que los éxitos que la suerte les depara sean conocidos de
todos, y hablan de ellos para ser por ellos honrados. Pero la pusilanimidad es
más contraria a la magnanimidad que la vanidad, pues es a la vez más frecuente
y peor.
La magnanimidad, pues, tiene por objeto los grandes honores, como se ha
dicho.