Вы находитесь на странице: 1из 4

CÁCERES

Se os ordena a vosotros, familias todas de la casa de Israel, que, si os dejáis bautizar y os postráis
adorando al Dios de los gentiles, lo mejor de la tiera comeréis, como yo hoy. Habitaréis en el país y
comerciaréis; pero si os negáis, desobedecéis y el nombre de mi Dios no reconocéis y a mi Señor no
servís, levantaos, salid de entre mi pueblo, de las tierras de Sefarad y de Sevilla, Mallorca y Cerdeña,
que están bajo mi dominio. Que en el plazo de tres meses no quede nadie que se llame con el nombre
de Jacob en ningún estado de mi reino.

Selomoh Ibn Verga, La Vara de Yehudah.

El Edicto de Expulsión del 31 de marzo del 1492, que hemos reflejado anteriormente desde la óptica
judía, marcó el fin oficial de la pujante actividad de las distintas comunidades judías que se asentaban en
Extremadura. Algunas de estas, como la emeritense, se remotaban al siglo I d.C. cuando, según Abraham
Ibn Daud, siglo XII, muchos judíos deportados de Jerusalem por Tito se asentaron en Augusta Emerita,
otras como la cacereña, cuya historia nos ocupa, surgirían en el Medievo; aunque no es descabellado
pensar que existiría presencia judía, procedente de la cercana Emerita, en la colonia romana Norba
Caesarina, origen de la ciudad actual.

Sin embargo las primeras pruebas documentales sobre la presencia de judíos en Cáceres se remontan al
siglo XIII con el Fuero de Cáceres (1229), otorgado por el rey Alfonso IX de León. En él hay ocho capítulos
relacionados con los judíos. De ahí podemos deducir que existía presencia judía en Cáceres desde época
musulmana. Las pruebas documentales de la existencia de judería en Cáceres se suceden desde los años
1283-1286, con un registro de la Cancillería de Sancho IV, hasta el Padrón de Huete de 1290, según el
cual el profesor Lacave insinúa que la judería cacereña podría contar con 125 judíos aproximadamente,
más o menos el mismo número de judíos que existiría en Plasencia, Coria, Badajoz y Mérida.

Con todo, el siglo XV, y más concretamente su segunda mitad, será la verdadera época de esplendor de
la judería cacereña. En este siglo, lo que hoy es Extremadura fue tierra de acogida para aquellos judíos
que huyeron de los progromos de 1391, después sirvió de refugio a los judíos de las diócesis de Córdoba,
Sevilla y Cádiz cuando se decretó su expulsión en 1483. Estos inmigrantes forzosos incrementaron el
número de las juderías extremeñas en zonas tan definidas como: el Valle del Ambroz, del Jerte, la Vera de
Plasencia y la Sierra de Gata, esto es, el norte cacereño.

Así mismo, aumentaron el número de pobladores de las juderías ya existentes, tal es el caso de
Cabezuela del Valle, Trujillo o Plasencia, cuyas comunidades judías aparecen, desde antiguo, descritas
como aljamas, esto es, comunidades que contaban con todas las instituciones necesarias para llevar una
vida auténticamente judía: sinagoga, rabino, auxiliares de la sinagoga, cementerio, miqwé, es decir baño
ritual, Talmud Torá o academia religiosa, carnicería casher, horno comunitario, hospital para pobres y
peregrinos, Bet Din o tribunal rabínico, así como un sistema de autogobierno propio.

En el Repartimiento hecho a los judíos por el Rabí Jacob Aben Núñez, el juez mayor de los judíos en
tiempos de Enrique IV de Trastámara, fechado en 1474, la comunidad judía de Cáceres aparece descrita
como aljama, aportando al erario real la cantidad de 8.200 maravedíes. Este cuantioso tributo la situaba
entre las cinco primeras aljamas de Castilla. En los siglos anteriores la judería de Cáceres no aparece
citada como aljama; esto, además de indicarnos la tendencia creciente de la demografía judía en Cáceres
durante el siglo XV, nos lleva a la matización de que la judería de Cáceres, antes del siglo XV, dependería
de la aljama de Trujillo para todas las cuestiones religioso-jurídicas.

El aumento de la población judía en Cáceres en particular, y en Extremadura en general, durante el siglo


XV, se debe a dos factores. El primero de ellos a la tranquilidad que les ofrecía esta tierra, poco poblada
aún y libre de prejuicios antijudíos, el segundo factor, que seguramente tuvieron en cuenta, fué la
proximidad con la frontera de Portugal que les facilitaría la huida en caso de necesidad. Prueba de ello es
que Don Isaac Abravanel, el que fuera el lider carismático de los expulsos en 1492, después de que Don
Abraham Señor y su yerno Meir Melamed se bautizaran en Guadalupe, determina asentarse en Segura de
León, en la actual provincia de Badajoz.

En 1479 la judería de Cáceres contaba aproximadamente con 130 famílias, esto es, 650 vecinos judíos,
para un total de población en torno a los 10.000 habitantes según Lacave,"Juderías y sinagogas
españolas". Madrid. Colecciones Mapfre, 1992. Otros autores como Floriano Cumbreño cifran en 2.000 el
número de habitantes que tendría Cáceres en el siglo XV. Entre estos vecinos judíos estaban: Don Rabí
Raime y su esposa Dña. Ravira, sus vecinos Don David Cohen y su mujer Camila. También aparecen
citados en documentos los nombres de Haim Alveila, Vidales, Isaac Molho, y Abrahám Abenaex. Otros
personajes que aparecen desempeñando funciones tributarias en Cáceres y Trujillo eran: Salomón
Abenaex, Yehudá Abenatabe, Efraím Barchilón, Abrahám Barchilón, Moshé Alfandarí e Isaac Follequinos.

El espacio vital en el que vivieron estos hombres y mujeres de la comunidad judía de Cáceres en el siglo
XV se desarrollaba en dos zonas claramente diferenciadas, la Judería Vieja "intra muros", es decir, en el
interior del recinto amurallado, y la Judería Nueva "extra muros", situada fuera de la ciudad monumental en
torno a la magnífica plaza Mayor de la ciudad.

LA JUDERÍA VIEJA O BARRIO DE SAN ANTONIO DE LA QUEBRADA

Si ya se ha experimentado la sensación de viajar a través del tiempo al acceder a la Ciudad Monumental,


Patrimonio de la Humanidad desde 1986, percibiendo el contraste de sus blasones y muros señoriales con
el bullicio estudiantil de esta ciudad universitaria y moderna que es Cáceres, se debe estar preparado para
descubrir otra sutil diferencia que custodia, para los tenaces, la Ciudad Monumental. Nos referimos al
antiguo barrio judío cacereño que con su derroche de cal y urbanismo quebrado, popular e íntimo, como
corresponde a aquellos que consideraban a su casa como un templo, contrasta con la ostentación nobiliaria
de los palacios y escudos de la antigua nobleza cacereña.

Como es típico en el urbanismo de la judería, ésta se encontraba al abrigo de las murallas de la ciudad,
en la parte más antigua de la misma, por regla general junto a catedrales, palacios o castillos, buscando la
protección de nobles, reyes o alto clero. La Judería Vieja de Cáceres no escapa a este esquema, así
vemos que, como bien estableció M. Lozano Bartolozzi en "Las juderías de Cáceres y su trazado urbano",
Actas de las Jornadas de Estudios Sefardíes, Cáceres, UEX 1980, está orientada al este-sureste de la
parte intra muros, comunicándose con el exterior por el Arco romano del Cristo, tránsito entre Fuente
Concejo y la Cuesta del Marqués, y por la Cuesta de H. Pizarro que comunica a su vez con la calle Barrio
de San Antonio. Si entramos en la judería desde el interior lo haremos atravesando la plaza de las veletas o
bajando desde la Plaza de San Jorge, pues el barrio está flanqueado por los murallones de las fachadas
traseras de la Casa de las Veletas, sede del Museo Arqueológico y Etnográfico Provincial, y el antiguo
Colegio de la Compañía, actualmente denominado Centro de Exposiciones San Jorge.

La judería Vieja de Cáceres abarca las siguientes calles: calle Barrio de San Antonio, calleja del Moral,
calle del Rincón de la Monja, comienzo de la Cuesta del Marqués, comienzo de la calle de Pereos y calle
del Adarve del Cristo.

Siguiendo a la profesora M. Lozano Bartolozzi, "las calles de la Judería Vieja de Cáceres tienen
marcadas pendientes y cuestas que a veces llevan escalones, ya que constituyen el extremo de mayor
dificultad urbanística del suelo de Cáceres intra muros, y esto ha contribuído a que sea un lugar de
construcciones pobres, además de que sus espacios intrincados lo alejan de la circulación de los núcleos
importantes de la ciudad". Precisamente esta característica del terreno queda reflejada en el topónimo que
designa a esta parte de la ciudad: Barrio de San Antonio de la Quebrada.

"Las viviendas se encuentran adosadas a la muralla y utilizan ésta como muro de la casa, y alguna torre y
otros espacios como rudimentarios jardines o improvisadas huertas, integrando la naturaleza y la historia
con lo popular, hecho existente ya en el siglo XVIII cuando se permite utilizar la muralla para otros fines,
dado que ya no sirve de defensa. Son casas de tamaño reducido, de una planta o planta baja y otra
superior, vanos pequeños y anárquicos, puertas la mayoría adinteladas", no se encuentran como en otras
juderías españolas restos de huecos para las "mezuzot".

"La calle que lleva el nombre del barrio y en la que se encuentra la ermita de San Antonio, antiguo solar
de la sinagoga, es el nudo de todo el conjunto de la judería. Está formada por tres plazuelas unidas por
callejas cortas. La primera, muy amplia, es de planta casi rectangular, aunque desigual y con un desnivel
muy marcado, su aspecto es uniforme y popular a excepción de la fachada lateral del Colegio-Residencia
de las Trinitarias, de moderna construcción. Por una calleja llegamos a la segunda plaza o espacio abierto
de planta irregular, con un fondo de saco y una calleja con escaleras; la fachada trasera de la llamada
Casa de los Caballos, actual Museo de Arte Contemporáneo, comienza en esta plaza y la marca con sus
enormes contrafuertes de piedra. Seguimos por la calleja que continúa bordeando la citada casa y
llegamos a la tercera plaza donde se encuentra la ermita de San Antonio de Padua, solar de la antigua
sinagoga".

Cuando en cumplimiento de las órdenes de apartamiento, los judíos debieron abandonar el barrio, la
sinagoga pasó a manos de un particular, Alfonso Golfín, que ordenó, en 1470, derribar la vieja sinagoga
para edificar sobre su solar una ermita bajo la advocación de San Antonio de Padua, que más tarde, como
hemos visto, dió nombre a lo que fué la Judería Vieja de Cáceres.

Su exterior ofrece un aspecto tosco y popular. La fachada pertenece a la calle Barrio de San Antonio y
su espalda apoya en la muralla. Ante su puerta se encuentra un espacio abierto o plazuela que se integra
con un pórtico que sobresale de la ermita. Dicho pórtico consta de tres arcos, uno frontal y dos laterales de
medio punto pero irregulares, tiene tejado inclinado y una bóveda de medio cañón con dos lunetas muy ruda
y encalada. La puerta es adintelada y sobre ella vemos un azulejo que lleva la imagen de San Antonio de
Padua. En las pilastras hay sillares de granito blaqueados, el reso es mampostería pobre y encalada.

El interior de la ermita es de planta casi rectangular, muy típica de las antiguas sinagogas, por debajo del
nivel del suelo actual. Con seis portales: cuatro pilastras adosadas en los ángulos y dos en los laterales que
sirven de separación entre la cabezera y la nave. La puerta de entrada se encuentra situada en el último
extremo del muro lateral izquierdo y unos escalones de bajada sirven para adaptarse al nivel. En el muro
lateral derecho hay dos vanos adintelados también, uno a la altura de la cabezera que comunica con una
vivienda y el otro en la parte inferior de la nave que comunica por medio de otros escalones de bajada con
un patio. La cabecera está cubierta con una cúpula sobre pechinas y linternas, que será la construida en
1666. Unas pequeñas molduras adornan el paso entre las pechinas y la cúpula. La nave está cubierta por
una bóveda de aristas formada por dos arcos de medio punto que se cruzan en el centro.

En el extremo inferior de la planta hay un coro pequeño con un vano circular en el techo a modo de
linterna. Un escalón separa el nivel del altar del resto de la capilla. Un altar de madera con restos de
dorado soporta una serie de imágenes, en el centro la de San Antonio. El coro es de madera con los cuatro
primeros peldaños de acceso de adobe y el resto también de madera.

Esta ermita se transformó en el 1661 y en 1975 recibió obras de conservación, entre 1993 y 1994 la
Escuela Taller Municipal remoldeó su exterior, a la vez que se llevaron a cabo mejoras de embellecimiento y
conservación en toda la Judería Vieja, dentro de la actuación de puesta en valor que se centró en:
ocultamiento de cables de luz y teléfono, retirada de cables de T.V y aparatos de aire acondicionado,
implantación de papeleras y solución a la recogida de basuras, reparación de grietas, reposición de
cornisas, bolas, balcones, etc y protección de dinteles, jambas y umbrales.

Hasta el momento no existen testimonios epigráficos que arrojen alguna luz sobre el devenir de la Judería
Vieja cacereña, tampoco hay noticias acerca del "fosario de los judíos", esto es el cementerio judío de
Cáceres; del mismo modo, nada se sabe acerca de restos de miqwé, casa de baños; aunque en la Cuesta
del Marqués en el Museo Casa-Arabe Yusuf Al-Burq, en pleno barrio judio, existen restos de una posible
instalación privada de baños que convendría investigar; a pesar de que sus dueños argumenten que es una
construcción islámica.

LA JUDERÍA NUEVA

Empezó a formarse a partir de 1478, cuando se ordenó reunir a todos los judíos en un solo barrio, en las
afueras de la ciudad, en torno a la Plaza Mayor. La Judería Nueva se extendía por las actuales calles
Panera y de la Cruz, que en el siglo XVI se llamaba todavía de la Judería.

M. Lozano Batolozzi ofrece la siguiente descripción: "en cuanto a la Judería Nueva, el aspecto actual que
nos ofrece no evoca el recuerdo del pasado, salvo algún detalle excepcional. La calle Panera abierta por un
extremo a la Plaza Mayor, y a la calle de Pintores y por el otro a un extremo de la calle Moret, tiene un
trazado regular, recto con casas de construcción reciente, y únicamente en el comienzo de ellas, aparece
un tramo cubierto por doble bóveda de lunetas perpendiculares a las casas entre tres arcos irregulares que
no llegan al medio punto, dos en los extremos y uno en el centro. Este conjunto aéreo, en cierto esviaje,
aparece encalado, y sobre él se sostienen habitaciones con balcones al exterior. Más adelante se cruza
con la calle de la Cruz que en su extremo superior termina en un fondo de saco carente de interés, con
edificios de hasta siete plantas.

La calle de la Cruz responde a un trazado irregular, con un tramo recto, un codo largo y otro seguido
pero oblicuo hasta la calle Empedrada, en la que desemboca. Las casas de uno, dos y hasta cuatro pisos,
heterogéneas, algunas encaladas pero con vanos desiguales, cocheras, etc. quitan todo tipo de poética al
aspecto visual.

La sinagoga de la Judería Nueva, según la tradición, estaría situada en el solar de lo que hoy es el
Palacio del Marqués de la Isla o Blázquez de Mayorazgo, a finales del siglo XV fue transformada o
habilitada al culto católico bajo la advocación de ermita de la Cruz, y en el siglo XVIII ya no funcionaba
como tal, al haberse incluido, durante el siglo XVI, en el Palacio de la Isla.

En esta judería tenemos pruebas documentales de que vivían judíos como: el sastre Moshé Cohen, hijo
de Salomón Cohen, y Samuel Arrof. Existe también la creencia, aunque desconozco la base documental
donde se apoya, que la Casa de los Trucos, o Palacio del Obispo Galarza, situada en la calle General
Ezponda, perteneció a la familia de los Cohen de Cáceres, viviendo en ella el rabino Sargas Cohen.

A parte de estas dos juderías hay que destacar que, según las pruebas documentales de que
disponemos, en la Plaza Mayor habría grupos de casas y tiendas que pertenecerían a judíos; éste es el
caso de unas casas de Haim Alvolia y la de Samuel ben Sentó (Semtob), casado con Amanda, que estaban
situadas al lado de lo que hoy es el Arco de la Estrella. Esto es natural si se tiene en cuenta que la Plaza
Mayor era el centro mercantil principal de la ciudad.

EL FIN

Al cumplirse el plazo del Edicto de Expulsión, aquellos que se mantuvieron en la fe de sus padres
tomaron el camino del exilio pasando a Portugal por Valencia de Alcántara. Más tarde , al ser expulsados
de Portugal, iniciaron la gran diáspora sefardí por los Países Bajos, Marruecos y el Imperio de la Sublime
Puerta, es decir, el Imperio Turco, llevando en sus "alkunyas", en sus apellidos, nombres como: Casseres,
Coriat, Kuriat, Alburkerk, etc, que todavía nos evocan su vida en "Sefarad, la bien kerida".

A parte de los expulsos, los anusim, los mal llamados marranos, que optaron por convertirse al
catolicismo, siguieron practicando el judaísmo, produciéndose éste fenómeno en todas las capas sociales
de la sociedad de la época; así, cuarenta años despúes de la muerte de Don Diego García de Cáceres,
originario de Plasencia y lugarteniente de Don Pedro de Valdivia, el Conquistador de Chile, se supo que era
un criptojudío.

Haim Beinart, en "Los conversos ante el Tribunal de la Inquisición", Barcelona, Riopiedras 1983, se
refiere a la noticia de un buhonero judío de Cáceres que practicó el "berit milá", la circuncisión, a varios
conversos de Ciudad Real. Hoy en día se puede detectar en aquellas famílias que, sin saberlo, conservan
aún costumbres judías como por ejemplo lavar la carne antes de guisarla.

Actualmente, después de estar demasiado tiempo siguiendo el refrán de "Ante el Rey y la Inquisición,
chitón", volvemos la vista hacia las viejas juderías intentando recuperar y potenciar una parte importante de
nuestro pasado cultural, sin importarnos el nombre que se utilice para designarlo: Hispania, Al-Andalus o
Sefarad.

Вам также может понравиться