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A los que antes conoció, también los predestinó para que fueran hechos
conformes a la imagen de su Hijo... (Romanos 8:29)
Hay una canción que se titula Yo quiero ser más como Tú. Y más allá de la
bonita melodía debemos preguntarnos si realmente expresa el deseo de nuestro corazón:
parecernos más a Cristo. Creo sinceramente que si queremos parecernos más a Jesús
debemos contemplarle más a Él y menos a nosotros mismos. Y también creo que los
cristianos hemos perdido el arte de la contemplación y nos hemos vuelto muy ruidosos.
De lo que estoy seguro es de que cuanto más contemplamos a Jesús más nos parecemos
a Él. Podemos argüir que con la mera contemplación nada cambia y, en cierto modo, es
cierto porque después de la contemplación debemos ser dóciles y lo suficientemente
como para corregir diariamente nuestra copia. Han dicho ciertos filósofos de la
antigüedad que el hombre debe repasarse tres veces al día y examinar sus hechos. La
máxima es excelente: sigámosla. Y aún así sigue sin ser suficiente.
Tomad un pedazo de hierro, probad a darle cualquier forma y no lo conseguiréis.
Ponedlo sobre el yunque, coged el martillo del forjador, golpeadlo repetidamente y nada
habréis conseguido. Pero ponedlo en el fuego, que se ablande y se haga maleable;
colocadlo luego en el yunque, y cada golpe tendrá su efecto, de modo que entonces
podréis darle la forma que os convenga. Lo mismo ocurre con el corazón humano. No
procuréis modelar vuestro corazón frío y duro, como lo es por naturaleza, sino más bien
dejad que se caliente y funda por la acción del Espíritu Santo, y cuando esté blando
como la cera podrá reproducir fielmente la imagen del Señor Jesús. Hermanos,
roguemos al Señor que nos haga maleables en Sus manos.
Con amor,
Jesús Polaino