Juan Velázquez Sánchez

compositor de
“Dolores de San Vicente”

Por NN.HH. Alberto Romero, José Antonio Valderrama y Manuel Molina

6 LAS PENAS Febrero 2008

 “nadie podrá saber la emoción que sentí ese día, cuando me
acerqué mucho a Ella y en silencio le tarareé la marcha mientras Ella
con su mirada al cielo me parecía que la llevaba hasta su Hijo”

S u primer instrumento “profe-

sional” fue un Requinto, porque el
clarinete normal era demasiado
grande para su edad. Más tarde
consiguió el título superior de este
instrumento (Premio Fin de Carrera) y
el de piano, pero lo hizo “por libre”
estudiando en casa de don Rafael Ruiz
Amé y don Antonio Pantión (¿os
suena?) respectivamente, ha vivido
décadas, casi medio siglo ya, tocando
tras los pasos de palio sevillanos y su
vida ha transcurrido entre las alegrías
y los problemas que este mundo aca-
rrea siempre a las familias numerosas.
También, cómo no, entre tristezas,
aunque con la inmensa suerte de que
estaba inmerso en éstas cuando surgió
de su alma una marcha, “Dolores de
San Vicente” que él mismo considera
la de mas calidad musical de sus com-
posiciones y que ha regalado, genero-
samente, a nuestra Hermandad para
que todos podamos disfrutar de ella.

Juan Velázquez Sánchez, que así se llama su
autor, nació en la localidad sevillana de Guillena en
el año 1942, y apenas con siete años su padre,
también músico y director de la Banda de su
pueblo, decidió incorporarle a ella, aunque tuvo
que ser, como contaba antes, con un Requinto, un
clarinete más pequeño de lo normal para que sus
pequeños dedos pudieran alcanzarlo.
“Mi estreno fue en Alcalá del Río recuerda-, donde
mi padre decidió que fuera con la banda para tocar la
Marcha Real. A la hora de pagarme quiso darme sólo
la parte correspondiente a haber tocado esa Marcha y
los miembros de la Banda dijeron que de ninguna
manera, que me tenía que pagar como a los demás
porque lo había tocado todo… y hasta decían que me
había sabido el repertorio completo mejor que muchos
de ellos”.
Después de aquella anécdota infantil Juan, con
la música metida entre sus huesos desde niño, se
vino a Sevilla decidido a estudiar para llegar a ser lo
que es hoy. Pero no lo hizo como tantos otros,
directamente en el conservatorio, sino que tuvo la
suerte de hacer sus estudios de manera privada con
don Rafael Ruiz Amé, maestro clarinetista,
subdirector de la Banda Municipal de Sevilla y
director interino en 1972, mientras se cubría la
plaza tras la jubilación de don Pedro Braña. Unos
estudios tan bien aprovechados que en el
Conservatorio Superior de Música de nuestra
ciudad le valieron el correspondiente Título con
Premio Fin de Carrera.
Pero disfrutó, además, de otro maestro, éste de
piano, siempre recordado y venerado por todos y
cada uno de nosotros, en la intimidad de esa calle
de García Ramos donde vivió nuestro querido don
Antonio Pantión.
“Eso era antes algo que se hacía mucho. Buscá-
bamos los mejores maestros y creo que yo los tuve, tanto
de clarinete como de piano. Nunca podré olvidar a don
Antonio, a su hermano Diego, a sus hermanas…

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