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Siempre había tenido un ritual para cada una de las comidas que le
preparaba, a quien ella llamaba con respeto: “don Horacio”, aunque en
algunas ocasiones le decía familiarmente: “mi viejito”.
Horacio sonrió con agrado cuando percibió el olor del café y saboreo de
antemano los huevos “a la poblana”, que estaban casi listos. En medio de
su extravío, sabia que aquella buena mujer era excelente cocinera.
Todos los que pasaban solo la miraban con desprecio, sin que la
auxiliaran, ni sintieran la más mínima compasión por ella.
Carmen tuvo que rescatarlo varias veces de la cárcel, siempre con la idea
de que su hijo cambiaría. La vida le enseñó que eso no iba a suceder, esta
vez tuvo la fatal certeza de que estaba frente al peor delito de su hijo: “El
Secuestro”.
La lucha del hombre terminó pronto, el King Kong le llevó por la fuerza
al dormitorio de su madre, lo tiró sobre la cama y acto seguido sujetó sus
manos y sus pies con gruesas cadenas a la cabecera y la piecera de la
misma. Ella no pudo más y entró a suplicarle que no lo hiciera, pero la
respuesta fue una bofetada que la hizo chocar contra la pared; en
realidad nunca la había golpeado y ese hecho le provocó un terrible
estado de pánico que la impelió a alejarse corriendo rumbo a la cocina,
donde lloró larga y silenciosamente, luego, se limpió las lágrimas con su
delantal y se dispuso a preparar la cena.
El segundo día del secuestro, Luis la llevó fuera y le dijo: “Escuche bien
MA, quiero que vaya a un lugar (y le dio la dirección), va a encontrar una
maleta ahí, la recoge, toma un taxi y se regresa, ¿me oyó bien? Ella
asintió con la cabeza, ¡ándele pues, ya váyase!, ¡ah! y si se quiere pasar de
lista avisando a la policía, sepa que antes de que lleguen por el
desgraciado ricachón que está allá adentro, primero lo mato, así que
mejor obedezca.”
Dio con el lugar que le indicara, pero por más que buscó no encontró
nada. Después de esperar por mucho tiempo, regresó a dar las malas
nuevas, con el miedo cabalgando en sus entrañas.
Decidió esperar.
Sólo la amargaba el ver los ojos libidinosos del señor Filipo, el dueño de la
casa, le recordaban la vez que había ido a recoger leña al campo y se topó
de frente con aquel enorme puma de ojos terriblemente fieros, corrió y
corrió para salvarse y gracias a que Panchito, su hermano, le aventó una
piedra, el puma se intimidó y salió corriendo en dirección contraria. Pero
frente a don Filipo se sentía más amenazada, algo le decía que de ese
puma no podría salvarse, y tenía razón; una noche la asaltó mientras
dormía en el suelo de la cocina, ella no pudo ni gritar, pues le puso una
mano en la boca y la inmovilizó para violarla.
Cuando el niño nació, Lupe sintió un amor inconmensurable por él, quiso
llamarle Juan Manuel, como el doctor que le atendiera sin cobrarle un
solo centavo.
Así transcurrieron los primeros tres años de su hijo, su piel blanca y sus
cabellos rubios, fueron la causa de que lo tuviera escondido durante todo
ese tiempo. Pero un día se enteró de que don Filipo había caído de un
caballo y había muerto.
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Aquellos años fueron bastante agradables para las dos mujeres y el niño.
Las dos gozaban de sus juegos y sus mimos, que, intuitivo, daba con más
generosidad a Stéfana.
Pronto Stéfana tomó el papel de madre en la vida de Juan Manuel y
Lupita se dejó ganar por los argumentos de ella, que le decía que cuando
muriera lo dejaría como heredero de todos sus bienes; Lupita no era
ambiciosa, pero pensaba que a su hijo le correspondía otro tipo de
vida, de hecho se sentía inferior a él y veía con más naturalidad que
Stéfana fuese su madre, sobretodo por el color tan parecido de sus ojos y
su piel.
Así creció y pronto dio muestras de un gran talento para dirigir el rancho
al que se habían ido a vivir, para evitar las habladurías de la gente.
Con mano dura y poca piedad, hizo crecer la fortuna que dejara su
padre.
Horacio, el hijo mayor, era el más castigado, su rebeldía era todo un reto
para su padre. Se había curtido por los golpes y los soportaba sin emitir
una queja, al final, cuando lo veía sudoroso y sin poder dar un golpe
más, se dibujaba en su rostro una casi indetectable sonrisa de triunfo. El
muchacho a diario recibía agrios comentarios: “El señorito esconde la
cabeza en los libros, para evitar el trabajo de la hacienda, claro, ¡para eso
estoy yo!, que me he partido el alma para sacarla adelante" o "Raquel,
dime, ¿Catalina es la única mujercita que engendramos?, porque me
parece que tenemos dos”, decía, volteando a ver a su hijo mayor.
Esa tarde iba a encontrarse con Malena, una chica muy linda, que
conociera en el “Club Albatros “, uno de los clubes que frecuentaban sus
primas. Cuando revisó su cartera, la encontró vacía, pero recordó
que traía un cheque que su madre le enviara, ya que a escondidas de su
padre mensualmente recibía una generosa cantidad. Cada vez él se
prometía que sería la última ayuda que aceptara, pero mientras no
tuviera trabajo y llevara ese tren de vida, tendría que tragarse su orgullo.
Silvia Pérez, era una chica que había demostrado un carácter lleno de
fortaleza desde que era muy pequeña.
Una noche, cuando ella contaba con once años, fue despertada por gritos
y ruido de muebles cayendo, asustada corrió a investigar el origen de
esos ruidos y encontró a sus padres enzarzados en una discusión , ella le
decía: “No Pablo, no te lleves ese dinero, mañana necesito comprarle
algunos libros a Mario y la provisión para la semana.” “No me importa
para que quieras el dinero, me lo llevo, porqué bastante los he mantenido
para que por lo menos alguna vez me den algo.” Ella trató de quitarle el
dinero que tenía apresado en su mano derecha, pero él de un fuerte golpe
en la cara se la quitó de encima.
En ese momento Silvia, enarbolando una escoba, se fue sobre su padre y
lo golpeó haciéndolo trastabillar y caer cuan largo era, antes de que se
levantara, le dijo: “¡te largas de aquí, ahora mismo y no queremos volver
a verte!” Lo dijo con tal autoridad y convicción, que su padre no hizo más
comentario, dejó los billetes y salió sosteniéndose la cabeza.
“Magda tiene razón, Horacio”, dijo Vicky que bajaba al comedor en esos
momentos, “necesitas un poco de “roce”, ¡ya basta de estar en el
anonimato! Oye, por cierto, Malena está enojadísima, dice que siempre la
dejas plantada, no seas cruel, ella es una chica muy linda, desinhibida y
bastante simpática, hasta podrías llegar con ella al Ritz, sería una buena
“carta de presentación” para ti, bueno, es solo una sugerencia.”
Horacio no quería creer su buena suerte, tenía una cita el lunes siguiente,
para encontrarse con el dueño de la firma de abogados más
importante en la ciudad de México, casi no podía esperar y su domingo
con Silvia se le hizo insulso, pobre y desmotivado. Se despidió temprano y
cuando lo hizo, no notó la sombra que había en los ojos de su novia.
Para las doce del día, Horacio había sido agregado a la lista de abogados
de la firma Fernández de Hoyos y dos horas más tarde, compartía el
almuerzo con Martha, que coqueta y elegante tomaba un “etiqueta roja”,
mientras lo veía divertida tras su vaso. “Bueno, no es para tanto, amigo,
solo fue un empujoncito el que te di, mi padre no te hubiese contratado
sino hubieses valido la pena, no es ningún tonto, lleva ya muchos años en
el negocio.”
Por ese tiempo, la madre de Silvia se puso bastante enferma, a tal grado
que tuvo que ser hospitalizada. Ella llamó a Horacio por teléfono y le
avisó lo que sucedía, él quedó de ir a verla por la tarde; pero don Andrés
lo requirió con urgencia y lo mandó a San Antonio Texas a arreglar un
asunto según él impostergable.
Mientras el avión despegaba, Silvia recibía la noticia de que su madre
acababa de morir.
Sintiendo una gran desolación, lloró sola en aquél frío pasillo, por el que
nunca apareció Horacio.
En cuanto bajó del avión corrió al hospital. Lo único que encontró fue la
noticia de que el día anterior había muerto la madre de Silvia, preguntó
por la ubicación del velatorio y hacía allá se dirigió.
“Horacio, es necesario que dejes todos los asuntos que tengas, en manos
de alguno de tus compañeros, vamos a hacer un despliegue publicitario
sin precedentes y quiero nombrarte jefe de campaña.” “¿Jefe de
campaña, de qué campaña me habla?” “Oye, no seas tan discreto, de
seguro Eladio te habló de su candidatura.” “Pues no, no estaba enterado
de nada.” “Bueno, ahora lo sabes, ¡tu tío Eladio para gobernador de
Morelos! ¿Qué te parece?” Horacio sintió que bullía una rabia sorda
dentro de sí y contestó: “mire, don Andrés, espero tengan mucho éxito
con sus planes, pero yo no le entro, es más, considéreme fuera de su
firma.” Andrés no se inmutó, dándole la espalda fue a servirse un vaso
de whisky y mientras vaciaba los cubos de hielo le dijo: “tranquilo,
piénsalo bien, esta puede ser tu gran oportunidad, no serás uno de los
tantos abogaditos que tengo bajo mis órdenes, sino nada menos que el jefe
de campaña del gobernador de Morelos, porque de que será gobernador,
lo será, sin lugar a dudas.” Horacio iba a iniciar una protesta, pero lo
siguiente que escuchó lo dejó helado: “oye, quiero felicitarte por tu buen
gusto. ¡Qué chica te cargas! Muy linda y muy inteligente, Silvia Pérez,
bueno el apellido no dice nada, pero, bueno, no se puede tener todo en
esta vida. Lástima que sea una lidercilla revoltosa, de esas que hablan mal
del gobierno y se oponen a todo nada más por fregar, dile que desista de
sus tonterías, una belleza como ella en la cárcel es un desperdicio, ¿no
crees? Por cierto, dale mis condolencias por la muerte de su madre.”
Inmediatamente entendió la amenaza velada que había en sus palabras y
se le vinieron a la mente las palabras de Silvia: “¿Dejar la firma? ¡En qué
mundo vives!” Sí, se había metido en una trampa de ratón, se podía
entrar, pero no salir.
Pulsó el timbre, le sudaban las manos, estaba ansioso por ver de nuevo a
Silvia, nunca como en ese momento sintió esa necesidad tan grande de
tenerla de nuevo entre sus brazos. Después de una larga espera se abrió la
puerta y en lugar del aroma conocido de pan recién hecho que siempre
percibía al llegar, un fuerte olor a pintura le llenó la nariz y tras el olor la
casa vacía y el rostro de un hombre sucio que le dijo: “yo no enseño el
departamento, si quiere informes, vaya a ver al portero, está en el 16.”
“Oiga, pero… las personas que vivían aquí, ¿adónde se fueron?” “Mire,
yo no se nada, vaya al 16.”
El portero lo miró con ojo crítico. “¡Ah, sí, lo recuerdo! Usted venía a ver
a la niña Silvia, pues se fue la semana pasada, mire, nos regaló sus
muebles.” Le pareció una blasfemia ver aquellos amados sillones y la
mesita donde tomara por primera vez el café con la rebanada de pastel
más perfecta y exquisita que hubiera probado en su vida. “Pero, ¿adónde
fue?” “Parece que a Estados Unidos, con su hermano, pero, espere, creo
que me dejó algo para usted, pase mientras lo busco.” “No, aquí lo
espero.” No quería sentirse más desolado contemplando el naufragio en
que se habían convertido las pertenencias de su querida Silvia.
Sintió que había pasado una eternidad antes de que regresara el viejo,
que de pronto se materializó con lo único que necesitaba en esos
momentos, unas simples hojas de papel.
Horacio:
Es triste la herencia que nos marca de por vida, esa de la que no nos
podemos desprender o que nos lleva a seguir una línea que quizás no nos
gusta, pero que nos impele a desgastarla, como si fuese la misma ropa. Sí,
a veces quisiéramos andar desnudos, libres, como cuando niños sin
prejuicios nos bañábamos en el río despreocupadamente, cubrirnos nos
disgustaba; pero al paso del tiempo aprendimos a vestirnos, casi como
autómatas. Cubrimos nuestro cuerpo, nuestras ideas, nuestros deseos y
aprendemos que el futuro debe también estar cubierto, la seguridad ante
todo; una casa, un auto del año, un prestigio, un nombre, eso es lo más
importante.
¿Te hablé de Tlaltelolco?, si, yo estuve ahí hace cuatro años, cuando
apenas tenía 19 años y cursaba la preparatoria. Los maestros nos
hablaban con la verdad, nos situaban en la realidad social en que nos
encontrábamos, aparentemente teníamos libertad, pero el gobierno
controlaba a la opinión pública, coartaban la libertad de expresión y
daban concesiones al capital extranjero, prestándose a toda clase de
corrupción y componendas a su favor. Los pobres, cada día eran más
pobres y los ricos veían aumentar sus ganancias. Las cárceles se llenaban
de las personas que levantaban la voz para denunciar la verdad, se hizo
frecuente la palabra “presos políticos”.
Al otro día solo hubo una pequeña nota en los periódicos, diciendo que
una turba de maleantes se habían enfrentado en la Plaza de Tlatelolco
por el liderazgo de unas pandillas, que incluso había habido un tiroteo y
habían salido heridos algunos pandilleros. Pero los muertos, los muertos
estaban, madres, padres, esposas, hijos, buscaban a sus muertos.
Esa fue la primera vez que tuve un nombre de verdad, no con el que
había nacido, entonces comprendí que no tiene ningún valor el nombre
que se hereda, porque no cuesta ningún trabajo obtenerlo, lo que vale es
el nombre que te ganas a pulso. ¿Sabes?, tú me diste mis dos últimos
nombres, me llamaste: “mi amor, mi bien”, sé que también me pertenece
porque cuando me lo pusiste, me viste a los ojos y decías la verdad.
Hasta siempre.
Don Juan Manuel Ramírez de la Cruz, su esposa y sus tres hijos, llegaron
dos días antes de la boda y fueron recibidos con muestras de agrado por
parte de los Oviedo, que les ofrecieron su casa encantada.
Cuando salió del baño, le extrañó ver a los dos hombres que lo habían
inmovilizado fuera del despacho del presidente, uno de ellos hablaba en la
puerta del baño de mujeres: “Señorita, este no es el sitio correcto para
usted, si quiere puede ir al baño del despacho del señor presidente o de
cualquiera de los baños interiores, usted peligra aquí.” “¡Déjenme!, es
que no puedo estar a solas por lo menos un minuto”, gritó una voz
llorosa y desconsolada. Horacio identificó la voz, era la hija del
presidente. Camino rumbo a la salida y de pronto la puerta del baño se
abrió y casi lo tira, los hombres volvieron a sujetarlo y la chica le dijo:
“Oiga, ¿me está siguiendo?” No señorita, simplemente vine al baño, ¿es
un delito?” “No claro que no, a ver, usted que es tan buen “jefe de
campaña”, ¿por qué no me hace propaganda para que mi padre me
entienda? Porque creo que lo escucha más a usted que a mí”, dijo entre
llorosa y sarcástica.
Horacio rió de buena gana. “¡Que caso! ¡Una hija me pide que la
comunique con su padre!, pues permítame decirle que no tengo esa
solución, es la primera vez que veo al señor presidente”, su rostro de
pronto cambió, asomó una linda sonrisa y dijo: “¡Ah! ¿La primera vez?
Bueno, pues no será la única, a ver venga, vamos a hablar un poco.” Lo
tomó del brazo con familiaridad y lo llevó a un saloncito muy agradable,
luego pidió café y galletas.
Sus amigos bromeaban con él: “¡Vaya, quién lo dijera!, ¡Horacio “El
conquistador”!, tuviste la oportunidad con las dos Marthas más
codiciadas del reino, ambas hermosas, ambas ricas, pero desde luego,
escogiste a la mejor, ¡FELICIDADES!”
Siempre pensó que la siguiente vez que viera a su padre, él le diría: “Hijo,
perdóname, me equivoqué al ponerme intransigente contigo, tú me
demostraste que tenías razón.”
Pero al estar frente a frente, lo único que encontró fue el mismo gesto
orgulloso que le conociera y la fría mirada que no había cambiado en lo
más mínimo. Solo le dijo después de estrecharle la mano: “Ya ves, que tal
sino te aprieto el cincho (el cinturón)” Ese comentario lo hirió más que
cuando trataba de someterlo a fuetazos.
Se fueron a las islas Hawai de luna de miel. Descubrió que Martha era
virgen, pero su maestría en la cama estaba muy lejos de ser la de una
chica inexperta, y aunque le sorprendió agradablemente, también le dejó
desconcertado.
Año y medio después nacía Horacio y solo dos más tarde, nació Manuel.
Martha pretextó un problema ginecológico y se las arregló para decirle
adiós a la maternidad.
Cada vez que Horacio llegaba a su casa, se encontraba con que no estaba
su esposa y que sus hijos rehuían su presencia. La sirvienta le preguntaba
con un tono que en el fondo era de fastidio: “¿Va a cenar señor?” “No,
puedes irte a dormir.”
Horacio solo esperaba la luz verde del presidente para poder tirar por
tierra a puros hachazos ese tremendo árbol que parecía tener un poder
ilimitado, pero él sabía por donde cortar para tirarlo. Cuando le fue dada
la orden, recurrió a la amistad que tenía con algunos
periodistas, comenzó a hacer la labor de informante secreto y los puso al
tanto de los malos manejos del “Perro Canchola” y terminó denunciando
también a don Andrés, como cómplice y socio de dicho sujeto.
Silvia, Silvia, cada vez que la recordaba, un dolor le removía las entrañas.
“¿Te preocupa que oigan los guardias? No importa, esto ya es del dominio
público, lo que no sabes es que mi padre todavía tiene amigos, ten
cuidado porque puede pasarte algo desagradable, gracias a tu traición
tienes muchos enemigos acechando a que te descuides solo un poquito.”
Habían pasado ocho años y en ella casi en nada había cambiado, estaba
hermosa, quizás más madura, pero sus ojos seguían irradiando esa luz
que tanto había echado de menos, aunque notó una chispita especial en
sus ojos. - Pasa, ven, cuéntame como te ha ido -, - pues, que te puedo
decir, todo me parece árido no teniéndote cerca -, Silvia hizo un gesto
divertido, - te ves muy elegante, ya se ve que eres un señor importante-, -
¿que me dices de ti?, leí que eres una escritora de mucha aceptación -, -
jojana, ¡como corren los rumores!, pues si, he tendido cierto éxito
escribiendo, pero no es de lo que estoy más orgullosa, mi orgullo es mi
grupo de teatro , pero antes que eso, mi hija -, él la miró sorprendido , -
¿tienes una hija?- , si , es una preciosa criatura de solo dos añitos -,
-¿eeestàs casada?-,- no, tuve una relación, pero no funcionó, ahora vivo
sola con mi hija , ¿quieres conocerla?-, - si , desde luego- , lo tomó de la
mano y le indicó silencio, la camita contenía una replica en miniatura de
Silvia, era una bella niñita de largas pestañas, que dormía profundamente
abrazada a una muñeca de ajado vestido, ella le informó : - Se llama
Jimena -.
El conocer a ese bebé, lo impactó, sintió que esa debería ser su historia,
estar ahí, en ese cuarto, con Silvia y una hija de ambos, respirando esa
atmosfera de paz y equilibrio perfecto.
Su antiguo cuarto estaba intacto, parecía que había salido de ahí el día
anterior ; pasó los dedos por el lomo de sus libros de texto y sus novelas,
esas novelas que le había hecho concebir un mundo lleno de nobleza y de
actos heroicos, un mundo ideal, tan diferente al que ahora vivía.
Algo pasó después que lo hizo arrepentirse de haber abierto la boca. Pita
salió un día con su atadito de ropa, para no regresar jamás, antes llegó a
la puerta del despacho de don Juana Manuel: - Me dolió que aunque
Stéfana te dijera que yo soy tu madre, tú nunca lo reconociste y me
refundiste en la cocina, para que nadie me viera, todo lo aguante por no
dejar de ver a mis nietos, si, ¡mis nietos!, aunque tu mujer y tú digan que
no lo son. Ahora me sacas de tu casa y me alejas de mis niños, pues ya no
tienes mis bendiciones, ¡me das lástima y desde hoy, de verdad has
dejado de ser mi hijo! Horacio lloró tras los cristales de su cuarto,
sintiéndose culpable.
Un día fue Jorge al pueblo a comprar unos aperos que necesitaban, papá
buscó las notas de la venta del tomate y no las encontró en su despacho,
pensó que tal vez Jorge las tendría en su dormitorio y se dirigió allá, las
buscó en sus escritorio, cuando las encontró, y comenzó a leer las notas de
las ventas, de la carpeta resbaló una carta; aparentemente era de uno
de los chicos que habían estado el verano pasado, el remitente decía :
Armando Hernández y reconoció el nombre, la carta era para Jorge ; lo
que decía la carta dejó en shock a papá, ya que hablaba de un gran
enamoramiento por parte de Armando hacia Jorge y lo peor era, que al
parecer Jorge correspondía a ese amor.
A veces los celos hacían presa de él, pensaba en que otros disfrutaban las
mismas vivencias con Angelina y hasta deseó sacarla de ahí y llevársela a
donde solo fuera para él. Pero no, le gustaba encontrarla en ese lugar,
abrir la puerta del pequeño cuarto y ver su carita fresca, como un
anticipo del placer que le proporcionaba siempre que lo solicitaba.
Otras veces imaginaba que la chica sufría cada vez que él se iba y que
cuando salía, ella se echaba llorar, haciendo esfuerzos por no salir a
decirle: - ¡por favor, no te vayas! Entonces la espiaba y lo único que veía,
era que Angelina se afanaba en limpiar el cuarto de baño, sin voltear ni
una sola vez a la puerta.
Cuando el Dr. nos dijo que mi hermano estaba fuera de peligro, le sugerí
a mi madre que te avisara, pero ella, con toda lógica pensó que para que,
si tú te encontrabas en New York y ni modo que regresaras, solo porque
tu hijo menor estaba hospitalizado.
Mi fantasía terminó una vez que escuché una discusión entre mi madre y
tú, le decías que dudabas que tanto mi hermano, como yo, fuésemos tus
hijos; entonces supe por qué nunca te acercabas a nosotros y ya no esperé
más tu reconocimiento, me lancé de lleno a odiarte y la verdad, lo he
conseguido.
Horacio no dijo nada, miró a su hijo con tristeza y salió cerrando con
suavidad la puerta.
Horacio rodeo la casa, para buscar a su hijo, pero cuando llegó al patio
trasero, él ya había subido a su auto y enfilaba hacía la calle, corrió a
alcanzarlo, pero el chico al verlo, aceleró y por el espejo lateral, vio como
corría desesperado, tratando de detenerlo. Sonrió complacido: - ¡Que se
joda!, pensó.
De origen humilde, desde niña aprendió que nadie le daría nada de lo que
deseaba y que ella misma tendría que conseguirlo.
Por las noches, llegaban los chicos y tenían que entregar a su madre lo
que ganaran durante el día, a veces se enojaba y les espetaba furiosa:-
¿nomás traes esto?, ¡güevòn!, ¡si mañana no me traes más, te quedas en
la calle a dormir! -, a veces comían unos tacos de frijoles con café aguado
y se iban a dormir todavía con hambre, había dos colchones viejos tirados
en el suelo de la paupérrima vivienda y ahí se acomodaban, pero era tal
su cansancio que se dormían en seguida.
Así pasó casi dos años teniendo una relación de noviazgo con Jesús y
trabajando en los baños, sin que él se enterara de su verdadero
oficio. Con el tiempo él le dijo que quería conocer a su familia y ella le
mintió, le contó que era huérfana y que vivía con una tía. Luego buscó a
una antigua compañera de trabajo y le pidió que le permitiera vivir con
ella.
Pronto conoció a la familia de Jesús, por primera vez sintió que ella podía
haber tenido una familia así, modesta y pobretona, pero honrada, con un
padre, una madre y hermanos que iban la escuela y que eran atendidos
con cariño.
Por algún tiempo todo fue bien, el jefe estaba contento con ella;
era puntual, disciplinada, limpia y atractiva. Sus clientes, hombres de la
clase baja, no le daban mayores problemas.
Para colmo de su buena suerte, de pronto tuvo por cliente a aquel gentil
señor, tan guapo y tan generoso. A veces era medio extraño y decía cosas
entre dientes, que ella no entendía, pero a pesar de sus rarezas, le parecía
muy distinto a los hombres con los que acostumbraba tratar. A veces le
regalaba cosas y siempre le daba jugosas propinas.
Le gustaba verlo llegar con esos trajes tan elegantes, su ropa era suave y
la loción que usaba olía muy bien.
Pero un día apareció por los baños, Luis, “El King Kong”, cuando lo vio
entrar se asustó, era un hombre muy alto y muy corpulento, lo primero
que le dijo fue:-¡que me miras pendeja!, ¡quítate esta fregadera! - le
arrancó la sábana que la cubría y la poseyó con lujo de crueldad, no
estaba preparada para su acometida y la lastimó, parecía un animal en
brama. El suplicio terminó pronto, salió sin más, ni siquiera le dejó
propina. Se levantó como pudo y se miró en el espejo, tenía algunos
moretones y sentía como si le hubiera pasado un auto encima.
Desde que le tocara la mala suerte de encontrarse con “El King Kong”,
sentía desconfianza y se asomaba a ver quien llegaba. Un día lo vio
regresar y comenzó a temblar de miedo, esperaba verlo entrar,
pero cuando se abrió la puerta se llevó una agradable sorpresa, era su
cliente favorito, sonrió con alivio y se dispuso a atenderlo. Antes de irse, le
entregó una bonita blusa de seda y una muy buena propina, ella le sonrió
agradecida y por primera vez le dijo: - gracias -, la sonrisa en el rostro de
él, le pareció radiante, la tomó de los hombros y le dio un beso suave en la
mejilla diciéndole: - gracias a ti - y salió.
Su madre los recibió en la puerta, sin preguntar nada hizo los arreglos
necesarios para instalarla en el cuarto de Jesús y en seguida salió a
buscar un doctor.
Solo una cosa le hizo entristecer: - Una noche cuando veían las noticias en
la TV, supo quien era y como se llamaba el que fuera su cliente favorito.
Escuchó que lo habían secuestrado y sintió pena por él; algo muy dentro
de su mente le llevó la imagen terrible del “King Kong”, cerró los ojos y
se abrazó a su marido.
Luis regresó a los Baños Pérez, al día siguiente, pero no entró a ningún
cuarto, se dedicó a tomar un refresco en el mostrador con don Pascual,
que le informó que Angelina no había regresado, pero él estaba más
interesado en el cliente ricachón del día anterior, muy sutilmente le
preguntó por él, -que raro se me hizo ver ayer a un tipo tan elegante en
unos baños como estos -, - ¿de quien hablas, del tipo del carraco? -, - aja-,
pues a mí también se me hace raro verlo por aquí, pero ya sabes que los
ricos tienen sus caprichos, pa mí que le tiene ley a la Angelina, hace ya
mucho tiempo que es su cliente -, - ¡uy!, pues más le vale que regrese
pronto la palomita, sino se queda sin los buenos billetes -.
Don pascual pensó que “El King Kong” también se había prendado de
Angelina, pero no era eso lo que le impulsaba a ir a diario por ahí, su
verdadero objetivo era encontrarse con el tipo adinerado que conociera el
día que golpeo a Angelina.
Había ido madurando una idea, para esto había robado un viejo
Volkswagen.”El Toribio”, que era propietario de un dehuesadero de
autos, pintó el carrito y le cambió las placas. Luis le había llevado muchos
autos robados y él se dedicaba a cambiarlos o a desbaratarlos, para evitar
que fueran detectados por la policía.
Su constancia dio buen resultado. En una cuantas semanas más, vio llegar
el auto de Horacio. Espero afuera de los baños y fue testigo del terrible
coraje que hiciera el tipo aquel cuando no encontró a Angelina. Lo miró
salir triste y abatido, luego subió a su auto, él lo siguió y así supo donde
vivía y comenzó a planear su secuestro.
Con la misma paciencia que había tenido para verlo llegar a los baños,
vigiló cada uno de sus pasos, se enteró que tenía un guardaespaldas y un
chofer, que llegaba muy tarde a su casa y que salía temprano. “Un día se
va a descuidar”, se dijo a si mismo.
Ese día llegó, fue un golpe de suerte para Luis, iba llegando al lugar en
su autito y antes de doblar la esquina, vio a Horacio en la parte de atrás
de su casa, se regresó a ver que pasaba y se dio cuenta de que uno de sus
hijos había subido a su auto y que por más que lo llamara, él no le había
hecho caso, salió acelerando, mientras el padre corría tras el Chevy, sin
que lograra alcanzarlo. Se quedó parado a media calle, desalentado.
Era la oportunidad que había esperado, él también acelero para llegar
junto al hombre, frenó, bajó de su auto, lo amagó con una pistola y lo
subió con lujo de fuerza. La maniobra no duró ni dos minutos. El
hombre quiso luchar por su vida, pero lo tenía encañonado detuvo el
auto un momento en una calle solitaria. Horacio comenzó a forcejear
con él y a tratar de quitarle la pistola, ganó Luis y le dio un golpe en la
cabeza con la cacha de su pistola, se desmayó, aprovecho esto para
taparle los ojos y amarrarle las manos y los pies, con las vendas y
cuerdas, que tenía preparadas para este fin, después enfiló rumbo a su
casa.
La policía les dijo que tenían que estar alerta, para captar el siguiente
llamado. Este se recibió al día siguiente, Manuel se apresuró a contestar y
en el otro extremo un policía escuchaba la conversación. El hombre al
otro lado de la línea, le dijo que si ese mismo día no le llevaban el dinero
que había exigido, su padre moriría y le dio nuevamente las señas, el
policía escribió la dirección, pero mientras lo hacía, Manuel, que estaba
drogado, sintió que salía todo el odio y el resentimiento que sentía hacia
su padre y dijo : - Mira, no llevamos ningún dinero, ni pensamos hacerlo,
así que has lo que quieras, al cabo que es un hijo de puta - y le colgó el
teléfono. El policía que escuchaba en el otro teléfono lo miró con ojos
fieros y se le enfrentó: - Mira niñito, esto que acabas de hacer, es la peor
tontería de tu vida, no sabes como te vas a arrepentir, pídele a Dios que
vuelva a hablar el tipo ese.
Carmen decidió que se irían a otro lugar para evitar que reconocieran a
don Horacio y la culparan de haberlo secuestrado.
Ese mismo día se dirigió a la dirección y pudo ver salir a Horacio jr., le
asombró el parecido que tenía con el hombre que el conocía, tras él salió
su esposa, una chica muy joven y linda, se despidieron con un beso, se
les veía enamorados y felices.
Apenas unos minutos después de que se fuera Horacio jr., llegó otro auto,
de él salió un hombre mayor vestido de manera elegante y Javier pudo
constatar que se trataba del ex presidente, bajó del auto con cierta
dificultad y salió a recibirlo una mujer mayor, él recordaba haber visto
alguna vez a la hija del presidente, le pareció bastante atractiva, pero
ahora lucía avejentada y la tristeza había resquebrajado sus facciones.
Le platicó todo esto a Carmen, ella le preguntó si pensaba que sufría por
su esposo, - es posible Carmelita, pero recuerde que también perdió a un
hijo - , se le llenaron los ojos de lágrimas, - Dios, ¡por que tuve un hijo tan
malo!, - ¿nunca volvió a saber de él ?, Carmen asintió con la cabeza -
Una vez leí en el periódico, que habían capturado a una banda de
robacoches, lo reconocí entre los maleantes, creo que lo encerraron en el
Reclusorio Sur -, - ¿cree que todavía siga ahí? -, ella subió los hombros,
¿quisiera ir a visitarlo?- , -no creas que no lo he pensado, pero me da
miedo verlo, creo que no lo he podido perdonar, pero trato. Cuando esté
limpia de rencores, podré verlo a los ojos, antes no -La recuperación fue
lenta, ella notó que había quedado afectado en su salud y se esmero en
cuidarlo.
Después de un tiempo, pensó que no podía retrasar más el día que debía
llevarlo junto a su familia y quedó con Javier para salir al siguiente día
por la mañana, rumbo a la ciudad.
Fin
Gracias por leer esta historia, me disculpo por lo errores que haya tenido, ya que cada capítulo fue
saliendo día a día, pero lo escribí con mucho cariño.
Los errores han sido enmendados Madame, conjuntamente por Agata et moi