Вы находитесь на странице: 1из 2

Una historia violenta

Por Carlos bonfil

Tomado de La Jornada. Domingo 11 de diciembre de 2005

Cuerpos invadidos. En buena parte de su filmografía, el


canadiense David Cronenberg ha cultivado la metáfora de la
invasión viral, ilustrando el colapso de una sociedad con el
súbito caos que se genera en el interior de un organismo humano o
con el paulatino desquiciamiento de una mente.
En una de sus primeras cintas, un virus desata el frenesí sexual
en una población entera; en otra, una madre engendra un monstruo
como fatalidad de la manipulación genética; más adelante, dos
gemelos compiten en malevolencia hasta la autodestrucción, y un
hombre experimenta con su propio cuerpo hasta transformarse en
insecto; otro más, confunde, esquizofrénico, dos etapas de su
vida.
Los personajes del director de Crash, Spider y Almuerzo desnudo
encarnan de modo coherente y a la vez alucinado diversas
obsesiones de la cultura moderna, el gusto por la violencia, la
tiranía audiovisual, las faenas del cuerpo humano vuelto fetiche
y la sexualidad como instrumento de dominación absoluta. Una
historia violenta (A history of violence) muestra de modo
brillante el manejo combinado de diversos géneros fílmicos: es a
la vez un thriller con mitologías de western, y una historia de
horror cercana al suspenso hitchockiano. Perros de paja y también
El hombre equivocado. Una crisis de identidad, una posible
fantasía onírica, la suspensión de lo creíble, una realidad
escindida, el culto de la ambigüedad, son elementos que se
entremezclan caprichosamente en la descripción de un pequeño
pueblo estadunidense y en la trayectoria de un apacible padre de
familia de pronto volcado al delirio homicida.
Una primera secuencia, breve, brutal, refiere en pinceladas
sanguinolentas la ejecución de una familia. Una rápida transición
conduce al seno de otra familia que, a lo largo del film, pudiera
sufrir la misma suerte. Una niña teme la oscuridad y la pesadilla
recurrente en la que aparece un monstruo; el padre que la
reconforta bien puede encarnar esa misma figura maligna o el
héroe destinado a combatirla. Lo que sigue es el retrato de Tom
Stall (Viggo Mortensen), hombre de familia, ciudadano modelo,
transformado paulatinamente, por circunstancias adversas, en otro
hombre, Joey Cusack, un criminal implacable. Su hijo aprende de
él la civilidad y el gusto por las soluciones pacíficas, aun
cuando es agredido cada día en la escuela; su esposa y su pequeña
hija lo adoran. De pronto viene el descarrillamiento existencial.
Este hombre tiene tal vez un pasado siniestro, y la familia su
primera prueba de fuego. Dar mayor información sobre la evolución
de la trama sería estropearle el placer al espectador. Baste
señalar que este relato de Cronenberg, inspirado libremente en
una novela gráfica de John Wagner y Vince Locke, confunde
maliciosamente las interpretaciones posibles.
El asesino podría ser un hombre que por largo tiempo ha ocultado
su pasado delictivo, engañando a todo mundo y en particular a su
familia, o podría tratarse simplemente de la fantasía de un
comerciante frustrado que se sueña personaje de una historia
policiaca o de una tira cómica, o el héroe de una cinta del
oeste. Vengador anónimo, a lo Charles Bronson, o justiciero
crepuscular defendiendo en el Midwest conservador a los suyos. O
también una figura trágica, objeto de una confusión absurda que
en un instante transforma su existencia.
Luego de Spider, su formidable incursión en la esquizofrenia
onírica, cinta nada comercial, de complejidad sofisticada,
Cronenberg regresa a una narrativa en apariencia convencional, en
un thriller eficaz en el que no deja de inocular uno a uno sus
temas predilectos, con un énfasis en la simulación y en la
violencia, con el posible matiz político que metafóricamente
alude a la impunidad de una escalada bélica sustentada en la
mentira.
En el microscosmos pueblerino, una historia de la violencia
imperial. El reparto es impecable. Viggo Mortensen confiere
credibilidad y fuerza a sus dos personajes antagónicos, un nuevo
John Doe (Capra/Gary Cooper) y un Dirty Harry (Clint Eastwood);
María Bello declina en múltiples matices la indignación y el
horror que le produce descubrir en su esposo a un individuo
extraño; Ashton Holms, el hijo adolescente, crece de una escena a
otra en su lenta incorporación del legado genético de la
violencia, y Ed Harris es el villano memorable en un sádico
ajuste de cuentas. Hay una breve y sustanciosa aparición de
William Hurt, hermano enemigo del protagonista, y la brutal
escena de una cópula marital, en una escalera, donde se confunden
el deseo y el odio como un síntoma más del incontenible deterioro
familiar.
Una vez más, la partitura imprescindible de Howard Shore y la
fotografía cómplice de Peter Suschitzky. Una película
perturbadora, quintaesencia de un Cronenberg en su mejor momento.

Вам также может понравиться