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La hermosura lo movía a la generosidad. Era la hora en que la luna se pegaba sobre el empedrado y empezaba a confundirse con aquel antiguo dilema de acerca de quienes gozan más con el placer sexual: si las mujeres o los hombres. De pronto, una de las mujeres que bajaban por la calle Urquiza, llegó resueltamente llegó hasta el joven mozo: "Te estaba buscando", dijo y dio una voltereta empujada por el viento que en esa esquina se ensaña con las mujeres que usan pollera.
La hermosura lo movía a la generosidad. Era la hora en que la luna se pegaba sobre el empedrado y empezaba a confundirse con aquel antiguo dilema de acerca de quienes gozan más con el placer sexual: si las mujeres o los hombres. De pronto, una de las mujeres que bajaban por la calle Urquiza, llegó resueltamente llegó hasta el joven mozo: "Te estaba buscando", dijo y dio una voltereta empujada por el viento que en esa esquina se ensaña con las mujeres que usan pollera.
La hermosura lo movía a la generosidad. Era la hora en que la luna se pegaba sobre el empedrado y empezaba a confundirse con aquel antiguo dilema de acerca de quienes gozan más con el placer sexual: si las mujeres o los hombres. De pronto, una de las mujeres que bajaban por la calle Urquiza, llegó resueltamente llegó hasta el joven mozo: "Te estaba buscando", dijo y dio una voltereta empujada por el viento que en esa esquina se ensaña con las mujeres que usan pollera.