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Quiero atender a tu ofrecimiento. Sabes que soy especial conocedor del desarrollo de tus
esculturas. Hemos hablado largo y tendido sobre su proceso. He visto las piezas rondando por
el taller, de camino al taller de fundición, y finalmente montadas. El valor que encuentro en la
serie, tanto a nivel artístico, como personal, requiere, por mi parte, una respuesta a la altura.
He querido ponerme manos a la obra, pero para escribir un texto que merezca tu trabajo, es
difícil salir de mi pequeño lugar de olas, aquí, en la playa hirviente donde vivo. Frente a un
balcón hacia el azul, y caminando en la orilla en estos densos días de agosto, no puedo tener
más perspectiva del que moja sus pies en mi charco diario. Esto es lo que me es más cercano,
que al tiempo encuentra un nexo común de interpretación. Ante tal esfuerzo de síntesis,
quisiera evitar lo que sería un injusto y frío análisis de tus esculturas. Por eso, antes de
explicarte mi descansada derrota ante mi idea inicial, quisiera ponerte al día de esta visión
paralela, según la más elemental dualidad frente a tus piezas: bronces y blancos.
En estos días previos habían encontrado una respuesta poética a las piezas de bronce en
estos lugares donde los objetos son elementos de tránsito dejados entre las rocas:
Hoy he encontrado
al fin
las lavas que nos faltaron:
blandiendo en la costa
en ígneos suelos
caían rugosas
en nuestro tiempo.
Coladas se abren
con noble genio
fraterno un abrazo
formas y rizos
de ayer quisieron
tocar un cielo
transparente
en la luz ardiente,
y eterno.
Los blancos desde este mi balcón son fluorescencias refulgentes de rizada espuma:
colores de isla
brillantes los lomos
del agua en las lajas,
del juego y brío
de espumas
abierto
Siendo así, con este sentimiento de compañero irresponsable, ayer he apagado mi blanca
pantalla de ordenador para dar un paseo por la caleta a sentir el silencio de los charcos en
marea baja. Y no he podido más que sentarme en una de estas rocas, en el caer de una día
más, para ver tus piezas reflejas en estos espejos de nadie. Frente al sol he visto el agua como
puente entre dos frentes amigos. He visto tus grafismos en un plano de mar brillante
encrespado por el viento. También la espuma se había convertido en algo así como un
arquetipo de aquella rendición, como en un vacío de pura receptividad y creación. Gran madre
del agua que baña, patina y oxida estos cuerpos, dándoles esta noción de brillante realidad y
presente. No sé si es demasiado imaginar el ver esta regularidad natural en las límpidas aguas,
frente al último rayo, y en las lentas líneas de perfecto compás en superficie.
Por ello, no me queda más que disculparme por mi egoísta manera de verme reflejado en tus
creaciones, y aceptar el resultado de estas líneas como un nexo entre dos frentes firmemente
reconciliados.
Un saludo desde la otra isla.
Atilio Doreste
Profesor Titular de Pintura en la ULL
La Laguna, 4 de agosto de 2003