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La erosión que tiene lugar en y a través de las corrientes de agua -dígase río, quebrada u
otra de sus formas– ha sido quizás una de las mayormente atendidas en el marco del control
de la erosión dadas las serias consecuencias que de ella pueden derivarse sobre el hombre, y
en general, sobre el funcionamiento del sistema socio-económico. Entre otras, cabe
mencionar las pérdidas de tierra por la divagación de la corriente, las cuales son
generalmente las más ricas por su aplicación a los cultivos; el riesgo a inundaciones y
pérdidas de vidas humanas y viviendas, en algunos casos producto de tiempos de
concentración bajos que caracterizan la fenomenología torrencial (a su vez estrechamente
relacionada con los procesos de deforestación en las partes altas de las microcuencas y los
tipos de utilización de las tierras); y el desprendimiento y transporte de cantidades
apreciables de sedimentos que contaminan aguas de consumo doméstico y que a su vez
disminuyen la vida útil de medianos y grandes proyectos, caso de los embalses para la
producción de agua y generación de energía.
El movimiento del agua que circula por el cauce de una corriente de agua produce el
desprendimiento y posterior transporte de los materiales que conforman su perímetro
mojado, el cual puede ser definido como aquella porción de la sección transversal que
queda en contacto con el agua. De forma general, en una cañada o río pueden tenerse dos
tipos de erosión, una lateral que amplía su ancho y una vertical que produce la
profundización del cauce (Suárez, 1992). El control de la erosión en corrientes de agua
atiende entonces en forma directa ambas situaciones, a efectos de lo cual opta o bien por la
desviación de los flujos sobre las áreas más vulnerables, o bien por favorecer las
características de resistencia del perímetro mojado a la acción del agua.
La desviación de las aguas exige en términos generales un mayor esfuerzo económico dado
que la conformación de estructuras de alta resistencia –como lo deben ser a los propósitos
de defensa de orillas- implica asimismo un mayor costo derivado de los materiales que
deben ser incluidos en ellas; dentro de este tipo de estructuras se destacan los espigones o
espolones construidos en gaviones metálicos, dado que además de las características de
resistencia que ofrece dicha técnica, se tiene una deseable flexibilidad de la obra, lo cual se
destacará más adelante.
Por otra parte, el revestimiento de canales, en especial de sus taludes, ha sido una práctica
ampliamente utilizada, la cual ha acudido a técnicas de relativa sencillez –artesanales si se
quiere- con un éxito importante; se destacan en este grupo la técnica de enllantados y los
recubrimientos con diversos tipos de materiales.
los agentes propios al fenómeno no sólo al interior de la corriente de agua, sino además en
su entorno, siendo por tanto las obras que allí se dispongan complementarias de las
gestiones que se hagan en la cuenca objeto de trabajo.
4.3.2.1 Etapa de Formación o Niñez. Cada corriente en zonas de alta montaña posee una
cuenca de drenaje en forma de embudo, con laderas de fuerte pendiente (>6%); dicha
cuenca, en la cual se está formando la corriente principal de agua, se encuentra conformada
por varias corrientes bien sean de flujo continuo o intermitente. La erosión que se produce
es de tipo laminar, en surcos y en cárcavas, siendo el área que mayor aporte de sedimentos
hace por concepto de erosión (Suárez, 1992). Son característicos además pequeños cauces
semirectos con cambios bruscos de pendiente y dirección, así como cauces en “V” con
fuertes taludes laterales. Villota (1991) expone que en esta fase de denudación se presenta
una fuerte meteorización de las rocas, las corrientes de agua profundizan intensamente sus
valles y posteriormente ganan anchura gracias a la incidencia erosiva de los tributarios y al
desplome gravitacional de sus paredes; de esta forma, las áreas interfluviales se estrechan
progresivamente y los sistemas de drenaje aumentan sus ramificaciones, perdiendo así
identidad las geoformas iniciales (pliegues, volcanes, etc.).
4.3.2.3 Etapa de Madurez. Dados los menores valores de pendiente, el proceso que
caracteriza esta zona es de tipo cíclico: socavación, transporte y nuevamente
sedimentación; esto es, la erosión que se produce en el lecho es sólo momentánea, ya que al
disminuirse la velocidad del agua, se produce sedimentación. En esta etapa se comienzan a
presentar divagaciones del cauce, que permiten el desarrollo de meandros, lo cual se
explica por la búsqueda de canales que hace el agua cuando tienen lugar avenidas así como
en la ocupación de cauces antiguos (madres muertas), produciéndose en ambos
profundización de abajo hacia arriba (Suárez, 1992).
vertical, tienen lugar movimientos laterales de los cauces; el proceso de mayor importancia
es el de sedimentación (Suárez, 1992). Villota (1991) describe esta etapa como la
reducción del paisaje -luego de un tiempo prolongado- pasando de superficies colinadas a
onduladas, con algunos relieves residuales de poca extensión, y más frecuentemente, con
algunos montes aislados constituidos por materiales altamente resistentes a la
meteorización y erosión.
4.3.3 Tipos de cauce. Tres patrones de cauce pueden ser diferenciados con base en su
forma (Suárez, 1992): semirectos, trenzados y meándricos, los cuales pueden caracterizar
una misma corriente en diferentes sectores de ella, así como también pueden estar ellos
determinados por cambios de caudal en diferentes épocas del año; a continuación se
describe cada uno de ellos (Figura 35).
4.3.3.1 Cauces semirectos. Corresponden a cauces con fondos sinuosos con algunas
depresiones y con cambios de pendiente relativamente bruscos; a pesar de que la corriente
trata de divagar, las pendientes altas y los controles geológicos y topográficos condicionan
a mantener un cauce relativamente recto; a ambos lados de la corriente de agua se producen
sedimentaciones en forma de playones y barras (Suárez, 1992). En general los ríos rara vez
son rectos por tramos superiores a unas diez veces la amplitud de su canal (Villota, 1991).
4.3.3.2 Cauces trenzados. Estos son patrones de canales que dan origen a la geoforma
aluvial conocida como llanura aluvial de río trenzado; un río trenzado es (Villota, 1991)
“aquel cuyo lecho mayor se divide en varios canales menores que sucesivamente se
bifurcan y reúnen aguas abajo, separados por numerosos islotes y playones llamados en
conjunto barras de cauce”. Estas barras son acumulaciones producto del mismo río, las
cuales se componen principalmente de sedimentos de lecho: gravas, arenas y cantos que
sólo a trechos se mueven en razón de su peso, volumen y tamaño cuando tienen lugar
crecidas; las barras son inestables y cambian de tamaño, forma y posición luego de cada
crecida.
Los ríos trenzados se caracterizan por presentar un lecho de amplitud variada durante todo
el curso, con estrechamientos y ensanchamientos sucesivos; este patrón tiene lugar en
sistemas fluviales caracterizados por (Villota, 1991): Pendiente longitudinal entre 1 y 3%
que permita comunicarle a la corriente la velocidad suficiente para transportar a intervalos
su pesada carga; sobreprovisión de carga de lecho y en suspensión aportada principalmente
por concepto de erosión; caudal con fluctuaciones extremas, determinadas bien sea por
factores climáticos o por represamientos de tipo temporal; y márgenes fácilmente
erosionables y susceptibles a desplomes.
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4.3.3.3 Cauces meándricos. De conformidad con lo expuesto por Villota (1991) a efectos
de la clasificación de su patrón de drenaje, se ha recurrido entre otras, a relaciones entre la
longitud del canal (AB) y la longitud del valle (CD) medidas entre dos puntos, relación
conocida como sinuosidad, la cual varía entre 1 y 4 o más; ríos con sinuosidad mayor de
1,5 son denominados meándricos; los que se encuentren por debajo de este valor hasta 1,0
se denominan sinuosos y relaciones inferiores a 1,0 determinan ríos rectos (Figura 36a);
asimismo, los ríos meándricos deben tener además cierto grado de simetría en su curvatura.
Por su parte Villota (1991) anota que una corriente se mueve en todo meandro en un patrón
de flujo helicoidal con una considerable elevación de la superficie del agua contra la orilla
externa o cóncava determinada por la fuerza centrífuga; de esta forma, en cada curva se
originan dos componentes de la corriente, uno de velocidad aguas abajo que arremete con
fuerza contra la orilla externa, y otro más débil que se dirige hacia la interna. El
movimiento así descrito genera la socavación, desplome y erosión de la parte exterior del
meandro y la deposición en la parte interior, deposición que tendrá lugar en la orilla interna
del siguiente meandro (Villota, 1991).
Este proceso al afectar curvas sucesivas puede ir haciendo más pronunciados los meandros
hasta que, durante las crecidas, la corriente puede acortar camino por una parte cóncava de
los orillares (originados en la banca interna), dejando abandonado un meandro abierto o
puede recortar por el cuello muy estrecho del meandro.
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Sin embargo, es importante advertir acerca de las consecuencias que pueden derivarse de la
modificación de las características hidraúlicas propias de las corrientes de agua; así, en el
caso de la colocación de espigones transversales a la corriente, se menciona la tendencia a
erosionarse el centro del cauce por reducción de la sección de flujo del cauce útil y los
efectos de torbellino que se forman junto a las cabezas de los espigones, para lo cual deben
ser tomadas medidas preventivas y ser seguidos diseños adecuados. En lo que respecta a
obras de rectificación del eje hidraúlico, se destaca por su parte el riesgo de forzar al río a
trazos diferentes a los que él tiende a forjarse.
4.3.4.1 Clasificación de las obras longitudinales. Con base en su morfología, las obras
longitudinales pueden separarse en los siguientes tipos (Martínez, 1989, citado por Tragsa-
Tragsatec, 1998):
Por otra parte, con relación a su propia conformación o estructura, el mismo autor propone
la siguiente clasificación:
- Semiflexibles: estructuras de tipo intermedio entre las dos anteriores, caso de los
gaviones metálicos.
El diseño de gran número de estas obras obedece a cálculos matemáticos complejos para
cuyo conocimiento se debe remitir a literatura especializada; las estructuras y tratamientos
diseñados para controlar la erosión en las corrientes de agua siguen dos líneas orientadoras,
una primera es aquella que busca ofrecer una mayor resistencia a las márgenes, bien sea
mediante la superposición o colocación de recubrimientos en forma directa, o bien
mediante la implementación de algún tipo de estructura que impida la llegada y roce del
agua con las mismas; en este primer grupo se encuentran las máscaras superficiales, las
repoblaciones vegetales y los muros, entre otros.
De otro lado, conformando el segundo grupo, se tienen las obras que actúan sobre el
comportamiento de las aguas, desviándolas y/o dirigiéndolas a conveniencia; en este grupo
se encuentran entre otros, los espigones y los encauzamientos. A continuación se describen
algunas técnicas pertenecientes a ambos grupos, siendo necesario remitir a la literatura
especializada, cuando se trate de grandes y/o complejas obras, como es el caso de espigones
u otras grandes estructuras que vayan a ser dispuestas en ríos caudalosos o de carácter
torrencial.
4.3.4.2 Técnicas para la desviación de aguas. A este grupo pertenecen los espigones o
espolones, los cuales corresponden a una técnica de tipo discreta, ampliamente utilizada en
la protección de márgenes y orillas de corrientes de agua, cuando la fuerza de la corriente
es significativa y puedan resultar insuficientes las técnicas de recubrimiento; asimismo, se
tienen dentro de este grupo obras de menor resistencia, como lo son los machos de madera
y las tranqueras. A continuación se procede a su descripción.
4.3.4.2.1 Espigones. Son estructuras alargadas relativamente sólidas que se colocan para
desviar la corriente de agua o controlar el arrastre de materiales del fondo; para su
construcción pueden ser utilizados diferentes materiales, siendo comunes los espigones de
enrocados de sección trapezoidal (Suarez, 1992). Son de gran utilidad para restablecer el
ancho normal de un canal o alejar las aguas de una orilla al promover la sedimentación del
material de arrastre del río en el lugar donde se instalan (Departamento de Antioquia,
s.f.p.). En la Figura 37a pueden apreciarse algunos elementos de diseño de espigones.
Con respecto a la forma de colocación de los espigones en corrientes de agua, dos de ellas
se exponen a continuación conforme lo hace Departamento de Antioquia (s.f.p.):
- El primer espigón se coloca formando con la orilla un ángulo de 70° en dirección aguas
arriba, siendo colocados los restantes perpendiculares a ella o formando ángulos entre
70 y 90° dependiendo de la velocidad de la corriente, ya que a medida que el ángulo es
menor, asimismo es la fuerza que actúa sobre el espigón. La longitud del espigón es la
necesaria para obtener a la altura del borde exterior la orilla deseada, y el espaciamiento
entre espigones es de 3 a 5 veces la longitud de los mismos (Figura 38a).
Figura 37. Aspectos relativos a los espigones en un río (a) Elementos de diseño (b)
Acomodo frente a la socavación
4.3.4.2.2 Machos de madera. Una forma de aislar del contacto directo con el agua las
márgenes de corrientes de poco caudal, es mediante el empleo de machos de madera; se
trata de una técnica de carácter artesanal de un relativo bajo costo pero asimismo de una
corta durabilidad. Están conformados (Suárez, 1980) por estacas entre 3 y 5 m de largo
amarradas con alambre grueso; los machos se disponen en hileras continuas a lo largo del
banco que se desea proteger con espaciamientos que no superen su anchura. Se sostienen
en el sitio mediante rocas pesadas amarradas a sus bases y un cable de 1/2 a 3/4 pulg que
pasa por el centro de todos los machos, y cuyos extremos van asegurados a pilotes de
madera o estacas de anclaje de diámetro entre 20 y 30 cm enterradas a profundidades no
inferiores a 1 m (Figura 39).
- Con arcilla: empleado en taludes de arena, gravas o limos limpios con riesgo a erosión
aun a bajas velocidades de corriente; se protege con capas de arcilla de espesor hasta 30
cm, capa sobre la cual se siembran pastos o arbustos (Suárez, 1992).
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- Con gaviones: consiste en el recubrimiento de los taludes de las orillas con losas de
gaviones; el espesor de la capa de gaviones está en función de la pendiente, siendo
utilizados espesores hasta de 30 cm para pendientes inferiores a 1: 1/2, y de 50 cm para
pendientes hasta de 1:1 (Figura 42a). El material de lleno debe ser de tamaños entre 10
y 15 cm, y en la parte sumergida se coloca un gavión de apoyo de dimensiones 2x1x1
m, con el fin de controlar la socavación; el recubrimiento puede variar en espesor
conforme se asciende en el talud.
- Con coraza metálica: es una práctica de fácil y rápida implementación que busca
darle una mayor protección a las orillas, disminuyendo la tensión tractiva producida por
las corrientes de agua en éstas. La estructura está conformada por dos telas metálicas
que encierran entre sí grava o canto rodado de pequeñas dimensiones, formando una
especie de cortina o “colchón metálico”; a la malla metálica van cosidas o sostenidas
unas bolsas de tela recubriéndola por completo. La parte superior de las bolsas se cose
una vez hecho el relleno, al colocar la coraza en obra; la tela metálica es normalmente
de dos metros de ancho, y la altura de las bolsas de 0,85 a 1,0 m, con las cuales, una vez
rellenas, se obtiene un espesor hasta de 15 cm (Departamento de Antioquia, s.f.p.).
Para su colocación se recomienda clavar estacas cada cierta distancia, fijándola al
terreno; las especificaciones de la malla deben seguir las orientaciones dadas para los
gaviones metálicos así como también lo relacionado con las características del alambre
(Figura 42b). Una variante para la estructura a fin de brindarle mayor durabilidad,
consiste en utilizar en lugar de tela para la confección de las bolsas, geotextil cosido.
Figura 42. Recubrimiento de talud (a) con gaviones (b) con coraza metálica
Figura 44. Técnicas de recubrimiento vegetal de orillas de ríos (a) Esterillado (b)
Diques de madera
- Gaviones blandos vivos9: estructuras tipo canasta en las cuales se tienen capas
sucesivas de suelo y plantas, sostenidas mediante geotextil (Figura 45b); en su
conformación es necesario excavar tanto el fondo como las orillas de la corriente. En el
lecho se disponen rocas, por encima de las cuales se colocan esquejes vivos de plantas
entre capas sucesivas de suelo, las cuales se sostienen a través del geotextil (Kohnke y
Boller, 1989). Dentro de las ventajas que se apuntan para ésta y para la anterior técnica
se destacan: capacidad de recuperación ante el daño físico; provisión inmediata de
estabilidad al talud; disminución de excesos de humedad; y su aparente naturalidad
como parte del todo ambiental.
8
Traslación al español del término “live cribwall” (Anexo 2)
9
Traslación al español del término “live soft gabions” (Anexo 2)
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Figura 45. Técnicas de recubrimiento vegetal de orillas de ríos (a) Cunas vivas (b)
Gaviones ligeros vivos