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Una mirada a la evolución del Sistema Político de Aguascalientes

Presentación del libro e Andrés Reyes, Nudos de Poder. Liderazgo Político en


Aguascalientes. Principio y fin de un ciclo político 1920-1998., UAA, 2004.

Publicado en: Palabras Habitadas. Revista cuatrimestral de la Unidad 011 de la


Universidad Pedagógica Nacional, año 1, número 4, Aguascalientes, Ags. Enero-Abril de
2005, pp. 103-112.

Mtro. Alex Ricardo Caldera Ortega (UAA)

Empiezo por la nota de Walter Lippmann que aparece al final de la posdata que nos ofrece
Andrés en su libro: “Sé muy bien que para los hombres que viven en una comunidad no
existe mayor necesidad que la de ser gobernados, y si es posible de autogobernarse; de ser
bien gobernados si tienen suerte, pero, sea como fuere, de ser gobernados”.1 La obra que
hoy se presenta, en esencia cree en esta aseveración, tal y como lo hicieran en su momento
Platón, Aristóteles, Nicolás Maquiavelo, Gaetano Mosca, C. Wrigth Mills, Giovanni
Sartori, Norberto Bobbio y en general todos los grandes politólogos que han aportado a la
construcción de lo que se conoce hoy como Ciencia Política.
Quizá no sea una casualidad que este libro, que en mi opinión es una primera gran
contribución a la Ciencia Política de Aguascalientes, sea un estudio sobre élites políticas,
tal y como lo fueron los primeros escritos de la moderna ciencia política europea. Gaetano
Mosca, Vilfrido Pareto y Robert Michels con sus estudios de élites y clase política vinieron
a darle el carácter de disciplina científica a la política. Sobre todo la tesis de Mosca, que
plantea que en toda sociedad, en todos los tiempos y en todos los lugares, se identifica
natural y claramente la distinción entre gobernantes y gobernados, no cabe duda que fue la
primera que pretendió adquirir el status científico a partir de la observación paciente y sin
prejucios de hechos, no apriorista o ideológica de la política.2 El objetivo de la ciencia
política desde este momento, fue ir más allá de encontrar la mejor forma de gobierno, y más
bien buscar elementos estructurales que definieran la naturaleza misma de lo político, las
características de esta esfera en distintas épocas y civilizaciones, y particularmente,
observar las causas de la formación, organización y transformación de las élites, la sociedad
y sus instituciones políticas.
El libro de Andrés Reyes es una visión sobre el origen y desarrollo del grupo
gobernante hidrocálido instaurado en el poder desde 1920, poco después de la fase violenta
de la Revolución mexicana, y hasta 1998, año en que el Partido Revolucionario
Institucional (PRI) pierde el gobierno del estado y el Partido Acción Nacional (PAN) se
convierte en el partido con mayor presencia electoral en Aguascalientes. Como se podría
entender, y a la vez el subtitulo de la obra lo sugiere, se trata del estudio de un ciclo político
completo, que inicia con la gestación de una élite política que a todas luces logró
cohesionarse, primero entorno a figuras centrales de tinte “caudillesco” y después a partir
de la institucionalización de un partido hegemónico, y abarca hasta la desarticulación de la
1
Cita en Andrés Reyes Rodríguez, Nudos de Poder. Liderazgo Político en Aguascalientes. Principio y fin de
un ciclo político 1920-1998., UAA, 2004, p. 448.
2
Veáse, Norberto Bobbio, “Teoría de las élites”, en Norberto Bobbio y Nicola Matteucci; Diccionario de
Ciencia Política, Redactor Gianfranco Pasquino. 6 ed. Siglo Veintiuno Editores, México, D.F.

1
red de relaciones que permitía reproducir el liderazgo y, en cierta medida, controlar cierta
eficacia política.
Han surgido muchas interpretaciones acerca del cambio político, sobre todo a partir
de la derrota del PRI en las urnas, tanto en 1995, como en 1998, su recuperación parcial del
2001 y la apabullante victoria del PAN en 2004. Analistas, periodistas y actores
involucrados hasta hace poco se han aventurado a emitir opiniones acerca de las causas y
raíces del actual escenario político hidrocálido, pero la mayoría de éstas se han quedado en
explicaciones inmediatistas, coyunturales y parciales de la realidad. Andrés Reyes con esta
aportación intelectual nos recuerda que los fenómenos políticos son de una complejidad
mayor a la que a veces parecen a la mirada común, y nos proporciona instrumentos y
herramientas para una interpretación de mayor alcance.
Precisamente, el encontrar respuestas más adecuadas a la naturaleza, origen y
transformación de los fenómenos políticos requiere de una visión analítica, crítica y más
acuciosa. Andrés Reyes se concentra en el liderazgo político (origen, composición, redes,
vínculos y reproducción), a partir de ahí logra una explicación de lo que hoy es
Aguascalientes en términos políticos. Únicamente una visión histórica como la que se
ofrece, remontándose hasta los años veinte del siglo XX, permite un panorama completo de
las condiciones estructurales que permitieron a una clase dirigente permanecer en el poder
cerca de setenta años, y en un momento como el de los años noventa desarticular todas las
condiciones que los habían sostenido ahí.
El énfasis dado al liderazgo político ha llevado a Andrés a destacar los mecanismos
de operación, el papel del centralismo, la conformación de redes de interés y la relación
existente entre el grupo dirigente local con otras de tipo regional y nacional. No se trata
precisamente de la historia del Partido Revolucionario Institucional, pero éste es un actor
central en la trama desarrollada por el autor, sin él y el poder ejercido por el liderazgo
político desde el gobierno estatal, no se entiende el funcionamiento del sistema político
local.3
Con el nacimiento del Partido Nacional Revolucionario (PNR) la dinámica política
se edificó sobre la base que planteaba la reforma agraria en Aguascalientes, que
particularmente se enfrentó a la élite política proveniente del Porfiriato y que en la década
de los veinte todavía tuvo vigencia para pelear posiciones localmente. Del triunfo de la
nueva élite, se siguieron conflictos protagonizados por Isaac Díaz de León y Manuel Carpio
que sólo la fundación del PNR contribuyó para mediar el conflicto. El partido en los treinta
también ayudó a atemperar el enfrentamiento entre Rafael Quevedo y Enrique Osorio
Camarena, y en particular al primero a construir una influencia ampliamente trascendental
que sólo se repitió con el profesor Enrique Olivares Santana. El gremio ferrocarrilero en
esta época se perfiló como el principal vehículo para el acceso de las principales posiciones
en el poder.4

3
Daniel Cosío Villegas, en su obra clásica El Sistema Político Mexicano (1972), pone al Presidente y su
partido como la piedra angular del sistema político. Esto se ratifica para Aguascalientes en el texto de Andrés
Reyes.
4
De las filas rieleras en la década de los treinta salieron un gobernador (Juan G. Alvarado), un presidente
municipal de la capital (Pedro Vital) y un buen número de diputados locales y federales. Cfr. Andrés Reyes,
Op. cit. 2004.

2
La transformación en Aguascalientes del Partido Nacional Revolucionario en
Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938 acompañó al estado con una transición
del orden social, en la que el nacimiento de una nueva clase media presionó directamente
sobre lo político y fue testigo de la creciente influencia de este sector agrupado en la
Confederación Nacional de Organizaciones Populares -Federación de Organizaciones
Populares de Aguascalientes (CNPO-FOPA), sobreponiéndose a la campesina, obrera y
rielera. Al final de este periodo, antes de la transformación del PRM en PRI, el centralismo
estaba consolidado y la estructura partidista se había convertido ya en un instrumento
privilegiado de reclutamiento de la élite política. En este periodo se pasó de una sociedad
eminentemente agraria a una urbana y centralizada, con más participación social, pero con
menos movilización, ya que el aparato represivo a través del partido funcionó para generar
mayor control sobre la población descontenta. Aquí ya se tuvo un liderazgo político que
pasó en palabras de Andrés Reyes “del caudillismo diversificado a otra en la que
predominó la diversidad institucionalmente controlada”.5
Durante los años cuarenta, el sello distintivo fue la transición de las
administraciones obreras y agraristas a las corte más urbano. Nace el PRI en 1946, con una
élite política de estirpe urbano y universitario, tal y como se estaba dando en el orden
nacional con el presidente Miguel Alemán. El conflicto social en el periodo inclusive pasó
de ser entorno a problemas laborales y agrarios a conflictos de tinte urbano, tales son los
casos de 1945 entorno a las tarifas de luz eléctrica y el de 1948 que tenía que ver con alza
en las tarifas del predial.6 A partir de los cincuenta se inicia un periodo de ajuste de la élite
política que afinó el vínculo entre el gobierno y el partido, que a fin de cuentas terminó
controlando definitivamente al grupo rielero a partir del conflicto de 1958, en donde
vallejistas trataron de mostrar cierta independencia, y encumbró al sector popular y más
particularmente a la parte del magisterio.7
De este sector surgió el liderazgo emblemático del profesor Enrique Olivares
Santana, quien logró consolidar uno de los principales “nudos de poder” de una red
realmente amplia que se consolidó en todos los ordenes del gobierno a través de una clase
dirigente eminentemente olivarista con influencia inclusive hasta nuestros días.
Lo sobresaliente de Olivares Santana partió de un liderazgo institucional que se
mantuvo con perfil caudillesco por la forma como abordaba las relaciones políticas y con la
sociedad, apoyado en su vínculo con el centro y su tipo carismático que reflejaba más bien
a un líder pacífico, tradicional y efectivo, lo que no quería decir precisamente justo y
democrático.8 Andrés Reyes describe a Enrique Olivares Santana como un líder de

5
Un caso a resaltar aquí es el de Alberto del Valle que en 1940 triunfa en las elecciones para gobernador con
el Partido Revolucionario Aguascalentense sobre el candidato del PRM Jesús María Rodríguez, lo que no
significó en esencia un triunfo de la oposición, sino de uno de los grupos de la misma clase política, que a
final de cuentas vinieron a utilizar las estructuras perremistas para centralizar el poder. Alberto del Valle
terminó su periodo en 1944 reconociendo su filiación y orgullo al PRM apoyando la llegada a la gobernatura
del Ing. Jesús María Rodríguez. Andrés Reyes, Op. cit., pp. 155-165.
6
Véase Ibid, pp. 194-211.
7
El arranque de este periodo tuvo como antecedente el papel preponderante de Edmundo Gámez Orozco
como senador desde 1946 y la gobernador en 1950, y desde estas posiciones ir apoyando la figura de Enrique
Olivares Santana. Gámez Orozco murió en 1953 y la gobernatura fue ocupada de manera sustituta por Benito
Palomino Dena. Ibid, pp. 221-224.
8
Ibid, p. 231.

3
personalidad posrevolucionaria tardía, lo que demuestra que un liderazgo político como el
del pabellonese puede servir para tomar el pulso y observar el perfil de una sociedad en su
conjunto.
Olivares Santana fue un hombre que apoyado en la institución presidencial y de
partido, fue el núcleo de las relaciones políticas que se lograron establecer localmente con
peso real en el proceso de toma de decisiones, ya sea a través de la influencia directa sobre
algunos gobernantes posteriores, o a través de posiciones en el Congreso local o en la
estructura partidista, de los sectores del mismo (popular, obrero y campesino) o gremiales
(magisterio y burócratas).
La influencia decisiva del olivarismo no pasó de los años ochenta, de hecho su
desgaste y menor influencia se dejó sentir a partir del sexenio del ingeniero Miguel Ángel
Barberena (1986-1992). En la década de los ochenta se perciben varios elementos que
hacen afirmar que la transformación de estas relaciones y su nueva configuración dentro del
sistema político local empiezan a gestarse, las cuales se consolidan en los noventa. El papel
del PRI como principal agente reclutador y formador de cuadros empieza a cambiar ante la
adhesión de “tecnócratas” a la función de gobierno —y hasta política en algunos casos—
con preparación tanto en las instituciones de educación superior del estado como del país y
hasta extranjeras; los sectores sociales populares empiezan a gestionar sus demandas
directamente con los funcionarios públicos saltando muchas veces las organizaciones
adheridas al partido o creando otras; y la función legitimadora de comicios electorales se ve
en crisis ante la inminencia de algunos casos de conflictos postelectorales como la vivida al
interior del estado en los municipios de Jesús María y Calvillo por la fuerte presencia de la
oposición en esos lugares.9
Los principales beneficiarios de la modernización urbanística e industrial de la
entidad y la ciudad capital en los ochenta, fueron principalmente constructores, empresarios
y comerciantes locales. “En Aguascalientes empresarios y administradores públicos
formaban parte de una sola élite ligada por vínculos de parentesco, carreras comunes,
espacios sociales comunes, perspectivas e intereses comunes”.10 El ascenso de algunos de
ellos en sus proyectos empresariales, se consolido en fructíferas carreras políticas
posteriormente. Como bien lo ilustra Eugenio Herrera Nuño “la fuerza de los ‘vivos’
desplaza a las antes fuerzas vivas, que ahora apenas si sobreviven”.11
La Iglesia Católica también juega un papel importante en este sentido, aunque su
presencia y peso en las decisiones y opiniones públicas provienen de mucho más atrás. La
estrechos lazos entre representantes del sector público, los empresarios y la el clero católico
en Aguascalientes es un elemento esencial para poder comprender el perfil político de la
entidad.
Esta cercanía de la élite hidrocálida, conjugado con las considerables habilidades y
capacidades de algunos funcionarios públicos estatales con una perspectiva que privilegiaba
9
Enrique Rodríguez Varela, "El PDM en Aguascalientes", en Jorge Alonso (comp.), El PDM. Movimiento
Regional; Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1989.
10
Fernando Salieron Castro, Intermediarios del Progreso. Política y crecimiento en Aguascalientes, ICA,
1993, p. 7.
11
Eugenio Herrera Nuño, Aguascalientes. Sociedad, Economía, Política y Cultura; México, Biblioteca de las
Entidades Federativas, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades-UNAM,
1996, p. 50.

4
entre sus acciones de gobierno la “intermediación” entre los intereses de la élite nacional y
la local, es el elemento que condujo a Aguascalientes a distinguirse y sobresalir entre el
universo de ciudades medias mexicanas.12 Las redes y otros mecanismos “informales” de
negociación tuvieron un lugar central no sólo en el desarrollo económico, industrial y
urbanístico de Aguascalientes, sino también en la construcción de carreras políticas de los
actores y en la cimentación de relaciones entre sector público e iniciativa privada. Estas
nuevas dinámicas en lo económico y social, poco a poco irían gestando las nuevas
condiciones para que se diera el cambio en las relaciones de poder, observado en una
transformación en la naturaleza de las élites políticas.
Aguascalientes hacia 1992 vivía uno de sus mejores momentos en términos de
prestigio por la dinámica modernizadora de los veinte años anteriores, demostrado en la
forma cómo el estado había sobrevivido la crisis económica de los ochenta. Particularmente
el “quiebre” de la coehesividad de la clase política local, Andrés Reyes lo identifica entre el
grupo tradicional liderado por el profesor Enrique Olivares y esta nueva generación de
políticos encabezada por Otto Granados con un perfil diferente y con ideas que no
encajaban en el tradicional esquema derivado de los primeros.13
El cambio en las estructuras políticas en crisis, la búsqueda de modernización, la
democracia, la eficacia gubernamental y el progreso a través del mercado al más puro estilo
salinista era parte nodal del discurso de la nueva generación. Si bien Aguascalientes ya
tenía arraigada la dinámica modernizadora en sus estructuras sociales y económicas, esos
referentes institucionales en los noventa, vendrían a expresarse de manera más clara en
nuevos estilos de hacer política y de ejercer el gobierno que esta nueva generación.14
Aguascalientes a la mitad del sexenio distaba de ser una isla de progreso y bienestar
para todos dentro del contexto nacional, la profunda crisis económica esta vez sí trastocó la
dinámica de progreso y productividad.15 En ese contexto se vive la elección intermedia
local de 1995, con resultados significativos. La elección del 6 de agosto representa la
primera ocasión en que el PRI pierde en cuatro alcaldías del estado, incluido el centro polar
que representa la capital y la mayoría en el Congreso local, configurándose así, la primera
experiencia de “gobierno dividido” en el sistema político local. La unidad al interior de la
clase política priísta mostró su inexistencia, los olivaristas, organizados entorno Unidos por
Aguascalientes, confirmaban el divisionismo con el grupo encabezado por el gobernador
del estado.
Esto significó toda una revolución que tendió a un nuevo equilibrio de fuerzas,
nuevos actores con poder de decisión en una de las principales instituciones del sistema

12
Salmeron Castro, Op. cit. P. 168.
13
Andrés Reyes, Op. cit. 2004.
14
Los cambios emprendidos en la gestión y el diseño de algunas políticas públicas, muchas de ellas
“transferidas” por el gobierno federal hacia el estatal, tales como la descentralización de los servicios de salud
y educativos o la concesión del servicio de agua potable en el municipio de la capital, fueron posible desde el
primer trienio del gobierno de estatal de Otto Granados dado la docilidad que permitió el contar con
“gobierno unificado”.
15
Aun así, el gobierno pudo pagar y renegociar la deuda, es decir, 93.2 millones de pesos, 35% del total, el
pago se deferiría de hecho hasta 1998 y 1999, ya en funciones del siguiente gobierno. Mario Bassols
Ricardez, Política Urbana en Aguascalientes. Actores sociales y territorio (1968-1995), México, Universidad
Autónoma Metropolitana, Instituto Cultural de Aguascalientes, 1997, p. 218.

5
política como lo es el Congreso, y gobiernos municipales con mayor presencia, plantearían
un escenario diferente al que se venía presentado.
Lo sucedido en 1995 solamente significó el preámbulo para lo que ocurrió en 1998.
Las condiciones generales de Aguascalientes en ese año hacían prever un escenario
competitivo, por lo menos entre el PRI y el PAN en términos electorales, quienes vivieron
en su interior procesos interesantes para la designación de sus candidatos. El PAN pudo
obtener el triunfo electoral en la gobernatura del estado con el empresario y comerciante
local Felipe González González, y lo hizo frente a Héctor Hugo Olivares Ventura, político
de viejo cuño con una trayectoria importante como legislador federal y dentro del sector
campesino priísta, además, hijo del profesor Enrique Olivares Santana.
De ninguna manera podemos decir que los triunfos del PAN son el último capítulo
de la transición política iniciada en los noventa. Andrés en su posdata nos deja ver la
necesidad de avanzar en muchas de las instituciones del sistema político para considerar
que realmente hemos llegado a puesto seguro en la democracia. En lo particular a mi me
queda claro que: la dinámica de trasformación e impulso que en términos económicos y
sociales se venía dando en Aguascalientes por lo menos veinte años atrás, fue lo que
alcanzó la esfera de lo político en los noventa, pero lo que respecta a la élite política, la
alianza intrínseca entre élite gobernante, jerarquía católica y los empresarios ha quedado
inalterada.
Desde principios de los noventa, el “quiebre de la coalición gobernante” con el
arribo de una nueva generación al poder, y después con la conformación de un sistema de
partidos más plural, donde el PAN a desplazado —en momentos— al PRI como la primera
fuerza, a dado paso a una diversificación de la élite, pero no a su sustitución. El PRI ya no
es eficiente para reproducir el liderazgo político, esa tarea, por lo menos en Aguascalientes,
esta siendo cumplida por el PAN. Este último partido es el instrumento que la élite política
está utilizando para acceder al poder. La formación de nuevos cuadros en el PRI desde hace
tiempo que se olvidó por las recientes dirigencias, y el abandono de esta tarea trascendental
que todo partido político debe considerar en un escenario de competencia electoral
democrática, puede ser el tiro de gracia en este inicio del siglo XXI.
El libro de Andrés Reyes además de contar con otras varias virtudes, también
debemos decir que adolece de algunas cosas, como por ejemplo, tiene grandes lagunas
sobre todo en el periodo que va de 1968 hasta 1992, en términos del tratamiento tan
minucioso como se dio de 1920 hasta el periodo olivarista; el papel de los empresarios de la
iglesia en todo el periodo no está tan tratado como se esperaría; y la posdata no sigue una
coherencia con la teoría elitista que marca el resto del libro, sino que más bien parece como
si el marco teórico neoinstitucionalista de moda marcara las líneas del análisis.
En fin, el libro de Andrés Reyes ratificamos, es una primera contribución a la
ciencia política de Aguascalientes, que sin duda abrirá brecha para aportaciones posteriores,
sobre todo de alumnos suyos, que como yo (seguramente también hablo por Aquiles Ávila
y Jesús Aguilar) estamos comprometidos intelectualmente con el desarrollo de la disciplina
en Aguascalientes, lo cual a su vez contribuirá con la democracia y prosperidad local.

Cuidad Universitaria, Aguascalientes, Ags. A 14 de octubre de 2004.

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