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Un estudio ibérico sobre los cambios del uso del suelo en los últimos 10 años confirma que el
territorio extremeño es el que menos modificaciones sufrió.
En la comunidad se han urbanizado 8.280 hectáreas más, la quinta parte menos que la media
nacional
De los 41.634 kilómetros cuadrados del territorio, sólo están urbanizados 291
En los municipios de zona ZEPA la población ha descendido el 12%
Entró por Alcántara en Extremadura desde Portugal, y se quedó entre sorprendido y maravillado.
Qué paisaje tan bello, «pero y ¿dónde está la gente?», planteó. El holandés Jan Wesselli, catedrático
de Economía del Instituto 'Jan Timbergen', no podía imaginar que en una región de Europa,
parecida en extensión a Holanda, existieran tantos horizontes limpios, sin ninguna casa o rastro de
presencia humana hasta donde alcanzaba la vista.
En su país natal, Holanda, viven 17 millones de personas, por lo que los ojos de Wesselli no están
acostumbrados al vacío, destaca el investigador extremeño Julián Mora Aliseda, testigo directo de
la anécdota, y responsable de un estudio sobre los cambios de uso del suelo en la península ibérica
encargado por el Ministerio de Innovación y Tecnología al Departamento de Ciencias del Territorio
de la Universidad de Extremadura.
El estudio, pendiente de algunos flecos para su entrega definitiva, concluye que Extremadura es la
región que menos ha crecido urbanísticamente (tanto en pueblos como en infraestructuras) de toda
la Unión Europea en los últimos 10 años, concretamente la quinta parte menos que la media
nacional, aunque hay que recordar también que Extremadura carece de áreas metropolitanas, a
diferencia de otras comunidades autónomas.
Según esta investigación, en este último decenio se han urbanizado 8.200 hectáreas más en la
región, gracias al crecimiento de las ciudades más importantes, la ampliación y surgimiento de
nuevas zonas industriales, y la construcción de una importante red de autovías, en pleno proceso de
desarrollo.
Crecimiento menor
De los 41.634 kilómetros cuadrados que ocupa Extremadura, sólo 291 están urbanizados, siendo el
desarrollo urbano superior en la provincia de Badajoz que en la de Cáceres al existir dentro de sus
límites más poblaciones de cierta entidad y mayor número de polígonos industriales.
En conjunto, apenas el 0,7% de la superficie de Extremadura es de índole urbana y está ocupada por
infraestructuras.
Esta cifra es siete veces menos que la que se registra en Cataluña (5%), o 17 veces inferior que la
que se encuentra en Madrid (12%). La media en España de territorio urbanizado respecto a su
extensión total es del 2,2%, y en Europa, del 5,6%.
Las poblaciones que más han contribuido al desarrollo urbanístico de Extremadura son, en este
orden: Badajoz, Cáceres, Mérida, Don Benito, Plasencia y Almendralejo.
Estas ciudades forman, como ha explicado en otras ocasiones el geógrafo Julián Mora, un
archipiélago de islas en las que se concentra la población, rodeado de «un mar de encinas».
En el resto del territorio, apenas han crecido las zonas urbanizadas, e incluso hay multitud de
pueblos extremeños que sufren regresión demográfica, y están quedando abandonados. La variación
de los usos de suelo en estas zonas ha sido mínima en los últimos años.
«Si a ello le añadimos el proceso de envejecimiento, comprobaremos que nuestra huella ecológica
es de reducidísimas dimensiones. Evidentemente eso explica nuestro diferencial económico
respecto a otras regiones y países», resalta el investigador.
En realidad, si la historia de la región hubiera sido distinta, Extremadura contaría ahora con el doble
de habitantes de los que dispone en realidad, unos 2,5 millones de extremeños, según estima el
Departamento de Ciencias del Territorio.
«En la región perdimos 850.000 habitantes por la emigración, a los que hay que sumar los
descendientes, que no nacieron aquí».
En el siglo XIX, recuerda Mora, la aportación de la población extremeña al conjunto del país era del
4,3%, casi el doble que en la actualidad.
«No poseemos áreas metropolitanas. Nuestras ciudades son pequeñas y, por eso, incapaces de
actuar como impulsoras del desarrollo con capacidad de atracción de inversiones foráneas. Esto
debemos suplirlo con el aprovechamiento conjunto de equipamiento central compartido por todas
ellas basado en nuestra red de comunicaciones», explica Mora.
Extremadura cuenta, en su opinión, con un buen nivel de equipamientos y una «magnífica» red de
infraestructuras viarias que coloca a la región en una posición de accesibilidad geográfica muy
buena en la península.
Por todo ello, el estudio propugna que debería replantearse con una perspectiva científica la red de
espacios naturales de Extremadura «que en la mayoría de los casos no tienen nada de naturales, y
están suponiendo un cepo al desarrollo».
Julián Mora se refiere a que la excesiva protección de las denominadas ZEPAS, mal delimitadas en
la actualidad, está teniendo un «efecto devastador» en una especie autóctona: el ciudadano
extremeño rural.
En la actualidad, del total de cuatro millones de hectáreas de superficie que tiene la región, 2,8 son
forestales.
Por eso, los ojos del holandés Jan Wesselli alucinaban cuando vieron por primera vez este paisaje.
Siete de cada 10 hectáreas de Extremadura son áreas forestales, «entendiendo por forestal tanto los
bosques densos, como las inmensas dehesas que cubren Extremadura, y las formaciones arbóreas en
las riberas de ríos y arroyos», aclara Mora Aliseda.
Principalmente, se han plantado en la región más encinas (59%), alcornoques (35,5%), y el 1,5% de
pinos piñoneros.
En Extremadura, por ejemplo, se han reforestado las tierras más pobres para la agricultura, o las
más difíciles de cultivar, como las dehesas desarboladas, o las zonas de sierra.
Así se ha conseguido que la situación medioambiental en la región «sea ahora infinitamente mejor
que en 1960», resalta el responsable de la investigación.
Además, las 210.000 hectáreas de regadío han supuesto una recualificación del paisaje geográfico
tradicional ya que albergan una mayor abundancia de especies y de biodiversidad, actuando como
despensa permanente de alimentos tanto para los animales autóctonos, que se refugian en las
proximidades, como para especies migratorias que encuentran en Extremadura numerosos
humedales en los que reponer fuerzas en sus largos desplazamientos.
La reserva de Europa
Sin embargo, «no estamos aprovechando el territorio del que disponemos en Extremadura. No
debemos convertirnos en la Kenya de Europa», advierte Mora Aliseda.
«Estamos en el momento justo para dar un gran salto en el ránking regional del desarrollo,
aprovechando el enorme potencial a nuestra disposición. Sólo hay que elegir la estrategia territorial
adecuada. Tendremos que sacrificar una pequeñísima parte de nuestro "stock" de capital natural
para crear grandes empresas que sirvan de soporte y arrastre a otros muchos sectores y pymes, para
crear empleo y riqueza y no depender de la solidaridad de otros territorios», argumenta.