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Carolina Figueras
Universitat de Barcelona
carolf@fil.ub.es
1. Introducción
La puntuación es uno de los aspectos que menor atención ha recibido en el campo del
análisis del discurso. Su condición de recurso propio de la lengua escrita, y el hecho de
que ciertos aspectos de su empleo estén regulados por la normativa, quizá sean las
causas del escaso interés que ha despertado esta cuestión entre lingüistas y psicólogos
del lenguaje. Con todo, destacan los estudios de Beaugrande (1984), Catach (1994),
Chafe (1987a) y (1987b), Fayol y Abdi (1990) y Nunberg (1990).
Desde una perspectiva textual, cabe entender al puntuación como un mecanismo más de
organización de la información del texto; su función es delimitar y articular las diversas
unidades textuales de procesamiento (cfr. Ferreiro et al. 1996 y de Beaugrande 1984).
De acuerdo con este planteamiento, y a partir del trabajo de Nunberg (1990), puede
proponerse que las categorías textuales básicas definidas por la puntuación son el
párrafo, el enunciado textual, la cláusula textual y el enunciado oracional (o unidad
simple sujeto+predicado). A estas unidades cabría añadir las unidades sintagmáticas no
subcategorizadas definidas por la coma. En el siguiente cuadro se recogen y ordenan
jerárquicamente todas estas categorías textuales:
Marcador Unidad delimitada
Coma Sintagma
Nivel
Dos puntos Enunciado oracional
microestructural
El punto y seguido marca la transición entre dos niveles discursivos: el del enunciado
textual (o nivel microestructural) y el textual o discursivo (o nivel macroestructural).
Como sostiene Fuentes (1996), el enunciado textual constituye la categoría discursiva
mínima. El enunciado textual es, de hecho, la unidad comunicativa más básica; su
estructura sintáctica puede ser la de una oración, una serie de oraciones, un solo
sintagma o bien una lexía.
A diferencia del punto y seguido, con el punto y coma se indica que los materiales
informativos proporcionados en el nuevo segmento textual (al que hemos denominado
cláusula textual) son predecibles o familiares, y están estrechamente relacionados con
los supuestos obtenidos por el procesamiento de la cláusula precedente (de Beaugrande
1984: 198). Desde el punto de vista informativo, el punto y coma implica asociación de
contenidos, lo que se traduce en una relación de "interdependencia" entre ambos
segmentos (no sintáctica, porque ambas cláusulas textuales son independientes
sintácticamente, sino pragmático-discursiva).
Con el punto y coma, el lector debe interpretar que el estado de cosas descrito por la
segunda cláusula textual pertenece al mismo estado de cosas descrito por la anterior. La
interpretación conjunta de las cláusulas textuales debe conducirle, en este sentido, a la
identificación de un elemento individual del modelo del discurso. De este modo, y
basándose en la instrucción de procesamiento proporcionada por el punto y coma, el
lector interpretará que no cabe proceder al cierre del enunciado hasta procesar la
información proporcionada por la segunda cláusula. Por ejemplo, en el enunciado
textual de (1)
(1) Explicó las deliberaciones del consejo de administración; habían olvidado hablar
con Pedro.
En (2), la segunda de las dos cláusulas textuales definidas por el punto y coma está
formada por dos unidades sujeto+predicado. El problema, en esta segunda cláusula, es
determinar si los dos puntos definen cláusulas textuales, como el punto y coma, o bien
delimitan una unidad textual jerárquicamente inferior. Nuestra propuesta es considerar
que los dos puntos separan enunciados oracionales en el interior de una cláusula textual.
Para justificar tal afirmación, vamos a intentar demostrar que el segmento introducido
por los dos puntos está subordinado pragmáticamente al segmento precedente y que, por
ello, debe considerarse que ambos forman parte de la misma cláusula textual. O,
formulado en otros términos, que el punto y coma y los dos puntos codifican
instrucciones de procesamiento distintas.
De acuerdo con Solà y Pujol (1989), el punto y coma y los dos puntos son a menudo
intercambiables, de modo que la distancia entre ambos se torna indistinguible en
determinados contextos. Considérese, a este respecto, los enunciados de (3); tanto para
(3a) como para (3b), la interpretación más relevante (la que requiere menor esfuerzo
cognitivo) consiste en inferir que el segmento a la derecha de los dos puntos o del punto
y coma proporciona evidencias para el supuesto expresado por el segmento precedente:
En apariencia, ambos enunciados son idénticos. Un análisis más detallado, sin embargo,
demuestra que lo son. Con el punto y coma, los dos segmentos textuales se presentan
como unidades situadas al mismo nivel jerárquico y que cabe interpretar como
interdependientes. Por ello, precisamente, muchos autores señalan el carácter
indeterminado o inespecífico de la unión de segmentos oracionales sin nexo formal
reconocible. Solo recurriendo a un conector es posible controlar eficazmente las
inferencias del lector. Compárese, a este respecto, la secuencia de (4) con las de (5):
En (4), la interpretación más coherente con el principio de relevancia (la que requiere
menor esfuerzo de procesamiento) está guiada por los dos puntos. En el enunciado de
(4), el segmento a la derecha de los dos puntos se interpreta como una consecuencia
(constituye, de hecho, la implicación contextual del supuesto comunicado por el emisor
con el segmento previo). La opción por el punto y coma, por el contrario, deja abiertas
mayores posibilidades de interpretación, de modo que, si el emisor tiene la necesidad de
restringir el contexto de interpretación del enunciado, se ve forzado a recurrir a los
conectores.
Con los dos puntos resultan inviables las inferencias que guían los conectores en (5b) y
(5c). Además, tampoco es posible el empleo de conectores tras los dos puntos:
Si las secuencias de (6) no son admisibles, cabe suponer que los dos puntos establecen
algún tipo de restricción en la interpretación del segmento que les sigue. Quizás la clave
que permita explicar el contraste entre los dos puntos y el punto y coma es el carácter
discursivamente subordinado que otorgan los dos puntos al segmento (oracional o no)
que presentan.
Los argumentos aducidos hasta el momento conducen a proponer que el emisor, con los
dos puntos, indica ostensivamente al lector que procese el nuevo segmento como una
unidad subordinada a la anterior, dado que constituye una ampliación relevante de algún
supuesto obtenido a partir del enunciado oracional precedente. La interpretación del
adjunto clausal anunciado por los dos puntos como resumen, consecuencia, elaboración
o explicación de la precedente será una tarea de enriquecimiento inferencial para
obtener la explicatura de la cláusula textual (o del enunciado textual, en caso de que
coincidan ambas categorías textuales). Con este planteamiento, creemos que pueden
explicarse los usos más básicos de los dos puntos reconocidos por los tratados de
puntuación: la introducción de una cita directa, de una enumeración y de un ejemplo
(vid. Marsá 1986: 279-281).
Cabe tratar, por último, el signo de puntuación que acota las unidades mínimas del
texto: la coma. Los manuales dedicados a la puntuación suelen listar una serie de usos
aparentemente heterogéneos de la coma. De este signo reconoce, básicamente, las
siguientes funciones: la desambiguadora (Minutos después de reunión no hablaba
nadie./Minutos después, de la reunión no hablaba nadie.); la indicación de elisiones
verbales (A unos les gusta una cosa; a otros, otra.); la copulativa (En aquella reunión
había ejecutivos, sindicalistas, trabajadores y periodistas.); la de marcar un cambio de
orden de un determinado elemento oracional (Abrió la carta y, sin decir, palabra, se
marchó./Abrió la carta y se marchó sin decir una palabra.); y la de indicación de
incisos. Entre los elementos incidentales se incluyen las aposiciones, los vocativos, las
construcciones absolutas, etc. (vid. Solà y Pujol 1989).
A diferencia del punto y aparte (que define párrafos), del punto y seguido (que separa
enunciados textuales) o del punto y coma (que delimita cláusulas textuales), la coma
acota sintagmas (es decir, cierra sintagmas). La coma, desde nuestra perspectiva,
anuncia unidades no argumentales (o, formulado en otros términos, define
complementos no subcategorizados). En consecuencia, puede proponerse que esta
marca instruye al lector a procesar el sintagma que separa, no como un complemento
del núcleo del sintagma precedente (o siguiente), sino como un elemento que cabe
adjuntar a un nodo más alto en la jerarquía estructural (cfr. de Beaugrande 1984: 208).
La inserción de una coma ante las unidades sinceramente, por error, con buenas
palabras y por correo, por el contrario, fuerza al destinatario a inferir una forma
proposicional distinta a la que cabe asignar para los enunciados de (7). Compárense, a
este respecto, las secuencias de (7) con las correspondientes versiones puntuadas de (8):
En (8a), por su parte, la coma exige que el adverbio se interprete como una valoración o
calificación del acto de habla realizado al emitir la oración. Se trata, por tanto, de un
adverbio ilocucionario o de la enunciación (vid. Nolke 1990). Para interpretar el
enunciado oracional, el lector debe incorporar la información conceptual codificada por
el adverbio a un nivel superior de explicatura (la explicatura de alto nivel, como la
denominan Sperber y Wilson 1986 y Wilson y Sperber 1993). En el ejemplo de (8a), la
forma proposicional del enunciado oracional debe integrarse en una descripción de acto
de habla del tipo El emisor dice sinceramente que no puede ayudar al destinatario. La
coma impone, por tanto, la interpretación del adverbio como modificador de la
enunciación (y no del enunciado).
En este caso, la coma de la segunda cláusula textual impide analizar el sintagma a todas
horas como complemento del elemento que le precede en la cadena lingüística. Una vez
el lector ha procesado la primera cláusula del enunciado textual, la asignación de la
palabra Juan a la categoría de SN le permitirá plantear la hipótesis sintáctica de
anticipación de que a continuación encontrará un SV, lo que conduce, por sustitución de
la variable, a la hipótesis lógica de anticipación Juan hace algo (cfr. Sperber y Wilson
1986). En este punto, el lector procede a una asignación provisional de referente a la
expresión Juan, a partir de la suposición de que el emisor ha intentado ser relevante (en
caso contrario, el emisor hubiera proporcionado más datos sobre el referente).
La presencia de una coma, en lugar del constituyente SV, obliga al lector, sin embargo, a
reformular sus hipótesis iniciales. Dado que este parte de la base de que el emisor
intenta ser óptimamente relevante, la coma debe indicar que el segmento omitido es
fácilmente recuperable mediante un proceso de enriquecimiento inferencial. De hecho,
la información elidida resulta accesible porque aparece contenida en la forma
proposicional que el lector ha asignado a la cláusula anterior (explicatura esta que forma
parte del contexto para el procesamiento de la cláusula siguiente). La coma, por tanto,
guía el proceso de construcción de la forma proposicional que debe asignarse a la
segunda cláusula.
En la interpretación del texto, el lector procede en todos los casos a formular hipótesis
sobre la estructura sintáctica y sobre la representación semántica del enunciado en curso
de procesamiento. La confirmación de tales hipótesis le permitirá llevar a cabo las tareas
inferenciales de recuperación de las explicaturas del enunciado. Considérese, a este
respecto, los enunciados de (10):
Como hemos establecido, la coma anuncia en todos los casos un nuevo sintagma. Ante
esta marca, el lector se ve obligado a incorporar la nueva información a la ya procesada,
a fin de determinar las posibles explicaturas del enunciado. La coma le indicará que el
nuevo segmento es un constituyente no subcategorizado, de modo que está forzado a
formular una nueva hipótesis sobre cuál es el nivel de incidencia o complementación del
nuevo constituyente. En caso de que el lector encuentre una coma tras un SN, puede
formular la hipótesis de que lo que viene a continuación es un complemento del
sintagma precedente; si confirma tal hipótesis (la presencia de un pronombre relativo,
por ejemplo, que su suposición es correcta), esperará entonces una segunda coma que
clausure el complemento explicativo.
Esta segunda coma resulta decisiva, de hecho, para guiar la interpretación del sintagma
a la derecha de la coma como el segundo miembro de una aposición o como el segundo
elemento de una lista o enumeración. La presencia de coma tras el SN el banquero, en
(10b), obliga al lector a interpretar esta expresión definida como un complemento
explicativo del SN antecedente (interpretación imposible en (10a)). La coma, por tanto
como el resto de signos de puntuación considerados hasta el momento, restringe de
modo eficaz la gama de posibles interpretaciones del lector.