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LA SEMÁNTICA PROCEDIMENTAL DE LA PUNTUACIÓN

Carolina Figueras
Universitat de Barcelona
carolf@fil.ub.es

1. Introducción

La puntuación es uno de los aspectos que menor atención ha recibido en el campo del
análisis del discurso. Su condición de recurso propio de la lengua escrita, y el hecho de
que ciertos aspectos de su empleo estén regulados por la normativa, quizá sean las
causas del escaso interés que ha despertado esta cuestión entre lingüistas y psicólogos
del lenguaje. Con todo, destacan los estudios de Beaugrande (1984), Catach (1994),
Chafe (1987a) y (1987b), Fayol y Abdi (1990) y Nunberg (1990).

El objetivo de este artículo es proponer una explicación de la semántica y de la


pragmática de la puntuación desde la perspectiva de la teoría de la relevancia. El estudio
semántico-pragmático de la puntuación se justifica, principalmente, por el hecho de que,
para el español, la puntuación se ha contemplado como una cuestión normativa (cfr., por
ejemplo, Marsá 1986 o Gómez Torrego 1995). Sin embargo, y a diferencia de las reglas
ortográficas, las normas de puntuación son mucho menos objetivas y están sujetas, en
gran parte, a la voluntad estilística del productor del texto.

La constatación, precisamente, de que el empleo de la puntuación responde


fundamentalmente a una decisión estilística constituye el punto de partida para plantear
una descripción de este sistema de signos desde un enfoque como la teoría de la
relevancia. Y ello por varias razones: en primer lugar, porque la puntuación –como se
reconoce insistentemente en los tratados al uso- determina la interpretación del texto. Si,
efectivamente, se establece tal vínculo entre puntuación y comprensión, es preciso
explicar las funciones cognoscitivas de la puntuación en el marco de una teoría que,
como el programa relevantista, permita predecir las inferencias que el destinatario
llevará a cabo en la interpretación del discurso.

En segundo lugar, resulta adecuado adoptar la teoría de la relevancia porque este


modelo proporciona las bases para desarrollar una teoría de la puntuación que integre
aspectos sintácticos, semánticos y pragmáticos. En el marco teórico diseñado por
Sperber y Wilson (1986) se delimita de modo preciso qué es semántico y qué es
pragmático en la interpretación del discurso, de manera que es posible proponer una
explicación unificada de los múltiples usos asignados por la normativa a los signos de
puntuación. La particular definición de estilo que se propone en este modelo ofrece la
posibilidad, por último, de describir de un modo psicológicamente adecuado el vínculo
entre forma lingüística e interpretación pragmática.

Para Sperber y Wilson (1986), el estilo, definido como la adecuación de la forma


lingüística de la emisión a las capacidades de interpretación del destinatario, es un
instrumento al servicio de la comunicación efectiva. La selección estilística no es una
mera cuestión estética, sino que siempre está determinada por la búsqueda de relevancia
óptima. El estilo se fundamenta, de hecho, en los supuestos del emisor acerca de los
recursos contextuales y capacidades de procesamiento del destinatario (véase Escandell
1994).

A partir de la publicación de Relevance, una de las líneas de investigación más fructífera


en el seno de esta teoría ha sido el estudio de la relación entre forma lingüística e
interpretación pragmática. Ya en Sperber y Wilson (1986) se apunta un vínculo directo
entre ambos aspectos, y se plantea que las diferencias en la estructura lingüística de
enunciados equivalentes en sus condiciones veritativas pueden producir diferencias en
los efectos contextuales o repercutir en el esfuerzo de procesamiento requerido para
interpretarlos.

Dado que la descodificación lingüística –como sostienen Sperber y Wilson (q1986)-


constituye el punto de partida de los procesos inferenciales de comprensión, cabe
esperar que una emisión codifique dos tipos básicos de información: las
representaciones conceptuales, por una parte, y la información de cómo manipular (o
procesar) tales representaciones, por otra (vid. Wilson y Sperber 1993). Esta distinción
es la base para la investigación relevantista en torno al significado computacional
codificado por conectores, partículas discursivas, expresiones referenciales, tiempos
verbales, modo, etc. (vid. Sperber y Wilson 1995).

A partir de este planteamiento, en el presente trabajo formulamos la hipótesis de que los


signos de puntuación codifican información procedimental que dirige el proceso de
recuperación del contenido explícitamente transmitido por el texto (las explicaturas, en
el modelo relevantista). Los signos de puntuación contribuyen a fijar la forma
proposicional de cada uno de los enunciados del texto y minimizan el esfuerzo de
procesamiento del lector, optimizando, de este modo, la relevancia global del texto. Con
el objetivo de comprobar la validez de tal hipótesis, formulamos, en primer lugar, una
propuesta de segmentación del texto en unidades de procesamiento que justificamos,
acto seguido, por las instrucciones procedimentales transmitidas por los signos de
puntuación que Catach (1994) denomina signos lógicos: el punto, el punto y coma, los
dos puntos y la coma.

2. Puntuación y organización del texto

Desde una perspectiva textual, cabe entender al puntuación como un mecanismo más de
organización de la información del texto; su función es delimitar y articular las diversas
unidades textuales de procesamiento (cfr. Ferreiro et al. 1996 y de Beaugrande 1984).
De acuerdo con este planteamiento, y a partir del trabajo de Nunberg (1990), puede
proponerse que las categorías textuales básicas definidas por la puntuación son el
párrafo, el enunciado textual, la cláusula textual y el enunciado oracional (o unidad
simple sujeto+predicado). A estas unidades cabría añadir las unidades sintagmáticas no
subcategorizadas definidas por la coma. En el siguiente cuadro se recogen y ordenan
jerárquicamente todas estas categorías textuales:
Marcador Unidad delimitada

Coma Sintagma

Nivel
Dos puntos Enunciado oracional
microestructural

Punto y coma Cláusula textual

Punto y seguido Enunciado textual

Punto y aparte Párrafo Nivel


macroestructural

Punto y final Texto

Las opciones de organización jerárquica de la información que adopte en cada caso el


emisor ( y que señalice convenientemente mediante la puntuación) determinarán de qué
modo desea que se interprete el texto. Distintas puntuaciones de un mismo texto
conducen a interpretaciones divergentes y pueden dar lugar a textos muy diferentes. De
hecho, cada una de las categorías textuales definidas por la puntuación cumple una
función específica con respecto a la estructuración del significado global del texto (o
modelo del discurso representado en el texto). Los signos de puntuación, en este
sentido, restringen la reconstrucción del contenido global del texto; funcionan, en
realidad, a modo de mapa cognoscitivo. Nuestro objetivo, en la sección siguiente, es
justificar las unidades textuales propuestas en el esquema precedente a partir de la
instrucción de procesamiento asociada a cada una de las marcas consideradas.

2.1. La puntuación en el nivel macroestructural del texto: el punto y aparte/el punto y


seguido

El punto y seguido marca la transición entre dos niveles discursivos: el del enunciado
textual (o nivel microestructural) y el textual o discursivo (o nivel macroestructural).
Como sostiene Fuentes (1996), el enunciado textual constituye la categoría discursiva
mínima. El enunciado textual es, de hecho, la unidad comunicativa más básica; su
estructura sintáctica puede ser la de una oración, una serie de oraciones, un solo
sintagma o bien una lexía.

Entre el texto, como unidad comunicativa básica, y el enunciado textual, la unidad


comunicativa mínima, y ya en el nivel macroestructural, cabe ubicar el párrafo,
definido, a su vez, por el punto y aparte: "El párrafo corresponde al conjunto de
enunciados que se caracterizan por tener una unidad tópica, por expresar un subtópico
del tema general del texto, ya que este se desarrolla de forma secuencial. Son las
divisiones que hace el hablante en su texto siguiendo criterios informativos, las partes
en que se divide el tema sobre el que versa el texto, y también según la superestructura,
es decir, el tipo de texto" (Fuentes 1996:55). Con el punto y aparte se señala ruptura de
la línea temática y se anuncia un cambio en la orientación dialéctica (Marsá 1986, 278)
(vid. Givón 1983 para la descripción del párrafo temático).

El punto y seguido, a diferencia del punto y aparte, cierra unidades comunicativas en el


interior del párrafo; funciona, de hecho, como el marcador que indica al lector que debe
relacionar e integrar en el subtópico desarrollado en el párrafo la información obtenida
por el procesamiento del enunciado textual. Desde una perspectiva pragmático-
cognitiva, un punto y seguido indica al lector que el nuevo enunciado textual describe
un elemento individual del modelo del discurso (un evento particular, un proceso o un
argumento).

El punto y seguido señala independencia sintáctica y complitud semántica y pragmática


entre dos segmentos textuales. El lector, sin embargo, debe interpretar que existe
continuidad de contexto entre ambos —en el sentido de que la información que se ha
hecho accesible por la interpretación del primer enunciado debe usarse para establecer
la relevancia del segundo— . Los enunciados textuales separados por punto y seguido
desarrollan, en este sentido, el subtópico del párrafo.

2.2. La puntuación en el nivel microestructural: cláusulas textuales simples y cláusulas


textuales complejas. El contraste entre el punto y coma y los dos puntos

A diferencia del punto y seguido, con el punto y coma se indica que los materiales
informativos proporcionados en el nuevo segmento textual (al que hemos denominado
cláusula textual) son predecibles o familiares, y están estrechamente relacionados con
los supuestos obtenidos por el procesamiento de la cláusula precedente (de Beaugrande
1984: 198). Desde el punto de vista informativo, el punto y coma implica asociación de
contenidos, lo que se traduce en una relación de "interdependencia" entre ambos
segmentos (no sintáctica, porque ambas cláusulas textuales son independientes
sintácticamente, sino pragmático-discursiva).

Con el punto y coma, el lector debe interpretar que el estado de cosas descrito por la
segunda cláusula textual pertenece al mismo estado de cosas descrito por la anterior. La
interpretación conjunta de las cláusulas textuales debe conducirle, en este sentido, a la
identificación de un elemento individual del modelo del discurso. De este modo, y
basándose en la instrucción de procesamiento proporcionada por el punto y coma, el
lector interpretará que no cabe proceder al cierre del enunciado hasta procesar la
información proporcionada por la segunda cláusula. Por ejemplo, en el enunciado
textual de (1)

(1) Explicó las deliberaciones del consejo de administración; habían olvidado hablar
con Pedro.

la segunda cláusula textual proporciona pruebas o evidencias para justificar el estado de


cosas descrito en la primera. El emisor podía haber recurrido a un punto para definir
ambos segmentos. Sin embargo, ha optado por el punto y coma. De acuerdo con la
presunción de relevancia óptima, el lector construirá su interpretación suponiendo que
el emisor ha empleado el punto y coma con la intención de que se interprete que el
segundo segmento representa un estado de cosas que forma parte del estado de cosas
descrito por el primero (en caso contrario, el emisor habría recurrido a otro signo de
puntuación).

En el ejemplo de (1), el punto y coma separa dos cláusulas textuales compuestas de un


único enunciado oracional. Considérese, sin embargo, la siguiente secuencia:

(2) El estado en que se encuentra la mayor parte de los pueblos africanos no ha


mejorado en el transcurso de los últimos años; más bien ocurre todo lo contrario: las
guerras civiles, la hambruna y la escasez asolan a los pueblos.

En (2), la segunda de las dos cláusulas textuales definidas por el punto y coma está
formada por dos unidades sujeto+predicado. El problema, en esta segunda cláusula, es
determinar si los dos puntos definen cláusulas textuales, como el punto y coma, o bien
delimitan una unidad textual jerárquicamente inferior. Nuestra propuesta es considerar
que los dos puntos separan enunciados oracionales en el interior de una cláusula textual.
Para justificar tal afirmación, vamos a intentar demostrar que el segmento introducido
por los dos puntos está subordinado pragmáticamente al segmento precedente y que, por
ello, debe considerarse que ambos forman parte de la misma cláusula textual. O,
formulado en otros términos, que el punto y coma y los dos puntos codifican
instrucciones de procesamiento distintas.

De acuerdo con Solà y Pujol (1989), el punto y coma y los dos puntos son a menudo
intercambiables, de modo que la distancia entre ambos se torna indistinguible en
determinados contextos. Considérese, a este respecto, los enunciados de (3); tanto para
(3a) como para (3b), la interpretación más relevante (la que requiere menor esfuerzo
cognitivo) consiste en inferir que el segmento a la derecha de los dos puntos o del punto
y coma proporciona evidencias para el supuesto expresado por el segmento precedente:

(3) a. Ni pagaron ni devolvieron el género: no tenían dinero y necesitaban la


mercancía.

b. Ni pagaron ni devolvieron el género; no tenían dinero y necesitaban la


mercancía.

En apariencia, ambos enunciados son idénticos. Un análisis más detallado, sin embargo,
demuestra que lo son. Con el punto y coma, los dos segmentos textuales se presentan
como unidades situadas al mismo nivel jerárquico y que cabe interpretar como
interdependientes. Por ello, precisamente, muchos autores señalan el carácter
indeterminado o inespecífico de la unión de segmentos oracionales sin nexo formal
reconocible. Solo recurriendo a un conector es posible controlar eficazmente las
inferencias del lector. Compárese, a este respecto, la secuencia de (4) con las de (5):

(4) a. No la han operado ni medicado: vivirá.


(5) a. No la han operado ni medicado; por consiguiente, vivirá.
b. No la han operado ni medicado; sin embargo, vivirá.

c. No la han operado ni medicado; con todo, vivirá.

En (4), la interpretación más coherente con el principio de relevancia (la que requiere
menor esfuerzo de procesamiento) está guiada por los dos puntos. En el enunciado de
(4), el segmento a la derecha de los dos puntos se interpreta como una consecuencia
(constituye, de hecho, la implicación contextual del supuesto comunicado por el emisor
con el segmento previo). La opción por el punto y coma, por el contrario, deja abiertas
mayores posibilidades de interpretación, de modo que, si el emisor tiene la necesidad de
restringir el contexto de interpretación del enunciado, se ve forzado a recurrir a los
conectores.

En (5a), el conector por consiguiente instruye al destinatario a procesar la proposición


que introduce en un contexto que le permita identificar esta proposición como un efecto
contextual del segmento precedente (Blakemore 1992, 150). En (5b), por su parte, el
conector sin embargo indica que la proposición que le sigue no es consistente con
respecto con respecto a una proposición que el emisor asume que el lector podría
derivar como implicación contextual del enunciado oracional anterior (cfr. Blakemore
1987: 125-141 y Blakemore 1992: 141-142). A semejanza de (5b), en (5c), el conector
contraargumentativo con todo obliga al destinatario a suprimir inferencias que podrían
derivarse a partir del procesamiento del segmento anterior. En concreto, la cláusula
oracional introducida por con todo elimina la inferencia de que no operar ni medicar a
una persona enferma puede ocasionarle la muerte.

Con los dos puntos resultan inviables las inferencias que guían los conectores en (5b) y
(5c). Además, tampoco es posible el empleo de conectores tras los dos puntos:

(6) a. *No la han operado ni medicado: por lo tanto, vivirá.


b. *No la han operado ni medicado: sin embargo, vivirá.

c. *No la han operado ni medicado: con todo, vivirá.

Si las secuencias de (6) no son admisibles, cabe suponer que los dos puntos establecen
algún tipo de restricción en la interpretación del segmento que les sigue. Quizás la clave
que permita explicar el contraste entre los dos puntos y el punto y coma es el carácter
discursivamente subordinado que otorgan los dos puntos al segmento (oracional o no)
que presentan.

Los argumentos aducidos hasta el momento conducen a proponer que el emisor, con los
dos puntos, indica ostensivamente al lector que procese el nuevo segmento como una
unidad subordinada a la anterior, dado que constituye una ampliación relevante de algún
supuesto obtenido a partir del enunciado oracional precedente. La interpretación del
adjunto clausal anunciado por los dos puntos como resumen, consecuencia, elaboración
o explicación de la precedente será una tarea de enriquecimiento inferencial para
obtener la explicatura de la cláusula textual (o del enunciado textual, en caso de que
coincidan ambas categorías textuales). Con este planteamiento, creemos que pueden
explicarse los usos más básicos de los dos puntos reconocidos por los tratados de
puntuación: la introducción de una cita directa, de una enumeración y de un ejemplo
(vid. Marsá 1986: 279-281).

2.3. La delimitación de las categorías textuales en el enunciado oracional: la coma

Cabe tratar, por último, el signo de puntuación que acota las unidades mínimas del
texto: la coma. Los manuales dedicados a la puntuación suelen listar una serie de usos
aparentemente heterogéneos de la coma. De este signo reconoce, básicamente, las
siguientes funciones: la desambiguadora (Minutos después de reunión no hablaba
nadie./Minutos después, de la reunión no hablaba nadie.); la indicación de elisiones
verbales (A unos les gusta una cosa; a otros, otra.); la copulativa (En aquella reunión
había ejecutivos, sindicalistas, trabajadores y periodistas.); la de marcar un cambio de
orden de un determinado elemento oracional (Abrió la carta y, sin decir, palabra, se
marchó./Abrió la carta y se marchó sin decir una palabra.); y la de indicación de
incisos. Entre los elementos incidentales se incluyen las aposiciones, los vocativos, las
construcciones absolutas, etc. (vid. Solà y Pujol 1989).

En nuestra opinión, es posible proporcionar una explicación unificada de todos estos


usos de la coma. Si partimos de la base de que este signo señala unidades de
procesamiento en el interior del enunciado oracional, es posible plantear que la coma
separa constituyentes que no pertenecen al núcleo básico sujeto+predicado
(V+complementos subcategorizados por el verbo), de modo que con esta marca el
emisor orienta al lector para asignar al enunciado oracional una estructura de
constituyentes en la que determinados sintagmas (los que aparecen separados por coma)
presentan un nivel de incidencia o complementación sintáctica más externa de la que
mantienen entre sí los elementos que conforman la unidad sujeto+predicado.

A diferencia del punto y aparte (que define párrafos), del punto y seguido (que separa
enunciados textuales) o del punto y coma (que delimita cláusulas textuales), la coma
acota sintagmas (es decir, cierra sintagmas). La coma, desde nuestra perspectiva,
anuncia unidades no argumentales (o, formulado en otros términos, define
complementos no subcategorizados). En consecuencia, puede proponerse que esta
marca instruye al lector a procesar el sintagma que separa, no como un complemento
del núcleo del sintagma precedente (o siguiente), sino como un elemento que cabe
adjuntar a un nodo más alto en la jerarquía estructural (cfr. de Beaugrande 1984: 208).

En función de la información que se ha hecho accesible por el procesamiento del


enunciado previo y a partir de la instrucción de procesamiento codificada por la coma –
junto con la información conceptual codificada por el nuevo sintagma− el lector debe
decidir a qué proyección máxima debe adjuntar el segmento definido por la coma. La
elección, en todos los casos, estará motivada por la búsqueda de relevancia óptima.
Considérense, en este sentido, los ejemplos de (7):

(7) a. No puedo ayudarte sinceramente.


b. La policía ha dejado en libertad al individuo que detuvieron por error.
c. Pedro exigió que su hermano le hablara con buenas palabras.

d. Tramitaremos el expediente que solicitaron por correo.

La ausencia de coma en las secuencias precedentes induce al lector a interpretar que el


emisor no puede ayudar de manera sincera al oyente (7a); que la policía detuvo por
error a un individuo, al que posteriormente han dejado en libertad (7b); que quien debe
hablar con buenas palabras es el hermano de Pedro (y no el propio Pedro) (7c); y, por
último, que quienes solicitaron el expediente lo hicieron por correo (7d).

La inserción de una coma ante las unidades sinceramente, por error, con buenas
palabras y por correo, por el contrario, fuerza al destinatario a inferir una forma
proposicional distinta a la que cabe asignar para los enunciados de (7). Compárense, a
este respecto, las secuencias de (7) con las correspondientes versiones puntuadas de (8):

(8) a. No puedo ayudarte, sinceramente.


b. La policía ha dejado en libertad al individuo que detuvieron, por error.
c. Pedro exigió que su hermano le hablara, con buenas palabras.

d. Tramitaremos el expediente que solicitaron, por correo.

En las secuencias de (8), la coma obliga al lector a adjuntar los constituyentes


sinceramente, por error, con buenas palabras y por correo a un nodo más alto que el
correspondiente a las unidades sintácticas inmediatamente anteriores (en todos los
casos, el SV contiguo). En (8b-d), la coma determina que la interpretación más
coherente con el principio de relevancia sea aquella en la que los elementos separados
por la coma se procesen como modificadores del SV de la oración matriz. En estos
casos, la coma contribuye decisivamente a la recuperación de la forma proposicional del
enunciado.

En (8a), por su parte, la coma exige que el adverbio se interprete como una valoración o
calificación del acto de habla realizado al emitir la oración. Se trata, por tanto, de un
adverbio ilocucionario o de la enunciación (vid. Nolke 1990). Para interpretar el
enunciado oracional, el lector debe incorporar la información conceptual codificada por
el adverbio a un nivel superior de explicatura (la explicatura de alto nivel, como la
denominan Sperber y Wilson 1986 y Wilson y Sperber 1993). En el ejemplo de (8a), la
forma proposicional del enunciado oracional debe integrarse en una descripción de acto
de habla del tipo El emisor dice sinceramente que no puede ayudar al destinatario. La
coma impone, por tanto, la interpretación del adverbio como modificador de la
enunciación (y no del enunciado).

La comparación de las secuencias de (7) y de (8) muestra que la coma establece


restricciones en la determinación de las explicaturas del enunciado (concretamente, guía
la asignación de una determinada forma proposicional a la oración emitida, como
sucede en (8b-d)). El hecho de que la interpretación de los enunciados de (7) difiera
ostensiblemente de la obtenida a partir de las correspondientes versiones puntuadas de
(8) muestra que la coma puede contribuir, en casos determinados, a las condiciones de
verdad de la emisión. En otras ocasiones, sin embargo, como se ejemplifica en (8a), la
coma proporciona las claves necesarias para la recuperación de las explicaturas de alto
nivel del enunciado.

A partir de la función básica de la coma (obligar a lector a procesar el sintagma que


delimita como complemento, no del núcleo precedente, sino de un nivel más alto)
pueden explicarse tanto el uso de la coma para marcar elisiones verbales, como el de la
coma para delimitar elementos coordinados de una serie. Considérese, por ejemplo, la
coma que señala elisión de verbo y complemento directo en el enunciado de (9):

(9) Pedro toma café por la mañana; Juan, a todas horas.

En este caso, la coma de la segunda cláusula textual impide analizar el sintagma a todas
horas como complemento del elemento que le precede en la cadena lingüística. Una vez
el lector ha procesado la primera cláusula del enunciado textual, la asignación de la
palabra Juan a la categoría de SN le permitirá plantear la hipótesis sintáctica de
anticipación de que a continuación encontrará un SV, lo que conduce, por sustitución de
la variable, a la hipótesis lógica de anticipación Juan hace algo (cfr. Sperber y Wilson
1986). En este punto, el lector procede a una asignación provisional de referente a la
expresión Juan, a partir de la suposición de que el emisor ha intentado ser relevante (en
caso contrario, el emisor hubiera proporcionado más datos sobre el referente).

La presencia de una coma, en lugar del constituyente SV, obliga al lector, sin embargo, a
reformular sus hipótesis iniciales. Dado que este parte de la base de que el emisor
intenta ser óptimamente relevante, la coma debe indicar que el segmento omitido es
fácilmente recuperable mediante un proceso de enriquecimiento inferencial. De hecho,
la información elidida resulta accesible porque aparece contenida en la forma
proposicional que el lector ha asignado a la cláusula anterior (explicatura esta que forma
parte del contexto para el procesamiento de la cláusula siguiente). La coma, por tanto,
guía el proceso de construcción de la forma proposicional que debe asignarse a la
segunda cláusula.

En la interpretación del texto, el lector procede en todos los casos a formular hipótesis
sobre la estructura sintáctica y sobre la representación semántica del enunciado en curso
de procesamiento. La confirmación de tales hipótesis le permitirá llevar a cabo las tareas
inferenciales de recuperación de las explicaturas del enunciado. Considérese, a este
respecto, los enunciados de (10):

(10) a. Ricardo, el banquero y su mujer fueron a la fiesta.

b. Ricardo, el banquero, y su mujer fueron a la fiesta.

Como hemos establecido, la coma anuncia en todos los casos un nuevo sintagma. Ante
esta marca, el lector se ve obligado a incorporar la nueva información a la ya procesada,
a fin de determinar las posibles explicaturas del enunciado. La coma le indicará que el
nuevo segmento es un constituyente no subcategorizado, de modo que está forzado a
formular una nueva hipótesis sobre cuál es el nivel de incidencia o complementación del
nuevo constituyente. En caso de que el lector encuentre una coma tras un SN, puede
formular la hipótesis de que lo que viene a continuación es un complemento del
sintagma precedente; si confirma tal hipótesis (la presencia de un pronombre relativo,
por ejemplo, que su suposición es correcta), esperará entonces una segunda coma que
clausure el complemento explicativo.

Esta segunda coma resulta decisiva, de hecho, para guiar la interpretación del sintagma
a la derecha de la coma como el segundo miembro de una aposición o como el segundo
elemento de una lista o enumeración. La presencia de coma tras el SN el banquero, en
(10b), obliga al lector a interpretar esta expresión definida como un complemento
explicativo del SN antecedente (interpretación imposible en (10a)). La coma, por tanto
como el resto de signos de puntuación considerados hasta el momento, restringe de
modo eficaz la gama de posibles interpretaciones del lector.

Con el análisis que hemos trazado a lo largo de esta exposición se demuestra la


viabilidad de explicar determinados fenómenos de estilo en el marco de la teoría de la
relevancia. Así, y como pretendíamos confirmar al presentar el funcionamiento
cognoscitivo de los signos de puntuación, la adopción del programa de Sperber y
Wilson (1986) permite ofrecer una visión mucho más simplificada y funcional del papel
de la puntuación en la comunicación escrita. Nuestro propósito, en el presente trabajo,
ha sido llevar a cabo una reflexión en torno al contenido intrínseco de algunos signos de
puntuación, unificando y clarificando la polifuncionalidad asignada por la normativa a
cada signo.

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