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Comprender la guerra civil (1)

LA II REPÚBLICA

Ocurrió el 14 de abril de 1931, en todas las ciudades la gente se echó a la calle. Se


estableció un gobierno provisional con Alcalá Zamora, un antiguo político monárquico
de marcado signo conservador. Lo primero que había que elaborar una Constitución por
la que debían regirse los españoles, que proclamase los derechos fundamentales, entre
los que destacaban la renuncia a la guerra y el sufragio universal,- o sea, por primera
vez la mujer podría votar-.
La republica suponía una esperanza, pero había que cambiar tantas cosas:

• Aquellos miles de trabajadores en las fábricas mal atendidos


• Las masas de campesinos, sobre todo en La Mancha, en Extremadura y en
Andalucía, verdaderamente hambrientas, precisamente en una época en que toda
Europa, y por supuesto España, estaba bajo los efectos de una grave depresión
económica.

Pero surgieron problemas, y algunos muy graves. El mismo día 14 de abril en


Barcelona, Companys, proclamaba la republica catalana, obligando a una precipitada
intervención del gobierno provisional para evitar este intento separatista, pero no fue el
único, otro político Aguirre, promovió algo similar en el País Vasco.

Las ideas republicanas encontraron resistencia en la Iglesia, pero lo que fue más penoso,
antes del mes de proclamada la república se iniciaba la quema de conventos en media
España.
Se produjo un alzamiento militar, encabezado por el general Sanjurjo, en el verano de
1932, que fue sofocado.

Azaña, que en esta primera etapa, era ministro de la guerra, acometió la reforma de las
fuerzas armadas, para reducir sus numerosos cuadros de oficiales.

Con lo cual urgía una reforma, especialmente en la agricultura. Muchos esperaban que
la republica arrebatase las grandes extensiones de tierra a los nobles y grandes
propietarios para entregarla a los campesinos, tarea difícil que jurídicamente tenía que
vencer no pocos escollos y que por fuerza tenía que ser lenta. De ahí que surgió el
desengaño de aquellos campesinos hambrientos que no acababan de ver resueltos sus
problemas y que en algunos casos, decidieron tomarse la justicia por su mano, asaltando
cortijos y enfrentándose con la fuerza pública. Ocurrió un penoso suceso, en un pequeño
pueblo del sur de España, Casas Viejas, fueron tan graves los incidentes que el gobierno
tuvo que mandar fuerzas para reprimir a los rebeldes. Y hubo muertos. Fue una acción
sangrienta que ensombreció el gobierno de Azaña, que en aquellos momentos era
Presidente del Consejo de Ministros. Hubo crisis política. El Presidente de la República
disolvió el parlamento y convocó nuevas elecciones.

Corrían ya los primeros días del otoño de 1933. Y el resultado sería que el gobierno
pasaría a manos de la derecha española, en una alianza entre el Partido Radical dirigida
por Lerroux y la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), que
encabezaba un joven político que empezaba entonces su andadura: Gil Robles.
Empezaba una nueva etapa, de tono conservador. Las elecciones de 1933 dieron un
vuelco al Parlamento, con la derrota del partido de Azaña (Acción Republicana) y de los
socialistas.
Ahora con la derecha en el poder, la Iglesia recuperó posiciones, pero más grave fue que
se suspendiese la reforma agraria. Y la situación económica cada vez era más difícil. Así
que creció el malestar y fue creciendo el espíritu revolucionario, donde se aliaron las
dos fuerzas contrarias al gobierno: la izquierda radical (especialmente el movimiento
obrero) y los separatistas catalanes. Se produjo una revolución en octubre de 1934, con
dos focos principales:

• Barcelona, donde Companys proclamó el estado catalán.


• Asturias, donde los mineros, tomaron las armas y se adueñaron prácticamente
del Principado y de su capital Oviedo.

Tuvo que intervenir el ejército. Fácilmente dominó el alzamiento de Barcelona, pero


hubo que desplegar una verdadera acción militar. La represión fue dura y llenó de
resquemores a la sociedad española.

El bienio negro llegaba a su fin, y nos condujo a un nuevo proceso electoral para ver
quien ganaría en esta España ya dividida en dos bandos:

• la izquierda revolucionaria
• la derecha conservadora

EL TRIUNFO DEL FRENTE POPULAR

En febrero de 1936 obtuvo una impresionante victoria, de nuevo las urnas daban un
vuelco: la izquierda estaba otra vez en el poder, y en el nuevo gobierno los socialistas
tuvieron un peso fundamental, con sus dos políticos más destacados: Indalecio Prieto y
Largo Caballero, y como siempre una de las preocupaciones de este nuevo gobierno fue
deshacer lo que había promovido el gobierno anterior- la derecha conservadora -,
poniendo en marcha lo que se había iniciado en el año 1931:

• El Estatuto de Autonomía de Cataluña, como reconocimiento a sus aliados


separatistas catalanes.
• Apoyar a los revolucionarios de aquel octubre rojo de 1934, empezando por la
liberación de los presos que había encerrado el gobierno anterior.

Pero el frente popular no supo mantener el más mínimo orden. Pronto se sucedieron las
huelgas, los atentados, la quema de conventos y de iglesias, las muertes violentas. El
caos se adueñó de España. Así surgió otro grupo radical de derechas, los falangistas, que
respondieron a la agresión con agresión, al mando estaba un joven político de apellido
ilustre: José Antonio Primo de Rivera.
España se estaba convirtiendo en un campo de batalla, con el goteo casi diario de
muertos de uno y otro signo.
El asesinato de Calvo Sotelo, fue la excusa perfecta para unos generales que ya estaban
pensando en alzarse contra el gobierno del Frente Popular (Sanjurjo, Mola, Queipo del
Llano y Franco).
El gobierno había caído en descrédito y había colocado a España en una situación
caótica que había puesto en peligro el país, así que al entender de estos militares alzarse
contra el gobierno se había convertido en un deber patriótico. Por lo que en una España
enloquecida, terminó la segunda república y se inició la más sangrienta guerra civil que
jamás sufrió España.
LA GUERRA CIVIL

Una cosa estaba clara, España había enloquecido, tanto los de izquierda como los de
derecha, el resultado fue un cruel enfrentamiento en el que ya no se trataba solo de
vencer al adversario sino incluso de suprimirlo, o sea, acabar con él. Así que iniciada la
guerra se extendió el terror por todas partes, ya os podéis imaginar el resultado, un
auténtico baño de sangre.
Y junto con ello una guerra que duraría tres largos años, y que despertó el interés de
medio mundo, de tal forma que ambos bandos recibieron ayuda, tanto de materiales de
guerra como de hombres:

Italia envió voluntarios que lucharon bajo las órdenes de Franco y Alemania le mandó
preferentemente materia bélico.
A la republica le apoyó “el mundo libre” concretado en las llamadas Brigadas
Internacionales” y también Rusia.

De este modo este interés por la guerra española reflejó la división que había entre las
grandes potencias mundiales, con lo que se podía temer una segunda guerra mundial.

A fines de 1936 tras el fracaso de los nacionales de tomar Madrid, España quedó
dividida en dos grandes zonas:

La Republica dominaba la zona del centro, con la capital Madrid, como referencia y una
amplia fachada mediterránea desde Cataluña hasta Málaga; y en el norte Asturias,
Santander y buena parte del País Vasco, con Bilbao incluido.

Por su lado, la España sublevada por los generales, y que a partir de octubre de 1936
había designado a Franco como jefe, había logrado pasar las tropas que defendían el
norte de Marruecos, que era una terrible fuerza de choque en torno a cuarenta mil
soldados. Y tras l a toma de Badajoz, a mediados de agosto de 1936, habían logrado la
unión de las dos zonas sublevadas en el norte y el sur, controlando así desde Navarra y
Aragón hasta Andalucía Occidental, pasando por Galicia, Castilla-León y Extremadura.

Las fuerzas parecían niveladas.

Adaptación del libro: Pequeña historia de España de Manuel Fernández Álvarez.

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