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Sanidad Vegetal
Poco dice la sanidad vegetal al lector desprevenido. Pero su impacto en la economía mundial jamás
se podrá pasar por alto. Plagas como la roya del cafeto, la sigatoca negra del banano o el gusano blanco de la
papa son apenas unos pocos nombres que nos recuerdan la devastación que causan las pestes que afectan los
cultivos. La langosta no es una referencia más en las páginas de las Sagradas Escrituras: las mangas de
langostas aún siguen sembrado a su paso por los campos desolación y hambre.
La sanidad vegetal como dice la norma (decreto 1840 de 1994) mantiene las plantas y sus productos
libres de agentes dañinos o en niveles tales que no ocasionen perjuicios económicos, no afecten la salud
humana o la salud animal y no restrinjan su comercialización. La sanidad vegetal, en consecuencia, vela por
la salud de cultivos y cosechas, reprime e investiga las enfermedades y las plagas, inspección productos,
expide permisos de importación y certificados fitosanitarios, controla el uso de pesticidas y determina las
medidas de protección fitosanitarias.
La sanidad vegetal va de la mano de la entomología económica, pues es ésta la ciencia que estudia el
efecto de los insectos en la economía y pone la investigación de los insectos al servicio de la economía.
La lucha biológica
La destrucción de las plagas de los cultivos por sus enemigos naturales se remonta al inicio del siglo
XVIII vinculando nombres tan respetables como los de Erasmo Darwin, Carlos de Geer, Alberto Koebele,
René Antonio de Reaumur y Antonio Vallisnieri. El Colombia el primer gran abanderado es Luis María
Murillo Quinche, quien temeroso del daño de los ecosistemas por los insecticidas, centró sus investigaciones en
la lucha biológica, y la aplicó con éxito en la erradicación de los insectos nocivos, dejando enseñanzas que hoy
constituyen ejemplos clásicos de represión biológica. Anteriores a los suyos, nuestra historia sólo consigna los
experimentos de Federico Lleras Acosta -padre del presidente Lleras Restrepo- y Luis Zea Uribe, en 1913, cuando
usando el método del profesor D'Herelle, inyectaron un hongo inocuo para el hombre, traído del Instituto Pasteur,
a algunas langostas que pocas horas después presentaron una enfermedad diarreica que las extinguió.
El catálogo de insectos
Así como las plagas de los cafetos llevaron a Murillo a tierras antioqueñas, la mosca de las frutas, lo llevó al Valle
de Tensa, y el pulgón lanígero de los manzanos a Zotaquirá Paipa y Duitama, y en últimas la mayoría de las
plagas lo obligaron a explorar todo el país. Excursiones en que se volvieron habituales los ríos, las mulas y los
caminos polvorientos. En goleta, porque no tenía el archipiélago transporte aéreo, llegó el entomólogo en 1931 a
San Andrés a estudiar la peste de los cocoteros. Así a punta de recolectar y de estudiar insectos, de describirlos y
clavar con alfileres en cartones, reunió el material necesario para que apareciera en 1934 el Primer Catálogo de
Insectos de Importancia Económica en Colombia. Entonces el ministerio de Agricultura y Comercio se dio cuenta
de la importancia de adquirir los armarios para guardar la colección entomológica.
Los insecticidas
En 1949 el uso indiscriminado de insecticidas provocó en la zona algodonera de Armero una grave aparición de
la plaga, pues las fumigaciones irónicamente habían acabado con la avispa que las reprimía. Observaciones como
esta confirmaron las tesis expuestas por Murillo. Por ello la lucha biológica fue para él una alternativa eficaz al
uso de los insecticidas, que utilizados sin indicación por igual acababan insectos dañinos como útiles.
Preocupado por el futuro de los ecosistemas fue cauto en su uso y perseverante en el consolidación de la lucha
biológica.