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FRANCISCO DE MEDRANO:
LA «SERIE DE AMARILIS» COMO CANCIONERO PETRARQUISTA
1
A. Prieto, Ensayo semiológico de sistemas literios, Barcelona, Planeta, 1976, p. 263.
2
J. G. Fucilla, Estudios sobre el petrarquismo en España , Anejo LXXII de la Revista de Filología
Española, Madrid, 1960, p. XIII.
3
J. Lara Garrido, Poética Manierista y texto plural (Luis Barahona de Soto en la lírica española del XVI),
Málaga, Universidad, 1980, p. 29.
4
A. Prieto, op. cit., p. 258.
5
J. Lara Garrido, op. cit., p. 30.
6
Cf. D. Alonso, Vida y Obra de Medrano I, Madrid, CSIC, 1948, pp. 105-113, donde se analiza la historia
de la pasión por Amarilis, a partir de las composiciones pertenecientes a esta serie, editadas junto al resto de la
obra poética en D. Alonso y S. Reckert, eds., Vida y obra de Medrano II, Madrid, CSIC, 1958. [Existe una ed.
posterior de D. Alonso, coordinada por Mª. L. Cerrón: Francisco de Medrano, Poesía, Madrid, Cátedra,
1988].
7
Editada por J. M. Blecua bajo el epígrafe "Canta sola a Lisi y la amorosa pasión de su amante" en
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poéticos se ha venido intuyendo una estructura de cancionero 8 . D. Alonso piensa que las
series de Flora y Amarilis, en Medrano, "terminan ordenándose como sendos desarrollos
de breve y sencilla novela" 9 , y concibe la de Lisi como "una especie de Canzoniere en la
huella directa de Petrarca"10 , en la misma línea que O. H. Green al calificar de cancionero
cortesano la poesía amatoria de Quevedo 11 . Estas precisiones tienen su origen en una
concepción de petrarquismo idéntica a la expuesta por J. G. Fucilla, apartándose con ello
de nuestra intención: señalar como el sistema petrarquista que subyace en la serie de
Medrano se inscribe en una caracterización manierista, ahondando ya en lo que será la
configuración barroca del petrarquismo, y como la lógica interna de la serie de Lisi en
Quevedo marca la distancia respecto a la modelización barroca y emprende un proceso de
disolución en las estructuras del cancionero12 .
En cada una de estas agrupaciones poéticas las tensiones intratextuales que se
encontraban en la base de las rime de Petrarca, generadas en su conflicto anímico interior,
serán resueltas en una relación interior esencialmente distinta. Recordemos previamente
como se constituía la tensión en Petrarca, encuadrada en torno a dos ejes:
1) La relación dialéctica establecida entre el soneto prólogo, Voi ch'ascoltate in
rime sparse il suono, y la canción final, Vergine bella, che di sol vestita13 , tendente a
conformar una unidad de sentido ejemplarizante (exemplum) que se superpone y
proporciona un significado alegórico al resto de los poemas.
2) La tensión entre el exemplum unificador y la variedad temática desarrollada a lo
largo del Canzoniere a modo de fragmenta, disgregando en cierta forma la unidad
pretendida e impulsando la obra hacia un desequilibrio estructural acorde con la confusa
contradicción inherente a un sentimiento de amor irrealizado. En estos poemas queda
afirmada la perennidad del amor humano frente a la retractatio de la canción final 14 .
Francisco de Quevedo, Obras Completas, I. Poesía Original , Barcelona, Planeta, 19744, pp. 489-541. Todas
las citas de los poemas vendrán referidas a esta edición.
8
La ordenación textual de la obra poética de Medrano es confusa, pues hay diferencias entre el manuscrito
3.783 de la Biblioteca Nacional de Madrid, la edición de Palermo (1617) y la hasta ahora definitiva de D.
Alonso y S. Reckert. Quevedo no pudo preparar personalmente la edición de sus obras. De ahí que ni la serie
de Lisi ni la de Amarilis puedan ser consideradas cancioneros compuestos y elaborados estructuralmente
como tales, a semejanza del mismo Canzoniere de Petrarca, La Lira de Marino, el Desengaño de amor en
rimas de Pedro Soto de Rojas o las Rimas de Lope de Vega. Cf. D. Alonso y S. Reckert, op. cit., pp. 360-371
y J. 0. Crosby, En torno a la poesía de Quevedo, Madrid, Castalia, 1967, pp. 95-174.
9
D. Alonso, op. cit., p. 93.
10
D. Alonso, Poesía Española. Ensayo de límites estilísticos, Madrid, Gredos, 1969, p. 295.
11
O. H. Green, España y la tradición occidental I, Madrid, Gredos, 1969, p. 293, y asimismo la p. 295,
donde se ocupa de como Quevedo no pudo preparar su propio cancionero para la imprenta, suponiendo que lo
habría hecho de haber realizado el propósito de editar sus poemas.
12
Si seguimos la periodización propuesta por H. Hatzfeld, Estudios sobre el barroco, Madrid 1972, pp. 52-
72, la serie de Medrano se insertarla en un Manierismo en el que ya se ponen de relieve las formas más
prematuras del Barroco, y la de Quevedo lo haría en el Barroquismo, que extrema y exagera los módulos
expresivos del Barroco. No entro en la polémica y los cuestionamientos a los que esta periodización pueda
estar sujeta.
13
[Francesco Petrarca, Cancionero I-II, ed. bilingüe de J. Cortines, Madrid, Cátedra, texto italiano
establecido por G. Contini, Madrid, Cátedra, 1989].
14
Para este análisis he tenido en cuenta a A. Prieto, "Con un soneto de Lope", op. cit., pp. 259-292, [y, del
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mismo autor, "Introducción" a Francesco Petrarca, Cancionero, Barcelona, Planeta, 1985, pp. IX-CIX].
15
Entre la aparición del Canzoniere de Petrarca y el de la escritura de las series de Lisi y Amarilis
encontramos en la literatura italiana y española múltiples intentos de formalización cancioneril. En ltalia, por
ejemplo, la Arcadia de Sannazzaro y los Amores de Boiardo, calificados por A. Prieto, op. cit., p. 264, de
representativos de un estado de «descomposición petrarquista» en el que la proyección subjetiva del autor no
imprime la tensión interna que necesita el vario stile de Petrarca. En España, tendríamos desde "los
cancioneros domésticos que ayuntaron poesías", caso de Boscán, hasta "la tensión que vive Garcilaso" (A.
Prieto, Garcilaso de la Vega, Madrid, SGEL, 1975, p. 47), sin olvidar la «idea de un cancionero petrarquista»
en Herrera. [Cf. A. Prieto, La poesía española del siglo XVI. II. Aquel valor que respetó el olvido, Madrid,
Cátedra, 1987, pp. 570-585].
16
Un estudio muy sugerente de la conformación de un cancionero manierista y del paso al estadio barroco
es el que realiza J. Lara Garrido, "Manierismo estructural y desarrollo manierista del signo en las Diversas
Rimas de Vicente Espinel", en AA. VV., Estudios sobre Vicente Espinel, Universidad de Málaga, Anejos de
Analecta Malacitana 1, 1979, pp. 17-30, señalando como modélico representante de una dispositio manierista
de cancionero la recolección poética de Espinel frente a la ordenación barroca presente en el Desengaño de
amor en rimas de Pedro Soto de Rojas. [Cf. Mª. del P. Palomo, La poesía en la Edad de Oro (Barroco),
Madrid, Taurus, 1987, pp. 23-26, y A. Prieto, "El Desengaño de amor en rimas de Soto de Rojas , como
cancionero petrarquista", Serta Philologica F. Lázaro Carreter, II, Madrid, Cátedra, 1983, pp. 403-412].
17
E. Orozco Díaz, Manierismo y Barroco, Madrid, Cátedra, 19884, p. 170. Además del ejemplo ya aducido
de las Diversas rimas de Espinel, otra muestra de posible estructura manierista de cancionero la constituiría la
propuesta editorial de Fernando Herrera, con Algunas obras, en 1582, donde en efecto encontraríamos un
soneto prohemio, «Osé, y temí; mas pudo la osadía», y diversas composiciones de carácter palinódico. Sin
embargo, la variedad temática (poemas de amor, poemas heróicos, etc.), impide el acceso a una estructuración
en unidad de significado. [Como ya indicara A. Prieto, "Con un soneto de Gutierre de Cetina", El Crotalón.
Anuario de Filología Española, I (1984), p. 283, "no deja de ser una antología ajena a una conciencia de
cancionero"]. La estructura pluritemática se amplifica aún más si partimos de la edición póstuma de Pacheco
en 1619. Sigo el texto de J. M. Blecua, Fernando de Herrera, Obra poética. Edición crítica I-II, Madrid,
Anejo XXXII del Boletín de la Real Academia Española, 1975.
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pierda el sentido" 18 .
Como señalábamos anteriormente, ni Medrano ni Quevedo pueden ser aducidos
como ejemplos de esta sistematización de paradigmas de cancionero. Intuimos en la serie
de Amarilis una visión unitiva barroca, un principio estructural integrador que, sin
embargo, choca con la ordenación fragmentaria y dispersa de las composiciones dedicadas
a ella, repartidas a lo largo de toda su obra poética 19 . Quevedo incorpora a la serie de Lisi
bases y concepciones ideológicas, en concreto su formación estoica y sofística 20 , que
provocan una ruptura en la unidad interior del cancionero barroco, abocando no a una
expresión contrastiva, sino irresolublemente contradictoria.
LA SERIE DE AMARILIS
Ajustándonos a la ordenación propuesta por D. Alonso, Medrano dedica a Amarilis
los sonetos XXII, XXIII (probable), XXVI, XXVIII, XXXIV, XXXIX (probable), XLI,
XLII, XLIII, XLIV, LI y LIIII; también las odes XII, XVI (probable), XVII y XXV 21 . El
soneto I y el LIV, aunque no pertenezcan estrictamente a este agrupamiento, serán tenidos
en cuenta por su carácter prohemial y de clausura en retractatio de la totalidad de los
poemas.
Un análisis de cada uno de estos poemas, especialmente de los sonetos, nos
permitirá trazar las líneas que podrían definir un estatuto de «microcancionero» 22
petrarquista para esta serie de Amarilis, además de apuntar su peculiaridad como modelo
de disposición textual que proyecta su organización desde una estructura manierista a una
barroca.
En primer lugar podemos comprobar cómo en la poesía de Medrano existe un
soneto-prólogo que aspira a crear un ductus unitario en conexión con una palinodia final,
ajustándose el poeta a una trayectoria que remite al primer soneto del Canzoniere 23 .
18
[E. Orozco Díaz, Introducción al Barroco I, ed. al cuidado de J. Lara Garrido, Granada, Universidad,
1988, p. 115]. En el mismo sentido, H. Hatzfeld, op. cit., pp. 14 y 55, se refiere a "la armoniosa fusión de
fondo y forma que se aprecia en las obras del grande o perfecto Barroco", y comenta uno de los principios
definidores de la historia del arte propuestos por H. Wölfflin: la afirmación de que en el barroco se da un
sometimiento de la multiplicidad de elementos a una idea-unidad central.
19
Me refiero a la ordenación de la edición príncipe de Palermo, en 1617, distinta a la que contiene el texto
autógrafo que se conserva en la Biblioteca Nacional (Ms. 3783). [Cf. F. B. Pedraza Jiménez, "Prólogo" a
Francisco de Medrano, Rimas (Facsímil de la edición príncipe, Palermo, 1617), Aranjuez, Ara Iovis, 1985,
pp. 15-22 y 48-53].
20
Cf. C. Cuevas García, "Quevedo entre neoestoicismo y sofística", en Estudios sobre Literatura y Arte
dedicados al profesor Emilio Orozco Díaz I, Granada, Universidad, 1979, pp. 357-375.
21
D. Alonso, Vida y Obra de Medrano, p. 93; [y su "Introducción" a Francisco de Medrano, Poesía, p. 51].
22
[Frente a la condición ortodoxa de los «megacanzonieri petrarchisti», A. Quondam, La parola nel
labirinto. Società e scrittura del Manierismo a Napoli, Bari, Laterza, 1975, pp. 166-167 y 277-278, ha
formulado un concepto crítico enormemente fecundo, el de «microcanzoniere». Aplicado a la lírica italiana
del XVII, surgen dos submodelos variables: el primero conforma equilibrios internos, regularmente
dispuestos en la articulación de rimas amorosas, de correspondencia, de arrepentimiento y de conversión a
Dios; el segundo (como la sección de «amorose» en La lira de Marino) se especializa y abre a nuevas
predicaciones: la dama y sus circunstancias, los objetos femeninos, etc.].
23
Cf. J. M. Rozas, "Petrarca y Ausias March en los sonetos prólogo amorosos del Siglo de Oro",
Homenajes. Estudios de Filología Española, I (1964) 57-75. Sobre el soneto prohemial de Petrarca, cf. F.
Rico, "«Rime sparse», «Rerum vulgarium fragmenta». Para el título y el primer soneto del «Canzoniere»",
Medioevo Romanzo, III (1976), pp. 101-138.
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en Medrano al motivo central que solía prestar una armazón plástica recurrente a los
sonetos prólogo, el del peregrino de amor, como personificación alegórica del poeta
enamorado que irá dando señales de su caminar a los hombres para que estos eviten la
senda equivocada que él siguió 27 . Ambos símiles, en esencia, conducen a idéntica meta: la
retractatio y el desengaño de la realidad terrenal. Pero en Medrano la intencionalidad
didáctica ocupa un plano mucho más evidente, pues el poema se convierte en una reflexión
sobre la utilidad de sus propios versos, y no en un examen introspectivo del camino de
amor, donde el poeta se duele de sus faltas y avisa a los ciegos caminantes:
24
Para J. M. Rozas, loc. cit., pp. 69 y 72, no se ajusta al patrón de sonetos-prólogo, por no tratarse de un
prólogo amoroso.
25
Imagen ya tópica en la Antigüedad clásica, utilizada por Lucrecio, De rerum natura I, 936-950, ed. E.
Valentí, Madrid, CSIC, 1983; y Horacio, Satiras I, i, 24-26, ed. H. R. Fairclough, Cambridge, Massachusetts
y Londres, Harvard University Press y William Heinemann, 1988. Para C. B. Beall, "Francisco de Medrano's
Imitation from Tasso", Hispanic Review, XI (1943), pp. 76-77, Medrano realiza una adaptación en los
cuartetos de la tercera octava del canto I de la Gerusalemme liberata de Tasso, para después proceder en los
tercetos a dar un giro personal con ayuda de Horacio. Cabría también señalar la influencia de Ausias March, I,
iii, 22-24, en Obra poética completa I, ed. R. Ferreres, Madrid, Castalia, 1979. Cf. D. Alonso y S. Reckert,
Vida y obra de Medrano, pp. 20-22. M. Menéndez Pelayo, Antología de poetas líricos castellanos X, en
Obras Completas XXVI. Edición nacional, Santander, CSIC, 1945, pp. 263-264, documenta el símil en
Boscán, Garcilaso y Hurtado de Mendoza.
26
La dualidad docere / delectare, procedente del «omne tulit punctum qui miscuit utile dulcis» de Horacio,
Ars poetica 343, ed. A. González, Madrid, Taurus, 1991, había sido asimilada hasta tal punto en la teoría
literaria de los siglos de oro que en muchos textos, según A. García Berrio, Introducción a la poética
clasicista: Cascales, Barcelona, Planeta, 1975, p. 93, que "sólo se daban poco más que meras alusiones
automatizadas".
27
Para el análisis de la función estructural y significativa de la peregrinatio vitae y la peregrinatio amoris,
cf. A. Vilanova, "El peregrino de amor en las Soledades de Góngora", en Estudios dedicados a Menéndez
Pidal III, Madrid, 1952, pp. 421-460; "El peregrino andante en el Persiles de Cervantes", en Boletín de la
Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XXII (1949), pp. 97-159 y "Nuevas notas sobre el peregrino
de amor", en Studia hispanica in honorem R. Lapesa I, Madrid, Gredos, 1972, pp. 563-573, [reimpresos en
Erasmo y Cervantes, Barcelona, Lumen, 1989].
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(Soneto I, 5-14)
La tensión psicológica del mundo interior del poeta se decanta en anhelo de paz
espiritual. El poeta pide ser arrancado del infierno terrenal, aun en su contra. 28
Este exemplum moral se superpone a la serie de Amarilis y encuentra en ella un
desarrollo argumental que lo implica como salida necesaria a la pasión de amor. El proceso
poemático que transcurre entre los sonetos I y LIV, entendidos como cornice de la serie,
podría asemejarse a un establecimiento progresivo de un cerco al sentimiento, para hacerlo
abocar a una toma de conciencia sobre la imposibilidad de recorrer hasta el infinito el
mismo círculo, sin salida posible. En esta forma, la retractatio y el desengaño existen ya
dentro de los mismos poemas de amor.
La serie de Amarilis supone un avance considerable hacia la constitución del
cancionero petrarquista como cancionero barroco, al poder dotarse de un exemplum
esencializador de su contenido total y tejer un progresivo y argumentado caminar hacia
aquel por medio de bloques poemáticos que se agruparían en torno a tres ejes: a) exaltación
del amor y de la amada; b) dificultades en el amor: celos; c) ausencia.
Estos ejes estarían contenidos en cada uno de los bloques o seriaciones poemáticas
que conforman la serie, tres en total. Dentro de cada uno de ellos, los ejes temáticos se
encadenan entre sí por medio de remitencias internas, de modo que cualquiera de las tres
seriaciones transmite todo el proceso amoroso que aquéllos describen. Los bloques van
estrechando su extensión e intensificando la materia escrita hasta sumarizar el desarrollo
argumental en el tercero y último, compuesto por un sólo soneto que asimila en su interior
los tres vectores sobre los que ha discurrido la serie de Amarilis, reenviando desde el verso
final, como recolección de una diseminación previa, al resto de la serie 29 . La vía abierta
hacia la retractatio por el soneto prohemio fluye a través de los bloques poéticos no de una
forma lineal, sino alternando en el interior de estos un movimiento de ascenso y exaltación
con un estado final de desfallecimiento y tristeza. La esperanza que, no obstante, sigue
latiendo en el desesperar enlaza con la curva ascensional que inicia cada seriación en la
que se retoman las anteriores.
28
D. Alonso, "Un soneto de Medrano imitado de Ariosto", Del Siglo de Oro a este Siglo de siglas, Madrid,
Gredos, 1968, pp. 45-46, aduce que este soneto tiene su fuente imnediata en uno de Ariosto, el XXIII, «A Dio,
perche lo sottragga, pentito, all' inferno», tras haberlo presentado en su Vida y obra de Medrano "como prue-
ba de la intensidad del sentimiento religioso de Medrano y del torcedor en que, entre mundanidad y vida
espiritual, se debatía". No obstante, piensa que este juicio no se altera con el posterior descubrimiento de la
imitación, pues observa "como es característico de aquel gran imitador el atraer lo imitado a la esfera de su
propia pasión y de su propia vida" (loc. cit., p. 46).
29
La dinamización de la estructura del microcancionero de Amarilis se generaría en la dialéctica de
diseminación-recolección que D. Alonso, Vida y obra de Medrano, pp. 212-218, documenta abundantemente
en los sonetos de Medrano.
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1.2.- Las dificultades en el camino del amor aparecen en los sonetos XXIII y
XXVI. En el primero, el obstáculo se encarna en la imagen del mar enfurecido,
aprovechando un tópico de acuñación clásica y ampliamente frecuentado en la poesía
áurea 31 . El poema se construye sobre la oposición que se establece entre Santiso, que
figura a su amigo don Alonso de Santillán, preparado para embarcarse en los galeones de
la Armada de las Indias y para medirse en el viaje con un mar furioso (cuartetos), y el
propio poeta, que permanece en tierra firme, aunque enfrentado al mar embravecido de su
alma enamorada (tercetos)32 .
El soneto XXVI encauza la expresión del obstáculo amoroso a través de un tema
profundamente arraigado en el grupo de poetas sevillanos a partir de Herrera, las ruinas de
Itálica 33 . Como apunta A. del Campo, el soneto se construye sobre la representación de "la
inalterabilidad de las piedras, que les permite sobrevivir a los estragos del tiempo y de la
fortuna. De ahí toma el poeta un excelente ejemplo de conducta -amorosa, suponemos-
para brindárselo a su Amarilis. Porque esas piedras tercamente erguidas escriben una
lección de indudable raíz estoica: hay que sufrir y callar para vencer"34 :
30
Como afirma D. Alonso, Vida y obra de Medrano, p. 106, "aquí no hay nada que se eleve por encima de
la carne: el poeta alaba boca, manos, cabello, y ojos de Amarilis", refiriéndose al soneto XXII. Creo encontrar
también una prolongación hiperbólica del concepto de la amada como obra maestra de sí misma. Se produce
en esta forma una extremosa distanciación de la concepción divina de la mujer amada. Cf. Mª. R. Lida, "La
dama como obra maestra de Dios", Estudios sobre la Literatura Española del siglo XV, Madrid, Porrúa
Turanzas, 1977, pp. 179-290.
31
Su origen en Lucrecio, De rerum natura II, 1-4.
32
Desde el punto de vista religioso, R. Senabre, Tres estudios sobre Fray Luis de León, Salamanca,
Universidad, 1978, p. 43, apunta como origen del símil del sujeto contemplativo y del mar de la vida un texto
de la exhortación II A Teodoro caído de San Juan Crisóstomo, imagen recogida por Fray Luis de León en el
«abismo inmenso embravecido» de la vida y el «seguro puerto» que comporta Cristo.
33
J. Lara Garrido, "Notas sobre la poética de las ruinas en el Barroco", Analecta Malacitana, III (1980), p.
387, observa que la ruinas de Itálica son tratadas por el grupo de poetas sevillanos "desde una conexidad
retórica común que ha hecho incluso pensar que se trata de un tema de academia".
34
A. del Campo, "Problemas de la Canción a Itálica", Revista de Filología Española, XLI (1957), p. 112.
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Hay en estos versos un claro engarce con el movimiento ascensional que inaugura
el siguiente grupo poemático.
2.1.- El nuevo estado de exaltación venía sugerido en el soneto XLI y la Ode XXV,
adquiriendo aquí, en el soneto XLII, los tonos de serenidad y plenitud que desprende un
sentimiento de amor vivido en la vejez, la estación invernal, apagada ya toda sensualidad.
De ahí la recurrencia a las imágenes del canto del cisne y a la llama agonizante 39 .
Los dos primeros endecasílabos presagian un tiempo de carpe diem, como
imprecación a Amarilis:
2.2.- La alternancia de los ejes prosigue y surgen de nuevo las dificultades, que, a
38
Cf. Mª R. Lida, La tradición clásica en España, Barcelona, Ariel, 1975, pp. 52-79.
39
Cf. J. Mª. Balcells Doménech, "La vida como vela ardiendo (Presencia de un símil clásico en la literatura
del Siglo de Oro)", Arbor, CVI (1980), pp. 97-107.
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su vez, desembocarán en otra separación que apela a la ausencia. El poeta se hace eco al
comenzar el soneto XLIII de la frecuencia cíclica que subyace a la serie:
2.3.- La violenta adversidad del soneto XLIII es recogida por el XLIV como
ausencia, continuando en unidad temática la utilización de las imágenes marinas y
acentuando la creencia esperanzada del poeta en la unión absoluta:
40
El símil proviene de Plutarco en sus Vidas paralelas, donde relata cómo César anima al barquero Amiclas
a no temer la tempestad. Tras una dilatada transmisión del tópico, Medrano lo recoge expresando el temor en
primera persona. Cf. E. R. Curtius, Literatura europea y Edad Media Latina I, México, Fondo de Cultura
Económica, 1976, pp. 95-96.
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Por último, accedemos al terceto final y al verso que clausura el soneto, en el que
quedan representados, con estructura de endecasílabo trimembre, los ejes dinamizadores de
este microcancionero dedicado a Amarilis:
41
Cf. la nota de S. Reckert en Francisco de Medrano, Poesía, p. 333: "El dolor y la confusión se reflejan en
la estructura zigzagueante del soneto, con sus cinco vocativos. El verso final, trimembre, representa la
recolección (desordenada adrede) de los tres elementos diseminados: dolor en el cuarteto primero (vocativos
Iulio y mitad); venganza en el segundo (voc. Necia); amor en el terceto primero (voc. Amarilis). Cfr. el tema
de los SS. XXXIX, XLIII y XLIV y de la ode XXV" [Para un análisis de esta composición, cf. G. Cabello,
"Francisco de Medrano como modelo de imitación poética en la obra de Soto de Rojas", Analecta
Malacitana, V (1982), pp. 33-47].
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