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“EL CAMINANTE”: LLAMADO Y SENDA

“Caminante, son tus huellas


el camino y nada más;
caminante, no hay camino
se hace camino al andar”1
El hombre contemporáneo posee algunas convicciones y prejuicios en su,
como diría Gadamer, precomprensión del mundo, impidiéndole interpretarlo y
discernirlo desde una perspectiva única, individual y genuina a todo aquello que
lo rodea. Esta (es decir la precomprensión) define nuestra esencia y la manera
en como construimos una imagen de la realidad. Gadamer, en su ensayo
titulado Retorica, hermenéutica y critica de la ideología. Comentarios
metacríticos a verdad y método I (1967), comenta lo siguiente:

“(…) nadie es antes que los otros. Cada cual esta “en ello” y es “mano” en el
juego. Eso acontece cuando comprendemos e incluso cuando descubrimos los
prejuicios o desenmascaramos los pretextos que desfiguran la realidad.
Entonces solemos “comprender” (GADAMER.1998:235)

En el caso de Gadamer, los prejuicios son desenmascarados en el lenguaje y


el dialogo con el otro, pues bien, Nietzsche de manera análoga (y diría extrema
y ha desarrollar en otro contexto filosófico, puesto que arremete no a los
prejuicios que se encuentran dentro lenguaje sino al lenguaje mismo) lo elabora
en su texto Sobre verdad y mentira en sentido extramoral2 pero antes bien,
comprenderá y acometerá a una de esas pre-comprensiones del mundo que
desfiguran la realidad del hombre: el cristianismo como doctrina y con ello la
idea de un Dios supremo y protector de los hombres, para así desocultar al
hombre de esa cueva que lo ha mantenido a oscuras de lo más importante que
ha olvidado o se ha rehusado a tomar partido de ello: la vida y su existencia.

A continuación, intentaré elucidar la metáfora del “caminante” expuesto por


Nietzsche en el texto Humano demasiado humano y relacionarlo con el
aforismo 380 titulado “habla el caminante” del texto La Gaya Ciencia del mismo
autor, con el objetivo de demostrar la invitación del presente filosofo a los
hombres hombre “velados” a desplegar su voluntad de conocer,
ejemplificándolo por medio de aquellos que lo están por la doctrina cristiana. Al
mismo tiempo, mostrare que esta metáfora puede servir de hilo conductor a la
actividad filosófica actual.
Nietzsche considera que la misma palabra “cristianismo” es un “malentendido”3.
El autor, en su texto El anticristo, contrapone la fe cristiana con la vida práctica
de Jesús, considera que solo es cristiana la vida que vivió Cristo, es decir, el
hecho de que haga énfasis en “practica” y “vida” en el texto, nos manifiesta que
Jesús, esta siendo juzgado no por “sus” enseñanzas, sino por sus acciones.
Según el filósofo, Jesús fue genuino porque hizo y no hizo. Vemos el hincapié:
hacer y no una fe, y con ello, niega la esencia cristiana, Y ¿Porque no las
enseñanzas? Pues, tal y como lo manifiesta en el texto, son la tergiversación
de los verdaderos motivos de las acciones de Jesús por parte de su discípulo
Pablo, quien estaba necesitado de poder.

Podría afirmar que al desacreditar la fe, entierra los ideales del cristianismo: el
“mas allá”, un “después”, la vida eterna, el propósito establecido por Dios,
somos hijos de él y como tal le debemos respeto, obediencia, la indulgencia de
nuestros pecados, entre otras. Sus máximos representantes pretendían
masificar la figura de Jesús, entrando en contradicción, puesto que lo que hizo,
no fue una doctrina o tuvo ese tipo de pretensiones, al contrario: fue una
FORMA DE VIDA; la frase expuesta en el mismo texto nombrado anteriormente
“la fe salva, luego ella es cierto”, es interpretada por el filosofo como una
mentira, es una promesa y como tal no tiene, dentro de la realidad, prueba
alguna de que ella es cierta, no hay hechos que la demuestren, por
consiguiente, se concluye que la “fe significa negarse a saber la verdad”4.
Incluso también se desprestigia a la ciencia, lo hacen ver como un pecado, el
pecado original. Nietzsche reinterpreta el capitulo de la génesis de la biblia
como la prueba del miedo de Dios a que sus hijos piensen y en consecuencia,
el porque de la hambruna, enfermedad, la muerte, la vejez y otros males en la
humanidad consiste en que Dios nos quiere sofocar nuestra sed de conocer,
para no independizarnos de el, en efecto, no debemos pensar, sino sufrir.

En el cristianismo, somos hombres fieles, por lo tanto, somos débiles, enfermos


y ciegos a la verdad. La fe es la negación de la verdad, de querer saber dentro
de una doctrina, puesto que los saberes están fundamentados a partir de
interpretaciones que el sacerdote hace de la biblia, es decir, una mentira tras
otra mentira5; que el sacerdote haya falseado los hechos por medio de la
interpretación, implica que los cristianos creen saber la verdad. La fe conlleva a
una convicción, y los cristianos están convencidos de sus ideales, esto es lo
que denuncia Nietzsche en el texto El anticristo: que la religión es peligrosa
porque hace que el hombre se vea como un medio para que los designios de
Dios sean cumplidos y no como un fin para sí, para su propio destino, ya que
concebirse de esta manera le permitiría tomar control de su vida y sobre todo,
se dejaría llevar por su voluntad, sus instintos e ideales.

Frente a la imagen del hombre como un ser supeditado a la volición divina y


sus consecuencias en la conciencia humana, Nietzsche confronta la metáfora
“del caminante”: para hacer un llamado a las mentes pesadas de prejuicios
avasalladores. En el caso de los hombres cristianos, sus mentes se hallan
condicionadas y veladas por un Dios todopoderoso y aplastante. La figura del
caminante invita a situarse fuera de todo prejuicio moral y ese “situarse fuera”
implica, tal y como Zaratustra manifiesta, escalar la montaña y no quedarse en
las llanuras, para liberarse de todo aquello que perpetúa esa condición;
elevarse, alejarse y sobre todo superar el espíritu de la época en la que el
hombre esta inmerso, para así discernir las valoraciones supremas, en este
caso, la valoración suprema aquí es la idea de Dios.

“El caminante”6 es lo que los hombres cristianos, e incluso todos aquellos que
no tienen libertad de la razón, deberían alcanzar a ser: un hombre que no tiene
punto de llegada, que no tiene un destino, puesto que esta consciente de que
no lo hay, y esto hace que mire con mas agudeza lo que hay a su alrededor. No
esta unido a nada, y solo dialoga con su sombra, le gusta cambiar de paisaje
tal y como al vagabundo, también es consciente que pasara malas noches pero
lo tomará como otra noche mas y anhelara las madrugadas, en donde empieza
otro día, puede que incluso las mañanas sean peores que las noches y puede
que por tener esa mirada sagaz, vea “mas suciedad, mas bellaquería y más
inseguridad”7 en las personas y a su alrededor, pero ello no será algo que
obstaculice su paso, pues es su condición.

Esta condición propia de los hombres libres, aquellos que gozan de La Gran
salud, está representada en la metáfora del caminante, quien no tiene miedo a
la soledad, quien por el contrario goza de ella en la cima de la montaña, un
caminante “siempre en camino, pero sin una meta, sin un hogar“8; radicalmente
opuesto al hombre oprimido, que tiene miedo de salir de su hogar por la
protección y el confort que éste le provee; medroso de las personas, de los
peligros que puede haber en el camino, temeroso de la vida, y de lo que puede
pasar en los días siguientes, y que aun así, espera por una vida mejor después
de la que tiene.
Por su parte, “El caminante” se despliega en lo prohibido, en lo desconocido,
errante por las lejanas gélidas tierras derriba todos los valores dogmáticos de
su época y vive de sus impulsos, de sus ideales; sin embargo, para ello debe
“irse de la casa de los padres y de las tradiciones, es necesario (para él)
transitar el desierto y la soledad, porque éste es el camino a la gran salud, a la
multiplicidad de perspectivas y de modos de pensar” (CRAGNOLINI. 2000:
56).9 Es precisamente en esa soledad, en donde el hombre entra en contacto
consigo mismo y con la vida, aquella que permanecía oculta tras el velo de los
dogmas del cristianismo, pero paradójicamente aquella vida a la que Jesús no
le huyo.
Ahora bien, frente a lo anterior cabría preguntarse: ¿Qué le espera al
caminante en el transito a la altura de la montaña? En ese transito le espera la
soledad, aquella etapa de incertidumbre, pues es la etapa de
autoextrañamiento necesaria para dar el siguiente paso, donde el hombre que
se ha sublevado vuelve de nuevo a la vida y mira de manera distinta las cosas
que antes le rodeaban, le reprimían y velaban. Pero la cuestión esencial sigue
siendo
¿Cómo pues, funciona este etapa como hilo conductor de la actividad
filosófica?
Para ilustrarlo, cito un apartado del texto “Humano demasiado humano”:
“(…) y mientras se pasee bajo los árboles verá caer a sus pies desde sus
copas y desde los verdes escondrijos de sus ramas una lluvia de cosas buenas
y claras, como regalo de todos los espíritus libres que frecuentan el monte, el
bosque y la soledad, y que son como él, con su forma de ser unas veces
gozosa y otra meditabunda, caminantes y filósofos. Nacidos de los misterios de
la mañana temprana, piensan que es lo que puede dar al día, entre la décima y
la duodécima campanadas del reloj, una faz tan pura, tan llena de luz y de
claridad serena y transfiguradora: buscan la filosofía de la mañana”10

Es aquí pues, en donde esta metáfora del “caminante” puede llegar a ser una
travesía, al igual que un llamado. Una senda para y de la actividad del filósofo,
aquel que, al igual que el “caminante”, debe “preparar lo por venir, lo que
(puede) llegar (si llega)” (HEIDEGGER.1997).

Algo importante que anunció “el caminante”: los hombres, para llegar a
conocer, deben superar los ideales de su época, deben pues oponerse a ella.
Esto lo relaciono con uno de los postulados de Heidegger que realiza en su
texto Introducción a la metafísica. Aquí, el autor enfatiza que la filosofía es
inactual, en tanto proyección y reanudación, es decir, es póstuma a la época en
donde se realiza y busca renovar el presente con la tradición; esto es lo que
hace según Heidegger, que la filosofía pueda someter el tiempo a sus criterios,
esto es lo que le otorga un poder. Sin embargo, en este caso, reanudar la
tradición es precisamente el punto en donde se repelan los dos autores, puesto
que Nietzsche considera que precisamente la tradición es lo que mantiene
presa a la razón, y liberarse de ella e iniciar el camino es lo que le permite al
hombre constituir su subjetividad, su perspectiva del mundo en el que actúa,
incluso, le permite actuar en el. No obstante, habría que tener en cuenta a que
apuntan, tanto Heidegger como Nietzsche cuando se refieren a “la tradición”.

Por un lado, Heidegger trata de reconducirnos siempre a las experiencias


originarias. En la filosofía, las experiencias originarias son las experiencias
griegas y podemos observar que constantemente Heidegger re-significa el
lenguaje para volver a ellas, puesto que considera que la lengua realmente
hablada es la lengua griega y que el lenguaje filosófico es aquella que es
conducida por la experiencia griega11 Por otro lado, Nietzsche se dirige a todo
aquello que limita al hombre, ya sea costumbres, hábitos u valores que
enferman u ocultan, aquello que obligue o encadene a la voluntad de conocer
del hombre; la tradición filosófica, la considera una “carga”, un “cadáver” que el
filosofo debe bajar de sus espaldas si quiere continuar su camino en el
“desierto”, el estado de la vida en solitario que el hombre o el filosofo debe
atravesar en aras de realizar una labor intelectual creativa.

En la contemporaneidad, es imposible hablar de un “desierto” como


idealización de un estado de soledad total, debido a que los hombres están en
constante dinamismo social, esto es, están inmersos en un contexto histórico-
social desde donde expresan un punto de vista que evidencia su singularidad
en su propia comprensión existencial. Para aclarar lo anterior es necesario
volver a la metáfora del caminante y vincularla a la idea de “camino”, entendida
como el paso de un forastero dentro de un bosque, en el uso heideggeriano;
para referir metafóricamente a la vida y a ese estado en el que se encuentra el
hombre a si mismo y en el que él se distingue de otros hombres, sin
despegarse totalmente del contexto existencial en el que está inmerso. A
diferencia del “desierto” nietzscheano, en el que el hombre se halla en medio
de la nada y que corresponde al estado estéril y de soledad nihilista del hombre
moderno.
Los dos filósofos confluyen en un punto: “abrir camino”: Heidegger desde la
tradición, puesto que para el, se comienza desde un punto, tal y como La
pregunta por el sentido del ser que pretende reiterar en su texto Ser y Tiempo,
12
afirma que “ya nos movemos siempre en cierta comprensión del ser” ,
tenemos una precomprension fundamentada ya sea en “opiniones o teorías
tradicionales”, es decir, aquí la tradición es el horizonte del pensar, tanto para la
pregunta como para la respuesta, mientras que Nietzsche la critica, niega y
descentraliza por medio de la afirmación de la vida como único horizonte del
pensar, autorealizandose el hombre en la soledad.

Así las cosas, y sin pretensiones de conciliar a ambos pensadores, considero


que el camino se abre dentro del camino, es decir, se abre camino en el y por
el, porque allí es donde nos volvemos dueños de nosotros mismos y no
instrumentos de los demás. El filosofo reanuda hasta cierto punto: las rehabilita
pero no para perpetuarlas ni continuarlas sino para dejarlas o incluso criticarlas
y controvertirlas si es necesario para construir su propio camino consecuente
con sus pensamientos, siendo estos no una meta sino la ruta de su pensar
propio. Lo importante por rescatar es la proyección de la que habla Heidegger,
ésta es pues la que le permitirá al hombre ensanchar sus prejuicios estrechos y
absolutos.

Ahora bien, la metáfora del “caminante” podemos verla como una particularidad
del “preguntar filosófico”. Pero, ¿Por qué el “preguntar” precisamente es parte
característica de la filosofía? Porque así es como el filósofo empieza su
actividad como tal, a partir de los ¿Qué es? y/o ¿Cómo es?, así es como inicia,
tal y como diría Wittgenstein, su actividad de carácter elucidatorio, en este
caso, así es como logra emprender la ruta en el camino. Esa ruta, que se
recorre dentro y por la filosofía, no tiene un destino u otra meta, más que
adquirir una experiencia, experiencia que obliga a enfrentarnos a la vida o
incluso a solo pasar por ella. El filosofo, por medio de ese “preguntar”, se
atreve, se expone, al igual que “el caminante” en su etapa de
autoextrañamiento y a pesar de que esta actividad tenga el aspecto de
indecisión, de inseguridad, ella nos libera de aquello que nos restringe
ocultamente.

Vale la pena destacar que el verbo “preguntar” esta en modo transitivo y no en


infinitivo porque precisamente, cuando Heidegger especula que “el preguntar
se construye en un camino”13 quiere decir que para interrogar, se necesita estar
en el camino. Cuando preguntamos, no tenemos otro camino más que el hecho
de estar en camino y a su vez, estamos dirigidos, puesto que el preguntar no
es un punto del cual empezamos o una frontera que cruzamos, por el contrario,
el preguntar implica estar (ya) en el sendero del preguntar construyéndolo,
inmersos en la ruta; no se trata de dar un paso, la pregunta nos rodea, no hay
un punto que franquear. Es decir, estamos interpelados, solicitados,. Al igual “el
caminante” es solicitado por la vida, está interpelado a vivirla, a transitar por
ella, sin importar que ese camino pueda resultar tedioso y agitante, por mucho
que el horizonte se torne lejano, que trate de no enfrentarlo y esconderse ante
esa demanda, tiene que hacerlo porque es la vida misma la que lo está
solicitando, no así el hombre Cristiano que critica Nietzsche.

Así, el “preguntar”, acción hecha por el filósofo, se convierte en la senda


filosófica del pensador y sus silenciosos pero amplios campos del pensamiento
bosquejaran de manera esencial la realidad. Por el camino transitado todo le
será mas claro, más entendible, construyendo así su individualidad, llevando
así a la filosofía, no a absolutismos sino a múltiples perspectivas, a diferentes
modos de pensar, todos disímiles por los diferentes caminos sesgados por
distintos transeúntes, así como “el caminante”, que conoce en el y por el
camino, lo cual lo convierte en una experiencia única e intrínseca frente a las
demás. Tal vez sea este uno de los sentidos de la existencia manifestado por
Zaratustra:
“Yo soy un caminante y un escalador de montañas, decía a su corazón, no me
gustan las llanuras, y parece que no puedo estarme sentado tranquilo largo
tiempo (…) Y sea cual sea mi destino, sean cuales sean las vivencias que aún
haya yo de experimentar, - siempre habrá en ello un caminar y un escalar
montañas: en última instancia uno no tiene vivencias más que de sí mismo”14

La figura del filósofo, en la contemporaneidad, más que un fantasma


nietzscheano, mas que una sombra, espectro, producto de la soledad e
insatisfacción de Nietzsche ante no haber estado rodeado de individuos libres
de las valoraciones usuales que les resultaban sofocantes, debe y puede
aspirar a convertirse directa o indirectamente, implícita o explícitamente, en un
espíritu libre. En palabras del autor “quien ha alcanzado la libertad de la razón,
aunque sólo sea en cierta medida, no puede menos que sentirse en la tierra
como un caminante”15.
La metáfora alude a algo indispensable para el filosofo: no puede sondar sin
emprender el camino, el filosofo no lo es sino recorre el camino y sin antes bien
dar los pasos para iniciarlo, es decir, no existe tal camino sin antes
emprenderlo: el filosofo, pues, deja llegar, alcanzar el camino. El “caminante”
es la senda de la filosofía, de suerte que el espacio-temporal de la actividad
filosófica es la vida misma, aquella que el “caminante” busca rememorar en
aquellas mentes débiles que la han olvidado o que se han resistido a recorrer
aún cuando ésta esté próxima a su paso, aun cuando esta constantemente
invitándolo.
BIBLIOGRAFIA

CRAGNOLINI, Mónica B.
(2000) “La metáfora del caminante en Nietzsche” En: Ideas y Valores 114, 51-64.

GADAMER, h.g.
(1998) VERDAD Y METODO II. Salamanca: sígueme.

(2003) LOS CAMINOS DE HEIDEGGER. Barcelona: Herder.


(Trad. A. Ackermann)

HEIDEGGER, Martin.
(1971) EL SER Y EL TIEMPO. México: Fondo de cultura económica.
(Trad. J. Gaos)

(1997/97)CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFIA (DEL ACONTECIMIENTO).


(Trad. P. Oyarzun) Versión digital. Http//: www.esnips.com.

(2000)LA PREGUNTA POR LA TECNICA. Revista universidad de Antioquia.


(Trad. J. Mejía)

NIETZSCHE, Friedrich.
ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA. Versión digital. Http:// www.esnips.com.
EL ANTICRISTO. Versión digital. Http:// www.infotematica.com.ar.
HUMANO DEMASIADO HUMANO. Un libro para espíritus libres.(Trad. E. GONZALEZ y E.
CASTELLON). Madrid: Edimat libros. 1998

1 Del poema de amor “Caminante no hay camino” del poeta Antonio machado.
2 “El lenguaje en una invención, cuyo objeto es proteger a los hombres unos de otros”.
3 Nietzsche, friedrich. EL ANTICRISTO. Versión digital http://www.infotematica.com.ar. Aforismo 39.
4 Nietzsche, friedrich. EL ANTICRISTO. Versión digital http://www.infotematica.com.ar. Aforismo 52.
5 De hecho, para el filosofo, ni siquiera mienten porque no disciernen la verdad, los sacerdotes son
voceros de Dios, no quieren ver la verdad pero tampoco conocen cual es ella.
6 NIETZSCHE, friedrich. HUMANO DEMASIADO HUMANO. Un libro para espíritus libres.(Trad. E.
GONZALEZ y E. CASTELLON). Madrid: Edimat libros. 1998
7Ibíd.
8 NIETZSCHE, Friedrich. ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA (1883-1885). Versión digital. http://
www.esnips.com.
9 Zaratustra, a pesar de ser un caminante, no goza del todo de la Gran salud porque su condición de
maestro lo subordina, necesita de los hombres, por ello, su sombra, en el texto Así hablo Zaratustra, se
queja, le hace saber el cansancio y de lo extenuante que puede llegar a ser el estar en un camino sin un
arribo y lo desamparado que puede sentirse el hombre en la soledad. Leer aforismos “De la redención”,
“De la virtud que hace regalos”, “De la virtud empequeñecedora” Y “La sombra” respectivamente, del
texto Así habló Zaratustra.
10 NIETZSCHE, friedrich. HUMANO DEMASIADO HUMANO. Un libro para espíritus libres. (Trad.
E. GONZALEZ y E. CASTELLON). Madrid: Edimat libros. 1998
11 LOS CAMINOS DE HEIDEGGER. Barcelona: Herder. 2003. (Trad. A. Ackermann) Pág. 310.
12 HEIDEGGER, Martin. EL SER Y EL TIEMPO. México: Fondo de cultura económica. 1971. (Trad. J.
Gaos). Pág.15
13 LA PREGUNTA POR LA TECNICA. Revista universidad de Antioquia. (Trad. J. Mejía).Pág. 48.
14 NIETZSCHE, Friedrich. ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA (1883-1885). Versión digital. http://
www.esnips.com.
15 NIETZSCHE, friedrich. HUMANO DEMASIADO HUMANO. Un libro para espíritus libres. (Trad.
E. GONZALEZ y E. CASTELLON). Madrid: Edimat libros. 1998.

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