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Todos estos factores, y algunos más que dejo de enumerar, componen un universo
más cercano al terreno de la fantasía, de la ensoñación, de las imágenes oníricas, de las
pariencias engañosas, que a los límites que podríamos definir como estrictamente
«realistas» desde una óptica contemporánea, la del mundo que hoy conocemos en el
umbral de un nuevo milenio. Sin embargo, como ya he repetido en varias ocasiones,
para el hombre de los siglos XVI y XVII mucho de lo que aquí clasificamos en el orden
de lo fantástico pertenecería casi con seguridad al mundo de su propia realidad vivencial
y a su imaginario colectivo.
De ahí que el lector actual de los textos de ficción del Siglo de Oro deba afinar su
interpretación y no olvidar la distinción básica que pueda darse entre fantasía y realidad
conforme al significado que estas nociones poseían en un mundo que asistía a los
primeros grandes descubrimientos de la Modernidad. Lo que para nosotros es fantástico
pudo ser absolutamente real en su momento, y lo que para ciertos críticos es señal
inequívoca de “realismo”, caso de la novela picaresca, no es más que fruto de una
lectura totalmente descontextualizada y errónea. Recuerden la sentencia de M.ª Rosa
Lida que les adjuntaba en otro documento sobre el error en el que incurren todos
aquellos que se empecinan en afirmar el carácter realista de la novela picaresca
española. Es por ello que vengo insistiendo en el hecho de que la lectura de los textos
del Siglo de Oro debe realizarse a la luz de precisiones como las realizadas por
LR
C. S. LEWIS, La imagen del mundo (Introducción a la literatura medieval y
renacentista), Barcelona, Antoni Bosch, 1980
PAUL ZUMTHOR, La medida del mundo. Representación del espacio en la Edad Media,
Madrid, Cátedra, 1994
precisiones que deben ser completadas a la luz de tres estudios clásicos y
fundamentales:
HOWARD ROLLIN PATCH, El otro mundo en la literatura medieval, México, Fondo de
Cultura Económica, 1956, seguido de un «Apéndice» de M.ª ROSA LIDA DE
MALKIEL, «La visión del trasmundo en la literatura hispánica», pp. 371-449
EDGAR WIND, Los misterios paganos en el Renacimiento, Barcelona, Barral, 1972
JURGIS BALTRUSAITIS, La Edad Media fantástica. Antigüedades y exotismos en el arte
gótico, Madrid, Cátedra, 1987
I
¿En qué espacio viven nuestros sueños? ¿Cuál es el dinamismo de nuestra vida
nocturna? ¿Es en verdad el espacio de nuestro sueño un espacio de reposo? ¿No tendría
más bien un movimiento incesante y confuso? Sobre todos esos problemas son escasas
nuestras luces porque, al llegar el día, sólo encontramos fragmentos de nuestra vida
nocturna. A esos trozos de sueño, a esos fragmentos de espacio onírico los
yuxtaponemos posteriormente dentro de los marcos geométricos del espacio claro. Del
sueño hacemos así una anatomía de piezas muertas. Así perdemos la posibilidad de
estudiar todas las funciones de la fisiología del reposo. DE LAS TRANSFORMACIONES
ONÍRICAS NO RETENEMOS SINO ESTACIONES. Y SIN EMBARGO, SON LA TRANSFORMACIÓN O
LAS TRANSFORMACIONES LAS QUE HACEN DEL ESPACIO ONÍRICO EL LUGAR MISMO DE LOS
MOVIMIENTOS IMAGINADOS.
Tal vez comprenderíamos mejor esos movimientos íntimos, de marejadas y
oleadas sin número, si pudiéramos designar y distinguir las dos grandes mareas que nos
transportan una a una al centro de la noche y nos devuelven luego a la claridad y a la
actividad del día. Pues LA NOCHE DEL SUEÑO REPARADOR TIENE UN CENTRO, UNA
MEDIANOCHE PSÍQUICA DONDE BROTAN VIRTUDES ORIGINALES. HACIA ESE CENTRO SE
RETRACTA ANTES QUE NADA EL ESPACIO ONÍRICO Y A PARTIR DE ESE CENTRO
GERMINADOR SE DILATA Y SE ESTRUCTURA EN SEGUIDA EL ESPACIO.
A falta de poder indicar en un breve artículo todos los movimientos de un
espacio que disminuye o crece sin cesar, que sin cesar busca lo minúsculo y lo infinito,
marquemos en conjunto la sístole y la diástole del espacio nocturno en torno al centro
de la noche.
II
No bien entramos en el sueño cuando el espacio se amortigua y se duerme, se duerme
poco antes que nosotros mismos PERDIENDO SUS FIBRAS Y SUS NEXOS, PERDIENDO SUS
FUERZAS DE ESTRUCTURA, SUS COHERENCIAS GEOMÉTRICAS. EL ESPACIO EN QUE VAMOS
A VIVIR NUESTRAS HORAS NOCTURNAS YA NO TIENE LEJANÍA. ES LA SÍNTESIS MUY
CERCANA DE LAS COSAS Y DE NOSOTROS MISMOS. Si soñamos con un objeto entramos en
él como se entra en una concha. NUESTRO ESPACIO ONÍRICO TIENE SIEMPRE UN
COEFICIENTE CENTRAL. A veces, en nuestros sueños de vuelo creemos llegar muy alto,
pero entonces no somos sino un poco de materia volante. Y los cielos que escalamos
son cielos muy íntimos: son DESEOS, ESPERANZAS, ORGULLOS. Estamos demasiado
asombrados del EXTRAORDINARIO VIAJE para hacer de él la ocasión de un espectáculo.
Seguimos siendo el centro mismo de nuestra experiencia onírica. Si brilla un astrol,
quien se estrella es el durmiente: un pequeño destello sobre la retina dormida dibuja una
constelación efímera, evoca el recuerdo confuso de una noche estrellada.
Precisamente, NUESTRO ESPACIO DORMIDO DEVIENE CON GRAN RAPIDEZ LA
AUTONOMÍA DE NUESTRA RETINA EN QUE UNA QUÍMICA MINÚSCULA DESPIERTA MUNDOS.
Así, el espacioonírico tiene como fondo un velo, un velo que se ilumina de suyo, por
raros instantes, en instantes que devienen más raros y más fugitivos a medida que la
noche penetra más profundamente en nuestro ser. Velo de Maia no arrojado en absoluto
sobre el mundo, sino arrojado sobre nosotros mismos por la noche bienhechora, velo de
Maia apenas del tamaño de un párpado. ¡Y qué densidad de paradojas cuando
imaginamos que ese párpado, que ese velo límite pertenece a la noche tanto como a
nosotros mismos! PARECERÍA QUE EL DURMIENTE PARTICIPARA DE UNA VOLUNTAD DE
OCULTAMIENTO, DE LA VOLUNTAD DE LA NOCHE. DE ALLÍ HAY QUE PARTIR PARA
COMPRENDER EL ESPACIO ONÍRICO, EL ESPACIO HECHO DE ESENCIALES ENVOLTURAS, EL
ESPACIO SOMETIDO A LA GEOMETRÍA Y A LA DINÁMICA DE LO ENVOLVENTE.
Entonces los ojos tienen por sí mismos una voluntad de dormir, una voluntad
pesada, irracional y schopenhaueriana. Si los ojos no participan en esa voluntad
universal de sueño, si los ojos recuerdan las claridades del sol y los colores minuciosos
de las flores, el espacio onírico no ha conquistado su centro. Conserva demasiadas
lejanías, es el espacio roto y turbulento del insomnio. Permanece en él la geometría del
día, una geometría que sin duda detenta sus nexos y en consecuencia deviene burlona,
falsa y absurda. Y los sueños y las pesadillas están entonces tan lejos de las verdades de
la luz como de la gran sinceridad nocturna. Para dormir bien hay que seguir la voluntad
de envolvimiento, la voluntad de crisálida, seguir hasta su centro, en la suavidad de las
espirales bien enroscadas, el movimiento envolvente; en pocas palabras el esencial
devenir curvo, circular, huyendo de los ángulos y las aristas. Los símbolos de la noche
son regidos por las formas ovoides. Todas esas formas oblongas o redondas son frutos
adonde vienen a madurar embriones.
Si dispusiéramos de espacio, tras el relajamiento de los ojos describiríamos aquí
el relajamiento de lasmanos que también se niegan a los objetos. Y cuando hubiéramos
recordado que toda la dinámica específica del ser humano es digital, habría que
convenir en que el espacio onírico se desata cuando el nudo de los dedos se deshace.
Pero en un rápido esbozo ya hemos dicho demasiado para indicar la primera de
las dos direcciones nocturnas. UN ESPACIO QUE PIERDE SUS HORIZONTES, QUE SE
ENCOGE, QUE SE HACE REDONDO Y QUE SE ENVUELVE, ES UN ESPACIO QUE CONFÍA EN LA
FUERZA DE SU SER CENTRAL. ENCIERRA NORMALMENTE LOS SUEÑOS DE LA SEGURIDAD Y
EL REPOSO. LAS IMÁGENES Y LOS SÍMBOLOS QUE MARCAN ESA CONCETRACIÓN SE DEBEN
INTERPRETAR EN FUNCIÓN MISMA DE SU CENTRALIZACIÓN PROGRESIVA. SE OLVIDA UN
ELEMENTO DE INTERPRETACIÓN CUANDO SE LES AÍSLA, CUANDO NO SE LES CONSIDERA
COMO UN INSTANTE DEL PROCESO DEL SUEÑO CENTRALIZADOR.
Veamos ahora el instante mismo de la medianoche psíquica y sigamos, en la
segunda dirección de la noche, el reflujo que nos lleva a la aurora.
III
DESEMBARAZADO DE LOS MUNDOS LEJANOS, DE LAS EXPERIENCIAS TELESCÓPICAS,
DEVUELTO POR LA NOCHE ÍNTIMA Y CONCENTRADA A UNA EXISTENCIA PRIMITIVA, EL
HOMBRE, EN SU SUEÑO PROFUNDO, ENCUENTRA EL ESPACIO CARNAL FORMADOR. Tiene
los sueños mismos de sus órganos: su cuerpo vive en la simplicidad de los gérmenes
espaciales reparadores, con una VOLUNTAD DE RESTITUIR LAS FORMAS FUNDAMENTALES.
Entonces renacerá todo: la cabeza y la fibra, la glándula y el músculo, todo lo
que se hincha, todo lo que se estira. LOS SUEÑOS SERÁN AUMENTADORES. SI SE SUEÑA
CON UNA DIMENSIÓN, LA DIMENSIÓN CRECE; LAS DIMENSIONES ENROSCADAS SE
ENDEREZAN. En lugar de espirales, he aquí unas flechas con punta de agresividad. El ser
despierta hipócritamente, manteniendo aún los ojos cerrados y las palmas perezosas.
Pero EL CENTRO TIENE NUEVAS FUERZA. EL SER ERA PLÁSTICO, HELO AQUÍ PLASMADO.
EN LUGAR DE UN ESPACIO REDONDEADO, HE AQUÍ UN ESPACIO CON DIRECCIONES
PREFERIDAS, CON DIRECCIONES QUERIDAS, CON EJES DE AGRESIÓN. ¡Qué jóvenes son las
manos cuando a sí mismas se hacen promesas de acción, promesas de antes del
amanecer! El pulgar toca en el teclado de los otro cuatro dedos. Una arcilla de sueño
responde a ese tacto delicado. Al acercarse el despertar, el espacio onírico tiene haces de
finas rectas; la mano que espera el despertar es una mata, una mata en vida, de
músculos, de deseos y proyectos.
ENTONCES LAS IMÁGENES POSEEN OTRO SENTIDO. SON YA SUEÑOS DE LA
VOLUNTAD, ESQUEMAS DE LA VOLUNTAD. EL ESPACIO SE LLENA DE OBJETOS QUE
PROVOCAN MÁS DE LO QUE INVITAN. Ésa es al menos la función de la noche completa
que conoció la doble y ancha marea, de la noche sana que rehace al hombre, que lo
pone enteramente nuevo en el umbral de un nuevo día.
EL ESPACIO ES ENTONCES DEHISCENTE, SE ABRE POR TODAS PARTES; HAY QUE
APREHENDERLO EN ESA «APERTURA» QUE ES AHORA LA PURA POSIBILIDAD DE TODAS LAS
FORMAS POR CREAR. A decir verdad, el espacio onírico del alba es transformado por una
súbita luz íntima. El ser que ha cumplido con su deber del sueño reparador tiene de
pronto una mirada que ama la línea recta y una mano que fortalece todo lo que es recto.
Es el día que despunta a partir mismo del ser que se despierta. A LA IMAGINACIÓN DE LA
CONCENTRACIÓN HA SUCEDIDO UNA VOLUNTAD DE IRRADIACIÓN.
Tal es, en su simplicidad extrema, la doble geometría donde se desplliegan los
dos devenires opuestos del hombre nocturno1.
1
G. BACHELARD, «Divagaciones. XXII. El espacio onírico», El derecho de soñar, México, Fondo de
Cultura Económica, 1985, pp. 197-202.