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Diego i el seu germà Gonzalo van anar al Colegio Alexander Bain, Diego va decidir
residir a Barcelona en l'any 2001 .
Sus padres son Gonzalo Celorio Blasco -mexicano- y Yolanda Morayta Ramírez
-mexicana-. Sus abuelos paternos fueron Miguel Celorio -mexicano- y Virginia Blasco
-canaria-; y los abuelos maternos Miguel Morayta -madrileño- e Italia Ramírez
-mexicana-.
El abuelo materno Miguel era odontólogo y en la guerra fue jefe de los servicios de
odontología del ejército republicano. Cuando concluyó la guerra se fue a Francia,
estuvo en Perpignan y en París. Luego se fue a New York donde trabajó seis años de
cirujano y después se fue a vivir a México donde conoció a la abuela de Diego.
Diego y su hermano Gonzalo fueron al Colegio Alexander Bain, Diego decidió residir
en Barcelona en el año 2001.
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Entrevista
Me llamo Diego Celorio Morayta. Soy nieto de exiliado republicano por parte de madre,
aunque también nieto de española no exiliada por parte de padre.
Por el lado de mi padre, mi abuela fue Virginia Blasco Milián y mi abuelo Miguel
Celorio Carmona. Ella era de origen cubano, aunque nació en Islas Canarias durante un
viaje, que entonces eran en barco y duraban varios meses. Mi abuelo, que era mexicano,
la conoció en Cuba y se casaron. Vivieron después en Estados Unidos y posteriormente
a México, pero todo esto mucho antes de la Guerra Civil.
En México se casó con mi abuela. Años después se separaron durante un periodo largo y
un periodo triste supongo, porque mi abuelo desapareció un poco del mapa familiar.
Pasó mucho tiempo.
Es una historia extraña porque yo realmente no supe que mi abuelo existía hasta tiempo
después. Un día mi madre me dijo “hoy vas a conocer a tu abuelo”, yo tendría quizá 7 u
8 años y hasta ese momento no me había caído el veinte de que yo tenía un abuelo, un
abuelo materno. Quizá yo era muy pequeño y tampoco me explicó por qué de repente
aparecía mi abuelo en la vida. Tengo muy grabada la imagen de la tarde cuando conocí a
mi abuelo.
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No conocí a mi abuelo paterno porque murió cuando mi padre era un niño. Mi padre
hablaba mucho de él, eso es cierto, y estuvo muy presente en la historia familiar, pero
no llegué a conocerlo mas que por historias.
No, digamos en mi familia materna no. Era un tema que no se tocaba para nada, sobre
todo a partir del momento en que apareció mi abuelo otra vez, y regreso a vivir a casa
de mi abuela. Fue muy raro conocerlo tardíamente, y supongo que ahí fue cuando a mí
se me despertó la curiosidad de qué era eso de la guerra, del exilio. Supongo que el
descubrimiento de mi abuelo, y las preguntas que surgían, hicieron que no lo viera como
un hecho lejano e histórico, sino como algo muy directo, que de alguna manera me
involucraba. Pero bueno también yo era pequeño y no tenía mucha idea de nada, aunado
a que no recuerdo que mi abuelo tocara el tema nunca. Supongo que era doloroso para
él.
Por ejemplo, entre los primos, sus nietos, sabíamos que tenía un par de balas de la
guerra en el cuerpo y eso desde luego nos daba muchísima curiosidad e inquietud y
queríamos saber cosas, pero no era un tema del que se pudiera preguntar mucho.
Buscando información, encontré que mi abuelo, que heredó el nombre de su abuelo, fue
antiguo rector de la Universidad de Madrid y Gran Maestre del Gran Oriente de España,
de la masonería española… Esto creó otra inquietud, tampoco sabía nada de la
masonería, por ejemplo. Son estas cosas que empiezas a oír de pequeño y que no sabes
necesariamente qué quieren
decir.
La boda civil
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Tras la guerra se fue a Francia. Después consiguió huir a Nueva York en donde fue
cirujano dental en el New Haven Hospital en Yale University y 6 años después se fue a
vivir a México que es donde conoció a mi abuela.
Combatió, sí. Unas de las pocas anécdotas que yo recuerdo, aunque ya había muerto mi
abuelo, es cuando una tarde de repente tocan el timbre en casa de mi abuela. Era un
antiguo compañero de combate, que tenía prácticamente desfigurada la cara y quien
contó que se había tardado mucho
tiempo en rastrear a mi abuelo, y lo
estaba buscando para agradecerle,
porque según lo que contó le había
explotado una granada en el frente
y mi abuelo le cosió la mandíbula
con alambre, como pudo. Quería
agradecerle haberle salvado la
vida. Esas eran pequeñas pistas
que oíamos o de las que nos
enterábamos por terceros, no por
mi abuelo.
Mi papá hablaba constantemente del exilio. Recuerdo que nos hablaba, por ejemplo, del
barco Sinaia, nos hablaba de sus profesores en la UNAM, de la huella del exilio en la
música que oíamos, en la literatura, innumerables personajes, en la cultura, en fin.
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Oíamos mucho del exilio, pero lo curioso es que no lo oíamos de primera mano, es
decir, en casa de mi abuela que era una familia proveniente del exilio. Ahí no se hablaba
del tema.
Aunque yo en realidad, cuando conocí a mi abuelo, en este tema era una tristeza, porque
lo conocí ya grande, cuando tenía el cáncer de laringe, y en la última fase no podía
comer ningún tipo de comida sólida. Lo conocí en la etapa de decadencia, poco antes de
morir. Ahora me duele mucho no haberlo conocido antes, y no haber hablado de estas
cosas con él poder conocer su historia, pero en fin, me tocó su última etapa.
Sí, mi abuelo sí, siempre tuvo su grupo de amigos republicanos, se veían con
frecuencia, de alguna forma se arropaban, pero fue la etapa que a mí no me tocó vivir
con él.
¿Cómo llega a EU? No sé, supongo que en barco, sé que llega a Nueva York. Me
acuerdo que de las pocas anécdotas que se iban colando, me contaban que cuando
llegaron a Nueva York no tenían absolutamente nada. Se metían al cine y antes de que
terminara la función se escondían debajo de los asientos para pasar la noche ahí en el
inverno y a la mañana siguiente salían y lo volvían a hacer cada noche.
Ella llega con mi abuelo paterno, que era mexicano. Era diplomático y en algún
momento estuvo destacado en la Habana, en donde se enamora perdidamente de mi
abuela.
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Y tu abuela había nacido en España y se había ido a Cuba.
Originalmente la familia era cubana, pero en estos viajes largos, que duraban meses le
tocó nacer en Las Palmas de Gran Canaria y pasó ahí los primeros años de su vida y, sí,
luego regresaron a la Habana, que es donde conoce a mi abuelo y en donde se casan. A
mi abuelo lo trasladan después a otra adscripción y mi abuela se va con él.
Quizá lo tuve más adelante, por una novia de origen vasco, hija de exiliados, y entonces
ahí sí, la relación amistosa, desde sus abuelos hasta ella, giraba en torno a amigos del
exilio.
¿Qué estudiaste?
Sí, trabajé en México vinculado a gente del exilio, con la que me relacioné más
directamente. Por ejemplo, alguien fundamental en mi elección vocacional fue sin duda
Vicente Rojo.
Sí, había venido por primera vez en el 93 o 94. Justo cuando acabé la preparatoria, vine
con mi padre a Madrid y Barcelona.
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¿Qué te trae a vivir a Barcelona? ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Llevo 5 años y medio. Tenía un gran interés en Barcelona por el ámbito editorial. Sabía
que la ciudad es una cuna de la industria editorial por excelencia, que muchas
editoriales tenían su base aquí, por lo que me interesaba mucho. Lo hice saber a los
cuatro vientos.
Sí, claro. Hice hace unos años un viaje a Asturias, justamente a Celorio que es un
pueblo chiquitito. Aunque mi familia realmente no venía de Celorio, venía de un caserío
en LLanes, que está junto. Fue una visita muy emocionante. Son 20 casas, como trojes,
en una colina. Después he ido también Madrid, buscando la casa de mi abuelo, pero
aun no la he encontrado. No he tenido tiempo de hacer un rastreo muy profundo, pero
cuando voy procuro averiguar algo más.
La verdad es que mi padre ha hecho mucho el trabajo previo a esta búsqueda de los
orígenes. Ya había ido a Celorio, detectó cuál era la casa de su abuelo. Hicimos también
un viaje a la Habana, ahí ya tenía perfectamente detectada cuál era la casa de su madre,
la historia y demás.
Justamente es lo que retrata en esta última novela que acaba de publicar, “Tres lindas
cubanas”. Ahí viene la vida de su madre, entreverado con la cuestión política cubana,
pero es fundamentalmente una historia familiar.
Creo que la pregunta es muy amplia e implica muchos matices, ¿no? Desde mi punto de
vista, la experiencia de mi estancia de 5 años y medio aquí es muy positiva. Quizá para
opinar sobre Catalunya en el contexto, por ejemplo, de España, necesitaría una
experiencia de vida similar a la que he tenido aquí, en otra parte que me permitiera
comparar.
Ha sido sin duda una experiencia muy buena. Siento que me he entendido muy bien con
los catalanes. No creo en clichés, pero es cierto que en términos generales es gente más
seria, y quizá no tan cercana de entrada como en otras regiones de España, y quizá sí es
más difícil acercarse a ellos, desde un criterio latinoamericano. Pero eso también es una
virtud. Como yo soy también un poco así, no soy particularmente extrovertido, pues me
he ajustado muy bien, y a lo largo del tiempo he hecho amigos entrañables.
Y en cuestiones laborales también. Es cierto también que por mi trabajo tengo que ver
mucho con mexicanos en la cuestión cotidiana y mi trato con los catalanes es
fundamentalmente a nivel institucional y laboral, pues es a lo que me dedico y así ha
sido mi experiencia. Pero he hecho muy buenos amigos que estoy seguro de que
perdurarán.
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¿Qué es lo que más valoras de tu vida en Barcelona?
En un inicio lo que más valoré de entrada fue la posibilidad de poder tener una
experiencia de vida en otro lugar. Creo que hubiera sido una experiencia igual, bueno no
igual, igual de importante a nivel personal simplemente tenerla, fuera en Cataluña, o en
cualquier otro lugar del mundo.
Barcelona es una ciudad que me gusta mucho, que disfruto mucho, que me gusta
caminar. Siento que he hecho muy buenas migas con ella. Tiene que ver también la
visión literaria en el asunto, es una ciudad de la que he leído mucho y yo funciono
mucho así, me encanta estar en una ciudad que he leído, que he visto a través de libros.
Me encanta ese punto que te permite vivir la literatura.
Pero también es cierto que viniendo del DF a veces la encuentro un poco pequeña. En
un buen sentido. Demasiado perfecta y también extraño un poco el caos.
Aquí es tan perfecto que salgo de mi casa y Mª. Carmen la del quiosco de periódicos me
dice “Buenos días, Diego”, camino calle y media, pasa el autobús 64 me deja aquí
enfrente, me bajo, entro. Todo marcha muy bien y ya de principio esto es una ventaja, te
estoy hablando de la vida cotidiana en general. A base de perfección puede volverse
monótona en la cotidianidad.
Aunque sí, echo mucho de menos el caos, lo simpático, lo divertido, lo imprevisible del
DF, creo que eso es lo que más he extrañado. Pero ha sido una experiencia muy buena
que me he planteado como un paréntesis y eso hace que la disfrutes mucho, que te
concentres en lo bueno y que trates de sacarle el mayor provecho posible, al ser una
experiencia sensacional y efímera.
¿Qué piensas de lo que el gobierno ha hecho sobre las cosas de los refugiados en
general?
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¿Consideras que van atrasados? ¿Que se ha hecho lo suficiente?
No podría determinar cuál es el tiempo de maduración histórica para que una cosa tan
atroz como la Guerra Civil pueda ser vista a distancia y reivindicada, y que pueda verse
desde un punto de vista justo, no sé cuál es ese tiempo, pero yo creo hace falta hacer
planteamientos al respecto, y por supuesto no olvidar. Yo creo que hay que poner mucho
empeño en eso. Creo que hay cosas que no se han reivindicado como se debería.
Aunque no hijo pero sí nieto del exilio, estoy convencido de que me ha aportado un
modo de entender las cosas que definitivamente no las vería igual o seguramente no las
veo igual de no haber sido así, porque a fin de cuentas tu historia y tu experiencia,
-aunque en este caso no haya sido en primera persona, al no vivirlo en carne propia- ,
que puede ser transmitido, en el modo de pensar, en el modo de valorar muchas cosas,
de ver la historia, de ver la actualidad.
Entonces ¿qué significa para mí? Yo creo que es parte de todo, es parte de la
personalidad, es parte de la manera de ver las cosas, de valorarlas, de sentirlas, y de
explicarte muchas otras.
Yo creo que prácticamente cualquier aspecto de la vida está formada por la mentalidad
de haber crecido con unos antecedentes, llamémosle históricos, que te marcan
profundamente desde luego y que te dan una visión particular de las cosas. Es parte de
quien soy y como veo todo a mi alrededor.