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Segunda Edición

HACIA UN CRISTIANISMO

COHERENTE
TEOLOGÍA DESDE LA CRUZ

Por: Eusebio Ramírez

e-mail:
Eusebio_rmrz@yahoo.com

© Eusebio Ramírez
CONTENIDO
EL PROBLEMA
PLANTEAMIENTO Y ORIENTACION
1

Cristianismo y mundo moderno. 1


Cristianismo Coherente. 1
¿Salvación del Pecado, de la Muerte o de la Ira de Dios? 3

ANTIGUO TESTAMENTO
CAPITULO PRIMERO
EL PECADO Y SU ORIGEN
7

En el jardín de Edén. 7
Árbol del Bien y del Mal, Fruto: Ser Como Dios. 8
El Mundo Fuera del Edén. 11
Las Consecuencias. 12

CAPITULO SEGUNDO
LA ALIANZA
17

O la Irrupción de Dios en la Historia. 15


El Éxodo. 16
La Nueva Relación Entre Dios y la Humanidad. 17

CAPITULO TERCERO
LOS PROFETAS Y LA PROMESA DE LA NUEVA ALIANZA
19

El Sentido de la Alianza. 19
El Reino Restaurado y la Nueva Alianza. 20
Redención a Través del Castigo. 23
Sión. 24
Sión Ante los Imperios; el Combate Escatológico.26
Sión: La Teocracia Universal. 26
El Día de Yahvé. 26
El Ungido de Yahvé. 27
NUEVO TESTAMENTO
I.N.R.I. 30
El Reino de Dios; Antítesis de los Reinos de Este Mundo. 31
La Encrucijada. 31

CAPITULO CUARTO
EL REINADO DE DIOS
33

a) “...el Reino de Dios ya está entre ustedes”. 33


b) La Nueva Alianza: El Sermón de la Montaña. 35
c) Los Términos de la Nueva Alianza. 36
d) Desarrollo de los términos de la Nueva Alianza. 37
Solidaridad con Todos ante el Mal en el Mundo. 38
Compromiso Activo por el Bien de Propios y Extraños. 38
La Búsqueda de la Justicia y la No Violencia. 39
Limpios de Corazón. Ante todo Autenticidad. 41
Fidelidad Aun en la Persecución. 41
e) ¿Nueva Alianza o Reino de Dios?
Precisiones necesarias. 42

CAPITULO QUINTO
EL PORQUE DE LA MUERTE DE JESUS EN LA CRUZ.
44

La Cruz; Juicio del Mundo. 44


La Cruz; Funda la Nueva Alianza. 46
La Cruz; Revelación Definitiva de Dios. 47
La Cruz; el Culmen de la Creación. 49
CAPITULO SEXTO
LA IGLESIA: EL NUEVO PUEBLO DE DIOS.
51

La Iglesia, su Misión Primaria:


Dar a conocer al mundo la voluntad de Dios. 52

CAPITULO SEPTIMO
EL REINO DE DIOS, CUESTIONES ADICIONALES.
55
¿Satanás? 55
¿Y el Infierno? 56

DE LA IMPOSIBILIDAD DE UNA CONCLUSIÓN.


57

REFERENCIAS ANTIGUO TESTAMENTO. 58


REFERENCIAS NUEVO TESTAMENTO. 59
EL PROBLEMA
PLANTEAMIENTO Y ORIENTACION

Cristianismo y mundo moderno.

Antes de hablar de un cristianismo coherente se hace necesario plantear si es coherente


ser cristiano en una época en la que la ciencia tiene el privilegio de explicar la realidad. La
ciencia solo puede avanzar y conquistar el conocimiento negando toda intervención sobrenatural.
Es el requisito indispensable para un conocimiento sin limites, para descubrir las leyes físicas
que rigen el universo, para llegar a comprender los procesos evolutivos. Sin esto las conquistas
de la ciencia hubieran sido imposibles Pero, al no reconocer intencionalidad y propósito la
ciencia nos abandona frente al abismo del sin sentido. De una existencia que tanto es como pudo
no haber sido, en una palabra, de lo contingente.
La fe no es una explicación alternativa de la realidad, paralela o contraria a ella. La fe es una
rebelión contra el absurdo al que nos enfrenta la ciencia. Creemos porque nos rehusamos a estar
atados al devenir determinado e inmutable de las layes de la física y apostamos que la
intencionalidad es una realidad que desborda y contradice la Realidad. Porque afirmamos que
por encima de los procesos físicos y la predicción del método científico, el amor y la justicia se
fundamentan en una verdad que va mas allá de lo descriptivo y de las formulas matemáticas,
porque en el cosmos ha emergido la posibilidad de la opción, de la intencionalidad que son
aberraciones inexplicables desde las layes de la física. Ahora, intencionalidad compele eternidad,
porque opción temporal regresa al abismo de lo contingente. Aún así, la fe no puede ser más que
una apuesta y por serlo no se puede imponer. Este trabajo está dedicado para aquellas personas
que se unan a esta rebelión.

Cristianismo Coherente.

No es un trabajo de apologética, en el que se buscara defender o demostrar las doctrinas


centrales al cristianismo. Se asume una opción cristiana y a partir de ahí se enfrenta el problema
de su coherencia interna. Nos situamos en otro plano y preguntamos al cristianismo por sus
propias razones, por el valor de sus enseñanzas, no aisladas sino formando un cuerpo doctrinal.
En una primera impresión esto se antojara inadecuado porque, la actitud común, es que una fe se
ha de aceptar en su totalidad. Entendiendo lo que se pueda entender y aceptando el misterio de lo
que a nuestra comprensión le sea imposible alcanzar. Esta actitud se basa en la suposición de que
el cristianismo es un sistema cerrado, de estructura orgánica, porque, contra la evidencia, se
admite la predicación de Jesus en los evangelios como su único origen. La realidad es que el

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cristianismo es una fusión de varias doctrinas no siempre en armonía. A veces complementarias,
a veces en conflicto. Los evangelios nacieron en el pluralismo de las diferentes comunidades las
cuales siguieron un desarrollo teológico mas o menos aisladas entre si. Esto es muy notable no
solo al comparar los cuatro evangelios entre si, sino también dentro de un mismo evangelio es
posible notar adiciones y modificaciones que rompen su coherencia. Pero esto no es todo. Un
análisis mas detallado revela la existencia de confrontaciones abiertas entre las diferentes
teologías que se pretendieron armonizar mas tarde con la elección de cuatro evangelios y las
modificaciones internas de ellos. Era necesario mantener la unidad de las comunidades mas
afines en la naciente institucionalización de la Iglesia Católica. Es el caso, por ejemplo, de la
controversia sobre la Ley. Cientos de preceptos rituales que afectan muchas áreas de la vida
diaria. ¿Deberían, las nuevas comunidades formadas por la acción de Dios en Jesús, seguir la
Ley, abolirla o superarla? El evangelio de San Mateo defiende las tres opciones con la misma
vehemencia sin decidirse por ninguna: La ley se ha de cumplir hasta en sus mas mínimos
preceptos (5:17) Es superada al hacerse más exigente en lo central (5:21)Hay que abolirla pues
son solo preceptos humanos (15:1)
La confluencia de doctrinas representantes de las diferentes las facciones en la Biblia y
particularmente en el Nuevo Testamento pone en cuestión la posibilidad de un cristianismo
coherente. Es imposible armonizar elementos conflictivos. Es claro que esto solo se puede lograr
seleccionando aquellas doctrinas que permitan un ensamblaje armónico. De aquí nacen dos
cuestiones altamente problemáticas. Una, todo lo contenido en la Biblia no tiene el mismo
estatus de revelación divina. Hay en ella doctrinas que por siglos se han tomado como palabra
divina sin serlo, pero ¿como saberlo? De aquí surge el segundo problema que consiste determinar
el criterio que guiará la selección. Tomando una desviación, es el momento adecuado de
argumentar que las enseñanzas de la Biblia, por su misma pluralidad de doctrinas,
necesariamente están mediadas por la autoridad de la comunidad. No puede históricamente haber
una relación directa entre el individuo y la revelación divina. En algún punto del camino estará la
Iglesia. Teniendo esto en mente abordemos la segunda cuestión.

Resolver el criterio de selección, es resolver que contenidos se han de tomar por revelación
divina. El único hecho en el que están de acuerdo todos los autores del Nuevo Testamento y al
rededor del cual giran todas sus diferentes enseñanzas, es la muerte y resurrección de Jesús. Es
este el primero y único criterio de revelación.
Es este el postulado primero, el incuestionado punto de partida: La muerte de Jesús es la
revelación definitiva de Dios. Reafirmada por la resurrección. Pero ¿Hacia un cristianismo
coherente desde la cruz? ¿No es la cruz lo mas incoherente de la doctrina cristiana? El mismo
San Pablo se refería a ella como causa de escándalo y locura y para Sano Tomás de Aquino, uno
de los mas grandes doctores e la Iglesia, no era posible comprender la doctrina de la expiación.
¿No es, pues, una empresa destinada al fracaso partir de la muerte de Jesús en la cruz?
Por otro lado y por las mismas razones si no se comprende el por qué de la muerte de Jesus en la
cruz, de su necesidad para la salvación, un cristianismo coherente es imposible. Todas las

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doctrinas centrales carecerán de una fundamentación sólida. Será difícil definir Salvación, Reino
de Dios y Pecado. He aquí el centro de la cuestión y he aquí la propuesta. La cruz es postulado
del que se parte y meta de llegada. Guía y finalidad.

¿Salvación del Pecado, de la Muerte o de la Ira de Dios?


¿Es acaso que, al ir cambiando nuestras referencias, los conceptos van perdiendo sentido
hundiéndonos en la perplejidad? Lo cierto es que a una distancia de dos mil años y con más de
mil millones de cristianos no hay una concepción clara y coherente de lo más fundamental del
Cristianismo. Salvación, Pecado, Reino de Dios, el Sacrificio de la Cruz parecen ir por caminos
separados. Las publicaciones teológicas se multiplican, pero acaban siendo una magnífica
envoltura de contenido ambiguo y discordante.

Al tratar de entender los conceptos más fundamentales de nuestra fe nos encontramos que
no solo no tenemos concepciones claras y consistentes sino que nos descubrimos atrapados en
una vorágine de doctrinas imposibles de armonizar. No hay nada más central a la Fe que la
doctrina de la salvación. Es la razón de la encarnación, vida y obra de Jesús de Nazaret. Así lo
afirma El Credo Niceno Constantinopolitano cuando dice de Cristo que “por nosotros los
hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María
la Virgen y se hizo hombre”. Pero ¿Qué entendemos por salvación cristiana? La forma más
sucinta se ha expuesto tradicionalmente de la siguiente manera: Salvación es la liberación de la
humanidad del pecado y sus consecuencias.1 Los problemas empiezan a surgir cuando se busca
especificar: Liberación del pecado, supone que estamos sujetos a el contra nuestra voluntad. Si el
pecado es una acción humana voluntaria, resulta problemático hablar de liberación de nuestra
propia conducta. Si es una fuerza o entidad que nos tiene sujetos, en este caso desaparecería la
responsabilidad por lo que ya no se podría hablar de pecado. Agregando las consecuencias del
pecado que son la pérdida de la santidad original y de la vida paradisiaca llegamos a un
indeterminado y confuso concepto de salvación: romper con la esclavitud a la que nos tiene
sujetos nuestra propia conducta o ese ente informe que es el pecado y restituirnos a nuestro
estado paradisiaco original antes de la caída de Adán y Eva. No obstante estando nuestra
voluntad sujeta al poder del pecado no deja por eso de ser “una ofensa a Dios”, “un acto o un
deseo contrarios a la ley eterna” 2 de ahí que el infierno sea nuestro destino natural, final y eterno
del cual también necesitamos ser liberados. El embrollo se va complicando cada vez más porque
en realidad nuestro principal obstáculo para retornar al paraíso es un Dios ofendido. En última
instancia hemos de salvarnos de la ira de Dios y de su juicio. Es cuando volvemos la mirada a
Jesús y la pregunta por la causa eficiente de nuestra salvación se vuelve acuciante: ¿Realmente
fue necesario que Jesús muriera en la cruz? ¿Fue Dios mismo quien lo envió para conseguir por
auto pago nuestra salvación? ¿Es posible conciliar la ira y el amor divinos?

3
Tenemos así a un Dios padre amoroso, que debe ser aplacado en su ira con el sacrificio
cruento de su hijo, al cual mandó a este mundo, por amor a nosotros, para perdonar nuestras
transgresiones a una ley que solo uno de los menos numerosos de entre los pueblos conocía, la
cual consistía de preceptos múltiples y extraños por lo que hubo la necesidad de reducirlos a lo
fundamental de los diez mandamientos. Hemos de aceptar gozosos este perdón, ofrecido
gratuitamente, so pena de ser condenados eternamente a los tormentos del infierno. El demonio,
presentado en el papel de antagonista de Dios, viene a ser más bien su colaborador porque resulta
ser el principal motivador de la fe. Pues salvación, es salvación de ir al infierno.
Paradójicamente, para creer en un Dios Padre Amoroso hay primero que creer en Satanás y el
infierno, el cual es el destino natural de la humanidad. Pero Jesús, se nos dice, está a la mitad del
camino y -como vendedor oportunista- nos hace la oferta de la salvación. La cuestión es que si el
Pecado es una transgresión al la Ley de Dios, la cruz de Cristo es innecesaria. Dado que la
voluntad del legislador es lo decisivo por ser quién pone las condiciones. Para nuestra salvación
solo es necesario que él se decida a abolir la ley, a cambiar la sentencia o el requisito para su
satisfacción.

Pero hay un problema todavía más crucial para nuestro tiempo y es que considerar la
salvación en cuanto liberación del poder del pecado, de Satanás y su infierno para, al fin, retornar
al paraíso es lanzar la Doctrina de la Salvación al ámbito de lo mitológico; de los contenidos
puramente simbólicos donde las batallas se libran solo en la imaginación y en los sueños.

Si entender cómo opera la salvación a través de la cruz de Cristo presenta problemas


insolubles siendo que es uno de los temas centrales de la fe, ¿cómo podemos vivir el mensaje del
evangelio desde la ignorancia y la confusión? Si agregamos que el fin último de la salvación es
el Reino de Dios del cual la exégesis bíblica está de acuerdo en que fue el centro de la
predicación de Jesús al mismo tiempo que admite no poder definir precisamente en qué consiste;
si empieza con Jesús o es una realidad futura, si es a-histórico o si se inserta en un “ya-pero-
todavía-no”, en una tensión presente-futuro. Entonces la gravedad de la situación se acrecienta a
límites intolerables. Si los pilares de nuestra fe están cimentados en la confusión ¿cómo podemos
pretender que sea un mensaje para nuestro tiempo? No es suficiente con promover el lado
práctico de la fe con temas que tienen una validez propia; la justicia, el respeto a la vida, la paz,
el perdón e ignorar el dar una razón de nuestra fe. Es tiempo que la teología deje de tejer
sublimes poemas y llegue a lo craso de la obra de Jesús, esa obra que lo llevó a la muerte, a una
muerte en la cruz. Tomar en serio la cruz dejando de entenderla en el ámbito de lo cuasi-
simbólico, de contenido meramente ritual en los límites de lo mítico es aproximarse a la solución
de los problemas doctrinales aquí expuestos.

4
El objetivo de la obra es mostrar que por muy difíciles que sean los problemas doctrinales
no son “incomprensibles e insolubles”. Del hecho mismo de que Dios se ha revelado concluimos
que somos capaces de entender la Revelación. Hemos creado un mundo y Dios ha pronunciado
su Palabra sobre él. Pero la Palabra de Dios no es solo un enunciado; abre una nueva posibilidad
a la realidad que está más allá de los proyectos humanos; la creación continúa y esto exige una
respuesta. “Y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros” (Jn 1:14). Dios ha
trastocado nuestro mundo y se resiste a que su mensaje sea arrumbado bajo los escombros de
conceptos caducos o de doctrinas incoherentes. Volvamos al depósito de la fe confiado a la
iglesia y rescatemos este mensaje siempre actual. Esto lleva necesariamente a distinguir lo
esencial de lo cultural. A refinar los conceptos que si bien en una época pudieron iluminar los
misterios de la revelación hoy resultan extraños. Todo esto para devolver a la misión de la Iglesia
un fundamento sólido. Las siguientes páginas se sitúan dentro de esta intensión pero al final, solo
al magisterio de la Iglesia le corresponde determinar si se ha logrado.

5
ANTIGUO TESTAMENTO

6
CAPITULO PRIMERO

EL PECADO Y SU ORIGEN

Dios mira hacia este mundo, mundo en el sentido Juanico del término; el ámbito de la
actividad humana, y lo encuentra imperfecto, inacabado “como en dolores de parto (Rm. 8,22)”,
necesitado de redención. Es decir, en estado de pecado. Pero, si el pecado define el estado del
mundo, a su vez ¿qué es el pecado? y ¿cómo se llegó a este estado?

El genio de San Pablo y de quienes lo siguieron, fue impulsar una visión universal a la
interpretación del evangelio circunscrita, en los primeros tiempos de la iglesia, a la comunidad
judía. En este impulso, San Pablo descubre que la obra y misión de Jesús tiene un alcance que
incluye la totalidad de la humanidad y con ella de la creación. En esta visión fue fundamental
para él plantearse el origen de una situación que afectaba a toda la humanidad y que requería la
intervención decidida de Dios, Rm. 5,12-21 es el inicio de lo que después se desarrollará con San
Agustín en la doctrina del Pecado Original. Que si bien, siguiendo el Catecismo de la Iglesia
Católica, “no se puede lesionar la revelación del pecado original sin atentar contra el Misterio de
Cristo” (389) es “ciertamente un término que induce al error e impreciso”, de acuerdo a lo
expuesto por el Papa Benedicto XVI en su libro “In the Beginning...” 3 De aquí que es necesario
replantearnos la doctrina del pecado original. Iniciemos, pues, desde el relato del Génesis.

En el jardín de Edén.

El primer problema que enfrentamos al intentar definir qué es y cuál es el origen del
pecado partiendo del segundo relato de la creación Génesis 2, 4b-25 es el de la interpretación de
las imágenes mitológicas y poéticas a las que recurre la narración. Se impone precisar una
metodología. Básicamente el desarrollo de las conclusiones será guiado por las siguientes reglas:
Primera, por relato mitológico-poético se entiende aquel que usa la narrativa valiéndose de
símbolos para presentar las ideas con el fin de evitar las limitaciones impuestas por la definición
de conceptos. Segunda, se piensa que por su carácter mítico este relato es el más antiguo de los
dos, pero sospecho que por su riqueza y profundidad de contenido es posterior. Esto se
demostrará más tarde pero guiará la interpretación en el sentido de que esperamos encontrar un
relato construido alrededor de ideas altamente elaboradas. Tercera, seguiremos por el camino de
la menor resistencia tomando el relato en su unidad sin recurrir a la exégesis de otras partes de la
biblia o a los datos de la religión babilónica. Esto, además, elimina el requisito de presentar
credenciales de erudición exegética. Cuarta, estrechamente relacionado con la regla anterior, se

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enfatiza que el relato define los símbolos que usa; los explica directamente dentro del relato
mismo haciendo innecesario recurrir a una exégesis compleja o a fuentes externas por lo que se
vuelve transparente y adaptable a la mentalidad actual.

Árbol del Bien y del Mal, Fruto: Ser Como Dios.

Yahvé hizo brotar...en medio del jardín...el árbol de la ciencia del bien y del mal
(Gen 2.9).
Tanto en el centro del paraíso como en el centro del relato sobre la caída, está el árbol de la
ciencia del bien y del mal cuyo fruto “era apetecible a la vista y excelente para lograr
sabiduría” (Gen 3.6). Pretender desmitologizar el relato desplazando el centro de su
interpretación al acto de desobediencia y no en las cualidades y naturaleza de su fruto, en un
pretendido afán de hacerlo más razonable, nos lleva a conclusiones contraproducentes: A un
concepto legalista del pecado, siendo meramente una transgresión a cualquier ley por caprichosa
que sea y a un Dios tentador e inseguro, ansioso de probar la fidelidad de sus creaturas a través
de ocasiones artificiosas de pecado.

Iniciamos, pues, este esfuerzo interpretativo retomando el símbolo de lo que está en el


centro de la narración: el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Siguiendo la cuarta de
las reglas establecidas en la sección anterior llegamos fácilmente a constatar que la naturaleza del
fruto es revelada por la serpiente: “...el día en que coman de él, se les abrirán los ojos y serán
como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gen 3.5). La serpiente que era un animal nada
mas, no era Satanás, no era un símbolo sexual, pero si “...el más astuto de cuantos el Señor Dios
había creado” (Gen 3, 1) entabla conversación con Eva no para engañarla sino para seducirla,
pues la verdad de su aseveración es confirmada por Dios mismo cuando dice del hombre después
de haber comido del fruto prohibido “... es ya como uno de nosotros” (Gen 3, 22). La naturaleza
o cualidad del fruto está en que otorga un conocimiento divino; tiene la virtud de conferir al ser
adámico la semejanza divina.

Dios prohíbe al hombre tomar de este árbol. Pronuncia una advertencia: “El día que
comas de el tendrás que morir”. La frase ha de ser entendida como una amenaza de muerte. Si
el hombre se apropia de la dignidad divina el enfrentamiento con Dios sería inevitable. Dios
actuaría ante tal trastorno de la creación erradicando sus consecuencias: el traspaso de los límites
de la criatura al ámbito de lo divino, restableciendo el orden natural. El “tendrás que morir” no
significa, entonces, que el hombre fuese inmortal en el paraíso. El hombre se convierte en un
ser vivo al recibir el aliento de Dios (Gen 2,8). Es decir, la vida no le es propia, la recibe de otro
y la mantiene mientras Dios no decida retirarle el aliento. Pero, ¿En qué consiste ser como Dios?
y ¿Cual es la razón del conflicto?

8
Que el fruto confiera la “La ciencia del bien y del mal” asume que junto a esta confiere la
capacidad de decidir, todavía más, de tener que decidir. Distinguir entre el bien y el mal compele
a elegir y en el acto de elegir está el origen del libre albedrío, de la Voluntad. Génesis 3.7-13
profundiza más el significado de “Ser como Dios”. Ahí se describe el efecto de haber comido el
fruto prohibido: “Entonces -como dijo la serpiente- se les abrieron los ojos a los dos y...”, en
lugar de describir una transformación extraordinaria, el versículo termina paradójicamente:
“...descubrieron que estaban desnudos” (Gen 3,7). En seguida se relatan sus intentos de cubrir
su desnudez y su reacción de vergüenza y temor de ser vistos por Dios. Para comprender cuál
fue la consecuencia de haber comido del fruto prohibido debemos penetrar el sentido de la
oración, “descubrieron que estaban desnudos” para lo cual nos apoyamos en la siguiente cita que
presenta un juego de preguntas muy interesante: Génesis 3.11 “El Señor Dios les replico: Y
¿Quién te ha dicho que estabas desnudo? ¿A qué has comido del árbol prohibido?”. Este es el
hecho; ¡Adán y Eva, antes de comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, no sabían
que estaban desnudos! Por eso no sentían vergüenza. Cuando toman del fruto descubren que lo
están, es decir, antes de tomar del árbol no eran conscientes de sí mismos. La conciencia en su
primer movimiento fundamenta la individualidad, es primero conciencia del propio cuerpo, del
mí mismo corpóreo, por eso si sabían ya que estaban desnudos, solo podía haber dos
posibilidades: Alguien les había dicho o habían tomado del fruto prohibido. He aquí la tremenda
diferencia entre el hombre y el animal. La cualidad divina del hombre, siguiendo a Teilhard de
Chardin; el saber que sabe: la conciencia. La capacidad de centrarse en si mismo descubriéndose
existente cuya primera reacción es reclamar la privacidad de la intimidad, es la irrupción de lo
que la psicología llamará el “Yo”. Desde este centro aparece una nueva realidad en la creación.
Ha surgido un ámbito en el que Dios ha perdido todo su poder donde ya no es Señor a menos de
que se dé un asentimiento voluntario. La humanidad ha tenido acceso a la ciencia del bien y del
mal que no es otra cosa más que la elección de alternativas, lo que a su vez es la expresión de la
voluntad; se ha hecho semejante a un dios.

Cabe aquí indicar la importancia de la serpiente en la lógica del relato. Si Adán y Eva no
poseían todavía la capacidad de decidir por no tener el conocimiento del bien y del mal, era
necesaria una influencia externa que los incitara a actuar. Nótese que Eva tiene la misma función
cuando hace comer a Adán, agregando un contenido extra sobre la influencia que la mujer tiene
en los grandes momentos de la historia.

La conciencia viene a ser una disonancia en un universo del que Dios es creador y señor
absoluto. Por el solo hecho de que exista una voluntad externa a la voluntad divina ese dominio
absoluto de Dios es cuestionado. Hay un rompimiento entre el creador y su creatura, una
separación insalvable por la contraposición de dos voluntades, esto debido a la posibilidad del la
decisión libre. Aunque la voluntad de la creatura se someta a la divina estarán frente a frente en
una separación infinita, dado que se requerirá que la creatura acepte el señorío de su creador.
Además, la capacidad de decisión incluye el poder de rebeldía, de decir “no” al mismo Dios, de

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actuar de acuerdo a la propia voluntad, es decir de pecar, aquí se encuentra la base de todo
pecado, en la separación-confrontación ontológica de Dios. Resuena aquí el “serán como Dios”.
Solo un ser semi-divino puede decir no al mismo Dios. En la misma naturaleza humana está
subyacente el origen del pecado. Con la conciencia aparece, por primera vez, en la creación la
posibilidad de pecar y con esto una creatura distinta e individual enfrentada por su naturaleza a
su propio creador. A esta condición es lo que la Teología Católica llamará Pecado Original por
ser una separación y una confrontación fundamental con Dios. En tanto, por ser una cualidad de
la misma naturaleza humana, todos participamos de ella. La dificultad planteada por el
Catecismo de la Iglesia Católica (404): “Sin embargo, la transmisión del pecado original es un
misterio que no podemos comprender plenamente” se resuelve por si sola: se transmite
genéticamente.

A semejanza de Dios, resuena en todas las Escrituras con su profundo significado de la


grandeza de la dignidad humana junto a las dolorosas consecuencias de la actualización de la
posibilidad de rebeldía que otorga. El escritor sagrado de Génesis busca resolver el conflicto de
cómo Dios pudo haber sido la causa de tan graves consecuencias al crear a la humanidad a su
imagen y semejanza. La solución que presenta es a través de dos relatos contiguos de la
Creación. En Gen 1-2, 4 la acción es directa; la humanidad siendo pináculo de la creación es
hecha a imagen y semejanza de Dios. En el segundo relato la humanidad alcanza su naturaleza
por una “anomalía”, casi por descuido, aunque todo esto parece haber sido inducido al ser
plantado deliberadamente el árbol del la ciencia del bien y del mal. Aún así, en este segundo
relato Dios no es directamente responsable de las graves consecuencias de pecado que trajo
consigo una creatura a semejanza de Dios. Pero en última instancia este hecho que conocemos
por Pecado Original no es un trastoque en los planes del creador. En esta visión, es parte de la
continuidad de la creación entendida como un proceso hacia su culmen en la divinización total
de la humanidad.

La criatura se encuentra ahora ante la encrucijada de su humanidad; expulsada a un


mundo por hacer lo irá poblando expandiendo su cultura y su dominio; ejerciendo en su
actividad la fuerza de su voluntad con Dios o contra Dios.

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El Mundo Fuera del Edén.

¿Era la vida en el Edén una situación idílica, ausente de todo mal? Hay que entender que
el estado original de Adán y Eva es de inocencia por una armonía biológica con la creación,
integración de continuidad, dada más que nada por la incapacidad de decidir y con esto de crear.
En el Edén no existe el mal porque los procesos naturales en sí mismos no requieren de
justificación o sentido. El dolor, la enfermedad y la muerte tienen su razón de ser en el complejo
biológico de los ciclos naturales. Así las enfermedades largas y dolorosas son debidas, la mayoría
de las veces, a la capacidad de supervivencia de los organismos y aunque parecerán una
aberración de la naturaleza son parte también de los procesos naturales o consecuencia
inesperada de la actividad humana que crea su propio ambiente en desequilibrio ecológico. Solo
para la conciencia la muerte se presenta como el sin-sentido; una aberración de la naturaleza. Es
imposible armonizar el “Yo existo” del ser consciente con su destino final: la muerte; su
extinción definitiva. Ante el despertar de la conciencia aparece otra realidad: La desgracia; solo
para la conciencia los cataclismos naturales vienen a ser catástrofes incluso cuando forman parte
de la armonía de la naturaleza. Para una mayor clarificación, hagamos un experimento de la
imaginación: En los millones de años del proceso evolutivo, antes de nuestra era, surgieron
innumerables especies, espléndidos organismos como los grandes dinosaurios que dominaron la
tierra. Tuvieron un destino cruel, sufrieron cataclísmicas extinciones totales, enfrentaron una
destrucción y muerte terribles jamás igualadas en la historia geológica del planeta, sin embargo
para nuestra conciencia este hecho no nos parece una desgracia al nivel de un terremoto en una
urbe o el de un genocidio. Es simplemente un hecho dentro de la armonía del proceso evolutivo
que hizo posible el surgimiento de nuevas especies, entre ellas la de la humanidad.

Las catástrofes son hechas posibles también por la intervención humana no sujeta ya a tal
armonía con la naturaleza. En su desarrollo tecnológico ha logrado multiplicar la especie
llevándola a crear aglomeraciones en grandes ciudades haciendo posible las epidemias y las
hecatombes naturales. Al fin la guerra, fuente de grandes desgracias se hace posible por la
existencia de un ser independiente de Dios no inserto ya totalmente en la armonía con la
naturaleza que impulsa la renovación de la vida a través de la muerte. Es el origen de una fuerza
nueva en la creación: el poder de destruir, de asesinar. El mal aparece en toda su grave realidad
cuando las acciones de la humanidad, dirigidas a la acumulación de poder y con el fin de
dominar y explotar en beneficio propio, hace uso de su máximo poder destructivo. En si la
muerte por enfermedad al formar parte de los procesos naturales no es un mal. El homicidio si lo
es; independientemente de los medios utilizados porque interviene una voluntad que ha decidido

11
matar por intereses egoístas.

Partiendo del presupuesto de que la creación no es divina ni una emanación o bifurcación


de Dios quien, por lo tanto, la trasciende y es totalmente distinto de ella podemos admitir que
tiene unas condiciones de existir expresadas en las leyes naturales. Si esta realidad se nos
presenta a veces dolorosa, es debido a la percepción que nos da la conciencia y no por un mal
inherente a la creación.

Las Consecuencias.

Rota la armonía con la naturaleza, expulsada del paraíso, la humanidad se encuentra


frente al horizonte de su historia. Con la conciencia humana irrumpe el espíritu en el mundo. El
ser pensante no obstante condicionado por la materia, busca trascenderla y centrándose en si
mismo crea cultura y tecnología. Con el sudor de su frente instaura su propio reino cada vez mas
lejos de la Voluntad de Dios: “hizo elección de si mismo contra Dios, contra las exigencias de su
estado de criatura y por tanto, contra su propio bien” .4 La historia de la humanidad ha sido un
largo proceso de autoafirmación, de imponer la propia voluntad en una afrenta directa contra
Dios; esto es lo que entendemos por Pecado.

Los primeros capítulos del Génesis relatan el inicio de una humanidad que extiende su
dominio por la tierra, creando su mundo, no en la posición de lugarteniente de Dios sino su
usurpador.

Cuando el hombre abandona la simplicidad de la obediencia y consigue la ciencia,


rebelándose contra Dios, inicia un camino en el cual se manifiesta cada vez más poderoso y
titánico. En las historias de los matrimonios entre los ángeles y las mujeres (Gen 6, 1 s.) o de la
torre de Babel (Gen 11, 1 s.), podemos percibir todavía reminiscencias de un auténtico terror
primitivo frente a las inmensas posibilidades del hombre. A lo largo de la evolución hacia un
poder titánico perfecto, encontramos también las piedras milenarias del creciente progreso de la
cultura humana. Pero este crecimiento y esta elevación lenta del hombre a un nivel cultural
superior, lleva consigo la separación cada vez más profunda de Dios, que debía conducirle a la
catástrofe. 5

Se suceden los hechos que dan fundamento a lo que más tarde el Evangelio denominará
“este mundo”: El asesinato del hermano, la exacerbación de la venganza junto a la supeditación
de la creatividad y el desarrollo a la capacidad de la destrucción violenta y la conquista (Gen 4,
10-24). Después aparecerá la apropiación privada de los dones que hizo Dios para la
subsistencia. Los conquistadores subyugan lo material y lo espiritual de la humanidad pues los
poderosos deciden; “sea nuestra fuerza la norma del derecho” (Sab 2, 11) y encontrando a Dios

12
inconveniente imponen ídolos manipulables de acuerdo a sus intereses. Nace así la religión de
estado donde:

“Las estatuas también recibían culto por decreto de los soberanos. Y como la gente que
vivía lejos no los podía venerar en persona, representaban su figura lejana haciendo una imagen
visible del rey venerado, para adular con fervor al ausente como si estuviera presente. ...tomó
entonces por objeto de culto al que poco antes honraba como hombre. Y esto se convirtió en
trampa para los vivientes, pues los hombres, esclavos de la desgracia o de la tiranía, dieron el
nombre incomunicable a piedras y maderos” (Sab 14, 17-21).

Este “poder titánico” de la humanidad llega al extremo de eliminar de su mundo la


presencia de Dios, usurpa su lugar e impone sus leyes. El mitológico combate cósmico entre
Dios y el demonio realmente es entre Dios y una humanidad rebelde, antagónica a la voluntad
divina: El Imperio, viene a ser su más alta manifestación; es la coronación de las posibilidades
humanas, es el ámbito de la ley absoluta impuesta por un hombre, de su dominio sobre la vida y
la muerte de los súbditos y de las criaturas, de la religión al servicio del estado. En todo
excluyendo necesariamente al Dios verdadero.

Es claro que entramos en un terreno delicado al poner en duda la existencia del gran
motivador de la fe y de las prácticas religiosas, del garante de la justicia divina; dado su papel de
ajusticiador. No obstante, para mantener la coherencia de lo planteado hasta aquí tal conclusión
se impone por sí misma. En lo que se denomina Historia de la Salvación, el demonio es una
pieza suelta que no encaja en el compendio. No tiene ningún papel en los momentos cumbres de
la historia de Israel, tanto en el tiempo de la elección de Abraham y menos en el Éxodo cuando
es Dios mismo el que endurece el corazón del faraón, acción que le hubiera correspondido al
demonio. Tanto para el Antiguo Testamento como para el judaísmo tradicional actual es un
personaje bastante marginal y nunca caracterizado en el sentido del gran adversario de Dios que
encontramos en el cristianismo. Solo aparece tres veces inequívocamente en el Antiguo
Testamento y en Job 1, 6, sujeto a Dios espera su permiso para poner a prueba a Job por lo que
algunos autores niegan que se trate, en este caso, de Satanás lo que reduciría a dos dichas
referencias.

No cabe duda que esta imagen mitológica tiene también su utilidad. El gran engañador ha
servido para desplazar el mal inherente al imperio hacia un personaje mítico y poder presentar a
Dios aceptando y bendiciendo sus acciones e instituciones. Cuando escuchamos el noticiero
podemos estar tranquilos que todas esas atrocidades belicosas e injustas no son culpa de nuestras
instituciones sino de un personaje cornudo y rojizo. ¿Realmente necesitamos tal personaje para
explicar el origen de tantos genocidios perpetuados por incontables tiranos en la historia de la
humanidad? ¿El origen del primer hasta el último fratricidio? El conflicto no es entre Dios y
Satanás que se pelean la presa, el alma humana, sino entre Dios y el Hombre. Es enfrentamiento

13
de voluntades, de reinos.

¿Pero podremos reducir la función de la imagen mitológica del demonio solamente a lo


dicho anteriormente? Este tema se volverá a presentar cuando abordemos los evangelios,
entonces se impondrá la necesidad de ampliar y refinar el concepto de Satanás y su función.

Los poderosos han usurpado el lugar de Dios creando una religión al servicio de sus
intereses. Sus cosmologías tendrán en común el concepto del eterno retorno. Un universo cíclico
que se repite al infinito, excluyente de la posibilidad de lo totalmente nuevo, de un verdadero
futuro. Por ende, tal visión no desarrolla el concepto de historia. La función de los sacrificios
rituales es la de preservar la armonía presente frente a la amenaza del caos, de satisfacer y
controlar a unos dioses predecibles y manipulables. 6

Ante esta generación fratricida, Dios decide intervenir y manifestarse en su última


realidad de Señor absoluto de la totalidad de la creación.

14
CAPITULO SEGUNDO

LA ALIANZA
O la Irrupción de Dios en la Historia

...Mi padre era un arameo errante... (Dt 26,5).

Se ha discutido mucho si el pueblo judío se distingue de todos los pueblos de la tierra por
alguna característica particular que lo llevó a ser objeto de la elección exclusiva de Yahvé.
Buscando explicar esta exclusividad se ha propuesto una supuesta tendencia natural del pueblo
judío al monoteísmo, a la piedad o al estar más abierto a la Ley de Dios. Aunque Dt. 7,7 enfatiza
la gratuidad de la elección, la reflexión sobre lo distintivo del pueblo judío continúa. Pero lo que
distinguió a Israel y lo llevo a recibir un trato especial, aunque resulte poco halagador, no se
puede atribuir a su grandeza o a su superioridad sino a la realidad que encierra la cita de Dt. 26,5.
Esto es, su carácter nómada en cuanto exterioridad y contrario al imperio es lo que posibilitó que
la intervención de Yahvé en la historia pudiese realizarse dentro de las limitaciones que El así
mismo se impuso, las cuales requerían la respuesta libre de un grupo humano. 7 Esto se expresa
en el Deuteronomio al dar como razón y base de la elección el amor de Yahvé por el pueblo.
Dios, pues, inicia la historia salvífica manifestándose en la periferia del imperio. Abraham,
patriarca de un grupo nómada es capaz de oír la voz de Dios solo desde la exterioridad del
absolutismo, únicamente el desestablecido está abierto a la promesa de nuevas y mejores
posibilidades. No son los grandes imperios, preocupados más por la estabilidad de su
totalitarismo, los que miran al futuro con la perspectiva de un cambio radical sino aquellos que:

...eran unos pocos mortales contados e inmigrantes en el país cuando erraban de


pueblo en pueblo... (Sal 105, 12).

Es imposible que los imperios que conciben al rey como un dios o descendiente de la
divinidad puedan reconocer la intervención de Yahvé cuando esta contradice los mismos
fundamentos del imperio al contraponer su voluntad a la del monarca.

Más aún cuando de entre todos los pueblos de la tierra Yahvé no encontró uno que lo
reconociera Dios y Señor, decidió formarlo a partir de un grupo nómada en la persona de
Abraham haciéndolo “fecundo sin medida” para constituirlo padre de una muchedumbre de
pueblos (Gen 17,1-8). Da la impresión de que el plan era empezar por lo mínimo para acabar
cubriendo la tierra de pueblos adoradores del único Dios verdadero que cumplieran su voluntad

15
pues “Abraham se convertirá en un pueblo grande y numeroso” y ha sido “escogido para que
instruya a sus hijos, su casa y sus sucesores a mantenerse en el camino del Señor practicando la
justicia y el derecho” (Gen 18,18).

La Alianza de Yahvé con Abraham abre un capítulo totalmente nuevo en la intervención


de Dios en el mundo: requiere de la respuesta humana; ya no será una acción unilateral y con un
dominio total a la manera de las anteriores intervenciones de la creación y el diluvio. En aquellas
Dios se impuso y creó o destruyó, sin miramientos, a voluntad. Esta vez Dios acepta la
limitaciones que intervenir desde dentro de la historia humana son impuestas por la realidad de
una humanidad que crea su propio destino. 8 Esta nueva forma de intervención divina requiere,
pues, la Fe. Es por eso que su mejor expresión y definición se encuentra en el “Sal de tu tierra
nativa y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Gen 12,1). 9 Aceptar la intervención
divina exige ponerse en marcha porque se manifiesta sobre todo en cuanto promesa y por eso
mira al futuro, a un destino no definido por la voluntad humana; abandonarse a la confianza de
que inclusive frente a las realidades en contra, la palabra de Dios se realizará. Cuán lejos está
este concepto de fe de aquel que enfatiza contenidos dogmáticos, exactas definiciones
doctrinales o exclusiones heréticas. La Fe en Dios no está dirigida a él en cuanto su objeto sino a
su intervención; apunta a la promesa. No es un movimiento conceptual sino una relación
establecida por la iniciativa de Dios que inaugura un plan que crea nuevas posibilidades para la
historia. En el Dios que se revela irrumpe una nueva realidad que desborda los límites de la
sociedad y de la cultura que dependen solo de la actividad humana. Lo trascendente está en
puerta. Así, la creación continua.

El Éxodo.

El Éxodo resuena en su significación ante todo de liberación y si el tema resulta familiar


al compararlo con las causas actuales cabe también aclarar que la salida de Egipto es más que
nada el establecimiento del pueblo de Israel como pueblo de Yahvé, 10 dado que en cuanto tal no
podría estar sujeto a otro soberano cuyo servicio implicaba esclavitud. Por lo tanto la liberación y
el establecimiento del pueblo de Yahvé no se completan con la salida de Egipto, sino con la
Alianza en el Sinaí porque es ahí donde Israel se compromete a cumplir la voluntad de Yahvé
expresada en los mandamientos. De entre las diferentes tradiciones de la Alianza cabe hacer
énfasis en la que se acerca más al actual concepto de alianza entendida como un pacto voluntario
de las partes. Así en Ex 19, 7-8; 24, 1-8 después de que “Moisés vino y transmitió al pueblo
todas las palabras de Yahvé y todas sus normas...el pueblo respondió a una: Cumpliremos todas
las palabras que ha dicho Yahvé” a lo que sigue la redacción de un documento y el sacrificio de
comunión que, al igual que con Abraham, sella el pacto. 11 Es por esto que “Josué dijo al pueblo:
“Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido a Yahvé para servirle”.

16
Respondieron ellos: “Testigos somos” (Jos 24,22).

Si bien la liberación se sitúa dentro de la condición política de esclavitud no la abarca


totalmente, va mas allá; a la constitución del pueblo de Israel bajo la voluntad de Yahvé,
alrededor de cuyo culto desarrollará su identidad y etnos cultural. Por eso la liberación de Egipto
no queda en el pasado como un hecho concluido digno solo de recuerdo. Israel tendrá presente
que la liberación y alianza en el Sinaí alcanza y compromete a todas las generaciones presentes y
futuras. Después de la Alianza en el Sinaí existe ya un pueblo que voluntariamente ha elegido
servir a Yahvé cumpliendo sus normas y en contra de dioses e ídolos creados por manos
humanas.

La Nueva Relación Entre Dios y la Humanidad.

Cuando por su propia iniciativa Yahvé decide intervenir en la historia humana, aquella se
va desarrollando gradualmente. Empieza en forma de promesas unilaterales hechas primero a la
pareja original, luego con Noé aquellas relacionadas a la estabilidad del orden natural. Es con
Abraham cuando por primera vez Yahvé espera una respuesta de fe y ya en el Sinaí requiere la
aceptación voluntaria de entrar en alianza con él, a lo que sigue la proclamación de los
mandamientos que vienen a darle una especificidad a la vida cotidiana dentro de esta nueva
relación. Este proceso no terminará ahí, seguirá con las promesas sobre el rey David y se
extenderá en la predicación de los profetas con la oferta de que Dios realizará algo totalmente
nuevo. Por lo pronto es importante analizar los dos primeros mandamientos que marcaron el
carácter del pueblo de Israel; el primero: “No tendrás otros dioses rivales míos” que desemboca
en el monoteísmo y el segundo: la prohibición de las imágenes.

La Alianza se inserta en el conflicto primordial entre Dios y una humanidad rebelde. Los
dos primeros mandamientos están en la vanguardia de esta confrontación que se expresa en una
lucha constante con los cultos paganos de los pueblos circundantes y en el esfuerzo de mantener
la fidelidad del pueblo a Yahvé. El celo santo de Yahvé, es la razón que en un principio explica el
primer mandamiento. El “Porque soy un dios celoso” se inserta en una concepción que acepta la
multiplicidad de dioses como una realidad. No tardará Israel en comprender el verdadero
fundamento: “Yo soy Yahvé, no hay ningún otro; fuera de mi ningún dios existe”. Proclamación
que junto a la prohibición de las imágenes se alza frente al imperio y niega toda pretensión de
absolutización de cualquiera de sus ordenes ya sea políticos, económicos o culturales. Porque
solo Dios es absoluto. Toda creación humana, frente a Él, se relativiza y está sujeta a su juicio.
Prohíbe la manipulación de lo divino, propia del confinamiento idolátrico que por limitarlo al
lugar sagrado y a la imagen, reduce toda interacción al rito y a la magia delimitando y definiendo
al mismo Dios y por eso controlándolo. “No te harás imagen” afirma la trascendencia de Yahvé y
por lo tanto nada de lo creado lo puede representar y ninguna institución humana lo ha de tener

17
bajo su control. En palabras de Benedicto XVI:

“Yahvé, tu Dios, es el único Dios...es en su sentido original una renuncia a los dioses de
alrededor, implica también una renuncia tanto a la deificación de los poderes políticos como a la
deificación del ciclo cósmico...”

“...renuncia al miedo que trata de domesticar lo misterioso rindiéndole culto y un


reconocimiento al único Dios del cielo como el poder que garantiza todo; significa el coraje de
confiarse al poder que gobierna la totalidad del mundo sin manipular lo divino”. 12

“¡Yahvé es rey por siempre, por los siglos; los gentiles han sido barridos de su tierra!..Para hacer
justicia al huérfano, al vejado; para que cese la tiranía del hombre salido de la tierra” (Sal 10,
16-18).

18
CAPITULO TERCERO

LOS PROFETAS Y LA PROMESA DE LA NUEVA ALIANZA

El Sentido de la Alianza.

Yahvé ha llamado a la existencia a un pueblo que voluntariamente se ha comprometido,


después de haber sido liberado de la esclavitud, a reconocerlo y servirlo como Dios y Señor
sobre todas las cosas. Israel recibe en el Sinaí las normas éticas y religiosas por las que se
conformará en su identidad de pueblo perteneciente a Yahvé. Junto a los diez mandamientos
están todas las prácticas del culto, las fiestas y los procedimientos e instituciones legales las
cuales van tomando forma a partir de la experiencia del Sinaí. La monarquía se entiende
sometida a Yahvé aunque se encontrará en un conflicto frecuente con las demandas divinas ya
que los monarcas querrán actuar independientemente. Se desarrolla así un sistema que llamamos
teocrático dado que toda la existencia del pueblo gira alrededor de lo religioso. En medio de esta
situación surge la voz profética que confronta a una religión institucionalizada de un pueblo
encerrado en sus prácticas rituales que no reconoce la gravedad del sincretismo religioso al cual
está cada vez más y más abierto con el peligro de avasallar el contenido y la esencia de la
Alianza llevándola al fracaso(Os 8, 1). Mientras cumpla con las prácticas religiosas establecidas
toma como indiferente el adherirse a otras importadas en honor de dioses extraños. Pero para los
profetas el compromiso que, por ser pueblo de Yahvé, Israel había adquirido no se reduce a un
conjunto de prácticas rituales el cual se satisfacería siguiendo reglas estrictas en el desarrollo del
culto. Esto no basta y proclaman que el compromiso está en una entrega personal profunda 13
decididamente solo al servicio del Dios único por lo que califican este actuar de infidelidad; “…
porque un espíritu de fornicación los extravía y fornican abandonando a su Dios” (Os 4,12). “…
quiero lealtad, no sacrificios; conocimiento de Dios, no holocaustos” (Os 6,6). Este conocimiento
de Dios lleva necesariamente a la obediencia (1S 15, 22) cuya mayor exigencia es la justicia. El
establecimiento de la teocracia, con su Templo, su monarquía y otras instituciones sociales, junto
a su desarrollo económico, contrastaba marcadamente con los inicios nómadas de Israel. Todo
parecía indicar que se vivía la realización de la promesa. Pero en la predicación profética este
sistema de vida, no agotaba el verdadero sentido y propósito de la Alianza. La circuncisión, el
culto, el pertenecer a una raza o a la nación que se declaraba pueblo de Yahvé no garantizaba una
relación exclusiva con Dios 14 (Jr 4,3). Los profetas enfatizan la obediencia a los mandamientos
(Jr 7, 22). La Alianza obligaba a una entrega total de la existencia sin exclusión de ámbitos. Se
empieza, así, a perfilar la importancia de la respuesta individual junto a la comunitaria. 15 La
responsabilidad de las acciones personales, el llamado a cuentas tiene que ver directamente con
el individuo (Ez 18; Ez 34,17) lo que tiene como consecuencia, no totalmente elaborada por los

19
profetas, el inicio de una fundamentación hacia la universalización de la fe en Yahvé mas allá de
las fronteras de una nación determinada por la raza y el etnos cultural.

El Reino Restaurado y la Nueva Alianza.

En la larga historia de Israel que arranca desde Abraham y culmina en la época de los
profetas, innumerables vicisitudes tuvieron que ser vencidas para llegar por fin a la posesión de
la tierra prometida. Se iniciaba el cumplimiento de la promesa hecha a los patriarcas culminando
con el establecimiento de la monarquía teocrática, sobre todo con la davídica, su prototipo por
excelencia. El pueblo hebreo luego de haber conquistado la región, logra organizar su vida social
y política alrededor de los preceptos dados por Yahvé en el Sinaí. El centro de donde emanaba el
poder de los reyes y a donde confluía toda la vida social y religiosa era el Templo con su Tora. Se
podía hablar también de una prosperidad económica que hacía posible el goce de la abundancia y
de los lujos que proveía (Is 2,7). En este ambiente surge el mensaje de los profetas que lejos de
juzgar el presente como culminación de la alianza del Sinaí lo ven como su rompimiento. Su
evaluación final es la de un fracaso completo porque constatan que los monarcas generalmente
no se han sometido a la voluntad de Yahvé y han buscado regir en forma absoluta y cuando a sus
intereses de poder conviene han abrazado la idolatría en sus componendas políticas. El
surgimiento de clases poderosas frente a una multitud de destituidos los hace clamar por justicia
partiendo de las demandas éticas reclamadas por los preceptos de la alianza. El pueblo en su
conjunto no se escapa de la condena. En su predicación, los profetas, lo acusan de participar en el
fraude, la violencia y la idolatría (Is 59,1-20). La instauración de la monarquía teocrática, la
posesión de la Tora y su carácter de pueblo elegido que deberían componer una situación
idealizada no garantizan el cumplimiento de la voluntad divina. El pecado sigue extendiendo su
dominio por toda la sociedad y las acusaciones de los profetas son innumerables y vehementes
contra el pueblo pero principalmente enfatizan la injusticia de los poderosos.

Redención a Través del Castigo.

Ante la enormidad del pecado en que los profetas encuentran al pueblo de Israel de
infidelidad y de injusticia no ven otra solución más que el “exterminio decidido, rebosante de
justicia” (Is 10, 22) incluyendo la muerte del pecador: “Arrojare los cadáveres de los Israelitas
delante de sus ídolos” (Ez 6,5) y el volver a empezar de nuevo (Am 9,8) a la manera de la acción
divina dada en el diluvio en los tiempos de Noé por lo que vaticinan el destierro, el fin del
pueblo israelita. Un castigo tan enorme así, que obligará al pueblo de Israel a reconocer a Yahvé

20
su Señor, sometiéndosele definitivamente. El desaliento es tan grande por tal corrupción que
consideran la predicación y las amenazas inútiles, que todo cambio es imposible (Am 7,16) y
que, rota la alianza (Os 8,1), la única respuesta es empezar de nuevo a partir de un resto (Is
10,22: Zac 13, 8-9) que ante la severidad del castigo se doblegue frente a la majestad divina de
Yahvé: “sabrán que yo soy el Señor cuando convierta el país en desierto desolado por todas las
abominaciones que cometieron” (Ez 6, 1-14 ; 33, 29). Entonces se reconstituirá el pueblo de
Israel y se instituirá una nueva alianza que superará a la anterior:

“Actuaré contigo conforme a tus acciones, pues menospreciaste el juramento y quebraste


la alianza. Pero yo me acordaré de la alianza que hice contigo cuando eras moza y haré contigo
una alianza eterna” (Ez 16, 59).

En ciertos momentos en que ha intervenido la justicia divina, la idea de un resto que


encuentra gracia a los ojos de Dios y los exenta del castigo está presente en tales relatos, como
ejemplo: El clan de Noé cuando el diluvio y el clan de Lot en la destrucción de Sodoma y
Gomorra. Esta misma idea del resto aparece entre los profetas con algunas variantes y
ambigüedades de entre las cuales, siguiendo la presente exposición, se enfatiza aquella que
considera el resto a la pequeña comunidad que retorna del exilio a Babilonia y que supo
mantener su fidelidad a la Alianza. No está formada, pues, por todos los que sobrevivieron al
destierro. 16 Pero a diferencia de las situaciones anteriores, esta comunidad sufre el castigo del
exterminio y del destierro producto de la justicia divina junto a todo el pueblo de Israel: “...esto
dice el Señor: Aquí estoy contra ti, desenvaino la espada para extirpar de ti a inocentes y
culpables” (Ez 20, 8). Sin culpa alguna sufre las consecuencias del pecado de todo el pueblo. Eso
no es todo, en sus hombros lleva la responsabilidad-esperanza de la restauración del pueblo de
Israel y de recibir la instauración de la nueva alianza con Yahvé. Esto está expresado
poéticamente en el Canto del Siervo Sufriente (Is 52, 13 - 53,12) que por jugar un papel
importante en la exposición posterior, se presenta aquí:

La primera parte marca el contraste cualitativo entre el castigo y la redención ante lo cual
se asombran los pueblos por su grandeza:

Mirad mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho.


Como muchos se espantaron de él,
porque desfigurado no parecía hombre
ni tenía aspecto humano;

Sin ser responsable sufre el castigo junto a los pecadores:

El soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores;


nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado;

21
pero él fue traspasado por nuestras rebeliones,
triturado por nuestros crímenes.
Nuestro castigo saludable cayó sobre él...

El siguiente verso tiene un paralelismo con Is 51, 17-23: “... Jerusalén. Tú que has bebido
de mano de Yahvé la copa de su ira” por la frase: “¿quien se preocupa?”, así como por el
principio del canto:

Tras arresto y juicio fue arrebatado,


y de sus contemporáneos “¿quién se preocupa?”

Comparte la misma suerte de los malvados. ¿Los “ricos” es una referencia al imperio de
Babilonia?

Fue arrancado de la tierra de los vivos;


por las rebeldías de su pueblo ha sido herido
y puso su sepultura entre los malvados
y con los ricos su tumba.

Pero gozará de las promesas hechas a Abraham de larga vida y una descendencia
situándonos en el reinicio del pueblo de Israel:

El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento


y entregar su vida como expiación:
verá su descendencia, prolongará sus años,
lo que el Señor quiere prosperará por su mano.

Los profetas ya habían hablado de la importancia que tiene el conocimiento de Dios cuya
falta era la causa del la infidelidad a la Alianza (Os 4, 1-3; 6, 1-6 Jr 4,22; 8, 7; 9,22).

Por las fatigas de su alma,


verá luz, se saciará.
Por su conocimiento justificará mí
Siervo a muchos.

Después de la restauración, Israel será una nación poderosa:

Por eso le daré su parte entre los grandes


y con poderosos repartirá despojos.

22
Saben, los profetas, que una intervención decisiva de Dios está próxima y ven en las invasiones
inminentes la voluntad de Yahvé de demoler y reconstruir pero se preguntan si un solo volver a
empezar sería suficiente, conocen la larga historia del pueblo, una rebeldía constante que desde
el éxodo, luego a través del desierto, no termina con la posesión de la tierra prometida, la
respuesta es un retundo no. Por eso predicen una intervención divina cualitativamente diferente
a nivel individual y hablan de la necesidad de un cambio no solo de la comunidad sino de las
personas. La alianza para ser cumplida ha de enraizar en el corazón, en la entrega de la voluntad
individual. Debe envolver tanto la exterioridad como la interioridad de la persona para no
quedarse solo en prácticas rituales externas. Pero no quiere decir que la acción divina será solo a
nivel personal y privado, prevén una intervención directa del mismo Dios, a lo que llaman el día
de Yahvé, acción decisiva, sin intermediarios monárquicos o proféticos que restauraría la
monarquía teocrática definitivamente bajo su voluntad. El rey instaurado, por su probada
fidelidad, sería su consagrado incorruptible. El pueblo de Israel, convocado de la dispersión de
entre las naciones y después de que todos sus enemigos fueran subyugados, se le concedería el
gobierno y el juicio de todas las naciones. Nos adentramos, así, en las tradiciones centrales a la
esperanza del pueblo de Israel y que están en el umbral de la era cristiana: el restablecimiento de
la ciudad de Sión, el nuevo éxodo y nueva alianza y la venida del mesías-rey.

Sión.

Tras la experiencia de Israel de constantes conflictos militares tanto internos como


externos en los que se mantuvo amenazada su existencia hasta terminar en su destrucción total
por la invasión Babilónica, el pueblo de los desterrados se pregunta por su posición y su futuro
frente al concierto de las naciones. Si Yahvé lo había llamado a la existencia haciéndolo pueblo
de su propiedad se sabía el único entregado a cumplir su voluntad reconociéndolo su dueño y
absoluto Señor y por eso mismo bajo su protección, la cual garantizaría su seguridad y
prosperidad ante la constante hostilidad de las otras naciones. Si esto no sucedía así, si otros
pueblos que servían a dioses, ídolos hechos por manos humanas, habían tenido poder sobre el
pueblo del único Dios verdadero cuyo poderío se manifestaba en la creación, no podría haber
sido por otra razón más que por el rompimiento de la alianza, la cual establecía esa relación
única y privilegiada entre Yahvé y su pueblo. Tal fue la predicación de los profetas y en este
contexto se sitúa la expectativa de la próxima intervención de Yahvé, porque si el pueblo fue
infiel, Yahvé no olvida sus promesas, de ahí la esperanza en el restablecimiento de Israel de
pueblo elegido, y por lo tanto, privilegiado por Dios. Se desarrollan, así, el conjunto de ideas
alrededor de la tradición sobre el restablecimiento de Sión.

Jerusalén, llamada también La Ciudad de David, fue elevada por el mismo rey David al
rango de capital política después de ser conquistada y fortificada llegando así a representar la
unidad nacional de todo pueblo judío. Por ser sede del Arca de la Alianza se convirtió en el

23
santuario de las doce tribus de Israel y con la construcción del Templo por Salomón se convierte
también en la capital religiosa. Es además el centro espiritual de todo el pueblo por encontrarse
en ella el monte Sión, lugar escogido por Yahvé para su morada (Sal 132, 13). Es así como Sión
se convierte en sinónimo de Jerusalén, sede del trono de Yahvé y su ungido David.17

Las ideas fundamentales pertenecientes a la tradición de la restauración de Sión lejos de


capitular ante el fracaso de la teocracia la refuerzan a través de las profecías de una intervención
directa y poderosa de Yahvé.18 Acción que primero reuniría en Jerusalén a todo el pueblo de
Israel disperso entre las diferentes naciones por una variedad de causas, mayormente por el
destierro y el exilio (Is 11,10: Dt 30, 1-10). Se vislumbra un nuevo éxodo que culminaría en una
nueva alianza; ahora perfecta al integrar la respuesta individual en una total armonía (Jr 31,31s:
Is 43, 16-20:43,18). Vuelve a resonar la promesa hecha a Abraham sobre la posesión de la tierra.
La identidad del pueblo de Israel no solo se basa en la pertenencia a una raza sino además está
fuertemente ligada a la pertenencia a un pueblo, a una nación, directamente al territorio de
Palestina cuyo centro, Jerusalén, es la única sede legítima del Templo, lugar donde solo puede
ofrecerse el culto apropiado a Yahvé (Dt 12,13). Como no hay teocracia sin nación o estado y
siendo Israel el pueblo escogido depositario de las promesas de la Alianza, la consolidación de
todo Israel está en la base misma del resto de la acción divina (Ez 37, 20-28).

Sión Ante los Imperios; el Combate Escatológico.

Después del restablecimiento de Sión, por ser el trono de Yahvé, la respuesta inmediata
de las naciones será confabularse para buscar su aniquilamiento porque reconocen en ella una
amenaza a sus hegemonías, a sus posibilidades de seguir existiendo como imperios fuera y en
contra de la voluntad de Yahvé; “...Contra ella se congregarán todas las naciones de la
tierra” (Zac 12, 3: Mi 4,11). Seguras de su superioridad y poder sobre el mismo Dios (2R 18,
33s: Is 37,24) apoyados en la magnitud de sus ejércitos y lo avanzado de sus armamentos (Is 31,
1s). Este combate cósmico entre los imperios y Sión, lugar desde donde Yahvé ejerce su
soberanía, tiene su mejor representación en la alegoría de Gog de Ezequiel:

...así dice el Señor Yahvé: Aquí estoy contra ti Gog, príncipe


supremo...Pueblos numerosos están contigo...saldrán hacia la
tierra cuyos habitantes escaparon a la espada y fueron congregados
de entre una multitud de pueblos en los montes de Israel... (Ez 38, 3.6.8).

De acuerdo al comentario bíblico San Jerónimo, Gog simboliza a todos los enemigos de
Israel. En este caso diríamos que es el líder de todas las naciones que se confabulan contra Sión.

24
Es en este contexto en el que la predicación profética hace el juicio de los imperios condenando
sus características universales personificadas en el rey de Babilonia:

¡Como ha acabado el tirano, ha acabado su arrogancia!


¡Ha quebrado el Señor el cetro de los malvados!
la vara de los dominadores,
el que golpeaba furioso a los pueblos con golpes incesantes
y oprimía iracundo a las naciones con opresión implacable
La tierra entera descansa tranquila,
gritando de júbilo (Is 14,5-7).
El Abismo profundo se estremece al salir a tu encuentro:
en tu honor despierta a las sombras, a los potentados de la tierra;
levanta de su trono a los reyes de las naciones... (Is 14,9).
¿Cómo has caído del cielo, lucero hijo de la aurora,
y estas derrumbado por tierra, agresor de naciones?
Tu, que decías en tu corazón: “Escalaré los cielos,
por encima de los astros divinos levantaré mi trono...
...me igualaré al Altísimo(Is 14,12.13).
Los que te ven se quedan mirando, meditan tu suerte:
“¿Es este el que hacía temblar la tierra y estremecerse los reinos,
que dejaba el orbe desierto, arrasaba sus ciudades
y no soltaba a sus prisioneros?”(Is 14,16-17).
...arruinaste tu país, asesinaste a tu pueblo (Is 14, 20).

La victoria final de la batalla escatológica será de Sión apoyada en la intervención de Yahvé:

¡Levántate y trilla, hija de Sión


Que yo te daré cuernos de hierro,
y pezuñas de bronce:
triturarás a pueblos numerosos,
consagrarás a Yahvé su botín,
y su riqueza al Señor de toda la tierra!(Mi 4,13).

Sión avanzará resuelta porque siendo Yahvé el creador del herrero ninguna arma forjada
contra ella tendrá éxito (Is 54,17). Todos intervienen en la guerra santa, aun los cobardes serán
valientes, se harán espadas de las azadas y lanzas de las podaderas (Jl 4,9s). “Saldrá entonces
Yahvé y combatirá contra esas naciones” (Zac 14,3) dispuesto a destruirlas (Zac 12,8) para
rescatar la tierra del caos (Is 45, 18). “Tomaran a otros pueblos, y llevándoselos a su lugar, se los
apropiará la casa de Israel en el solar de Yahvé como siervos y esclavas. Harán cautivos a sus
opresores y domeñarán a sus tiranos” (Is14, 2). “Así dice Yahvé: ...Irán detrás de ti encadenados,

25
ante ti se postrarán y te suplicarán: “Solo en ti hay Dios, no hay ningún otro, no hay mas
dioses” (Is 45, 14) “...las riquezas de las naciones vendrán a ti... Abiertas estarán tus puertas de
continuo; ni de día ni de noche se cerrarán, para dejar entrar las riquezas de las naciones, traídas
por sus reyes. Pues la nación y el reino que no se sometan a ti perecerán, esas naciones serán
arruinadas por completo” (Is 60, 7.11.12).

Sión: La Teocracia Universal.

Entonces “...Yahvé reinará en toda la tierra: ¡aquel día será único Yahvé y único su
nombre! (Zac 14,9). “Los supervivientes de todas las naciones que atacaron Jerusalén subirán de
año en año a postrarse ante el rey Yahvé Sebaot...” (Zac 14, 16). Recibiendo Sión la soberanía
sobre todas las naciones de la tierra19 de ella saldrá la ley y juzgará todo el orbe (Is 2, 1-5)
haciéndose “capital de las naciones” (Jr 31,7) para siempre (2 Sam 7, 13):

En aquel tempo llamarán a Jerusalén “Trono de Yahvé”


y se incorporarán a ella todas las naciones
en el nombre de Yahvé, en Jerusalén,
sin seguir mas la dureza de sus perversos corazones (Jr 3,17).

El Día de Yahvé.

El restablecimiento de Sión no se hace realidad por una conquista humana sino por una
intervención directa de Dios. Porque Yahvé reina abiertamente en la creación y entre las naciones
las consecuencias de la manifestación del poder de Dios desde su sede: Sión, tienen un alcance
global resultando en el fin y la superación de todas las guerras y de toda la violencia porque las
naciones, sin más afán imperialista, en la resolución de sus conflictos se sujetarán al árbitro
divino haciendo las armas innecesarias que serán convertidas en implementos de trabajo (Is
2,1s). Se volverá a la unidad original de la humanidad, afectada por la dispersión de Babel.20
Que Dios reine es poner fin a todo sufrimiento, a toda carencia. Toda zozobra terminará
dando lugar al disfrute tanto de una larga vida como de los bienes adquiridos y todo esto en
medio de una gran abundancia y alegría habiéndose eliminado toda inseguridad. “El producto de
la justicia será la paz” (Is 32, 17). La armonía alcanzará incluso a la naturaleza (Is 65, 17).

Cuando los profetas hablan de salvación lo hacen en términos que recalcan el aspecto
político, esto es la liberación de Israel de todos sus enemigos y su subsecuente dominio lo que no
hay que perder de vista dentro de una concepción escatológica mas amplia.21

La preeminencia de la tradición de Sión en la expectativa judía de la futura intervención


de Yahvé se manifiesta en la recitación tres veces al día de la oración con el nombre de

26
“Shemone Esre” o de las “18 bendiciones” en la que se pide por la restauración de la ciudad de
Jerusalén, del reinado de David y del culto en el Templo enumerando así lo más central a esta
tradición. Es muy significativo también notar la forma de terminar la celebración anual de la
Pascua con la frase: “el año que entra en Jerusalén”. 22 Además el orden de los libros de la Biblia
marca la importancia que tiene Sión en la tradición judía. Mientras el Antiguo Testamento,
terminando en los libros proféticos, introduce el Nuevo Testamento prefigurando a Juan el
Bautista en la persona de Elías y así se orienta al mesías; el Tanaj o Biblia Hebrea, por otra parte,
termina en 2Cron 36, 23 con la proclama de volver a Jerusalén y reconstruir el Templo23 por ser
este el prerrequisito necesario exigido por Yahvé al restablecimiento de Sión.24

El Ungido de Yahvé.

A la unidad interna que tienen las profecías sobre Sión, las referentes al mesías resaltan
como un agregado. A juicio de Von Rad, si no fuera por el tema mesiánico-davídico serían de
“una unidad de conjunto interna sin precedentes”. 25 Aquel es un tema cuyo ámbito es más
inseguro. Ya Isaías 54, 4 modifica el sentido de las promesas al trono de David y su Ungido
confiriéndolas a todo el pueblo de Israel. “Con semejante democratización (escribe Von Rad)
Isaías II quitó, de facto, a la tradición su contenido específico. En realidad la esperanza
mesiánica no tenía cabida en la esfera de sus ideas proféticas” .26 Posiblemente por una profunda
desconfianza producto de la experiencia con la monarquía que fue una cadena de constantes
infidelidades a la Alianza, por lo que se llegó a concluir que el reinado directo de Yahvé sería la
única solución definitiva. Cualquier monarca humano más temprano que tarde volvería a
fracasar. Es así que para la época post-exílica cuando aparece la esperanza mesiánica y más tarde
en el tiempo del imperio Romano no todos los judíos esperaban la venida del mesías. Entre
quienes mantenían la esperanza mesiánica existía una gran variedad de concepciones: Elías; un
profeta a la manera de Moisés; el Hijo del Hombre; el sucesor de David. Pero todas convergían
en el sentido nacionalista de la restauración de la monarquía israelita.27 Esperanza sustentada
primero frente a la conquista del imperio de Babilonia y más tarde por la invasión del imperio
Romano. Vuelve, así, a aparecer el tema de Sión que comparada con la esperanza en el mesías,
siguiendo las afirmaciones de David S. Ariel en su libro “¿Que creen los Judíos?” ocupa un lugar
aún más importante en el judaísmo tradicional.28 En esta misma línea tanto Ezequiel 37, 22. 26
como Miqueas 5,1-2 enseñan que la entronización del Ungido seguirá inmediatamente a la
restauración de Sión y a la reconstrucción del Templo. Mas no será un monarca absoluto sino
siempre estará supeditado a Yahvé con el que mantendrá un trato íntimo y un acceso privilegiado
que lo capacitará en el gobierno del mundo: 29 “Se inspirará en el temor de Yahvé” (Is 11,3).
Estamos hablando de la institución de la monarquía teocrática con las mismas características
universales ya atribuidas a Sión y en la que el poder del mesías para gobernar provendrá de la
misma fuerza de Yahvé (Mi 5,3). Poder no limitado a un nivel meramente espiritual sino efectivo
trayendo la seguridad y la tranquilidad a Israel al ejercer su función guerrera (Mi 5,4-5: Jr 23, 6:

27
Sal 2). Y con ese mismo poder, ser garante de la paz y la justicia impuestas por Yahvé que habrá
quebrando la vara del opresor, deshecho los ejércitos invasores y suprimido las armas de guerra
incluyendo en Israel. Por eso su nombre será “Dios guerrero”, “Príncipe de la paz” y su dominio
llegará al confín de la tierra (Is 9, 1-6: Zac 9-10).

Lo que quedó fuera de la concepción del mesías aquí presentada es el tema del
sufrimiento en cuanto inherente a su misión. El Comentario Bíblico San Jerónimo afirma
categóricamente que ningún trabajo pre-cristiano describe a un mesías sufriente. Lo cual no
encajaría en la lógica de un mesías poderoso y vencedor digno soberano del divino imperio
universal de Sión.30

28
NUEVO TESTAMENTO

29
I.N.R.I.

¡Dios mío, Dios mío! ¿Porque me has abandonado?

Me taladraron las manos y los pies;


...tú me sumes en el polvo de la muerte.

Soy un gusano, no un hombre,


Vergüenza de la gente, desprecio del pueblo.

Ellos me miran triunfantes


Este es el heredero, lo matamos y
será nuestra la herencia:
Lo entregarán a los paganos

Los soldados le pusieron una corona de espinas.


Sobre la cruz una inscripción decía:
“Jesús el Nazareno, el Rey de los Judíos”
Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró.1

En el camino de Emaús se oyó decir a sus discípulos:

“...nosotros esperábamos que


Él fuera el liberador de Israel” (Lc 24, 21).

Y es que quienes lo siguieron nunca entendieron que su reino no es como los de este mundo:

“Si mi Reino fuese de este mundo,


mi gente habría combatido para que no fuese entregado...” (Jn 18, 36).

El Reino de Dios; Antítesis de los Reinos de Este Mundo.

La cruz en la que muere Jesús a quien los Evangelios han proclamado el Mesías se
levanta como contradicción de todos los reinos e imperios de la historia humana. La ejecución
más cruel e ignominiosa al ser entronización del Mesías es una afrenta que trastoca todas las
concepciones mundanas sobre el poder imperial. No hay otra realidad que valide mas y a la vez
sea símbolo permanente de la sentencia de Jesús: “Mi reino no es de este mundo” Sentencia que

30
nos confronta a entender el Reino de Dios en una dimensión que no sigue las categorías humanas
corrientes. Porque “este mundo” no se entiende en su contraposición al “otro mundo” el cual se
situaría después de la muerte sino por ser una construcción humana basada en los valores del
poder, del dominio, de la riqueza y de la satisfacción egoísta por lo que es fundamentalmente
contrario y rebelde a la voluntad y a la justicia divina. No, Jesús no habla de un reino etéreo, en
el más allá. Su reino irrumpe en la realidad humana por eso dice: “...soy rey. Yo para eso he
nacido y para eso he venido al mundo...” 2 Pero este reino es la antítesis de los reinos de este
mundo debido a que no se basa en el poder de dominio al renunciar a la violencia, a la riqueza y
al engaño. Es el reino cuyo soberano elige nacer y permanecer entre los pobres, de no tener
siervos sino ser el servidor de todos entregando su vida para hacer el bien y en el conflicto final
con los reinos de este mundo aceptar la muerte llevando así a tal extremo su enseñanza de amor a
los enemigos. Es por esto que el reino predicado por Jesús no cumplía con las expectativas de
quienes esperaban la liberación de Israel y su elevación a primera potencia mundial. Un mesías
siervo, pobre y no violento no podía dar cumplimiento a quienes esperaban uno que protegido y
guiado por el poder de Dios fuera un guerrero invencible capaz de derrotar al imperio romano y
colocar a Israel en su lugar. Desde tal visión no es difícil comprender el rechazo de Jesús como el
mesías por el pueblo judío. Klinghoffer, en su libro “Porque los Judíos Rechazaron a Jesús” 3
desarrolla una justificación siguiendo esta perspectiva. A partir de Núm. 24, 7 afirma que el
mesías sería un líder político y militar enfatizando después en Dan 7,13-14 el sometimiento de
todas las naciones de la tierra a su servicio, en cambio, acusa, Jesús nunca reclutó un ejército,
combatió a los romanos o ejerció el poder sobre algún pueblo. Más adelante, en la conclusión del
capítulo, escribe: “De manera que Jesús congregó multitudes de cinco mil. Así que realizó
proezas mágicas como producir comida para una multitud de unos pocos panes y pescados. Así
que realizó curaciones por la fe. Así que aun, se ha reportado, volvió a la vida a dos individuos
que se pensaba muertos. Muy bonito...” pero “que gobierne como un monarca, su reino
extendiéndose sobre <todos los pueblos, naciones y lenguajes> que haga volver a los exiliados y
reconstruya el Templo y venza a los opresores y establezca la paz universal, como los profetas
también dijeron... entonces lo tomaremos seriamente”. 4 Esto fue precisamente lo que Jesús tuvo
que confrontar durante todo su ministerio. Este es el origen de la incomprensión de sus
discípulos y del pueblo a quienes predicó. Las tentaciones al principio de su misión sintetizan
esta situación.

La Encrucijada.
¿Seguiría Jesús el camino marcado por las expectativas judías de un mesianismo político
o se entregaría a la voluntad de Dios, la que conocía con todas sus graves consecuencias? 5 Esta
es la encrucijada a resolver en la narración de las tentaciones. Las tres pruebas son alrededor de
acciones que legitimarían y garantizarían el triunfo mesiánico de Jesús siendo, al mismo tiempo,
oportunidad para su provecho personal. Estas dos vertientes se esconden en la incitación: “Si

31
eres Hijo de Dios” y plantean una misión de acuerdo con criterios de los valores de este mundo
como son: La satisfacción de las necesidades básicas hasta que todos llegaran a hartarse al
convertir las piedras del desierto en pan explotando, así, el interés material de las multitudes
relegando a Dios a segundo término6 o los milagros espectaculares como tirarse del templo y ser
salvado por la intervención de ángeles, escudándose en Dios contra cualquier daño personal,
decidiéndose por lo tanto en contra del sacrificio en la cruz. Esto sin duda le llevaría a ser
reconocido y proclamado legitimo mesías-rey por la población. Más importante aún, siguiendo al
Papa Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazaret, la táctica que aseguraría el establecimiento de
su gobierno en el mundo: El apoyarse en el poder político y militar de los reinos de la tierra o
convertirse en el imperio total y definitivo. Esto implicaría la idolatría del poder y la riqueza,
servirse y servirle. Jesús rechaza cumplir en estos términos su misión. Sería una traición a la
voluntad divina. Es por eso que de la predicación de Jesús desaparece la promesa de la
restauración de Sión siendo sustituida por el anuncio universal del Reino de Dios del que
desaparece todo carácter nacionalista (Mt 8, 11). El templo pierde su importancia de ser el lugar
exclusivo del culto a Dios del cual predice su destrucción (Jn 4, 21-24). Evita identificarse
públicamente como el mesías exigiendo el silencio de sus discípulos cuando estos lo reconocen
así (Mt 16, 20) y por último, renuncia a toda violencia e imposición (Mt 12, 15) llegando hasta a
omitir la venganza escatológica contra los enemigos de Dios e Israel cuando hace referencia a
Isaías en Mt 11,5 y Lc 4, 16-22 por lo que “Todos se declaraban en contra, extrañados de que
mencionase solo las palabras de gracia” (Lc 4, 22).7

Si bien es cierto que Jesús no consideró su misión implantar un sistema político que
resolviera las necesidades materiales del pueblo, no se puede ignorar la conclusión que se
impone siguiendo la lógica de lo hasta aquí expuesto y es que el reino por el anunciado está
esencialmente en un conflicto permanente con todo sistema político de cualquier corriente que
sea y esto, hasta el final de la historia. Por ende es imperativo lograr una comprensión inequívoca
sobre el Reino de Dios. Más aún cuando la exégesis moderna reconociendo que es el centro de la
predicación evangélica al abordar el tema lo abandonan inmediatamente bajo el supuesto de que
Jesús nunca definió su concepto de Reino de Dios cuando, por el contrario, toda su vida pública
fue un esfuerzo por hacer “ver” a quienes lo rodeaban esta nueva realidad irrumpiendo en la
historia humana. Dediquémonos a tan importante tarea para participar en ese “ver” de los
primeros discípulos que nos permita también entender el por qué fue necesario que Jesús
padeciera el ignominioso sacrificio de la cruz.

32
CAPITULO CUARTO

EL REINADO DE DIOS

a) “...el Reino de Dios ya está entre ustedes”.

“está cerca el Reino de Dios “(Mc 1:15), “ha llegado a ustedes”


(Mt 12:28), está “en medio de ustedes” (Lc 17:21). Se hace referencia aquí a un
proceso de “llegar” que está actuando ahora y afecta a toda la historia”. p. (85)

“No se habla de un “reino” futuro o todavía por instaurar, sino de la


soberanía de Dios sobre el mundo, que de un modo nuevo se hace
realidad en la historia”. (p. 83)

PAPA BENEDICTO XVI


“Jesús de Nazaret”

La importancia de esta citas radica en el énfasis hecho al “aquí y ahora” del Reino de
Dios. Asimilar este aspecto del mensaje del Reino encuentra serias dificultades ancladas en cierta
formación doctrinal las cuales hemos de analizar.

Una comprensión clara acerca del Reino de Dios se ve obstaculizada por un trasfondo
tradicional que lo vincula a dos conceptos: El de “el otro mundo” usándose, entonces el término
“más apropiado” de Reino de los Cielos y el de “el fin del mundo” o apocalíptica. Lo que tienen
en común es que ambos excluyen a “este mundo”.

Por lo que respecta al primer concepto, es sabido que el uso de la palabra cielo es con el
fin de evitar, por respeto, mencionar o escribir la palabra Dios por lo tanto hablar del Reino de
los Cielos no hace referencia a una realidad fuera de este mundo. Muy por el contrario el
mensaje del evangelio enfatiza que en la presencia y actividad de Jesús irrumpe el Reino de Dios
en “este mundo”: en los milagros, en la expulsión de los mercaderes del Templo, en la reunión
del grupo de los doce, en la acogida de los publicanos y los pecadores, en la inclusión de los
gentiles al pueblo de Dios, en el anuncio de la buena nueva a los pobres, en la entrega del código
de la nueva alianza en el Sermón de la Montaña, en el establecimiento de la Nueva Alianza en la
ultima cena y en su muerte y resurrección. Lo cual, referido a lo anunciado por los profetas,

33
pertenece al cumplimiento de las promesas mesiánicas de un nuevo actuar soberano de Dios
sobre la historia humana.

En cuanto al segundo concepto, tomando en su conjunto todas las acciones de Jesús


difícilmente se le puede atribuir una concepción apocalíptica de la historia. La posición aquí
defendida identifica el ministerio de Jesús con una visión escatológica. Como no hay un
consenso general en cuanto a una definición de los términos de escatológico y apocalíptico y
para evitar exponer la polémica de los eruditos simplemente se decidió recurrir a la elaboración
de las definiciones pertinentes con el apoyo de “El Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo” y
con la obra de Von Rad, “Teología del Antiguo Testamento”. 8 Que como se verá resultarán muy
útiles en la clarificación del problema.

Ambos conceptos tratan del fin último de la historia sujeto al plan de Dios. En donde
difieren es en la manera de concebir la relación entre Dios y la historia.

La apocalíptica ve esta relación en un sentido determinista, todo está prefigurado desde la


eternidad, no hay cambio de curso posible, Dios mismo está constreñido por su palabra por lo
que por una revelación especial se pueden conocer y calcular los secretos sucesos del futuro con
anticipación. La acción salvífica de Dios acontece fuera de la historia, no a partir de los procesos
históricos internos sino en un rompimiento con ellos. Tiene, por lo mismo, un carácter impositivo
totalitario, no hay ámbito o consideración para la respuesta humana encontrándose esta sin
posibilidad de aceptación o de rebelión. De la negación de la historia resulta la tendencia de la
apocalíptica al uso de símbolos marcadamente mítico-poéticos.

La escatología siendo todo cambio decisivo en el curso de la historia a través de la


intervención divina no suscribe una comprensión determinista de este actuar. Por ser Dios Señor
de la historia y dueño de su palabra no está predeterminado a seguir un curso inmutable. Los
planes de Dios pueden cambiar por la rebeldía o infidelidad de los pueblos, pensemos en el relato
de Noé y el diluvio, Dios se “arrepiente” 9 de su creación. Después, en la experiencia del Éxodo
hay un ajuste constante por esa relación conflictiva con el pueblo de Israel. Pero sobre todo en la
época de los profetas, Dios promete una acción totalmente nueva en respuesta a la infidelidad del
pueblo iniciando así la esperanza mesiánica y la promesa del reino. También los planes de Dios
pueden cambiar en consideración a la respuesta que el pueblo da a la predicación profética (Jon
3-4). Además de no ser determinista, la intervención de Dios se da dentro y a través de los
procesos históricos con la esperanza puesta en un resultado concreto. Por ejemplo: la caída de
Asiria o la posesión de la tierra prometida. Es necesario hacer notar, aunque ya incluido en el
contexto de este párrafo, las nuevas posibilidades abiertas por la intervención divina que
trascienden la realidad al no ser internas al curso normal del devenir humano. Resumiendo, la
visión escatológica concibe la acción divina como no determinista, dentro de la historia y abierta
a un futuro radical.

34
No está de más recalcar que la visión escatológica de la realidad corresponde al
pensamiento de los profetas en contraste con el género apocalíptico del libro de Daniel y el libro
del Apocalipsis. Es uno de los postulados de todo este trabajo que esta visión está presente en el
trasfondo de la predicación y la obra de Jesús. Para empezar, porque al anuncio de la llegada del
Reino va unido a la llamada a la conversión (Mt 4, 15). El Reino no viene por imposición,
requiere la respuesta de fe y del compromiso integral en el seguimiento personal de Jesús.
Seguimiento definido por las exigencias del Reino frente a la situación actual, donde su justicia
es negada (Mt 6, 33). En otras palabras, El reino de Dios irrumpe en la actividad de Jesús en el
presente de “este mundo”.

La realización del Reino de Dios no es para el “otro mundo” ni para el “fin del mundo”
ha llegado ya y está en medio de nosotros. No nos toca construirlo ni definirlo porque ha llegado
por la acción y la autoridad de Jesús:

“Dios actúa ahora; esta es la hora en que Dios, de una manera en que
supera cualquier modalidad presente, se manifiesta en la historia como su
verdadero Señor, como el Dios vivo. En este sentido la traducción “Reino
de Dios” es inadecuada, sería mejor hablar del “ser soberano de Dios” o
del reinado de Dios” (ibíd. Pág. 83).

Solo nos toca entrar en él por la conversión a ser sus súbditos, aceptando a Dios por rey;
el “hágase tu voluntad aquí en la tierra” del Padrenuestro hecho realidad en una entrega radical
de la existencia que sin excluirlo, no se reduce a un mero movimiento emotivo o de asentimiento
mental, tiene su concretización muy específica en el seguimiento de Jesús y en los términos
proclamados en el Sermón de la Montaña.

b) La Nueva Alianza: El Sermón de la Montaña.

“Al ver Jesús el gentío subió a la montaña, se sentó y se le acercaron sus


discípulos. El tomó la palabra y se puso a enseñarles
así: Bienaventurados...” (Mt 5,1).

Cuando Jesús proclama “bienaventurados”, extiende la proclamación del evangelio a


todas las gentes sin importar nación, raza o cultura. El Reino de Dios no tiene límites
territoriales, ni está sujeto a prácticas rituales definidas por un etnos cultural. Es solo cuestión de
aceptar hacerse discípulo para entrar en él.10 Se supera el problema del monoteísmo que Israel
apenas si abordó: Si fuera de Yahvé no hay ningún Dios (Is 44, 6). ¿Cómo se explica su
reducción de ser Dios solo de un pueblo? Con la oferta de la Nueva Alianza Jesús nos trae el

35
regalo de la universalidad cumpliéndose así una más de las promesas mesiánicas pero con un
nuevo alcance. No será necesario ya subir a Jerusalén para rendir culto a Dios. Todos los pueblos
están ya en el mismo plano de igualdad frente a Él; se desbordan los límites nacionalistas.11

De acuerdo al contexto del Sermón de la Montaña, el Reino de Dios es el establecimiento


de la Nueva Alianza anunciada por los profetas. Así como Moisés en el Sinaí, Jesús, quien es
más que Moisés pues habla con autoridad propia, nos entrega las tablas de la nueva ley. Las
Bienaventuranzas están bajo la misma dinámica del binomio exigencia-promesa de la alianza del
Sinaí (Dt 26, 16-19). Quienes acepten los términos de la Nueva Alianza serán dignos de sus
promesas, estamos en el plano de la conversión: abandonar los valores sobre los que este mundo
se fundamenta para someterse a la voluntad divina, a participar en el Reino.12

c) Los Términos de la Nueva Alianza.

Se usa términos, en lugar de mandamientos o código de la Nueva Alianza por tener un


significado un tanto menos legalista. De las definiciones dadas por El diccionario de la Real
Academia Española adoptamos las siguientes:
-Condiciones con que se plantea un asunto o cuestión, o que se establecen en un
contrato.
-Elemento con el que se establece una relación. Término comparativo, de referencia.

Si el contexto del Sermón de la Montaña es la alianza del Sinaí esto no implica que la
sustituye o que hay un paralelismo estricto entre las dos, pero al mismo tiempo es importante
mantener este contexto que ha sido desde antiguo el modo constante como Dios ha entrado en
relación con la humanidad.

Desde el nuevo Sinaí, Jesús expone los términos de la Nueva Alianza proclamando
bienaventurados a todos:

Los que eligen ser pobres.


Los que sufren.
Los no violentos.
Los que tienen hambre y sed de justicia.
Los que prestan ayuda.
Los limpios de corazón.
Los que trabajan por la paz.

36
Los que viven perseguidos por su fidelidad.

Porque quienes acepten este compromiso: Tienen a Dios por Rey, de ellos es hoy el Reino de
Dios y son hijos suyos.

Y cuando la realidad del Reino se manifieste en su futuro radical: Van a recibir consuelo y a
heredar la tierra. Van a ser satisfechos y a recibir ayuda. Van a ver a Dios.

d) Desarrollo de los términos de la Nueva Alianza.

La supremacía del interés material imposibilita pertenecer al Reino.

Jesús advierte de un conflicto esencial entre la búsqueda de riquezas y la relación con


Dios en términos de idolatría: “No se puede servir a Dios y al dinero”. De ahí que resulte
significativa la correspondencia de la primera de las bienaventuranzas con el primer
mandamiento de las tablas de la ley: “No tendrás otro dios junto a mí. Yo soy el Señor tu Dios,
amarás al Señor tu Dios con todo tu ser”. 13

El imperio siendo la expresión concreta del dominio humano absoluto, no pudiendo


existir sin las bases de el poder de destrucción, del dominio de las conciencias y de el control de
los recursos materiales substituye necesariamente la voluntad de Dios por estos fundamentos, es,
pues, esencialmente idólatra y dado que la búsqueda de la máxima ventaja financiera impone
seguir las reglas de competitividad, de acumulación material y de influencia, acabar siendo
miembros activos del imperio es una consecuencia lógica de una vida orientada por el apego y la
defensa de estos intereses. Bienaventurados los que eligen ser pobres habla de quienes han
renunciado al imperio y por eso tienen a Dios por rey. La idolatría es incompatible con
pertenecer al reino por esto esta exigencia es ineludible.14 El que ha elegido ser pobre no es
cómplice de los poderosos, no pone su interés personal por sobre la justicia, arriesga su
seguridad material por estar de lado del desvalido y del explotado, no lucra con su profesión, al
contrario invierte lo que tiene por una causa noble. Son estas entre las muchas cosas que la
definición por el Reino pedirá dependiendo de la situación específica.

La idolatría del imperio tiene consecuencias concretas, la acumulación de riquezas por


los pocos causa la pobreza de los muchos y la marginalización de quienes quedan fuera de los
círculos de poder. Cuando Jesús declara en Lc 4,16 “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque
me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva...para dar la libertad a los oprimidos”
define su misión en conflicto con el imperio. Está diciendo que la venida del Reino es en razón y
a favor de los pobres, los oprimidos y los socialmente marginados. Que entre los poderosos y los
oprimidos Dios tome partido por los últimos es causa de escándalo. Por eso en Mt 11,5 dice

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“dichoso el que no se escandalice de mi”. 15 Jesús plantea entrar al Reino en términos de su
seguimiento, el conflicto de los discípulos con el imperio es inherente a esta opción, por eso:

Déjense de acumular riquezas en la tierra...


Porque donde tengas tu riqueza, tendrás el corazón...
Por eso les digo: no anden preocupados por la vida, pensando qué van a comer o a beber; ni
por el cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el
cuerpo más que el vestido?...
Ya sabe su Padre del cielo que tienen necesidad de todo eso. Busquen primero que reine su
justicia, y todo eso se les dará por añadidura... (Mt 6, 19-34).

Solidaridad con Todos ante el Mal en el Mundo.

Los que sufren son aquellos que se ven afectados por las desgracias ajenas, porque no son
indiferentes a las injusticias, a la explotación, al hambre, a la enfermedad, a la pobreza, a las
discriminación, a las guerras. No sufren egoístamente mirando solo a su situación sino a la gran
familia de la tierra. Les afectan los sucesos graves al no encerrarse en su cotidianidad sintiéndose
responsables de los demás. De su libro “Jesús de Nazaret” leamos la explicación del Papa
Benedicto XVI sobre la segunda bienaventuranza:

“Son personas que no siguen la manada, que no se dejan llevar por el espíritu gregario
para participar en una injusticia que se ha convertido en algo normal, sino que sufren por
ello...Quien no endurece su corazón ante el dolor, ante la necesidad de los demás, quien no abre
su alma al mal, sino que sufre bajo su opresión...La aflicción de la que habla el Señor es el
inconformismo con el mal, una forma de oponerse a lo que hacen todos y que se le impone al
individuo como pauta de comportamiento...solo...será consolado el que sufre; cuando ninguna
violencia homicida pueda ya amenazar a los hombres de este mundo que no tienen poder” .16

Compromiso Activo por el Bien de Propios y Extraños.

Llega un momento en que la solidaridad necesariamente se convierte en compromiso


activo. A esto se refiere el “trabajar por la paz” y el “prestar ayuda” que por su estrecha relación
en seguida tratamos. La palabra paz usada en el evangelio viene de shalom, cuyo significado
incluye el sentido de total bienestar; de una vida tranquila disfrutando de los bienes creados por
Dios. El pertenecer al Reino no se da en un plano de pura interioridad, los sentimientos y las
buenas intenciones no son suficientes:

“No basta decirme “¡Señor, Señor!”, para entrar en el Reino de Dios; no, hay que poner

38
por obra el designio de mi Padre del cielo” (Mt 7,21).

Jesús al mismo tiempo de identificarse con los condenados por el sistema da ejemplos
muy concretos de poner por obra el designio del Padre:

“...tuve hambre, y me dieron de comer, tuve sed, y me dieron de beber, fui extranjero y
me recogieron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, estuve en la cárcel y
fueron a verme” (Mt 25,34).

Y es que en el servicio el amor se hace real:

“Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.
Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Serán amigos míos si hacen lo que
les mando” (Jn 15,12).

“Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos
de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la
perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al
hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?” (Mc 8,34).

Es el momento de unir todo lo expuesto desde la primera bienaventuranza, pasando por lo


referente a la idolatría de imperio hasta la entrega de la vida en el servicio de los más
desprotegidos usando la respuesta dada por Jesús a la pregunta por el mandamiento principal:

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente. Este
es el mandamiento principal y el primero, pero hay un segundo no menos importante: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen la Ley entera y los Profetas
(Mt 22,37).

La Búsqueda de la Justicia y la No Violencia.

Hambre y sed de justicia, nos habla de una pasión que nace de lo más básico de nuestro
ser. Atormentados por esta urgencia nada es más importante, ni si quiera la subsistencia. Resuena
en la distancia el “tengo sed” de Jesús en la cruz, sed que lo llevó a ella. Se escucha el Cántico de
María transfigurada por la esperanza:

Proclama mi alma la grandeza del Señor...

39
su misericordia llega a sus fieles
de generación tras generación...
...derriba del trono a los poderosos
y exalta a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide de vacio... (Lc 1, 46).

Después de tantos siglos de espera, saberse en el umbral del cumplimiento de las


profecías, hace exclamar a Zacarías, el padre del Bautista:

Bendito sea el Señor, Dios de Israel


porque ha venido él a liberar a su pueblo...
..que nos salvaría de nuestros enemigos
de concedernos que libres de temor,
arrancados de la mano de nuestros enemigos
le sirvamos con santidad y rectitud
en su presencia, todos nuestros días...
...para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz (Lc 1, 67).

La búsqueda de la justicia no se da en un terreno neutral, crea conflicto necesariamente


por los intereses encontrados. Diferentes grupos presionan de acuerdo a sus recursos alegando
razones legítimas y hasta en armonía con la voluntad de Dios. Siempre se califica de injustos los
intereses del contrario. Se hace la división por bandos y surgen los enemigos. Es por esto que la
lucha por la justicia en los términos del Reino se ha de dar obligatoriamente dentro del marco de
la no violencia. El que impone violentamente su idea de lo justo parte de la certeza absoluta de la
verdad de su visión y el discípulo nunca debe olvidar que por una certeza así Jesús fue
crucificado. La certeza solo le pertenece al juicio de Dios y si él se niega a juzgar; ¿De dónde
tenemos autoridad para hacerlo nosotros? (Jn 3,16-18).

Es en este contexto donde los mandatos más difíciles del evangelio cobran sentido:

...a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes los
odian, bendigan a los que los maldicen, recen por los que los injurian...Además no juzguen y no
los juzgarán; no condenen y no los condenarán (Lc 6,27).

El amor a los enemigos y la generosidad sin esperar retribución es, lo que en palabras de
Jesús, nos da la distinción de hijos de Dios. Enseñándonos a orar: “Padre nuestro...perdona
nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden...”. La dignidad de
Hijos de Dios, de poder llamarlo Padre no se da por la perfección. Se da en el constante pedir

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perdón y perdonar.

Limpios de Corazón. Ante todo Autenticidad.

Ser sal y luz requiere autenticidad; ir más allá de la letra de los preceptos llevados por el
amor y el seguimiento de quien dió ejemplo de vida. Armonía entre los deseos, las intenciones y
la conducta. No en razón del prestigio y de la ventaja social o política. Autenticidad y armonía
que hacen innecesario el juramento y fundan la transparencia en las relaciones personales.
Sinceridad para con uno mismo en el reconocimiento de las propias deficiencias, reparar en la
“viga” propia, ese secreto tan eficazmente ocultado, antes de intentar sacar la mota del ojo del
que hipócritamente llamamos “hermano”. El objetivo no es la perfección de la santidad sino la
verdad del amor en el reconocimiento de las propias imperfecciones:

“...no amemos con palabras..., sino con obras y de verdad. De este modo sabremos que
estamos de parte de la verdad y podremos apaciguar ante Dios nuestra conciencias; y eso
aunque nuestra conciencia nos condene...” (1Jn 3,18).

Fidelidad Aun en la Persecución.

Mientras más avanzamos en la exposición del Sermón de la Montaña más resuena aquella
frase: “mi reino no es de este mundo”.

La contraposición de los reinos de este mundo con el Reino de Dios es tan crítica,
advierte Jesús, que con toda certeza los discípulos, a semejanza de él, sufrirán la violencia del
imperio. Esta llegó hasta la ejecución de Jesús en la forma más cruenta, no por un mal entendido
sino como enemigo del sistema político y religioso.

Por este conflicto irreductible ningún sistema político o económico representará el Reino
de Dios y Jesús se niega a deificar cualquier poder terrenal posible o utópico.17 La respuesta de
Jesús: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” dada al planteamiento de los
fariseos en relación al candente problema local de si, siendo Israel pueblo exclusivo de Dios era
legítimo pagar tributo al gobierno de la ocupación romana, coloca la cuestión más allá de todo
nacionalismo. Si la intención de los fariseos era de desacreditarlo entre sus seguidores como
colaboracionista si su respuesta era afirmativa o entregarlo a las autoridades como sedicioso en
caso de una respuesta negativa Jesús, no responde primariamente a la cuestión del tributo, sino a
si se ha de recurrir a Dios para legitimar, divinizar, una institución gubernamental. Introduce su
respuesta preguntando por la imagen y la inscripción de la moneda del tributo. La imagen,
responden, es del César y en la inscripción se leía: “Tiberio César Hijo del Divino Augusto, Gran

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Sumo Sacerdote”. Quienes cuestionan a Jesús, no obstante se presentan celosos de la Ley, la han
roto llevando al Templo imágenes paganas. La respuesta se vuelve sentencia: “… lo que es del
César devuélvanselo al César” pues no tiene cabida en el Templo. La pretensión de fundamentar
las funciones gubernamentales en lo divino es idolatría, tienen una justificación solo terrenal que
le es apropiada y no deben interferir con lo “que es de Dios”. 18

Como consecuencia el Reino no se construye, se acepta, se entra en el, se espera su


expansión y al final de los tiempos su manifestación. Hablar de la construcción del Reino es
contender con el problema de la teocracia. Lo construido, se defenderá, está en armonía con la
“voluntad” de Dios. El resultado es la divinización de las instituciones creadas y por lo tanto
inamovibles y autoritarias. El compromiso con la justicia, entendida en el sentido bíblico de
preferencia por los pobres, es porque se pertenece al Reino y al ser discípulo se participa en el
conflicto fundamental, junto a Jesús, con el imperio. El Reino no depende de nuestras estrategias
ni de nuestras posibilidades (Mc 4,26). Es el Reino de Dios.

e) ¿Nueva Alianza o Reino de Dios?


Precisiones necesarias.

¿Por qué Jesús habla del Reino de Dios y no de la Nueva Alianza siguiendo la tradición
de los profetas? Porque quiere que vivamos siguiendo la voluntad divina guiados por los
preceptos ya expuestos, pero tomando en cuenta los condicionamientos de la situación en la que
estemos y no por un estricto código que pueda expandirse en un sinnúmero de provisiones de lo
que es legal o ilegal en cada caso particular. Situaciones en las que Jesús se enfrentó, por ejemplo
en los cuestionamientos sobre la legalidad de su actividad en favor de los demás durante los días
de sábado. El mandamiento de amarse los unos a los otros no solo es nuevo en su originalidad
sino porque además rompe con la posibilidad de una codificación estricta. Mientras el concepto
de Alianza remite a una relación legal, Jesús nos enseña que la nueva relación con Dios en el
reino es de Padre, no de legislador a súbdito, sino a hijo al comunicarnos su misma vida y al
asemejarnos a Él en el amor a los enemigos, en el trabajo por la paz. En una palabra en el
seguimiento del Hijo (Jn 15,15). Aquí es el momento de abordar la cuestión de si los principios
del Sermón de la Montaña son realistas, de si una vida basada en ellos no está condenada al
fracaso. La respuesta es obvia, no sirven para hacer negocio ni para llevar el gobierno del Estado.
No son un conjunto de principios para garantizar el éxito en las empresas humanas. En sí mismo
el Sermón de la Montaña tiene un valor práctico limitado cuando habla de la pobreza, de la no
violencia o del trabajo por la paz. Todo su valor y toda su garantía de una vida plena vienen
dados por Jesús, el Hijo Único del Dios vivo, Creador y Señor de todo cuanto existe y por quien
todo subsiste. Son “Bienaventuranzas” por su origen y por a quien remiten. Por ellas ya podemos
vivir bajo la voluntad de Dios, hacernos hijos. Jesús nos ha dado a conocer la voluntad del Padre
con toda claridad, nos toca aceptarlo en la respuesta de la Fe. Respuesta que no es mero
asentimiento a contenidos doctrinales. Si se cree que Jesús es el Hijo de Dios entonces se vive la

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no violencia, se lucha por la paz y la justicia, se renuncia a la idolatría del dinero. Se acepta
entrar al Reino de Dios.19

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CAPITULO QUINTO

EL PORQUE DE LA MUERTE DE JESUS EN LA CRUZ.

Pero si esa vida a la que somos llamados en el Sermón de la Montaña de someternos a la


voluntad de Dios descansa en la fe en Jesús y Él, en su enfrentamiento con el imperio, muere
ejecutado. ¿No fue, entonces, su misión un fracaso? ¿El Reino una quimera? Y entonces si el
Dios del Reino, el Dios de Jesús, el totalmente otro, aquel de “mi reino no es de este mundo” no
es Dios, la única alternativa viable está en el campo de la tecnología y los sistemas político-
económicos, entonces hay que apostarle al imperio. ¿Por que los evangelios dicen que fue
necesaria la muerte de Jesús? ¿No es esta una salida fácil? ¿Hay una relación de necesidad entre
la muerte de Jesús y el Reino de Dios?
La respuesta a estas cuestiones gira en cuatro ejes: La Cruz, juicio del mundo; la Cruz, Nueva
Alianza: la Cruz, revelación última de Dios y la Cruz, la nueva humanidad.

La Cruz; Juicio del Mundo.

Conjeturando cuales podrían haber sido las posibles respuestas de Jesús para lidiar con el
imperio se pueden mencionar las siguientes:

-Pretender que existe un conflicto sin ser real, manteniéndose solo a nivel de la
instigación con el fin de obtener las simpatías del pueblo.
-Huir y evitar el conflicto. La clandestinidad, quedándose al margen de las consecuencias.
-Pactar. Siempre está el camino medio de las concesiones.
-Mantenerse fiel a sus principios, incluyendo el amor a los enemigos, hasta sus últimas
consecuencias.

Si “pretender” y “huir” serían sólo posiciones de manipulación política, pactar resultaría


ser el verdadero fracaso. Las enseñanzas de Jesús no se caracterizan por términos medios (Mt
5,20). Pide la entrega total de la vida, en la renuncia a sí mismo en el amor extremo. La cuestión
de la identidad de Jesús estaba en juego en la misma manera como se resolviera este conflicto
fundamental, si con él se inauguraba el Reino de Dios tenía que resolverse con él mismo. ¿Qué
sería de los seguidores cuando algunos de ellos fueran ejecutados realmente? Si la misión nunca
se hubiera llevado a sus últimas consecuencias, el fracaso sería de los discípulos. Lo decisivo es:
¿Qué pasa cuando a la no violencia, al amor se opone el poder avasallador y destructor del
imperio?

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Llegado el momento todos los poderes constituyentes del imperio se confabulan en el
conflicto final contra aquel que predica un reino, no solo fuera del ámbito de su absolutismo sino
que es la negación de todo imperio. Los poderes políticos y religiosos comparten la misma
adhesión al César y declaran a Jesús su enemigo (Jn 19, 12). Viéndose amenazados, los
discípulos lo abandonan. Traicionado y solo, Jesús está en la disyuntiva de permanecer fiel a su
misión o ser “realista” y aceptar la posibilidad que tanto Pilato como Herodes le ofrecen de
dejarlo en libertad. Pilato no encuentra culpa en Él. No pretende alzarse para derrocarlo
violentamente; no está de acuerdo con los zelotas, ni pertenece a ellos. Sin embargo la acusación
de no ser fiel al cesar le hace decidirse por la ejecución de un inocente. La actividad de Jesús, se
señala así, no fue una respuesta a la ocupación romana en un intento de restablecer la soberanía
de Israel. Su misión trasciende el momento particular y el conflicto entre el Reino y el imperio
engloba a todos los imperios de todos los tiempos (Hch 4, 25-28: 1Cor 2,8). Los romanos y los
judíos personifican a los poderes de este mundo. La muerte de Jesús tampoco es en abstracto,
muere ejecutado y esto no se ha de ignorar en cualquier aproximación a su comprensión. Las
circunstancias de su muerte determinan su sentido y sus consecuencias. Cuan diferente habrían
sido estas si Jesús hubiera muerto por causas naturales, asesinado a traición o apedreado de
acuerdo a la ley judía. En todas estas circunstancias el “murió por nosotros” tendrá aplicación
válida desde la perspectiva de la encarnación: el Hijo de Dios sujeto a la muerte al haber tomado
nuestra naturaleza. La muerte de Jesús se inserta, pues, en la conflagración universal entre el
Reino de Dios y la confabulación de los imperios con todos sus poderes.

La máxima expresión del poder del Imperio, su misma posibilidad de existencia está en el
poder de matar, de destruir. Cuando los imperios se suceden lo hacen en base a la superioridad de
este poder. Alrededor del poder destructivo y de muerte se orienta gran parte la cultura y de la
técnica de las naciones imperialistas con el fin de obtener una ventaja decisiva sobre las demás.
Así quien desarrolle la tecnología y la disciplina destructiva más eficiente se convierte en el
imperio de la época. Por eso el imperio para establecerse y mantenerse ha de demostrar su
capacidad de muerte y destrucción en sus alcances más modernos y extremos. La cruz fue el
horror total en los tiempos de Jesús. Hace incuestionable este dominio absoluto sobre la vida. En
el conflicto entre el Hijo de Dios y el Imperio, este se impone con todo su horror destructivo y
crucifica al enviado de Dios demostrando que es la única realidad, la única totalidad. Cualquier
otra realidad que ose oponerse o existir fuera de su dominio afrontará la aniquilación. La última
palabra del Imperio es la violencia contundente. Esa tarde, la ejecución de Jesús ha puesto en
entredicho su misión: el amor, la paz, la justicia son irrealizables. Las tinieblas cubren la tierra,
Dios guarda silencio.

Al tercer día Dios rompe el silencio: “Jesús de Nazaret, el crucificado, ha resucitado” (Mt
16,7).

45
“Señor tú hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que contiene; tú le inspiraste a tu
siervo, nuestro padre David, que dijera: “¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos
planean fracasos? Se alían los reyes de la tierra los príncipes conspiran contra el Señor y contra
su Mesías”. Así fue: se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con paganos y gentes de
Israel contra tu siervo Jesús, tu Ungido, para realizar cuanto tu eficacia y tu decisión habían
decretado que sucediera” (Hch 4,24-29).

“Pues bien, Dios resucitó a este Jesús y todos nosotros somos testigos...entérese
todo Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús a quien
ustedes crucificaron” (Hch 2,36).

“Jesús ha resucitado”. Es la proclamación del hecho portentoso y singular de la


intervención divina porque supera cualitativamente a todas las anteriores al ser la primicia y el
arranque de la plenitud de la creación. Acción divina meta histórica trascendente de todo lo
posible que confirma la voluntad divina en la obra de Jesús, y lo autoriza como su misma
palabra. Quienes entregaron y dieron muerte a Jesús en nombre de Dios y de la verdad del
imperio se han hecho sujetos al juicio divino cuya sentencia declara que el verdadero poder es el
de la creación, el poder de la vida. Quien reside en este poder no puede morir porque viene de
Dios y la muerte, máxima expresión del poder del imperio, no lo puede sujetar. El imperio es la
última palabra de la humanidad, su máxima expresión y por ende su límite. Para Dios su última
palabra es Jesús resucitado, la nueva creación realizada en la entrega total, en el amor total que
da nacimiento a la comunidad en oposición al imperio. El cual en todo su poder manifiesto no es
la realidad definitiva. Esto es aquello que Pilato no logró entender cuando Jesús le dice: “...yo
soy rey. Tengo por misión ser testigo de la verdad” (Jn 18,37). El hecho de que Jesús defina su
misión siendo testigo de la verdad y no siendo maestro de la verdad nos hace ver que no
considera la verdad en cuanto a sus categorías conceptuales sino en cuanto a la realidad última en
contraposición a la realidad aparente. En este plano le aclara a Pilato que su pretendida autoridad
para actuar sobre Él es solo figuración. Aparentemente el imperio es la verdad (realidad fáctica)
al matar a Jesús pero su resurrección manifiesta la verdad, la irrupción de lo divino en la historia,
el imperio es ilusión, su destino efímero está sellado. En el Reino está la certeza de la realidad
definitiva, el Sermón del Monte es realizable, la resurrección de Jesús lo atestigua.

La Cruz; Funda la Nueva Alianza.

La voz profética se alzó repetidas veces para advertir al pueblo de Israel sus constantes
infidelidades a la Alianza hasta llegar al extremo de declarar su invalidez y la necesidad de
establecer una alianza definitiva basada en un nuevo principio. Si esto fue visto en un cambio
radical de la interioridad individual y no tanto en una nueva ley, tal principio no constituía, en
último análisis, una garantía de fidelidad a la Alianza dado el obstáculo presentado por la

46
necesidad de conformar la voluntad humana la que siempre está buscando expresarse sin
restricciones.

Jesús, Dios y hombre verdadero es el único capaz de establecer la inviolabilidad de la


Alianza. En cuanto hombre es fiel a la voluntad divina predicada por Él mismo con una decisión
a toda prueba que lo lleva al extremo no de una muerte cualquiera sino a la ignominia de la cruz
en todo su horror y abandono. Ahí, en ese abismo donde la esperanza no es posible. Esa fidelidad
que no claudica ante nada, sella para nosotros una alianza eterna ya no dependiente de nuestra
volición. En el si absoluto de Jesús a su misión, sustituyendo nuestro si parcial e inconsistente,
se funda la nueva alianza restableciendo la relación entre Dios y la humanidad rota por el pecado
y no en un supuesto valor expiatorio de la muerte, la cual fue rechazada por Dios al resucitar a su
Hijo fuente de vida eterna. Es así como Cristo es identificado con el cordero pascual sacrificado
cuando se celebra la liberación de Egipto, el éxodo hacia la alianza, pues Él abre las puertas para
el nuevo éxodo y ya libres de la esclavitud del Imperio le sirvamos como hijos en el Reino del
Padre.

En cuanto Hijo de Dios, Dios verdadero se mantuvo en el amor a la humanidad y vivió en


la entrega por el bien de todos aun en el rechazo. Un amor no condicionado, abierto sobre todo a
los sojuzgados económica y socialmente. Un amor que no claudica en la búsqueda del la paz y la
justicia vivido en la esperanza del futuro absoluto al cual es llamada toda la humanidad sin
distinción. Un amor que no cede por seguir el camino de la violencia, ni ante ella, entregando
primero la vida antes de renunciar a la misericordia. Un amor en el que por mediación del Hijo
de Dios se nos manifiesta un Dios siempre presente, siempre garante de sus promesas, muy por
encima de la calidad de nuestra respuesta. Sabemos, Jesús lo ha prometido, que nunca seremos
abandonados por Dios nuestro Padre.

“Porque la Ley se dió por medio de Moisés, el amor y la fidelidad se hicieron realidad en
Jesús el Mesías” (Jn 1, 17).

La Cruz; Revelación Definitiva de Dios.

Cuando el evangelio de San Juan identifica la palabra de Dios con la persona de Jesús no
hace sino declarar que por su predicación y obra por fin conoceremos a Dios sin ambigüedades.
Si hasta entonces Dios se había revelado al pueblo de Israel, los condicionamientos históricos y
culturales habían presentado graves obstáculos para una clara comprensión de quién era este
Dios quien los había liberado de Egipto para consagrarlos su pueblo. Recurrieron, entonces, a las
concepciones religiosas de su ambiente en un esfuerzo por entender en términos familiares a ese
Dios que les prohibía usar cualquier representación corriente de la época lo que nos hace
entender que así como ninguna imagen tomada de su medio ambiente era capaz de representar a

47
este Dios trascendente, todas las elaboraciones doctrinales tendrían las mismas deficiencias. Era,
pues, necesario que Dios hablara sin intermediarios, que escucháramos su misma palabra
directamente y esto se dió en Jesús quien con su muerte en la cruz concentra la esencia de toda la
revelación. Ahí en la cruz es donde Dios se manifiesta tal cual es, desde donde se tiene que
revisar y entender todo lo dicho y escrito, toda la Biblia con su Antiguo y Nuevo Testamento. El
escándalo de la cruz paradójicamente es lo único capaz de despejar la confusión sobre quien es
Dios y cuál es su voluntad resolviendo las incoherencias doctrinales que han sido un lastre para
la misión de la Iglesia y el ejercicio de su magisterio. Es tiempo de romper con la presuposición
que privilegia los primeros tiempos de la iglesia como el momento ideal e irrepetible del
contacto primero e inalterado con el mensaje de Jesús. La incomprensión de los discípulos
narrada en los evangelios no termina con pentecostés y en todo el Nuevo Testamento se puede
advertir aún esta incomprensión que no acaba de sacar todas las consecuencias del hecho
inaudito de que Dios ha sido crucificado. Hoy la Iglesia, consciente de sus condicionamientos,
está en mejor posición de acercarse a la revelación final: la ejecución de Jesús en la cruz.

Al pie de la cruz, todas las concepciones y desarrollos doctrinales de la teología imperial


se pulverizan y han de ser enterradas para abrirnos a escuchar la palabra de una manera nueva. El
papa Benedicto XVI afirma que Jesús fue condenado por blasfemo, su predicación no estaba
dentro de los cánones aceptados por las autoridades y la tradición. A pesar de que entre los
diversos grupos judíos existía una gran tolerancia a las diferencias doctrinales, el movimiento
iniciado por la predicación de Jesús llegó a presentar una situación imposible de ser aceptada
meramente como una posición más en el concierto de las múltiples tendencias de ese tiempo.
Esto habla de lo radical que resultó ser la predicación de Jesús sobre Dios y el Reino. Es muy
posible que el blanco de la intolerancia haya sido la universalización de la alianza en la
proclamación del Reino y su fundamentación en los valores expuestos en el Sermón del la
Montaña. Hace posible el acceso a las personas de todas las naciones y de toda condición,
inclusive a los condenados por la Ley. La predicación de Jesús estuvo, a diferencia de los demás
movimientos, en franca contradicción, con el fundamento mismo del judaísmo, esto es, con la
seguridad de ser el pueblo elegido y privilegiado por Dios para ser el imperio definitivo de Sión.
Ninguno de los diferentes grupos atacaba esta doctrina básica sobre la que se asentaba toda la
estructura religiosa y social del pueblo judío. Desde su construcción, el Templo ha sido la
institución que concretiza tal visión religiosa. En consecuencia, el conflicto entre Jesús y las
autoridades religiosas así como con el resto del pueblo se exacerbaron al ser este ocupado
cuando la expulsión de los mercaderes. Situación que se agravó más con las subsecuentes
profecías de su destrucción. Con estas acciones declaraba inválidas las doctrinas corrientes sobre
Sión y el mesías guerrero y también aquella de la cólera divina. La última incluye las enseñanzas
de la venganza divina sobre los pueblos enemigos de Israel y la de la redención por medio del
castigo, ya tratada en la parte dedicada a los profetas. Doctrina de la que se encuentran resabios
todavía en las cartas de San Pablo cuando habla de la salvación en el sentido de escapar al
castigo divino. El común denominador de estas doctrinas se encuentra en una concepción de la

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justicia divina a la que va aunada el castigo. La sentencia no tiene que ser proporcionada a la
falta porque expresa el poder o señorío de Dios y su dignidad ofendida. Por lo que en el antiguo
testamento se llega a hablar de venganza divina. La humanidad está entonces a merced de Dios,
siempre bajo la posibilidad de desatar su cólera y perecer a consecuencia de la acción divina.
Recuérdese el diluvio universal y la destrucción de Sodoma y Gomorra. En la época de los
profetas la obra redentora divina se centra en el casi exterminio del pueblo judío y su
restauración a partir de un resto. Encontramos estas ideas expresadas poéticamente en los Cantos
del Siervo en Isaías. Un severo castigo, que raya en el genocidio, subyugaría al pueblo judío
obligándolo a someterse definitivamente a la voluntad divina y en la acción final de la justicia
divina, el imperio de Sión sería impuesto sobre todos los pueblos impíos por el mesías guerrero.

El Hijo de Dios al ser levantado en la cruz rompe definitivamente la unidad de juicio


divino y castigo, pues dado que el padre se continúa en el hijo, es Dios mismo quien sufre la
violencia por la venganza del imperio. Es víctima sin responder de acuerdo a como lo exigía la
forma de concebir la justicia de Dios y la doctrina de la cólera divina. Jesús toma el lugar del
siervo de Dios al asumir lo que la predicación profética había referido al remanente del pueblo de
Israel y nos revela un Dios diametralmente diferente y con un plan de redención congruente con
la predicación del Sermón de la Montaña. El Dios de Jesús entrega la vida antes de tomarla, es
ante todo padre; llama, no subyuga con la imposición de su voluntad. El Dios revelado por el
Hijo al morir en la cruz no es el dios del diluvio, ni el dios de Sodoma y Gomorra, ni el dios del
sacrificio de Isaac, ni el dios de Sión, ni del Templo, ni del castigo, ni del Apocalipsis, ni de la
Inquisición, ni de la conquista, es... El Dios crucificado.

La Cruz; el Culmen de la Creación.

En el evangelio de San Juan verso 3,13 leemos:

“Nadie ha estado arriba en el cielo excepto el que bajó del cielo, el Hombre aquel. Lo mismo que
Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también el Hombre aquel tiene que ser
levantado en alto para que todos los que creen en él tengan vida eterna”.

Hay una referencia directa a la época de la marcha del pueblo de Israel por el desierto
después del éxodo de Egipto. A partir de las quejas y acusaciones de la gente sucede que son
atacados por una invasión de serpientes venenosas y como resultado mueren muchos de ellos
(Núm. 21, 9-11). Entonces arrepentidos ruegan a Moisés quien intercede:

“Y dijo Yahvé a Moisés: “Hazte una serpiente abrasadora y ponla en un mástil. Todo el
que haya sido mordido y la mire vivirá”.

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Se vencía la muerte con mirar hacia la serpiente. Esto nos remite, en cuanto referencia
indirecta, al Génesis y al relato del paraíso donde encontramos la imagen de la serpiente en
relación al árbol del conocimiento del bien y del mal pero ahora San Juan hace énfasis en el
segundo árbol del paraíso cuyo acceso había quedado impedido por querubines para evitar que la
humanidad creada:

“alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de el viva para
siempre”.

Lo que completaría la divinización de la humanidad iniciada al tomar el fruto del árbol


del conocimiento del bien y del mal a incitación de la serpiente (Gen 3,22).

En el relato del paraíso son dos árboles los necesarios para conferir la total dignidad
divina a la criatura. La humanidad entró en posesión de uno de ellos pero es llevada al culmen
del proceso de la creación con el acceso al árbol de la vida eterna. Jesús levantado en la cruz es
el árbol fuente de la vida eterna para quienes acepten la Nueva Alianza de entrar a formar parte
del Reino de Dios bajo los términos expuestos. Si el primer árbol causó la separación entre Dios
y la humanidad, este árbol al inaugurar la armonía de la Alianza eterna, va mucho más allá de la
sola restauración del estado original paradisiaco. Es la coronación de la creación. Nos hace
regresar a la casa del Padre en la nueva dignidad de hijos de Dios: La humanidad nueva
entregada al amor en el servicio a los demás.

Salvación no es, entonces, escapar al juicio o a la ira divina y a sus consecuencias: el


castigo eterno del infierno. Salvación es trascender los límites inherentes a la creatura al hacerse
posible por la obra de Cristo la nueva realidad de llegar a ser Hijos de Dios (Jn 1,12-13). Formar
parte del proceso que lleva a la creación a su total realización de acuerdo a los planes del Padre.20

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CAPITULO SEXTO

LA IGLESIA: EL NUEVO PUEBLO DE DIOS.

Si la muerte de Jesús en la cruz está en la cúspide de su obra no se queda en un hecho


aislado, encerrado en los vaivenes y en la incertidumbre de la historia es, a su vez, principio de
una nueva realidad: La Iglesia. Ella con su existencia y su misión da testimonio de aquella
verdad. La Iglesia no conoce otro origen que el enseñado en el Catecismo: “El agua y la sangre
que brotan del costado abierto de Jesús crucificado”.21 Siendo actualizado, desde entonces, en la
celebración de la Eucaristía:

La noche que iba a ser entregado “Tomó pan, dió gracias, lo partió y se los dió diciendo:
“Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes; hagan esto en recuerdo mío.” De igual modo,
después de cenar, tomó la copa diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que se
derrama por ustedes” (Lc 22,19s).

Es oportuno citar aquí la encíclica sobre la eucaristía del Papa Juan Pablo II:

“Análogamente a la alianza del Sinaí, sellada con el sacrificio y la aspersión con


la sangre, (Ex 24,8) los gestos y las palabras de Jesús en la Ultima Cena fundaron la nueva
comunidad mesiánica, el Pueblo de la Nueva Alianza. Los Apóstoles, aceptando la invitación de
Jesús en el Cenáculo: “Tomad, comed...Bebed de ella todos...” (Mt 26, 26.27), entraron por vez
primera en comunión sacramental con El. Desde aquel momento, y hasta el final de los siglos, la
Iglesia se edifica a través de la comunión sacramental con el Hijo de Dios...”. 22

La Eucaristía fundamenta la autoridad apostólica de la Iglesia, porque quien participa en


su celebración lo hace entrando en comunión con el mensaje predicado por aquellos que
aceptaron llevar la Buena Nueva a todos los rincones de la Tierra reconociendo explícitamente
que el origen de esta enseñanza está en la Palabra de Dios hecha hombre; Jesús de Nazaret, quien
en su mandato de celebrarlo en su memoria hasta el fin de los tiempos establece la continuidad y
la unidad de un solo sacrificio a través de todos los tiempos y lugares “en conformidad con la Fe
de los Apóstoles”.

En la Última Cena encontramos entrelazados los temas del Reino de Dios y la Nueva
Alianza. El Reino de Dios a punto de irrumpir por la exaltación de Jesús en la cruz (Lc 22,69).
La cual, a su vez, sella la Nueva Alianza. Al aceptar la comunión del cuerpo y la sangre los
Apóstoles participan no en una forma meramente simbólica en la pasión de Cristo sino

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realmente. Como consecuencia, el nuevo pueblo de Dios inicia el éxodo que ahora lo lleva al pie
de la Montaña y al monte Gólgota donde aceptará cumplir la voluntad divina, la cual ha revelado
Jesús desde la cruz ya sin ambigüedades. A nosotros nos toca tomar la decisión de comulgar con
la Nueva Alianza dentro de la continuidad apostólica. Tomar la cruz e iniciar el éxodo en el
seguimiento de Jesús.

Con la instauración de la Nueva Alianza nace el nuevo pueblo de Dios; La Iglesia, pero
hay que precisar que la Iglesia perteneciendo en forma privilegiada al Reino de Dios no es en si
el Reino, no lo engloba ni lo agota en su totalidad y su privilegio es estar a su servicio. Muy
acertadamente el Evangelio de San Lucas coloca el siguiente pasaje en el marco de la institución
de la Eucaristía o Nueva Alianza:

“Entre ellos hubo también un altercado sobre quién de ellos parecía ser el mayor. El les
dijo: “Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos y los que ejercen el poder
sobre ellas se hacen llamar bienhechores, pero no así ustedes, sino que el mayor entre ustedes sea
como el más joven y el que gobierne como el que sirve. Porque, ¿quién es el mayor, el que está a
la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de ustedes como el
que sirve” (Lc 22,24s).

La extensión del Reino de Dios desborda los límites institucionales de la Iglesia, porque
está ahí dondequiera que haya gente de buena voluntad dispuesta a tomar su propia cruz en la
entrega por los demás. Desde los que están en comunión con la Iglesia siguiendo el ejemplo de la
Madre Teresa hasta los no cristianos como Gandhi. Porque por la cruz de Jesús todos los
esfuerzos creativos de todas las personas de buena voluntad no se perderán. Visionarios,
científicos, empresarios, artistas, adeptos de todas las religiones, en fin, todo aquel que busque
realizar su vocación en armonía con la voluntad divina aun sin ser formalmente creyentes tienen
la garantía ofrecida por la resurrección de que toda acción noble no será en vano.

La Iglesia, su Misión Primaria:


Dar a conocer al mundo la voluntad de Dios.

La misión de la Iglesia es hacer y dar a conocer al mundo la voluntad de Dios


manifestada en Jesucristo. Se ha de insistir, una y otra vez, que al hablar de la voluntad de Dios
no se hace en una forma indeterminada sino referida específicamente a los términos expuestos en
el Sermón de la Montaña y al Dios revelado en la ejecución de Jesús en la cruz. De esto se
desprenden consecuencias muy importantes que determinan esta misión, en cuanto a su forma y
contenido, su alcance y sus límites. En relación a los límites; no es misión de la Iglesia lograr el
asentimiento intelectual e inequívoco de toda la población mundial de determinados dogmas.
Destruir culturas y desenraizar sociedades en nombre de la verdad es una empresa gigantesca

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para lo que se requiere el apoyo del imperio, esto en si es ya una traición al crucificado.

Partiendo de la revelación contenida en el Antiguo Testamento de que Dios es solo uno


podemos afirmar que todos los pueblos le adoran de una u otra forma. Solo una concepción
politeísta puede despotricar contra dioses falsos o mínimos. Si Dios es uno no ha de quedarse
arrinconado, dependiente para su revelación de una cultura o una nación. No obstante la plenitud
de la revelación se ha dado en Jesús de Nazaret quien nos ha comunicado lo que Dios quiere. Lo
cual no está ligado a tradiciones y culturas locales. La voluntad de Dios es universal, trasciende
dogmas y prácticas religiosas utilizadas por los pueblos para expresar su relación con la
divinidad por lo tanto no depende de ellas y no las excluye necesariamente. No es difícil aceptar
la validez de esta afirmación si se sigue el análisis aquí presentado del Sermón de la Montaña y
de la revelación de Dios por Jesús desde la cruz. Sus contenidos no están sujetos a ningún etnos
cultural o local y aceptan una adaptación a las diferentes culturas y sociedades sin mayor
conflicto.

Pero entonces ¿No se está declarando con esto que todas las religiones y las filosofías son
igualmente válidas colocando al cristianismo entre una posición mas de tantas? Esto nos lleva a
abordar aquí el problema del pluralismo y la consecuente relativización que lo acompaña. Pero
antes hay que distinguir entre la actividad pastoral y la misionera. La primera va encaminada a
fortalecer la Fe de los miembros de la Iglesia por el conocimiento de las doctrinas necesarias
para esto. La segunda es el campo profético de la Iglesia que da testimonio cumpliendo el
mandato recibido de hacer presente a Dios en la historia. Lejos de toda relativización, la Iglesia
tiene una misión muy concreta de denunciar como contrarias a la voluntad de Dios todas las
prácticas y doctrinas que no lo hagan presente a la luz de la cruz de Jesús. Cuando grupos
religiosos prediquen un dios ávido de venganza contra los impíos y pecadores, justificador de
imperios y tiranos, la Iglesia ha de levantar su voz profética y declarar que ese dios no es Dios.
Cuando se promueven doctrinas de alguna base bíblica que reniegan de la universalidad de la
cruz por excluyentes, piénsese por ejemplo en la doctrina del “rapto” o en la predestinación de
los elegidos, la Iglesia consciente de su autoridad ha de hacer escuchar su voz magisterial.
Cuando se intente avanzar la causa de la religión por la guerra o la opresión, la Iglesia
antepondrá a Dios quien sufre primero la violencia antes de hacer uso de ella. La tarea es grande
y compleja en todos los campos próximos y lejanos. Las urgencias se apilan interminables pero
hay una que requiere de atención inmediata y es el fundamentalismo religioso. Este corrompe
como nada el rostro de Dios. Su influencia se extiende a todas las religiones monoteístas y tal
vez más allá. Su característica principal es usar a Dios para justificar el imperio. Busca
implementar la teocracia, es decir la autoridad no cuestionada. Por eso hablan de verdades
absolutas. Han de saber que los que abogan por una verdad absoluta es porque quieren gobernar
absolutamente. Bendice la violencia y el poder económico para el logro de sus fines. Se
encuentra en un cristianismo de corte fuertemente capitalista, en un judaísmo sionista y en el
Islam que busca implantar el califato.

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Otra importante consecuencia surgida de este entender la misión de la Iglesia es que la
voluntad de Dios al no ser un código fijo se ha de cumplir en el campo de las circunstancias
históricas constantemente cambiantes. Por eso la Iglesia ha recibido el poder de “atar y desatar”.
Lo que la autoriza a definir y redefinir dogmas, prácticas y sistemas teológicos en cuanto a su
validez doctrinal. Tiene toda la autoridad de declarar textos en cuanto revelados adoptándolos al
canon o eliminándolos de él, como ya lo ha hecho con la biblia. La Iglesia solo está supeditada a
la voluntad de Dios la cual, es cierto al no negar su historia, busca entender y profundizar
siguiendo el tesoro de su tradición en la cual está incluida la Biblia que nació del seno de la
Iglesia y no como pretenden otros grupos religiosos que la Iglesia nace de la Biblia. De aquí se
sigue que en última instancia la autoridad de la Iglesia reside no en la tradición o en la biblia sino
en la sede apostólica. Por eso la Iglesia será pecadora, en constante éxodo, pero nunca herética.
Cuando alguien acusa que la Iglesia abandonó la doctrina contenida en la Biblia y por lo tanto
hay necesidad de reinstaurar la “iglesia verdadera” no conoce la realidad histórica. Además con
esto no se puede escapar a declarar implícitamente que la alianza definitiva e inquebrantable
intentada por Cristo y constantemente actualizada en la celebración de la Eucaristía ha sido un
fracaso. Por lo tanto sin la Iglesia no hay salvación. Toda renovación fuera de la Iglesia o en su
contra es una contradicción en sí misma.

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CAPITULO SEPTIMO

EL REINO DE DIOS, CUESTIONES ADICIONALES.

Se pertenece al Reino de Dios al someterse al señorío del Hijo de Dios en los términos
revelados por él mismo. Dios establece así su reino en medio de los reinos que la humanidad ha
establecido fundamentándolos en sus propios términos lo que la ha llevado a ejercer el poder
sobre la tierra. La Fe nos dice que tal poder es efímero y destinado a su autodestrucción y nos
ofrece la plenitud de la vida eterna que es el culmen de la creación no obstante, está situado más
allá de los límites de nuestra realidad. De este contexto se desprende que ninguna institución o
sistema social será o encarnará el Reino de Dios. Para decirlo con el énfasis del papa Benedicto
XVI: “ningún reino de este mundo es el Reino de Dios, ninguno asegura la salvación de la
humanidad en absoluto”.23 El Reino ha sido instituido por Cristo quien nos llama a su
aceptación. Oramos por su expansión y esperamos su total manifestación. Hablar de “construir el
reino” por el establecimiento de instituciones o sistemas socio-económicos es negar la obra
realizada por Jesús proponiendo implícitamente el establecimiento de la Teocracia; sistema
absolutista que no admite la disidencia justificando la injusticia en nombre de Dios dado que sus
construcciones serán defendidas como queridas por Dios. Se concluye, pues, que o se pertenece
al Reino de Dios o al Reino Temporal del Mundo.

Esto nos lleva a un tema ya introducido anteriormente: “el conflicto cósmico entre Dios y
Satanás” el cual se redefine bajo los opuestos Reino de Dios y Reinos de Este Mundo.

¿Satanás?

Sin entrar en la problemática que plantea la existencia del demonio para una concepción
monoteísta y benévola de Dios planteamos aquí algunas consideraciones que la visión de la
salvación y del Reino de Dios aquí expuestas exige con relación a este tema.

El conflicto, al que se le ha llamado cósmico, se desplaza de un ser mítico, cuyos


orígenes bien se podrían rastrear a la cultura babilónica, a una humanidad rebelde y contraria al
designio de Dios con el propósito de acumular y ejercer el poder en forma irrestricta sin importar
el perjuicio de sus semejantes o de su entorno. La base del pecado, es así, la voluntad de poder y
no la debilidad de la carne o la corrupción de la naturaleza humana. El pecado, desde este punto
de vista, es una acción con un propósito específico y no una fuerza o influencia indeterminada
bajo la cual estaría dominada la humanidad de la cual le sería necesario liberarse. La humanidad
no está dominada por el pecado; domina por el pecado: con las guerras, con el asesinato, con el
robo, con la explotación, con la injusticia, con la mentira. No solo excluye la voluntad de Dios

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sino que además intenta ponerlo bajo su servicio obligándolo a justificar y bendecir sus intereses.
Se construyen entonces dioses manipulables y demonios hacia los que pueda desplazar las
consecuencias culpables de sus propias empresas. Ya no son sus acciones e instituciones el
origen del mal sino que este está en las profundidades del averno. Gracias a la idea del demonio
los ministros religiosos pueden bendecir las instituciones político-religiosas y económicas que
Cristo condenó en la cruz.

¿Concluimos, entonces, que es necesario deshacerse de la idea del demonio? No, solo de
su desmitologización. Satanás es un personaje mítico y en cuanto tal encierra un contenido
válido para nuestra comprensión del mal en el mundo. Al desmitologizarlo y tomarlo por un ente
real los conceptos de Reino de Dios, Salvación y Pecado son gravemente afectados al ser estos, a
su vez, reducidos a meras categorías mitológicas: El Reino de Dios se relega a la otra vida, la
Salvación es liberarse del Pecado el cual, resulta ser una fuerza inmaterial que tiene bajo su
control el destino y la voluntad humana. Por otro lado, manteniendo el mito de Satanás se
alumbra la comprensión del mal en el mundo de una manera que solo esta categoría puede hacer.
Este mito nos habla primero de la unidad y universalidad del mal. Este no se puede concebir
como la simple suma de todos los actos malos en todas las épocas y lugares. Manifiesta, además,
una especie de intencionalidad, una unidad de propósito; parece haber un acuerdo amalgamante
de las voluntades al momento de pecar. Una forma de referirse al demonio accesible a nuestra
mentalidad moderna sería bajo el concepto de “personalidad corporativa”; esto es la
personificación de todos los actos malignos haciendo posible el hablar de El Mal en cuanto
realidad singular. Que esto diera origen a un ente real estaría por discutirse, pero Satanás no ha
de tener una existencia independiente de los actos humanos.

Este mito nos refuerza también en la comprensión de la universalidad de la obra de Jesús


de Nazaret la cual no es una respuesta limitada al imperio romano siendo este solo parte del
concierto del Mal englobante de todas las épocas. En suma, a menos que se logren crear otras
categorías capaces de sustituir el mito de Satanás, este no se puede eliminar sin afectar
seriamente nuestra comprensión de la misión y obra de Jesús de Nazaret.

¿Y el Infierno?

Si Satanás pertenece al mito ¿El infierno pertenece a la misma categoría?


Con el fin de aclarar más los conceptos aquí expuestos es necesario abordar este tema aunque
solo a un nivel de aproximación. Sirva esto para abrir la discusión.

Satanás no es imprescindible para la existencia del infierno el cual se puede concebir


como el estado de los que no pudieron, por elección propia, completar el proceso de la creación
llegando a participar en la plenitud del Reino. El infierno sería aquella humanidad condenada a

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su propia finitud, incapaz de lograr la trascendencia de los Hijos de Dios. No necesariamente un
lugar de tormento propio de los sentidos o de la venganza divina sino el tormento del fracaso
impuesto por el límite absoluto al que está sujeta la criatura que confió en su propio poder.

DE LA IMPOSIBILIDAD DE UNA CONCLUSIÓN.

Terminar este capítulo con el planteamiento de controversias tiene la finalidad de


enfatizar la necesidad de una discusión honesta, de replanteamientos decididos y tal vez
arriesgados. Si la principal preocupación de la teología ha de ser acercarse a la voluntad de Dios
y hacerla presente en nuestra época su tarea nunca se cumplirá definitivamente y esto nos exige
valentía ante el temor de poner en peligro nuestras instituciones y aquellas prácticas con las
cuales nos identificamos. Es tiempo de abandonar la apologética y reconocer que no se puede
hacer teología sin hacer al mismo tiempo un examen de conciencia y reconocer hasta donde
nuestras categorías han ocultado la voluntad de Dios.

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REFERENCIAS:

ANTIGUO TESTAMENTO

1.-http://www.enciclopediacatolica.com/s/salvacion.htm
2.-Catecismo de la Iglesia Católica 1849, 1850
3.-Ratzinger, Joseph. “In the beginning...”Traducción del inglés del autor.
4.-Catecismo de la Iglesia Católica 398
5.-Gerhard Von Rad “Teología de Antiguo Testamento vol. I” pág. 212
6.-Thomas Cahill “The Gifts of The Jews” Véase al respecto los primeros tres capítulos.
7.-Ibíd., p.161
8.-Andrade, Barbara. “Encuentro Con Dios En La Historia” pág. 142
9.-Gerhard Von Rad “Teología de Antiguo Testamento. Vol. I” pág... 225
10. - Ibíd. pág. 232
11.-Ibd., pág. 178-180
12.-Ratzinger, Joseph. “Introduccion to Christianity” pág. 111-112 Traducción del inglés del
autor.
13. - Lawrence Boadt “Reading the Old Testament” pág. 322-324
14.-. - Lawrence Boadt “Reading the Old Testament” pág. 386
15.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II” pág. 331 ver también: Lawrence
Boadt “Reading The Old Testament” pág. 393s.
16.-Xavier Leon-Dufour “Dictionary of Biblical Theology”
17.-Xavier Leon-Dufour “Dictionary of Biblical Theology” (Jerusalem) también véase Gerhard
Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. I” pág. 75
18.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II” pag.149
19.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II” pag.302 y también Lawrence
Boadt “Reading The Old Testament” pág. 426
20.-Xavier Leon-Dufour “Dictionary of Biblical Theology” (Nations) p 382
21.-McKenzie L. John en “The New Jerome Biblical Commentary” (77:151)
22.-Telushkin, Joseph Rabbi “Jewish Literacy” p. 273
23.-Bloom Harold “Jesus and Yahweh, The Names Divine” pág. 47
24.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II pág. 353 y 358
25.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II pág. 211
26.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II pág. 302
27.-R.E. Brown en “The New Jerome Biblical Commentary” (77:152-63)
28.-Ariel S, David “What Do the Jews Believe” p. 228
29.-Gerhard Von Rad “Teología del Antiguo Testamento vol. II pág. 215 y 272
30.-”...no pre-Christian work ever describes a suffering Messiah” R.E. Brown en “The New
Jerome Biblical Commentary” (77:154)

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NUEVO TESTAMENTO

1.- Composición basada en: Sal 22: Lc 20, 14: Lc 18, 31: Mt 27, 42: Jn19, 19: Mc 15, 37
2.-Mateos J. - Barreto J. El Evangelio de Juan p. 773
3.-Klinghoffer David “Why the Jews Rejected Jesus” Cap 2
4.-Klinghoffer David “Why the Jews Rejected Jesus” p. 71 Traducción del autor.
5.-Jeremias, Joachim “Teología del Nuevo Testamento” pág. 88
6.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- “Jesus de Nazaret” Ed. Planeta pág. 58
7.-Jeremias, Joachim “Teología del Nuevo Testamento” ver pág. 267, 242 y 152
8.-Pueden consultarse las siguientes secciones de las obras mencionadas:
Von Rad, Gerhard “Teología del Antiguo Testamento” Ed. Sígueme págs. 141-155,
381-389, 379.
Varios autores “The New Jerome Biblical Commentary” secciones 19:3, 77:114,
77:164, 78:17
9.- Gn 6, 7 Véase además 2 S 24, 17: 1 R 9, 1-9: Jr 18, 7-11
10.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- Jesus de Nazaret pág. 93
11.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- Jesus de Nazaret page. 148
12.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- Jesus de Nazaret pág. 99
13.-Mateos, Juan “El Sermón de la Montaña” en www.servicioskoinonia.org
14.-Catecismo de la Iglesia Católica No. 2544
15.-Jeremias, Joachim “Teología del Nuevo Testamento” pág. 133
16.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- Jesus de Nazaret pág. 115
17.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- “Introduction to Christianity” pág. 111 y también
Jesus de Nazaret peg. 69
18.-Barton, John and John Muddiman, the Oxford Bible Commentary, (London: Oxford
University Press) 2001
Varios autores “The New Jerome Biblical Commentary” secciones 41:77 y 42:132
Tresmontant, Claude “La Doctrina de Yeshúa de Nazaret” pág. 121
19.-El problema protestante de la “salvación por la sola fe o las obras” se vuelve inexistente.
20.-Se encuentra este paralelismo entre Salvación y Creación en Isaías. Von Rad, Gerhard
“Teología del Antiguo Testamento vol. II” págs. 302-303
21.- Catecismo de la Iglesia Católica. 766
22.-Juan Pablo II “Carta Encíclica Sobre La Eucaristía”
23.-Ratzinger, Joseph -Benedicto XVI- Jesús de Nazaret pág. 69

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