2 Suplemento especial
Autonomía universitaria y
creación de la Facultad de
Humanidades
Margarita Carrera
E
l 16 de septiembre de 1944 cumplí quince
años de edad. Ya por entonces, habién-
dome graduado de secretaria comercial y
taquimecanógrafa, trabajaba al lado de mi
primo, el doctor Antonio Goubaud Carrera (crea-
dor del Instituto Indigenista), en una de las ins-
talaciones, aquí en Guatemala, de la Institución
Carnegie de Washington. Por aquella época fungía
como presidente el general Ponce Vaides, quien
continuaba la política dictatorial de Jorge Ubico.
En los cargos gubernativos proseguía la mayoría
de los servidores del ubiquismo, por lo que el
pueblo de Guatemala continuaba organizándose
en su lucha a favor de la libertad. En tal actividad
destacaban los estudiantes universitarios. Dos
meses antes, el 3 de julio, los estudiantes habían
sometido al conocimiento del gobierno provisio-
nal de Ponce una serie de puntos, dentro de los
cuales destacaba el otorgamiento de la autono-
mía universitaria, la revisión de las autoridades
y docentes de la Universidad y el goce de garan-
tías y derechos democráticos. Tal documento
fue entregado a Ponce por una delegación estu-
diantil y otra del magisterio nacional. En apoyo
a las demandas estudiantiles se pronunciaron in-
telectuales del calibre de Enrique Muñoz Meany.
Éste había escrito un artículo periodístico en el
cual destacaba que “(...)En ningún país civilizado
se aplica a los institutos y escuelas normales la
organización y métodos propios de los centros
militares (...)”. Pero Ponce no accedía a la desmi-
litarización total; tan sólo se limitaba a atenuar la
rigidez disciplinaria.
Por ese entonces, mi madre albergaba a
estudiantes universitarios como huéspedes. És-
tos (como era natural) formaban parte de la nue-
va juventud revolucionaria. Yo misma había
asistido a la manifestación del 25 de junio,
cuando cientos de jóvenes, mujeres y
hombres, vestidos de negro,
protestamos contra Ubi-
co. Mi madre, sobre
todo, odiaba a Ubico
y luego a Ponce. Mi
pensamiento revo-
Guatemala, 1 de diciembre de 2006
lucionario, del cual nunca he claudicado, se for-
jó, así, desde mi adolescencia. El ambiente de
mi casa era altamente idealista y nadie pensaba
en sí mismo sino en aquella nueva patria que se
quería construir. En la primera quincena de sep-
tiembre había hecho su entrada a Guatemala el
doctor Juan José Arévalo (un profesor humanis-
ta) como candidato a la Presidencia, postulado
por el Partido de Renovación Nacional. Todos
fuimos a darle la bienvenida, henchidos de fer-
vor patrio. Mi madre se enamoró de aquel joven
alto, robusto y bien parecido. Y no sólo ella. Los
estudiantes universitarios todavía se mantenían
unidos ante cualquier dictadura. La nueva Junta
Directiva de la Asociación de Estudiantes Univer-
sitarios, que fungía a partir del 15 de septiembre
de 1944, tuvo una destacada participación en el
movimiento libertario del 20 de octubre de 1944.
La unidad de todos los sectores estudiantiles,
profesionales, maestros y obreros logró la gran
alianza que apoyó a la Junta Revolucionaria de
Gobierno, formada por Jacobo Arbenz Guzmán,
el ciudadanos Jorge Toriello y el mayor Francisco
Javier Arana. Y fue esta junta la que otorgó la
autonomía universitaria al emitir el Decreto No.
12, de fecha 9 de noviembre de 1944. El artículo
1o. indicaba que “La Universidad Nacional de San
Carlos, con sede en la capital de la República, es
autónoma en el cumplimiento de su misión cien-
tífica y cultural, y en el orden administrativo”.
La Universidad fue conformada por las
siguientes Facultades: Ciencias Jurídicas y Socia-
les; Ciencias Médicas; Ciencias Naturales y Far-
macia; Ingeniería; Odontología; Humanidades.
El Decreto No. 12 entró en vigor el 1o. de diciem-
bre de 1944, fecha establecida como “Día de la
Autonomía Universitaria”.
Sería la Facultad de Humanidades la que
me atraería más. Ya por entonces, aunque aún no
me había graduado de bachiller, pues mi madre
me obligaba a trabajar en la Institución Carnegie,
dedicaba mis horas libres a leer aquellas novelas
que me apasionaban y por las que podía huir de
la realidad que me limitaba. La Facultad de Hu-
manidades estaba ubicada en una casona de la 9a
avenida, entre 13 y 14 calles de la actual zona 1.
Siempre que podía, asistía a conferencias de emi-
nentes humanistas extranjeros, invitados por la
Facultad. Para mí no había felicidad más grande
que asistir a tales eventos. Cuando por fin pude
graduarme de bachiller, entré de inmediato a la
Facultad. Sentía especial inclinación por las carre-
ras de Letras y Filosofía. Por fin escogí Letras,
pero sin abandonar del todo Filosofía. El 5 de
julio de 1957 me gradué de licenciada en Letras.
Primera mujer que alcanzaba tal título académi-
co. El 1o. de diciembre de ese mismo año, se me
nombró para pronunciar el discurso en nombre
de los graduandos. Tal acontecimiento tuvo lu-
gar en el actual Paraninfo Universitario.
Muchos años más tarde, cuando fungía
como jefa de Relaciones Públicas, en la época
del rectorado del doctor Rafael Cuevas del Cid,
al conmemorarse un año más de la Autonomía
de la Universidad de San Carlos, estuve encargada
de los preparativos para entregarle al ciudadano
Jorge Toriello un diploma en donde se le reco-
nocía como uno de los autores de la Autonomía.
Recuerdo que el acto se llevó a cabo en la parte
de atrás de la Rectoría. Yo iba y venía, tratando de
atender a las múltiples personalidades que asis-
tieron. Un trabajo que desempeñaba con mucha
alegría. Confieso que amo la Universidad que me
forjó como profesional; siempre he pertenecido
a mi Alma Mater. En el año 2000, tuve la honra
de recibir la Medalla Universitaria. Crecí bajo los
dictados de la Revolución de Octubre de 1944; me
forjé bajo el alero de la Universidad de San Carlos
de Guatemala.
Datos y fechas históricos: Augusto Cazali Ávila, Historia de la
Universidad de San Carlos de Guatemala: época republicana
(1821-1994), Guatemala: Edit. Universitaria, 2001.
Margarita Carrera: escritora y Premio Nacional de Lite-
ratura.
Edificio de la Facultad de Humanidades.

Estudiantes en un laboratorio universitario.
E
l tema de la Autonomía Universitaria se
consagra en la Constitución de Guatemala
promulgada en 1945, como producto de
la Revolución de 1944. Por su parte, en
esa época, el Congreso de la República emitió las
Leyes Orgánicas de la Universidad y la de Colegia-
ción obligatoria para los graduados en el ejercicio
de su profesión.
El sentido de la autonomía ha sido valo-
rado como un reconocimiento. Efectivamente, el
gobierno revolucionario reconoce el involucra-
miento de los y las universitarios/as en las luchas
ciudadanas por alcanzar la democracia en este
país. Políticamente hablando, se da crédito a tal
participación, la vida ciudadana discurría parale-
lamente a la de la universidad. En atención a la
normativa que regula la autonomía es necesario
reconocer que ésta se produce en un marco de
total libertad organizativa y se funda en princi-
pios democráticos importantes de resaltar. A ma-
nera de ejemplo: el ejercicio ciudadano de elegir
democráticamente a sus autoridades a través de
cuerpos electorales, en donde la comunidad uni-
versitaria participa comprometida y activamente.
La posibilidad de ser electo/a y elegir autorida-
des, amplía el horizonte al discernimiento sobre
quién o quiénes llenan las mejores calidades para
el honroso cargo de Rector/a de la Universidad,
Decanos/as de Facultades, Directores/as de Es-
cuelas y Directores/as de Centros Regionales.
El principio de libertad también es atinen-
te al concepto de autonomía, referencia expresa a
la elección de su personal docente, en donde la
calidad profesional y los valores éticos han sido
fuente de atención y preocupación constante para
la comunidad universitaria. Se trata de elegir per-
sonal docente y de investigación a partir de méri-
tos y por oposición; los sistemas que en esa línea
se han puesto en marcha, fundamentalmente en
los últimos años, dan cuenta de los esfuerzos de
velar por preservar la calidad por encima de las
posiciones clientelares o politiqueras. En corres-
pondencia con lo anterior, la carrera universitaria
y los ascensos también tienen como referente el
tema de la calidad.
La autonomía responsabiliza al Estado
frente a la universidad, en términos de ser el ga-
Guatemala, 1 de diciembre de 2006
Autonomía
Universitaria
Margarita Castillo Chacón
rante en la asignación de fondos, los cuales son
manejados por el Consejo Superior Universitario,
máximo órgano de decisión política de nuestra
casa de estudios. La ejecución de dichos fondos
ha significado para la universidad el reto del uso
eficiente, honesto, pertinente y adecuado de és-
tos, toda vez que existe el compromiso de formar
profesionales de alta calidad académica capaces
de incidir en los problemas nacionales, con pro-
puestas viables, factibles y responsablemente
formuladas. En esa línea, todas las unidades aca-
démicas y la universidad en su conjunto deben
ser ejemplo de transparencia en el manejo y uso
de los recursos que llegan a ella a través de la re-
caudación impositiva a los ciudadanos; así que el
tema o asunto de rendición de cuentas, debe ser
su mejor baluarte.
La autonomía universitaria también abre
las puertas a la participación estudiantil; ejerci-
cios de elección de cuerpos electorales, para au-
toridades y aquellos para elegir representantes a
la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU)
y para las asociaciones por unidad académica,
dan muestra del comportamiento y del valor cívi-
co impulsado por generaciones jóvenes, quienes
en el futuro serán los profesionales egresados de
la universidad. Toda esta ejercitación ha tenido
como telón de fondo la prevalencia de valores
democráticos de participación ciudadana, con lo
cual se fortalece el sentido de la democracia en
este país. La convocatoria a la elección de auto-
ridades se amplía a egresados a través de la par-
ticipación en los procesos eleccionarios en sus
respectivos Colegios Profesionales. En todo caso,
el espíritu de estas fiestas cívicas siempre deberá
ser: elegir a los y las mejores autoridades, es de-
cir, a aquellos/as profesionales de sólida forma-
ción, comprometidos/as con estándares de alta
calidad académica y con los principios ético pro-
fesionales; capaces de ofrecer a sus electores/as
y a toda la comunidad universitaria un proyecto
estratégico cuya gestión se oriente a promover la
incidencia y la propuesta de la universidad en los
asuntos nacionales, para contribuir al desarrollo.
Sugiere en consecuencia, un compromiso autén-
tico con la formación y preparación, por parte
de quienes asumen la conducción de las diversas
unidades académicas, también de sus equipos de
colaboradores/as. Ese compromiso y responsa-
bilidad son extensivos a aquellos/as estudiantes
que son elegidos/as para representar, a través de
Suplemento especial 3
sus asociaciones, a la comunidad estudiantil.
Conceptual, metodológica y políticamen-
te hablando la autonomía universitaria tiene ac-
tualidad, es decir, está vigente, desde ella se sien-
tan las bases y los principios para construir un
modelo de universidad en consonancia con las
nuevas exigencias y desafíos en los planos eco-
nómico, político y social que plantea el escenario
mundial. Desde una visión sistémica, su modelo
de gestión debe tomar en cuenta los avances tec-
nológicos y del conocimiento a nivel mundial y en
ello considerar la importancia de la asociatividad
estratégica, traducida en redes y sistemas de in-
tercambio y cooperación.
El gran potencial de la Universidad de
San Carlos lo constituye su recurso humano, sus
capacidades académicas, técnicas, científicas y
financieras; es responsabilidad, entonces, de sus
autoridades, personal docente y de investigación
y personal administrativo contribuir a una ges-
tión cuyos resultados se orienten a la calidad
académica y se basen en la ética y el servicio y
proyección social. La autonomía universitaria
es el telón de fondo del modelo pedagógico que
debe implementar la universidad, el cual deberá
promover y proyectar una cultura de paz. La in-
vestigación científica como fuente de producción
y recreación de conocimiento, es otro de los gran-
des compromisos de la universidad y es, precisa-
mente, la autonomía universitaria la que abre las
puertas a producirlo sin cortapisas e intereses de
carácter político. Se erige, la universidad, en cen-
tro de producción, divulgación y promoción de
los resultados de la investigación científica en los
diversos ámbitos de la vida nacional, su historia
da cuenta de ello.
Así pues, a manera de cierre y no porque
con ello se agote el análisis, cualquier proyecto
político académico de universidad deberá basar-
se en los principios reguladores de la autonomía
universitaria. El secreto, en todo caso, está en dar-
les vida a través de una propuesta cuyo norte cla-
ro sea: contribuir sustantivamente al desarrollo
democrático y sustentable de este país.
Margarita Castillo Chacón: in-
vestigadora del Instituto de
Investigaciones Políticas
y Sociales (IIPS), Escue-
la de Ciencia Política,
USAC.
4 Suplemento especial
Revolución-Autonomía
de la Universidad
Alfonso Bauer Paiz
E
l 1 de diciembre del presente año, se cum-
ple el sexagésimo segundo aniversario de
la Autonomía de la Universidad de San
Carlos de Guatemala (USAC) y, asimismo,
el centenario del nacimiento de su primer Rector,
el Dr. Carlos Martínez Durán. Con motivo de la
efeméride patriótica y cultural de la Autonomía
de la USAC, el señor Rector de la Universidad, Lic.
Estuardo Gálvez, me ha encargado escribir una re-
memoración de este trascendental acontecimien-
to. Distinción que agradezco profundamente.
La Universidad estatal de Guatemala nun-
ca había sido autónoma, desde su fundación, por
Real Cédula de 31 de enero de 1676, con el nom-
bre de Real Universidad de San Carlos, en honor
al monarca Carlos II, quien autorizó su creación.
Diez años más tarde, además de ser Real, también
pasó a ser Pontificia. En consecuencia, era depen-
dencia de la Corona española y, todos sabemos
que el Sumo Pontífice es el Papa. Por lo tanto, la
Universidad de San Carlos era súbdita del Imperio
hispánico y del Vaticano. Después de la Indepen-
dencia de España, la Universidad dejó de ser Real
y Pontificia y se convirtió, a partir de la Reforma
Liberal de 1871, en Universidad Nacional de Gua-
temala, sometida por muchos años al servicio de
incultas y rudas dictaduras.
Durante el gobierno despótico del ge-
neral Jorge Ubico, el presidente de la República
decidía los nombramientos de las personas que
laborasen en la Universidad Nacional, desde los
más humildes ujieres, pasando por los empleados
administrativos, el personal docente, los Decanos
de las Facultades hasta la autoridad máxima: el
Rector.
A partir del 20 de octubre de 1944, la
Junta Revolucionaria de Gobierno (JRG), integra-
da por el ciudadano civil Jorge Toriello Garrido, y
los ciudadanos militares Francisco Javier Arana
y Jacobo Árbenz Guzmán, debidamente ase-
sorados por profesionales e intelectua-
les patriotas y competentes,
de la inquieta generación
de los años treinta del
siglo pasado, como el
secretario de Estado
en el Despacho de
Guatemala, 1 de diciembre de 2006
Educación Pública, Dr. Jorge Luis Arriola, apenas
algunos días después del triunfo revolucionario
–el 9 de noviembre-- dictaron el Decreto 12 de
la JRG, el cual fundamentaron en el hecho que,
uno de los anhelos más legítimos de los sectores
intelectuales del país era la reorganización de la
Universidad Nacional de manera que correspon-
diese a las realizaciones de auténtica cultura que
el pueblo esperaba de ella. Y también por la de-
cisión de estudiantes y profesionales dignos, de
instituir la Autonomía Universitaria para poner
al alma mater a salvo de las agresiones dictato-
riales que la habían convertido en mera fábrica
de profesionistas, donde la libre investigación era
anulada, y el pensamiento perdía toda eficacia, al
quedar bajo control de la eterna dictadura hasta
en sus mínimos detalles.
El histórico Decreto 12 de la JRG dispu-
so: a) La autonomía de la Universidad Nacional
de San Carlos, para el cumplimiento de su misión
científica y cultural y en el orden administrativo;
b) otorgarle personalidad jurídica necesaria para
el desarrollo de sus fines, adquirir bienes, con-
traer obligaciones y ejercer toda clase de accio-
nes; c) la nómina de Facultades que la integran; d)
que el Ejecutivo dispondrá la manera de asegurar
la autonomía económica de la Universidad Nacio-
nal.
En su discurso de toma de posesión de
la Rectoría, en marzo de 1945, el Dr. Carlos Mar-
tínez Durán escribió reflexiones y criterios suyos
aleccionadores. Por ejemplo:
“Justo es recordar la palabra docta de los
maestros Tácito Molina y Carlos Federico Mora,
y las palabras no menos doctas de muchos es-
tudiantes, como Castro y Morales y Manuel Cha-
varría, todas vibrantes en favor de una renova-
ción que devolviera a esta Academia nobilísima
la libertad que le arrebataron las leyes de Rafael
Carrera y la famosa Ley Soto del liberalismo, que
la convirtieron en vulgar universidad de tipo na-
poleónico, aherrojada a la burocracia y a las dic-
taduras”.
“(…) La esencia de la Universidad consis-
te en la libertad de enseñar y de aprender. Esta
condición es el eje sobre el cual gira su función de
transmisora de la cultura”.
“(…) Ha llegado la hora de la rebeldía con-
tra nosotros mismos, la hora de la autenticidad y
de la justa valoración. Tenemos el urgente deber
de vertebrar la cultura nacional y de comenzar
nuestra historicidad, con valores tradicionales y
filosóficos elaborados interiormente, partiendo
de nuestra vida propia y auténtica”.
“Sólo (…) evitando dogmatismos y des-
pertando vocaciones, podremos convertir a nues-
tra Universidad en centro de investigación cientí-
fica, apto para ofrecer algo a la ciencia universal,
y más que todo para servicio de nuestros propios
problemas, resueltos de acuerdo con la ciencia”.
“Todo nuestro acervo cultural, maya o
colonial, está pidiendo su valoración y clasifica-
ción (…) Hace tiempo que en nuestra Universidad
se agitaron inquietudes en pro de una Facultad de
Antropología. Un Instituto anexo a la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales, podría crearse y se-
ría dirigido por algún especialista guatemalense.
Relacionado íntimamente con el Instituto Indige-
nista. Fomentaría el estudio del homo guatema–
lensis y daría orientaciones y soluciones científi-
cas a nuestros más graves problemas que deben
ser vistos a través de una transparente realidad
psíquica y telúrica”.
¡Y pensar que sesenta años después aún
falta mucho para terminar el necesario estudio
del homo guatemalensis!
Y terminó su discurso dirigiéndose a los
estudiantes:
“Animado de amistad fraterna, os pido,
estudiantes, que cuando reclaméis un derecho,
no olvidéis que unido a él está un deber y una
responsabilidad. Estad seguros de mi colabora-
ción en vuestras nobles causas y necesarias aspi-
raciones”.
“(…) Os ofrezco consagrar lo mejor de
mis energías a favor de esta noble Universidad de
San Carlos, y en provecho de la cultura de Guate-
mala”.
Es imprescindible rendir justo homena-
je tanto al Rector Martínez Durán, como al joven
académico y jurista José Rölz Bennet, quien fue
de los artífices de la nueva Universidad de San
Carlos, a quien se debe un serio estudio que él
denominó “Ensayo de la Definición de la Univer-
sidad”, la cual en párrafo conclusivo continúa te-
niendo plena validez. Dice:
“La Universidad es una institución cul-
tural de educación superior que, en función de
libertad, tiene como objetivos primordiales, la
plena formación humana de sus integrantes, la
creación del saber y su transmisión en forma
más eficaz; el fomento de las superiores expre-
siones científicas, artísticas y técnicas del espíri-
tu y la reunión de sus realizaciones; el estudio y
la revelación de las realidades y de los estados de
conciencia nacionales, con objeto de poder servir
a la comunidad en sus más altas finalidades so-
ciales”.
Bajo los auspicios del presidente Juan
José Arévalo se estructuró la Facultad de Humani-

dades, sueño que alentaba desde la década de los
años treinta del siglo pasado. Consideraba que
la Universidad estaba en deuda con la juventud.
Le hacía falta esa cátedra desde la cual las voca-
ciones humanísticas pudieran ser disciplinadas y
afinadas. Se proponía que la Facultad de Huma-
nidades multiplicara, en la juventud, figuras mo-
rales al servicio de la República.
Era tal el prestigio de la autónoma USAC
que, en septiembre de 1949, universitarios de
Nuestra América, es decir de los países indo-
afro-hispanoamericanos, decidieron celebrar en
Guatemala el Primer Congreso de Universidades
Latinoamericanas, planificado por el presidente
Arévalo, el Rector Martínez Durán y el ministro
de Educación, Dr. Raúl Osegueda. Congreso en el
que fue creada la Unión de Universidades Latinoa-
mericanas. Al respecto, el Dr. Arévalo comentó:
“Guatemala se creció aún más ante los intelectua-
les de América por este suceso que se encuadraba
muy bien en los predios de la cultura revolucio-
naria”. Y, en nota a pie de página, relata en su
libro Despacho Presidencial que, años después, en
1976, el vicerrector de la Universidad de Kansas,
refiriéndose a ese Congreso de Universidades La-
tinoamericanas, le manifestó su sorpresa de que
la pequeña Guatemala se anticipara a grandes na-
ciones como Argentina y México en la coordina-
ción continental de la cultura superior.
Otro universitario de prestigio, Augusto
Cazali Ávila, en el artículo “La Autonomía Uni-
versitaria. Perspectiva Histórica”, publicado en la
obra Pensamiento Universitario-Enfoque Crítico
(Editorial Universitaria, Guatemala, 1977), nos
dice:
“Compartimos plenamente el punto de
vista de que la condición autónoma no es sólo
presupuesto fundamental para la vida universi-
taria, sino compromiso de eficiencia y de servi-
cios”.
“Hemos afirmado por ello, en relación con
la Universidad de San Carlos de Guatemala, que:
La autonomía no la concebimos como una dádiva
de los gobiernos centrales, sino como condición
básica para que nuestras universidades puedan
desarrollar con libertad sus fines propios. A la
vez constituye un compromiso para el esfuerzo
permanente de lograr que la institución universi-
taria retribuya a su pueblo con una efectiva fun-
ción de transformaciones sociales”.
Durante la década de la Primavera Demo-
crática, la USAC se esforzó por conducirse de esa
manera, aunque no dejó de verse asediada por
sectores universitarios de estirpe aristocratizan-
te que pugnaban por adueñarse de la conducción
académica, a fin de utilizar la Universidad para
sus egoístas intereses.
No obstante, es una verdad histórica que
en aquella década —de 1944-1954— los profe-
sionales egresados de la USAC confiaban en sí
mismos y en sus capacidades. Recuerdo que, por
motivos políticos, el presidente Arévalo, ante la
rebeldía de los ingenieros encargados de la cons-
trucción de las instalaciones deportivas del Esta-
Guatemala, 1 de diciembre de 2006
dio Nacional, encabezados por el coronel Juan de
Dios Aguilar, que se negaban a terminar la obra
para sabotear la administración gubernativa, to-
dos de derecha, los tuvo que destituir y nombrar
ingenieros izquierdistas, cuyo líder, el recién
graduado ingeniero Ángel Martínez Franco, con-
tinuaron exitosamente los trabajos de construc-
ción y ahí está, todavía, medio siglo después, el
majestuoso Estadio de la Revolución o Mateo Flo-
res. Pues bien, tanto el equipo de profesionales
del Ing. Juan de Dios Aguilar, como el de su co-
lega Martínez Franco se había opuesto a que se
contratara a una empresa extranjera para realizar
la edificación de las instalaciones deportivas y,
pensaban, si durante la dictadura ubiquista, con
obreros, profesionales y técnicos chapines se ha-
bían erigido media docena de palacios, ¿por qué
no vamos a ser nosotros y operarios guatemalte-
cos, quienes edifiquemos el estadio?, ¿qué nece-
sidad hay de importar técnicos y mano de obra o
de contraer deuda externa para pagar a empresas
extranjeras? Esa era la moral que campeaba en el
alma mater, de aquellos transparentes tiempos.
Sin embargo, connotados universitarios,
como el Dr. Carlos González Orellana, de la Fa-
cultad de Humanidades e insigne pedagogo, sin
dejar de reconocer las conquistas logradas por
la USAC, entre ellas la de la democracia interna,
la libertad de cátedra, y la participación de es-
tudiantes, docentes y autoridades universitarias
en la creación legal e institucional de servicios
públicos tan importantes, como la fundación de
la Banca central, la promulgación del Código del
Trabajo y de la jurisdicción privativa laboral, la
instauración de la Seguridad Social, etc., etc., au-
tocráticamente señala: “La Universidad no obs-
tante la desproporción entre los servicios que
prestó a los graduados y los que éstos le retri-
buyen, no ha exigido nunca trabajo social a sus
miembros. No hay campañas rurales de enverga-
dura, ni suficiente investigación sobre la realidad
física y humana del país. Consecuentemente, ni
Jacobo Árbenz Guzmán.
Suplemento especial 5
la Universidad como institución ni sus grupos de
egresados están en capacidad plena de contribuir
científicamente a la integración de la nacionali-
dad y a la solución de las necesidades de una po-
blación mayoritaria con la que no han convivido y
que desconocen casi totalmente”. (Véase Historia
de la Educación en Guatemala, Editorial José de
Pineda Ibarra, Guatemala, 1970, p. 457.)
Después del derrocamiento del presiden-
te democrático y constitucional Jacobo Árbenz,
por la intervención imperialista estadounidense
y la traición del alto mando del Ejército Nacio-
nal, tanto estudiantes como profesionales de la
USAC y, en diversas ocasiones, sus autoridades
administrativas y Consejo Superior Universitario,
han luchado con firmeza en defensa de los dere-
chos humanos, en contra de la militarización del
país y del terrorismo de Estado, así como a favor
de la preservación de la soberanía nacional y del
resguardo de los recursos naturales renovables y
no renovables y en contra de la discriminación,
principalmente étnica, en perjuicio de la pobla-
ción maya.
Sin embargo, a partir de la Constitución
vigente (la de l985), que en el capítulo II, Dere-
chos Sociales, del Título II, Derechos Humanos,
Sección Quinta, Universidades, contiene disposi-
ciones inspiradas en la antisocial filosofía política
del neoliberalismo, impuesta por el plan de do-
minación continental y mundial de la guerrerista
potencia norteamericana, que clavan una puña-
lada por la espalda a la USAC, para propiciar el
engrandecimiento de las universidades privadas.
En la segunda mitad del siglo pasado, primero
emergieron las universidades confesionales, una
de la Iglesia Católica y, más tarde, otra de de-
nominación evangélica. Pero, por designio de la
política exterior de la Casa Blanca, y en el marco
de la privatización de la educación superior, que
garantiza la Constitución Política de la Repúbli-
ca, ha sido autorizado el funcionamiento de un
puñado de universidades propiedad de capitalis-
tas nacionales y de empresas transnacionales, las
cuales están exoneradas del pago de impuestos,
y que más que servir a los intereses nacionales lo
hacen en beneficio de sus propios intereses.
Urge, en consecuencia, que tanto el Rec-
tor, como el Consejo Superior Universitario, y
todos los carolingios, estudiantes, maestros y
personal administrativo de la USAC, cumplamos
con nuestro deber de salvar la noble y generosa
tradición sancarlista, en bien de la cultura y digni-
dad nacionales, asumiendo la rectoría de la edu-
cación superior en nuestra patria, acompañados
por nuestra heráldica ave —el quetzal—, para
remontar el vuelo “más alto que el águila real”.
Alfonso Bauer Paiz: investigador del Institu-
to de Investigaciones Económi-
cas de la Facultad de Cien-
cias Económicas, USAC.
 6 Suplemento especial
Autonomía del
pensamiento
y misión
universitaria
Carlos Martínez Durán
V
engo ante vosotros con la emoción de una doble
sencillez: sencillez del universitario que nunca
creyó llegar a este alto y honroso puesto, pues
sus años y méritos no están en armonía con
tan elevada distinción; sencillez del hombre que sin ata-
duras con el pasado político de Guatemala, siente en toda
su trascendencia y pujanza lo viril de la responsabilidad
que adquiere, y que ajeno y por encima de todos los pre-
juicios y debilidades humanas, se compromete a dignificar
la Universidad de San Carlos, que, gloriosa en el pasado, se
avergüenza de no ser en el presente lo que sus blasones
atestiguan en la historia.
Os ofrezco mantener incólumes la libertad y auto-
nomía universitarias, que en hora felicísima para nuestra
cultura nos legó la revolución del 20 de octubre, cuyos
principios nobles y austeros se fincan en lo mejor de nues-
tro pueblo, y en lo mejor de nuestra juventud, que sabrá
respetarlos y hacerlos eternos, en beneficio de una patria
auténtica, grande, libre y culta.
Al tomar posesión del honroso e inmerecido cargo de
Rector, debo preguntarme qué he hecho para merecer la
confianza de un numeroso sector universitario. Solo, frente
a la intimidad de mi conciencia, únicamente he encontrado
una virtud que me amerite: el inmenso amor, devoción y
simpatía que he profesado a esta Universidad, cuyo nombre
y tradiciones he dado a conocer a las generaciones presen-
tes de nuestra América. En un amor así, verdadero “primo
amore”, no caben miedos, dudas o vacilaciones.
¿Qué galardón podría yo alcanzar que fuese superior
a este que hoy se me brinda para construir en el presente
la reforma universitaria, dejando su trayectoria disparada
hacia el futuro?
Si con fervor me dediqué a la Historia en épocas ti-
ránicas propicias al negativismo, confirmando aquel decir
que nombra a la Historia como consuelo de afligidos, y al
pasado como tiempo mejor, frente a la angustia de la
existencia vil, ¿cómo no había de poner un nuevo y
sagrado fervor al servicio de una reforma ur-
gente e imprescindible que habrá de
darnos la Universidad que quere-
mos, construida a la altura del
tiempo y de acuerdo con la
realidad nacional?
Mucho tengo que deciros en
esta ocasión; seré breve y hablaré de lo fundamental.
Estad seguros que durante mi rectorado habrá una to-
lerancia perfecta y serena, auténtica y sin disfraces para
todas las ideologías, pues hace tiempo conozco y admiro
aquel principio fundamental de toda reforma universitaria:
“La libertad de enseñar por parte de los profesores y la de
aprender por la de los estudiantes”. Este lema, quintaesen-
cia de la vida universitaria, habrá de añadirse al propio: “Id
y enseñad a todos”, que en buena hora escogió el viejo Rec-
tor doctor Guerrero.
Toda revolución y reforma implica rebeldía, revisión
de valores y crítica constructiva. Vuelven a mi memoria, cla-
ras y nítidas, mis horas de estudiante, horas de inquietud
vividas intensamente hace 20 años en pro de una Reforma
Universitaria, vislumbrada fugazmente, y ahogada pronto
por la política enemiga de la cultura.
Justo es recordar la palabra docta de los maestros Tá-
cito Molina y Carlos Federico Mora, y las palabras no menos
doctas de muchos estudiantes, como Castro y Morales y
Manuel Chavarría, todas vibrantes en favor de una renova-
ción que devolviera a esta Academia nobilísima la libertad
que le arrebataron las leyes de Rafael Carrera y la famosa
Ley Soto del liberalismo, que la convirtieron en vulgar uni-
versidad de tipo napoleónico, aherrojada a la burocracia y a
las dictaduras.
Hace más de dos décadas, cuando conocimos la re-
forma iniciada en Córdoba por los estudiantes de la post-
guerra, cuando nos llegaron las incitaciones del maestro
Alfredo L. Palacios, y las reformas extremistas y radicales
de la juventud peruana, cuando la voz de los estudiantes
mexicanos y cubanos se hacía un solo grito por la elevada
cordillera americana, sentimos en carne viva lo profundo de
aquella rebeldía que también a nosotros nos llamaba. Nada
pudimos hacer entonces, tampoco somos responsables del
fracaso. Creo tener alguna experiencia, teórica y vivida, en
estos problemas universitarios. Los años han pasado sedi-
mentando violencia, morigerando pasiones, equilibrando
reformas; todo ello habrá de servirnos para darnos normas
y consejos, aprovechando experiencias ajenas, y evitando
inmediatos fracasos y radicalismos ciegos.
Aunque temo caer en lugares comunes, quiero expre-
saros cómo entiendo la misión de la Universidad, y cuáles
han de ser los lineamientos y horizontes de mi programa
sin olvidar aquellos temas nacionales, que deben ser mate-
Guatemala, 1 de diciembre de 2006
ria de indagación predilecta.
Creo en el sentido clásico, que la misión fundamental
de la Universidad consiste en ofrecer una imagen del mun-
do, su horizonte va en pos de la verdad del mundo y del
hombre. En sus aulas, al influjo de la comunión sagrada
entre maestros y discípulos, al calor del diálogo educacio-
nal, y a la luz del espíritu, se ofrece a los hombres un modo
de vida, una manera de pensar, en otras palabras, se forja
la conducta moral y la verdadera cultura. El mundo actual,
materialista y técnico está infestado de sabios incultos, casi
diríamos bárbaros, y de profesionales mancos, tristemente
limitados por diplomas técnicos. La universidad colonial,
construida a la altura de su tiempo, ignorante de la cien-
cia experimental, daba antes que nada: cultura, esquemas
espirituales de la existencia. Limitada por el mundo y la
época que la rodeaban, llegó agonizante en nuestra época
independiente, y a partir de ella, murió para la misión de
transmitir la cultura, quedando reducida a la fábrica vulgar
de profesionales incultos, que ni siquiera tenían la prepara-
ción científica adecuada, ofrecida en centros de investiga-
ción y en seminarios propicios.
Dije anteriormente que creía con profunda convicción
que la esencia de la Universidad consiste en la libertad de
enseñar y de aprender. Esta condición es el eje sobre el cual
gira su función de transmisora de la cultura. Sin despreciar
el ambiente nacional y las costumbres defectuosas de nues-
tra vida, conociendo el error de la imitación, y temiendo
soñar —el sueño lleva el despertar—, ansío para nuestra
Alma Mater, en futuro próximo o lejano, aquella libertad
que caracterizó a la universidad alemana durante el Impe-
rio, y que la hizo auténtico hogar de la autonomía del pen-
samiento. Jamás el Estado intervino en sus enseñanzas, aun
en aquellas que eran fatales para su vida. En la Universidad
de Oxford no hay frías reglamentaciones, ni programas con-
Década tras década, la conmemoración de la Autonomía ha sido un acto universitario trascendental.
venidos y estáticos, ni aun autoridades; y sin embargo, allí
se forja una cultura, allí se forman hombres, en el sentido
puro de la palabra. “Ser hombre, es en la tierra dificilísima
y pocas veces lograda carrera”, comentaba el excelso Martí.
Quizás no podamos nunca igualar aquellas normas, inse-
parables de la psicología racial, pero debemos hacer algo
por la autonomía del pensamiento y por la formación de
la primera dimensión de la cultura: “La cultura vertical o
subjetiva”, para llegar luego a la proyección de ésta, o sea,
“La dimensión horizontal”.
Para realizar la función capital de dar y transmitir cul-
tura, poniéndonos en la medida de los hechos y aptitudes
propias, daremos el máximo empuje a la Facultad de Huma-
nidades, contando con el apoyo decidido del Presidente de
la República, doctor Juan José Arévalo, quien como doctor
en Humanidades, sabrá mejor que ninguno brindar la máxi-
ma ayuda para la cultura patria.
Pienso en mis funciones de Rector, traer, además de
los profesores fijos ya contratados para la enseñanza de las
letras y filosofía, dos o más profesores de todos los países
de América, para que mensualmente nos dicten cursillos
en todas las disciplinas del espíritu, contribuyendo así a
nuestro despertar, al fomento de inquietudes perennes, y al
intercambio cultural que borre para siempre la divisa que
nos exhibe como los Estados desunidos de América. No nos
importa gastar con exceso el poco dinero que poseemos,
pues todo será para defender “el derecho que tiene Guate-
mala para ser una nación culta”.
Yo os invito, profesionales y estudiantes, a ingresar a
la Facultad de Humanidades. Elevemos así la cultura sub-
jetiva. Ya en 1936, con ocasión del Congreso Médico Cen-
troamericano pedía con vehemencia que fuesen obligato-
rios los cursos de filosofía, letras e historia, y que no se
otorgase ningún diploma profesional sin haber aprobado
esos cursos, siguiendo así la tendencia de la Universidad de
Buenos Aires.
Esta idea, por mí acariciada, debe ser pronto una reali-
dad. Compañeros estudiantes: en nombre de la libertad de
enseñanza y aprendizaje, os ruego seguir esas asignaturas,
cursándolas en cualquier año de vuestra carrera profesio-
nal. Nosotros no tuvimos la dicha de poseer tan alto apren-
dizaje, apenas, fragmentariamente, en autodidactismo, en
la soledad de nuestras bibliotecas, hemos rozado con nues-
tro pensamiento la cultura.
Permitidme una vez más que insista en la cultura su-
perior: “Cultura es vida humana guiada por valores del es-
píritu”, ella permite madurar el intelecto y formar la perso-
nalidad, hace más hombre al hombre y lo eleva a plenitudes
sublimes. “Cultura —dice Ortega y Gasset— es lo que salva
del naufragio vital, lo que permite al hombre vivir sin que
su vida sea tragedia sin sentido o radical envilecimiento”.
Nuestra Universidad nos ha engañado sinceramente,
sin pensarlo, sin malicia alguna. Nos ha dado un enorme
bagaje de conocimientos mal adquiridos, y sin enseñarnos
el modo de hacer ciencia, de investigar, de buscar la verdad,
nos ha reducido a simples técnicos y practicones incultos.
Ha llegado la hora de la rebeldía contra nosotros mismos,
la hora de la autenticidad y de la justa valoración. Tene-
mos el urgente deber de vertebrar la cultura nacional y de
comenzar nuestra historicidad, con valores tradicionales y
filosóficos elaborados interiormente, partiendo de nuestra
vida propia y auténtica. No es posible que nuestro lema: “Id
y enseñad a todos” sea una realidad, mientras en nuestras
propias aulas no existe la educación cultural. Sólo cuando
lleguemos a la verticalidad interior y subjetiva, podremos
comunicar la cultura a las masas, dejando ésta de ser pa-
trimonio de élite, para convertirse en popular, del hombre
medio, de tipo general, por hoy, mientras elaboramos lo
universitario, debemos proteger a la Universidad Popular,
como vínculo entre el intelectual y las masas.
Se ha inculpado al sabio, al técnico, incultos y bárba-
ros, de ser responsables de las tragedias mundiales, que
amenazantes han destrozado los valores de la cultura occi-
dental. Dijimos que la cultura da una norma moral a la vida.
Este valor ético da a los hombres su manera de actuar en
la sociedad y en la política, y de aquí surgen las relaciones
evidentes que deben existir entre nuestra Universidad y la
política. No me refiero en este tema a las discusiones sur-
gidas sobre el papel de los universitarios como clase diri-
gente y dominante, ni mucho menos a lo que vulgarmente y
con desprecio llamamos política. Siendo la universidad una
parte del sistema nacional, ligada a sus problemas sociales,
participa de la política, y da orientaciones y resoluciones en
los grandes problemas de la vida de la nación. Esta función
vital no podrá ejercerse sin la preparación cultural de los
universitarios.
Ya no se admite al profesional inculto o al sabio egoís-
ta y solitario. Es un deber sagrado abandonar el laboratorio
de investigaciones, el hogar científico, la altura de la torre
solitaria y aristocrática, cuando la patria reclama el talento
y la moral. Porque la patria no es sólo el hogar de los ma-
yores, en el cual podemos vivir cómodamente a la mane-
ra de usufructuarios sin responsabilidades, es algo que se
construye sin cesar, y en esa construcción, el hombre culto,
universitario, digno, tiene formidable parte porque los pro-
blemas grandes o miserables de la patria, son los mismos
problemas individuales. Cuando la dignidad del hombre
está en peligro, el universitario debe hacer política digna,
Suplemento especial 7
alta, limpia y hermosa.
Sólo con la libertad de enseñanza y la preparación de
hombres cultos puede llegarse hacia el tipo de universidad
que difunde cultura y se erige en verdadero “Poder espiri-
tual”. Es curiosa la reacción que en tal sentido se está incu-
bando en Norteamérica, gracias a los formidables princi-
pios educacionales que pregona la Universidad de Harvard.
En la nación del Norte se agudiza hoy la crítica hacia el es-
pecialista y el técnico, hacia el modelo educacional llamado
jeffersoniano. Se ha llegado a decir que son criminales los
hombres que robaron la herencia cultural a los norteame-
ricanos, dejándolos ahogados en la especialidad técnica. Es
Harvard, quien llama a los especialistas seres antihumanos,
y se duele de que ellos han ofrecido al hombre medio la ma-
yor y más grande vulgaridad. En su libro Educación general
en una sociedad libre, aboga por la enseñanza de la cultura
general, única que comunica pensamiento, da rectitud de
raciocinio, y hace al hombre capaz de discriminar en la esti-
mativa de los valores. He aquí algo que viene a revolucionar
con provecho al hombre y a la sociedad del Norte.
Estamos en presencia de “aquellos vacíos imperdona-
bles que dejó el materialismo y en la vuelta hacia el espíri-
tu”, para decirlo con las palabras textuales del doctor Juan
José Arévalo, expresadas en este recinto, el 6 de febrero de
1931. Si todo el problema es educacional, reitero con más
pasión que nunca las ideas sustentadas por mí en las pági-
nas de la “Juventud Médica”. Necesitamos maestros, nues-
tro ruego es urgente, intenso, apasionado. Y no vamos a
pensar siempre en los extranjeros importados, necesitamos
los propios, oriundos de nuestra conciencia patria. Y para
crearlos o buscarlos hay muchos caminos pero hay uno
que pienso recorrer sin dilación alguna: el de la docencia
libre, remunerada y reglamentada. Cuántas veces el sabio,
el investigador, a pesar de su sabiduría es pésimo maestro,
ajeno a la visión didáctica, y aun incapaz de fomentar vo-
caciones investigadoras. Una cosa es hacer ciencia y otra
enseñarla y divulgarla. Hay muchos y grandes profesores,
con talento pedagógico, incapaces de dedicarse a la austera
y solitaria búsqueda de la verdad en los laboratorios.
La docencia libre permitirá a los jóvenes maestros
encontrarse a sí mismos con buen o mal éxito, y los es-
tudiantes, ansiosos de la renovación, irán de aula en aula,
hasta seleccionar al verdadero maestro. Con la docencia li-
bre caerán muchas figuras consagradas, y no por ello libres
del adocenamiento e incapacidad; surgirán también otras
obscuras e ignoradas, que al fin encontrarán el nuevo sen-
dero. Entiendo así la verdadera revolución educacional, que
permitirá seleccionar entre los docentes libres y agregados,
a los futuros titulares, no improvisados al azar, sino for-
mados en la autoexperiencia y en la aprobación estudiantil.
Desde luego esta aprobación radica en virtudes auténticas,
con pleno conocimiento del decoro y la responsabilidad,
nunca en factores de adulación, facilidades o medros. La
adulación a los maestros y la no menos perjudicial de éstos
para los estudiantes debe quedar abolida. Ello no implica
el desconocimiento de la justicia de su actuación en el go-
bierno de la universidad. La experiencia ha demostrado
que las reformas universitarias de Montevideo, Ar-
gentina, Chile y Perú, partieron de los es-
tudiantes ávidos de nuevos valores.
Es un norteamericano, el gran
Abraham Flexner, quien con-
vencido del dualismo aními-
co de profesor y discípulo,
8 Suplemento especial Guatemala, 1 de diciembre de 2006

manifiesta que “la eficacia de la enseñanza no de-

pende únicamente de los métodos que emplee el
profesor, sino en su mayor parte de la aptitud y de
la actividad del estudiante”. Es esta misma actividad
estudiantil la que hace decir a Ortega y Gasset que
“en la organización de la enseñanza superior, en la
construcción de la universidad, hay que partir del
estudiante”. Hora es de no empecinarse en deter-
minado prejuicio, creyendo que los profesores uni-
versitarios son árbitros del estudiante, que no tiene
más papel que el de escuchar y acatar.
Se ha dicho que nuestra máxima Casa de Estudios
ha cerrado sus puertas a la mayoría de los profesio-
nales, quienes han quedado fuera de la ciudadanía
universitaria. Durante mi rectorado estarán abiertas
de par en par las puertas, para todos aquellos cola-
boradores de buena voluntad que se acerquen con
las manos llenas de semillas para el surco ávido. La
buena voluntad, decía Kant, es “el único valor moral
incondicional que posee el hombre”. Todo profesio-
nal, si quiere verdaderamente a la Universidad, debe
venir a ella a dar, no a pedir. Aun modestamente
puede llegar imitando esa flor humilde y dorada, la
dandelia, que al menor soplo disemina la semilla ha-
cia los cuatro puntos cardinales.
La docencia libre abre las puertas de la univer-
Entrada principal del Paraninfo Universitario.
sidad. Triunfad en esa docencia y tendréis el voto
electoral tan codiciado, y si esa docencia no fuera
vuestra meta, demostrad el cariño formando una Cierto es que nuestra raza, corrientemente, no que pueden realizarse inmediatamente: creación de
sociedad de viejos egresados que con hondo amor propende a la investigación. El maestro de verdad una biblioteca universitaria, iniciación de seminarios
para el Alma Mater, estén dispuestos a trabajar en debe fomentar esas raras vocaciones, mas, para des- y organización de tres institutos técnicos: indigenis-
la solución de los máximos problemas, sin más in- cubrirlas y orientarlas, es preciso el baño previo en ta, de investigaciones históricas y de antropología.
centivo que el amor fecundante para la patria y para las fuentes de la cultura filosófica. Nunca nos can- Pueden estar seguros los profesores y alumnos
el solar de su cultura. Esa sociedad debe formarse saremos de repetir las palabras luminosas de dos de las disciplinas biológicas, que daré toda la ayuda
pronto, pues tengo ya el ofrecimiento concreto y real creadores de ciencia pura: Claudio Bernard y Santia- posible para el mejoramiento de sus laboratorios y
de muchas personas e instituciones, de constituirse go Ramón y Cajal. Dice el primero que “la filosofía para la creación de nuevos centros de investigación,
en sociedad de amigos de la Universidad de San Car- representa la inspiración eterna de la razón huma- sin olvidar desde luego la importación de profesores
los, velando por su progreso y adelanto. na hacia el descubrimiento de lo desconocido, ella que les orienten en la delicada y alta labor de hacer
He tratado someramente el fundamento de la comunica al pensamiento científico un movimiento ciencia. Aunque daré especial atención a la biblio-
nueva universidad en cuanto a la conservación y di- que lo vivifica y ennoblece, manteniendo una es- teca central, siempre habrá dotaciones mensuales
fusión de la cultura, que nos urge conquistar. pecie de sed de lo desconocido y el fuego sagrado para las facultativas. Tenemos una pobreza insólita
Réstame hablar de las otras dos funciones vita- de la investigación, que no debe nunca apagarse en en material bibliográfico y en sus sistemas de orga-
les de la universidad: la investigación científica, la un sabio”. Cajal agrega que los estudios filosóficos nización. El verdadero universitario no puede vivir
creación de ciencia pura y la enseñanza facultativa constituyen “una excelente gimnasia para el hombre sin el conocimiento y hábil manejo de las bibliote-
de las profesiones. Encerrando en el círculo del tiem- de laboratorio”. La nueva universidad que construi- cas. Dentro de muy pocos meses funcionarán con re-
po que apremia, seguramente olvidaré decir muchas remos dará a profesionales y estudiantes esos incen- gularidad cursos de seminario en ciencias políticas,
e importantes cosas. tivos que pueden afirmar una vocación excepcional. sociales y pedagógicas.
Alguien ha llamado a la investigación científica, Y de nuevo, volvemos al verdadero maestro que ha Estoy seguro de contar con elementos idóneos
el sistema nervioso de la Universidad. Hacer cien- de enseñar a sus discípulos “el perfeccionamiento para la fundación de los institutos anexos a las res-
cia es sin duda alguna altísimo trabajo del intelec- del espíritu de observación y la fortificación y en- pectivas facultades. El indio, como problema na-
to, y por ende, misión de la Universidad. Pero una derezamiento del sentido crítico”. Sólo así, evitando cional, será tema de predilección, pues como ya lo
universidad que hipertrofie esta función, y la haga dogmatismos y despertando vocaciones, podremos expresé, una universidad no puede eludir el nacio-
exclusiva, caerá en la sanción terrible de matadora convertir a nuestra Universidad en centro de investi- nalismo cultural. He dejado en mis libros constancia
de la cultura, aunque tal idea parezca paradójica. La gación científica, apto para ofrecer algo a la ciencia de este problema, y un tanto desconfiado de los ar-
ciencia pura no se da en nuestros climas, no perte- universal, y más que todo para servicio de nuestros queólogos, he pedido el estudio de la realidad viva
nece al hombre medio. Y de ahí, el interés de ense- propios problemas, resuelto de acuerdo con la cien- del indio. Del indio, que víctima de una atracción tu-
ñarla, más que de hacerla, aunque desde luego, cia. rística, se muere socialmente, ya que biológicamente
sería para nosotros grandísima felicidad No sé si en cuatro años pueda dejarse concluida no se puede sostener su inferioridad. Por ver al indio
poder contar con un regular la organización de laboratorios, museos, bibliotecas, desde la altura falsa de la estética y de la literatura,
número de esos hombres seminarios, etc. De todos modos, bastará iniciarla nos olvidamos que es un ser humano.
excepcionales que bus- dejándola insuflada de larga vida. Espero dejar sen- Todo nuestro acervo cultural, maya o colonial,
can y encuentran la tadas las bases del edificio central de la universidad, está pidiendo su valoración y clasificación. Son nues-
verdad, o muestran el rodeado de todos esos campamentos de saber que tros artistas e historiadores los llamados a dirigir el
error. forma la constelación universitaria. Hay tres cosas Instituto de Investigaciones Históricas, destinado a

importantísima función. No tenemos ni el más vul-
gar catálogo de nuestras obras plásticas y pictóricas,
y muy a menudo hemos sufrido amargo ridículo, por
ignorar hasta lo más elemental, acostumbrados a la
pereza que deja a los extranjeros dueños de nuestro
haber cultural. Este instituto, además de investigar,
será el guardián celoso de nuestras ciudades y mo-
numentos, destruidos y adulterados por ignorancia
e inconsciencia populares.
Hace tiempo que en nuestra universidad se agi-
taron inquietudes en pro de una Facultad de Antro-
pología. Un instituto anexo a la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales podría crearse y sería dirigido
por algún especialista guatemalense. Relacionado
íntimamente con el Instituto Indigenista, fomentaría
el estudio del homo guatemalensis y daría orienta-
ciones y soluciones científicas a nuestros más graves
problemas sociales, que deben ser vistos a través de
una transparente realidad psíquica y telúrica.
Quizás pensaréis por mis palabras que pretendo
abarcar mucho, y que mucho no se realizará. Creo
“que cuando soñamos que soñamos, estamos próxi-
mos al despertar”, según el bello decir del filósofo
Novalis. Sin duda alguna, necesitaré la más completa
y rigurosa colaboración de todos, sin ella, iré al fra-
caso, porque no soy más que una unidad de trabajo,
rector y entusiasta.
Someramente deseo anunciaros que las escuelas
profesionales serán sometidas a una revisión justa
en sus métodos y planes de enseñanza. La asistencia
estudiantil, las formas docentes, el sistema de exá-
menes, todo se adaptará a la reforma universitaria.
No olvidaré nunca que una pedagogía sin filosofía
no tiene hondo sentido, pues ésta es para aquella,
válgame la expresión biológica, su complejo vitamí-
nico o su dinámico hormonal.
Creo, señores estudiantes, que estaréis de acuer-
do conmigo en que la enseñanza resulta a veces una
Museo de la Universidad de San Carlos, zona 1, en la capital de Guatemala.
Guatemala, 1 de diciembre de 2006
Uno de los principales edificios donde funcionó la USAC, en La Antigua.
selva de conocimientos, en la cual nos perdemos, y
nunca encontramos la claridad, el camino o la meta.
Es preciso enseñar lo que se debe y puede apren-
der.
Partiendo de este principio y apoyado en el pen-
samiento de Flexner, dije que la universidad es esen-
cialmente estudiantil en su construcción y orienta-
ción, ya que es lógico partir del que aprende y no de
la sabiduría del que enseña. Con maestros de verdad
y programas de estudios auténticos y reales, podrá
nuestra Alma Mater producir profesionales dotados
de cultura, guía de la vida y norma del espíritu, ca-
paces de orientarse en el mundo por tres caminos:
el de la investigación científica, raro y difícil, el de la
docencia perfecta, digna y hermosa, y el de la profe-
sión práctica, no menos digna y útil, si es regida por
Suplemento especial 9
normas éticas y sabias.
Muchas cosas más quisiera deciros, ya tendre-
mos ocasión de platicarlas, pues el umbral de mi
despacho será acogedor para los profesionales y
estudiantes que dotados de la máxima voluntad
de colaboración y trabajo, aspiren y deseen la total
renovación de esta Casa de Estudios, que habrá de
transformarse en no lejano día, en auténtico foco de
cultura, en poder espiritual.
Siento en toda su grandeza la divisa heráldica
que nos protege, ella sabe lo conspicua que fue la
cátedra de esta Academia en el mundo de antaño. El
valor tradicional, etapa de nuestra cultura en forma-
ción, no vive como peso, sino como impulso. Como
impulso vertical conquistador hacia la cumbre que
es plenitud de espíritu.
Llénase mi corazón de los más refinados agra-
decimientos para los que me hicieron llegar a esta
inmerecida altura. Pueda yo, sin más escudo que mi
devoción y amor, hacerme digno de vuestra confian-
za, sin declinar jamás lo grave y firme de las respon-
sabilidades adquiridas.
Para vos, Rector saliente, mis gracias expresivas
por la bondad de vuestras palabras y para vosotros,
honorables miembros del Consejo Superior Univer-
sitario, mi afecto y adhesión.
Animado de amistad fraterna, os pido, estudian-
tes, que cuando reclaméis un derecho, no olvidéis
que unido a él está un deber y una responsabilidad.
Estad seguros de mi colaboración en vuestras nobles
causas y necesarias aspiraciones del espíritu, arma-
do de esperanzas, conocedor de lo fragoso del cami-
no por recorrer, os ofrezco consagrar lo mejor de
mis energías en favor de esta noble Universidad
de San Carlos, y en provecho de la cultura de
Guatemala.
Dr. Carlos Martínez
Durán: Rector
Magnífico de la USAC
durante los periodos
1945-1950 y 1958-1962.
10 Suplemento especial
Evolución jurídica
de la Autonomía
Marco Vinicio Mejía
E
l primer reconocimiento constitucional de
la autonomía universitaria en América La-
tina se dio en Guatemala cuando la Asam-
blea Constituyente de 1921 reformó el ar-
tículo 77, inciso 6 de la Constitución: “La Universi-
dad organizará y dirigirá la enseñanza profesional.
Hará sus estatutos, nombrará a sus catedráticos y
empleados y tendrá bajo su dependencia los edi-
ficios que le pertenezcan. Gozará de personalidad
jurídica para adquirir bienes y administrarlos, así
como sus rentas; pero para enajenar los inmuebles
se sujetará a las prescripciones legales.”
La autonomía fue suprimida en las refor-
mas constitucionales de 1927, al argumentarse ra-
zones de carácter económico. En el artículo 2º. de
la Ley Orgánica del 31 de mayo de 1929, se rescató
al reconocer la Universidad Nacional como “una en-
tidad jurídica con autonomía suficiente dentro del
organismo del Estado”. El artículo 21 de ese mismo
cuerpo legal facultó a la Asamblea Universitaria
para elegir el Rector y atribuyó al Consejo la facul-
tad de dictar reglamentos, plantear proyectos de
presupuesto y convertirse en “poder gubernativo y
administrativo y pedagógico de la Universidad”.
Ese paréntesis autonómico duró hasta que
Jorge Ubico dictó una nueva ley, el Decreto 1710
del 14 de mayo de 1931, con el cual se suprimió la
autonomía y estipuló que “El gobierno de la Univer-
sidad está a cargo del Consejo Superior, formado
por el Rector y los Decanos de las respectivas fa-
cultades, y serán todos de nombramiento del Eje-
cutivo.” Esta situación se mantuvo hasta el 21 de
junio de 1944, cuando el movimiento social contra
Ubico encabezado por los estudiantes, en sesión
plenaria de la Asociación de Estudiantes Universi-
tarios, aprobó el “Ideario” que incluía importantes
aspectos de la reforma universitaria y la demanda
de autonomía.
La presión estudiantil continuó el 7 de ju-
lio, cuando la AEU presentó un memorial al gobier-
no para demandar la autonomía universitaria y días
después propusieron nombres para nuevo Rector.
El 23 de agosto, el Congreso Universitario advirtió
que la autonomía era requisito para reorganizar
la Universidad.
La Junta Revolucionaria de Gobier-
no emitió el Decreto 12, del
9 de noviembre de 1944,
para declarar que la
Universidad, entonces
calificada de “Nacio-
nal y de San Carlos”
Guatemala, 1 de diciembre de 2006
era autónoma “en el cumplimiento de su misión
científica y cultural, y en el orden administrativo”.
Además, estableció que tenía personalidad jurídica
para desarrollar sus fines. La nueva Asamblea Le-
gislativa, ratificó por Decreto 14 que “La Universi-
dad Nacional es autónoma”.
La Asamblea Nacional Constituyente que
promulgó la Constitución de 1945 estipuló en el
artículo 84 de la Constitución, que el Estado debía
contribuir a asegurar y acrecentar el patrimonio
universitario y consignar anualmente el subsidio
universitario en el presupuesto. En observancia del
mandato constitucional, en mayo de 1945 se pro-
mulgó la Ley Orgánica, la cual desarrolló sus prin-
cipios y aún está vigente.
La Constitución de 1956, de marcada
orientación anticomunista, mantuvo y amplió el
precepto al atribuir a la Universidad con exclusi-
vidad la función de organizar, dirigir y desarrollar
la enseñanza superior y la educación profesional,
la dotó de fondos con una asignación privativa del
2 por ciento del presupuesto nacional y desarrolló
aspectos organizativos de mayor permanencia.
La Constitución del 15 de septiembre de
1965 determinó el carácter nacional y autónomo de
la Universidad de San Carlos, otorgándole perso-
nalidad jurídica, configurándola como una institu-
ción descentralizada del Estado con capacidad para
darse sus propios estatutos y reglamentos. Tam-
bién le atribuyó la facultad de dirigir, organizar y
desarrollar la enseñanza superior. Fijó normas de
integración del Consejo Superior Universitario, al
que atribuyó su dirección general y estableció los
fundamentos de su patrimonio al fijarle una asig-
nación privativa no menor del dos y medio por
ciento del presupuesto, ampliable mediante rentas
propias que el Estado destine al efecto.
La Constitución Política de 1985 ratificó
que la Universidad de San Carlos de Guatemala es
una institución autónoma con personalidad jurídi-
ca. Como única universidad estatal dirige, organiza
y desarrolla con exclusividad la educación superior
del Estado y la educación profesional universitaria
estatal, así como la difusión de la cultura en todas
sus manifestaciones. Debe promover la investiga-
ción en todas las esferas del conocimiento y coope-
rar en el estudio y solución de los problemas nacio-
nales. Su gobierno corresponde al Consejo Superior
Universitario.
Le corresponde una asignación privativa
no menor del cinco por ciento del Presupuesto Ge-
neral de Ingresos Ordinarios del Estado, debiéndo-
Junta Revolucionaria de Gobierno, 1944.
se procurar un aumento presupuestal de acuerdo
al incremento de su población estudiantil o al me-
joramiento del nivel académico.
Los signatarios de los Acuerdos de Paz co-
incidieron en que la educación superior del Estado,
constituye “un factor clave para alcanzar el creci-
miento económico, la equidad social, la difusión de
la Cultura y el incremento del acervo tecnológico
de la Nación.” Los firmantes exhortaron a las auto-
ridades de la Universidad de San Carlos “para que
favorezcan todas las iniciativas que incrementen su
aporte al desarrollo del país y consoliden la paz.” El
Gobierno se comprometió “a corresponder y aten-
der esos aportes y esas iniciativas.” En particular,
se valoró “el desarrollo de sus centros regionales y
de sus programas de ejercicio profesional supervi-
sado, con énfasis en las áreas de mayor pobreza”.
También exhortaron a los sectores empresariales
a dedicar “crecientes esfuerzos a la investigación
tecnológica aplicada y a la formación de recursos
humanos”, lo cual se lograría con el estrechamiento
de “vínculos de intercambio con la USAC”.
En el “Acuerdo sobre Aspectos Socioeco-
nómicos y Situación Agraria”, el Gobierno de Gua-
temala se comprometió “a entregar puntualmente
a la USAC la asignación privativa que por mandato
constitucional le corresponde.”
Jesús García-Ruiz califica de “peligroso” el
hecho de que la Constitución otorgue a una Uni-
versidad Nacional única “el monopolio del cono-
cimiento y de la formación [de las inteligencias y
de las conciencias] de grandes sectores de la socie-
dad”, pues se crea “estereotipos autolegitimizantes
y, sobre todo, neutraliza iniciativas, impide ‘explo-
raciones’ nuevas, desestimula el espíritu creativo y
las iniciativas audaces.” Esto plantea el diseño de
una reforma educativa que responda a la diversi-
dad cultural y étnica de Guatemala, en especial a
partir de la referencia explícita en los Acuerdos de
Paz de promover “la creación de una Universidad
Maya o entidades de estudio superior indígena”.
Marco Vinicio Mejía: profesor de postgrado de la Facul-
tad de Ciencias Jurídicas y Sociales, USAC.

La autonomía, ¿para qué?
Adrián Zapata
L
a autonomía universitaria es una con-
quista democrática que la comunidad
sancarlista tiene en especial aprecio y
que ha defendido con ahínco. Su exis-
tencia es correspondiente con la cientificidad
de la academia, pues el conocimiento, su pro-
ducción y reproducción, no debe subordinarse
a una corriente filosófica determinada, ni a los
avatares políticos de una coyuntura o de un
gobierno cualquiera. Mantenerla es una res-
ponsabilidad nacional, pero particularmente
de quienes contemporáneamente comparti-
mos la vida universitaria.
Pero la autonomía universitaria no
debe ser una consigna mecánicamente asumi-
da y repetida; su ejercicio debe estar sujeto
a una responsabilidad académica, apropiada
con firmeza, pero también con una actitud au-
tocrítica, puesto que no es un fin en sí misma,
sino que un medio, para estar en condiciones
de cumplir los fines que a la Universidad de
San Carlos le atañen, por ser, constitucional-
mente, la única Universidad Nacional.
En tal sentido, lo primero que debe su-
brayarse es que la autonomía de ninguna ma-
nera desnaturaliza a la universidad como par-
te del Estado de Guatemala, con la obligación
de cumplir el mandato constitucional (artículo
82) de promover “… por todos los medios a
su alcance la investigación en todas las esferas
del saber humano y cooperar al estudio y solu-
ción de los problemas nacionales”. Es a la luz
de esta norma de la Carta Magna que debemos
analizar autocríticamente la comprensión que
hemos tenido de nuestra autonomía.
El primer abordaje autocrítico debe ser
la reflexión sobre la sectarización ideológica y
política de la USAC en el pasado cercano y la
responsabilidad que en ello tuvimos quienes
vivimos esa parte de nuestra historia patria.
Sin dejar de valorar que la USAC se convirtió
en un refugio de la visión alternativa ante el
autoritarismo predominante en los años del
conflicto armado, no podemos ignorar un ni-
vel de instrumentalización política que pudo
haber ocurrido, en un contexto nacional de po-
larización política.
A nivel académico esto se expresó en
la preponderancia, en las ciencias sociales, de
un paradigma que se caracterizó por su esque-
matismo y ortodoxia, con el correspondiente
lastre que ello implicó para el desarrollo del
Guatemala, 1 de diciembre de 2006 Suplemento especial 11
pensamiento científico en esta
área del conocimiento. A nivel
político, el resultado fue el ali-
neamiento institucional de la
USAC, obviamente con el mo-
vimiento revolucionario. Fue
así como la Universidad de San
Carlos se posicionó durante un
tiempo en la trinchera que en-
frentaba al Estado.
Esta situación no carece
de lógica, dado el carácter del
Estado guatemalteco, pero es-
pecialmente debido al régimen
autoritario entonces existente.
La brutal represión con
la cual respondió el régimen
contrainsurgente hacia la USAC,
provocó una ruptura generacio-
nal que no permitió corregir el
exceso de ideología y política
por la vía del debate académico,
sino que se produjo la elimina-
ción física de quienes el poder
identificaba como promotores
o adherentes a este pensamien-
to. Los que no terminaron en la
tumba (muchos ni siquiera tu-
vieron esta posibilidad porque
sus cuerpos nunca aparecieron)
o en el exilio, se inhibieron de
pensar y producir y lo que privó
fue la superficialidad y la me-
diocridad como estrategia de
Árbenz, miembro de la Junta Revolucionaria de Gobierno que decre-
sobrevivencia personal. tó la Autonomía Universitaria.
Pasado el vendaval de la
represión, vino el ciclón neolibe-
ral que terminó de barrer con el
pensamiento social y fue así como las ráfagas jo Superior Universitario (CSU) cooptados por
neoliberales del individualismo y el funda- las autoridades a través de distinto tipo de
mentalismo de mercado acentuaron la medio- beneficios personales, como algunas veces ha
cridad. sucedido, o el grotesco caso de Cipriano Soto
Con la evaporación de la ideología se electo por el CSU como magistrado de la Cor-
esfumaron también los valores que en otra te de Constitucionalidad. Otro ejemplo de esta
época sustentaron la sectarización que ya he- realidad es la degeneración de la política uni-
mos criticado y llegó la nueva era, postconflic- versitaria, donde algunos rectores y decanos
to, donde la autonomía se centró en el ejercicio han impulsado campañas cuyo mercantilismo
de un gobierno universitario pervertido por en nada se diferencia de la práctica político
intereses extra universitarios, atizados por el partidaria nacional, olvidando la seriedad del
afán de copar la institucionalidad universitaria cargo y convirtiendo los procesos electora-
para convertirla en espacio de componendas, les universitarios en trivial publicidad
de cara a prebendas internas o como trampolín comercial.
para capturar porciones de la institucionalidad Paralelamente a
estatal (Junta Monetaria, Corte de Constitucio- esta debacle, la mercan-
nalidad, Comisiones Postuladoras, IGSS, etc.). tilización de la inves-
Diáfanos ejemplos de estas aseveraciones son tigación por la vía de
los representantes estudiantiles en el Conse- la cooperación inter-
12 Suplemento especial
nacional contribuyó a crear “tanques de pen-
samiento” que son en gran medida orgánicos
del pensamiento dominante y de la visión e
intereses empresariales sobre el Estado. Las
“consultorías” y “los términos de referencia”
cooptaron la investigación, mientras la Univer-
sidad Nacional profundizaba su aislamiento y
mediocridad. La ausencia de investigación, el
olvido del compromiso social y el estancamien-
to de la actividad docente se posesionaron de
la USAC, que cómodamente navega en la mar-
ginalidad de su autonomía.
Urge un nuevo ejercicio de la autonomía
Ha llegado el momento de reformular la com-
prensión de la autonomía universitaria, supe-
rando el carácter de consigna con el que suele
defendérsele. Urge hacerlo antes que nos hun-
da en el mar de la marginación o que termine
eliminada por quienes tienen suficientes argu-
mentos para justificar tal pretensión.
Una lucha frontal debe ser contra la
instrumentalización de la USAC por intereses
extrauniversitarios, sean éstos político partida-
rios (de izquierda o de derecha) o de los pode-
res fácticos (legales como los empresariales o
ilegales como los del crimen organizado).
Otro componente de esa batalla debe
ser la recuperación de la excelencia académica y
de un desempeño sobresaliente en los roles que
le corresponden a la USAC en los ámbitos de la
docencia, la investigación y la extensión. Para
el cumplimiento de estas responsabilidades, la
autonomía universitaria es una necesidad.
Suplemento Especial
Autonomía Universitaria
A C A RO
IC U
N SP
CO
A S O R BI S
TER
Æ
C
ER
NSIS INT
A LE
Universidad de San Carlos de Guatemala
División de Publicidad e Información,
edificio de Rectoría, 3er. nivel, Of. 310,
Ciudad Universitaria, zona 12,
Guatemala, Centro América.
Teléfonos: 24767215,
24769711, 24767726.
Fax: 24769843. Ext. 9668 y 9669.
www.usac.edu.gt
Guatemala, 1 de diciembre de 2006
Y con relación al mandato constitucio-
nal de cooperar en el estudio y solución de los
problemas nacionales, la autonomía univer-
sitaria no debe ser interpretada en términos
de socavar su carácter estatal. Esta compren-
sión debe resultar en un compromiso con el
fortalecimiento del Estado, entendido desde
la perspectiva de lograr el fin supremo que él
persigue: la realización del bien común.
La Universidad Nacional no es, por ló-
gica, anti Estado, es parte de él y así debe asu-
mirse. Ello no implica aceptar una visión del
Estado que lo ubique en una función arbitral,
en el marco de las contradicciones que caracte-
rizan la convivencia humana. Tampoco parece
cierta la visión esquemática y mecanicista que
reduce el Estado a un mero instrumento de las
clases dominantes, en cuyo caso el carácter es-
tatal de la universidad la situaría como parte
de esa dominación de clase.
Nos pronunciamos por una compren-
sión del Estado que (como ya lo han dicho
otros autores) aunque en última instancia es
la expresión de determinadas relaciones de
dominación, coexisten en su seno intereses
contradictorios que son propios de una socie-
dad de clases, los cuales se manifiestan de dis-
tintas maneras y en diversas correlaciones de
fuerza. Las estudiantes universitarias han sido un baluarte en la de-
El hecho que haya una hegemonía de fensa de la Autonomía Universitaria.
determinados intereses dominantes dentro del
Estado no implica que ésta sea estática y tam-
poco niega que dicha hegemonía coexista con nuestra Constitución en su artículo primero.
la pretensión de lograr el fin supremo que he- Esta contradicción permite que exista una Uni-
mos referido (el bien común) y que establece versidad estatal que, como la USAC, histórica y
contemporáneamente, está identificada con el
bien supremo que constitucionalmente persi-
gue el Estado del cual forma parte.
Para poder actuar en los múltiples es-
pacios que posibilita la dinámica de las con-
DIRECTORIO tradicciones que produce la articulación de las
diversas relaciones de dominación, la autono-
Lic. Estuardo Gálvez Barrios
Rector mía universitaria resulta una necesidad. Ésta
LI N le posibilita a la USAC autonomizarse de los
Dr. Carlos Guillermo Alvarado Cerezo intereses político partidarios y sectoriales (le-
A
Secretario General
gales o ilegales), para contribuir a la consecu-
AC
AD
Ing. Alvaro Amílcar Folgar Portillo ción del bien supremo que pretende el Estado
EM I A C O
Dr. Oscar Guillermo Peláez Almengor guatemalteco.
Consejo Editorial
La producción y reproducción del cono-
MSc. Leticia Martínez cimiento, así como la extensión universitaria,
AC
Jefa de la Div. de Publicidad y RRPP entendida no sólo en términos de prestación
EM
Lic. José Luis Perdomo Orellana de servicios sino que también de incidencia en
Coordinador de Información el ciclo de las políticas públicas y en el rumbo
del Estado, requieren del ejercicio de esta auto-
D.G. Sergio Rodríguez
Iván De León nomía.
Diagramación Ésta es la autonomía universitaria que
debemos reivindicar y defender frente a quie-
Pcista. Elio Morales
Fotografías nes aspiran a debilitar la Universidad Nacional
y su misión, inspirados en la misma perversión
María Consuelo de García-Elsa de Mirón
Apoyo secretarial de querer disminuir el Estado, para que prive el
fundamentalismo del mercado.
Adrián Zapata: profesor titular de la USAC.