Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
El primer paso, según el budismo es, pues, establecer contacto con nosotros
mismos, tomar conciencia de lo que realmente sucede en nosotros, sólo así
podremos lograr transformar el odio en compasión. Normalmente nuestra
atención está enfocada hacia el exterior. Desde que nos levantamos hasta que
nos acostamos, estamos constantemente reaccionando ante las situaciones en
las que nos vemos involucrados. El motor de todas nuestras reacciones es la
noción de un yo, que se halla sumamente arraigada en nosotros, y en base a
ello, reaccionamos con apego, rechazo o indiferencia. En este sentido, Ayya
Khema, maestra de budismo alemana, dice: “El mundo no es una ventana sino
un espejo”. Este giro radical que supone el dejar de proyectar hacia fuera y
mirar hacia dentro es, según el budismo, la clave, el primer paso esencial hacia
la paz y la felicidad que todos anhelamos.
Una vez tomamos conciencia de lo que realmente hay por detrás de nuestros
actos, de nuestras palabras, de nuestros pensamientos, tenemos la posibilidad
de transformar las emociones que nos producen sufrimiento, como el odio, en
estados mentales mucho más beneficiosos, tanto para nosotros como para los
demás, como el amor y la compasión. Para llevar a cabo tal transformación, el
budismo nos aporta los métodos necesarios: la meditación, el desarrollo de la
atención, el desarrollo de la compasión. Establecemos contacto con nuestra
mente, nos familiarizamos con todo lo que sucede en nuestra mente. La
práctica de la meditación, como dice el maestro tibetano Chögyam Trungpa,
“implica trabajar con el proyector en vez de la proyección”.1 Dirigimos
nuestra atención hacia dentro, en vez de intentar solucionar los problemas
desde fuera. Trabajamos con el creador de la dualidad, más que con la
creación. De esta manera, contactamos con la verdadera fuente de todos
nuestros problemas e insatisfacciones que nos servirá de base para nuestra
transformación. Normalmente nuestra percepción es muy superficial y
limitada, vemos sólo las apariencias, las formas. Así, con la meditación,
empezamos a tomar conciencia de las formas mentales: los pensamientos, las
emociones, los estados mentales... Esto ya es un gran paso, pues ampliamos
nuestra percepción hacia el interior y, por tanto, podemos trabajar con todo
este material.
Así, Thich Nhat Hanh nos dice: “Si miras con ojos de poeta, verás claramente
que flota una nube en esta hoja de papel. Sin nube, no habrá lluvia; sin lluvia,
los árboles no crecen y sin árboles, no podremos hacer papel. Para que exista
el papel es esencial la nube, si no hay nube tampoco hay papel. Si miramos
más profundamente para realmente comprender esta hoja de papel, veremos
en ella la luz del sol. Sin la luz del sol, el bosque no puede crecer, de hecho,
nada puede crecer, ni siquiera nosotros. Así pues, sabemos que el sol también
está en esta hoja de papel. Y si seguimos investigando, podemos ver al leñador
que cortó el árbol y lo llevó al molino para transformarlo en papel. Y podemos
ver el trigo. Sabemos que el leñador no puede vivir sin el pan cotidiano, así
que el trigo que se convirtió en su pan también está en esta hoja de papel. Y el
padre y la madre del leñador también están. Cuando lo vemos así, vemos que
sin todas estas cosas, esta hoja de papel no podría existir. Mirando aún con
mayor profundidad, vemos que nosotros también estamos en la hoja de papel,
porque cuando la miramos, ésta forma parte de nuestra percepción. De hecho,
podemos decir que todo está aquí en esta hoja de papel: el tiempo, el espacio,
la tierra, la lluvia, los minerales de la tierra, el sol, la nube, el río, el calor. El
universo entero coexiste en esta hoja de papel. ‘Ser’, de hecho, es interser. No
puedes ser por tu mismo, tienes que interser con todo lo demás. Esta hoja de
papel es, porque todo lo demás es. Sin los elementos que no son papel, como
la mente, el leñador, la luz del sol...no habría papel. Siendo tan delgada como
es, esta hoja de papel contiene todo el universo”.2
Hoy en día, después de 2500 años, la nueva física está revelando una visión,
desconcertante para el pensamiento occidental, que converge con esta
enseñanza que dio Buda y que constituye el corazón de la filosofía y práctica
del budismo. Fritjof Capra, físico y autor de numerosas obras, señala: “En
esta época de grandes cambios, estamos siendo testigos a la vez que creadores,
de una nueva visión de la realidad en la que nada puede comprenderse
aisladamente, todo está interconectado y es interdependiente. Estamos
pasando de una visión fragmentada y mecanicista a una visión integradora y
holística de la realidad. Si permitimos abrirnos a esta nueva visión, podremos
experimentar que no sólo estamos interconectados por la dependencia de la
bioesfera y el aire que respiramos, sino también por todo aquello que
pensamos y sentimos”.3 Actualmente, para ilustrar esta nueva visión de la
realidad, algunos físicos utilizan la imagen de la red enjoyada de Indra que
Buda transmitió y que está recogida en el Sutra de Avatamsaka. En él se
describe el universo como una vasta red tejida con una incalculable variedad
de gemas fulgurantes, cada una de ellas con un número incalculable de
facetas. Cada gema refleja en sí todas las demás gemas de la red y, de hecho,
es una con todas las demás.
Vemos que el sufrimiento es algo común a todos los seres vivos. Pero sólo
reconociendo el propio sufrimiento seremos capaces de comprerder, de
compartir, de sentir el sufrimiento de los demás. Ningún ser, ni tan siquiera el
insecto más pequeño, desea sufrir; por otro lado, todos anhelamos ser felices,
pues si examinamos nuestras vidas seguramente veremos que por detrás de
todo lo que hacemos está la expectativa de felicidad, de bienestar. En este
sentido todos somos iguales. Como dice el gran maestro tibetano de
meditación Bokar Rimpoché: “El origen de la compasión es nuestra capacidad
para ver a los demás como nosotros mismos”.8
Como dice el Dalai Lama, debemos sentir que todos formamos parte de una
misma familia: la humanidad. Desde la base de esta estrecha relación con
todos los seres vivos que conformamos la Tierra, nos habla incansablemente
de la responsabilidad universal que todos sostenemos, pues juntos formamos
un todo estrechamente interrelacionado e interdependiente en el que cada
energía que generamos, cada acción que ejecutamos, sea a través del cuerpo,
la palabra o la mente, inexorablemente afecta al todo.
Notas