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DOCUMENTO POLÍTICO
Toca en este Asamblea redefinirnos. Redefinir nuestro análisis del contexto, redefinir
nuestras tareas políticas, redefinir nuestro papel y nuestra estructura como partido. Al mismo
tiempo, debemos superar un periodo duro en nuestra vida partidaria, asimilando todas sus
enseñanzas sin dejarnos llevar por la nostalgia de falsos tiempos mejores.
Fuimos claros en nuestro manifiesto fundacional cuando dijimos que “el nacionalismo
popular tiene que iniciar un nuevo proceso de fortalecimiento, que supere las experiencias
traumáticas que se han dado en el pasado y que sepa canalizar y generalizar los deseos de
cambio de buena parte de la sociedad canaria”. En este proceso de fortalecimiento
situamos las conclusiones de la 1ª Conferencia Nacional, en la que lanzamos la propuesta
de construir un referente unitario del espacio político rojo-verde-violeta-tricolor en el que se
han ido dando pasos, aunque no con la idea general que teníamos en esa Conferencia.
Ahora bien, el compartir espacios más amplios no supone, en modo alguno, que
hayamos renunciado a nada. APC es, sigue siendo, un partido nacionalista y de izquierdas,
que considera la construcción del Socialismo y de la Soberanía Nacional como los dos ejes
ideológicos fundamentales de su proyecto político. Por supuesto, que continuaremos en la
profundización crítica de ambos conceptos, que continuaremos en un camino de
acumulación política dentro marco ideológico que responde a los intereses objetivos de las
clases populares canarias, pero sin que esa profundización sea argumento para la
renuncia.
Desde principios de la década de los 90 del siglo pasado hemos vivido una
borrachera de neoliberalismo del que estamos ahora padeciendo la resaca. La derrota de
la experiencia soviética dio rienda suelta a los ideólogos del capitalismo y a sus agentes
prácticos. La desregulación de las relaciones económicas, la acentuación del carácter
especulativo de los movimientos de capital, la depredación acelerada de los recursos y la
Las primeras respuestas empezaron a darse en aquellos países que más duramente
habían sufrido las consecuencias del neoliberalismo. El crecimiento a cambio de hambre
que imponían las políticas del Fondo Monetario Internacional y la descomposición
avanzada de las clases dirigentes, sirvieron de detonantes para que se aceleraran los
procesos de acumulación de masa crítica en América Latina que han conducido a cambios
profundos en esos países. Cambios que, tal vez, no se correspondan a los manuales
europeos, pero que sólo el dogmatismo más obtuso puede negar su carácter
revolucionario.
En las formaciones sociales del capitalismo central, es la quiebra del modo capitalista
globalizado el que hace que se enciendan todas las luces de alarma. La necesidad, para el
sistema, de refundarse es paralela a la necesidad de sustituir el capitalismo por un sistema
al servicio de las mayorías: el socialismo. Estamos viendo hoy los primeros síntomas de que
va a ser verdaderamente imposible afrontar este siglo con un sistema que depreda
territorios y seres humanos, qué sólo favorece a una minoría privilegiada contra los intereses
y aspiraciones de la mayoría. Hoy el dilema es Socialismo o Fin de la Humanidad.
Además, el capitalismo ya no sólo está afectando al ser humano desde una óptica de
clase. Hoy en todo el mundo, como efecto de la economía globalizada, se han acentuado
los problemas medioambientales hasta cotas difícilmente imaginables en el principio de la
era capitalista. En el siglo XIX, las teorías revolucionarias y la acción de masas no tuvieron
en cuenta la cuestión ecológica. Sólo los problemas del enfrentamiento de clase centraban
las preocupaciones de socialistas y anarquistas. Hasta la emergencia de los nuevos
movimientos sociales en la década de los sesenta del siglo pasado la cuestión de la
ecología no pasó a estar en el orden del día en las sociedades industrializadas. Desde
entonces y paulatinamente la ciudadanía ha ido tomando conciencia de la compleja
relación que existe entre la economía y el medioambiente, de tal forma que todos los
partidos políticos se ven obligados a colocar en sus agendas algún tipo de guiño verde
como enganche electoral. Sin embargo, las tensiones ecológicas se agravan. Nos
acercamos con paso firme hacia un mundo inhabitable. El productivismo capitalista
globalizado ha comenzado a “diezmar las especies animales y vegetales y a trastornar las
cadenas alimenticias. Pone venenos en los ecosistemas que duran siglos, e incluso milenios
El imperio del valor de cambio, o lo que es lo mismo del valor de uso transformado
en mercancía, se encuentra en el origen de este desencuentro entre la persona y la
naturaleza. Lo que se puede medir en tanto mercancía representa el mito de la realidad. “La
representación económica del mundo es, pues, la de los flujos orientados de servicios y
productos, compensada por los flujos financieros de sentido opuesto. Allí donde se detiene
el flujo monetario se detiene el análisis económico; los productos de la actividad humana
sólo figuran en el sistema económico porque existen en forma de mercancía; y desaparecen
de él en cuanto pierden esta cualidad”. Pero la actividad humana, incluida la económica,
es mucho más que eso.
La vieja utopía del progresismo y del racionalismo, hijos, en primera instancia, del
Renacimiento y del pensamiento ilustrado y, en segunda, de la ciencia y la tecnología,
sentencia en el pensamiento de Bacon y de Descartes la identidad entre saber y poder, y la
construcción a partir de ellos de un mundo asentado sobre los principios de la libertad, la
igualdad y la fraternidad. La evidencia muestra, sin embargo, que nada ha sido así. Que no
existe la libertad, ni la igualdad ni la fraternidad, y que cada vez que las multitudes se han
puesto en movimiento para ejecutar los planes de los ilustrados, las fuerzas reaccionarias
han activado todo su potencial disponible para dinamitar esos procesos. Han contrapuesto
su termidor. De tal manera que hoy es ya posible afirmar que la unión entre el saber y el
poder de utopía transformadora ha devenido en maquinaria represiva y en alianza nefasta
para el mantenimiento de la vida.
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Por todo ello, afirmamos que hoy, el socialismo más que la esperanza, se ha
convertido en una necesidad para la supervivencia de los pueblos, de las personas y del
propio planeta, sin que quede espacio de conciliación con un sistema depredador, injusto e
insostenible. Por supuesto, que el socialismo del siglo XXI está por construir, aprendiendo de
las experiencias históricas, pero no deja de ser menos cierto que el empeño por construirlo
está directamente relacionado con la urgente necesidad de acabar con el capitalismo.
La presentada, por las burguesías del Estado y sus medios, como “idílica” transición
española, supuso en la práctica el encorsetamiento de cualquier propuesta democrática en
la aceptación de unos parámetros claramente definidos por los poderes reales del Estado:
la monarquía, sustentada por el ejército, como factor de control de la acción de los partidos
políticos y la “integridad territorial” del Estado Español. Ambos elementos se conformaban
así en el eje del marco constitucional español de 1978, mientras que el resto del texto no
era más que palabrería que podía ser “reconducida” mediante leyes orgánicas. Y eran,
además, intocables para la gran mayoría de fuerzas políticas, incluyendo las supuestamente
de izquierda y las supuestamente nacionalistas.
Sin embargo, ambos elementos han empezado a ser cuestionados con fuerza. Ni la
monarquía, ni el modelo de estado y su “integridad” son en la actualidad para mucha
gente los tótemes sagrados de antaño. Las reivindicaciones nacionales se han radicalizado
en confrontación directa con una derecha españolista (valga la redundancia) que ha
recuperado sus formas imperiales y no se contentan con un estado de las autonomías
maquillado. Al mismo tiempo, el cuestionamiento social de la monarquía, en algunas
ocasiones como algo intuitivo, va calando entre muchos sectores, incluso dentro de la
propia España, que ya no ven en la figura del rey español el espejismo de “constructor de la
democracia” que se ha vendido durante años.
A todo ello ha contribuido la pérdida del miedo a una posible intervención militar,
aunque su espantajo haya sido insinuado más de una vez por los sectores más cavernícolas
de la derecha, y es, no lo olvidemos, un factor que influye en la psicología de las masas en
cuanto a una potencial receptividad a los cuestionamientos radicales del sistema.
A principios de los años 80, algunos sectores de la izquierda canaria creyeron que
con la aprobación de la autonomía se iba a generar un “mercado nacional canario” que
acabaría con las tendencias “provincialistas” de la burguesía canaria. El mismo discurso se
lanzó con la creación en los 90 de Coalición Canaria. Sin embargo, la pugna intracanaria
ha vuelto a resurgir en los últimos tiempos, bien sea con el discurso del “equilibrio
interinsular” (algo recurrente en la historia del insularismo en Canarias), bien sea con las
posiciones más chabacanas de determinados medios. El fondo real de ese resurgir, no es
otro que la necesidad de mantener un nivel mínimo de inversiones y servicios públicos que
Avda. Trinidad, 2-2º.
Aguere – Tenerife.
www.alternativapopularcanaria.net
IV ASAMBLEA NACIONAL
Aguere, 6 de junio de 2009
Esa pugna tiene su proyección política en los apoyos y repudios obtenidos por los
partidos del sistema en determinados territorios insulares, ya que, aunque parten del mismo
consenso fundamental, sí presentan discrepancias en lo cotidiano.
acicate para reinventar nuevas formas de acción y organización política que se enfrenten a
esas limitaciones.
Otro factor clave que nunca la izquierda canaria ha sido capaz de afrontar 7
decididamente, es el problema del control -prácticamente hegemónico- de la información
por parte de los grupos de poder tanto públicos, como sobre todo privados. Y es que la
exposición de la sociedad canaria a este poder fáctico acarrea efectos de magnitudes
incalculables a corto, medio y largo plazo sobre la sociedad en cuanto a la
formación/deformación del pensamiento colectivo. Tampoco los avances generales en el
sistema educativo han hecho que la sociedad canaria tome más conciencia de su propia
realidad, -al menos lo suficiente-. Por el contrario, estas estructuras forman parte de la
maquinaria capitalista y como tales cumplen la función de trasmitir sus valores, la visión de
su realidad y, por supuesto, su ideología. Todo esto, unido a otros factores
fundamentalmente culturales, dan como resultado que nuestro pueblo presente un
alarmante grado de alienación y de pasotismo generalizado que se reproduce de
generación en generación.
Esta reflexión surge para contrarrestar cierto “mito” que parece haberse impuesto
entre algunos sectores y que podríamos sintetizar como “la moderación se correlaciona
con el éxito.” Cierto es, que esto puede funcionar para grupos más moderados de nuestra
izquierda (clases medias, personas mayores, etc.…) Pero el problema radica en que ésta
máxima se está aplicando de forma generalizada para el discurso, para los símbolos y para
casi todo. A estas alturas, es indiscutible que la izquierda ha padecido durante muchos años
un desfase ideológico y práctico que le ha impedido movilizar a la sociedad. Por eso,
partidos como el nuestro ha reaccionado “sustituyendo las consignas por los hechos” y en
definitiva tratando de conectar con las mayorías. Pero esto no debe confundirse con la
renuncia, por acción o por omisión, de nuestras ideas políticas. Estamos advirtiendo sobre
los riesgos que conllevan los descafeinamientos que del mismo modo que puedan satisfacer
a sectores moderados, desilusionan proporcionalmente a sectores más ideologizados y no
por ello menos válidos. Nuestra sociedad no es “moderada”. Como toda sociedad frágil, es
una sociedad más maleable y también más manipulable, pudiendo serlo en un sentido o en
otro en función de quienes regenten el poder y la propaganda.
Durante gran parte de nuestra historia como partido, el triunfalismo ha sido la piedra
angular de nuestra política, aunque para ello se falsearan los datos objetivos. Siempre
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hemos estado “creciendo”, siempre hemos sido el partido hegemónico, el más organizado,
etc. Nos hemos creado una imagen, muy para consumo interno, que no se correspondía
con el papel real del partido en la sociedad.
Evidentemente, desterrar esa imagen ha tenido un coste muy duro, sobre todo interno,
y tampoco ha sido un camino de rosas externo. Es más, todavía tenemos que dar muchos
pasos en ese sentido.
Por otra parte, debemos de reconocer que la crisis vivida en el seno del partido, nos
supuso una sangría –no tanto numérica como anímica- que nos llevó a una considerable
debilidad. Una situación de bloqueo como la vivida, en la que todo el partido se vio
afectado, y que, además, todavía guardaba “bombas dormidas” después de la escisión era
lógico que nos pasara factura, sobre todo cuando no tuvimos tiempo de recuperarnos antes
de afrontar tareas políticas imprescindibles (elecciones, puesta en marcha de nuevos
espacios políticos, etc.), lo que se reflejó en la ralentización de la ida orgánica del partido.
políticas). Seguir planteándolo como nuestro referente no es más que engañarnos ante su
triste realidad.
Además, en lugar de plantear un partido que pudiera aliarse con otros sectores, 9
creamos un movimiento político amplio, necesario en esa etapa, que hoy ya no puede ser
útil al existir organizaciones que ocupan esas tareas políticas. Se hace imprescindible, en
consecuencia, redefinir nuestras tareas políticas y, con ello, el carácter y funcionamiento de
APC, que debe pasar de movimiento a partido.
Esos dos ejes ideológicos referidos anteriormente nos llevan a formular una estrategia
que va más allá de los espacios unitarios creados actualmente y que lance la idea de la
necesidad de un frente político y social que no sólo articule a organizaciones
tradicionalmente consideradas como políticas sino también a aquellos colectivos, espacios,
organizaciones y corrientes que plantean una actitud combativa al actual sistema
En este sentido, APC como partido y desde las organizaciones en las que participa,
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debe impulsar la construcción, paciente y urgente, de ese frente político y social,
imprescindible para plantear una verdadera alternativa al actual bloque dominante en el
Archipiélago, estableciendo unas relaciones de diálogo permanente, pero también
aportando su papel de intelectual colectivo dentro de ese bloque histórico.
Ello nos lleva a ser más exigentes con el propio partido. Ni nos puede valer cualquier
cosa, ni podemos seguir con actitudes vacilantes. Los combates de ideas hay que darlos, sin
romper las reglas del juego y sin ir a menospreciar a las compañeras que no comparten
nuestras posturas, pero sí dejando claro que estamos presentes para algo más que para
hacer bulto. Por eso es imprescindible que el partido se implique claramente en la tarea de
aportar alternativas a todos los niveles, de dar respuestas claras a los problemas de nuestro
pueblo. El “discurso opositor” en el que se ha instalado la izquierda por no querer
profundizar en un modelo alternativo al capitalismo y a la democracia formal no nos sirve.
Hoy más que nunca necesitamos una izquierda verdaderamente combativa y alternativa.
APC no surgió con un diseño preconcebido, con una “idea-modelo” clara de partido.
Es más, se pretendió articular en un principio como una “convergencia” de partidos locales
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con bastante laxitud en cuanto a sus planteamientos ideológicos y organizativos, orientada
más a la acción electoral que a la elaboración teórica. Pretendía, además, ocupar en
solitario el espacio de la izquierda nacionalista, sin dejar opciones a desarrollar una política
de alianzas. Hemos sido, como ya hemos señalado, más un movimiento político que un
partido propiamente dicho, algo que fue totalmente necesario dado el vacío que existía en
el ámbito político de la izquierda nacionalista, pero que hoy no se corresponde a nuestras
tareas políticas.
En esta Asamblea, APC redefine su papel político iniciando el paso a ser un partido,
un intelectual colectivo que dirige preferentemente su actuación hacia los espacios políticos
unitarios que ha contribuido a impulsar y hacia la actuación directa en los espacios sociales
alternativos que se sitúan en los dos ejes ideológicos que definen a nuestro partido (el
nacionalismo y el socialismo). Evidentemente, supone readaptar todas nuestras estructuras
y, también, nuestras tradicionales formas de actuar, en lo interno y en lo externo. En lo
interno, supone asumir la dificultad de la “doble militancia” en los espacios unitarios y en el
partido, adaptar el funcionamiento del partido a esa realidad –sobre todo teniendo en
cuenta que no somos, ni queremos ser, un partido profesionalizado-. En lo externo, supone
una menos visibilidad mediática, aunque una mayor visibilidad social de nuestras ideas.
Más allá de debates sobre cómo llamar a la concreción de ese bloque histórico, lo
importante aquí es comprender la responsabilidad, la necesidad y la oportunidad histórica
que tenemos para impulsar un gran proyecto sociopolítico para nuestro país.
Tal y como venimos advirtiendo, la situación política del momento presenta claras
tendencias de desgaste de los partidos vinculados al bloque dominante: PSOE, PP, CC, NC
y CCN son rechazados o, cuando menos, resultan ajenos para amplios segmentos de
nuestra sociedad que no encuentra diferencias significativas entre ellos. Tampoco es ningún
secreto que son varios los sectores que manifiestan un rechazo intuitivo o consciente a las
expresiones políticas del bloque dominante. Sin entender por ello otra cosa que la mayoría
de los individuos anden bastante despistados en cuanto a política se refiere y su
cosmovisión y perspectiva no conduzcan, ni a medio plazo, a una reacción por la izquierda
medianamente planificada. Esto no quiere decir que no se perciba el deterioro de la
situación social, económica y política y la inhibición política constituya una forma directa de
expresar el descontento general.
Existe por tanto, una sensación de hastío y desinterés generalizado hacia el mundo
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político. Esto incluye a sus instituciones, sus medios de propaganda, sus partidos políticos y
sus discursos. En esta tendencia creciente es donde se ubica buena parte de nuestra gente,
es parte de nuestro granero particular. Y si llevamos muchos años, -décadas incluso- sin
recoger frutos no es porque nuestros potenciales simpatizantes y el conjunto de la sociedad
se haya ido moviendo progresivamente hacia posiciones más conservadoras o conformistas,
sino porque no hemos sido capaces de erigir una propuesta clara, arraigada y visible que
sirva de referente para la ciudadanía progresista e inconformista. Esa es la tarea que desde
hace años, y ahora más que nunca, debemos emprender: Iniciar un proceso de
acumulación de fuerzas que desemboque en el nacimiento de una nueva estructura
sociopolítica capaz de dar respuesta a las circunstancias del momento pero también del
futuro, que sea capaz de convertirse en la vanguardia de quienes entramos en abierta
contradicción con el mundo capitalista y sus diversas caras.
Hemos, por tanto, de mimar nuestra propia identidad, discurso e imagen política y
social, prestando especial atención en no ser confundidas con la socialdemocracia, -con
indiferencia de su origen español o neocanario.- A estas alturas, y a tenor de sus propias
trayectorias afirmamos que no son más que burócratas instaladas y acomodadas en el
poder político, que viven de la política rodeadas siempre de trapiches con los poderes
privados y públicos. En consecuencia, sus intereses se encuentran en clara contradicción
con los intereses objetivos de las clases populares canarias, siendo esto no ya un asunto de
orden local ni coyuntural, sino una evidencia que se impone cada vez con mayor fuerza en
el mundo entero. Para quien albergue dudas al respecto: no es que los socialdemócratas
no se atrevan a enfrentarse a las contradicciones más agudas que origina la dinámica de
este sistema, sino que son parte intrínseca del mismo, -“la cara amable del capitalismo y de
su forma colonial.”- Por eso y en pro de salvaguardar sus intereses, no dudan en
confrontarse de la manera que les sea posible, llegando a actuar incluso peor que la propia
derecha colonial y liberal.
APC surgió como resultado del congreso constituyente del MLNC para agrupar a los
actores políticos más activos de la izquierda nacionalista, y ha apostado por una política de
alianzas que nos ha llevado a acuerdos con bastantes partidos: IPO, UP, AVT, MCD,
ASAVA, AC-25M y finalmente ASSPTF. La confluencia en SSP supuso para nosotros un
punto de inflexión importante, no sólo por la traumática ruptura interna vivida, sino también
por los cambios acontecidos en el escenario político. Pero al mismo tiempo hemos ido
aparcando el partido en pro de las iniciativas insulares y locales, -lo cual por otro lado es
lógico porque estas han constituido nuestros frentes políticos.- No obstante, gracias a la
participación en SSP e IpH y la colaboración con IPO y AC-25M, podemos decir que la
izquierda canaria ha echado más raíces en algunos pueblos y ciudades, sobre todo de
Tenerife, aunque sin olvidar que los perdimos en otros. Lo cual, sin lugar a dudas,
nacional canaria, -que sigue siendo la gran asignatura pendiente-. Por tanto, SSP por sus
propias limitaciones geográficas actuales, y en el camino de que la izquierda nacional sea
la gran alternativa que la ciudadanía necesita, debe involucrar a nuestros aliados
inmediatos como IPO, AC-25M, IpH y por supuesto de la misma APC, en un nuevo proceso 14
que sea capaz de articular un gran movimiento sociopolítico a nivel Nacional.
Por último, decir que no hay más que echar un vistazo a numerosas experiencias
internacionales y también a nuestra propia historia más reciente para darse cuenta de que
los proyectos de la izquierda canaria que han tenido un relativo éxito, han estado
precisamente determinados por su propia naturaleza confluyente y participativa, han sido
organizaciones surgidas de la confluencia de las diversas corrientes y agrupaciones de la
izquierda canaria en coyunturas sociopolíticas más o menos concretas. Concluimos
reafirmando que “la crisis”, no es sólo económica, sino también política, social y cultural.
Por consiguiente y en el momento actual existen las condiciones necesarias para dar ese
gran paso que tarde o temprano tendremos que dar.
Canarias,
Canarias, 6 de junio de 2009.