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Después de ver lo que ha sucedido con el P.

Alberto Cutié
¿El celibato eclesiástico debe seguir?
P. Jean Pierre Teullet

Luego que uno ve las fotos y videos del escándalo suscitado por la falta frente al compromiso adquirido por
el P. Alberto Cuité, sacerdote de la Arquidiócesis de Miami, con respecto al celibato en su sacerdocio, son
muchas las personas que hablan del tema de moda: el celibato de los sacerdotes. Gente a favor y en
contra; gente con experiencia y conocimiento y otros que sin ningún tipo de conocimiento hablan porque no
quieren quedarse callados.

Y así, como que nos vemos expuestos a la vez a mucha información y desinformación; a muchas opiniones
y verdades; a muchas especulaciones y versiones oficiales. Frente a lo cual no pocos nos quedamos como
desconcertados. Y nos quedamos con más dudas que certezas. Por eso, es bueno, en especial en
momentos como estos, aferrarnos a las verdades sólidas que nos darán firmeza. Porque como dice el
Señor, «la verdad te hará libre».

Pero ¿Cuál es la verdad aquí? Es lo que trataremos de presentar; y lo haremos de un modo práctico.
Seguiremos las preguntas y cuestionamientos que hemos visto estos días se han hecho frente al celibato y
presentaremos a ello respuestas. Entonces, empecemos.

Lo que ha mostrado esta actitud del sacerdote de Miami ¿Manifiesta que el celibato no sirve?

No. Ha mostrado una actitud particular que está en desacuerdo con la conducta que hay que tener en el
sacerdocio y a la que este sacerdote libremente se comprometió. Sería un error lógico generalizar, a partir
de este caso, que el celibato es el problema; es lo que comúnmente se llama falacia de sobre
generalización. Que uno del grupo realice algo no quiere decir por conclusión que todos lo deban realizar;
que uno del grupo tenga un problema no significa que todos tengan que tenerlo. La actitud errada de este
cura sólo muestra lo que este sacerdote vivía y sus opciones personales.

Pero ¿Por qué la Iglesia obliga a algo que muchos no quieren?

La Iglesia, como cualquier institución, tiene sus reglas; reglas que además es importante notar (como lo
veremos más adelante), son de inspiración divina, pues la Iglesia si bien es humana por sus miembros, es
santa por estar fundada y asistida por Dios.

Estas reglas las saben los candidatos al sacerdocio a las cuales, libremente se comprometen sabiendo lo
que ello implica. Hay siempre un riguroso examen para ver las intenciones, conocimiento y voluntad de los
candidatos con respecto al celibato y a cada una de las reglas con respecto al sacerdocio. El candidato al
sacerdocio sabe bien lo que significa el celibato; sabe que es para siempre. Y así, libre y conscientemente lo
asume y acepta. No hay coacción alguna. Por ende, uno que libremente se comprometió al algo, sabe que
lo debe vivir fielmente siempre. Y sabe, cuando no lo cumple, que está en falta frente a lo que se
comprometió.

Esta norma se aplica a todo en la vida: al sacerdocio, al matrimonio, a los negocios, contratos y cualquier
empresa humana. Es algo bastante sencillo de entender: fundarnos en la palabra dada como garantía de
seguridad en el tiempo. Su incumplimiento, en cualquier ámbito, implica una infidelidad y por ende unas
consecuencias y en algunas ocasiones unas penas. Si un candidato al sacerdocio no quisiera el celibato,
primero él mismo no se comprometería libremente y a la vez, no sería aceptado al sacerdocio. Por ello el
que incumple esta norma o se equivocó y fue infiel lo sabe bien.

Ahora bien ¿Acaso la Iglesia no inventó el celibato para tener más poder?

La respuesta es no. La Iglesia, objetivamente no gana nada con el celibato (este ganar en términos de
poder, dinero, prestigio o alguna otra cosa humana). Gana a hombres que sabe se dedicarán de lleno a
servir al Señor en las cosas que les mande. Es más bien bastante claro que el celibato, como lo vemos en
la actualidad, es más un problema y una tensión que le genera a la Iglesia frente a mucha gente que no
entiende y que, le sería más fácil a la Iglesia, si procedemos desde un querer agradar al mundo, dejarlo de
lado. Pero la Iglesia, en contra de los problemas e incomprensiones que encuentra, sigue con ello no por
estrategia humana, sino por inspiración divina.
Alguna vez se ha dicho que la Iglesia hace esto para controlar los bienes económicos y que no sean
heredados por la supuesta familia del sacerdote. Esto es bastante fácil de contestar. Los sacerdotes, por
ejemplo, en sus parroquias no tienen bienes propios como la parroquia, la Iglesia, los artículos artísticos y
demás cosas. Todo eso pertenece normalmente a un ente legal que tiene cada Obispado. Y así se da en
mucho otros casos, como por ejemplo en las congregaciones religiosas. Los sacerdotes utilizan esos bienes
de modo temporal, pero nunca se quedan con ellos, porque no son de ellos. Por ende, si estuvieran
casados, su familia no heredaría nada de esto. Entonces la Iglesia, siguiendo esta lógica, no perdería nada
y le daría lo mismo que el sacerdote esté o no casado. Por ello, este argumento es bastante superficial e
inconsistente. Sino ¿Acaso el supuesto hijo de un sacerdote se quedaría con la Iglesia? ¿La supuesta
esposa con sus casullas y la custodia de la Iglesia? Creo que el asunto se responde por sí mismo.

El celibato «es una norma que inventó la Iglesia tardíamente; eso nunca lo pidió Jesús»

Como muchas otras cosas que escuchamos alegremente estos días, este es un argumento falso fruto de la
ignorancia (y esperemos, no de la mala intención de engañar con falsedades a la gente). Tratemos de no
extendernos, pues si alguien quiere investigar y estudiar a fondo el asunto, hay muchos trabajos serios,
históricos, bien fundamentados y sólidos sobre esto que el lector podría ver y quedar bastante satisfecho.
Así que digamos lo esencial.

En un artículo que realicé sobre el tema para al Revista Teológica Limense el año 2004, mencionaba que
cuando Jesucristo habló de la indisolubilidad matrimonial a sus discípulos, les presentó a la vez una doctrina
novedosa y hasta ese momento desconocida: «Pero él les dijo: "No todos entienden este lenguaje, sino
aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay
eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que
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entienda"» . Este consejo que dio el Señor era para una entrega en aras de un amor universal. Un consejo
que la Iglesia vio siempre como un don muy estimado e importante para aquel que quisiera consagrarse a
las cosas del Señor en el sacerdocio. El Concilio Vaticano II, el último que se ha dado en la Iglesia, buscó
ayudar a que la gente de hoy se acercara más a la fe, y dijo al respecto: «Cristo el Señor recomendó la
perfecta y perpetua castidad por el reino de los cielos (cf. Mt 19, 12). No pocos cristianos a lo largo de los
siglos, e incluso en nuestro tiempo, la han acogido gustosos y la han practicado de una manera digna de
elogio. La Iglesia la ha apreciado siempre muchísimo, de manera especial para la vida sacerdotal... Por
estas razones, fundadas en el misterio de Cristo y en su misión, el celibato, que al principio se recomendaba
a los sacerdotes, fue impuesto después por ley en la Iglesia latina a todos los que eran promovidos al orden
sagrado. Este sacrosanto Sínodo, aprueba y confirma de nuevo esta legislación en cuanto se refiere a los
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que se destinan al presbiterado» .

Jesús no dio una orden ciertamente, pero sí un consejo que la Iglesia acogió, entendió y poco a poco,
desde de la práctica inicial, asumió como norma con el poder que tiene de atar y desatar. No se trató pues
de un invento posterior de la Iglesia, y para ver esto con claridad basta ver que algunos seguidores
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cercanos del Señor como San Juan , San Pablo y otros, vivieron el celibato siguiendo el ejemplo del mismo
Señor Jesús que fue célibe. Decir que los Apóstoles fueron todos casados es un error, pues del único que
tenemos referencias en el Nuevo Testamento que fue casado, es de Pedro.

Pero es también importante ver que la Iglesia no lo normó como algo tardío. Además de lo que
explícitamente dijo Jesús, de lo que vivieron sus Apóstoles y muchos cristianos al inicio de la Iglesia, hay
que recordar que el celibato sacerdotal se normó bastante temprano en el Concilio de Elvira, que dice así:
«Se ha decidido por completo la siguiente prohibición a los obispos, presbíteros y diáconos o a todos los
clérigos puestos en ministerio: que se abstengan de sus mujeres y no engendren hijos; y quienquiera lo
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hiciere, sea apartado del honor de la clerecía» . Esta norma, contrariamente como algunos ignorantemente
dicen, no se dio tardíamente, sino entre los años 300 y 306 d.C. En este sentido, hay que mencionar
también que la falsedad de la novela pseudo histórica del Código Da Vinci, trata de vulnerar el celibato del
Señor Jesús sin ningún fundamento y con una notoria agenda anticatólica.

1Mt 19,10-12.
2Presbyterorum Ordinis, n. 16.
3Ver NICOLAU, Miguel. Ministros de Cristo. Madrid; BAC 1971, p. 377.
4Ver 1Cor 7, 1ss.
5SÍNODO DE ELVIRA, canon 33. En: DENZINGER, H. - HÜNERMANN, P. El Magisterio de la Iglesia. Enchiridion
Symbolorum, definitionum et declarationum de rebus fidei et morum. Barcelona; Herder 2000, n. 118.
Entonces ¿Por qué y para qué existe el celibato?

Jesucristo dio un consejo: vivir el celibato en orden a la disponibilidad total y consagración a la extensión del
Reino de Dios. Es decir, buscando que sus Apóstoles y sucesores (y sus colaboradores directos, los futuros
sacerdotes) puedan estar más disponibles y listos para la misión de evangelizar el mundo. No es pues un
invento de la Iglesia, sino una recomendación del Señor que no todos entienden sino que, como dice Él
mismo, entienden algunos: «No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha
concedido»6.

No hay aquí un menoscabo del matrimonio, sino de un llamado particular que el Señor da a ciertas
personas. Pues el sacerdote que no se casa puede, como dice San Pablo, preocuparse de las cosas del
Señor y de la misión encomendada de manera total; estando casado, su primera responsabilidad sería su
familia y esto limitaría que pudiera estar listo a todo tiempo, para atender a las personas que lo necesiten.
San Pablo lo expresa así: «Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas
del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su
mujer; está por tanto dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del
Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de
cómo agradar a su marido»7.

A veces no se entiende, pero este tipo de vida y este sacrificio y renuncia, para el cual Dios da gracias y no
todos pueden vivir, es en función del bien de las personas. Uno se hace célibe para poder ayudar más y a
más personas. Sin ello probablemente no podría celebrar tantas misas, confesar a tanta gente, conversar
con tantas personas, ir de aquí para allá a atender a enfermos, dedicarse a buscar el bien espiritual y
material de los pobres. Estando casado, su tiempo sería poco y su accionar evangelizador sería poco. «El
sacerdote, que ofrece en el altar in persona Christi el sacrificio eucarístico, en la castidad celibataria se hace
hombre para los demás, ejerciendo sin exclusividad su ministerio en una caridad universal. La obligación,
entonces, no surge simplemente de una ley eclesiástica impuesta desde fuera, sino de la asunción libre y
consciente del celibato casto después de años de oración, reflexión y preparación. La ley eclesiástica
sostiene esta obligación asumida litúrgicamente»8. Esto es bastante claro y muchos que viven otras
renuncias lo saben bien. Incluso para no católicos, como Mahatma Gandhi, que decía al respecto: «Es el
celibato el que conserva joven a la Iglesia Católica».

«El celibato no es dogma, así que se puede cambiar»

Ciertamente el celibato no es un dogma, es decir, una verdad que se cree por fe y que no puede cambiar.
Fue un consejo del Señor que la Iglesia entendió como importante. Y si no fuera importante ¿Por qué lo
habría dado el Señor? ¿No será porque lo creyó importante? De suyo no es esencial al sacerdocio, pero la
Iglesia lo ve como fundamental para poder, como veíamos, estar disponibles. Por lo tanto sí, es una ley
humana dada por la Iglesia, pero por ello no carente de fundamento bíblico y no carente de importancia y de
una rica y fundada historia.

La norma dice así: «Los clérigos están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el
Reino de los cielos y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato, que es un don peculiar de Dios
mediante el cual los ministros sagrados pueden unirse más fácilmente a Cristo con un corazón entero y
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dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los hombres» . Hay que recordar además que si bien
en la Iglesia de Oriente los sacerdotes pueden ser casados, sólo los célibes pueden ser ordenados obispos
y que esta normatividad cambió, pues al inicio, hasta el s. VII d.C., el clero oriental también vivía la disciplina
del celibato.

«Son muchísimos sacerdote que se casan y piden permiso al Vaticano. Por eso la Iglesia debe
modernizarse y adecuarse a estos tiempos»

Los Obispos reunidos en un Sínodo el año 1971, abordaron el tema del celibato y se preguntaron ¿Se
debería quitar como disciplina? Se decía que dejar de lado esta norma ayudaría a que hayan más
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sacerdotes. La respuesta casi unánime de los obispos fue negativa . Y argumentaron lo siguiente: esto no
6Mt 19,10.
71Cor 7, 32-34.
8GHIRLANDA, Gianfranco. El derecho en la Iglesia misterio de comunión. Madrid; Ed. Paulinas 1992, p. 180.
9Código de Derecho Canónico. Pamplona; EUNSA 1992 5ta edición, canon 277, § 1.
10En el Sínodo de los Obispos de 1971, Monseñor Lorscheider mencionó 3 argumentos en contra de la
ordenación de hombres casados en lugares y circunstancias que faltase clero. Dijo: a. El derecho a la
resolvería el problema de las vocaciones; hay una experiencia problemática con estos casos en las iglesias
orientales y protestantes; traería problemas sociales como el mantenimiento de la familia por parte del
sacerdote que tendría que trabajar para mantener a la familia, dejando de dedicarse a su ministerio; daría
lugar a dos categorías de sacerdotes; el casado es difícil que pueda tener empuje misionero.

Decir que son muchísimos los que piden estas dispensas es una generalización. De la experiencia, uno ve
que los casos son más bien aislados y un número muy reducido, muchos de ellos por problemas personales
o situaciones delicadas que han vivido, no por una opción ideológica, sino para subsanar una situación
irregular en la que ya se encuentran.

Finalmente es bueno preguntarse ¿Qué significa modernizarse? ¿Seguir las reglas de la moda imperante
que muchas veces están cargada de anti valores? ¿Dejarse llevar por las opiniones del momento? ¿Acaso
dejar el celibato significa un adelanto en el pensamiento humano? ¿No será más bien un capricho de la anti
cultura relativista, permisiva y anti religiosa que muchas veces vemos por doquier? ¿No será que el celibato
cuestiona a muchos, e incomoda la entrega de los sacerdotes? ¿Acaso los consejos del Señor ya no valen
para el hoy?

«Es hipócrita la Iglesia que habla del celibato y no lo vive»

Nuevamente hablemos de la sobre generalización. Primero, la Iglesia somos, por definición, Cristo Cabeza
y el Cuerpo Místico que está formado por todos los fieles, es decir por los bautizados. Osea, todos los
católicos. No es exclusividad de los sacerdotes.

Segundo, la Iglesia es Santa por su origen, y pecadora por sus miembros.

Tercero, el pecado de uno ciertamente escandaliza a muchos (más cuando se trata de un pastor que está
delante guiando y que debe dar más ejemplo y testimonio), pero no es señal que todos sean como él. Y es
que uno no hace la norma ni por uno o dos se generaliza a todos. Y es que ¿Dónde quedan los miles de
sacerdotes que sí son fieles? ¿Cómo meter en un mismo saco a unos pocos que han tenido problemas y
han sido infieles en esta disciplina, con la gran mayoría de sacerdotes que si han sido fieles? ¿No es acaso
injusto? Como sería injusto decir que todos los esposos del mundo son unos traidores porque unos cuantos
han sido infieles a sus esposas.

La Iglesia, es decir las normas eclesiales, a lo largo de la historia han visto conveniente esta disciplina y con
la experiencia de bendiciones y buenos ejemplos, así como la mala experiencia de algunos pocos, ha visto
con su sabiduría, experiencia, y asistida por Dios, que esta normatividad es buena y necesaria también para
hoy.

¿Un problema obliga a un cambio de disciplina?

Cuando un esposo es infiel una vez ¿Debe separarse para siempre de la esposa? ¿Hay posibilidad de que
cambie? Cuando una esposa es infiel a su esposo ¿Debemos afirmar por ello que la monogamia en el
matrimonio no sirve? ¿Hay que afirmar que mejor es tener varias esposas o varios esposos? ¿O que mejor
cada uno tenga las relaciones que quiera con quien quiera sin ningún vínculo?

Cuando un joven consume drogas y se vuelve adicto ¿Hay que legalizar la droga porque el tenerla prohibida
ha generado una reacción adversa de este chico y lo ha empujado a buscarla?

Cuando un violador persigue a una niña menor, la viola y la mata ¿Hay que aprobar que pueda tener
cuando quiera relaciones con menores sin que esté penado? ¿Hay que cambiar las costumbres que nos
parecen buena y lógicas?

celebración eucarística de los fieles no es argumento, pues la obligatoriedad es una vez al año; b. La
remisión de los pecados tampoco es argumento a favor de ordenar hombres casados, dado que también
se obtiene el perdón, en ausencia de sacerdote, con el acto de contrición; c. El apostolado especializado
puede ser llevado a cabo por catequistas, diáconos o laicos preparados. Ver TOMKO, Cardenal Josef.
“Estudio introductorio” (intervención en el Sínodo de Obispos de 1971). En: Celibato y Magisterio.
Intervención de los Padres en el Concilio Vaticano II y en los Sínodos de Obispos entre 1971 y 1990; Obra
dirigida por SANTARSIERO, Antonio, OSJ. Lima; Conferencia Episcopal Peruana 1994, pp. 176-177.
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Ver TOMKO, Cardenal Josef. “Estudio introductorio” (intervención en el Sínodo de Obispos de 1971). En:
Celibato y Magisterio. Intervención de los Padres en el Concilio Vaticano II y en los Sínodos de Obispos
entre 1971 y 1990; Obra dirigida por SANTARSIERO, Antonio, OSJ. Lima; Conferencia Episcopal Peruana 1994,
pp. 175-177.
Que un sacerdote sea infiel a su compromiso de celibato ¿Significa que este compromiso es malo y que
debe abolirse porque le hace daño?

«El celibato hace daño al sacerdote, pues es anti humano»

Responsamos a esto con una cita del Papa Pablo VI: «No es justo repetir todavía, después de lo que la
ciencia ha demostrado ya, que el celibato contra la naturaleza, por contrariar a exigencias físicas,
psicológicas y afectivas legítimas, cuya realización sería necesaria para completar y madurar la
personalidad humana: el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios (Gén 1,26-27), no es solamente
carne, ni el instinto sexual lo es en él todo; el hombre es también, y sobretodo inteligencia, voluntad,
libertad; gracias a estas facultades es y debe tenerse como superior al universo, ellas le hacen dominador
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de los propios apetitos físico, psicológicos y afectivos» .

«Si un sacerdote no se casa, no puede hablar de amor»

¿Qué es el amor? ¿Es una exclusividad del matrimonio? ¿Se reduce al ámbito sexual? ¿Una persona que
no tiene una vida sexual activa puede vivir el amor? ¿Y las tantas manifestaciones de amor diferente a una
vida matrimonial?

El amor es Dios mismo. No es una invención humana, como lo dice el mismo Señor mediante San Juan:
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«En esto consiste el amor: no en que ustedes hayan amado, sino en que Dios los amó primero» . Por ello
la definición del amor la da Dios, no nuestras medidas humanas. Y al darla Dios, hay múltiples
manifestaciones del amor. La más sublime y grande la define el mismo Señor con su propia vida: «Nadie
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tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» .

Por ello decir que uno no puede entender ni vivir el amor porque no está viviendo un tipo de amor
matrimonial, es recortar el amor; el matrimonio es una vocación hermosa y un ámbito privilegiado del amor,
pero no la única ni la más importante manifestación del amor. Cada vida tiene un propio ámbito importante.
Una mujer que no se casa por dedicarse a cuidar a sus padres ancianos y enfermos. Un hombre que no
contrae matrimonio porque se ha dedicado a la enseñanza en una escuela rural durante toda su vida. Una
anciana viuda desde los 40 años y que dedicó su vida a ayudar a su hija que joven tuvo hijos y cuidó así a
sus nietos. Un esposo que al año de casado ve como su mujer queda cuadraplégica y dedica los siguientes
50 años de su vida a atender a su mujer postrado en una cama.

Estos y otros ejemplos nos llevan a preguntarnos ¿El amor es exclusivo del casado? ¿Sólo él sabe que es
amor? ¿Acaso una de estas personas descritas antes no podrá hablarnos con profundidad y autoridad del
amor? ¿Acaso alguno de ellos no podrá también definirnos qué es el amor?

El sacerdote entrega su vida en el celibato para vivir el amor y con autoridad y experiencia sabe también
qué es el amor, por participar y vivir del amor de Dios. Y con ello tiene experiencia y autoridad para hablar
de él. Y si no, habría que preguntarnos ¿El Señor Jesús, que fue célibe, no tenía acaso algo que decir sobre
el amor a un matrimonio, aún sin Él haberlo vivido?

«Si un sacerdote no se casa, no puede hablarle a una pareja»

Si bien este cuestionamiento va muy relacionado al anterior, queríamos distinguirlo para poder especificar
un poco más las respuestas.

Si para tener respuestas a cada cosa uno tiene que vivirlas ¿Entonces no nos sería acaso imposible
hablarle a cualquiera? Porque ¿Quién entiende a un maestro? ¿Sólo un maestro? ¿Quién entiende a un
policía? ¿Sólo un policía? ¿Quién entiende a un chico drogadicto? ¿Sólo un drogadicto? Hay en la vida
verdades generales que son aplicables para todos, y si bien hay ciertas experiencias particulares por
aprender, éstas no se conocen solamente por vivirlas sino también por estar cerca de ellas. Para
comprender la pobreza no hay que ser pobre, basta ser sensible a ella. Si no, podríamos ponernos

11S.S. PABLO VI. Sacerdotalis coelibatus, n. 53.


121Jn 4, 10.
13Jn 15, 13.
escépticos y decir también que un matrimonio no le puede decir nada a otro porque es diferente; siempre
hay algo que decir.

Además la vocación del sacerdote no es sólo ir a las parejas; están los jóvenes, los enfermos, los
moribundos, los hombres malos, los hombres ricos y pobres, los viudos, los ancianos. En general todos. Y
como es evidente, todo eso no puede vivir el sacerdote. Y sería ilógico pedirle eso. Pero al estar en contacto
con tantas realidades, como que aprende de ellas y gana experiencia en ellas.

Además las parejas no viven solo cosas que el sacerdote no vive, sino que muchas de sus realidades
también las vive el sacerdote, como la vida espiritual, el amar a los demás, el perdonar, el comprender y
muchas otras experiencias. Volvamos a algo ya visto: la vida de pareja no se reduce al plano sexual,
aunque algunos miembros de la sociedad actualmente a veces lo vean así. El mismo padre Alberto Cutié,
en una entrevista hace un tiempo en un canal de Miami (Noticias 41), dijo lo siguiente al respecto: «Para ser
un buen psiquiatra no debes estar loco...el sacerdote está bien formado y sabe».

Pero ¿Qué es el sacerdocio?

¿Es acaso una labor social? ¿Es una carrera? ¿Es una profesión? ¿Es algo que yo elijo a mi gusto? Se ha
escuchado de todo estos días: que si el sacerdote se casa no pasa nada, que el sacerdocio es hacer bien a
la gente, que todo somos sacerdotes, que las mujeres deberían serlo, que si este sacerdote deja sus
hábitos no pasa nada y sigue siéndolo.

Hemos escuchado de todo, pero no hemos escuchado a Dios, que es el único que tiene autoridad para
hablar.

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Dice San Marcos en su evangelio, que Jesús «llamó a los que quiso» . El sacerdocio no es una elección
humana, sino una vocación, una llamada de Dios a algunos. No a los mejores, no a los privilegiados y a una
casta superior, sino a los que Él quiere y por eso implica escucha y respuesta. El Cardenal Ratzinger decía
al respecto: «No existe el derecho al sacerdocio. Esta misión no se puede elegir como si de un oficio o una
profesión se tratase. Sólo se puede ser elegido por Él. El sacerdocio no figura en la lista de los derechos
humanos. Nadie puede reclamar recibirlo. Jesús llama a los que Él quiere». Para ser de Él, seguirlo a Él y
trasmitirlo a Él. No es pues una empresa humana.

Recordemos algunas claves de la lógica

En aras de poder razonar bien y andar correctamente en la vida, en el colegio y la universidad nos
enseñaron lógica. Es decir, ver los procedimientos correctamente, sin errores de percepción, y así dejar el
camino libre para llegar a la verdad. Sin embargo a veces nos es difícil ver las cosas con claridad y lógica. Y
parece que por momentos, a algunas personas estos días les ha pasado ello.

Primero cuando sacan conclusiones erradas de una premisa inválida.

Segundo, cuando generalizan, de un hecho, a todos. Es como decir que porque encontré un par de
matrimonios que no eran fieles entre ellos concluya que el matrimonio no sirve o que todos son infieles e
hipócritas.

En tercer lugar, es importante definir las cosas como son y no darles otro nombre. El problema de un
sacerdote que, habiéndose comprometido al celibato libremente, luego lo niega con sus palabras y
conductas, es un acto personal de infidelidad. No le cambiemos el nombre; es verdad que es duro, pero eso
es: un acto personal de infidelidad a la palabra empeñada.

Preguntémonos ahora Si procedemos con estas lógicas erradas ¿Entonces en qué termina todo? ¿En que
la infidelidad matrimonial lleve a cancelar el matrimonio? ¿A que una que quedó embarazada de joven y
quiere abortar deba abrir el paso a que todos cometan el mismo atroz crimen? ¿A decir que si los jóvenes
ahora tienen a veces relaciones pre matrimoniales dejemos que las tengan siempre y abiertamente sin
decirles nada?

¿El celibato es un problema en sí mismo?

14Mc 3,13-19.
Ya hemos dicho que no afecta en nada a la naturaleza humana. Que no hace daño, recorta nada, ni quita la
capacidad de amar. Lo que pasa es que muchos lugares en la actualidad proceden desde una lógica
sexualizada, movida por el placer por el placer a costa de todo y vulnerando cualquier norma, barrera y
verdad. El mundo muchas veces se ha erotizado, y le incomoda que lo denuncien. Y el celibato es eso: una
denuncia seria, fuerte y clara a este tipo de vida desordenada.

Si seguimos los criterios del mundo ¿Qué hace una pareja de esposos que no puede tener relaciones
sexuales porque están separados por un viaje largo por trabajo? ¿O porque ella está embarazada?¿O
alguno de los dos padece una enfermedad grave y duradera? ¿El matrimonio pierde su esencia? ¿Deben
buscar una compensación? ¿Se harán daño y frustrarán al dejar de tener estas relaciones sexuales?
¿Tendríamos que entenderlo como unos animalitos que no tienen razón y libertad?

La Iglesia la fundó Dios, no es obra humana

Un dato que es esencial es el origen de la Iglesia. Dios. Y es que sin Él no se entiende nada. Sin la fe, las
cosas de la Iglesia parecerán absurdas, descabelladas. Es verdad que la fe no es irracional y que todo tiene
una explicación, pero la fe va más allá, es meta racional, y necesita de elevarse y dejarse guiar por la
gracia. Sino, como decía el Papa Juan Pablo II, no vuela, pues necesita el hombre de estas dos alas para
volar. Por ello, quien sin fe, fuera de la Iglesia hable de las cosas de la fe, puede caer en error o no ver las
cosas de modo integral y comprenderlas desde la fe.

El sacerdocio, su sentido y misterio, su vínculo con Jesucristo, su ser un don y no una opción o carrera, el
celibato y su significado, son cosas que solo entienden quienes tienen fe, quienes se dejan iluminar la
mente por el Señor, pues como Él mismo dijo, «no todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes
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se les ha concedido» .

¿Quién está detrás de estas críticas?

Es lógico que escándalos como el que hemos visto generen en algunos preguntas. Sin embargo ha habido
una sobre reacción de mucha gente, y esto lleva a preguntarse ¿Quiénes han sobre reaccionado? ¿De
dónde vienen estas críticas? Uno, parodiando, podría decir: «¿Quiénes son los que ahora hablan? Pues a
esos no los he visto en Misa antes».

Y es que es curioso que gente que no tiene regularmente contacto con Dios, la fe y la Iglesia, ahora se
alzan como abanderados de las críticas; como sabios que dan consejos y teorías; como personas con no se
qué autoridad, exigen a la Iglesia cosas. Algunos pseudo intelectuales, otros que apoyan el aborto; algunos
homosexuales o promotores de grupos gays. Unos que se dedican al espectáculo de vender difamaciones
por televisión y se llaman a sí mismos paparazzi. Todo lo sucedido estos días me lleva a preguntarme casi
obligado ¿Quién está detrás de esto?

Es curioso que estos noticieros y amantes de la verdad, no salgan a presentar en imágenes cómo los
sacerdotes confesamos por varias horas en al semana y los domingos; cómo un sacerdote de 90 años ha
vivido el celibato durante sus 70 años de vida consagrada a Dios; no presenten la renuncia de un sacerdote
que se dedica a ayudar a los pobres y enfermos. Es curioso que estos paladines de la verdad, que buscan
defenderla, no se preocupen mas que de algún problema que haya y le den varios días de noticia,
reportajes sensacionalistas y titulares difamatorios y exagerados.

¿Quién pues está detrás de esto? Es difícil decir un nombre, señalar a un persona. Pues podemos caer en
injusticia, ya que como decíamos, hay gente honesta que se hace con justicia, por el escándalo, preguntas
con buena fe y buscando respuestas. Pero hay no poca gente mala, de vida mala, de mal testimonio, para
la cual la Iglesia es una piedra en el zapato que incomoda y a la cual hay que tratar de bajarse a costa de
todo, que cuando encuentren algo malo lo van a aprovechar y exprimir hasta la última gota, así haya que
exagerar o mentir un poco.

Y, finalmente, estoy convencido, hay gente mala y malvada detrás de esto, cuyo objetivo es propagar el mal
y destruir a la Iglesia. Algo que ciertamente no podrán nunca, pero en el intento hay que reconocer que no
poco daño le hacen. Agentes del mal que, bajo especie de luz, disfrazados de defensores de la humanidad,
venden primero el veneno envuelto en dulce, para una vez mordido el anzuelo, apalear al caído y no dejar
que se pare. Actitud que me lleva mucho a pensar en lo que el Papa Pablo VI definió como un «un agente
oscuro, pervertido y pervertidor». El diablo. Creo en su existencia, en que hay gente mala que le hace el

15Mt 19,10.
juego y que busca, a toda costo, destruir la obra de Dios en esta tierra. Y a veces nosotros, pecadores, le
damos argumento.

Es verdad que algunos ganan plata con esto (los que tomaron estas fotos y video de escándalo han ganado
una buena cantidad), pero estoy convencido que el motivo no es económico. Pues lo que vale estos
ataques es mayor; el que paga por estos materiales no busca ganar plata, busca ganar territorio, hombres
para su causa. Y su causa es diametralmente opuesta a la de la Iglesia. Gente con poder, con influencies,
con medios para difundir el mal, con organizaciones y gente dispuesta a esparcir el mal. Y es que como dice
San Pablo, no peleamos contra la sangre y carne, sino contra los dominadores del mundo tenebroso. Y es
que estamos en batalla. No lo olvides Iglesia del Señor. No olvides, como dice Job, que la vida en esta vida
16
es una permanente milicia .

Todo esto nos hace subir la guardia y recordar que estamos en lucha y que no podemos dormir. Que como
dice San Pedro, el demonio está como león rugiente buscando a quién devorar. Es significativo ver cómo los
protestantes han aprovechado este hecho para, casi automáticamente, sacar videos y propagandas bien
montadas (uno se dice ¿Es posible montarla en un día o es que ya las tenían preparadas?) atacando a la
Iglesia.

Es verdad que la ignorancia es atrevida, y que mucha gente habla de cosas que ni sabe ni vive y habla por
hablar, pero a veces uno se pregunta si lo que vivimos es en todos ignorancia o mala actitud. No se habla
del celibato en otras religiones, no les critica. Pero la Iglesia Católica sí es blanco ¿Por qué? ¿No será por
que es depositaria de la única verdad de Dios y eso incomoda?

Querido hermano sacerdote, Alberto...

Recuerda aquellas palabras del salmo en nuestras propias ordenaciones: «Tú eres sacerdote para
siempre».

Eres sacerdote porque Dios te llamó y porque tú descubriste ese llamado y aceptaste. Diste el SI como la
Virgen. Y sabes que ello implicaba derechos y deberes. Responsabilidades. Y sabes bien que en ello haz
sido infiel. Y es duro reconocer esto, lo sabemos todos que somos pecadores en diversas cosas. Es duro
descubrirse pecador. Pero eso nos hace libres y no abre a la misericordia de Dios y así a poder levantarnos.

Otras cosa quise escribirte cuando supe de esto; palabras de esperanza, consuelo y de aliento. Nada más.
Pero cuando te veo salir desfachatadamente en la televisión (en una entrevista en Univisión, los mismos
que dijeron que te vieron mejor y muy sincero) a defender tu culpa, y darle, con visos de ternura explicación,
quisiera sumarle a esta palabras de consuelo una fuete crítica, y hablarte a ti de frente para rebatir tus
supuestos argumentos que me parece buscan confundir y llevan a desorientar al rebaño; y es que, querido
hermano sacerdote, no puedo permitir que confundas a las ovejas a nosotros encomendadas por el Señor.

Primero dices que «hay distintas formas de ser sacerdotes»; habría que preguntarte ¿Quién define eso?
¿Tú? ¿Acaso cuando te ordenaron y tú aceptaste el sacerdocio, no elegiste libremente la forma que la
Iglesia te dice? ¿O ahora quieres imponer una nueva forma a tu medida? Claro, existe una forma de ser
sacerdote: sin ejercerlo porque uno se ha alejado de la práctica por problemas ¿Eso quieres? Porque
somos sacerdotes para toda la vida (por la ordenación), pero podemos dejar de ejercerlo (por nuestra
culpa).

En segundo lugar dices que estás «arrepentido de lastimar a las personas...nunca fue mi intención lastimar
a nadie». Pero ¿Acaso no sabías que eso hacías siendo infiel a tus compromisos? ¿No sabías en esa playa
que eso hacías?

En tercer lugar afirmas que «amas la Iglesia, amas el ser sacerdote de Jesucristo y amas lo que significa
eso», pero has dejado de amar el celibato y la promesa que le hiciste al Señor porque dices después «estás
enamorado de una mujer». Me pregunto ¿Se puede amar de verdad a Jesucristo sin hacer lo que Él nos
pide?

En cuarto lugar dices: «Soy un hombre, y nunca dejé de ser hombre por ponerme esta sotana; debajo de la
sotana hay pantalones». Y eso ¿Qué quiere decir? ¿Que no tienes libertad para controlarte y ser dueño de ti
y así honrar tus promesas? ¿Un hombre casado puede decir lo mismo? ¿A qué lo llevaría esta afirmación?

16Ver Job 7, 1.
En quinto lugar, hablas con bastante soltura de tu amor por esta mujer: «Es una mujer que yo quiero, desde
que la conocí me gusto...desde que la vi (hace 10 años) sabía que me gustaba». Entonces ¿Por qué no te
alejaste? Dices luego: «Yo siempre seguí todo lo que la Iglesia me enseñó que había que seguir: oración,
ejercicio, cuidarse, vivir una vida integrada, amistades, hermanos sacerdotes...he disfrutado de todas las
herramientas que Dios te da para poder vivir esta vida, hasta que no pude»; y sigues diciendo: «Yo traté con
todo mi corazón de ser fiel a Cristo...a lo que Dios me pedía, pero fallé». Pero acaso ¿No te pusiste en
ocasión de fallar conscientemente? ¿O es que estos medios de los que hablas no sirven? ¿Y cómo a otros
sacerdotes sí les sirven? Ahora afirmas que estás enamorado de esta mujer ¿Por qué no cortaste a tiempo
lo que sabías no era correcto? ¿Por qué ahora no cambias lo que sabes no está bien para ti? ¿Qué es más
fuerte, tu amor a ella o la promesa que le hiciste al Señor? Porque, que se sepa, ambas cosas no son
compatibles. Y lo sabías y sabes muy bien. Me pregunto ¿Qué le dirías a un hombre casado que te viene
con el mismo argumento: padre estoy casado hace 18 años, y me he enamorado de mi secretaria y quiero
dejar mi matrimonio por irme con ella, a la que amo; qué hago? ¿Le dirás que se vaya con las secretaria y
deje a la esposa a la cual ya no ama tanto como a la secretaria?

Con cierta sorpresa escuché, en quinto lugar, esta parte de la entrevista donde dices: «Lo que más me atrae
de ella...es su fe; es una mujer de una fe tremenda. Es de una vida de oración, de espiritualidad...creo que
tiene la misma pasión que yo tengo por Jesús, por el Evangelio, por el mensaje de Cristo». Si es así
¿Cómo no supo, y sabe que, como tú mismo dijiste en una entrevista una semana antes del escándalo, eres
un fruto prohibido para ella? ¿O es que es de las mujeres que, como tú afirmaste en esa entrevista, les
gustan los frutos prohibidos? ¿No es acaso la historia de Eva? ¿Cómo puede una mujer decir que ama al
Señor y a la vez alejar de las promesas que hizo a Dios un sacerdote?

Pero de las cosas que dijiste en esta entrevista última, en sexto lugar, me sorprendió más esta afirmación:
«Uno no planifica el amor, el amor es espontáneo...Nunca voy a pedir perdón por amar a una mujer...no me
arrepiento de haberme enamorado porque yo no busqué enamorarme, esto no se planifica, esto ocurre...yo
la quiero». Me parece que ocurre porque uno lo deja ocurrir, sabiendo que no debe exponerse. Te hago una
pregunta ¿Qué crees que una esposa le diría a su marido, con el que ha estado 18 años, si le viene éste
con el argumento que dices, y le expresa el marido que quiere dejarla para irse con la nueva mujer de la
cual espontáneamente se ha enamorado?

Dices, en séptimo lugar, que «sabía que Dios me estaba mirando...y para mí más que me preocupa es que
me vea Dios...y si yo te diría que Dios condena mis acciones y mi forma de actuar, te diría que creo que
Dios es muy grande, y Dios es amor. La institución, la Iglesia es otra cosa...me preocupa más lo que piensa
Dios». Ante esto ¿Qué crees que Dios piensa? ¿Diferente a la Iglesia? ¿Acaso no fue Él quien dio el
consejo del celibato y lo permitió en su Iglesia? ¿O es que Dios no está de acuerdo con el celibato y piensa
diferente a la Iglesia? ¿A quién le dijiste obedecerías, a Dios en la Iglesia? ¿O a Dios por tus propios
caminos?

Ante la pregunta sobre lo que esta mujer quiere de ti, dices en octavo lugar, que ha dicho: «¿No pudieras
hacer algo diferente, no pudieras estar en algo diferente?». Tengo una pregunta ¿Qué es eso diferente?
¿Algo diferente a lo que Dios te llamó desde antes de nacer y a lo cual tú te comprometiste? Qué te está
pidiendo esta mujer de una fe profunda ¿Qué dejes el sacerdocio como lo conociste?

Tus acciones llevaron a que en una encuesta hecha por el diario Miami Herald, los fieles, confundidos por tu
actitud y palabras, digan que están de acuerdo con abolir el celibato sacerdotal, es decir, has hecho que
74% de los fieles de ese lugar, estén en contra de lo que la Iglesia pide. Esto ¿Qué te hace pensar? ¿No es
acaso más grave el escándalo y arrastrar a los fieles a estas situaciones? ¿El Señor no es duro cuando
habla de esto?

No olvides, como dice Romano Guardini: «¿Qué significa ser pecador? Haber cometido faltas no sólo contra
otro hombre o una cosa, sino contra la verdad y la justicia eterna y santa. Es estar en contradicción no sólo
contra la ley moral eterna sino contra el Dios vivo y santo. El pecado por último no es otra cosa que repetir
el viejo ataque de Satanás: la tentativa, terriblemente insensata, de destronar a Dios, de degradarlo y
destruirlo.... ¿Qué tiene que hacer entonces el hombre para alcanzar el perdón?...Perdón no significa, por
ejemplo, que Dios me diga algo así como: “Tu acción será declarada como no realizada”. No; esa acción fue
llevada a cabo...Tampoco consiste en que Él me diga: “No tiene importancia”. Sí, la tiene, y yo soy
consciente de ello. Es importante a los ojos de Dios...Y por último tampoco estriba en que Dio se declare
dispuesto a desviar su mirada y encubrir el pecado. Porque... ¿De qué me serviría? Porque yo quiero
liberarme del pecado, verme realmente libre de él. También se me podría decir que perdón significa que yo
sigo siendo un pecador, pero que Dios, en su gracia, me atribuye santidad, de tal manera que pasaré a
participar de ella en una medida que va más allá de toda posibilidad y de todo lo imaginable...Perdón
tampoco significa que Dios me prometa la fuerza para no volver a pecar más. Porque de ese modo el hecho
seguiría estando siempre ahí...Perdón tampoco es la desaparición, como por arte de magia, de todas las
faltas. Sería fraude y desprolijidad ¿Cómo atribuirle un recurso de este tipo a un Dios que es pureza?...En
virtud del perdón de Dios, ya no soy más pecador delante de la santa verdad de Dios; ya no soy más
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culpable ante la responsabilidad más profunda de mi conciencia. Y eso es lo que quiero» . Como hombre
libre eres responsable de tus actos, para bien y para mal. Pero Dios es misericordioso y bueno, dispuesto a
perdonar, a que regreses. Porque «sólo la verdad te hará libre». Hay que señalar el pecado con claridad,
pero con misericordia y esperanza. Verlo como Dios lo ve. Y, dolido, arrepentido, levantarse para dejarse
perdonar por Dios y volver al camino, como Pedro.

En una entrevista dijiste una vez que «si un sacerdote vive doble vida, debe salir del sacerdocio». Pero
Dios, creo, no quiere eso, sino que te recuperes y vuelvas. Para con los brazos abiertos, confiar en ti
nuevamente. Por eso, hermano sacerdote caído, levántate y anda, pero con la verdad, humildad y
arrepentimiento, pues «si decimos: "No tenemos pecado", nos engañamos y la verdad no está en nosotros.
Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda
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injusticia. Si decimos: "No hemos pecado", le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros» . Que
de la mano de la Madre puedas nuevamente caminar.

17Romano Guardini. El Señor. Lumen; Buenos Aires 2da 2000, pp. 167.168-169.
181Jn 1, 8-10.

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