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EMPRESAS DE EXPEDICIÓN: ANTILLAS Y MÉXICO Y CONQUISTA DEL TAHUANTINSUYO.

RESISTENCIA A
LA CONQUISTA

ANTECEDENTES

Durante la edad media los cristianos de Europa pensaban que Jerusalén era el centro del
Universo, por lo que destruyeron los hallazgos de los antiguos geógrafos. Aunque los marinos y
navegantes europeos siguieron cartografiando el Mediterráneo y los mares adyacentes, fueron
los chinos y los comerciantes árabes de mercancías de lujo, con sus extraordinarias
habilidades cartográficas, los que hicieron la contribución más importante de su tiempo. El gran
viajero veneciano del siglo XIII, Marco Polo, utilizó las rutas comerciales chinas y árabes, tanto
terrestres como marítimas, en su visita al gran emperador mongol Kublai Kan, mientras que Ibn
Batuta, un siglo después, utilizó barcos mercantiles para visitar la India y otros lugares del
océano Índico. Zheng He, para hacer alarde del poderío del imperio chino, realizó un total de
siete viajes a la mayoría de los puertos del mar de China y del océano Índico. Los viajes
tuvieron lugar entre los años 1405 y 1434 y en ellos participaron un total de 317 barcos y
37.000 hombres.

ESPAÑA Y PORTUGAL

En Europa, por lo general, se admite que la llamada era de los grandes descubrimientos tuvo
su comienzo en el renacimiento, época en la que los estudiosos de entonces estaban
redescubriendo las obras de los geógrafos griegos y latinos. El cristianismo fue ganando
terreno en España, y los moros fueron expulsados de sus últimos baluartes en 1492, el mismo
año en que Cristóbal Colón hizo su primer viaje al mar de las Antillas. Los conquistadores
españoles y portugueses descubrieron tierras remotas. Los portugueses navegaron a lo largo
de la costa atlántica africana; después de varios intentos, consiguieron bordear el cabo de
Buena Esperanza cuando buscaban una ruta marítima para el comercio de especias con la
India. Cuando cuatro de las naves que capitaneaba Vasco da Gama volvieron de la India en el
año 1499, la carga que traían se componía de pimienta, jenjibre, canela y clavos y valía una
auténtica fortuna.

Animado por tales ganancias, otro explorador, Pedro Álvares Cabral, con una flota de 13
barcos y 1.200 hombres, zarpó de Lisboa en 1500 y llegó, sin proponérselo, a las costas de
Brasil, cuando en realidad se dirigía a la India. Lo mismo le pasó a Colón, que había partido
rumbo al oeste, a través del Atlántico, hacia China y Japón, y acabó en Cuba. Colón fue el
fundador de la primera colonia europea en América y prometió a los reyes españoles, que
costeaban sus viajes, traerles fantásticas riquezas. Durante las siguientes décadas, Hernán
Cortés en México, Francisco Pizarro en Perú y otros muchos conquistadores se sintieron
atraídos por la esperanza de encontrar oro y plata en América. Fernando de Magallanes
buscaba una ruta al Oriente cuando bordeó el extremo meridional de América del Sur, en el
que fue su épico viaje de circunnavegación del mundo.

EXPLORACIONES FRANCESAS

Jacques Cartier, el primero de los grandes exploradores franceses de América del Norte, murió
desacreditado al volver de los tres viajes que realizó entre los años 1534 y 1542 con una carga
de cuarzo en lugar de diamantes. Sin embargo, en los siguientes 80 años, sus sucesores, con
la ayuda de guías indígenas, consiguieron cartografiar la mayoría de las vías navegables de la
costa este de Canadá y los afluentes del río más importante de la región, el San Lorenzo.
Samuel de Champlain fundó Quebec en la ribera de este río. Henry Hudson, trabajando para la
Compañía Holandesa de las Indias Orientales, estableció el primer puesto comercial de pieles
en Manhattan, y durante su último viaje, trabajando para Inglaterra, navegó por la inmensa
bahía que lleva su nombre. Le siguieron los misioneros y los comerciantes de pieles. La
Compañía de la Bahía de Hudson, que se fundó en 1670, tuvo una importante rival en la
Compañía del Noroeste, lo que provocó que a finales del siglo XVIII la competencia entre
ambas compañías diera lugar a numerosas exploraciones de las vías fluviales de las vastas
tierras interiores de Canadá. Alexander Mackenzie navegó hasta el Ártico por el río que hoy se
conoce como Mackenzie, en su honor, que es uno de los más importantes de América del
Norte. Cuatro años después, en 1793, hizo la primera travesía por tierra del continente,
encontrando una ruta a través de las montañas Rocosas hasta el océano Pacífico. En tierras
más al sur, La Salle había descendido el río Mississippi hasta su desembocadura en el golfo de
México, tomando posesión en nombre de Francia de las tierras bañadas por la cuenca del río,

en 1682, a las que llamó Luisiana. Cuando en 1803 las tierras fueron vendidas a los Estados
Unidos, el presidente Thomas Jefferson envió la expedición de Lewis y Clark a explorar el
nuevo territorio. Con esta expedición por tierra, que consiguió llegar al Pacífico, se abrió todo el
inmenso territorio a la imaginación de la joven nación.

COMERCIO EN EL NUEVO MUNDO

Muy pronto, la actividad comercial generada requirió de puestos comerciales permanentes, lo


que llevó a su vez a una ocupación colonial creciente. Los escasos lujos de los primeros
exploradores se vieron pronto superados por la necesidad de un mayor número de productos
que, para ser rentables, requerían una abundante mano de obra barata. Se trataba de
productos como el azúcar, el algodón, el oro, la plata, los diamantes y las esmeraldas, que
había que extraer de las minas; las perlas, que eran recolectadas por buceadores nativos; y,
posteriormente, productos como el café, el cacao, el té y el tabaco. De esta forma empezó la
trágica historia de la esclavitud de la mano de la colonización europea. Primero se utilizó a los
indígenas de América como mano de obra. Luego, debido a las enfermedades traídas por los
conquistadores que causaron una merma importante en la población aborigen, se inició el
inhumano tráfico de esclavos procedentes de África a través del Atlántico. Los exploradores
jugaron un papel activo en estas actividades, quienes muchas veces olvidaban el propósito
colonizador y se lanzaban a la búsqueda de oro, plata, pieles o esclavos.
En el siglo XVII las cosas empezaron a cambiar y fueron motivos más nobles los que guiaron a
los exploradores. Algunos de ellos se lanzaron a la aventura por el simple placer de viajar.
Otros, como los misioneros, tenían como meta convertir a la fe cristiana a los pueblos que
habitaban las lejanas tierras. Entre ellos destacaron el jesuita san Francisco Javier, que
desarrolló su labor en Japón durante el siglo XVI; los franciscanos que en el siglo XIII llegaron a
Mongolia; o Matteo Ricci, que impresionó al mismo emperador de China. Todos ellos fueron
auténticos exploradores, ya que se adentraron en lugares remotos y dieron más tarde noticias
de sus hallazgos.

Otros simplemente viajaron para satisfacer su curiosidad científica, como el capitán James
Cook, que volvió en 1771 de realizar su primer viaje de circunnavegación en el que observó un
eclipse de sol en Tahití, trazó los mapas de las dos principales islas de Nueva Zelanda y de la
costa este de Australia, y trajo, además, un cargamento de desconocidas especies botánicas y
zoológicas. En su segundo viaje navegó por la gran masa de hielo antártica hasta un punto tan
meridional que no había sido alcanzado anteriormente por ningún otro explorador, y abrió la
posibilidad de que existiera un continente habitado al sur.

RESISTENCIA A LA CONQUISTA

La conquista española de México comenzó en 1519 y concluyó con el asedio y la captura de


Tenochtitlan en 1521 y Yucatán en 1527. Los conquistadores españoles marcharon entonces a
Centroamérica, donde subyugaron a los pueblos indígenas locales. Grandes contingentes de
población murieron en combate y a causa de las enfermedades que los conquistadores trajeron
consigo. Muchos de los supervivientes de la conquista padecieron después la esclavitud, el
trabajo forzado y la aculturación.

La conquista europea puso el punto final a las civilizaciones indígenas mesoamericanas. Los
españoles reemplazaron a las elites locales, el cristianismo sustituyó a las religiones nativas y
se introdujeron nuevos alimentos y animales. No obstante, muchos elementos de la cultura
mesoamericana sobrevivieron y se mezclaron con las tradiciones europeas, alumbrando una
nueva civilización.

El proceso de transformación de la sociedad andina a partir del asentamiento de los españoles


y el establecimiento del virreinato del Perú, se interpreta como una adaptación a las formas
impuestas por el modelo colonial, como medio de supervivencia, sin abandonar los elementos
fundamentales de la cultura indígena. Es la fórmula que la moderna historiografía peruana
denomina ‘aculturación y resistencia’.

Entre las primeras noticias que recibió Pizarro


sobre la existencia del Estado inca estaban las
relacionadas con la muerte del emperador
Huayna Cápac, y la lucha que por la sucesión
mantenían sus hijos Atahualpa y Huáscar,
apoyados cada uno de ellos por los diferentes
grupos de poder que reflejaban el complejo
sistema de relaciones de parentesco por el que
se regía aquella sociedad. Los partidarios de
Atahualpa habían conseguido apoderarse de la
capital del Imperio, Cuzco, y apresar a
Huáscar, muerto por orden de su hermano,
antes de ser ejecutado él mismo por los
españoles en julio de 1533. A partir de ese momento se sucedieron los nombramientos de
nuevos incas por parte de los españoles, quienes intentaron con ello utilizar el prestigio de su
autoridad ante los indígenas. Pero el primero, Túpac Hualpa, fue envenenado antes de entrar
en Cuzco, y el segundo, Manco Inca (Manco Cápac II), acabó levantándose contra los
españoles estableciendo en Vilcabamba un reducto de enfrentamiento permanente, hasta que
fue asesinado en 1544 por los seguidores de Almagro.

La resistencia i
ndígena se
mantuvo viva
tanto en la
elite cuzqueña
de Vilcabamba
(hasta 1572)
como en las
numerosas
acciones que
se produjeron a lo largo de todo el periodo colonial, en las que está presente la idea mesiánica
del inca, que cristalizó de forma especial en los levantamientos del siglo XVIII, protagonizados
por Juan Santos (Atahualpa), en 1742, y, en 1780, por José Gabriel Condorcanqui (Túpac
Amaru).

Al mismo tiempo, la incorporación


de la nobleza inca a la colonia era
utilizada como una fórmula de
legitimación, que se expresó
incluso con la publicación de
grabados en los que aparecían los
reyes de España como
continuadores de la dinastía inca.
Las reclamaciones para que se
reconociesen los derechos
nobiliarios de los curacas
(destacadas figuras de la
estructura social inca) fueron muy
numerosas y entre ellas no
faltaron las falsificaciones de
quienes se fabricaban a la medida
una ascendencia inca, que les
aseguraba una posición de
prestigio ante las autoridades coloniales. Cuando los nombramientos de autoridades indígenas
coincidían con los esquemas andinos, la relación entre la comunidad y el curaca era fluida, ya
que respondía a una idea muy precisa de la procedencia de las fuentes de poder. En el caso
contrario, se producían numerosos problemas derivados de la presencia de una autoridad no
aceptada por la tradición indígena.

En el terreno religios
o, el sincretismo
facilitó el
mantenimiento de
una actitud de
aceptación del
cristianismo junto a
la pervivencia del
culto a las
divinidades andinas.
La persecución de
la idolatría, en la
que destacaron
jesuitas como el
padre Pablo José de
Arriaga, no impidió que otros miembros de esta misma orden favorecieran la identificación de la
Virgen María con la Pachamama inca y la superposición de símbolos cristianos a las
divinidades andinas.

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