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ANÁLISIS ESPACIAL Y POLÍTICAS

PÚBLICAS EN ESTUDIOS DE CASOS


SELECCIONADOS

SPATIAL ANALYSIS AND PUBLIC POLICIES


IN SELECTED CASE STUDIES.

3
ANÁLISIS ESPACIAL Y POLÍTICAS
PÚBLICAS EN ESTUDIOS DE CASOS
SELECCIONADOS

SPATIAL ANALYSIS AND PUBLIC POLICIES


IN SELECTED CASE STUDIES.

Eduardo Sousa González


Jesús Treviño Cantú
Antonio Tamez Tejeda

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN

5
José Antonio González Treviño
Rector

Jesús Áncer Rodríguez


Secretario General

Ubaldo Ortiz Méndez


Secretario Académico

Raúl Cepeda Badillo


Director de la Facultad de Arquitectura

Primera edición, 2010


© Universidad Autónoma de Nuevo León
© Eduardo Sousa González, Jasús Treviño Cantú,
Antonio Tamez Tejeda

ISBN: 978-607-433-124-0

Impreso en Monterrey, México


Printed in Monterrey, Mexico

6
INTRODUCCIÓN

ste trabajo de investigación es el resultado de

E una actividad investigativa conjunta, que ha


reunido a un grupo de profesores-investiga-
dores en torno a un tema que día con día re-
viste cada vez mayor importancia, en virtud de la rele-
vancia que representa para los conglomerados de pobla-
dores. Nos referimos a la exploración del espacio territo-
rial y sus procesos transformacionales, que imbrican a
las políticas públicas como instrumentos operativos, que
posibilitan el planeamiento espacial.
Así, en el verano de 2008, los integrantes del Cuerpo
Académico de Aspectos Urbanos (CA-207) de la Uni-
versidad Autónoma de Nuevo León (UANL): Eduardo
Sousa, Jesús Treviño, y Antonio Tamez, acordaron reali-
zar una compilación temática que complementara las
tareas de docencia e investigación realizadas en el post-
grado de la Facultad de Arquitectura de la UANL; para
esto, se invitó a colegas de distintas partes del mundo,
que apoyaron la propuesta con entusiasmo. En total, el
proyecto sumó el esfuerzo de ocho universidades de
cuatro países: de Estados Unidos de Norteamérica: Alvin
Brown (San Juan College, Nuevo Mexico); Richard
Hartwig (Texas A&M University, Kingsville), Ard
Anjomani (University of Texas at Arlington); Jeff Smith
(Kansas State University). De Turquía: Andy Mcadams
(Fatih University). De Chile: Alfredo Palacios Barra (Fa-
cultad de Arquitectura, Construcción y Diseño, Univer-
sidad del Bio Bio). De México: Edel Cadena Vargas,

7
Guadalupe Hoyos Castillo, Juan Campos Alanís (Uni-
versidad Autónoma del Estado de México, UAEM); Jua-
na Ma. Lozano, Jorge A. Álvarez, Jesús Treviño, Eduar-
do Sousa y Antonio Tamez, de la Universidad Autóno-
ma de Nuevo León, UANL.
Ante la imposibilidad operativa de organizar reunio-
nes grupales en torno al tema mencionado anteriormen-
te, se decidió que el abordaje reflexivo ligado al asunto
de investigación estuviera relacionado con la esfera del
espacio territorial urbano-regional, partiendo de las in-
vestigaciones desarrolladas en los países de los partici-
pantes en el proyecto; esto con el propósito de enrique-
cer en el proceso, no sólo la comprensión disciplinaria,
por la forma característica en que se aborda la esfera de las
políticas públicas coligadas a la planeación del desarrollo
urbano-regional en algunos países del mundo; sino tam-
bién por la posibilidad real de integración de equipos in-
terdisciplinarios en futuros mediáticos, los cuales podrían
aportar procesos metodológicos diferenciados, que tiendan
a la resolución de problemas específicos del territorio, tan-
to en el ámbito urbano como en el regional.
Desde esta perspectiva, se coordinó el colectivo de in-
vestigación, generando disímiles posiciones teóricas
tiempo-espacio-diferenciales (Lefebvre, H.:1980:45) y de
translocalismo, en torno a la cuestión espacio-territorial
y algunas de sus manifestaciones físicas, que lo hacen
considerar, desde esta óptica, como un palimpsesto, un
códice que se reescribe paulatinamente, en los variados
procesos transformacionales que el sitio desarrolla his-
tóricamente, en virtud de la condición humana y la vita
activa que agrupa la labor, el trabajo y la acción (Arendth,
H. 2002) de los individuos y sus imaginarios socio-espa-
ciales, los cuales están anclados en la sobremodernidad,
ligandose, como menciona M. Augé (2005: 36 y ss), con
las múltiples figuras del exceso.
Partiendo del hecho de que «Ya no hay análisis social
que pueda prescindir de los individuos, ni análisis de los

8
individuos que pueda ignorar los espacios por donde
ellos transitan» (Augé, M. opus cit.:122), es clara la nece-
sidad de profundizar no sólo en los métodos que gene-
ran los instrumentos de política pública, sino también,
en los controles operativos que tienen las dependencias
y agencias gubernamentales encargadas de operativizar
dichas políticas públicas y la distribución de los siempre
escasos recursos; sobre todo al considerar que dentro de
los espacios urbanos, como en los del territorio regional,
los sitios no son heterogéneos; ya que es claro que tanto
en el mundo desarrollado como en el del subdesarrollo
intermedio latinoamericano (Di Fillipo:1998:12), existe
una yuxtaposición de espacios generados en la sobre-
modernidad,1 habitados por matrices sociales en flagran-
te desigualdad, que van formando contornos
secuenciales, los cuales se agregan inmanentemente, por
los dinamismos que involucran a los diferentes actores
sociales, públicos y privados, que intervienen en el pro-
ceso de hacer ciudad.2
Desde esta óptica, resulta evidente que el tema de la
planeación del espacio y del territorio, puede ser plan-
teado desde una multiplicidad de aristas disciplinarias,
constituyéndose en un término cuasi polisémico; no obs-
tante, el abordaje de los artículos que en seguida se pre-
sentan pretende lograr una visión, si no comprensiva del
ámbito correspondiente al espacio-territorio, sí estable-
cer parámetros preliminares, desde donde sea posible la
integración de equipos investigativos con un fin común:
avanzar en el conocimiento que circunscribe el análisis
espacial-territorial y sus políticas públicas.
La compilación consta de XI capítulos. Los capítulos
I, II y III presentan modelos de planificación urbana,

1 Desde la perspectiva de Auge, M. (cfr. opus cit.) en la sobremodernidad se


plantea la generación de los “lugares y no lugares”; mientras que para de
Lefebvre, H. (cfr. Opus cit.:19) sería la “no ciudad”.
2 Ver el surgimiento de los espacios no ciudad en: Sousa, E. 2009: capítulo 5.

9
desde el ámbito teórico, así como el operativo. En el ca-
pítulo I, Eduardo Sousa aborda la esfera metropolitana,
particularmente en el área metropolitana de Monterrey,
N. L. México, proponiendo un método para la zonifica-
ción de los usos del suelo, como una herramienta para
la planeación; instrumento que permite, no sólo la orga-
nización interior de la metrópoli, sino también la deli-
mitación de zonas para el crecimiento expansivo perifé-
rico del sitio. En el Capítulo II, Ardeshir Anjomani, Ali
Saberi y Naveed Shad sugieren un enfoque original para
abordar el estudio del uso del suelo. En ambos capítulos
los autores proporcionan ejemplos de aplicación que ilus-
tran la utilidad de su enfoque en situaciones reales. El
capítulo III aborda aspectos de las teorías de la planifi-
cación urbana. Andy Mcadams explica la utilidad de la
teoría de la complejidad y sus metáforas, para entender
y planificar las áreas urbanas. El autor también sugiere
formas alternativas para revisar la planificación urbana
actual a la luz de nuevas corrientes de pensamiento.
Los capítulos Del IV al VII presentan distintos nive-
les de estudio de la política pública. En el capítulo IV,
Alvin Brown revisa la naturaleza y evolución de la admi-
nistración pública en los países en desarrollo. En parti-
cular, el autor muestra cómo la política y el servicio pú-
blico se relacionan con las instituciones públicas. Brown
examina los distintos enfoques y sus diferencias en la
administración pública y privada, a fin de explicar la in-
fluencia del colonialismo en el servicio público.
En el capítulo V, Jesús A. Treviño C. aborda las defini-
ciones y enfoques de la gobernanza metropolitana. El
autor señala que el concepto de gobernanza es impreci-
so a grado tal que sus significados no sólo son distintos
sino, a veces, contradictorios. Treviño advierte que las
dificultades lingüísticas y las ambigüedades disciplina-
rias se añaden a la confusión y profusión de definiciones
de gobernanza. Por esta razón, se prefiere abordar y de-
finir la gobernanza desde cinco enfoques o marcos con-

10
ceptuales: (1) Administración pública tradicional, (2)
Nueva gerencia pública, (3) Nuevo servicio público, (4)
Conjunción administrativa, y (5) Economía política me-
tropolitana. Los primeros cuatro enfoques son
gerenciales o administrativos, porque se preocupan por
la “buena” administración de la ciudad; pero son de
poca utilidad para explicar las consecuencias o las razo-
nes del ejercicio de poder en la sociedad. Por esta razón,
Treviño propone analizar la gobernanza en el marco de
la economía política metropolitana.
En el capítulo VI, Edel Cadena Vargas, Guadalupe
Hoyos Castillo y Juan Campos Alanís, analizan la evolu-
ción de la economía, el empleo y la productividad de las
56 zonas metropolitanas de México, de 1989 a 2004. Con-
cluye, a través del análisis estadístico, que este tipo de
ciudades siguen siendo un gran foco de atracción de la
población, pero sus actividades económicas disminuyen
gradualmente o se deterioran. Por ello, de continuar esta
tendencia al estancamiento, se vislumbra a corto plazo
un futuro sombrío para las metrópolis de este país.
En el capítulo VII, Alfredo Palacios Barra trata sobre
el interés de los asuntos sociales de la academia, en rela-
ción al territorio y a las ciudades y los intentos de desa-
rrollo urbano implementados en Chile. Analizando, la
cambiante relación entre las ciencias sociales, de acuer-
do con la visión académica y la planificación de la admi-
nistración y el gobierno nacional y local, la que al plan-
tear los proyectos y programas públicos de desarrollo de
la ciudad, genera tanto conflictos como un necesario y
contradictorio proceso de urbanización.
El resto de los capítulos abordan temas diversos: en
el capítulo VIII, Antonio Tamez Tejeda, estudia la arqui-
tectura del centro de Monterrey, Nuevo León, México;
de un momento de auge hacia uno de agotamiento y
deterioro, producto del crecimiento urbano sectorizada-
mente diferenciado, que favoreció el desarrollo de
subcentros exitosos fortalecidos por su propia localiza-

11
ción y por los corporativos empresariales impulsores del
desarrollo inmobiliario, al sur de la ciudad. Jeff Smith, en
el capítulo IX, identifica tres tipos de migrantes interna-
cionales y discute las diferencias en sus motivos para mi-
grar.
En el capítulo X, Eduardo Sousa, Juana Ma. Lozano
y Jorge Álvarez, tratan, en la primera parte, sobre la glo-
balización económica y del papel que asumen el estado-
nación y las fuerzas del mercado internacional, señalan-
do algunas tendencias territoriales; en la segunda, se
busca el sentido de la relación entre el capital, el espacio
y la gente, buscando explicar el desarrollo de la globali-
zación económica, diferenciando en el proceso el uso del
capital como materia prima y como fin último de las so-
ciedades tecnologizadas del nuevo milenio.
Finalmente, en el Capítulo XI, Richard Hartwig se-
ñala la cercanía entre civilización y barbarie. El ensayo
tiene varias lecturas: la más escalofriante es la que el au-
tor, en un estilo anecdótico, sugiere, que cuando las po-
líticas públicas fallan y las condiciones sociales son pro-
picias, un país puede convertirse en un laboratorio de
terror. Hartwig cubre la Guerra Sucia en Argentina. Su
narrativa personal empieza en la Plata, Argentina, en 1966
y termina en Canberra, Australia, en el verano de 2008.
Los artículos se publican en la lengua del autor, por
lo que el producto resultante en esta primera edición, es
una publicación parcialmente bilingüe (español-inglés);
en este sentido, los editores de esta publicación, esperan
que la claridad ganada por los autores al expresarse en la
comodidad de su lengua, compense el posible disgusto
y el virtual contratiempo que pudiera existir, en aquellos
lectores quienes hubiesen preferido una publicación
habitual en una sola lengua. No obstante, y en virtud del
esfuerzo académico-institucional que ha implicado, tan-
to para los integrantes del cuerpo académico de Aspec-
tos Urbanos (CA-207) como para la Facultad de Arqui-
tectura de la UANL, la conjunción de profesores-inves-

12
tigadores de ocho diferentes universidades de tres paí-
ses disímiles, así como también la producción-edición
de este libro; se manejan amplias posibilidades de que,
en un futuro muy próximo, el texto sea traducido y pu-
blicado en forma completa en los dos idiomas.

Eduardo Sousa
Jesús Treviño.

13
14
LA ORGANIZACIÓN DEL ESPACIO URBANO
EN EL CONTEXTO DEL SUBDESARROLLO
LATINOAMERICANO.
UNA PROPUESTA METODOLÓGICA PARA
LA ZONIFICACIÓN DE ÁREAS METROPO-
LITANAS EN LA CONTEMPORANEIDAD:
EL CASO DEL ÁREA METROPOLITANA
DE MONTERREY, N. L. MÉXICO.
Dr. Eduardo Sousa González.*

Resumen:
a expansión de las áreas metropolitanas y su

L delimitación espacial pareciera que en la ac-


tualidad ha rebasado la capacidad de los en-
cargados de dirigir el desarrollo urbano, de ahí
la importancia de la generación de instrumentos operativos
que pudiesen contribuir a operativizar las políticas públi-
cas; una de esas herramientas de planeación sería aquella
capaz de eliminar las zonas de crecimiento periférico.

Abstract:
The metropolitan areas expansion and it’s space
boundaries, seem that at a present time have exceeded the
capacity of the ones in charge, to manage and direct the
urban development, from there the importance of
generating the operative instruments that may contribute
to operate the public policies; one of those tools of planning
would be, the one that can delimit the zones of peripheral
growth.

* Doctor en filosofía con orientación en Arquitectura y Asuntos Urbanos,


por la Universidad Autónoma de Nuevo León; con maestría en planeación
regional y urbana, Arquitecto; profesor-investigador del doctorado en ar-
quitectura y asuntos urbanos de la Facultad de Arquitectura UANL; miem-
bro del Sistema Nacional de Investigadores SNI en el Nivel II: esousa_gzz@-
hotmail.com; esousa@far.uanl.mx; www.esousa.es.tl

15
Key words: expansion areas, growth peripheral, urban
development.

Introducción. El contexto del subdesarrollo.

Se considera que la etapa de desarrollo por la que atra-


viesan los países latinoamericanos tiene implicaciones
sobre la forma de su organización espacial, sobre todo
en las grandes concentraciones urbanas como serían las
áreas metropolitanas, ya que factores como: el diferen-
cial histórico-cultural, la idiosincrasia, el grado de desa-
rrollo, el grado de globalización (Dos Santos:2004:35)
como figura del exceso (Augé: M.:2005: 30), las caracte-
rísticas topográficas, e incluso su orientación producti-
va y el modo de producción de mercancías3; representan
particularidades que influyen en el desarrollo de la mor-
fología física. Por esa razón es que se juzga pertinente,
antes de iniciar la propuesta metodológica para la zoni-
ficación metropolitana, contextualizar el estigma que re-
presenta el concepto de subdesarrollo en el México de la
contemporaneidad:4

3 Según Henry Lefebvre (Lefebvre, H. 1980:30) los modos de producción


son: asiático, esclavista, feudal, capitalista y socialista.
4 Sin pretender una profundización teórica exhaustiva, para interpretar el
concepto de contemporaneidad aquí mencionado, se ha establecido una
relación de correspondencia biunívoca con aquella noción de “sobremo-
dernidad” definida por Augé M. (2005:15-47): él propone caracterizar a la
situación de la sobremodernidad como concepto, en lo que llamaría las tres
figuras del exceso, con el propósito, entre otros, de demostrar que los
fenómenos estudiados por la antropología no están a punto de desaparecer,
ya que estas figuras del exceso “no son sino la forma actual de una materia
prima perene que sería la materia misma de la antropología” (Augé M.
2005:47). Aunque los objetivos explícitos de Marc Augé con respecto a la
sobremodernidad y lo que se propone este apartado de investigación en el
ámbito de “los espacios urbanos y su zonificación en la contemporaneidad”
son diferenciados, ceñiremos el asunto del concepto de la contemporaneidad
al otro de la sobremodernidad de Augé, M., en la esfera de las tres figuras del
exceso mencionadas; pero circunscribiéndolo a un país con las particulari-

16
Para esto, se ha revisado una de las principales con-
cepciones históricas de la visión de subdesarrollo: la de
la Comisión de Estudios para América Latina CEPAL
(R. Previsch) de 1949-2002, para contrastarla con la pro-
puesta de autores como: Rosentahal, G. (1994: 13) o Di
Filippo, A. (1998:12); con el propósito de contar con una
visión comprensiva del estado de hechos y reflexionar
sobre un posible futuro para el sitio (Dos Santos: opus
cit.:85). Es claro que el planteamiento cepalino ha evolu-

dades de México; esto, con el propósito de situar en un espacio-tiempo-


diferenciado (Lefebvre, H.:1980: 44) la caracterización del sitio en zonas
disímiles. Dichas figuras del exceso, que obedecen a las aceleradas transforma-
ciones mundiales que repercuten en el lugar y que se han comentado en
otros escritos (Sousa, E.:2007a; 2008a; 2008b); son: 1. La superabundancia
de acontecimientos; 2. La superabundancia espacial y; 3. La individualiza-
ción de las referencias. La primera figura con la que se define la sobremoder-
nidad se refiere al exceso de tiempo. Aquí la superabundancia de aconteci-
mientos tiene una relación directa con lo que Augé, M. llama como la acele-
ración de la historia, donde los sucesos reconocidos como acontecimientos, se
modifican rápida y variadamente, difundiéndose vertiginosamente en un
corto tiempo, quizá por el “achicamiento” del mundo en virtud de los tres
macroprocesos mencionados por Borja, J. (2002:12): la informacionaliza-
ción, la globalización y la difusión urbana generalizada; así el autor insiste en
que “la necesidad de dar un sentido no al presente sino al pasado, es el
rescate de la superabundancia de acontecimientos, que corresponde a una
situación que podríamos llamar de sobremodernidad para dar cuenta de su
modalidad esencial: el exceso” (Augé, M. opus cit:36). En el tema que nos
ocupa, asociado con los espacios urbanos y su diferenciación (zonificación)
, el asunto del tiempo y la sucesión de acontecimientos en la contempora-
neidad tiene un encadenamiento histórico-espacial, que se ha analizado en
otras investigaciones (consultar Sousa, E. 2007: capítulo segundo), el cual
estaría ligado territorialmente a una escala de centro metropolitano en un
país en desarrollo o de subdesarrollo intermedio según Di Filippo (1998:13),
como sería México; donde se perfilan los movimientos de pobladores hacia
sitios de la periferia en el proceso de metropolización (ver capítulo tercero
y Sousa, E. 2007:115), como un acontecimiento tiempo-espacio-“diferen-
cial” (las comillas son solamente para el concepto “diferencial”: Lefebvre, H.
1980: 44). La segunda figura de exceso característica de la sobremodernidad
se relaciona con el espacio y su superabundancia, la cual pudiera pensarse
que constituye una paradoja en función de aquel comentario sobre el “achi-
camiento” del mundo mencionado anteriormente, esta concepción de su-
perabundancia propuesta por Augé, la cual compartimos, sobre todo en lo
concerniente a las metrópolis, advierte una diferencia sustantiva y de espe-
cificidad cambiante en: “los cambios de escala, en la multiplicación de las

17
cionado, ajustándose a las nuevas condiciones mundia-
les, tanto de los países desarrollados y redesarrollados5 o
centros, como a las de los subdesarrollados o periféri-
cos: desde el enfoque de Rosental, G. (opus cit.) que com-
para la propuesta de los años cincuenta contra las pro-
puestas de desarrollo con equidad de 1990 (CEPAL:
1990), aunque no contradice sustancialmente la relación
centro-periferia, sí se establecen diferencias sustantivas
derivadas de las mutaciones generacionales, de los más
de cincuenta años que han transcurrido desde la crea-
ción del organismo y su postura para los países de Lati-
noamérica y el Caribe; por ejemplo y entre otras: la pro-

referencias y en la espectacular aceleración de los medios de transporte (ver:


diagrama del proceso iterativo de metropolización basado en la velocidad
del movimiento urbano, en Sousa, E. 2007:100), lo que conduce a modifica-
ciones físicas “espaciales” considerables” (Augé, M. opus cit.:40); es claro que
esta proliferación de espacio definido por Lefebvre, H. como “espacio tiem-
po urbano” (Lefebvre, H. 1980: 44), ha generado el fenómeno caracteriza-
do por las concentraciones urbanas en la contemporaneidad; aún más,
Augé, M. incluye la proliferación de los «no lugares» los cuales identifica
(define) con “las instalaciones necesarias para la circulación acelerada de
personas y bienes (vías rápidas, empalmes de rutas, aeropuertos) como los
medios de transporte mismos o los grandes centros comerciales, o también
los grandes campos de transito prolongado donde se estacionan los refu-
giados del planeta” (Augé, M. opus cit.:41); a diferencia de Lefebvre, que los
identifica como aquellos “de afuera”, el lugar de la ausencia (Lefebvre,
H.:1983:281), que sería lo que está fuera de la horizontalidad: la verticali-
dad (Lefebvre, H. opus cit.:45). La tercer figura del exceso con lo que el autor
define la situación de la sobremodernidad se refiere al ego, al individuo que
se cree el centro del universo, interpretando “para sí y por sí mismo las
informaciones que se le entregan” (Augé, M. opus cit.:43), esta individualiza-
ción genera fluctuaciones identitarias colectivas, además de muchas otras
conductas, como aquellas que menciona Simmel, G. (Bassols, M.: 1988:47)
coligadas con a la actitud blasée, propia de las concentraciones urbanas.
Desde la perspectiva de esta investigación, se propone una cuarta figura del
exceso, la cual estaría representada por la sobreexplotación de la naturaleza
y el descuido de la sustentabilidad como una forma de protección del sitio.
5 El redesarrollo alude al concepto asociado con aquellos espacios geográfi-
cos que por su condición de ciudades desarrolladas han adoptado nuevos
procedimientos internacionales de movilización dinámica de capital y de
procesos de hiperinformacionalización, como los empleados en la globali-
zación o mundialización; serían “ciudad global” en el concepto de S. Sassen
(1991), por ejemplo: N. York, Londres, Tokio, París y otras.

18
puesta de los años cincuenta, referida a la asimetría en-
tre el centro y la periferia, era la industrialización, mien-
tras que la propuesta desde los años noventa y hasta nues-
tros días, se coliga en mayor medida con la globalización
de la economía (González Garza:1999, Fujita: 2000, Gue-
rra-Borges 2002:11) que se asocia, entre otras cosas, con
la informacionalización, la competitividad internacional
y la dinámica progresiva entre la velocidad creciente en
los movimientos de capitales y de las mercancías (Castells,
M. 2002: vol. I, II, III).
Según Di Filippo (opus cit.:8), desde la óptica de la
presente revolución tecnológica, los centros son simila-
res a los que hegemonizaron las relaciones internaciona-
les durante el siglo XX: Los EEUU, Alemania y Japón,
mientras que las periferias se han diferenciado interna-
mente clasificándose como: superiores, las economías del
Asia oriental, intermedios, las emergentes economías lati-
noamericanas e inferiores, las economías más castigadas
del África al sur del Sahara. Transcurridos más de cin-
cuenta años, y retomando los párrafos precedentes, es
posible visualizar que, indudablemente, las característi-
cas de intercambio se han modificado y el modelo cepalino
de 1950 ha sufrido mutaciones importantes (Carmona y
González Navarro:2002); ya que el intercambio interna-
cional de manufacturas por productos primarios no de-
fine sustancialmente las relaciones entre los centros y las
periferias de hoy: los procesos proclives de globalización
galopante se han encargado de ello (Guerra-Borges
2002:16, Gutiérrez, 1999: 157; Hirst y Thompson:1999;
Carmona y González Navarro:2002:20); ahora las for-
mas de apropiación de capital provenientes de incremen-
tos en la productividad de la empresa transnacional (ET),
tanto del sector secundario (manufactura) como los de
la servicialización6, operan mediante mecanismos pro-

6 El concepto de servicialización se interpreta de la siguiente manera: si a la


revolución industrial, como proceso, se le denomina industrialización (de in-

19
cesales totalmente diferentes, por ejemplo: la inversión
extranjera proveniente de países desarrollados, en mu-
chos de los casos, traslada algún tipo de desarrollo tec-
nológico de alta productividad, franquicias de servicios
o algún otro tipo de “negocio”, a países periféricos sub-
desarrollados (intermedios) como México; combinándo-
se, por evidente conveniencia de los primeros con los
salarios de los recursos humanos del lugar, los cuales,
ciertamente, son mucho más bajos que los pagados en
los países inversores o centros. Esto genera ganancias
que son absorbidas por las empresas trasnacionales, de
las cuales una parte pueden ser reinvertidas en el sitio, o
en otro país periférico donde existan mayores dividen-
dos; pero, finalmente, son repatriadas a los países cen-
trales e invertidas en múltiples ítems, generando un ma-
yor redesarrollo en esos países y un desgaste de los re-
cursos en los subdesarrollados (Guerra-Borges 2002:11,
Cavanagh, J. 2003:32); ver diagrama 1.
Es claro que el fenómeno de desarrollo-subdesarrollo
involucra variables multidimensionales que difícilmente
podrán ser tratadas en este limitado espacio y por el au-
tor de esta investigación, pero quizá ésta pudiera ser una
visión, aunque dimensional, parcial y muy restringida,
del proceso que impide lograr estadios de mayor desa-
rrollo en algunos países emergentes o intermedios como
México. ¿Cuándo se terminará este proceso?, Ciertamen-
te, para los países desarrollados es probable que transcu-
rra un largo periodo de tiempo, lo más probable es que

dustria > industrial > industrialización), con el mismo razonamiento lin-


güístico a la revolución de los servicios se le puede llamar servicialización (de
servicio > servicial > servicialización), (Garza, G. 2003:11 La urbanización
de México en el siglo XX).

20
nunca, el cómodo negocio de la apropiación de exce-
dentes de capital que propicia una hiperacumulación
primaria, derivado de: la proclive mundialización, de los
rumbos de los mercados mundiales, de los modelos eco-
nómicos nacionales, de lo laxo en los controles de los
Estados-nación y otros (González Garza: 1999; Dos San-
tos:2004; Ianni, O. 1999), impedirían a los especialistas
del tema un pronóstico acertado; mientras que para los
países periféricos, lo más probable es que se termine cuan-
do las empresas trasnacionales agoten los recursos del
sitio, ya sean: naturales, humanos, o de otro tipo que a
ellos les interese para incrementar sus capitales econó-
micos, o cuando los gobiernos centrales asuman su pa-
pel de liderazgo que les corresponde, endureciendo los
controles, por ejemplo: medio ambientales, de sustenta-
bilidad, de política económica, de mercado y otros; in-
cluso los asociados a la corrupción de cuello blanco, y
puedan reorientar el rumbo de la sociedad, para produ-
cir precisamente lo que se importa o lo que ofrecen las
ET; implementando en el país mayor inversión en edu-
cación, en investigación y en desarrollo tecnológico e in-
novación (I + D + i).
Este ciclo iterativo generado en los países periféricos
por los desarrollados, que tienden a invertir o reinvertir
las utilidades extraídas de los países subdesarrollados en
sus lugares de origen, en muchos casos, en I + D + i,
está representado en términos generales, en el diagrama
1. Proceso iterativo de subdesarrollo centro-perife-
ria, el cual muestra que es principalmente a partir de los
procesos (ejes) de globalización o mundialización y de la
apertura para la inversión extranjera permitida, fomen-
tada y casi sin restricción en los Estados-nacionales de
los países en desarrollo, que se hace cada vez más gran-
de la brecha que separa a algunos de estos países de los
considerados desarrollados; evidenciando en el proceso
grandes diferencias en el ingreso familiar, que se traduce
(Dehesa de la, G. 2003, Dos Santos: 2004, 2002), entre otras

21
muchas cosas, en los contrastes urbanos que manifiestan
las diferentes formas de percibir la ciudad: desde zonas
con servicios altamente infraestructurados, hasta aquellas
carentes de lo más indispensable: las no ciudades7.

Diagrama 1. Proceso iterativo de subdesarrollo cen-


tro-periferia.

Fuente. Datos generados por el autor de esta investigación.

7 La definición del concepto de no ciudad está incluido en el capítulo 5 del


libro titulado “EL PROCESO EXPANSIVO EN LA TERRITORIALIDAD
METROPOLITANA. Fundamento teórico y génesis procesal: los espacios
no ciudad en la sobremodernidad” del autor de este artículo.

22
Entonces, para la orientación de la organización espa-
cial-metropolitana, desde éste enfoque teórico, sería una
condición sine qua non la de contextualizar los análisis
asociados con las diversas características endógenas de la
metrópoli de Monterrey (ver gráfico 1ª) como son: los
empleos, el desplazamiento de los pobladores, la morfo-
logía topográfica y otros, que a continuación explorare-
mos, a factores que pudieran considerarse exógenos: como
es la globalización y algunas de sus posibles manifesta-
ciones, como sería el subdesarrollo.

1. La zonificación metropolitana ZM.

El procedimiento metodológico propuesto para definir


la zonificación interna de una metrópoli representa, den-
tro de los múltiples instrumentos utilizados para la pla-
neación urbana, una herramienta fundamental que po-
sibilita diferenciar espacios geográficos; georeferenciar-
los (SIG) y caracterizarlos (ageb´s) con propósitos, entre
otros, de orientar el ordenamiento espacial de los usos
del suelo. Para el caso que nos ocupa, se han utilizado,
en la operativización de esta propuesta, dos componen-
tes: por un lado, aquellos criterios que posibilitan la di-
ferenciación de zonas específicas al interior de la metró-
poli y por el otro, una propuesta muy preliminar para la
zonificación exterior de las áreas aledañas o periféricas
del sitio, con lo que pretende establecer posibles límites
para el crecimiento metropolitano.
El procedimiento metodológico para la zonificación
interna y externa se basa en el análisis metropolitano que
circunscribe la orientación del desplazamiento de los
pobladores, mediante el examen de: su evolución histó-
rica a partir de 1940-2000 y las particularidades de su
actividad productiva (empleos secundarios y terciarios);
dicha exploración poblador-empleo P-E toma como base
de aplicación metodológica al centro metropolitano de

23
Monterrey, analizando por área geoestadística básica
(ageb) las particularidades de: los desplazamientos P-E,
las características del medio físico (pendientes
topográficas, elevaciones principales y otras), los atribu-
tos del medio construido (infraestructura, equipamiento
tenencia de la tierra, y otros) y las bases jurídicas. El pro-
ceso para la diferenciación de zonas dentro de la zonifi-
cación interna y externa se aprecia en el diagrama 2.

Diagrama 2. Proceso general para la zonificación me-


tropolitana, ámbito interno y externo.

Fuente. Datos generados por el autor de esta investigación.

1.1. Zonificación interna Zi.

Para la determinación de las zonas internas del área me-


tropolitana de Monterrey, se desarrolló un procedimien-
to que implica la exploración de diversos ítems, los cua-

24
les se incluyen en el diagrama 3. Cabe aclarar que, por
limitaciones de espacio en este escrito, solamente se co-
mentarán los resultados más importantes que ayuden al
entendimiento de la propuesta de zonificación:8
A. Las etapas de metropolización9 EM. Las EM se han
considerado como procesos de urbanización intrametro-
politana, en los que la dinámica de crecimiento de los
diferentes sectores de la ciudad evolucionan, iniciando
tradicionalmente con un proceso de desplazamiento de
pobladores con orientación periférica, y posteriormente
de las actividades industriales, de servicios y otras
(Vinuesa, J.1991:22); en términos generales: del centro
hacia los extremos; o mejor, del centro metropolitano ha-
cia las áreas adyacentes conurbadas.
Según algunos autores (Sobrino, J. 2003:198), estas
etapas (EM) se han definido a partir de conceptos como
el que se conoce como “efecto de desbordamiento”, se-
gún el cual, a una mayor densidad de pobladores de la
ciudad primada, en este caso Monterrey, en el tiempo
base, corresponde una mayor tasa de crecimiento de su
periferia conurbada en el tiempo final; supuesto que,
según los resultados de la investigación (Sousa, E. 2007:
capítulo tercero), se aplica para el área metropolitana de

8 El análisis completo se localiza en Sousa, E. (2006 y 2007: capítulo tercero).


9 Las etapas de metropolización han sido definidas por diversos autores
(Unikel, L. 1978, Sobrino, J. 2003: 198, Busquets, 1993:165 y otros), coinci-
diendo en la mayoría de los casos en el tránsito de 4 etapas: Urbanización:
cuando la tasa de crecimiento porcentual anual de pobladores de la ciudad
central supera a la de la periferia. Suburbanización: cuando la periferia alcan-
za una mayor tasa de crecimiento porcentual anual. Desurbanización: cuando
la cuidad central observa un despoblamiento relativo o absoluto.
Reurbanización: cuando en la ciudad central ocurre un repoblamiento rela-
tivo o absoluto. Para consultar el análisis específico de las EM del área metro-
politana de Monterrey consultar: Sousa, E. (2007: capítulo 3), donde se pro-
pone además, una quinta etapa llamada Superurbanización: que se presenta,
cuando ocurrieron las cuatro etapas anteriores, agregándose más ciudades o
áreas metropolitanas de diferentes entidades federativas, con la característica
de que la mayoría de éstas, cuenten con relaciones económicas internaciona-
les de importancia mundial, basadas en procesos informacionales; la cual
también podríamos denominar megalopolización-informacional.

25
Monterrey. Las EM se relacionan principalmente con dos
conceptos: el primero se refiere al nivel de metropolización
y el segundo al grado de urbanización del área metropoli-
tana correspondiente (Ferrer, M. 2002:29).
Con respecto al nivel de metropolización (NDM) coinci-
dimos con autores como Unikel, L. (1978), o Sobrino, J.
(opus. cit.), o Busquets, Javier (1993:163), en el sentido
de que éste se asocia con la forma en que se distribuyen
los pobladores en los diversos usos del suelo de la me-
trópoli: por un lado, con las actividades económicas, en
términos de primacía en los empleos de los sectores se-
cundario y terciario (Garza, G. 2003:145), y con el ta-
maño del centro metropolitano o ciudad primada en fun-
ción de su población residente y su extensión territorial;
por el otro, el grado de urbanización que se relaciona sim-
plemente con el índice de proporción de la población
urbana ubicada en los municipios conurbados (Garza,
G. opus cit.:208). Los resultados de los análisis gráficos y
estadísticos de este apartado (NDM) indican:10

1. La preponderancia de empleos industriales locali-


zados periféricamente en las áreas urbanas de los
municipios de Guadalupe, Apodaca, Escobedo y
Sta. Catarina, aunada a la declinación en las tasas
de crecimiento del número de pobladores de la ciu-
dad central, que disminuyeron de 2.2% en la dé-
cada de 1970-1980 a -0.2% en el período de 1980-
1990 (ver tabla 1 y 2 en anexo), revela una clara
tendencia de desconcentración de pobladores en
el centro metropolitano, indicador característico de
un alto nivel de metropolización.

10 Para este ejercicio metodológico es pertinente aclarar que se están conside-


rando datos estadísticos del año 2000 y del 2005; aunque es evidente la impor-
tancia de la actualización de datos estadísticos del sitio, aquí, lo importante
sería probar el procedimiento metodológico que permite la diferenciación
de zonas, independientemente de la posibilidad de actualización de los datos
censales, o incluso la aplicación del método en otras ciudades metropolitanas.

26
Diagrama 3. Proceso para la zonificación metropoli-
tana del ámbito interior.

Fuente. Datos generados por el autor de esta investigación.

27
2. Un proceso diferente en el patrón de expansión y
ubicación física para los empleos ubicados en los
sectores industrial y de servicios:

a. Primeramente, en el sector secundario se observa


un desplazamiento periférico mucho más
direccionado y acentuado, que podríamos in-
terpretar como una forma característica tendien-
te a una “media luna”; esta particularidad se-
micircular se aprecia si cuantificamos la distan-
cia de un punto específico del distrito central
de negocios (DCN), hasta el inicio de cada una
de las áreas de mayor concentración de estos
empleos que aparecen en el gráfico 1. Ver anexo.
Las distancias en el primer umbral serían: des-
de el DCN, hacia el poniente en el municipio
de San Pedro Garza García 9.26 Km. aproxima-
damente; con dirección a Escobedo, Apodaca y
Guadalupe alrededor de 7 Kilómetros. En el se-
gundo umbral estarían entre los 18 y 20 Km. del
mismo centro. Observándose además que esta
actividad industrial disminuye en la zona sur
de la ciudad, particularmente en el inicio del
Cañón del Huajuco.
b. Para el sector terciario es posible observar, de
manera similar a los empleos industriales, un
desplazamiento periférico, pero con la diferen-
cia que el primer umbral se localiza en una ma-
yor cercanía al epicentro del DCN; ver gráfico
2, en el anexo, esto es: hacia el área de San Pe-
dro Garza García 4.00 Km., Monterrey centro y
Sur y Guadalupe prácticamente adjunto. En el
segundo umbral, las distancias estarían entre 11
y 21 Km.; indicando mayor dispersión que la
representación de los empleos del sector secun-
dario.

28
3. Con respecto a los movimientos de los pobladores
(ver gráfico 3, anexo) es posible definir claramente
un patrón de desplazamientos físico-territorial en
virtud de los estratos de edad, implicando la dife-
renciación de tres umbrales de deslizamiento, que
estarían explicados: en razón inversa a la edad cro-
nológica de los pobladores:

Primero: El grupo de 65 años y más, en su mayoría, se


ubica en una proximidad relativa al área central del mu-
nicipio de Monterrey, observándose este patrón en las
cabeceras incorporadas en la conurbación. Esta situa-
ción se evidencia en el área sur de Monterrey; en donde,
próximo y paralelo al Río Santa Catarina, desde el mu-
nicipio de San Pedro Garza García hasta el de Guadalu-
pe, se observan ageb´s con alta concentración de poblado-
res con esta característica de edad, que tiende a disminuir
conforme se incrementa la distancia hacia la periferia; es-
cenario que se presenta también en Escobedo, Santa Cata-
rina, San Pedro Garza García y Apodaca, con la salvedad de
que en estas cuatro áreas urbanas conurbadas se localizan
las cabeceras municipales donde tienden a radicar en ma-
yor medida este tipo de pobladores; ver gráfico 4.

Segundo: Para el caso del grupo de pobladores de 0-14 años


su desplazamiento periférico es más evidente, delimi-
tándose con claridad lo que se ha denominado el um-
bral interno, el cual se representa por una línea imagina-
ria que seguramente en secuenciales procesos transfor-
macionales, tenderá a recorrerse con una orientación
dirigida hacia la periferia. Con respecto a este grupo, se
percibe la existencia de ciertos ageb´s con mayores con-
centraciones hacia el nororiente; particularmente en las
áreas urbanas de los municipios de Guadalupe, Apodaca
y San Nicolás de los Garza, y otros más, ubicados en la
zona norponiente en los municipios de Escobedo y San-

29
ta Catarina; apreciándose, que en las áreas urbanas de los
municipios de San Pedro Garza García y Monterrey sur,
este grupo de pobladores es minoritario; ver gráfico 5

Tercero: En lo que respecta al grupo con intervalo de edad


de 15 a 19 años, se distingue un comportamiento similar
al del grupo analizado anteriormente, solamente que en
este grupo de pobladores sí se aprecian ageb´s con alta
concentración en las áreas urbanas de San Pedro Garza
García y Monterrey sur; ver gráfico 6.

Por último, considerando la evolución de los pobladores


en los cinco períodos de metropolización transcurridos
(1950-2000), particularmente de 1980-1990 donde la
ciudad primada experimentó un despoblamiento relati-
vo o absoluto de -0.2%, se considera que la metrópoli de
Monterrey rebasó las dos primeras etapas de metropoli-
zación, ingresando, desde esa década, a la etapa de desur-
banización.
B. Conformación de contornos metropolitanos: La evolu-
ción demográfica de Monterrey, como ciudad primada,
concebida en términos procesales, podría circunscribir-
se a determinadas teorías de estructura urbana; toman-
do en cuenta, como punto de partida, las teorías relacio-
nadas con: los círculos concéntricos de Burgess 1925, la
sectorial de Homer Hoyt 1939 y la de los núcleos múlti-
ples de Chauncy D. Harris y Eduard Ullman 1945
(Bassols, M. 1988; Sobrino 2003; Gracia, A. 2004;
Lezama, J. L.:1998, 1998ª, 2005); asociadas éstas, a su
vez, con: la evolución de la población 1940-2000, la dis-
tribución de empleos y las etapas de metropolización.
Concluimos que es posible diferenciar dentro de la me-
trópoli regiomontana: un anillo central y cuatro contornos
de crecimiento físico-territorial, proceso que se interpre-
ta de la siguiente manera; ver gráfico 7 y 8, anexo.

30
i. La ciudad primada de Monterrey, como resultado
de su crecimiento de pobladores, desborda el asen-
tamiento inicial donde está contenido el distrito
central de negocios DCN, expandiéndose en dife-
rentes direcciones, pero colindando concéntrica-
mente con el DCN; generando en este proceso la
primera diferenciación.
ii. La diferenciación generada en el proceso anterior
forma un área periférica al DCN que denomina-
mos zona de transición, donde inicialmente se asienta
la industria ligera y los negocios de servicialización;
desplazándose hacia la periferia inmediata; ver
gráfico 1 y 2 anexo:
iii. Posteriormente de la evolución demográfica gene-
rada por el proceso del ciclo reproductor de la vida
de los pobladores y por el desplazamiento perifé-
rico de las fuentes de empleo, se forma una tercera
zona denominada de consolidación o densificación;
en la que los diversos usos del suelo se encuentran
entremezclados y en proceso de densificación (P.
Connoly 1988:16); generando revalorización del
mismo y el fomento incontrolado a la edificación
inmobiliaria, en muchos casos, por las modifica-
ciones indebidas en los en los coeficientes de ocu-
pación y de uso del suelo.
iv. Finalmente, el desbordamiento de pobladores de
la zona de consolidación produce una zona de expan-
sión periférica, que forma los límites externos de la
metrópoli, linderos provisionales ya que el creci-
miento físico urbano es continuo y con tendencia
periférica.

C. Determinación de criterios para la zonificación: Los


criterios utilizados para la delimitación de las zonas in-
ternas del área metropolitana de Monterrey son:

31
Primero. De orden poblacional-económico (base población-
empleo). Este criterio se relaciona con el desplazamien-
to histórico que han tenido los pobladores de la ciudad
primada, con dirección periférica, evidenciando despla-
zamientos hacia zonas adyacentes a partir de los años
cincuenta; este proceso generó las dos primeras zonas
de la propuesta: una que representa al centro histórico o
DCN (Z: 1) y la otra que patentiza el movimiento de po-
bladores-empleo hacia el suroeste, norte y noreste (Z-
2). En este sentido, los límites prefigurados de la Z: 2,
estarían representados precisamente por las direcciones
mencionadas anteriormente (suroeste, norte y noreste),
las cuales simbolizan la línea divisoria actual que limita a
la áreas físicas que poseen una diferencia sustantiva en-
tre sus densidades de pobladores y el número de los
empleos del sector secundario y terciario; según lo indi-
can los gráficos 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y de Zonificación: área
metropolitana de Monterrey, gráfico: 9, anexo.

Segundo. De orden jurídico (límite municipal): el límite


municipal, como criterio divisorio entre zonas, fue utili-
zado como razonamiento lógico en las áreas que así lo
permitieron; por ejemplo: entre el área que divide la Z:3
denominada sur-poniente San Pedro Garza García y la
Z:4 representada por la poniente Santa Catarina, ya que
además del criterio de densidad de pobladores, la divi-
sión coincidió claramente con el límite municipal; situa-
ción similar entre las Z:9 y Z:8, donde se intenta coordi-
nar el límite propiamente dicho de la zona, con la divi-
sión municipal; ver gráfico: 9. Zonificación: área metro-
politana de Monterrey.

Tercero. De orden espacial (ageb´s-vialidad): después del


criterio de densidad, no cabe la menor duda de que el
relacionado con las líneas divisorias asociadas con las
áreas geoestadísticas básicas ageb´s, fue especialmente
utilizado, esto en virtud de que la coincidencia con estos

32
límites, representan la posibilidad de agrupar y
georeferenciar información censal y del INEGI específi-
camente; obteniendo particularidades de cada una de
las nueve zonas que componen la zonificación propues-
ta. Por lo tanto, en algunos casos se asoció a las arterias
viales importantes con los ageb´s, privilegiando los lími-
tes de éstos, por ejemplo: entre la Z: 6 y la Z: 7 el límite
interno que parte de la Z: 2 está ubicado sobre un tramo
de la Av. Adolfo López Mateos. Ver gráfico: 9.

Cuarto: De orden externo (centroides de georeferencia):


Finalmente, este último criterio se utilizó dentro de la
zonificación metropolitana propuesta, para perfilar, en
términos muy generales, otros sectores destinados para
la expansión de la metrópoli (zonificación externa); di-
cha expansión, por ahora, está fundamentada solamen-
te en dos factores: uno relacionado con el concepto geo-
gráfico de punto-centroide, el cual puede definirse como
el punto de equilibrio o centro de proporción de un es-
pacio físico-territorial; para el municipio de Monterrey,
el punto-centroide se ubica hacia el sur del río Santa
Catarina, por lo que es claro que este factor geográfico
no corresponde con el llamado distrito central de nego-
cios, porque ciertamente, ahí no se localiza le centro geo-
gráfico. El otro factor se asocia con la noción de distan-
cia, la cual hemos considerado de 30 Km., a partir del
punto-centroide del municipio de Monterrey. De estos
dos criterios han resultado probables zonas de expan-
sión para el área metropolitana de Monterrey; las cuales,
por limitación de espacio, serán evaluadas en análisis
posteriores; ver gráficos 10 y 11. Zonificación: munici-
pios conurbados, centroides base de expansión, anexo.

Deducciones preliminares. Como resultado de las ex-


ploraciones mostradas anteriormente, incluyendo el es-
tablecimiento de los criterios mencionados, se delinea-
ron 9 zonas metropolitanas interiores (gráfico 9, anexo)

33
y 4 zonas generales para la expansión exterior mediática
(gráfico 10 y 11, anexo). La descripción de las zonas es
la siguiente:

1. Distrito central de negocios Z: 1. Ubicada en la ciu-


dad primada en el primer cuadro donde se genera
el proceso de certificación.
2. Zona de transición Z: 2. Contigua al DCN donde
se entremezclan diversos usos del suelo, como:
industria, vivienda y servicios; los cuales fueron
encapsulados en el proceso de metropolización.
3. Zona Sur poniente Z: 3. Localizada en el munici-
pio de San Pedro Garza García, zona con marcados
contrastes de antípoda de clase: grupos económi-
camente dominantes y otros de bajos ingresos.
4. Zona poniente Z: 4. Ubicada en el municipio de
Santa Catarina, zona con tradición industrial.
5. Zona Nor-poniente Z: 5. Situada contigua a la Z: 2
en los municipios de Monterrey, Escobedo y Gar-
cía, zona predominantemente de vivienda.
6. Norte Z: 6. Ubicada en el municipio de Escobedo,
junto al Cerro del Topo.
7. Zona Nor-oriente Z: 7. Establecida en el municipio
de Apodaca.
8. Zona Oriente Z: 8. Situada en el municipio de Gua-
dalupe.
9. Zona Sur Z: 9. Contigua a la Z: 1 en el municipio
de Monterrey.

Aunque en este escrito no se establece la georeferencia de


las 9 zonas mostradas anteriormente, es claro que su deli-
mitación, especifica y su circunscripción a ejes cartesianos
X, Y esta asociada a los ageb´s que las limitan; en efecto, se
ha tenido especial cuidado en que los límites de las zonas y
los ageb´s coincidan; permitiendo no sólo referenciar te-
rritorialmente a cada zona, sino también la posibilidad de
manipular información censal en cada una de ellas, con el

34
propósito de implementar otros estudios e incluso
operativizar políticas públicas zonales específicas.
Con respecto a las zonas para posible expansión me-
tropolitana, el estudio generó 4 zonas, las cuales tienen
características diferentes. Cabe hacer la aclaración de que
por limitaciones de espacio en este escrito solamente se
mencionan dos criterios utilizados para la mencionada
zonificación (centroide y 30 Km); no obstante, en la in-
vestigación se utilizan otros dos criterios, que agrupan a
diversos factores:

i. Las condicionantes geográficas del medio natural que


incluyen: la topografía, los suelos, las elevaciones
principales, el clima, la vegetación, las cuencas
hidrológicas, el ordenamiento ecológico, y otros y;
ii. Las determinantes del crecimiento urbano perifé-
rico que exploran los factores asociados con: la in-
fraestructura y el equipamiento. Así resulta la zo-
nificación externa que se compone de las siguien-
tes zonas, ver gráficos 10 y 11, anexos:

1. Zona de expansión con restricciones. Dicha


zona se ubica al oeste, entre los municipios de
Santa Catarina y García. Una de las considera-
ciones para la restricción obedece al diferencial
topográfico (metros sobre el nivel del mar
MSNM): por ejemplo: la cabecera de García se
ubica a 702 MSNM y la de B. Juárez a 393
MSNM.
2. Zona de expansión. Localizada en el municipio
de Escobedo y Apodaca.
3. Zona de expansión restringida. Situada en el
municipio de B. Juárez.
4. Zona restringida al crecimiento. Localizada en
los municipios de Santa Catarina, San Pedro

35
Garza García y Monterrey, particularmente en
la Sierra Madre Oriental y el Parque Nacional
Cumbres de Monterrey.

La utilidad práctica de los ejercicios de investigación que


intentan sistemáticamente generar zonas en áreas urba-
nas, como la metropolitana de Monterrey, tienen diver-
sas utilidades prácticas; sobre todo para los instrumen-
tos de planeación, particularmente aquellos que buscan
la organización espacial de los usos del suelo. También
es claro que pudieran existir diferentes métodos que lle-
ven a una diferenciación de zonas distinta a la propues-
ta; habría que reconocer en éstos la existencia de dife-
rentes grados de arbitrariedad, incluso, es claro que toda
delimitación de zonas debe suponer linderos que acep-
ten flexibilidad, en tanto el reconocimiento de procesos
dinámicos generados por los pobladores, su actividad
productiva y sus múltiples relaciones sociales que modi-
fican constantemente la forma y los límites de los espa-
cios físicos.
No obstante, la zonificación metropolitana aquí
propusta representa una creación metodológica formal,
que se ha operativizado con información real del año
2000-2005, destacando en su proceso metodológico las
características específicas para su utilización como or-
denador de los usos del suelo urbano; además, se ha
tratado de incorporar los dos principales enfoques utili-
zados en la delimitación de zonas (Guillermo Aguilar:
2003:74):

i. Los morfológicos, que pudieran considerarse como


estáticos al representar solamente las característi-
cas físicas del territorio y descriptivos, en tanto pro-
cesalmente se detallan las particularidades del suelo
y lo construido en ellos y

36
ii. Los funcionales, que representan el dinamismo ca-
racterístico de los pobladores y su actividad pro-
ductiva en el sitio. Coincidimos con Ferrao (2002:-
193, citado por Guillermo Aguillar, opus cit.:74) en
el sentido de que para una utilidad operativa de
zonificación o delimitación de zonas, es necesario
explicar el proceso metodológico utilizado y sobre
todo el propósito expreso de la delimitación.

Es claro que una gran cantidad de problemas asociados


con la orientación del crecimiento y expansión en las áreas
metropolitanas como la de Monterrey, no sólo se coliga
con a la falta de planeación oportuna y operativa, sino
también con la falta de eficiencia, de eficacia y de efecti-
vidad de algunos de los funcionarios públicos, que tam-
bién pudieran denominarse funcionarios contingenciales,
que laboran en las dependencias coligadas con el desa-
rrollo urbano,11 así como de las políticas públicas im-

11 El funcionario contingencial o urbanista de contingencia es un concepto


que ha sido propuesto Sousa, E. (2006: tesis doctoral y 2007:43), alude a
aquellos servidores públicos que pudieran estar incrustados en algunas de-
pendencias municipales o agencias estatales asociadas con la planificación
del desarrollo urbano, los cuales tienen una visión decimonónica y limitada
del futuro, además de serias deficiencias de orden teórico-metodológico de
aplicación procesal en la planeación urbana, ya que su formación en el tema
urbano radica en una visión, en el mejor de los casos, parcial del sitio (ya sea
puramente: espacial, o jurídica, o medioambiental u otras), lograda a través
de su tiempo de adherencia en las diferentes estructuras gubernamentales,
mediante un clásico empirismo «fragmentado» (Lefebvre, H. 1980: 53-83)
»sería algo así como mencionar, que algunos pudiesen tener 20 años de
experiencia en los problemas de la ciudad, pero… en el mejor de los casos,
es la experiencia de un año repetida 20 veces«; aunado a que algunos de estos
personajes tienen una proclividad galopante hacia prácticas negativas
coligadas al contubernio y a la corrupción, lo que les impide formular las
soluciones urbanas integrales de largo plazo, en beneficio de la sociedad a la
que debieran de servir, prefiriendo intervenir en problemas contingenciales,
que surgen diariamente en el reducido espacio territorial que delimitan y al
que llaman «la ciudad»: es decir, tienden a cambiar lo importante por lo
urgente, lo importante por el sostenimiento del poder o por asociaciones
clasistas »Pratt, H. (2006:41), propone tres clases: alta, media y baja; la
asociación a que nos referimos sería entre la clase alta y los funcionarios

37
plantadas por los gobiernos locales en el marco del artí-
culo 115 constitucional. El dinamismo urbano y los múl-
tiples actores sociales que intervienen en el proceso de
hacer ciudad, regularmente rebasan las estrategias de
planeación de los gobiernos locales y estatales, esto sin
considerar los proclives actos de corrupción de cuello
blanco, que permiten a los desarrolladores del suelo ac-
tuar impunemente. Creemos que la regulación jurídica
del suelo metropolitano, tendiente a equilibrar el desa-
rrollo y la orientación expansiva de sus usos y destinos
debería de iniciar estratégicamente con el establecimiento
de: por un lado, la formulación de un enfoque pragmá-
tico de corto plazo, que organice internamente a la metró-
poli en zonas debidamente estructuradas, posibilitando
intervenir, mediante las políticas públicas pertinentes,
en el desarrollo particular de cada una de ellas y; por el
otro, generar un posición visionaria de largo plazo,
consensuada con la sociedad metropolitana, tendiente
al establecimiento de los límites externos para la expan-
sión, los cuales impidan el efecto de desbordamiento,
comentado anteriormente, que propicia el ensancha-
miento físico-territorial incontrolado de la metrópoli re-
giomontana.
Precisamente en este contexto es que se ha planteado
el proceso metodológico que define las características de
la zonificación interna y externa explicadas anteriormente
y que desde la perspectiva de esta investigación sería un
instrumento que otorga beneficios al proceso de planea-
ción de las zonas metropolitanas.

públicos y los políticos« de complicidad, francamente ilegales y nocivas; no


sólo para el equilibrio físico-espacial del sitio, sino también para las diversas
actividades socio-económicas de la sociedad asentada en el lugar; y cuando
se trata de una metrópoli, indefectiblemente involucraría a todos los pobla-
dores que hacen uso de los municipios conurbados, incluyéndose paradóji-
camente a ellos mismos, razón por la que también se les ajustaría el concepto
de «banáusico» propuesto por Arendt, H. (2002:175): «aquel individuo con
vulgaridad de pensamiento y actuación de conveniencia».

38
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Ageb´s. área geoestadística básica.
INEGI. Instituto nacional de estadística geografía e historia.
ET. Empresa transnacional.

41
42
ANEXOS GRÁFICOS Y ESTADÍSTICOS

43
44
(INEGI, opus cit.).
Población Empleos Índice
Municipio AÑOS % del
Sec. + Terc. AMM de
1940 1950 1960 1970 1980 1990 1995* 2000 2005* 2010** 1333158 1 Urbanización***
AMM. 190.1 375 708.3 1281 2001.5 2573.5 2988 3243.5 3710.2 4259.6 427005 0.32 30.8
Monterrey 190.1 339.3 601.1 871.5 1090 1069.2 1088.1 1111 1133.8 1106.9 254239 0.191 33.3
Guadalupe 12.6 38.2 170.2 370.9 535.6 618.9 670.2 691.9 936.6 189109 0.142 30.3
S. Nicolás 10.5 41.2 118.1 280.7 436.6 1088.1 496.9 476.7 749.3 48858 0.037 33.3

45
S.P.G.García 14.9 48.3 82 113 487.9 126 122 162.4 86075 0.065 33.3
Sta. Catarina 38.1 89.5 163.9 202.1 227 259.8 345.8 200551 0.15 33.2
Apodaca 18.6 37.1 115.9 219.5 283.5 418.7 453.7 81664 0.061 31.8
G.Escobedo 10.5 37.8 98.2 176.8 233.5 299.3 363.6 35816 0.027 32.9
Juárez 13.5 28 50 66.5 144.3 99.2 8192 0.006 22.5
García 13.1 23.9 29 51.6 41.7 1649 0.001 28.8
poración metropolitana y empleos año 2000.

a CONEVAL (2007). **Gobierno del Edo. N.L. Plan metropolitano 2021:


Tabla 1. Evolución de la población por año de incor-

37, 143. ***El índice de urbanización (IU) es una relación de la población


Fuente: INEGI: Estadísticas del medio ambiente: 85. *Estimaciones en base

de los municipios (U1, U2,... Un) entre la población del AMM: IU= U1/ PT.
N° de Municipio A Ñ O S
Municipio 1940- 1950-1960 1960-1970 1970-1980 1980-1990 1990-2000
1950
AMM. 6.2 6.6 6.1 4.3 2.6 2.3
39 Monterrey 6 5.7 3.9 2.2 -0.2 0.4
26 Guadalupe 11.7 15.5 7.5 3.8 2.3
46 S. Nicolás 13.7 10.9 8.4 4.5 1.3

46
19 S.P.G. García 11.1 12.2 5.1 3.3 1.1
48 Sta. Catarina 8.3 6.2 3.3
6 Apodaca 6.7 11.7 9
21 G. Escobedo 12.4 9.8 8.8
31 Juárez 7.5 8.7
18 García 8

Fuente: INEGI: Estadísticas del medio ambiente: 86.


pios por año de incorporación metropolitana.
Tabla 2: Tasa de Crecimiento de pobladores: Munici-
G. Escobedo
G a rc ía

Ap o d a c a

S a n Nic o lá s
Mo
M o nterrey
n te rr e y
P te.
P te .

47
G u a d a lu p e

S a n P e d ro

Fuente: Datos generados en esta investigación.


B . J u á re z

S ta . C a ta rin a
M oSunrte rre y
Sur

0 15 3
Gráfico 1ª: Municipios conurbados de Monterrey

kilometers
Gráfico No1: Umbral de crecimiento empleos sector
secundario.

Fuente: Datos generados en esta investigación a partir del Censo de Pobla-


ción 2000.

48
Gráfico No2: Umbral de crecimiento empleos sector
terciario.

Fuente: Datos generados en esta investigación a partir del Censo de Pobla-


ción 2000.

49
Gráfico No3: Población total área metropolitana de
Monterrey año 2000.

Fuente: Datos generados en esta investigación a partir del Censo de Pobla-


ción 2000.

50
Gráfico No4: Población de 65 años o más.

Fuente: Datos generados en esta investigación a partir del Censo de Pobla-


ción 2000.

51
Gráfico No5: Población de 0 a 14 años.

Fuente: Datos generados en esta investigación a partir del Censo de Pobla-


ción 2000.

52
Gráfico No6: Población de 15 a 19 años.

Fuente: Datos generados en esta investigación a partir del Censo de Pobla-


ción 2000.

53
Gráfico No7: Área metropolitana de Monterrey evo-
lución de la mancha urbana 1940-2000.

Fuente: Grafico de fondo: Generado en esta investigación a partir de datos


de INEGI; información de población hasta 1940. Plan de transporte Go-
bierno del Estado de Nuevo León, 2000; posterior a 1940. García, Roberto.
(2003:64).

54
Gráfico No8: Conformación por contornos del Área
metropolitana de Monterrey: sección.

Fuente: Datos generados en esta investigación; acercamiento a 48.5 KM.

55
Gráfico No9: Zonificación interior. Área metropolita-
na de Monterrey.

Fuente: Datos generados en esta investigación.

56
Gráfico No10: Zonificación exterior. Área metropoli-
tana de Monterrey. centroides con base de expansión.

Fuente: Datos generados en esta investigación.

57
Gráfico No11: Zonificación exterior. Área metropoli-
tana de Monterrey. área de expansión límite 30 km.

Fuente: Datos generados en esta investigación.

58
ENVIRONMENTAL AND LAND USE
PLANNING DECISION SUPPORT SYSTEM:
AN APPLICATION EXAMPLE
Ardeshir Anjomani,*
Ali Saberi and
Naveed Shad
Abstract:
his paper deals with land use/environmental

T planning problems and describes the


application of an innovative planning
approach to develop alternative land use
solutions. It provides an implementation example of a
framework that can be applied to a variety of complex
environmental and land use planning problems. The
paper first briefly introduces an analysis process and a
related Spatial Decision Support System (SDSS), which
utilizes GIS and optimization models, both of which were
developed in previous works. Then it attempts to
demonstrate how the process and the SDSS can be used
in real world situations to help in analysis and planning
of spatial distribution of activities. This is accomplished
by applying the innovative land-use planning approach
to an area located in the fringe of a thriving metropolitan
area, which encompasses a newly developed lake and
major thoroughfares.

Introduction

Today planners deal with many complicated issues, such


as land-use and environmental problems. Many of the
problems arising from these issues are too complex to be

* Ardeshir Anjomanianjomani@uta.eduThe University of Texas at Arlinton


Ali SaberiEmailOracle Corporation Naveed ShadEmailNorthrop Grammen

59
solved by a purely speculative approach based on
experience, intuition, and imagination. On the other
hand, an inductive analytic approach based solely on a
detailed study of the problem is also insufficient. A more
effective approach involves including elements of the two
approaches in a scientific process based on a combination
of experimentation, observation, and explanation.
This paper provides an implementation framework
of this more effective approach which can be applied to
a variety of complex environmental and land-use
planning problems. This example uses a Spatial Decision
Support System (SDSS)1 which integrates optimization
models, Geographic Information Systems (GIS), and the
knowledge and expertise of the planner-analyst. The
planner-analyst also incorporates the community’s wants
and values into the planning process. The framework
integrates the existing and recently developed ideas and
theories into the SDSS and a related planning process.
The goal of this Spatial Decision Support System (SDSS)
is a more sensitive approach to land use planning which
considers environmental and other important issues.
The SDSS also strives to make use of technological
advances to overcome some of the traditional problems
and important non-quantifiable considerations in land
use planning. The potential of the Spatial Decision
Support System will also be investigated by applying it
to a real-world situation. The land use study presented
can be used as a prototype by professional planners
involved in a variety of related spatial problems, such as
regional planning, location analysis, environmental
planning, and landscape-design problems of macro and
micro scale.

60
Background

Early in the 20th century the impact of human activity


on the environment became an issue with physical
scientists. With U.S. cities expanding rapidly beyond
traditional urban centers, concern surfaced about the
urbanization of the rural landscape. In 1970, popular
support for improving environmental quality and
mitigating future land impacts led to the enactment of
the National Environmental Protection Act (NEPA). In
more recent years, local and regional efforts have begun
to recognize the effect of land use on the quality of the
environment, and improved land use has resulted in a
reduction of environmental hazards and land-use
conflicts. Efforts in the United States and Europe started
basing land-use decisions on land resources. Ian McHarg
(1969) based a comprehensive plan for the development
of an entire region on environmental and land resource
characteristics. McHarg also used land suitability analysis
by applying overlaying map techniques. McHarg (1969)
used the traditional suitability analysis both for analysis
of a highway location and also for land use planning for
Staten Island which popularized the technique. With the
advent of the computer and ever abundant digital data
the analysis technique has evolved and has been
integrated as one of the major component of GIS (for
overview of the land use suitability analysis technology
and projects see Collins et al., 2001). However, according
to Jiang et al. (2000), “it is widely recognized that GIS
still needs integration of new analysis and modeling
methods if it is to achieve its potential as a general-all-
purpose tool for environmental and urban planning” (in
this point see also Goodchiled, 2000). Integrating GIS
and suitability analysis with other land use related
emerging fields such as agent based modeling and land-
cover change is a newer development first discussed by
Gimblett (2002) and Westervelt (2002). (Also see Brown

61
et al., forthcoming.) Similarly, land use change and land
use dynamics is a more recent interest and have captured
attention of several researchers including Veldkemp and
Verburg (2004) and Verburg and Veldkemp (2005).
Currently, the allocation of land resources for human
uses is seen as critical to ecological stability and energy
conservation. The question today is: Can spatial arran-
gements of land use be found that yield significant
improvements in energy consumption, ecological
stability, or agricultural production? This question can
be answered only by comparing existing patterns to the
best known patterns.
As a step toward determining optimal land-use pat-
terns, Anjomani (1984 and 1992) suggested applying
optimization models in the suitability analysis stage of
the land-use planning process, instead of the traditional
overlaying map technique or its new variants as one of
the major functions of the GIS packages. He argued that
because traditional suitability analysis and related GIS
applications do not consider demand, the results are not
useful. To achieve results that consider demand, he
suggested applying an optimization model as a relatively
simple or more sophisticated optimization models. These
models are special type of linear or quadratic program-
ming models (Mirchandani and Francis, 1990).
Replacing the overlay technique in suitability analysis
with these type of models is important for several reasons,
some of which will be discussed in this paper. At this
point, however, the significance of this replacement in
relation to GIS should be discussed. GIS is becoming an
indispensable part of any spatial analysis because of its
important attributes and capabilities. Given the
technological advancements of the past two decades,
especially in regards to information and computer tech-
nology, it is only natural that GIS will also become an
indispensable part of planning activities. GIS’s spatial
analysis functions, such as overlays, buffers, measures

62
of contiguity, and the like, along with the facilitation of
data manipulation, analysis, and display and was
demonstrated by Albers (1991), Miller et al. (1998) and
others make GIS a necessary tool for every land use/
environmental analysis.
GIS has also been a very useful tool in applying
suitability analysis. The combination of this feature with
the functions and facilities mentioned above makes GIS
a unique tool for land-use/environmental planning. All
the features offered by GIS are needed in different stages
of the land-use/environmental planning process such as
the one used in the proto-type example in this paper,
however, our discussions are concentrated more around
the suitability analysis aspects of GIS.
The suggestion to replace the overlay technique with
the optimization model in suitability analysis is not
intended to undermine the use of GIS for land-use/
environmental planning. What is needed, however, is a
consensus on the best technique for suitability analysis.
The technique can then be included in planning related
GIS packages. Indeed, similar developments in facility
location analysis have already resulted in the inclusion
of similar optimization models in some of the GIS
packages such as ARC/INFO, (Environmental Systems
Research Institute [ESRI], Redlands, California, USA).
This article will attempt to briefly demonstrate the
superiority of the proposed optimization model.
Recent advances in computer technology have greatly
improved methods and models and their potential
applications in planning. Two examples of this
methodology are optimization models (Mirchandani and
Francis, 1990) and (GIS) (Tomlin, 1990, Huxhold, 1991).
Both approaches have characteristics that make them
useful for a variety of applications. Harris (1988)
encouraged the use of GIS in conjunction with analytic
models, and Harris and Batty (1993) suggested linking
GIS to models used in the planning process.

63
Anjomani and Saberi (1992) proposed a Spatial Decision
Support System (SDSS, see Dansham, 1991 and Green-
man and Stillwell, 2002). As illustrated in Figure 1, aside
from the data collection stage and assessment of land
and environmental factors, this SDSS has four major
components: 1) data manipulation, 2) an optimization
phase to replace the overlaying technique of suitability
analysis, 3) visualization, graphic analysis, and mapping
(Ducrot et al., 2004), and 4) interaction with SDSS by
the planner/analyst to manipulate and improve the
results. An optimization model was used in the optimi-
zation phase, and GIS was used for visualization,
planning analysis, and data manipulation. This paper
will examine and evaluate the applicability of this process
and the SDSS in solving the problems of allocating land
uses and preserving environmentally sensitive areas. The
SDSS will be applied to a lakeside suburban area in the
Dallas-Fort Worth metropolitan and will provide details
of how such a
process can be applied in a real setting. Before
describing the example, however, a summary review of
the theoretical framework and the model will be
discussed.

64
Figure 1

Theoretical Framework

Suitability Analysis is the traditional method for


determining land use allocation, and is a major stage in
the Chapin and Kaiser (1979) seven-stage and Kaiser et
al. (1995) five-step land-use planning process. The main
purpose of suitability analysis is to find the most suitable
land area for each land use under consideration. The
results of suitability analysis «are used as input to the
land-use design process and they help suggest more
optimal spatial allocation of future urban activities and
open space» (Chapin and Kaiser, 1979, p. 291). The
overlaying map technique has been the traditional
method for suitability analysis. Hopkins (1977) provided
a useful overview of suitability analysis, and some of the
variants are provided by GIS software. Anjomani (1984)
argued that the overlaying map technique only deals with
the supply-side (i.e., which land is good for what use)
without considering the demand-side (i.e., how much
of each use is needed). As a result, the analysis normally

65
shows oversupply of some uses and undersupply, or even
lack of, other uses. This leads planners to select an area
for a use in a less optimal location, or to not select a use
in a more optimal location. Our previous studies
concluded that the results of conventional suitability
analysis can be misleading.2
Anjomani also argued that the overlaying map
technique minimizes the negative effects for individual
parcels, rather than for the whole area under study; and
therefore, the results are not globally optimal. To
overcome this problem he suggested use of an optimiza-
tion model. In particular, he suggested an optimization
model that considers the demand for land uses and
maximizes the total net effects (or minimizes the total
negative effects), 3 as opposed to maximizing or
minimizing the effect of each individual parcel as was
commonly done in deriving composite effects in
traditional overlay techniques. Furthermore, the total
cost figure of the optimization model provides a measure
that can guide the planner in selecting alternatives or
evaluating suggested changes at the later stages in the
development process, based on observed cost increases
or decreases.
Our previous studies discussed the need for a method
of measuring the effect that proposed changes in zoning
would have on the outcome for the areas as a whole and
the need for a more precise land-use plan. Also, it was
asserted that land-use planning «is a special process that
a planner/analyst goes through using his/her tools,
intuition, and knowledge;» and therefore, deriving one-
shot results from any particular tool or model for land-
use/environmental planning is unrealistic. Furthermore,
since different tools require different ways of doing things,
today’s computerized methods necessitate modification
of the process itself. As such, a main part of the SDSS is
a planning process which employs the suggested
optimization model as a tool in different planning stages

66
which is used repeatedly and iteratively inside this
process; therefore, the results from the optimization
model are not final by themselves and gradually improve
through the application of the process.
The process for use of the model in large-scale planning
has been suggested in previous related studies as
summarized below:2

Stage 1: Data manipulation and preparation of final


ratings. Application of the
optimization model to derive the first optimum
solution.

Stage 2: Preparation of a general thoroughfare plan.

Stage 3: Overcoming the problems in the first optimal


solution by considering the thoroughfare plan, design
and community’s input.

Stage 4: Checking the plan with respect to the problems


discussed above.

Stage 5: Overcoming the problems by design inputs and


by incorporating the intuition and
expert knowledge of the planner.

Stage 6: Manipulating the data based on improvements


(removal of the related data for cells that do not need
improvements) and running the optimization model
again.

Stage 7: Repeating Stages 3 through 6 until the results


become satisfactory.

Stage 8: Further refining the results and applying the


process to major sub-regions and different jurisdictions
of the study area.

67
This process will fine-tune the plan to the needs of
different localities so that it realistically reflects the
situation. More details about this process will be
presented in the application example.
If the suitability of an area for a particular use is
assumed to be a linear function of several factors, such
as soil condition, slope, accessibility, etc., then the
development suitability of location i for land use j, Sij,
can be represented as:

Sij = b1 F1ij + b2 F2ij + b3 F3ij + .... + bk Fkij (1)


or
Sij = 3 k bk Fkij (2)

where F’s are ratings of each factor according to the


degree of its effects, positive or negative, on each of the
selected land uses, j; and b’s are coefficients, measuring
importance (weight) of the k selected factors, F’s, in
determining suitability of location i for land use j. Multi-
criteria evaluation techniques (Saaty 1980, Voogd, 1983,
Massam, 1988 and 1992 and Malczewski, 1999) can be
used to determine the importance weights (b). Anjomani
(1984) suggested use of the Delphi technique (Lindstrom
and Turoff, 1977) to derive the coefficients. This
technique is used in the application described in this
paper.
When these coefficients are derived, data are collected
for factors and encoded for each zone of the study area
and each land use and their ratings are prepared
accordingly. Suitability scores for each land use, Sij’s, can
then be calculated by multiplying coefficients and the
related factor rating scores. They are then summed up
as shown in equations 1 and 2. Since the suitability scores
for each land use, Sij’s, are, in a sense, representing overal
negative or positive effects of the factors on land uses.
In deriving the composite suitability of all land uses,

68
therefore, the goal of the overlaying map technique can
be achieved by selecting the land use with the smallest
cost score (or, the highest net benefit score) for each cell.
Anjomani (1984) criticized this technique, and,
suggested using an optimization model which uses Sij to
derive suitabilities with global optimization and demand
consideration. (For further information on optimization
models see Mirchandani and Francis, 1990, and on li-
near programming see Killen, 1983).

Optimization and the model

Optimization models have been used in previous land-


use studies by several researchers (for review of these
works see Van Ittersum et al. (1998) and Briassoulis
(2002). Herbert and Stevens (1960) formulated a
residential model which placed households in different
socioeconomic groups based on their choice of housing
type. The location of each housing type was based on
maximizing the difference between the housing budget
and the cost of housing. This resulted in the allocation
of households in an optimal configuration. In 1965,
Schlager formulated one of the first applied mathematical
programming models as a land-use plan-design model.
His model minimized the cost of land development in
the study area while meeting the development demands
and other constraints. Barber (1976) formulated a land-
use plan-design model as a multi-criterion problem and
used the same village that Schlager used as a case study
to illustrate the application of the model in twenty four
zones. Brotchie et. al (1973) proposed a model that
determined least-cost allocation of activities to zones.
Gordon and McReynolds (1974) formulated a model of
optimal urban form which used an optimization model
and applied it to the Los Angeles metropolitan area which
was divided to 30 study zones. Churieco (1993)

69
attempted to integrate linear programming and GIS for
land use modeling purposes. Even though these studies
were land-use related, none of them were used for
suitability analysis, and only a few used similar models.
Furthermore, most used a much smaller number of
zones (usually below 50), and the zones were much larger
in size with a combination of different land uses.
The variants of optimization models which can be used
for the purpose at hand normally selects land parcels
with a minimum resource loss (or maximum net effects)
for the proposed activities. In simplified terms, the cells
with the least resource (or dollar) losses were selected
first. Additional sites were selected sequentially with
higher and higher losses until all the cells were filled with
the specified activities. Similarly, the variant of the opti-
mization model presented in this paper selects the cells
with the least resource losses so that the proposed
development area (33,027 cells) is filled with the seven
land uses to a pre-specified limit based on the demand
for particular land uses.
Let Xij stand for the allocation of land use j to cell i
where i = 1,...., 33,027, in our application example
explained below, and j is the selected land use category
according to the demand in the application example. If
land use j, allocated to cell i, Xij will take the value of 1;
otherwise, Xij will take the value of 0, which indicates
land use i is not allocated to cell j. As such, Xij is the
solution matrix for the land use problem as formulated
in the optimization model:

Maximize Z = i j Sij Xij (3)


Subject to i Xij = Mj for all j’s, j=1, 2,...., 7 (4)
j Xij = 1 for all i’s, i=1, 2,...., 33,027 (5)
Xij = 0 or 1 for all j’s (6)

70
Z is the total net benefit for the area as a whole. M
represents the demand for each use, as explained in the
next section, for the seven land uses of low, medium-
low, and medium-high density residential; low and high
intensity commercial; light industrial; and open space;
respectively. The set of constraints (equations 4 to 6) is
needed to constrain land use to only one land use allowed
to be allocated to a cell. The objective function to be
optimized is a function of suitability indices Sij whose
values record the suitability of assigning use i to cell j as
discussed before.
It is important to note that the net benefit (cost)
indicator from the model output, Z, will determine the
total benefits or net effects (cost or negative effects) of
the final solution in relative terms. In addition, it also
provides a helpful device for comparing alternatives, since
an alternative with a “less cost” indicator is normally
preferred to one with a “more cost” indicator.

Application example

As previously mentioned, the process of land use


allocation is determined by the interaction between the
model and the planner-analyst. The allocation model
seeks to minimize the overall costs of development (or
to maximize the net positive effects), whereas the planner-
analyst seeks to improve the relationships between
activities and bring intuitive considerations, community
values and desires, and other important aspects into the
plan. This interactive process leads to the creation of a
discrete number of alternatives for land-use allocation.
In one stage of the interaction process the planner tra-
ces the street network for each of the alternatives.
Proposed roads are most commonly the subject of this
combined land-use thoroughfare analysis. At this stage
the planner selects the least-cost or least-environmentally-

71
impacted corridors between points. Costly parcels are
set aside, and favored areas are selected and entered into
the computer to form the basis for progressive interactive
searches.
The study area described in this paper surrounds the
newly developed Joe Pool reservoir lake in the Dallas-
Fort Worth metropolitan area. The study area encom-
passes six city jurisdictions and covers approximately
87,400 acres. For the purpose of this analysis, the study
area is divided into 33,027 individual grid cells. This
total number of cells is also reflected in equation 5 of the
optimization model.
The first phase in applying the Spatial Decision
Support System (SDSS) to the lakeside setting involves
data collection and manipulation based on Anjomani
(1984) and Turner II et al. (1995). Six environmental
land features—soil strength, soil stability, flooding and
drainage, visual resources, slope and tree coverage; and
four man-made land features—proximity to major
sanitary sewer lines, access to major highways, proximity
to water lines, and compatibility of adjacent existing land
use were selected as major factors affecting land
development. These factors were then inventoried within
each of the cells of the study area and encoded for each
cell. When these were completed for all cells, it was
necessary to rate each land feature according to its effects
for each of the selected land uses.
The selected land uses were low density, medium-low
density, and medium-high density residential, low
intensity and high intensity commercial, light industrial,
open space, and road location.4 However, road location
was used only for preparing the thoroughfare plan and
road locations. Land features (factors) and land uses
used in the study are shown in Table 1.

72
Table 1: Land features (factors) and land uses used
in the study

Demand for each of these land uses was derived from an


average land-use mix of more than twenty cities in the
metropolitan area. An adjustment was made to the ave-
rage land use mix to take into account the large amount
of recreational and open space necessary to accommodate
a lake such as the one in this study. Table 1 also shows
the land-use percentages that were determined. The
land-use percentages multiplied by the total number of
cells constitutes the demand figures for each land use,
M, in equation 4 of the optimization model.
The importance weight for factors (the b coefficients
in equations 1and 2) are need to be determined at this
stage. Banai (1993) and Wu (1998) use analytic hierarchy
process. In this application, as mentioned earlier, the
weights for factors were obtained using the Delphi tech-
nique. (Lindstone and Turoff, 1977). This technique was
used to determine the importance weights of each fac-
tor for each land use. A group of knowledgeable persons
not involved in the plan development were selected as
experts and surveyed to determine the relative
importance of the factors. The purpose of the repeated
rounds of Delphi surveys was to reach a consensus among
the experts in weighting the factors. During the course
of these surveys, the experts had the opportunity to com-
pare their responses with those of other experts and to
make changes accordingly or to offer a rationale for their

73
choices. Because in the Delphi technique the anonymity
of the experts is maintained, the experts are able to make
their responses without any undue pressure. The experts
selected for this study represented a variety of
backgrounds related to the planning and development
fields (planners, developers, architects, landscape
architects and engineers). This allowed for a variety of
viewpoints and considerations beyond the technical
aspects.
The survey instrument consisted of background
information and a description of the project, the land
uses to be considered, the factors to be weighted and the
weighting system. Numeric weights consisted of discrete
values ranging from 0 to 10 with 10 meaning very high
importance and 0 no importance. In applying the
process, three sounds of survey were conducted with each
of the Delphi group members to reach the consensus.
The given weight of a land feature was then multiplied
by the numerical ratings of the land features that
provided the Sij matrix. At this stage the optimization
model was applied to this data set, Sij, resulting in the
first optimal solution for the area of study4. The results
are depicted in map form in Figure 25.

74
Figure 2

As Figure 2 shows, the first round of results shows what


the “final composite map” of the suitability analysis
(overlaying map technique) should have provided: the
most suitable location for each of the seven land use
categories.

Evaluation of the First Optimal Solution

After the first application of the optimization model, the


optimal solution is based solely on land and environmen-
tal resources, such as soil, slope, vegetation, etc., and the

75
existing man-made features in the area, such as street
access and proximity to sewer lines and water pipes. Five
categories of problem with the plan at this stage of
development have been identified in previous related
studies. First, the interactions between zones are not
considered and secondly, they do not take the thoroug-
hfare plan into consideration. These problems are
inherent in the optimization procedure itself (or even in
conventional suitability analysis). For the first problem
the adjacency and external effects have not been consi-
dered, and for the second problem, the trip type
interaction effects related to the thoroughfare plan have
not been considered.6
The third problem with the optimization model was
that the selected locations were either too dispersed or
too concentrated for the specified activities. The fourth
problem involved those planning and design considera-
tions that require the planners’ intuition and design
knowledge. Lastly, as Harris (1989) asserted, most large
planning problems cannot be solved optimally with
computers alone. The last three problems are related to
the degree of concentration or spread of activities in the
domain of subjective planning-design. In order to
overcome many of these problems, intervention by the
planner-analyst is necessary. This intervention becomes
possible through application of the planning process laid
out earlier in the Theoretical Framework section.

Applying the process

It is important to point out that the conceptual planning


and design process begins at the Stage 2 of the process
and goes hand-in-hand with the subsequent stages. The
conceptual planning and design process starts by
identifying the most important planning elements and
then deciding their approximate locations. Simulta-

76
neously, the thoroughfare plan and plan for other
infrastructures are developed. The process is then ex-
tended by stepping down gradually to less important
elements.

Thoroughfare Plan and Important Land Use Elements

In Stage 2 the planner-analyst develops a rough


thoroughfare plan for the whole region. The planner
starts with a preliminary consideration of land use and
transportation. This stage of the work began by
considering the overall location of more important land
use elements. The elements are such things as major and
minor activity centers including high intensity
commercial activities, and in this particular example,
location of open space around the lake for environmental
considerations as well as accommodation of recreational
activities. These also would be the best factors for
providing guidelines for preparation of the thoroughfare
plan. The location of major land use elements, such as
centers and open spaces, are identified using a ‘bubble’
diagram or a marked area map and a technique discussed
below. GIS features, like buffer zones and the analysis of
scenarios, can be helpful in this step, however, the
planners’ intuition, design principles and community’s
wishes are the driving forces behind both selection of
overall location of important land use elements and the
thoroughfare plan.

Technique to Help in the Selection Process

The selection process can be facilitated by informed


decision making, based on the behavior of the model.
Several runs can be performed in which demands for
the land-use type under consideration are changed, one

77
at a time in small increments, to see how the model selects
the incrementally selected preferred locations (second
best, third best, etc.). For example, knowing that the
maximum demand for open space in this area is 7,752
cells (26.5%), the demand is increased incrementally from
20, to 30, to 40, to ... percent to discover the direction in
which the incrementally added open space development
would go. By repeating this procedure several times, it
readily becomes apparent how the model will behave in
each circumstance. Figure 3 shows application of such a
procedure for open space. Figure 4 shows the result of
this procedure for the peninsula, as a focus area of study.
The best combination of commercials, and light indus-
trial activity pattern and other related land uses for this
area which was selected for this purpose in the previous
stages also can be seen in Figure 4.

FIGURE 3: Results of Improvement Technique for


Open Space

78
FIGURE 4: Results of Improvement Technique for
Peninsula

After completing the above procedure, the analyst has a


better idea of how the model responds to changes and
he/she can begin involving issues that have not been con-
sidered by the model (i.e., interactions between zones,
socio-economic factors, and political considerations).
Those sites with the potential of becoming regional
centers, preservation areas, open spaces, etc., will become
apparent, and, after several runs and the consideration
of the thoroughfare and infrastructure plans, the best
arrangement for allocation of activities (land uses) can
be selected. In the sample study area, the process helped
to identify major nodes (Figure 4) as was discussed earlier.
The lower part of the peninsula was identified as the
major business district. The southeast part of the sector
and the central part were identified as low- and high-
commercial intensity centers.
The next step involves putting aside the scores
assigned to the cells of those areas that were selected above

79
for the specific development, deleting them from the
input data set, and running the model to obtain the first
generation alternative solutions (Figure 4). By doing this,
the cells selected by the analyst are not included in the
optimization procedure. Therefore, since their uses have
already been assigned, the cost factors (or rates) should
not be considered during the next round of applying
the optimization process.
By fixing some locations and rerunning the model
the resulting land-use pattern for the rest of the area will
also be affected. In the sample study area the results of
the run were compared, and their outcomes indicated
that the policy restrictions caused a major difference in
the settlement patterns (Figure 5). The result of the
solution overall helps to satisfy more goals of the project.
Comparing these results, and the changes that process
is allowing, with the static result from the traditional
overlaying map technique, Figure 6, shows how much
these two results differ and the potential that the new
process and SDSS provides for improving the land use
planning process. Putting all of the findings together,
the planner is now able to use the GIS to overlay the
proposed transportation map on this basic land-use map.
The planner can then begin to adjust the boundaries of
the selected sites to generate a preliminary land-use plan.

80
FIGURE 5: The Results of Third Round Application

FIGURE 6:

81
In the sample study area, it was decided to designate an
area around the intersection of two state highways as a
regional activity and retail area and also to centralize the
scattered commercial activities at a peninsula near a state
highway. This latter concept was supported with a bypass
extension of a loop next to the site, as it was proposed in
the regional transportation plans. This arrangement also
improved access to the central part of the study region
and ultimately affected the overall planning of the
surrounding area. The planners also created a network
of major arteries about a mile apart in accordance with
the transportation network already developed or planned
in the surrounding area. This thoroughfare plan will
play a major role in later stages of analysis when the
preferred alternatives for activities inside the study region
are selected. The selected location of the main commercial
development can be seen in Figure 5.
After selecting the location of the high intensity
commercial area the area is deleted from the database,
the demand is adjusted accordingly, and the optimiza-
tion model is run a second time. Figure 4 also shows the
results of the second run of the optimization model
because of the deletion of the designated amount of a
high intensity commercial area from the data base with
resultant adjustment of demand for the rest of the area.
The second run of the model will produce a new selection
pattern for the calls. This result constitutes the new best
selection given the new demand specifications. These
changes are observable in the new results in Figure 4.

Continuing Interaction and Locating Other Important


Elements

As stated earlier, the main goal of the Interactive Model-


Planner approach is to introduce new information into a
plan based on the planner’s and the community’s

82
objectives. Planners and community objectives involve
issues such as the preserving of certain resources, the
locating of development on remaining lands based on
least cost, the concentrating of certain land uses in certain
areas, or the achievement of a meaningful overall
distribution of land uses. In the sample study area,
important resource protection policies were considered,
including the preservation of specific environmentally
sensitive areas adjacent to the lake, the allocation of
subcenters, the designation of critical intersections and
lands adjacent to major highways and the preservation
of sites for industrial development. In order to do this,
these areas were deleted from the active data set, and
after adjusting the demand factors, the model was run
for the next set of optimum results.
This process emphasizes the interaction between the
optimization model and the planner. Using this process
along with GIS and its special features, a best solution to
the land-use problem is sought. The interaction process
breaks with the traditional static approach of urban
spatial structure models which assume “all of the relevant
information is initially known to the planner and there
is no need for additional information to enter to the
system throughout the procedure” (Berechman, 1974,
p. 249). At the conclusion of the process a discrete number
of alternatives are generated that are concerned with more
sensitive issues such as aesthetics, socio-economic-political
considerations, and transportation issues.
Putting all of the findings together, the planner-
analyst can use GIS to overlay the proposed transporta-
tion map on this basic land-use map. The planner-analyst
can then begin to adjust the boundaries of the selected
sites to generate preliminary land-use plan. This is
important to note that every time the model is run, aside
from the results which were discussed; it also produces
the total net benefit measure, Z in equation 3, which can
be compared to previous measures to see the overall

83
effects of the changes made. This measure, then, in a
sense, provide an index which helps in deciding changes
and understanding the tradeoffs involved.
The above procedure should be repeated several ti-
mes, giving planners the opportunity to use their
intuition about locational decisions in fixing the use,
deleting the cost factors from the main data set, running
the model, and evaluating the locations suggested by the
model. This will ensure that the land use and thoroug-
hfare plans will be considered simultaneously. The chart
below shows the summary of procedures:

Summary of the procedures

The analyst in the regional base interaction with the


preliminary land-use solution:

1. Determine model behavior by increasing or


decreasing activities one at a time, and observing
the results using GIS.
2. Fix the preferred locations for major and minor
CBD developments, based on the planner’s
professional judgment and intuition. The planner
used basic planning principles and considered
community and regional needs and preferences in
making these decisions.
3. Delete the cost factors related to the selected sites
from the main data set.
4. Run the model to find the optimal solution for
the region based on the changes made in the pre-
vious steps. The first optimal solution was based
on information collected by the study group and
was determined without any interaction.
5. Transfer the computer output in the form of a land-
use map using GIS and make further adjustments
to the boundaries of the land use areas.

84
To further refine the derived plan, a similar process
should be applied to important subregions and varying
jurisdictions within the study area.

Discussion

By applying the SDSS to the study area, a plan was


developed which avoids hazardous areas and loss of land
resources, determines the most suitable sites for new
development based on the considerations of the social,
economic, and environmental values. This is made
possible with the use of the optimization model. The
model shows the optimum solution in every interaction
and in every stage of the process. This allows deliberate
intervention by the planner-analyst who also brings the
community’s values into the process. The process
employs the optimization model as a tool for continuous
use, as opposed to a conventional one-shot approach,
and in this way overcomes some of the problems
associated with these models (see for example Harris,
1989). This, along with the inclusion of the planner-
analyst’s intuition helps in deriving more meaningful
results.
Different land-use solutions can be examined for a
given area and the best combination of uses can be
selected. The human factor is preserved by providing a
way for the planner-analyst to interact in the process.
He/she can control the demand and improve the results
step by step. This is important since the common belief
today is that science and technology-based planning
models cannot replace human value judgments. While a
computer model can provide estimates on such things
as resource and flood potential or ecological compatibility,
trade-off decisions should be subjectively evaluated by
the planner-analyst. This can be given analytical support
by alternative generating techniques (Brill et. al, 1982

85
and Chang et. al, 1982). The planner can base a decision
on existing and future socio-economic conditions and a
community’s objectives and desires, using compatibility,
access, environmental, and other tangible and intangi-
ble factors.
This type of land modeling allows analysts to test
many alternative scenarios and examine the sensitivity
of the SDSS process to small and large changes in
different criteria (i.e., natural features of the land: slope,
soil characteristics, etc.). Policy analysis can be greatly
aided by the ability to choose the least objectionable areas
for specific types of development. This benefit to policy
analysis has become possible partly through the total
benefit (or total cost) figure being produced by the
process in every step or for every alternative which, as a
policy index, allows in a sense the planner or decision
maker to ascertain the consequence of any policy or land
use changes.
General land-use patterns, new developments, trans-
portation facilities, recreational facilities, and the overall
potential of surrounding areas, as much as possible, are
all taken into account in formulating an acceptable plan.
The plan is the result of simultaneous planning processes
based on both physical-environmental and socio-
economical aspects of the area. Using the SDSS process
in the land-use plan-design is helpful to planning
authorities who must deal with uncertainty and
complexity, with ambiguity.

Conclusion

This paper provided a concrete implementation example


of ideas and theories in land-use/environmental planning
that has been presented in the literature for several
decades, as well as more recent ideas and modifications.
The process discussed in this paper attempts to provide

86
a comprehensive approach to environmental and land-
use planning on a large scale. This process aids decision
makers in overcoming the negative effects, costs, and
uncertainties in the planning process for relatively large
areas. This is accomplished by providing pertinent
information on specific locational decisions for a variety
of applications partly through the overall measure
provided by the model which guides planners and
decision makers in evaluating changes and selecting
alternatives. The four major components of this approach
are: 1) the assessment of land resources, 2) the optimi-
zation model that derives the land-use plan, 3)
visualization and plan manipulation using GIS, and 4)
the interaction between the planner and the computer
model. In this last step the planner changes the solution
suggested by the computer based on his or her unders-
tanding of reality. The spatial pattern of the most
efficient sites which would generate the most environ-
mentally beneficial and cost effective development can
be determined, or, in broader terms, the development
with the highest net benefit to the society can be created.
The computer-aided Spatial Decision Support System
presented in this study demonstrates savings in overall
cost and negative effects which can be achieved by taking
a more sensitive approach to the environment and
resources through use of the optimization model. The
model’s overall net benefit measure serves as an index in
the planning process, that allowing planners or decision
makers to know the relative savings cost magnitude as a
result of planning decisions. More importantly, this paper
shows how this approach can be a tool for planners and
decision makers in examining the multitude of land
development or spatial planning options which exist.
The planner can objectively analyze the options and
determine the ones which best resolve conflicts or make
the most of available opportunities. The options which
avoid heavy environmental costs can also be identified.

87
These approaches help decision makers, planners, and
private citizens in the following ways:

1. Use environmental land-use planning as a learning


tool providing opportunity for monitoring cost and
negative effects of land-use change.
2. Rapidly generate alternative plans expressing a
variety of community objectives and showing
desirable and undesirable aspects.
3. Help make the planning process more logical by
providing accurate and objective land-use
comments to the general public in a comprehensive
fashion

This process helps in the understanding of environmen-


tal hazards and degradation, a region’s land resources,
and development opportunities. This information can
be combined with other relevant information to make
informed and intelligent planning decisions which not
only respect short-term economic concerns, but also
long-term environmental conservation and community
goals as well.
Further research needs to be directed toward a better
understanding of related problems and in identifying and
evaluating any possible problems in the steps of the
application process.
Also, further research is needed in the application of the
SDSS in related areas, and it is important to further ex-
plore any other potential uses of the process. In addition,
research into the implications of using SDSS in areas with
multiple economic regions and multiple political
jurisdictions is needed.

88
Acknowledgments

The authors would like to thank Professor Jeff Kenington


of the Operational Research Department, Southern
Methodist University, for providing the NETFLOW
program used for the model and for his support and
help in modifying the program for use in the optimiza-
tion portion of this paper. Thanks goes also to Professor
Joseph Sarkis of the Graduate School of Management,
Clark University, for his continuous support and help
in formulation of the optimization models.
This application originally started as a laboratory
course in the City and Regional Planning Program,
School of Urban and Public Affairs, The University of
Texas at Arlington. The authors would like to thank the
students for their part in carrying out the research and
for their innovative way of handling problems.

Footnotes

1. Harris and Batty, 1993, based on Harris, 1991, suggested that four
interrelated approaches to the spatial world determine the Spatial Decision
Support System: computation, social and functional planning, planning
theory and spatial representation.
2. Some of the ideas discussed in this paper have been presented in more
details in Anjomani
(1992). This includes these steps and the overall process as well as problems
with suitability analysis.
3. When the net effects are negative but treated as positive numbers (absolute
values), the problem becomes a minimization problem.
4. For more information and details on data collection and manipulation
see Anjomani (1984).
5. Anjomani (1984) provides explanation for all these steps along with
numerical and graphical examples including the Sij matrix and the solution
matrix and comparison of results to the results of the overlaying map
technique.
6. Other variants of the optimization models, such as quadratic optimiza-
tion or multi-objective programming, can handle the adjacency and trans-
portation problem. However, other problems and limitations may be
encountered, such as the number of land areas (zones) which can be handled.

89
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the integrated GIS and CA with AHP-derived transition rules,” Inter-
national Journal of Geographical Information Systems, 12(1): 63-82

Authors information

Ardeshir Anjomanianjomani@uta.edu The University of Texas at Arlinton


Ali Saberi Email Oracle Corporation Naveed Shad Email Northrop
Grammen

92
COMPLEXITY THEORY METAPHORS
AND URBAN PLANNING

Michael A. McAdams*

Abstract:
rban areas are a composed of multiple activities

U such as people working in offices, going


shopping, purchasing services, interacting
with friends and family, eating at restaurants,
purchasing and constructing structures (homes, banks,
factories etc.). In this environment, governmental and
non-governmental bodies , particularly multinational
corporations, at all scales (local, regional, national, glo-
bal) are influencing the direction and composition of these
multiple interactions. This is set in the backdrop of the
physical environment with its opportunities and cons-
traints such as water use, energy, wildlife, recreation etc.
Such a description could only be termed as complex.
Within the last few decades, urbanists and others have
noted the inadequacy of using scientific methods to study
and plan in this environment. The advent of complexity
theory and its metaphors as a vehicle to understand and
plan urban areas is opening up new avenues of thoughts.
This essay will introduce complexity theory and its
associated metaphors, discuss their relationship in

* Assistant Professor, Geography Department- Fatih University, Istanbul,


Turkey. Before entering academia, McAdams was urban planner in Illinois,
Wisconsin, South Carolina and North Carolina in the United States. He
received his Master’s Degree from the University of North Carolina at
Charlotte and his Ph.D. from the University of Wisconsýn-Milwaukee. For
the last 10 years, he has been a co-editor of the online journal Urbana: Urban
Affairs and Public Policy with Jesús Treviño-Cantú. Email: mmcadams_fatih-
@yahoo.com Webpage: http://www.fatih.edu.tr/~mcadams/

93
analyzing urban areas and present suggestions of how
urban planning might be revised.

Introduction

The urban environment is collection of an incredible


variety of interrelated elements both human and
physical. It is composed of individuals who have different
backgrounds, ages, occupations, lifestyles, and incomes.
Each person is interacting daily with family, fellow
employees, government officials and others in urban
settings. They occupy different housing types, shop in
different locations and go to work in industries or
services. Within this environment are governmental and
non-governmental groups that influence and interact
with individuals. Persons and goods are not static, but
by necessity must be transported by a variety of
conveniences (automobile, truck, bus, light rail, bicycle,
by foot, motorcycle etc.) in multiple directions both
internal external from their homes. Other commercial
and industrial entities operate within the urban
environment and globally; encompassed by the physical
environment for resources (water, food, materials etc.).
The built environment of cities being connected to these
dynamic setting are likewise constantly in flux. How could
one describe this milieu as anything but complex?
To state that urban environments are complex is not
a new insight. It is blatantly apparent for even the casual
observer. There is no need for urban geographers and
planners to present this to those outside of the field as
some new discovery. Urbanists (urban geographers,
urban sociologists, urban planners etc.) have created a
diverse and rich literature in their attempt to understand
the intricate and integrated elements of urban
environments. As a subfield of urban planning, urban
planning theory has sought to understand the

94
underpinning elements related to the practice of urban
planning. However, urban planning theory has been
accused of irrelevancy at it has dealt with subjects, which
did not have a direct or indirect effect on the practice of
urban planning (Archibugi, 2004). The actual practice
of urban planning is developed from a mix of different
philosophies and methodologies mostly drawn from
logical positivism/rationalism and espousing comprehen-
sive, structured and esoteric planning philosophies,
which have their roots in the early 20th Century.
It is clear to discern, that there is incongruence
between the actual urban ‘reality’ which is complex and
non-linear and the application of linear rationalist
planning methods (long range plans, Euclidean zoning
etc.) to ‘solve’ urban problems. In browsing a standard
textbook that is being used to instruct planners, Urban
Land Use Planning (Berke et al. 2006) which is a derivative/
continuation of the standard text by Chapin of the same
title, the methods are essentially a revision of past
methodologies based on the rational-comprehensive
approach to urban planning which is connected to
modernist scientific thought. There are additions related
to sustainability, but the changing nature of urban
planning (which includes the addition of complexity
theory and methodology, citizen participation methods
and glottalization issues) are not addressed. Edward Kai-
ser (1995) implies that the opponents and critics of the
present practice of urban planners are mistaken. He
points out that the numbers of planning organizations
and the inclusion of planning into many aspects of
governing cities and regions constitute the success of
urban planning. (It should be noted that Kaiser is one
of the main authors in Urban Land Use Planning and it
previous version. This book is considered one of the main
texts for educating urban planners and has been used
by this author and others in planning schools as an
introductory text for urban planning.) In one sense,

95
Kaiser’s article does indicate that urban planning has
been successfully incorporated into the governing
process in the United States, but fails to indicate how
effective urban planning has been effective in being a
catalyst for changing urban environments.
Quietly and steadily developing and in contrast to
modern science based on logical positivism is research
and methodologies associated with complexity theory.
Complexity theory has a history stretching back almost
50 years (Gleick 1987). However, its use in the analysis
of urban areas has only within the last 15 years (i.e., fractal
analysis, cellular automata). For many including this
author, the book that introduced complexity to the study
of urban areas, was Fractal Cities by Michael Batty and
Paul Longley (Batty and Longley, 1995). It made
planning theories, forecasts, and traditional methods of
analysis seem mundane and antiquated. It opened up
the discipline of urban geography to the discipline of
complex theory and complex system including fractals,
chaos, neural networks, agent-based modeling, cellular
automata, and fuzzy logic. Batty (2005) has subsequently
written another book concerning agent- based modeling,
fractal and complexity. While Batty’s books concentrates
on methodology, others are applying the philosophy of
complexity theory to planning. Patsy Healy (2006) has
just recently published another seminal book, which takes
the application of complexity theory to the practice of
urban planning. Healy and Batty have started a
movement that is building momentum in urban planning
literature. Complexity theory and applications to urban
settings are developing a substantial literature from the
technical focusing on use of cellular automata, fractal
analysis and agent based modeling, neural networks, and
urban growth, There is also a growing literature related
to urban planning methods and theory related to
complexity theory.

96
In this transitory stage in scientific thought where
there are multiple threads on complexity theory
(including complex systems), there needs to a medium
to understand the overall concept of complexity theory.
It would appear that there is an emerging ‘language’,
which can be applied both to complexity theory as
applied to mathematics and in the social sciences. This
‘language’ is appearing in the form of metaphors. These
metaphors are allowing for the development of a new
‘cosmology’ which is proving to be robust to confront a
myriad of situations, which were unaddressable or
inadequately addressed by modernist science. The body
of complex theory metaphors can subsequently be
applied to urban planning. The following sections
concern definitions of complexity and chaos, meaning
of metaphors in science, complexity metaphors, the
application of complexity metaphors to urban planning
and implications for the practice of urban planning. The
author intends this essay to be a vehicle to outline a
framework for further research and to provoke
constructive debate.

Complexity/Chaos Definitions

The definitions of complexity and chaos are numerous.


Here are some samples, to give a reader unfamiliar with
complexity and chaos theories some basis of understan-
ding of these concepts for those who may not be fami-
liar with this area. It would seem that chaos theory and
complexity theory are separate theories. But, after
inspection of the both it would seem that chaos theory is
a subset of complexity theory.
A dictionary definition of the word “complex” is:
“consisting of interconnected or interwoven parts.”Why
is the nature of a complex system inherently related to
its parts? Simple systems are also formed out of parts.

97
To explain the difference between simple and complex
systems, the terms “interconnected” or “interwoven” are
somehow essential. Qualitatively, to understand the
behavior of a complex system we must understand not
only the behavior of the parts but how they act together
to form the behavior of the whole. It is because we cannot
describe the whole without describing each part, and
because each part must be described in relation to other
parts, that complex systems are difficult to understand.
This is relevant to another definition of “complex”: “not
easy to understand or analyze.” (Bar-Yam 2003)
(Complexity theory is a …) Set of concepts that attempts
to explain complex phenomenon not explainable by
traditional (mechanistic) theories. It integrates ideas derived
from chaos theory, cognitive psychology, computer science,
evolutionary biology, general systems theory, fuzzy logic,
information theory, and other related fields to deal with
the natural and artificial systems as they are, and not by
simplifying them (breaking them down into their
constituent parts). It recognizes that complex behavior
emerges from a few simple rules, and that all complex
systems are networks of many interdependent parts which
interact according to those rules.
(Business Dictionary 2008)

Complex systems are composed of elements or agents


that interact in different ways.

Their interactions lead to self-organization and the


emergence of new patterns at different levels and
timescales. Such systems are also adaptive and dynamic.
The elements and agents change over time, but crucially
so also do the ways in which they influence each other,
their relations among them.
Complex systems are open rather than closed; energy
and matter can come into the system. The dynamic nature

98
of element interactions and openness of a system to the
outside lead to non-linearity, which in complex systems
theory signifies that the effect is disproportionate to the
cause.
(Cameron and Larsen-Freeman 2007)

There is no generally accepted definition of complexity:


different authors have proposed different notions, none
of which captures all the intuitive aspects of the concept.
Yet, there are a number of features of complex systems
that appear again and again in the different attempts to
characterize the domain. One that is more or less
universally accepted is that complexity must be situated
in between order and disorder: complex systems are
neither regular and predictable (like the rigid, “frozen”
arrangement of molecules in a crystal), nor random and
chaotic (like the ever changing movement of molecules
in a gas). They exhibit a mixture of both dimensions,
being roughly predictable in some aspects, surprising and
unpredictable in others.
Another fundamental feature is that complex systems
consist of many (or at least several) parts that are
connected via their interactions. Their components are
both distinct and connected, both autonomous and to
some degree mutually dependent. Complete dependence
would imply order, like in a crystal where the state of one
molecule determines the state of all the others. Comple-
te independence would imply disorder, like in a gas
where the state of one molecule gives you no information
whatsoever about the state of the other molecules.
(Heylighen 2008)
Chaos, by the general public is considered to be a
synonym for randomness and disorder. If this was true
then there would little basis for its study by mathemati-
cians, physicists and others. Chaos theory is directly
connected with complexity theory, although it would
seem to the causal observer that they are separate

99
theories. The following definitions are a sample of a large
variety and discussions concerning chaos.
A name given to recent wide-ranging attempts to
uncover the statistical regularity hidden in processes that
otherwise appear random, such as turbulence in fluids,
weather patterns, predator-prey cycles, the spread of
disease, and even the onset of war. Systems described as
«chaotic» are extremely susceptible to changes in initial
conditions. As a result, small uncertainties in measure-
ment are magnified over time, making chaotic systems
predictable in principle but unpredictable in practice.
(Public Broadcasting System, 2008)

What exactly is chaos? The name “chaos theory” comes


from the fact that the systems that the theory describes
are apparently disordered, but chaos theory is really about
finding the underlying order in apparently random data.
(Rae, 2008)

The irregular, unpredictable behavior of deterministic,


nonlinear dynamical systems (Roderick V. Jension of Yale
University) (Gleick, 1987)

Complexity and complex systems theory has a broad and


growing literature. It is not the intent of the author to
give a full discussion of these areas. Nevertheless, from
the small sample of definitions of complexity, complex
systems and chaos, one can determine that there are
certain concepts that are pervasive in all discussions
related to complexity. In summary, complexity is non-
linear, adaptive, unpredictable but deterministic,
dynamic, disordered but having order, integrative,
interactive and self-organizing. Many of the same
concepts have been expressed in Taoism, Zen and
Quakerism. One can see the threads of a developing
cosmology related to these areas. This movement may
be a ‘quiet revolution’ that could change science and

100
society. However, for the present time, these concepts
and philosophies are ‘behind the curtain’ like an
understudy in a play, either to be doomed to obscurity
or destined to appear in a dramatic and transforming
role in the ‘theater’ of ideas.
Complexity theory and systems are bound to
accompanying and complementary areas of interests
would be those such as agent based and cellular automata
modeling, fuzzy logic, fractal analysis, neural networks,
and artificial intelligence. There is also a link to quantum
physics, which reveals an expanding kaleidoscope of
concepts into complexity theory. Complexity theory does
not discard all the past methods of analysis, but selects
parts of them that are deemed appropriate until more
compatible methods are developed. For example, chaos
theory still uses portions of statistics and other
mathematics (i.e., calculus). However, just as logical-
positivism, linear modeling, Fordism, rationalism, and
Newtonian physics are connected with modernism,
likewise complexity theory is a product of post-moder-
nism (Smith and Higgins 2003). As such, complexity
theory represents a philosophical break from the ideas
that dominated much have the 19th and 20th Century.
While the proponents’ of complexity theory claim that it
represents a scientific paradigm shift, the root may more
have its basis in a social movement with science backing
it up (Smith and Higgins 2003) similar to the modernist
movement which also was related to a certain agenda
(Toulmin 1992).
How does one take these concepts and philosophies
to make them ‘digestible’ not only to scientists, but to
others outside of these disciplines? One manner is by
the creation of metaphors. Metaphors are ‘symbols’ or
linguistic representations so that we can simplify very
intricate and detailed discussions, mathematics and
theories to facilitate their application and further un-
derstanding. By using commonly understood linguistic

101
terms, scientists and non-scientists can better
understand an area of interest.

The Purpose of Metaphors

Metaphors are terms that describe phenomena by using


common or familiar terms. A set of metaphors can create
an atmosphere for the interpretation of processes that
were previously being dismissed or poorly addressed
through other metaphors associated by a particular
school of thought. Ashkenazi (2006) states:

While the material artifacts produced by science and art


are markedly different, the creative cognitive process of
their construction is closely related. Both cultures share
a common metaphorical tongue, which deeply influences
human perception and awareness. Both use images and
metaphors that reveal the intangible fabric of tangible
existence. Such metaphors allow us to see and feel things
that are otherwise passed by unseen and unfelt, and thus
enrich our experience of the natural world. Through
these metaphors, we ultimately become aware of meaning
and structure in the intricate complexity of the
surrounding world.

Metaphors allow scientists and others to view


phenomena in entirely different manner. Ashkenazi
(2006) further states:

Metaphors play an important role in science, as well. In


science, metaphor is a tool of exploration and discovery,
providing a way of imposing or discovering structure
within novel or unfamiliar situations by relating them to
familiar experiences. Metaphors such as “electricity is a

102
fluid” or “atoms are hard spheres” are contextual cues
that direct the scientist’s attention to look for details
associated with fluids or hard spheres. Fluids can be
associated with flow and conservation; hard spheres with
packing and random motion. Even if these metaphors
are ultimately replaced by more elaborate mathematical
models, they still guide the thoughts of practicing
scientists when they try to make sense of a new
experience.
Arthur Miller (1996) states that metaphors have had
a crucial role in the development of science. He states
that scientific theories related to electricity and molecu-
lar structure would have been impossible to explain
without the use of metaphors. Nevertheless, he also
points out that there are varying degrees of what is the
meaning of metaphors. Is it a linguistic vehicle to
comprehend a ‘reality’ that it truly unknowable or it is
one for the better understanding of ‘reality’? Miller (1996)
takes the latter approach because to take the former
approach is nihilist and fatalistic, dissolving any idea
about humans having some role in the shaping of our
environment. The application of metaphors, according
to Miller, was one means that Bohr (atomic structure)
and Einstein (relativity) were able to move beyond mere
observations to the creation of theory. Miller (1996)
summarizes his thoughts with the following statement:
Being tools for scientific exploration, metaphors provide
entrée into possible worlds that become actual worlds.
Using metaphors that incorporate the causal theory of
meaning allows us to discuss the continuous manner in
which science progresses

Müler (2005) further states:

The theory of conceptual metaphor sees metaphors as a


means of understanding something in terms of

103
something else by “mapping” one conceptual domain
to another. For instance, the concept “greifen” (‘grasp’)
may be used to understand or talk about thoughts and
the conventional metaphor “begreifen ”reflects
consequently a cognitive mapping from the conceptual
source domain OBJECT MANIPULATION onto the
conceptual target domain of THINKING.

Lakoff ( 1992 ) states:

The metaphor is not just a matter of language, but of


thought and reason. The language is secondary. The
mapping is primary, in that it sanctions the use of
source domain language and inference patterns for
target domain concepts… If metaphors were merely
linguistic expressions, we would expect different
linguistic expressions to be different metaphors
Metaphor, as a phenomenon, involves both concep-
tual mappings and individual linguistic expressions.
It is important to keep them distinct. Since it is the
mappings that are primary and that state the
generalizations that are our principal concern, we have
reserved the term metaphor for the mappings, rather
than for the linguistic expression
It is the author’s and others opinions that metaphors
are a necessity to conceptualize areas of study so that
there eventually is a common language among related
scientists. They provide the structure for understanding
a multiplicity of ideas. Does reality change because we
use metaphors? Actual reality does not change, but
perceived reality does. Physical and human processes
continue with or without the development of metaphors.
However, the understanding of these processes cannot
be understood or transformed without the invention of
metaphors. Metaphors and archetypes may be a
physiological necessity in how humans understand their

104
environment in which we inhabit. Models can be seen as
metaphors for the description of occurrences. Scientists’
belief in a model can become so entrenched that one
begins to believe in the model and its predictive power
despite evidence of its faults (Ravetz 2002). Mathematical
models supposedly in ‘reductionist’ science base their
formulation on data that has been collected ‘randomly’
and ‘objectively’(although in they are neither), analyzes
the outcomes and then uses them to conjecture about
future situations. These models have been used to justify
decisions, although they are extremely flawed.
Although complexity theory uses the findings and
mathematical symbols from other stages of the
development of science, it does not agree fundamentally
with the precepts of modernist and reductionist science.
In many instances, it is in direct opposition with the basic
tenets of the foundations of modernist scientific thought.
As complexity theory matures, it has developed
standardized metaphors that are used to convey overall
concepts.

Complexity Theory Metaphors

Complexity theory and complex systems metaphors have


their roots in physics (Gleick 1987). Many of these
metaphors can be traced back to the works of Mandel-
brot, Lorenz, Neumann, Bertalanffy, and Langton
(MacGill 2008). From obscure research and somewhat
incomprehensible to most outside of physics and
mathematics, has sprung a set of terms and concepts
that have become prominent in the scientific world and
has if only in a minor way made it into popular vocabu-
lary, for example, The Butterfly Effect.
Modern media has trivialized the Butterfly Effect and
most regard it as a nice, but innocuous concept suitable
for amusing conversation. However, it is deceivingly an

105
‘über metaphor’ in complexity theory representing the
essence of the theory. The Butterfly Effect (Gleick 1997,
Weisstein 2008) coined by Lorenz states that if a butterfly
flaps its wings in Beijing there would be a change in the
weather patterns in New York a month later. In other
words, small actions may be the initiator for a string of
other actions and may have unpredictable results and at
times dramatic ones. The metaphor of the Butterfly
Effect in a very simple way embodies many aspects of
complexity theory such as initiating agent, environment,
non-linearity, unpredictability, interrelationships, and
turbulence. The Butterfly Effect encapsulates in one
metaphor the essence of both Complexity and Simplicity
theories. Simplicity theory that is inherently connected
to complexity states that all things are simple—meaning
composed of basic elements, which in turn give insight
to the complex. A metaphor for simplicity and
complexity would be a tree. A tree is simple. It was formed
by the simple division of cells and likewise branches.
However, this ‘simple’ division has resulted into an
organism that is highly complex. The division of the
successive division of one element by two is termed in
complexity theory, bifurcation. Bifurcation is a prime
example of the Butterfly Effect as if exemplifies a process
which is very simple in its initiation, but leads to some
that is interrelated and intricate.

Lissack (1997) contends that complexity theory has


developed its own set of metaphors:

Complexity refers to the condition of the universe which


is integrated and yet too rich and varied for us to
understand in simple mechanistic or linear ways. We can
understand many parts of the universe in these ways but
the larger and more intricately related phenomena can
only be understood by principles and patterns-not in

106
detail. Complexity deals with the nature of emergence,
innovation, learning and adaptation. This theory contends
that once these rules are found it will be possible to make
effective predictions and even to effectuate control of the
apparent complexity. Complexity theory has its own set of
language, its own means of describing things.
If one inspects the literature of complexity theory,
there are developing sets of metaphors being used.
Among some of the most prominent them are the
metaphors of agents, chaos, fractals, fitness landscape/
environment and emergent states. Within these major
categories are also related metaphors, such as vortex. The
following will briefly outline the meaning of of the most
prominent metaphors being used in complexity theory.
From the author’s experience, many of these metaphors
have been connected to cellular automata and agent
based modeling as they are the primary modeling tools
for those involved with the study of complexity theory.

Agents

Agents are objects, which may be animate or inanimate.


In terms of living agents, they can be individuals,
institutions, private companies, associations etc. All
agents have a variety of characteristics in which they
operate. In agent-based modeling (ABM), these are often
described as ‘rules’. In an agent-based situation, agents
are not isolated but interact and perhaps transform
themselves. The transformation process in complexity
theory is termed self-organization. In complexity theory,
agents can be described as ‘molecular’ or ‘networked’
(Murray 2003). The molecular concept of complexity
states that are agents are distinct entities, which interact
with other agents in perhaps, coordinated but are not
associatively linked. A network agent environment
conceives as agent having links and association, whether

107
they are permanent or transitory. However, it is
understood that agents do not continue to gyrate without
resolution, but lead to self-organization.

Castle and Crooks (2006) state:

Agent-based models are comprised of multiple,


interacting agents situated within a model or simulation
environment. A relationship between agents is specified,
linking agents to other agents and / or other entities
within a system. Relationships may be specified in a
variety of ways, from simply reactive (i.e., agents only
perform actions when triggered to do so by some external
stimulus e.g., actions of another agent), to goal-directed
(i.e.seeking a particular goal). The behaviour of agents
can be scheduled to take place synchronously (i.e.every
agent performs actions at each discrete time step), or
asynchronously (i.e.agent actions are scheduled by the
actions of other agents, and / or with reference to a clock).
The root of agent-based modeling is cellular automata.
Cellular automata (CA) is the changing of one cell by its
interaction with one or several adjacent cells. CA was
originally conceived by Von Nueman and Turning (Batty
2005). CA works on a set of rules such that set the initia-
tion of the actions. The results may be exhibit various
forms from ordered to chaotic. The rules of CA are the
basis for those in determining the characteristics of agents
in agent based modeling.

Chaos

Chaos is one of the most powerful metaphors of


complexity theory. It evokes images of randomness,
confusion, destruction, disorganization, catastrophe,
mayhem and apocalypse. It is the antithesis of order and

108
the logical-positivist/rational view of the world. Chaos
theory is nested within the complexity theory. Often it is
incorrectly perceived as being separate from complexity
theory or on an equal standing. Chaos represents the
non-linear dynamics of the interaction of agents. It also
means the discovery of order from disorder. The
metaphor chaos in complexity theory inherently deno-
tes something that is on going and not static. It could
be considered something that is not in order or something
is in transition. Chaotic action could be described in a
variety of manners. The best example is the creation of
fractals, which could be termed deterministic chaos.
These changes in complexity theory are referred to as
oscillations. It is sometimes referred as ‘the edge of
chaos’(Lewin 1999) (Langton 1990) (Green, D. and
Newth, D. 2001.) This is effective direction within the
context of a multitude of actions. This is opposite of the
‘chaotic edge’ (Green 1994). This where there is turmoil,
damage and stress on different parts of an emerging state

Fractals

Fractals are is not only a linguistic metaphor, but a visual


one for illustrating complexity. Fractals are formed by
the division of one element by a set of rules. For example,
they are directly linked with the idea that one action
iterated can evolve into complex visual elements. In
common with cellular automata, fractal formation is
governed by the rules. In this sense, they are determi-
nistic, but in another unpredictable based on slight
changes in the rules or in the process of formation. The
concept of fractal generation and the vocabulary of fractal
analysis emanates from works by Mandelbrot (1983).
However, the basic concepts of fractal analysis were first
introduced by D’Arcy Wentworth Thompson (1992,
1917) in his book On Growth and Form.

109
Fractal analysis is also a manner of looking at an object
in a non-Euclidean manner regardless of the scale or the
individual characteristics of the object. The elements
contained in fractals can be points, lines, polygons or
pixels. However, one characteristic of fractals is that they
are self-similar. For example, one line can divide into two
and then those two lines can be divided into four and
eight and so forth. Changes in a formula can create
designs that ‘almost take on a life of their own’ and can
be manipulated to mimic the growth of any entity. Fractal
analysis is also linked to spatial metrics—the measure-
ment of the fractals among themselves such as the
distance between points or polygons.
Fractals can be analyzed in a number of manners. One
of the most common is to examine the dimension,
lacunarity, and scaling (Falconer, 2003). Dimension refers
to the fractal variation. The dimension for a fractal is
always between 1 and 2 with 1 being a line and 2 being a
plane. Lacunarity refers to the texture of a fractal. A
fractal with more gaps has a higher lacunarity. Fractal
scaling refers to the iteration of certain patterns
measured by changes in the dimensions. ‘Real life’ fractal
dimensions have certain meanings when compared with
abstract fractal objects. Due to the nature of fractal
generation, fractals are self-similar, scale less and
determined by the initiating formula or rules.

Environment and Fitness Landscape

The environment is the boundaries in which agents interact.


The boundaries are essentially scale less, analogous to
fractals. The environment could be actual or theoretical.
It is the context in which agents interact which may include
barriers and constrictions depending on the context of
simulation. Environments would create the context for such
as the simulation of urban growth or investigating the

110
process of interactions between groups. The fitness
landscape refers to the strengths or weakness of processes
in an environment (Roos and Oliver 1999).

Emergent States and Self-organization

Not completely separate from environment is the result


of the actions of individual agents. Self-organization is
the process where agents interact in a collective manner.
An emergent state would be the situation where there is
a determinable outcome related to self organization. In
complex systems, the process leading to emergent states
may be that could be considered oscillating or erratic
(this could also be termed chaotic according to one of
definitions of chaos). Emergent states can be stable for a
long period of time or one that is leading to another
emergent state. Examples of emergent states could be
found in numerous processes in reality, such as bacterial
growth, traffic, political opinions, etc (De Wolf and
Holvoet 2005).

Applications of Complexity Theory Metaphors to


Urban Planning

Metaphors are compression of concepts into simple terms


that are able to understood by reference to another
commonly understood term. Thus, they become the
means to understand concepts that may be difficult or
impossible to grasp without their intercession. The
collection of metaphors associated with complexity theory
have the ability to become the medium to view the city
in a fundamentally different mode thus transforming
the manner that urbanization is perceived.

111
Cameron and Larsen-Freeman (2007) state:

A city can be seen as a complex system, composed of


people, places, routes and activities. These elements and
agents of the system interact in multiple and changing
ways. For example, people live, shop, and work in certain
places as result of family history, transport systems,
economic and many other factors. Over time, patterns
of living change as these factors evolve. Seen as a system,
the city self-organizes and adapts in response to changes.
The city system has non-linear dynamics and may dis-
play relatively sudden shifts in patterns of living. For
example, global changes in economic activity may lead
to empty warehouses and factories which combined with
rising house prices, may lead to regeneration of the city
centre as the empty warehouses are converted into
apartments for young single people; this new city centre
population supports new entertainment and leisure fa-
cilities and requires changed public transport. The
dynamics of the city as complex system produce the
emergence of new phenomena which is called ‘city cen-
tre living’.
The application of complexity theory in the above
quote demonstrates the effect that complexity theory is
having on transforming how one can view the processes
of urbanization.
This quote is peppered with the language of
complexity theory, such interaction, non-linear, self-
organization, and the concept of change at one level
affecting another.
Urban planning seeks to operate within this complex
urban environment. However, the current practice of
urban planning could be considered restrained by its roots
in logical-positivism rationalism and linear perspectives.
Traditionally, urban planning has consisted of data
collection, goal setting, alternative determination,
selection of the best alternative and monitoring. The

112
end result was also a proposed 20 year land use plan.
This is still the manner that is still conceived as indicated
in the following statement by the City of Prince Albert,
Canada:

Urban planning involves forecasting future population


growth and planning for possible changes. Planners
consider: rate of growth, rates of natural increases and
migration, age profile of the forecasted population and
housing types, employment services required (City of
Prince Albert (Saskatchewan,Canada), 2007).
However, there are numerous critics to the traditional
manner of planning. The following reflects one criticism
of urban planning as it is currently practiced:

All planning can be considered as an attempt to restrict


possible futures.
Usually this is not stated explicitly. However, ‘futures
scenarios’ are explicit rejections of other possible futures.
They have become fashionable again, as they were in the
1960’s. Usually, a small number of alternative scenarios
is presented: they indicate the range of futures conside-
red acceptable. In other words, the range of acceptable
future cities is made visible by the choice of scenarios.
‘Acceptable’, that is, to the people who prepared the
scenarios. That is usually the city or regional government:
sometimes, a private organization funded by local elites.
(Treanor, 1998)

The first definition reflects the standardized way of


planning studies which most planners and public official
are accustomed. However, the last comment reflects the
urban planning process of one that it elitist and
constrained. It is clear that in the Post-Modern era that
the concept of urban and regional planning is signifi-

113
cantly flawed representing a field that is in transition (Post
Modernism and Urban Planning, 2008).
Chaos theory examines the non-linear, but determi-
nistic processes. The urban environment contains many
non-linear processes, but they emanate from entities,
which are not random, but have purpose and
characteristics. In light of some of my present and past
research, I have been contemplating about how can
Chaos and Complex Systems be integrated into the
practice of urban and regional planning. The analysis of
urban phenomena using chaotic analysis techniques such
as fractal analysis and agent based modeling are
numerous. However, there is a gap from theory to practice
that is just beginning to be explored in urban planning
theory literature. Michael Batty (Batty, 2005) (Batty, 1995)
and Patsy Healey (Healey, 2006) seem to have started to
close the gap between chaos theory and urban analysis
and planning practice. However, their concepts are on
the periphery of urban planning literature and would
not be considered by the mainstream of urban planners
as guides to not presently changing the manner that
planning is practiced on a daily basis.
I think that it is relevant to ask: How exactly do urban
and regional planners put the findings of these analytical
tools into decision-making? Actually, chaotic planning
and intuitive ways of confronting the complexity of
urbanization has been around for a long time, but has
never really identified it as such. Incremental planning,
‘muddling through’ and a host of other techniques may
possibly be considered chaotic planning. Strategic
planning is considered a vehicle to reduce the planning
procedure by focusing not on the comprehensive and
long range aspect of urban planning, but reduce it to
the short term and to a specific aspect, such as economic
development. However, the mind set of logical positivism
and elitism still permeates this process. Strategic
planning also leaves some of the long-range aspects of

114
urban planning which is worthy of salvaging, such as
protection of natural areas, water resource management,
industrial development for future generations to be
handled in other manners. While most planners would
regard the methodologies and the effectiveness of
planning organizations to guide urban development as
inadequate, there is a lack of examples to effectively
transition into a state that will sufficiently alter the present
state of urban planning.
Urban planning can easily be framed within the
context of complexity metaphors. There are agents, be
they politicians, urban planners, developers, citizens,
government officials etc. Agents could also force either
natural or manmade such as technology, weather, but
technology is not divorced from humans, as they are
human creations. Likewise, they may be framed as
environments depending on the jurisdictional constra-
ints. In the milieu of urban planning, the actions of agents
do not carry equal influence. There are ‘super-agents’
which carry more influence than other agents. Such ‘su-
per-agents’ could be considered government officials,
politicians, non-governmental organizations (NGO) and
developers. Urban planners although having more
influence than individual citizens, although there may
be an exception due to the influence of one citizen, would
not be considered a ‘super-agent’. Although within the
‘super-agent’ category there are those that have more
influence than others. In the urban planning arena, these
agents organize around specific and general issues. A
special category of ‘super agents’ is those that are
classified as ‘visionary agents’, having a dramatic
influence on other agents and their environment. Exam-
ples of modern ‘visionary agents’ are Gandhi, Martin
Luther King, Bishop Desmond Tutu, the Dalai Lama,
and Nelson Mandela. In an urban planning context,
‘visionary agents’ could be considered those as Lewis
Munford, Patrick Geddes, and Jaime Lerner (past ma-

115
yor of Curitiba, Brazil.(See Vassoler-Froelich ( 2007) for
the details of the role of Mr. Lerner in his role in the
planning process in Curritiba). Overriding are a special
class of ‘visionary agents’ which radically transformed
the environment for their generation and successive ones
such as Marx, Martin Luther, Napoleon, John Locke,
Roseau, Machiavelli and Newton,
These metaphors create a new context for urban
planning to operate. Does it really change the way that
urban planning operates? For those urban planners that
have probably intuitively or by contemplation grasped
the concepts of complexity, probably not too much.
However, the urban planning agencies within which
urban planners operate still are producing 20-year plans
and still endorse the urban planning culture that has
lost its effectiveness to guide urban development in a
substantial manner.

Implications for the Practice of Urban Planning

Viewing the forces of urbanization with the context of


complexity theory metaphors radically changes how
urban planning operates. It may be too early to consider
the present state of scientific thought developing around
complexity theory as a new paradigm. However, there
are numerous examples to indicate that the use of
complexity theory and related applications such as agent-
based modeling, fractal analysis, fuzzy logic and neural
networks to analyze urban phenomena is being utilized
at a greater frequency to analyze many aspects of
urbanization. They are providing new insights into the
processes and dynamic aspects of urbanization that were
not possible with tradition methods. In this context, I
would like to comment briefly urban planning might be
transformed with the context of complexity theory
metaphors.

116
Traditional Long Range Planning

The linear aspect and the rigidness of long range


planning is in direct opposition of the view of the
complex aspect of an urban area. With the aspect that
there is not one possible feasible alternative, but infinitely
numerous one makes the 20 year long-range plan with a
fixed land use plan a relic of modernism. Although this
does not mean that there not some worthy aspects that
should be preserved. One is the designation of environ-
mentally sensitive areas where areas should not be
compromised due to development. Another is the
preservation of historical, cultural or aesthetic aspects
of an urban area or region.

Examination of the Demand and Supply Side of Urban


Scenarios and Policy versus Physical Planning
Options

With the development of various ‘chaos based’ models,


such as cellular automata, agent-based modeling, it is
possible to examine both the effects of supply and
demand characteristics of different scenarios. Although
these models are still in development, there is little doubt
that they will be in urban planner’s ‘toolbox’ in the next
five years, if not sooner.
It is still useful to investigate ‘what if ’ scenarios. After
study, specific policies can be developed to address
specific needs. These policies can be then translated
into regulations at the local level. By examining the
supply and demand aspects of urbanization , many
alternatives can be explored instead of a fixed number.

117
Rethinking the Nature of Processes

With the context of complexity theory metaphors, the


urban environment could be viewed as one which is in
constant flux changing in a way that is unpredictable for
even the short term due to numerous factors. One can
view the process of urban phenomena as one of numerous
agents interacting within various scales. The recognition
of the chaotic nature of various aspects of urbanism leads
to different actions by those agents that are attempting
to improve aspects of urbanization. In this context, urban
planning agencies should not focus on rigid regulations
such as static zoning and subdivision regulations, but
policies and processes.
Drawing from the basis of agent based modeling, one
should focus on the agents. This can be done by working
at the neighborhood level to discern the needs of citizens
and work on neighborhood problems as well as address
other issues that concern them related to living within a
particular urban environment. Obviously, this would
require an enormous workforce of urban planners if done
in the traditional manner of top down administration.
The solutions would be train volunteers and other
professionals that would work in this micro level. Also,
with the Internet, urban planning agencies could solicit
and structure neighborhood planning. The key here is
empowerment of the individual, the agent to be a part of
making the plan, not the object of the plan. It is from the
individual that efforts such as recycling, energy
conservation, and recreation needs etc. have their support.
Although individual citizens role are important and
there should be more done to empower citizens as active
participants in the planning process, there are other
agents that transform the environments of urban
residents. Shaping the manner that these ‘super agents’
operate and developing dialog among them is key to
changing the foci of the urban environment.

118
In the present state of most urban areas, persons with
a vision are rare. However, this does not mean that these
persons do not exist in any area. The problem is that the
present urban political machinery from proposing
solutions discourages them. This machinery will never
encourage such a person, in that there raison d’être to
keep the status quo for his or her own benefit. Indivi-
dual citizens who likewise empower them to struggle
against formidable and rigid public and private entities
must support these urban visionaries.

Changing the Urban Environment

The environment of cities is dynamic and the result of


numerous individual actions. However, this environment
is not one of individual agents acting randomly and
without boundaries, but within a set of boundaries that
have been shaped by past super agents; thus framing
the actions of all participants These super agents can
be actual persons or the artifacts of individual or the
results of collective collaboration, such as technology. The
future actions of these super agents can be result in a
better future urban environment or one that is worse.
The emerging urban environment or boundaries are
determined by setting the “rules” of the operation of all
agents.

The Role of Urban Planners and Planning Organizations

Using complexity metaphors to construct a new way of


viewing all that is occurring within the boundaries of
urban areas can change the way that planners view
themselves and the role of planning. In viewing the urban
environment as one which is complex with multiple actors
and possible outcomes, the idea of systematically arriving

119
at some optimal state becomes idealistic if not deluded.
Those in urban planning at all scale levels must evaluate
if is an effective agent of influence or one that it margi-
nalized. Unfortunately, many in urban planning are still
be influenced by the rationalism, logical-positivism and
other ideas borne out of modernism. One of the
continuing misconception about urban planning is that
it should be somehow neutral and divorced from politics.
This has resulted in an advisory role for urban planning
agencies or commissions which has resulted in their
recommendations being adopted haphazardly according
to the views of policy makers. This situation is a fading
one, as one finds a greater number of planning organi-
zations which are located within implementing agencies.
To be effective within the context of the present state of
urbanization, planning departments need to have the
ability to act with authority. The concept of a dedicated
planning departments within urban areas may have to
be completely revised or phased out. Separate planning
sections within implementing agencies may be much
more effective in combination with coordination bodies.
This restructuring can already be seen in many countries.
What is more important is how planning organizatio-
ns view the urban environment. If their perceptions are
shaped by the metaphors of complexity theory, the
manner in which urban problems are approached could
be significantly altered. Instead of spending numerous
hours developing population, housing, economic and
transportation forecasts which may have limited value,
their efforts would be directed toward such actions as:
working with politicians, developers, and other
governmental officials to establish policies that would
direct the future state of urban areas; developing close
contacts with neighborhood groups to determine what
would be in their best interests; empowerment of citizens
in the planning process; the application of agent based
models and other techniques as tools to explore the

120
workings of the urban area; making urban information
more transparent; and a greater concentration on the
details of urban development. Taken separately, these are
not novel ideas. Within the context of complexity theory
metaphors they are transformed. The problem is the
reluctance to detach urban planning concepts from the
historic roots of urban planning thought and theory
which is firmed attached to rationalism, logical positivism
and utopianism.
Within this metaphoric concept, a planner must see
himself as a modern day shaman. A shaman in tribal
societies was one that led people on visions, facilitators,
presented magic and led indirectly. A planner will
obviously not be leading people out into the wilderness
to enable them to see visions, shaking rattles during
meetings, and transforming him/herself metaphysically
into other animals. What a planner can do is to: enable
persons to think about the present and visualize a better
future (not a utopia) that would lead to a better and
more just at any scale; present data through spatial
technologies and through innovative modeling that may
enhance a vision or lead to better policies (the magic of
technology); and establish personal contacts with those
at all levels so that he/she can be a translate their interests
to others. In a complex and chaotic world, there is a
need for persons to create ripples and sometimes
disturbances to cause change. The planner must see her/
himself as one who causes all agents to think in manners
that they may have not thought before and sometimes
create controversy (not for its own sake, but as a catalyst
leading to the change of rules). The above described
role of a planner is in direct opposition to the idea of a
planner who is objective, “a good soldier” or exclusively
performing administrative tasks as directed by others,
or a modeler only presenting results for decision makers.

121
Conclusión

These subjects are sometimes unwieldy and difficult to


merge in a coherent manner. As with any subject that is
still in formation, there is a large amount of uncertainly
and vagueness. Nevertheless, I think that it is important
that these ideas are addressed regardless due to their
potential to become catalysts in changing the essence of
how cities are viewed and how urban planning is
practiced. There is a plethora of literature on different
aspects of complexity theory, which this article attempted
to address. However, this was not the purpose of this
article. The article was a vehicle so that the author could
bring together the concepts of complexity theory and
attempt to formulate how these could be applied in the
practice of urban planning.
We live in a metaphoric world. It is a necessity for
operating within the world that we live. Metaphors are
not only just concepts or descriptions. They enable us
to view reality in a different manner and enable change
as individuals and as societies. They are the language of
concepts. However, metaphors can be stumbling blocks
and prevent things from occurring if adhered to rigidly
and against contradictory information. The metaphors
of reductionist science are inculcated into the very fabric
of science and society. The formulators of such modern
science such as Bacon and Newton are in very science
textbook and enshrined as bringing wisdom to the
superstitious and backward. Many of the ideas and
associated metaphors are in direct opposition to that of
the currently accepted scientific thought. They represent
something new, exciting and still controversial similar to
many other noteworthy ideas. Complexity theory is not
the panacea and proclaiming it to be a new paradigm
may be premature. However, its metaphors are bringing
new light to subjects and energizing them in a manner
that modern science has been incapable. The develop-

122
ment of complexity theory from its roots in mathematics
and physics to its transferral into the social sciences
including the field of urbanism (urban geography, urban
economics, urban transportation planning, traffic
management and urban planning etc.) and their tools
(spatial technologies, statistical analysis etc.) further
demonstrates the robustness of these metaphors and
concepts. It is expected that these concepts will be
further explored possibly leading to changes that will
change the perceptions of urban phenomena and the
manner that urban planning is practiced.

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125
126
THE NATURE AND DEVELOPMENT
OF PUBLIC SECTOR MANAGEMENT
IN DEVELOPING COUNTRIES.
Alvin Brown*

Abstract:
ince many developing countries are faced with

S shifting global socioeconomic and political


challenges, it is incumbent on these countries
to recognize their growing need for a more
dynamic and malleable public sector focused on the
continuous improvement of the public management and
the organization of their public sector institutions. This
chapter offers an introduction to the nature and develo-
pment of public sector management in developing
countries. It presents an analysis on how politics and
public management interrelate within public institutions.
The discussion that follows focuses on the field of public
management, the competing views of management,
explaining the differences between public administration
and private management while explaining how
colonialism influenced public sector management.

* Doctorate of Philosophy in Public and Urban Administration in 2008


from the University of Texas at Arlington School of Urban and Public
Affairs. Prior to joining the UTA School of Urban and Public Affairs, he was
Director of Human Resources for Worldwide Flight Services in Dallas, Texas.
He holds a Master of Science in Human Resources Management degree
from New York Institute of Technology, an MBA in Business Administration
from LeTourneau University and a BS in Aeronautical Science from Embry-
Riddle Aeronautical University. Dr. Alvin Brown is currently Associate Vice
President for Human Resources of the San Juan College in New Mexico. His
areas of interest include aviation sector performance, human resources
management capacity building in Latin America and the Caribbean. Email:
ahbrown19@hotmail.com

127
Introduction

Public management in developing countries is concerned


with the management and organization of public sector
institutions. A continuing challenge for many developing
countries during the last four decades has been an
increasing demand for more services, reduction of
poverty, and economic growth. These phenomena made
the state responsible for redistributing wealth and
providing social welfare programs. Underdeveloped
infrastructures, competition for scarce resources, and a
dysfunctional private sector moved developing countries
to take on the responsibilities of providing much needed
employment for the growing professional and middle
classes. Consequently, government expenditures increa-
sed precipitously. For instance, between 1960 and 1979
public consumption as a percentage of gross domestic
product rose from 7% to 20% in Jamaica, 6% to 12% in
Mexico, and 9% to 15% in Trinidad and Tobago (World
Bank 1981). The international debt crisis of the 1980s
brought more attention to many of the developing
countries’ inability to service their debts as a result of
their growing government size and the unclear role of
their public institutions.
In many developing countries, governments were
criticized for their inefficient and ineffective delivery of
public services. These public management failures were
the result of fiscal irresponsibility and a certain level of
political unaccountability. This lack of accountability
stemmed from their legacy of colonialism which was
reflected in a centralized and authoritarian government
(Burrows-Giles, 2002; Haque, 1997). The unsatisfactory
performance, criticisms, and fiscal mismanagement of
the public sector institutions served as the catalyst for
public management reform in many developing
countries. One such early reform measure was the deve-
lopment of the structural adjustment loan (SAL)

128
program in the 1980s. The main goal of the SAL program
was to cut fiscal deficits, curtail government intervention
in the economy, and develop sustainability through
private sector initiatives. These goals would be achieved
through smaller bureaucracies and improved allocation
of public resources. Implemented by developers, the
World Bank and the International Monetary Fund (IMF),
structural adjustment loan programs provided financial
and development assistance to developing countries
conditioned upon civil service reform, free market
policies, and better management of delivering public
services.
In numerous developing countries the public sector
usually serves as the example of organizational gover-
nance and politics. Accordingly, it is the driving force of
reform even though its institutions are often the object
of public management reform. Many developing
countries are faced with constantly changing global so-
cioeconomic and political environments. As a result, it is
incumbent on these countries to recognize their growing
need for a more dynamic and malleable public sector
focused on the continuous improvement of the public
management and organization of their public sector
institutions. The discussion which follows focuses on the
field of public management, the competing views of
management, explaining the differences between public
administration and private management. Finally, a
perspective on how colonialism influenced public
management will be presented.

The Field of Public Management

The origins of the field of public management are quite


elusive to identify. Lynn (2003) contends that the
founding of public management might start with any of
the following statements: (1) The contemporary study

129
of public management has its origins in the 1970s: in
America, in the curriculums and research of the new
public policy schools and efficiency driven managerial
reforms originating in Britain and New Zealand (Aucoin,
1990; Pollitt, 1990). (2) What is now termed the field of
public management has its roots in the scientific study
of the modern administrative state in America beginning
in the late nineteenth and early twentieth centuries
(Minogue, et al., 1998; Mosher, 1975; Waldo, 1955). (3)
The origins of the field of public management are found
in a systematic study and practice of cameralism which
began in seventeenth and eighteenth century Germany
and Austria (Barker, 1964; Rosenberg, 1958). (4) The field
of public management is rooted in bureaucratic
government and administrative doctrines in ancient
China and in medieval regimes in the Orient (Creel,
1964; Lepawsky, 1949).
Naturally, the statements opened an inquiry into the
definition of “field” and of the term “public manage-
ment”. By field, this study follows Bordieu’s (1990)
definition “an arena for the play of intellectual forces
and power relationships” (qtd. in Lynn 2003, p. 1). Of
course, such play is not constrained to academia but
includes what Hood and Jackson (1991) refer to as
common knowledge for the implementation of the affairs
of state. Thus, this would include training of government
officials in airport management and other areas. The
term public management refers to a major segment of
public administration or public affairs, which encompas-
ses organizational structures, managerial practices, and the
institutional values of public managers that implement the
will of the sovereign authority (Lynn, 2003).
As a field of study, public management has adopted
various conceptual, methodological and theoretical forms
of analysis (Frederickson 2003). Through history these
forms of analysis seek to help achieve a fuller unders-
tanding of where ideas originate, the current trends of

130
development and society’s knowledge apparatus (Spicer,
2004). Until now, public management and public
administration were inextricable terms used to describe
the functions and processes of management at all levels
of government (Ott, 1991). As a segment of modern
public administration, public management’s roots can
be traced back to the founding of American public
administration.
The earliest date of scholarship in public administra-
tion, according to Ott et al (1991), was Woodrow Wilson’s
essay “The Study of Administration” (1887). The forward-
thinking wisdom of Wilson’s 1887 essay was the first
conscious effort towards a new progressive public
management reform movement. His approach advocated
reform through better efficiency of government and the
strengthening of the executive at the federal level, a
Hamiltonian ideal (Raadschelders, 2000). Wilson viewed
administration from the perspective that it is the «detailed
and systematic execution of public law» in which public
administrators exercise their own discretion to carry out
the elected official’s policies (p. 8).
Wilson called for public administration to focus on
effectiveness and efficiency instead of just personnel
reform found in the Pendleton Act of 1883. He stressed
that administrative study must “rescue executive methods
from the confusion and costliness of empirical
experiment and set them up on foundations laid in stable
principle” (p.7). Wilson proposed that politics and
administration be separated because “the field of
administration is a field of business removed from the
hurry and strife of politics” (p.7). The central theme of
the new science of administration was to improve the
executive function in government because it rests
“outside the proper sphere of politics” (p. 7).
Basic to Wilson’s implementation of the study of ad-
ministration was the comparative method of learning
other administrative approaches because “without

131
comparative studies and government we cannot rid
ourselves of the misconception that administration
stands upon an essentially different basis in a democratic
state than that on which it stands and in a non-democratic
state” (p.7). Thus, there are four foundations for the
study of administration that characterize public
management today: (1) government as the primary
organizational setting; (2) the executive function as the
proper focus; (3) the discovery of principles and
techniques for more effective management as a key to
developing administrative competence; and (4)
comparison as a method for study and advancement of
the field. Like Wilson, Taylor argues that the introduction
of scientific management into all businesses would result
in higher production and a standardized way to work.
Frederick Taylor’s theory of scientific management
centered on what were the processes of the workman and
the role the managers should play in developing those
processes. In his book Principles of Scientific Management
(1911), Taylor identifies that rules of thumb methods
and traditional knowledge were the main causes of
inefficiency (Behn, 1998). Taylor believed that the
introduction of scientific management into all business
would result in higher production, no labor strikes and a
better relationship between labor and management that
would result in increased efficiency.
According to Taylor, scientific management requires
that management personnel voluntarily accept additional
duties, what he called a mental revolution (Taylor, 1911).
Under scientific management, Taylor proposed that
managers assume new burdens, new duties, and
responsibilities never dreamed of in the past. The mana-
gers assume, for instance, the burden of gathering
together all of the traditional knowledge, which in the
past has been possessed by the workmen, and then of
classifying, tabulating, and reducing this knowledge to
rules, laws, and formulae, which are immensely helpful

132
to the workmen in doing their daily work. He outlines
the following four principles of scientific management:
(1) the management must gather knowledge from the
workmen and develop rules, laws and formulae that can
be applied to the work of the workmen; (2) the manage-
ment must study the workmen under them, get to know
them, and then deliberately train the workmen to do
better work and then pay increased wages for that work;
(3) the management must then bring together the science
that has been accumulated and the worker who has been
studied; (4) the management must institute a complete
re-division of the establishment’s work with the mana-
gement taking over a section of the work previously done
by the worker (Taylor, 1911). Taylor’s (1911) reproach of
the rule of thumb method of management struck a chord
that scientific management can be applied across the
private and public spheres.
Leonard White’s Introduction to the Study of Public Ad-
ministration (1926) accepts the politics administration
dichotomy and uses the term management to refer to
the distinctive content of public administration. Clearly,
White’s work was influenced by Wilson who believed
there were special concerns regarding the execution of
policies that had to be addressed, such as personnel
recruitment, classification promotion, discipline, and
retirement in “the management of men and materials in
the accomplishment of the purposes of the state” (White,
1926, p. 5). Although White (1926) recognizes that public
administration and American business are conducted
differently, in the public arena there is greater emphasis
put on public accountability; nevertheless, he feels that
the business model is a good one for government to copy
(Ott et al., 1991). The writings of Wilson, Taylor, and
White thrust forward the idea and articulation of basic
principles of administration.
In the 1930s Luther Gulick and Lyndall Urwick’s
influential essay “Notes on the Theory of Organization”

133
(1937) represented the high noon of orthodoxy in public
administration (Ott et al., 1991). This brought creditabi-
lity and prestige to the field of public administration by
applying scientific management to government through
their famous mnemonic POSDCORB, which represents
the seven major functions of public managers: planning,
organizing, staffing, directing, coordinating, reporting,
and budgeting. As society became more complex, orga-
nizations and governments grew immensely, requiring a
more effective means to deal with the challenges of ma-
nagement and organizing.
Max Weber’s seminal work entitled Bureaucracy (1946)
outlines a framework that considers bureaucracy as a
rational and efficient form of organization. Weber’s ideal
type bureaucracy is intended as a mental construct that
categorizes thoughts and helps capture reality (Fry, 1998).
The bureaucracy introduced the concept of hierarchy
that carried out the goals of the organization and
addressed the challenges of managing bureaucracies
(Behn, 1998). In his bureaucratic structure, which applied
to public and private organizations, Weber describes the
ideal role of its public official or bureaucrat. It outlines
in detail the structure and environment of the
bureaucracy, as well as an ideal job description and
benefits package that would allow the public official to
be effective (Shafritz and Hyde 1997; Weber 1946).
The characteristics of the bureaucracy consist of ad-
ministration that is carried out on a continuous basis
through a hierarchical structure of authority referred to
as a chain of command. The tasks in the bureaucracy
are divided among specialized workers in order to
improve productivity. At the same time, there are clear
lines of authority and responsibility with positions
reporting to superiors who are considered to have expert
training. The control in the bureaucracy is predicated
on impersonality, which means the treatment of people
is based on merit principles. Thus, all citizens who are

134
served by the organization are treated equally, according
to rules, and records are maintained to assure that rules
are followed.
Weber’s model is important to the evolution of public
management because it is the first to focus entirely on
the position of the official in a hierarchal setting. Second,
it sustains most of Wilson’s essential ideas that there
should be a center of power, specialization, strong exe-
cutive, and a hierarchal organization to maximize effi-
ciency. Third, his theories reinforce Wilson’s position that
perfection in bureaucratic administration depends upon
rigorous exclusion of politics from the routines of admi-
nistration (Ostrom, 1974).
The origin of the field of public management may be
hard to pin down, but it is no different than those of
public administration and bureaucratic theory. As part
of the field’s development, Lynn (2003) argues that
historical knowledge is a requirement in dealing with the
larger purposes and development of public management.
Public management focuses on the functions and
processes of management in agencies and all of roles of
government by addressing the methods used in
implementing public policy. In other words, it is
concerned with the managerial tools, techniques,
knowledge, and skills that can be used to turn policy
into programs of action (Ott et al., 1991). The public
manager should be acquainted with some of the
techniques and competencies necessary to effectively
manage at all levels of government. Their proficiencies
should include, but not be limited to knowledge in the
areas, such as position classification systems, recruitment
and selection procedures, performance based budgeting
analysis and formulation, strategic human resources
management, privatization and organizational governan-
ce. Public management has many blurred boundaries and
is often influenced by competing views and the larger
realities of public policy and politics.

135
Competing Views of Public Management

The competing views of public management are


reminiscent of the period when public administration
was supposedly searching for its identity. According to
Bozeman (1993), public management found its begin-
nings more as a creature of institutional revolution than
of intellectual development. As a field of study and of
educational enterprise, public management seems to
have started during the late 1970s and early 1980s from
two very different institutions—business schools and
schools of public policy.
Exactly, which school has more prominence in the
evolution of public management is still in debate.
However, Bozeman (1993) suggests that the schools of
public policy seem to have contributed more to its deve-
lopment and the business school to its initial core. This
notion certainly begs the question, what about public
administration programs at these different schools?
Interestingly, most faculties in graduate public
administration programs point out that public
management has always been part of the daily practice
in public agencies and that others are still discovering it.
The main point to understand is that during the late
1970s two competing views of public management
emerged— the business school version (B-approach) and
the public policy school version (P-approach). During
this period many business schools changed their names
from schools of business administration to schools of
management because they were focusing on strategy and
business policy rather than practical application. The
public policy schools, such as Harvard’s Kennedy school,
Michigan’s Institute for Public Policy Studies,
Minnesota’s Humphrey Institute, and Berkeley’s School
of Public Policy, were founded as a negation of traditional
public administration. Policy schools were more focused
on formal quantitative analysis because they believed it

136
gave the field of public management creditability and
determination (Lynn, 2003). Not surprisingly, the policy
schools started to recognize that their approach had a
serious flaw. When operating in the public sector, the
policy schools realized that there was not much need for
quantitative analysis or grand policy designs. What
emerged was a growing need for management. The policy
schools were looking for something close to public
administration, but without the traditional characteristics
of the field (Bozeman, 1993; Bozeman and Straussman
1990). The answer was public management, which
arrived on the scene in the mid 1970s.
As a complement for policy analysis, one of the
significant aspects of public management is that none
of the scholars from the policy schools actually have any
background in public administration. In fact, some are
economists and political scientists while others are more
practitioners than academics (Bozeman, 1993). Public
policy oriented public management crystallized and
developed its own identity through the years. The P-
approach has focused on more high-level policy mana-
gement rather than the day-to-day management of agen-
cies. That is, a strong emphasis is placed on the role of
the manager or political executive instead of senior level
civil servants. What this signifies is an unavoidable
political reality of public management from the
perspective of the policy school. The literature represen-
tative of public policy oriented public management is mostly
non-quantitative and lacks theoretical rigor.
In contrast, the business oriented public management
school consists of scholars who are aligned with traditional
public administration. The difference between the busi-
ness approach and the public policy approach, according
to Bozeman (1993), is considerable. First, the P-approach
does not believe that there is not much difference between
public and private organizations whereas the B-approach
makes distinctions between the public and private sectors.

137
Second, the business approach to public management is
focused on empirical theory explaining the differences
between public and private organizations. Quite the
opposite, the public policy school on public management
just assumes the differences between public and private
organizations are unimportant. Third, the B-approach
embraces public administration and the P-approach keeps
public administration at a safe distance. Finally, the P-
approach concentrates more on policy, politics and the exe-
cutive while the B-approach is more process oriented.
Consequently, the business school oriented public mana-
gement is interested in organizational topics, such as
personnel, organizational structure design and budgeting.
Drawing from the schools of policy analysis and busi-
ness oriented public management, the scope and rela-
tionship between public administration and public
management should be clearly delineated. The following
section attempts to explain the various distinctions of
public administration and public management.

Differentiating between Public Administration and


Public Management

Differentiating between public administration and public


management has been a standing argument for decades
in American literature (Lynn, 2001b; Lynn, 2003).
Embedded in the background of this debate is the notion
that since the 1970s traditional public administration has
not met the challenges of government growth in terms
of effectively managing the various government
programs. Holzer and Gabrielian (1998) suggest as
models of administration become more proactive in
balancing operational, structural, and personnel issues,
public administration is being reformulated as public
management. Ultimately, this study does not subscribe
to the idea that traditional public administration is being

138
reformulated, reinvented, reconceptualized, or renamed
as public management. Instead, the position of this study
is that of the two, public management is a major segment
of the broader field of public administration (Lynn, 2003;
Ott et al.., 1991).
The first textbook on public administration, published
in 1926 by Leonard D. White, denounces the idea that
public law should be the cornerstone of public adminis-
tration scholarship. White (1926) argues that “the study
of administration should start from the base of manage-
ment rather than the foundation of law” (p. vii).
According to Fayol (1930), “it is important not to confuse
administration with management. To manage is to
conduct an organization toward the best possible use of
all the resources at its disposal; for example, to ensure
the smooth working of the essential functions (qtd. in
Lynn 2003, p.2). Van Riper (1990) points out that the
words administration and management have always been
treated the same. Waldo’s (1984) view is that “perhaps as
much as any other one thing, the management
movement has molded the outlook of those to whom
public administration is an independent inquiry or
double discipline” (qtd. in Lynn 2003, p.2.) Another
perspective argued by Ott et al. (1991), is that as a part
of the broader field of public administration, “public
management focuses on public administration as a
profession and on the public manager as a practitioner
of that profession” (p.1). Agreeing with this idea that
public management is a profession, Perry and Kraemer
(1983) state that public management is a new approach
that has developed as an answer to inadequacies in other
management fields. They view public management as
the merger of the normative aspect of traditional public
administration and the orientation of generic manage-
ment, a strategic approach aligning organizational goals
with motivating individuals toward achieving them. Until
now these terms have been used as one and the same.

139
According to Graham and Hays (1986), the difference is
important because public management is one aspect of
public administration. One thinks about public admi-
nistration as an expression that encompasses activities
that involve the establishment and implementation of
public policies. It is a concept that has been perceived
by many academics and even practitioners as part of the
politics of bureaucracies and the interaction between the
executive, legislative, and judicial branches of
government. In other words, public administration
addressing the questions of equity, representation and
the control of administrative discretion is instrumental
in determining the role public administrators play in
implementing public policies and programs.
As an element of public administration, public ma-
nagement is more concerned with the activities that take
place within government agencies than with being
inhibited by the political process; public management is
focused on policy implementation (qtd. in Ott et al.,
1991). This is not to say that public managers do not
deal frequently with political problems and relationships;
however, their attention is directed toward procedures
and practices by which civil servants carry out their
assigned tasks with efficiency and accountability among
their priorities. One of the disadvantages pointed out by
Graham and Hays (1986) is that important philosophical
questions may be neglected when public administration
is examined strictly from an applied perspective, such as
public management. This is a risk that they are willing
to take because the benefits that could be gained from a
more efficient and accountable delivery of public services
would be beneficial. Clearly, if public managers perform
in an effective and efficient manner, progress would be
made in achieving the goals and aspirations of many
public policies and programs.
During the mid 1970s, the public manager came
under scrutiny, especially, after the new public adminis-

140
tration movement (Fredrickson, 1976; Marini, 1971).
What developed was a concern by public administration
with the public manager’s role in fostering and sustaining
relationships between citizens and government agencies
(Lynn, 1996). The debate over the salient distinctions of
public administration and public management is defined
by the big questions of public management and the big
questions of public administration. A good example of
the important differences between public management
and public administration can be heard in the debate
between Behn (1995), Newman (1996) and Kirlin (1996)
arguing that most fields are defined by the big questions
they ask. Behn (1995) proposes the following big
questions in public management:

1. Micromanagement: how can public managers


break the micromanagement cycle- an excess of
procedural rules, which prevent public agencies
from producing results leading to more procedural
rules, which leads to less results.
2. Motivation: how can public manager motivate
people (public employees as well as those outside
the formal authority of government) to work in a
manner leading toward achieving public purposes?
3. Measurement: how can public managers measure
the achievements of their agencies in ways that
help to increase these achievements?

Behn’s (1995) big questions in public management


directly support the position that public management
focuses on the manager, their actions and achievements.
Responding to Behn, Newman (1995) and Kirlin (1996)
propose a totally different set of big questions for public
administration. Newman (1996) recognizes that Behn has
raised important questions and that these questions are
“of application, not probes into the origins or basic nature

141
of the discipline” (p. 410). Newman’s (1996) big questions
are as follows:

1. What is the nature of organization and of a public


organization?
2. How is the public organization related to its
environment?
3. What does it mean to manage or to administer the
public organization?

Kirlin (1996) contends that because Behn’s questions


focus on public managers “it gives the management of
organization primacy over the democratic polity and it
ignores political and legal aspects of public
administration” (p.416). Kirlin (1996) proposes the
following big questions of public administration in a
democracy:

1. What are the instruments of collective action that


remain responsible both to the democratically
elected officials and to core societal values?
2. What are the roles of nongovernmental collective
action in society, and how can desired roles be
protected and nurtured?
3. Whether the appropriate tradeoffs between
governmental structures based on function (which
commonly eases organizational tasks) and
geography (which eases citizenship, political
leadership and societal learning)?
4. How shall tensions between national and local
political arenas be resolved?
5. What decisions shall be isolated from the normal
processes of politics so that some other rationale
can be applied?

142
6. What balance shall be struck among neutral
competence, representativeness and leadership?
7. How can processes of societal learning be
improved, including knowledge of choices
available, and consequences of alternatives, and
how to achieve desired goals, most importantly, the
nurturing and development of a democratic polity?

Kirlin (1996) concludes that the big questions of public


administration in a democracy should satisfy the
following:

1. Achieving a democratic polity.


2. Rising to the societal level even in terms of values
is also important at the level of individual public
organizations.
3. Confronting the complexity of instruments of
collective action.
4. Encouraging more effective societal learning.

The theoretical questions abound; the differences


between public administration and public management
are sometimes viewed in blurred degrees of variation
(Simon, Smithberg and Thompson, 1950). In a similar
vein, the following section discusses the differences and
similarities of public and private management.

Understanding the Public and Private Management


Puzzle

Scholars and practitioners in the field of management


are painfully aware of the puzzle created by similarities
and differences between public and private sector
management (Baldwin, 1993; Murray, 1975). There is a
large amount of literature in the management field that

143
acknowledges the prevalence of the public-private ma-
nagement debate. Unlike Weinberg (1983) who suggests
that the debate is exaggerated, this study contends that
the differences between public and private sector orga-
nizations are not overemphasized. In fact, the distinctions
are at the core of how public and private organizations
are viewed by society. This section will explore the rela-
tionship between public and private management by
following Allison’s (1979) argument that public and
private management are different and similar; however,
the differences are more important than the similarities.
The important question that must be addressed is what
areas of the public–private management debate should
be compared? The main focus of this section is to defi-
ne public and private organizations and then dismantle
the public and private management puzzle by answering
the following questions: (1) How are public and private
management similar? (2) How are public and private
management different? (3) How are roles and functions
of public and private managers different?

Defining Public and Private Organizations

Prior to delineating the similarities and differences


between public and private management, it is instructive
to define the two types of organizations. To simply toss
around generic terms, such as public and private, is not
useful because they both have ownership and financial
implications. Accordingly, many private firms are consi-
dered public because the general public can own them
through stock purchases. Similarly, government agen-
cies can make a profit because they generate revenue over
and above their costs. There is no consensus in the
literature on a definition of public and private organiza-
tions that is singularly useful in organizational analysis.
According to Perry and Rainey (1988), public-private

144
distinctions have been used for centuries as they relate
to everyday issues and the values of society.
The common sense approach used by society is the
distinction based on ownership. On the other hand,
Boyne (2002) argues that the contrast of public-private
ownership is evident in how each entity is funded. Public
agencies are funded by taxation; whereas, private firms
obtain their funding through the market fees paid by
customers. Another view offered by Perry and Rainey
(1988) is the multidimensionality of the public-private
distinction that ownership and financial characteristics
do not fully capture. The definitions that are offered in
the literature assume that public ownership subjects the
agency to controls and regulations of government instead
of economic markets and other nongovernmental
processes.
Indeed, government regulations are often brought to
bear on private firms. Yet hybrid organizations (i.e.
private ownership with public funding or public
ownership with private funding), such as government
corporations and government contractors, often have
more independence from controls because they are
formed for the purpose of expanding managerial
autonomy (Allison, 1979; Boyne, 2002; Bozeman, 1993;
Perry and Rainey, 1988). Another example of this
multidimensionality is proposed by Benn and Gaus
(1983), who point out that public-private organization
can be explained along three dimensions: (1) interest—
indicating whether benefits and losses are communal or
restricted to individuals; (2) access— referring to the
openness of facilities, resources, or information; and (3)
agency— distinguishing whether a person or an
organization is acting as an individual or as an agent to
the community as a whole.
Although the varying definitions of public-private or-
ganizations have led to a lack of consensus regarding
organizational analysis, progress has been made. There

145
have been substantial efforts made by scholars to shape
the elements of the public-private management puzzle
into a comprehensible order. In an attempt to further
their efforts to better explain the debate, the discussion
now turns to crystallizing the elements of the manage-
ment puzzle.

Disentangling the Public-Private Management Puzzle

The early claims of administrative science to render


generic science for all types of organizations are now more
modest in their pronouncements (Simon et al., 1950).
To students of public administration and public mana-
gement, the belief that there has to be one theory of or-
ganization and one ideal structure no longer has
prominence in the field because there is no one-size-fits
all approach to public or private management of organi-
zations. Drucker (1997) argues “organizations will
increasingly be fashioned differently: the different
purposes, different kinds of work, different people, and
different cultures. The organization is not just a tool, “it
bespeaks values we are rapidly moving toward a plurality
and a pluralism of organizations” (p.5). Simon et al.,
(1950) offers a similar idea:

The idea that there is one form of organization—specifi-


cally, the private corporation—that has a unique capacity
for efficient action is simply a myth that ignores both
the motivations and work in organizational behavior and
the limits in our capacities for measuring consequences
and converting them into costs and demand prices.
Finally, the forms of organization in a society have much
to do with the distribution of power. A plurality of
organizational forms, governmental alongside private,
can help to disperse power in a society. There are no

146
simple formulas for choosing between markets and or-
ganization or between governmental and private organi-
zations in a modern society. A great variety of patterns
can be seen in the world today without clear choice among
them. Simple dogmas of universal privatization or
socialization are particularly suspect for the concen-
tration of power they encourage. There is a great deal to
be said for hybrid vigor (p. 11).
A few supporters of public management may argue
that while organizations vary management does not. Ma-
nagers in both the public and private sector, according
to this view, are carrying out essentially the same
functions. The only difference is that they modify their
management approach depending on scale and scope
of the task and the challenges of the environment in
which they are working. There are many opposing views
to this idea; one in particular is that there are public
problems which make situations more complex in the
public sector. Much has been written about similarities
and differences in public and private management.

How are Public-Private Management Similar?

During the early period of the high noon of orthodoxy,


Gulick and Urwick’s “Papers in the Science of
Administration” (1937) summarizes the similarities of the
chief executive and the public manager in the mnemonic
POSDCORB (planning, organizing, staffing, directing,
coordinating, reporting, and budgeting) (Allison, 1979;
Graham and Hay, 1986). Gulick (1937) describes these
basic managerial operations in the following way:

1. Planning— is working out in a board outline the


things that need to be done and the method for
doing them to accomplish the purpose set for the
enterprise.

147
2. Organizing— is the establishment of formal
structure of authority through which work
subdivisions are arranged, defined, and
coordinated for the defined objective.
3. Staffing— is the whole personnel function of
bringing in and training the staff and maintaining
favorable conditions of work.
4. Directing— is the continuous task of making
decisions, embodying them in specific orders and
instructions while serving as the leader of the
enterprise.
5. Coordinating— is the important duties of
interrelating the various parts of the work.
6. Reporting— is keeping those to whom the execu-
tive is responsible informed as to what is going on.
This includes keeping himself and his subordinates
informed through records and inspection.
7. Budgeting— consists of fiscal planning,
accounting and control (Gulick and Urwick, 1937).

POSDCORB maintains its relevancy even today and there


is no argument that POSDCORB is entrenched in the
major management activities that are performed in both
public and private organizations (Graham and Hay,
1986). According to Allison (1979), in both a public and
private management environment, the challenge for
managers is to apply these elements to their day-to-day
operations and to achieve results (Stewart and Ranson,
1994).

How are Public and Private Management Different?

Although numerous studies embrace the idea that public


and private management are more alike than different,
some authors believe that there are fundamental
management differences. Allison (1979) suggests that

148
public mangers should focus on the areas in which the
public and private sectors exhibit fundamental
differences. Some of the more commonly identified
differences between public and private management
environments are summarized in Table 1.

Table 1. Public-Versus-Private Differences that Impact


Management

Source: Allison (1979)

149
Although organizational theorists conclude that all ma-
nagers (public and private) must deal with “structural
complexity and external influences on their authority”,
a growing number concede that public managers “usually
face more elaborate structural arrangements and cons-
traints” (Rainey 1991, p. 118). In fact, beginning in the
early 1980s, contextual differences became a popular
topic in the relatively sparse public management
literature. Executives with firsthand experience in both
government and business began writing about the
differences between the two roles (Allison 1980, 1992;
Blumenthal 1983; Cervantes 1983; Chase and Reveal
1983; Rumsfield 1983). All agreed that controls,
processes, and constraints impacted their managerial
behavior while in government.
While the basic functions of public and private ma-
nagers are nearly identical, leaders of public organiza-
tions must contend with a number of serious handicaps
that are not found in business and industry. Public ma-
nagers are expected, for instance, to deal with ambiguous
and contradictory goals, absurdly unrealistic expectations
on the part of their “owners” (the public), and inadequate
control over their own administrative resources (Graham
and Hays 1986, p. 4).
In addition to public opinion, public managers must
contend with, among other forces, the following: (1) the
agency’s enabling legislation and relevant statutes, (2)
court cases that further interpret authority and
responsibility, (3) the influence of other agencies (with
complementary or conflicting missions), (4) various
interest groups, and (5) structural and procedural
impediments intended to make the public manager
accountable to the popular will (such as externally
imposed budget levels, personnel ceilings, and
organizational structure) (Graham and Hays 1986, p. 17).
More structured research supports these special
perspectives. Rainey (1991) points out that “various

150
studies of public managers show a general tendency for
their roles to reflect the context of political intervention
and administrative constraints” (p. 174). As cited in
Rainey (1991), comparative studies conclude that public
and private managers performed the same roles and
functions, but the time each manager type spent in the
role differed (Aberbach, Putnam, and Rockman 1981;
Kauffman 1979; Kurke and Aldrich 1983; Lou, Pavett,
and Newman 1980; Mintzberg 1972; Porter and Von
Maanen 1983; Weinberg 1977).
As a result, many public administrators view their
positions as having less autonomy because they have less
control over how they allocate their own time, so they
regard demands from people outside the organization
as a much stronger influence on how they manage their
time (Porter and Von Maanen 1983, p. 174). As Chase
and Reveal (1983) argue, the key challenge of managing
a public agency is the external political and institutional
environment. Just as grueling, suggests Rainey (1991),
is dealing with elected chief executives, coping with
government agencies, legislators, and managing relations
with special interest groups and the media.
Certainly, management in the public domain can learn
from management in the private sector, and vice versa.
Specific management ideas may be transferable; however,
what is not transferable is the model of management—
its purposes, conditions, and tasks. “Yet, the private sec-
tor model dominates thinking» (Stewart and Ranson
1994, p.54). As a result, the task of management in the
public domain is defined negatively rather than positively.
Conflicting aspects of a public-versus-private sector
model are summarized in Table 2.
The distinctive nature of public and private manage-
ment rests in the context of the constitution of the United
States. Allison (1979) points out that in the private sec-
tor the Chief Executive Officer is charged with the
responsibility of the general management of the

151
organization. In contrast, management of government
is divided among the executive, legislative and judicial
branches. Certainly, the constitutional objective is not to
run government efficiently but to ensure that there are
checks and balances of power (Shafritz et al., 2007).

Table 2. Private-Public Sector Model Differences

Source: Stewart and Ranson 1994, p.58

Thus, the implementation and achievement of organi-


zational goals in the private sector are the ultimate
responsibility of the chief executive officer while the same
duties in the public sector are spread throughout several
different agencies and individuals at the federal level
(Allison 1979). These individuals include elected
congressional officials and appointees. Leaders should
be mindful that at the local levels where most public
services are delivered there is another array of elected
officials and public managers responsible for the daily
management of government agencies. In a completely
rational world, if one could divide organizations into
concise groups of public and private, identifying
similarities and differences between managers of these
organizations would be easy (Allison, 1979). According
to Graham and Hays (1986), the natural tendencies of
individuals are to categorize bureaucrats as a different
class of citizens. The truth is that the roles they play are
not different from those played by their counterparts in

152
the private sector. When examined closely, the job titles
one may find in the private sector has a public sector
equivalent, for example, accountants, chemists,
physicians and thousands of other technical, professio-
nal, and service employees.
Public managers who supervise the activities of public
employees are either elected or appointed; for example,
presidents, mayors, senators, prime ministers and other
judicial branches of power. Many public managers are
appointed through the process of patronage (that is,
through the sponsorship of elected politicians, which
may or may not be followed by legislative approval), but
the majority are in office through the civil service
procedure. This section focuses on the appointed public
manager. These individuals make the daily decisions that
run public agencies (Chase and Reveal, 1983).
According to Yates (1985), there are subtle differences
between public and private organizations. For instance,
elements of the public manager’s job that are shared by
private managers include planning and analysis,
budgeting, organizational design and the dynamics of
groups within the organization. There are other facets of
the public-private manager differences that are also
interrelated; for instance, public managers must deal with
Congress, manage communication with the media, not
to mention the external pressures from interest groups.
On the other hand, private executives are not excluded
from this type of political environment. Yates (1985)
points out that executives of private organizations must
contend with competing firms, bankers, investors,
clients, customers, unions and government regulatory
agencies. The degree of intensity with which the public
manager must deal with Congress and other government
agencies does not compare to the private manager.
However, the private sector’s growing relationships with
government indicate that the private manager’s
environment is starting to look more like his or her public

153
counterparts, suggesting more of a blending between
public and private management (Graham and Hays,
1986; Yates, 1985). Yates (1985) suggests the question of
significance between the two is hard to answer because it
rests entirely on the interests of the individual. That is,
political scientists recognize political problems;
organizational behaviorists see inter-group problems, and
public managers contend with many problems that
eventually manifest themselves as issues in personnel,
planning, and other aspects of management.
This study agrees with Allison (1979) in that unders-
tanding the differences between public and private are
key to developing strategies and techniques appropriate
in solving problems. However, it is the view of this study
that tailoring a solution or approach to a specific problem
within a public agency does not fall solely in the domain
of public or private management. Public managers
should seek solutions to public sector management issues
based on the best practices of public and private
management. Consider for a moment that the challenges
of public managers in the United States are being
transferred to their public manager counterparts in
public enterprises of developing Latin American and
Caribbean countries. Their ability to deal with important
issues and trends depends on their view of the
proliferation of public sector management. The focal
concern of the following section is to examine the
experience of Latin American and Caribbean countries
in using public management as a tool to improve the
performance of their public enterprises.

Public Enterprise Management in Developing Coun-


tries

In the developing countries of Latin America and the


Caribbean, public enterprises are the main drivers for

154
economic and social transformation (Sicherl, 1983). The
concept of a public enterprise system is that govern-
ments sell goods and services to the public that consists
of private, public and not-for-profit management
features. Many of the challenges facing public, such as
maximizing efficiency (which is an element of the
marketplace) while maintaining the ideals of equity and
politics of the government sector necessitate the
interpretation of politics and the market (Farazamand,
1996). Gaining an understanding of the past and present
issues surrounding public enterprises in LACDNs is
useful when interpreting the public enterprise as an
infrastructure of development in different environments.
Thus, the social and economic environment in which
public enterprises were established and operate today
influences the efficient and effective performance of the
enterprise (Farazmand, 1996; Fay and Morrison, 2006;
Khan, 1982; Sicherl, 1983). What follows is a highlight
of colonialism’s influence on public enterprise manage-
ment, public enterprises, and service delivery.

The Forgotten Factor: How Colonialism influenced


Public Management?

To better understand public enterprise management and


to reform it in Latin America and the Caribbean, it is
essential to be aware of how colonialism influenced public
enterprise management. Farazmand (1996) argues that
colonialism was instrumental in the development of
public enterprises around the world. European colonial
powers, including Britain, France, Portugal, and Spain,
have left a lasting imprint on the administrative systems
of many African, Asian, Latin American, and Caribbean
nations. The development of public enterprise manage-
ment and economic systems in Latin America was a
product of the mercantilist Spanish and Portuguese

155
prevailing colonial rule in the region which persisted after
independence (Farazmand, 1996). Thus, many indepen-
dent states of Latin America adopted the administra-
tion and economic patterns that they were exposed to
during the colonial period. The purpose at this point is
to examine the impact that colonialism exerted on
developing nations. Colonialism within the Com-
monwealth Caribbean region12 will be highlighted to
exemplify its impact on the public throughout the Latin
American and Caribbean region.

The Legacy of Colonialism

The legacy of colonialism in developing nations is one


of the prevailing features evident in the management of
many government agencies. In other words, the end of
colonial rule in many Latin American and Caribbean
nations has not changed the colonial traditions regarding
government bureaucratic structure, function, socializa-
tion, norms and attitudes (Hague, p.199).
According to Burrow-Giles (2002), colonial domina-
tion in the region resulted in British business interests
gaining power and wealth through the policy of
mercantilism. The impact of mercantilism on the region
was manifested in very specific policies; (1) preventing
colonial people from establishing manufacturing
industries making them non-manufacturing dependen-

12 THE COMMONWEALTH CARIBBEAN is the term applied to the


English- speaking islands in the Caribbean and the mainland nations of
Belize (formerly British Honduras) and Guyana (formerly British Guiana)
that once constituted the Caribbean portion of the British Empire. This
study examines only the islands of the Commonwealth Caribbean, which
are Jamaica, Trinidad and Tobago, the Windward Islands (Dominica, St.
Lucia, St. Vincent and the Grenadines, and Grenada), Barbados, the Leeward
Islands (Antigua and Barbuda, St. Kitts and Nevis, Anguilla, and Montse-
rrat), and the so-called Northern Islands (the Bahamas, the Cayman Islands,
and the Turks and Caicos Islands).

156
cies; (2) keeping colonial people technologically
backward; (3) maintaining colonial people as producers
of primary products; (4) keeping colonial people bound
to the mother country through the policy of trade
exclusivity; and (5) limiting horizontal linkages between
the colonies except through the British government. The
obvious impact of mercantilism on the region was
twofold. First, policies were designed to extract the
surpluses from the region to help in the development of
Britain; second, it distorted and impeded the develop-
ment of the economies in the region.
In fact, the colonial legacy has not been totally
dismantled. This is apparent in the Crown Colony Go-
vernment representative system of the Grand Cayman
Islands. The inherited pejorative features of bureaucracy,
such as elitism, paternalism, despotism, distrust,
centralization, secrecy, formalism and urban bias, are alive
and well in the Grand Cayman Islands.
There are three stages to the historical evolution of
colonialism. First, the era of slavery lasting until 1834 in
the Commonwealth Caribbean served to place a premium
on freedom and the political culture of the Caribbean.
The second stage was the old representative system until
the 1865 Morant Bay uprising in Jamaica13. Subsequently,
the Crown Colony Government (CCG) form of govern-
ment was introduced to devolve government oversight
from the imperial British government to the colonies.
Third, the era of constitutional decolonization began
with the general rise after the First World War toward
greater self -government and eventual independence
(Barrow-Giles, 2002; Lange 2004).

13 The Morant Bay rebellion began on October 11, 1865, when Paul Bogle
led 200 to 300 black men and women into the town of Morant Bay, parish
of St. Thomas in the East, Jamaica. The rebellion and its aftermath were a
major turning point in Jamaica’s history, also generated a significant political
debate in Britain.

157
The development of colonialism was not a random
event but was purposeful and conducted with extreme
prejudice. At the national level of the British government,
the Privy Council was the chief executive authority for
the local service in the Colonies (Barrow-Giles, 2002;
Khan, 1982). Other offices included the Treasury, the
Office of the Secretary of State, the Admiralty, the War
Office, and the Ordinance Board. As a result of compli-
cations with management and delays in long distance
correspondence between Britain and the colonies, a Co-
lonial Office was formed in 1854. The colonial office
ensured the provision of a permanent supply of trained
officials to manage and coordinate the duties of the
colonies in the best interest of the Crown. Maintaining
control of administration was important to the
perpetuation of colonial rule because the colonial Ad-
ministrative Secretariat did the bidding for the Crown
and discharged its functions according to the standards
set by the Crown. What is clear is that the Crown Colony
ruled its colonial possessions by eliminating political
competition and vesting government management and
decision-making power in the supreme ruler (Governor)
of the Crown Colony Government.

Colonial Management

Colonial management in many of the British colonies


was directed by the governor, the single and supreme
authority representative of the Crown Colony. The
governor, as head of the executive government, the
president of the legislature and the exclusive channel of
communication with the Crown Colony, was responsible
for the security and all interests of the colony. The
governor had the power to appoint judges and dismiss,
suspend or relieve public officials of their duties and
responsibilities to their constituencies (Khan, 1982).

158
Civil Service

Colonial governors relied heavily on the civil service in


carrying out executive functions. During the 1830s each
colony hired local civil servants with input from their
respective governors in the region. Often, the higher
positions such as Governor, Chief Justice, Attorney Ge-
neral, financial Secretary, and Colonial Secretary were
made by the Crown Colony Government through a
patronage system. The most important official after the
Governor was the Colonial Secretariat— the office of the
Colonial Secretary is the principal agent of government
and the legislative council at the same time, directing
the complex management service and technical
departmental system. The Colonial Secretariat and the
treasury department provided central management
services and were the control centers of all government
activities in the Colonies (Barrow-Giles, 2002; Hague,
1997; Khan, 1982; Morris, 1967).

Reorganization Period of the 1930s

The reorganization period of the 1930s and the inquiry


of the Moyne Commission represented civil unrest and
protest movements throughout the Caribbean. These
events not only signaled the advent of constitutional and
socio-economic change, but they also initiated the attack
on the colonial administrative structure (Barrow-Giles,
2002; Benn, 2004; Khan, 1982). The Moyne Commission
Report (1945) supposedly brought gradual change in the
role of governments in the Caribbean. The report
concluded that policymakers needed to pay attention to
the development of social issues, such as housing, edu-
cation, health, social welfare, and immunity improve-
ment. Benn (2004) points out that the delivery of these
services to society in the Caribbean stimulated the growth

159
of the public sector through increased public expendi-
ture, growth of existing departments and new govern-
ment agencies. As a result of these events, a ministerial
system of government dividing the Colonial Secretariat
into ministries related to housing, public works, educa-
tion, and other related ministries was formed. The
decentralization of the Colonial Secretariat filled with the
elected members (Ministers of Parliament) did not
involve them being properly trained or getting experience
in delivering and maintaining services to their
constituents; instead, they were getting irrelevant
experience on running the ministry in menial adminis-
trative jobs and file work (Barrow-Giles, 2002; Benn,
2004; Khan, 1982). In fact, the newly elected members
of parliament had no real power and authority. The
governor and senior level civil servants, appointed and
approved by the Crown Colony continued to exercise
executive power over the elected members of parliament
and the masses. Thus, the challenge for these new
ministries appeared to be that the organizational elements
of public management were driven by the tasks to be
performed and how these tasks were divided between
the different workgroups. Ultimately, division of labor
should be conducted in such a manner that it meets the
objectives of government. Many Caribbean countries with
their newfound statehoods began to experience the
realities of their new structures and responsibilities.

Institutional Behavior and Relations

Institutional behavior and relations in the Caribbean


region have encountered many challenges in the develo-
pment of harmonious relationships between the
executives and the civil servants. Khan (1982) points out
that these organizational problems have been
compounded by confusion about leadership roles and

160
the ministries. Colonialism has influenced this aspect of
public- management because the transition has not been
effectively made from the relatively simple hierarchal
organizations of the colonial period to the criteria of the
new ministerial organizations. This is due in part because
there is no longer one actor in the decision-making
process as first encountered in the office of the Colonial
Secretary. What has taken place is an evolution of the
organizational structure from the colonial period
represented by three actors at the top of each ministry in
which the working relationship has not been clearly
defined (Benn, 2004; Khan, 1982). They are the Minister,
Permanent Secretary and Chief Technical Officer (CTO).
Thus, direction at the ministerial level is not as strong
and unified as it should be.
To create a tri-dichotomous relationship between the
three officials, such as the Minister setting policy, the
Permanent Secretary implementing policy and the CTO
giving technical advice on policy and implementation,
is naive and mistaken (Benn, 2004; Khan, 1982). It would
be like agreeing to the view that there is a politics-
administration dichotomy in real practice. In many
Caribbean nations the linkage between policy formation,
implementation, technical and managerial evaluation is
still being debated and has not yet been resolved. What
is generally lacking is an environment in which teamwork
is encouraged. Too often in small island societies political
executives and civil servants create an atmosphere that
lacks social harmony and encourages conflicts that result
in power struggles, uneasiness, and uncooperative
behavior between ministerial levels of government and
civil servants (Milne, 1970).
There appears to be a recurrent theme in the mana-
gement literature of the Caribbean that suggests the
conflict relationship between politicians and civil servants
goes back to the days of colonial rule. According to Khan
(1982), while politicians were engaged in the indepen-

161
dence movement, civil servants assisted the colonial
power in maintaining law and order. Consequently, civil
servants trained in the ways of the colonial government
are not aware of the needs of a transitional independent
state. Therefore, Ministers look to individuals on whom
they can rely for support often resulting in nepotism and
job denials to non-supporters of the party. Today there
continues to be an environment of mistrust and
misunderstanding between Ministers of Parliament and the
civil service (Armstrong, 1980; Mills, 1970).
The introduction of colonialism into the public ma-
nagement system of the Caribbean was based on value
premises and structural designs transferred to colonial
settings incrementally (Benn, 2004; Khan, 1982). Colo-
nial rule was easily adopted because no other choice was
readily available. The adaptation of this type of rule by
public-enterprise management at the local level was the
result of colonial rule becoming institutionalized, not just
based on acquiescence, selective recruitment, organiza-
tional socialization, value infusion, or conformity, but
also on control, coercion, and containment. Accordingly,
the hegemonic dominant class of the Crown Colony
became the driving force of consciousness, values and
customs throughout colonial societies (Lange, 2004).
Eventually, the inquiry of the Moyne Commission Report
(1945) and other social movements brought about change
in public- management with increasing involvement and
participation in public agencies by majority socio-ethic
groups. Greater acceptance of and recognition for the
instrumental value of public- management became visi-
ble, especially, with the new responsibilities of public
agencies to deliver social services to the masses.

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velopment Report. New York: Oxford University Press, 1981.
Yates, Douglas. “Management in Public and Private Organizations: Similarities
and Differences.” Ott, Hyde and Shafritz (eds), Public Management: The
essential Readings. Chicago: Lyceum Books, (1985): 39 – 58

166
GOBERNANZA METROPOLITANA:
DEFINICIONES Y MARCOS CONCEPTUALES

Jesús A. Treviño*

Resumen:
l ensayo señala que el concepto de gobernanza

E es impreciso, a grado tal que sus significados


no sólo son distintos; sino, a veces, contradic-
torios. A la confusión y profusión de defini-
ciones se añaden las dificultades lingüísticas y las ambi-
güedades disciplinarias. Por esta razón se prefiere abor-
dar y definir la gobernanza desde cinco enfoques o mar-
cos conceptuales que responden a los nuevos retos plan-
teados por el desplazamiento del estado como actor prin-
cipal, la porosidad jurisdiccional de los problemas me-
tropolitanos y la participación creciente del sector priva-
do en la provisión de bienes y servicios públicos. Estos
enfoques son: (1) La administración pública tradicional,
(2) La nueva gerencia pública, (3) El nuevo servicio pú-
blico, (4) conjunción administrativa. (5) La economía
política Metropolitana. Los primeros cuatro enfoques que
se revisan son de carácter gerencial o administrativo. La
Administración Pública Tradicional y la Nueva Gerencia
Pública ubican la gobernanza en el nivel de la eficiencia
administrativa. El Nuevo Servicio Público y la Conjun-
ción Administrativa, en el nivel de las prácticas sociales,
señalan que la gobernaza es resultado de la participa-
ción ciudadana, del ejercicio del poder. El quinto enfoque
es una propuesta en este ensayo. Se propone llevar la
definición de gobenanza como ejercicio del poder al de
las fuentes o determinantes del poder. El marco propuesto
señala que los enfoques gerenciales o administrativos se
preocupan por la “buena” administración de la ciudad,

167
pero son de poca utilidad para explicar las consecuen-
cias o las razones del ejercicio de poder en la sociedad.
Por esta razón, se propone analizar gobernanza en el
marco de la economía política metropolitana.

Definiciones.

The Oxford English Dictionary dice que el término


gobernanza (governance) se utilizó por primera vez en
1628 y que para 1701 ya existía la expresión “los prínci-
pes sabios no deberían admirarse por su gobierno sino
por su gobernanza.” Esta idea, la de gobernanza como
sinónimo de método o sistema de gobernar o adminis-
trar, es la que reporta The Webster’s Ecyclopaedic Unabridged
Dictionary of the English Language (Maheshwar 2002, 240).
Definiciones recientes en la línea de este esnayo afirman
que la gobernanza significa el ejercicio del poder, con el
objetivo de dirigir y regular las actividades públicas en
beneficio del interés público (comoquiera que a éste se
le defina). A partir de los 1990s, el concepto cobró inte-
rés cuando las agencias internacionales de ayuda repor-
taron que la mala gobernanza (o su ausencia) era una
barrera importante para el desarrollo económico de los
países subdesarrollados. La buena gobernanza (o
gobernanza democrática, como prefiriere denominarla
Gore en su National Performance Review y Denhardt y
Denhardt 2003), se promueve con factores como la des-
centralización y la administración participativa o parti-
cipación ciudadana en la toma de decisiones (Maheshwar
2002, 240-242).
El concepto de gobernanza, a pesar de su uso tan
amplio, es impreciso a grado tal que sus significados no
sólo son distintos sino, a veces, contradictorios. La va-
riedad de términos es evidente en las definiciones si-
guientes:

168
• La gobernanza es el ejercicio de la autoridad pú-
blica. Esto es, la elaboración y administración de
la política pública, así como la toma de decisiones
y la realización de acciones consecuentes. Con en
el tiempo, el poder de dirigir una sociedad se ha
pasado de gobernantes individuales a gobiernos
poderosos y, hoy en día, a una base social amplia.
La estructura gubernamental de una ciudad,
aunque importante, sólo es una dimensión de la
gobernanza local.
• Gobernaza significa administración en un contex-
to político, atendiendo al interés público de la for-
ma más amplia posible (Green y Hubbell 1996, 38).
Esta definición corresponde a los autores del Ma-
nifiesto de Blacksburg (1983), que hacían un lla-
mado a la reconceptualización de la administra-
ción pública en materia de gobernanza.14 Es el
antecedente inmediato que marca la evolución de
la Nueva Administración Pública hacia la perspec-
tiva del Nuevo Servicio Público.
• Gobernanza es más que la provisión de servicios
públicos y administración de las crisis o los pro-
blemas urbanos. Implica la construcción de insti-
tuciones y procesos que llevan a los ciudadanos a
formular e implementar políticas comunitarias, de
manera colectiva y democrática (Bowman 2007, 140).
• La gobernanza, en las redes de políticas o sistemas
de negociación, se refiere a los actores públicos de
los distintos niveles, en cooperación con los acto-
res privados para la producción y ejecución de
políticas.
• La gobernanza son los regímenes de leyes, reglas,
decisiones judiciales y prácticas administrativas que

14 Los autores del Manifiesto comparten la línea previamente trazada por


la conferencia de Minnowbrook I (NY, 1968) sobre el interés público y el
rechazo a una administración pública «neutral» o libre de valores.

169
restringen, prescriben y posibilitan la provisión de
bienes y servicios por el sector público (Lynn et al.
(2001, 7).

A esta confusión y profusión de definiciones se añaden


las dificultades lingüísticas y las ambigüedades discipli-
narias. En la bobliografía, a veces, el término gobernanza
parece remplazar al de administración pública (public
administation) o al de gerencia pública (public management).
Por otro lado, hoy en día se utiliza al término gobernanza
para indicar situaciones que amenazan las formas con-
vencionales del gobierno democrático o que proponen
alguna vía lateral democrática. Este camino lleva a confun-
dir a la gobernanza con el gobierno y la gobernabilidad.

Gobierno. Son las estructuras e instituciones del gobier-


no y de las organizaciones públicas encargadas formal-
mente de establecer las políticas y prestar los servicios.
(Denhardt y Denhardt 2003, 86). Gobierno es un con-
cepto menos amplio que el de gobernanza.

Gobernabilidad. Capacidad del gobierno para resolver los


problemas que le competen. La disminución de esa ca-
pacidad se debió a la resistencia de varios grupos socia-
les, entre los que destacaron los sindicatos, a la acción
pública unilateral. El término cayó en desuso en los 1980s
cuando los gobiernos empezaron a reducir sus funcio-
nes y replantear su autoridad (Grant 2003/1996, 226).
Gobernabilidad se refiere a la capacidad del gobierno,
no al ejercicio del poder en aras del bien común.
La diversidad de enfoques y las dificultades lingüísti-
cas y disciplinarias muestran que es difícil encontrar una
definición de gobernanza en la que todos estén de acuer-
do (Whelan 2007, 844). En su revisión de las teorías y
conceptos de la administración pública, Frederickson y
Smith (2003, 243-244) concluyen que, hoy en día,
gobernanza es más un término que describe un cambio

170
en la administración pública que una teoría coherente.
Gobernanza es un término utilizado para comprender
los cambios en el ámbito de la administración pública y
describir los marcos intelectuales que responden a los
nuevos retos planteados. La pregunta obligada es: ¿Cuáles
retos nuevos? Nos ocupamos de este asunto enseguida.

“Los nuevos retos”.

No hay duda de que las reglas y las regulaciones, los pro-


gramas y los procesos que guían la sociedad, han experi-
mentado un cambio dramático. Este cambio en los me-
canismos que guían y regulan la sociedad giran alrede-
dor de tres temas o principios unificadores sobre el pa-
pel de la administración pública y la definición de la
gobernanza (Peters y Pierre 1998, Denhardt y Denhardt
2003, 84-86, Frederickson y Smith 2003, 207-210):

1. El estado es desplazado como el actor principal de la


política pública (Retreat of the State, Strange 1996).
Este desplazamiento ocurre por las presiones
globales sobre los gobiernos nacionales a través de
los mercados internacionales de capital y de orga-
nizaciones supranacionales (Empresas Trasnacio-
nales, Banco Mundial, Fondo Monetario Interna-
cional, Organización de Libre Comercio, Green
Peace).
2. Cambios en la relación sector público-sector privado.
Predomina la corriente de la “Nueva Gerencia Pú-
blica” que propone:

• La adopción de la administración y técnicas de


distribución de los recursos, con base en las re-
glas del mercado.

171
• Mayor ingerencia del sector privado en la pro-
visión de los servicios públicos.
• Un esfuerzo deliberado para “adelgazar” el go-
bierno y descentralizar sus funciones, a fin de
que deje de ser actor central en la formulación
de políticas.

3. Emergencia del ‘estado hueco’ (hollow state). El “esta-


do hueco” es una expresión para señalar un go-
bierno que subcontrata los servicios públicos, re-
duciendo su papel como oferente directo de los
bienes públicos.

El desplazamiento del estado como actor central de la


política pública, los cambios recientes en la relación sec-
tor público-sector privado y el surgimiento del “estado
hueco” crean una presión global para replantear las co-
nexiones formales e informales entre el gobierno y la so-
ciedad y una demanda de herramientas intelectuales en
la administración pública.

Respuestas

La necesidad de afrontar los retos anteriores ha genera-


do tres enfoques de estudio de la gobernanza en general
y dos marcos alternativos para el análisis de la gobernanza
metropolitana, en particular:

1. La gobernanza como administración pública tradicio-


nal (autores clásicos, antes de 1968. En inglés: Public
Management). La gobernanza es el diseño e implan-
tación de políticas dirigidas a objetivos específicos,
políticamente definidos. Los funcionarios públi-
cos canalizan estas políticas a través de las diversas
dependencias de gobierno organizadas jerárquica-

172
mente y están sujetas a los principios marcados
por la ley y la realidad política. El gobierno es el
actor más importante en la dirección de la socie-
dad, sin que ello implique que otros intereses no
sean representados. Los funcionarios públicos re-
portan a los líderes políticos elegidos democráti-
camente.

Problemas. La política pública es formulada y controlada


por expertos que determinan la naturaleza del interés pú-
blico y diseñan las políticas óptimas para alcanzarlo. Las
personas son inducidas por un sistema de premios y casti-
gos para lograr las metas de las políticas científicamente
elaboradas. No hay participación ciudadana que integre
directamente los deseos sociales en la política pública.

2. La gobernanza como nueva gerencia pública (NGP. En


inglés: New Public Management) (Kettl 2000). La
gobernanza es NGP. La gobernanza es la adopción
de los valores y prácticas empresariales en el sector
público. Las dos variantes principales de la NGP
son el “modelo Westminster” (Nueva Zelanda,
Australia, Canadá y el Reino Unido) y el “modelo
de la reinvención del gobierno” (E.E.U.U.). Este
enfoque considera que la suma de los intereses
particulares genera un resultado congruente con
el de los grupos mayores de ciudadanos (consu-
midores).

Problemas. La noción de gobernanza en la NGP es dema-


siado reducida. Además, la administración de los asun-
tos privados es muy distinta de la administración públi-
ca. Mientras en la administración pública se rinden cuen-
tas (accountability) a diversos grupos sociales bajo crite-
rios sociales, en la administración privada se rinden cuen-
tas a un propietario o grupo de accionistas asociados por
el afán de lucro. Por otro lado, los proveedores de servi-

173
cios rinden cuentas a sus contratistas en vez de servir
directamente al interés público. Tal como lo señalan
Peters and Pierre (1998), la ideología de la NGP cuestio-
na el papel cultural y filosófico de la democracia.

3. La gobernanza como nuevo servicio público (NSP. En


inglés: New Public Administration) (Denhardt y
Denhardt 2003). La gobernanza es el ejercicio de
la autoridad pública. Es un concepto más amplio
que el de gobierno. Son las tradiciones, las institu-
ciones y los procesos que determinan el ejercicio
del poder en una sociedad, incluyendo cómo se
toman las decisiones en asuntos de interés públi-
co y cómo los ciudadanos participan en las deci-
siones públicas (Denhardt 2003, 86). Este enfoque
tiene como antecedente la Nueva Administración
Pública, surgida después de la conferencia de
Minnowbrook (NY, 1968), “refundada” por el Ma-
nifiesto de Blacksburg (VA, 1983) y revaluada por
las conferencias de Minowbrook II (1988) y III
(2008).15

Problemas. El NSP sólo es real como planteamiento. En


el mundo hay un continuuom de gobernanzas que van
desde el modelo estatista (el gobierno es el único actor
principal) hasta la “gobernanza sin gobierno” (los acto-
res sociales son más importantes que el gobierno). Los
modelos de gobernanza que se acercan al modelo ideal
del NSP serían: la escuela holandesa (el estado es uno
de los muchos actores que participan en las redes socia-
les de gobierno) y el de “gobernanza sin gobierno,” ya
mencionado (Pierre y Peters 2005, Ch2).

15 Los reportes de la conferencia reciente de Minowbrook III (2008) no


reportan avances significativos o tan importantes como los de la conferen-
cia de Minobrook I (1968).

174
Tabla 1. Diferencias entre el Nuevo Servicio Público
(NSP) y la Nueva Gerencia Pública (NSP)*

Fuente: Peters y Pierre (1998, 231–233), Frederickson y Smith 2003, chap.


9), Gargan (2007, 1194).

* Esta lista comparativa entre la NGP y el NSP puede adaptarse para el


estudio de la famosa dicotomía administración-política o para e ilustrar la
historia reciente de la administración pública.

175
4. Gobernanza como conjunción administrativa (CA)
(Fiederickson 1999). La gobernanza es el intento
de crear una imagen coherente de las relaciones
laterales e interinstitucionales en la administración
pública, frente a los nuevos retos:

(a) Límites jurisdiccionales porosos. Los proble-


mas rebasan los límites municipales y los resi-
dentes tienen compromisos sociales, políticos y
financieros en áreas diferentes a la que viven o
trabajan.
(b)Erosión de la capacidad de las jurisdicciones
para contener y administrar los problemas com-
plejos sociales, económicos y políticos. Las ciu-
dades más grandes tienen los problemas mayo-
res y menor capacidad individual para resolver-
los por sí mismas.
(c) Problemas para distinguir lo público de lo pri-
vado. Los servicios públicos se subcontratan
cada vez más en algunas jurisdicciones.
(d)El liderazgo político es más importante al inte-
rior de los municipios que entre ellos.

La teoría de la conjunción administrativa destaca dos


observaciones:

(a) Los retos metropolitanos se parecen mucho a


los que debe afrontar la diplomacia en el nivel
internacional. Los sistemas o redes de coopera-
ción interjurisdiccionales son como los de la
diplomacia entre las naciones-estado:
[. . . En] la ausencia de una autoridad central, y
bajo condiciones de gran interdependencia, hay
sistemas de cooperación y acuerdo altamente
desarrollados en áreas metopolitanas que sirven

176
esencialmente al mismo propósito que las prác-
ticas de la diplomacia entre las naciones estado.
Como en el caso de la diplomacia, los patrones
de cooperación y acuerdo en la metrópolis va-
ría según la materia de que se trate, el estatus e
intereses de los actores, la permanencia o ines-
tabilidad de los problemas y el nivel relativo de
la formalidad del proceso y el procedimiento.
Frederickson (1999, 707)

(b)Las jurisdicciones políticas todavía son importantes


para la política. La política, en el sentido de las
campañas electorales, aún es jurisdiccional. Si
las estructuras jurisdiccionales jerárquicas se
consideran como edificios, la conjunción admi-
nistrativa es como puentes peatonales que los
conectan. La conjunción administrativa nece-
sita de las jurisdicciones como entidades políti-
cas. La conjunción administrativa es el arreglo
y carácter horizontal de la asociación formal e
informal entre los actores que representan uni-
dades, con una conducta pública y administra-
tiva interconectada.

Para sustentar su teoría, Frederickson (1999) señala que


los oficiales de alto rango en Kansas City dedican como
un 15% de su tiempo a las actividades de conjunción o
cooperación interjurisdiccional. Esta conjunción se basa
en los valores, creencias y experiencia del servicio públi-
co profesional más que en la autoridad formal.
Hoy en día, la conjunción administrativa, la asocia-
ción horizontal de redes de varios actores públicos y la
conducta administrativa resultante de la red, describen
mejor la administración metropolitana en la arena urba-
na. Se crean colaboraciones metropolitanas que repre-
sentan formas emergentes de gobernanza, puesto que
se comprometen en un sistema de redes de interacción

177
que, como un todo, actúan como un régimen urbano de
participantes interconectados con intereses mutuos y con-
tradictorios (Meek 2003, 929). Existe una conjunción
metropolitana práctica porque las metrópolis deben fun-
cionar como unidades coherentes y articuladas para com-
petir en la economía mundial y capitalizar las ventajas
de las aglomeraciones urbanas. Mas aún, la naturaleza
de los problemas es de índole intermunicipal: hay mu-
chos problemas públicos, tales como la calidad del aire,
el transporte, el uso del suelo, la protección civil o la
seguridad pública, que rebasan los límites municipales y
deben ser atendidos como parte de la gobernanza regio-
nal, ya sea formal o informal (Hall 2005, 211-212). Como
la política de los municipios metropolitanos es de natu-
raleza interna (i.e., campañas electorales), los acuerdos
de cooperación intermunicipal generalmente son dele-
gados a los profesionales o a los expertos sobre una base
de conocimiento, no de autoridad formal. Como lo no-
tara Holden (1964, 634):
Los burócratas municipales importantes son los ofi-
ciales con experiencia más o menos permanentes de las
oficinas de gobierno y un juicio rápido muestra que la
mayoría de los contactos intergubernamentales se lleva
a cabo en este nivel (de director de finanzas a director de
finanzas o de oficial de salud a oficial de salud).
La clave de la cooperación entre los municipios de
una metrópoli es la naturaleza interjurisdiccional de sus
problemas. No hay organizaciones e instituciones más
interdependientes que las metropolitanas. No debería
sorprender que, por lo tanto, se encuentren las mejores
formas de cooperación en las áreas metropolitanas. Aun-
que no hay dos áreas metropolitanas iguales, ellas son
relativamente similares en términos gubernamentales. Por
lo tanto, los hallazgos y puntos teóricos hechos para los
estudios de caso son generalizables.

178
Problemas. La política de cualquier jurisdicción puede
crear fuerzas opositoras a la cooperación; los funciona-
rios pueden tener fricciones por cuestiones de persona-
lidad; no hay un estudio satisfactorio con el nivel regio-
nal o subnacional.

5. La gobernanza como economía política metropolitana


(EPM) (este ensayo). La gobernanza engloba insti-
tuciones y procesos que tienen que ver con el ejer-
cicio del poder en la sociedad. Las instituciones, en
el sentido amplio, son patrones individuales o de
grupo obligados por sanciones en leyes, costum-
bres o prácticas sociales informales (Bellah et al.
1991, 10-11, citado en Wamsley y Wolf 1996, 29).
El proceso de gobernanza tiene que ver con la ma-
nera de tomar decisiones en una sociedad y cómo
los ciudadanos y los grupos interactúan en la for-
mulación de metas públicas y en la implantación
de la política pública. Este proceso involucra mu-
chos grupos y organizaciones diferentes (Denhardt y
Baker 2007,131). En estas líneas no sólo interesa la
definición de gobernanza, sino también su ubica-
ción en el nivel del ejercicio (no de las fuentes) del
poder. Es importante subrayar también que se ne-
cesitan técnicas para el análisis de los procesos de
negociación de los diversos grupos con niveles de
interés y participación desigual.

La gobernanza, como ejercicio del poder institucionali-


zado, es un proceso importante (el de las prácticas so-
ciales) en el proceso de estructuración. El proceso de
estructuración es el proceso por el que se fortalecen las
fuentes de poder que, a su vez, determinan el alcance de
la acción (institucional o no institucional) de los actores
sociales. Parafraseando a Giddens (1976, 161), la
gobernanza es parte del proceso por el que los actores

179
sociales ejercen su poder y, en esa medida, robustecen (o
debilitan) sus fuentes de poder. Esas fuentes de poder
fortalecidas (o disminuidas), a su vez, determinan las
posibilidades de la acción social. De esta manera, las fuen-
tes de poder son construidas por la acción social y la
acción social, a su vez, es determinada por las fuentes de
poder. Es obvio que, en esta perspectiva, la realidad so-
cial es una construcción dinámica con intereses especí-
ficos que guían acciones deliberadas o intencionadas.
La gobernanza, como economía política metropolita-
na, es una propuesta sugerida por este esnayo. Por lo
tanto, conviene desglosar con mayor detalle, las ideas
anteriores. En la sección siguiente adaptamos a la me-
tropolítica (gobernanza metropolitana) algunos desarro-
llos teórico-metodológicos de la economía política inter-
nacional (EPI). La idea clave que une estos dos temas es
la gobernanza metropolitana como problema de diplo-
macia, no en el sentido sugerido por Holden (1964) sino
en el de la “diplomacia triangular” en el ámbito de la
EPI. En su síntesis de las teorías de la gobernanza,
Frederickson y Smith (2003) redescubren la propuesta
de Holden (1964) de considerar a la gobernanza metro-
politana como un problema de diplomacia. Después de
revisar someramente el trabajo de Susan Strange (1996)
sobre la pérdida de fuerza de los estados nacionales fren-
te a las empresas trasnacionales y la permeabilidad de
las fronteras nacionales a las fuerzas de la globalización
(Retreat of the State), Frederickson y Smith (2003) limitan
su análisis a la diplomacia en el sentido tradicional, con-
cluyendo que los problemas de la gobernanza metropo-
litana son resueltos por una “conjunción administrati-
va.” Frederickson y su equipo dedican su obra reciente
a medir el tiempo que los servidores públicos electos y
los burócratas dedican a la conjunción administrativa
en Kansas (1999) y a la tipología de la administración de
las ciudades norteamericanas (2004). Es decir,
Frederickson et al., tal como lo hiciera en su tiempo

180
Holden para la diplomacia tradicional, se interesan en
las lecciones que pueden aprender de los problemas y
soluciones de cooperación interjurisdiccional. Con ello,
sin embargo, Frederickson et al. omiten todo el desarro-
llo conceptual sobre “diplomacia triangular” de Susan
Strange y su potencialidad para ser adaptado al ámbito
metropolitano.

El método Burke-Aristóteles, en la “Gramática de los motivos”.

“Si quieres entender el mundo, tienes que hacerte estas


preguntas: ¿Quién obtiene qué? ¿Por qué la estructura
es de la manera que es? ¿Cuáles son las consecuencias?
¿Quién arriesga? ¿Quién tiene las oportunidades? ¿Quién
paga? ¿Quién se beneficia?”
(Susan Strange, Entrevista personal, 1997)

Las preguntas básicas que propone Susan Strange para


el estudio del Sistema Global son similares a las que utili-
za un antiguo método esbozado por Aristóteles (Poética
y Retórica), y rescatado y mejorado por Kenneth Burke
(1945) para el análisis del discurso. El método de Burke-
Aristóteles es conocido como «análisis pentaico” (pentadic
analysis) por apoyarse en cinco preguntas: (1) ¿Qué ocu-
rrió? (2) ¿Cuándo o dónde pasó? (3) ¿Quién lo hizo? (4)
¿Cómo lo hizo? (5) ¿Por qué lo hizo? Estas interrogacio-
nes se traducen en cinco categorías que definen cual-
quier acción humana: “qué ocurrió (acto), cuándo y dónde
pasó (escena), quién lo hizo (agente), cómo o de qué modo
lo hizo (agencia), y el porqué (propósito).” Estas cinco
preguntas comparten ciertas interrelaciones formales por
ser atributos de una misma cosa o sustancia. Por la
interrelación de estos elementos en la estructura de la
acción, en lo que Burke llama la “gramática de los moti-
vos,” la respuesta a una de estas preguntas afecta a las
restantes.

181
En el caso del sistema económico global, los princi-
pales actores son las empresas transnacionales y los esta-
dos nación. Sus interrelaciones dan lugar a la llamada:
“diplomacia triangular” (Strange y Stopford 1991); rela-
ción empresa-empresa (de la que se ocupa la economía),
relación estado-estado (materia de la diplomacia tradi-
cional) y relación estado-empresa (estudiada por la cien-
cia política y otras disciplinas). Es claro que el método
de la diplomacia triangular no sólo identifica los princi-
pales actores de la escena global; sino que, por omisión,
clasifica al resto de los actores por su grado de participa-
ción, interés o lejanía en un caso específico. Existen méto-
dos complementarios que apoyan la clasificación y el
análisis de la diplomacia triangular, tales como “el méto-
do Gordon de rectángulos concéntricos” (Weiss 1990 y
Gordon 1977), la negociación por “áreas problema”
(Brewer 1992) o el “cubo de negociación” (Behrman y
Grosse 1990, Ch.1 y Ch. 8). Los enfoques complemen-
tarios sobre el interés y el desempeño de actores diver-
sos, primarios y secundarios, tienen el inconveniente de
aplicarse al nivel de las negociaciones, en circunstancias
cambiantes, sin referir explícitamente las fuentes de po-
der en operación. Los métodos para el estudio de las
negociaciones entre los actores son importantes siempre
que se les ubique en la dimensión adecuada, el de la ne-
gociación y los acuerdos, no en la economía política me-
tropolitana. Los métodos de “rectángulos concéntricos,”
“áreas problema” o “cubos de negociación” pueden ser
de gran utilidad si las relaciones entre los actores se re-
miten a sus fuentes de poder, tal como lo hace el análisis
de las relaciones en la “diplomacia triangular” (Figura 1)
Una tarea importante en el análisis de la gobernanza
metropolitana es identificar los principales actores y ana-
lizar sus relaciones. Como no hay adaptaciones del mé-
todo de Susan Strange al nivel local, los ejemplos sólo
tienen un carácter ilustrativo. Supongamos que hay dos
actores principales que forman una “diplomacia trian-

182
gular”: gobiernos municipales y desarrolladores inmo-
biliarios.16

La economía política metropolitana: de la “gramática de los


motivos” a la “gramática de la acción social” .

El método de Burke-Aristóteles, originalmente apoyado


en cinco preguntas (¿Qué ocurrió? ¿Cuándo o dónde pasó?
¿Quién lo hizo? ¿Cómo lo hizo? ¿Por qué lo hizo?), pue-
de extenderse a seis interrogantes agregando: ¿Qué po-
sibilidades tuvo?
De igual manera, a las cinco categorías respectivas
(acto, escena, agente, agencia, propósito o motivo) se
suma una sexta: fuentes de poder (es decir, ¿qué hace que
los actos sean posibles? ¿qué hace que las cosas sean como
son?). La pregunta natural es, ¿por qué agregar una sex-
ta interrogante? La respuesta directa es: para llevar la
“gramática de los motivos” a un cuerpo coherente de
teoría social.17 Un tema central en la literatura sobre el

16 Esto no significa que no haya otros grupos locales importantes, tales


como los grupos ecologistas, los sindicatos, y las universidades. La identifi-
cación y multiplicación de los actores sociales considerados, depende del
problema específico. De hecho, Holden (1964), en su diplomacia metropo-
litana, y Frederickson y Smith (2003), en su Conjunción Administrativa,
restringen la identificación de sus actores principales a los gobiernos muni-
cipales. En realidad, poco importa si la diplomacia es triangular (Strange y
Stopford 1991), pentagonal (Lawton 1996) o poligonal. Lo relevante es
considerar que las negociaciones de los actores sociales expresan y modifi-
can sus fuentes de poder. Estas últimas, a su vez, determinan los temas de la
agenda, el proceso y el resultado final de las negociaciones.
17 Se pueden agregar todas las preguntas que sean, pero por distintas
razones. Algunos, siguiendo la retórica de Aristóteles, agregan una sexta
pregunta relativa a la actitud o al marco. El marco de una situación se
refiere a la idea, ideología o intención implícita en la escena: puede ser una
visión del mundo, in patrón de comportamiento o una razón que legitima
la conducta de los actores. Un conjunto de marcos da el argumento de una
narrativa. Por ejemplo, los cuatro marcos de un argumento de “satanización”
o “villanización” son: (1) identificar al oponente, (2) exagerar el poder del
enemigo, (3) mostrar al oponente en situaciones completamente negativas,

183
sistema global (Strange 1988 y Strange y Stopford 1991,
principalmente) es el de las posibilidades de la acción
(fuentes de poder). La introducción de la sexta pregun-
ta, al llevar la “gramática de los motivos” al contexto del
poder, desplaza la discusión del cómo se comunican las
cosas al porqué ocurren los hechos. Por esta diferencia
entre comunicación y explicación, las primeras líneas de
esta sección muestran que las preguntas de Susan
Stranage son similares, no iguales a las del método Burke-
Aristóteles. En su Gramática de los motivos, Burke intuyó
la economía política, pero no fue su interés principal:

Según Aristóteles, Tales creía que “todas las cosas están


llenas de Dioses.” Para nuestros propósitos, esto podría
interpretarse como el reconocimiento del hecho de que
en todo hay un poder, o un motivo de algún tipo. (Burke
1945, 118).
• Las fuentes de Poder (¿Qué posibilidades tuvo?). En
los últimos veinte años, una parte importante de la bi-
bliografía sobre la economía política internacional abor-
da el estudio del poder en dos dimensiones simultáneas
(Strange 1988, 1991 y 1996, y Nye 2004): la dimensión
relacional18 (en el nivel de los actores sociales) y la dimen-
sión estructural (en el nivel de las fuentes de poder).
Robert Dhal proporciona la definición más breve y cono-
cida de la dimensión relacional: un actor social, A, tiene
poder relacional si hace que otro actor social, B, haga
algo que no hubiera hecho en otra circunstancia (Pfeffer
1981, in Shafritz and Ott 1987, 310). John W. Gardner
(1990, 55) proporciona una definición similar para el

y (4) mostrar que el oponente tiene motivos perversos o corruptos. General-


mente este proceso se acompaña de otro de “santificación” del “bueno” por
contrastan al “malo”.
18 Después de todo, el poder sólo es concebido en relación a otro (s).

184
poder relacional: es la capacidad de modificar
intencionalmente la conducta de otros. La dimensión
estructural es la que determina el resultado en la dimen-
sión relacional. La dimensión estructural también es co-
nocida como “bases” (French and Raven 1959, in Shafritz
and Ott 1987), “fuentes” (Strange 1988, Gardner 1990)
o “recursos” Nye 2004) de poder. Nye (2004) proporcio-
na la definición más clara de la dimensión estructural:
hay sólo dos tipos de poder estructural: duro (hard) y
blando (soft). Mientras el poder duro es la fuerza y la
economía, el poder blando se refiere a los valores, el co-
nocimiento de las reglas y cualquier cosa que busque
“atrapar la mente y el corazón de la gente.” Aunque to-
dos los tipos de poder duro y suave son interdependien-
tes, algunos ejemplos representativos son Stalin o Hitler
(poder duro-fuerza), Bill Gates (poder duro-economía)
y el Papa (poder blando-valores):

El soft power es la capacidad de hacer creer a la gente que


las ideas de uno son las mejores, que nuestros valores
son los adecuados. Es el poder de moldear las ideas de
la gente. Es más sutil que decir “si no me das tu dinero
te mato,” o “si no eres de esta manera te hago sufrir.” Es
sobre cómo comunicamos y qué comunicamos. Lo que
comunicamos son creencias y sistemas o preferencias de
valores. (Susan Strange, Entrevista personal 1997)
En resumen. Al combinar las seis preguntas anterio-
res se tiene que los agentes (actores) desarrollan accio-
nes (actos) en una situación (escena), utilizando ciertos
medios (agencia) para lograr sus fines (propósitos) posi-
bles (fuentes de poder) (Tabla 2 y Figura 2). Estos seis
elementos son parte de un sistema interdependiente go-
bernado por relaciones históricas y dialécticas. Históri-
cas, porque los actos del presente son consecuencia de
las acciones de ayer. Dialécticas, porque los actos de hoy
son resultado de la acción y reacción de los diversos agen-

185
tes con intereses convergentes y/o divergentes en un mo-
mento determinado.

Figura 1. Geometría de la Negociación Social (Nivel


Relacional).

186
Figura 2. Librero de tres niveles para el estudio de la
gobernanza.

187
Tabla 2. Categorías de la “gramática de los motivos” y
de la economía política de la gobernanza metropolitana.

• ¿Economía Política o “Gramática de la Acción Social”?


La “gramática de los motivos” de Burke, al agregarse un
término sobre las posibilidades de la acción, se transfor-
ma en economía política más que en una “gramática de
la acción social,”19 por dos razones:

(1) La introducción del tema del poder no sólo crea


un cambio cuantitativo (en el número de pregun-
tas) sino también cualitativo (en el enfoque del
análisis). La economía política reinterpreta las cin-
co preguntas de Burke-Aristóteles desde el ámbito
de las fuentes de poder. La economía política no
es la simple extensión de “la gramática de los mo-
tivos.” Al introducir el tema del poder en el siste-
ma global o en la gobernanza metropolitana, la
“gramática de los motivos” deja de ser “gramáti-
ca” porque sustituye el interés por la forma con la
explicación de las causas; abandona la retórica para

19 Esta es una expresión transitoria por motivos expositivos. Expresiones


equivalentes a la «Gramática de la acción social» serían la referida a la socie-
dad en general («Gramática de las prácticas sociales») o a un ámbito especí-
fico («Gramática del sistema global» o «Gramática de la ciudad»).

188
convertirse en Economía Política (metropolitana,
en el caso que nos ocupa).20
(2) La preocupación en la economía política es anali-
zar por qué ocurren las cosas; la preocupación en la
“gramática de los motivos” es la forma en que se
comunican los acontecimientos. Cuando el interés
es analizar por qué ocurren los hechos, en vez de
cómo se reportan en la noticia, se abandona el análi-
sis del discurso o de los medios para adentrarse en
el estudio de los determinantes de la realidad so-
cial y sus procesos de estructuración. Al buscar los
elementos determinantes de una retórica de los
acontecimientos (i.e., los reportes que se presen-
tan en los medios de comunicación) nos alejamos
de la “gramática de los motivos” para entrar al de
la economía política.

Las dos razones anteriores muestran cómo la “gramáti-


ca de los motivos” presta a la economía política sus cin-
co preguntas sin confundirse con ella. Teniendo esto
muy claro, es posible usar con toda libertad las pregun-
tas de la “gramática de los motivos” en la economía po-
lítica. Al particular debe tenerse presente que en la eco-
nomía política, una vez identificado el tema de interés,

20 Es oportuno mencionar que Economía Política en estas notas refiere dos


ideas principales: (1) La Economía Política no se restringe a la economía
(producción y finanzas) como fuente de poder (también están la fuerza y el
conocimiento, los valores, las ideas). Estas fuentes de poder remiten a las
causas e impiden que la Economía Política sea considerada una mera «Gra-
mática de la acción social,» «Gramática de las prácticas sociales» o «Gramá-
tica de la ciudad,» y (2) La economía política fusiona dos términos que
corresponden a distintos ámbitos analíticos: la economía, que corresponde
al nivel de las fuentes de poder (de las posibilidades de la acción), y la
política que se ubica en el nivel de los actores sociales (de la acción social).
Esta fusión de términos en la expresión «economía política» permite una
visión completa de la acción social y sus posibilidades, pero frecuentemente
lleva a que el lector poco cuidadoso mezcle indistintamente los efectos con
las causas (confusión de conceptos de la acción social con sus fuentes de
poder).

189
hay tres tareas principales: la identificación de los prin-
cipales actores, de sus relaciones más importantes y de
sus fuentes de poder. La identificación de los actores más
importantes filtra en el análisis la multiplicidad de he-
chos irrelevantes. La razón por la que deben identificar-
se las relaciones más importantes de los actores princi-
pales es la siguiente: un hombre o un actor social hace
muchas cosas y no todas ellas son congruentes o articu-
ladas entre sí. Por eso conviene seleccionar las relaciones
y los elementos que se consideren relevantes a la acción
que se busca analizar.
La economía política no permite la ambigüedad de
términos que ocurre en la “gramática de los motivos.”
Los actores son los únicos provistos (o carentes) de po-
der. Los casos donde un actor es sustituido por una es-
cena o un medio por un actor no son aceptables. Esto
no quiere decir que no haya análisis ingenuos o intencio-
nados que incurran en esta práctica.
Si queremos mostrar las distintas versiones de un mis-
mo hecho para ganar la voluntad de la audiencia, la gra-
mática de los motivos es la más apropiada. Si queremos
analizar los acontecimientos desde las fuerzas que les
dieron origen, la economía política es la indicada. La
segunda incluye a la primera y la descubre preguntan-
do: ¿Cuáles son los actores principales y cuáles sus rela-
ciones mas importantes?, ¿Qué posibilidades reales tie-
nen esos actores de influir en otros?

Nota final sobre la diplomacia triangular y los cuatro


enfoques administrativos o gerenciales de la gober-
nanza metropolitana

La gobernanza en las teorías administrativas o gerenciales


y en la economía política es tan diferente como el conte-
nido de la teoría de la formación del universo y de la
forma de los continentes. La teoría sobre el origen del

190
universo responde a la pregunta sobre el inicio del uni-
verso; no responde a cómo se formaron los continentes
o como tomaron forma. Esto último es materia de otra
teoría. La economía política de la gobernanza metropo-
litana, como las teorías de formación del universo, con-
sidera a la ciudad en un contexto amplio: ¿Porqué ocu-
rren las cosas? ¿Quién se beneficia o perjudica? Las teo-
rías administrativas y gerenciales de la gobernanza, como
las teorías sobre la formación de los continentes, apor-
tan algo diferente: ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo manejar el
carro? ¿Cómo administrar la ciudad? Lee el manual o
aprende las lecciones de otros que lo han hecho mejor
que tú. Son manuales de instrucciones para la “buena”
administración de la ciudad, sin preocuparse por en-
tenderla o explicarla. La economía política de la
gobernanza, aunque más amplia en enfoque, no es me-
jor que la visión correspondiente en las teorías adminis-
trativas y gerenciales porque responden distintas pregun-
tas. El reclamo de Denhardt y Denhardt (2003) de valo-
rar a la gente sobre la productividad o la invitación de
Frederickson (1999) de tomar a las áreas metropolitanas
como el mejor referente empírico para el desarrollo de
una teoría de la gobernanza basada en la conjunción
administrativa son importantes en el nivel de las prácti-
cas sociales. Estos enfoques, sin embargo, son de poca
utilidad para explicar las consecuencias o las razones del
ejercicio de poder en la sociedad. Este ejercicio, recorde-
mos, se realiza a través de instituciones y procesos que
representan la gobernanza en los enfoques administrati-
vos o gerenciales.

191
Tabla 3. Enfoques para el estudio de la gobernanza.

192
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194
ECONOMÍA, EMPLEO Y PRODUCTIVIDAD
EN LAS METRÓPOLIS DE MÉXICO

Edel Cadena Vargas,21 Guadalupe Hoyos Castillo22


y Juan Campos Alanís23

Resumen:
ste artículo analiza la evolución de la econo-

A mía, el empleo y la productividad de las 56


zonas metropolitanas de México, de 1989 a
2004. Concluye, a través del análisis estadísti-
co, que este tipo de ciudades siguen siendo un gran foco
de atracción para la población; pero sus actividades eco-
nómicas disminuyen gradualmente o se deterioran. Por
ello, de continuar esta tendencia al estancamiento, se
vislumbra, en el corto plazo, un futuro sombrío para las
metrópolis de este país.

Palabras clave: metrópolis, economía urbana, produc-


ción, empleo, productividad.

Abstract. This paper analyses the economy, employment,


and productivity of 56 metropolitan zones from Mexico.
Concludes that, through statistical analysis, this kind of
cities keep being a big attraction focus of population,

21 Facultad de Planeación Urbana y Regional de la Universidad Autónoma


del Estado de México. Miembro del cuerpo académico Estudios Territoriales y
Ambientales. ecadena@uaemex.mx
22 Facultad de Planeación Urbana y Regional de la Universidad Autónoma
del Estado de México. Miembro del cuerpo académico Estudios Territoriales y
Ambientales. cereza222@prodigy.net.mx
23 Facultad de Geografía de la Universidad Autónoma del Estado de Méxi-
co. Miembro del cuerpo académico Procesos Socio-Economicos y Espaciales.
juan_campos70@hotmail.com

195
but its economical activities decrease or damages
gradually. For that, if this tendency to stagnation
continues, in the short term will be a gloomy future to
the metropolis for this country.
Key words. Metropolis, urban economy, production,
employment, productivity.

Introducción

Un primer problema para el análisis del fenómeno me-


tropolitano en México es la falta de consenso —entre los
estudiosos del tema— acerca del número de metrópolis,
los criterios de integración, así como los municipios que
componen cada una de ellas.
No obstante, a pesar no estar enfocado al estudio de
las metrópolis, el gobierno mexicano ha logrado un
acuerdo acerca de los criterios para definir las zonas me-
tropolitanas de este país. Para ellos –la Secretaría de De-
sarrollo Social SEDESOL, el Consejo Nacional de Pobla-
ción CONAPO y el Instituto Nacional de Estadística Geo-
grafía e Informática INEGI– hay 56 zonas metropolita-
nas en México, compuestas por 345 municipios, defini-
dos a partir de la siguiente tipología: (SEDESOL y otros,
2007: 17-20)
1. Municipios centrales. Corresponden a los munici-
pios donde se localiza la ciudad principal que da origen
a la zona metropolitana. 24 (…)

24 Los características de estos municipios, según el gobierno mexicano, son:


«1a. Municipios que comparten una conurbación intermunicipal, definida ésta como
la unión física entre dos o más localidades censales de diferentes municipios y cuya
población, en conjunto, asciende a 50 mil o más habitantes. 1b. Municipios con
localidades de 50 mil o más habitantes, que muestran un alto grado de integración
física y funcional con municipios vecinos predominantemente urbanos. 1c. Munici-
pios con ciudades de un millón o más de habitantes. 1d. Municipios con ciudades que
forman parte de una zona metropolitana transfronteriza, con 250 mil o más habitan-
tes.». (SEDESOL y otros, 2007: 20)

196
2. Municipios exteriores definidos con base en crite-
rios estadísticos y geográficos. Son municipios contiguos
a los anteriores, cuyas localidades no están conurbadas
con la ciudad principal, pero que manifiestan un carác-
ter predominantemente urbano, al tiempo que mantie-
nen un alto grado de integración funcional con los mu-
nicipios centrales de la zona metropolitana.25 (…)
3. Municipios exteriores, definidos con base en crite-
rios de planeación y política urbana. Son municipios que
se encuentran reconocidos por los gobiernos, federal y
locales, como parte de una zona metropolitana, a través
de una serie de instrumentos que regulan su desarrollo
urbano y la ordenación de su territorio, independiente-
mente de su situación respecto de los criterios señalados
en el punto anterior.26
Por ello, el presente trabajo parte de la delimitación del
gobierno mexicano, a fin de analizar los procesos socioeco-
nómicos en las 56 zonas metropolitanas de México, du-
rante la época de las políticas de ajuste estructural 1989-
2005,27 utilizando una regionalización convencional, para
agruparlas en grandes zonas dentro del territorio nacional.

25 Las condiciones a cumplir, para el gobierno mexicano; son: «2a. Su


localidad principal está ubicada a no más de 10 kilómetros por carretera pavimentada
y de doble carril, de la localidad o conurbación que dio origen a la zona metropolitana
en cuestión. 2b. Al menos 15 por ciento de su población ocupada residente trabaja en
los municipios centrales de la zona metropolitana, o bien, 10 por ciento o más de la
población que trabaja en el municipio reside en los municipios centrales de esta
última. 2c. Tienen un porcentaje de población económicamente activa ocupada en
actividades industriales, comerciales y de servicios mayor o igual a 75 por ciento. 2d.
Tienen una densidad media urbana de por lo menos 20 habitantes por hectárea.».
(SEDESOL y otros, 2007: 22)
26 Para incorporar estos municipios, según el gobierno mexicano, se deben
cumplir las siguientes características: «3a. Estar incluidos en la declaratoria de
zona conurbada o zona metropolitana correspondiente. 3b. Estar considerados en el
programa de ordenación de zona conurbada o zona metropolitana respectivo. 3c. Estar
reconocidos en el Programa Nacional de Desarrollo Urbano y Ordenación del Terri-
torio vigente.» (SEDESOL y otros, 2007: 24)
27 A lo largo de este trabajo conservamos –a fin de evitar confusiones
respecto de las fuentes la notación de los censos económicos del INEGI a
pesar de que su fecha de levantamiento fue un año antes.

197
La información estadística utilizada en esta investigación se deriva de los
censos económicos y de población del INEGI, así como del Conteo de
Población de 2005. Se extractó lo concerniente a cada uno de los 345 muni-
cipios y se reagrupó por cada zona metropolitana. Las cifras relativas a
salarios y valor agregado fueron deflactadas a pesos de 2006, para su
comparabilidad.

Población

De 1990 a 2005, las 56 zonas metropolitanas pasaron de


tener 42 millones 554 mil 959 habitantes a 57 millones
878 mil 905; es decir, de ser 52.4% de la población na-
cional en 1990, hoy día al menos 56.0% de los mexica-
nos vive en este tipo de lugares.
Entre éstas metrópolis destacan 10 –Valle de México,
Guadalajara, Monterrey, Puebla-Tlaxcala, Toluca,
Tijuana, León, Juárez, La Laguna, y San Luis Potosí– ya
que ahí vive el 36.4% de la población nacional y el 64.9%
del total de los pobladores de las metrópolis. Significa lo
anterior que en tan sólo 167 mil 28 kilómetros cuadra-
dos habitan las dos terceras partes de la población me-
tropolitana, y poco más de la tercera parte de la pobla-
ción nacional.

198
No obstante, el crecimiento poblacional de las metró-
polis tiende a disminuir, ya que de 1990 a 1995 su incre-
mento promedio anual fue de 2.6%, de 1995 a 2000 dis-
minuyó a 1.9% anual, y de 2000 a 2005 a 1.5% anual. En
conjunto, de 1990 a 2005 las metrópolis de México cre-
cieron a un ritmo promedio anual de 2.1%.
Pero este crecimiento no ha sido homogéneo en to-
das las zonas metropolitanas, sino que hay metrópolis
ganadoras y perdedoras en este proceso de concentra-
ción de la población.
En efecto, las zonas metropolitanas del Valle de Mé-
xico, Poza Rica y Minatitlán han disminuido su impor-
tancia relativa respecto del total nacional en -0.5 puntos
porcentuales la primera, y -0,1 puntos porcentuales las
dos últimas. En cambio, las metrópolis ganadoras han
sido Guadalajara, Toluca, Juárez, Cancún, Monterrey y
Tijuana, que han incrementado su peso relativo de 0.3 a
0.5 puntos porcentuales respecto del conjunto del país.
Cabe destacar, entre aquellas que han sido más dinámi-
cas en su crecimiento, el caso de Tijuana, que ha dupli-
cado su población en tan solo 15 años, y Cancún que la
ha triplicado en el mismo lapso.
Por otra parte, 26 metrópolis conservaron su importan-
cia nacional, y fueron: La Piedad-Pénjamo, Acapulco,
Monclova-Frontera, Guaymas, Rioverde-Ciudad Fernández,
Coatzacoalcos, Tampico, Orizaba, Moroleón-Uriangato,
Tecomán, Acayucan, Córdoba, Tehuantepec, La Laguna,
Zamora-Jacona, Ocotlán, Tula, San Francisco del Rincón,
Tulancingo, Zacatecas-Guadalupe, Piedras Negras, Colima-
Villa de Álvarez, Cuautla, Tepic, Veracruz y Xalapa.
Sin embargo, visto por regiones, la población tiende a
concentrarse más en las metrópolis de la Región Centro,
en tanto que su peso respecto del total nacional aumen-
tó 1.9 puntos porcentuales; la Región Norte Noroeste,
por su parte, incrementó 1.4 puntos; la Región Occi-
dente Centro Norte 0.4 puntos; y la Región Sur Sureste
perdió -0.1 puntos porcentuales.

199
En relación con el total de la población que habita en las
metrópolis, las zonas que aumentaron su importancia
relativa son, en orden descendente, Tijuana, Cancún,
Juárez, Toluca y Querétaro, que han incrementado su
población entre 0.8 y 0.3 puntos porcentuales en el lap-
so de 1990 a 2005.
Por el contrario, las metrópolis que han disminuido
su peso relativo en el conjunto metropolitano son:
Moroleón-Uriangato, Córdoba, Rioverde-Ciudad Fernán-
dez, Coatzacoalcos, Orizaba, Guaymas, Monclova-Fron-
tera, La Piedad-Pénjamo, Tampico, La Laguna,
Minatitlán, Acapulco, Poza Rica y Valle de México. Es
importante destacar que ésta última ha disminuido su
importancia relativa en 3.3 puntos porcentuales, siendo
un caso único, ya que el resto de las zonas perdedoras
solo han descendido su importancia entre -0.1 y -0.2
puntos porcentuales.

Establecimientos

De 1989 a 2004, el número de unidades económicas en


las metrópolis aumentó de 841 mil 411 a 1 millón 747
mil 276 establecimientos, lo que supone un crecimiento
promedio anual del 5.0%.
A pesar de este crecimiento inusitado, el número de
unidades económicas metropolitanas respecto del total
nacional disminuyó de 64.2% a 61.7%. Este descenso se

200
explica por sólo 13 metrópolis, que son: Valle de Méxi-
co, Monterrey, Veracruz, Poza Rica, Guadalajara,
Tampico, Mexicali, Mérida, Orizaba, La Laguna,
Guaymas, San Luis Potosí -Soledad de G.S. Entre éstas,
resalta sobremanera el caso del Valle de México, metró-
poli que perdió 3.9 puntos porcentuales en su impor-
tancia nacional de unidades económicas.
A la par de este proceso de incremento inusitado del
número de establecimientos en las metrópolis de Méxi-
co, también se observa la tendencia a la concentración,
ya que en tan sólo 10 metrópolis se agrupa más del 40%
de los establecimientos de todo el país. Estas metrópolis
son: Valle de México, Guadalajara, Monterrey, Puebla-
Tlaxcala, Toluca, León, Tijuana, Cuernavaca, Mérida y
San Luis Potosí -Soledad de G.S. Incluso. Tan sólo en la
primera, el Valle de México, se encuentran 2 de cada 10
establecimientos respecto del total nacional.
Las metrópolis ganadoras en importancia nacional de
establecimientos fueron: Toluca, con 0.6 puntos porcen-
tuales, así como León, Morelia, Tijuana, Cuernavaca y
Cancún, con 0.2 puntos porcentuales.
Sin embargo, visto por regiones, la única región que
ganó en importancia nacional fue la Occidente Centro
Norte, mientras que el resto de las regiones disminuyó
su peso relativo, siendo la región Centro la que más per-
dió importancia nacional.

De igual forma, tomando como universo el total de uni-


dades económicas en las zonas metropolitanas, se obser-

201
va que en sólo ocho metrópolis se concentra más del
60% del total de los establecimientos metropolitanos, y
son: Valle de México, Guadalajara, Monterrey, Puebla-
Tlaxcala, Toluca, León, Tijuana y Cuernavaca.
A la par de ello, hay zonas ganadoras y perdedoras en
importancia respecto del total de las metrópolis. Sólo 9
de ellas: Valle de México, Poza Rica, Veracruz, Tampico
Mexicali, Monterrey, Mérida, Guaymas y Orizaba† dis-
minuyeron su importancia relativa y 47 la aumentaron.
Destaca la pérdida de importancia del Valle de México,
zona que ha disminuido -4.7 puntos porcentuales.
Por regiones, la Centro es la única que ha perdido
importancia, -2.0 puntos porcentuales, mientras que la
Occidente Centro Norte es la de mayor dinamismo, den-
tro del total de las zonas metropolitanas, al aumentar 1.5
puntos porcentuales; la Norte Noroeste y Sur Sureste
ganarón marginalmente 0.3 puntos porcentuales.

Visto por sectores, en el total de las zonas metropolita-


nas, la proporción de establecimientos del sector manu-
facturero, el comercio y los servicios, se mantuvo —con
ligeras variaciones— a lo largo de esos quince años. No
obstante, analizados por zona metropolitana el panora-
ma es muy diferente.
De las 56 zonas metropolitanas, 17 de ellas –las ma-
yores– disminuyeron su proporción de unidades econó-
micas de tipo manufacturero, respecto de los servicios y
y el comercio, y son: Juárez, Río Verde-Ciudad Fernán-

202
dez, Tepic, Chihuahua, La Laguna, León, Monterrey,
Tijuana, San Luis Potosí -Soledad de G.S., Aguascalien-
tes, Puebla-Tlaxcala, Valle de México, Matamoros,
Mexicali, Zacatecas-Guadalupe, Saltillo y Morelia. Las res-
tantes aumentaron la proporción de sus establecimien-
tos manufactureros, siendo el caso de Moroleón el más
llamativo, ya que aumentó en 6 puntos porcentuales la
participación relativa de este tipo de unidades.
Por regiones, la Occidente-Centro Norte y la Sur Su-
reste son las que han aumentado el peso de sus manu-
facturas, en 0.4 y 1.5 puntos porcentuales, mientras que
la Centro y la Norte-Noroeste la han disminuido en -0.2
y -0.7 puntos porcentuales.

Producción

Para el año 1989, en las metrópolis de México se genera-


ba alrededor de las cuatro quintas partes de la produc-
ción nacional. No obstante, su importancia tiende a dis-
minuir de manera acelerada conforme avanzan las polí-
ticas de ajuste estructural.
Efectivamente, de 1989 a 2004, el valor agregado cen-
sal bruto en las metrópolis disminuyó -5.3 puntos por-
centuales respecto del total nacional. Dentro de este pro-
ceso, 16 zonas disminuyeron su importancia nacional,
entre -7.8 y -0.1 puntos porcentuales, 19 la conservaron,
y 21 metrópolis la aumentaron entre 0.1 y 1.0 punto por-
centual.

203
Las zonas que disminuyeron su importancia nacional
en valor agregado censal bruto, respecto del total nacional,
son: Valle de México, Saltillo, Cuernavaca, Monclova-Fron-
tera, Monterrey, Guadalajara, Coatzacoalcos, Tampico,
Acapulco, Poza Rica, Minatitlán, Veracruz, Orizaba, San
Luis Potosí -Soledad de G.S., Guaymas y Zamora-Jacona.
Resalta el caso del Valle de México, zona metropolitana que
disminuyó su importancia -7.8 puntos, mientras que el resto
de las zonas perdedoras sólo descendieron de -0.3 a -0.1
puntos porcentuales.
Por regiones, llama poderosamente la atención que es
la Zona Centro es la única que descendió, con -7.3 pun-
tos porcentuales, mientras que la Sur Sureste permane-
ció igual, la Norte Noroeste crece 0.2 puntos porcentua-
les y la Occidente Centro Norte aumentó 1.8 puntos.
Significa lo anterior que el valor de lo producido en las
metrópolis del centro del país es lo que explica esta pér-
dida de importancia.

Analizado el total de valor agregado censal bruto metro-


politano como universo, destaca que sólo en 13 zonas,
en 1989, se producía 80.9% del total, y son, en orden
descendente: Valle de México, Monterrey, Guadalajara,
Saltillo, Puebla-Tlaxcala, Cuernavaca, Toluca, Juárez, San
Luis Potosí -Soledad de G.S., Chihuahua, Tijuana, Que-
rétaro y León. Tan sólo el Valle de México, en ese año,
producía 43.5% del total. Es decir, dos de cada cinco
pesos de valor agregado se generaba, en 1989, en una
sola metrópoli.

204
No obstante, quince años después, el panorama se mo-
dificó sustancialmente, ya que 13 zonas disminuyeron
su importancia entre -0.1 y -7.0 puntos porcentuales, 14
la conservaron y 29 la aumentaron entre 0.1 y 1.4 puntos
porcentuales.
Las metrópolis que disminuyeron su importancia en
el valor agregado censal bruto son, en orden descenden-
te: Valle de México, Saltillo, Cuernavaca, Monclova-Fron-
tera, Coatzacoalcos, Acapulco, Tampico, Poza Rica,
Minatitlán, Veracruz, Orizaba, Guaymas y Zamora-
Jacona. Resalta el caso del Valle de México que se abatió
en -7.0 puntos, mientras que León aumentó su impor-
tancia en 1.4 puntos porcentuales.

A la par de esta pérdida de importancia, la estructura de


la producción ha cambiado sustancialmente en las zo-
nas metropolitanas en los quince años de análisis, ya que
el sector manufacturas descendió de manera notable, -
16.5 puntos porcentuales, mientras que los sectores de
servicios y comercio aumentaron.
Por zonas, en 33 se presentó esta disminución, entre -
1.7 y -55.7 puntos porcentuales, y en 23 metrópolis au-
mentó entre 0.4 y 43.6 puntos porcentuales.
Las metrópolis cuyo descenso en el valor de las ma-
nufacturas es mayor que el promedio metropolitano son,
en orden descendente: Poza Rica, Acayucan, Valle de Mé-
xico, Córdoba, Oaxaca, Querétaro, Monclova-Frontera,
Tehuacán, Monterrey y San Luis Potosí -Soledad de G.S.
Las que, por el contrario, aumentaron la proporción del

205
valor agregado manufacturero son, en orden ascenden-
te: Colima-Villa de Álvarez, San Francisco del Rincón,
Tula, Matamoros, Xalapa, La Laguna, Tehuantepec,
Pachuca, Moroleón, Aguascalientes, Nuevo Laredo,
Acapulco, Tijuana, Guaymas, Juárez, Reynosa, Piedras
Negras, Zacatecas-Guadalupe, León, Cuautla, Mexicali,
Villahermosa y Tecomán.
Analizado por regiones, en todas ellas descendió la
importancia del valor agregado censal bruto manufac-
turero, pero es la región Centro donde se abatió casi la
cuarta parte, -24.8 puntos porcentuales, mientras que
en la Norte Noroeste es -10.6 puntos, la Occidente Cen-
tro Norte -6.0 puntos y la Sur Sureste -5.3 puntos por-
centuales.

El empleo y las remuneraciones

El número de empleados promedio en las zonas metro-


politanas ha crecido de 5 millones 11 mil, en el año 1989,
a 9 millones 593 mil en 2004. Este aumento supone un
crecimiento promedio anual de 4.4%, cifra 2.1 puntos
porcentuales por arriba del incremento poblacional en
estos mismos lugares. Visto por zona metropolitana, es
de destacar que el empleo en todas ellas, excepto Tepic,
Monclova-Frontera, Orizaba y Apizaco-Tlaxcala, creció
por encima de su población.
No obstante su crecimiento neto, la importancia na-
cional del empleo metropolitano tendió a disminuir, toda

206
vez que en 1989 representaba 75.9% del total del país, y
para 2004 descendió -3.1 puntos porcentuales, para ubi-
carse en 72.8%.
La casi totalidad de este descenso se explica por la
Región Centro, que perdió -4.8 puntos porcentuales res-
pecto del total nacional, mientras que la Sur Sureste tuvo
una baja de -0.1 puntos. Las demás aumentaron su im-
portancia, destacándose la región Occidente Centro Norte
que incrementó su peso proporcional en 1.4 puntos por-
centuales, y la Norte Noroeste 0.4 puntos.

Tomando como universo las zonas metropolitanas, des-


taca el hecho de que la proporción de empleados tendió
a disminuir en 11 zonas, en 13 se mantuvo estable, y en
32 tendió a aumentar su importancia. Destaca el caso
del Valle de México, metrópoli que disminuyó su peso
relativo en -6.4 puntos porcentuales, mientras que Que-
rétaro, Cancún, Toluca, León, Guadalajara y Tijuana
aumentaron su importancia metropolitana entre 0.4 y
1.1 puntos porcentuales.
Analizado el empleo metropolitano por regiones, la
Centro perdió -4.5 puntos porcentuales respecto del to-
tal de las zonas metropolitanas, mientras que región Oc-
cidente Centro Norte creció 2.6 puntos porcentuales, la
Norte Noroeste 1.6 puntos y la Sur Sureste 0.3 puntos
porcentuales.

207
En relación con la estructura de la ocupación, destaca
que el empleo metropolitano tendió a terciarizarse, ya
que el sector manufacturero disminuyó casi 10 puntos
porcentuales, mismos que fueron trasladados al sector
servicios y comercio. No obstante, analizado por zonas
resalta el hecho de que en 43 zonas disminuyó el peso
del empleo manufacturero, y en 13 aumentó.
Los casos más dramáticos de este proceso de terciari-
zación son los de las zonas metropolitanas de Minatitlán,
Monclova-Frontera, Tehuantepec, Toluca y Orizaba,
donde el peso relativo de los empleos manufactureros
descendió entre 20 y 33 puntos porcentuales respecto
del total de empleados. En contraparte, resaltan los ca-
sos de Mexicali, Tijuana y Guaymas, metrópolis que han
aumentado la proporción de empleo manufacturero en-
tre 8 y 19 puntos porcentuales.
Por regiones, el proceso más acelerado de terciariza-
ción estuvo en la Centro, ya que disminuyó su empleo
manufacturero en -15 puntos porcentuales, seguido por
la Sur Sureste, con -10.3 puntos porcentuales, la Occi-
dente Centro Norte -7.6 puntos y la Norte Noroeste con
-2.7 puntos porcentuales.

208
Por otra parte, las remuneraciones globales de las zonas
metropolitanas pasaron de 299 mil millones de pesos en
1989 a 543 mil millones en 2004. A pesar de este creci-
miento notable, estas remuneraciones globales de las me-
trópolis disminuyeron respecto del total nacional -4.6
puntos porcentuales. Este descenso drástico se explica
básicamente por el caso del Valle de México, zona que
descendió -6.7 puntos porcentuales. Por regiones, la Cen-
tro y Sur Sureste disminuyeron su importancia nacional,
no así las regiones Norte Noroeste y Occidente Centro
Norte, que sí aumentaron su peso relativo en las remu-
neraciones globales.

Aunado a ello, la estructura de las remuneraciones globales


mostró una disparidad notable respecto del tipo de em-
pleo en las zonas metropolitanas, ya que la mayor parte de
ellas son del sector manufacturero, a pesar de que el em-
pleo en este sector es minoritario. Aunado a ello, tendieron
a disminuir de manera dramática, ya que los sueldos tota-
les en las manufacturas disminuyeron -12.6 puntos por-
centuales respecto del total de remuneraciones de las zo-
nas metropolitanas, siendo la región Centro la más afecta-
da en esta pérdida de importancia, ya que disminuyó -20.6
puntos porcentuales, mientras que en la región Sur Sures-
te la caída fue menos drástica, -11.9 puntos. En la Norte
Noroeste el desplome fue de -2.9 puntos y en la Occidente
Centro Norte se redujo -8.6 puntos porcentuales.

209
En relación a las remuneraciones promedio por cada
empleado metropolitano, resalta el hecho que han dis-
minuido de manera constante en los quince años del
análisis, pero de manera más acelerada que el promedio
por empleado, en el nivel nacional. Mientras que en el
conjunto nacional disminuyó -172 pesos, en las zonas
metropolitanas el salario perdió -254 pesos de cada em-
pleado.
No obstante, visto por zona, hay lugares donde el pro-
medio salarial ha aumentado, y metrópolis donde ha
descendido de manera dramática.
En efecto, en 24 zonas metropolitanas el salario pro-
medio real ha subido entre 63 y 1 mil 610 pesos mensua-
les, mientras que en el resto ha bajado entre -53 y -4 mil
354 pesos mensuales. Destaca el hecho de que en
Monclova-Frontera, Minatitlán, Orizaba, Cancún, Cuer-
navaca, Toluca, Tula, Acapulco y Xalapa, la disminución
fluctuó entre 900 y más de 4 mil pesos mensuales.
Analizado por regiones, los que más perdieron fueron
los trabajadores de las zonas metropolitanas de la Re-
gión Sur Sureste, que en promedio disminuyeron sus
percepciones mensuales en -771 pesos, mientras que en
la región Centro disminuyeron -346 pesos y en la Occi-
dente Centro Norte -130 pesos mensuales. No obstante,
la única región que aumentó sus salarios mensuales pro-
medio fue la Norte Noroeste, cuyos empleados ganaron,
quince años después, 203 pesos mensuales más.

210
Otro proceso que destaca en las zonas metropolitanas es
el de la pulverización de las unidades económicas, ya
que, conforme avanza la política neoliberal, se reduce de
manera constante el número de empleados por cada uno
de los establecimientos.
Efectivamente, en el nivel nacional el total de emplea-
dos por establecimiento se redujo de 5.0 a 4.6, y en las
zonas metropolitanas pasó de 6.0 a 5.5 trabajadores. No
obstante, este descenso ha sido diferencial, y, en todo
caso, a costa de las manufacturas, ya que el sector indus-
trial metropolitano ha reducido -7.4 empleados por cada
uno de sus establecimientos.
Visto por zona, en sólo 13 zonas el sector manufactu-
rero aumentó su promedio de empleados, mientras que
en el resto se redujo dicho promedio.
Hay reducciones dramáticas, como es el caso de las
zonas de Monclova-Frontera, Minatitlán, Coatzacoalcos,
Tula, Matamoros, Toluca, Querétaro, Veracruz, Orizaba,
Cuernavaca, Nuevo Laredo, Valle de México,
Villahermosa y Zamora-Jacona, que redujeron entre -10.4
y -49.2 su número de empleados por establecimiento
manufacturero.
En contraste, en las zonas de La Laguna, Guaymas,
Reynosa, Mexicali y Tijuana, aumentaron su promedio
de empleados manufactureros entre 8.8 y 20.3 trabaja-
dores a los ya existentes.
Por región, la que más perdió empleos manufacture-
ros es la Centro, que descendió su promedio en -10.4
trabajadores por unidad económica, la Sur Sureste en -
7.8, la Occidente Centro Norte en -3.0 y la Norte No-

211
roeste mostró una disminución marginal de -0.5 em-
pleados por establecimiento.

Productividad

Contrario a sus propias predicciones, la economía de


mercado abatió de manera consistente la productividad,
y con ello redujo las posibilidades de insertar a México
en un esquema de competencia internacional.
Efectivamente, analizado el total de las unidades eco-
nómicas, resalta que el valor agregado por cada estable-
cimiento se redujo -23.8% en el nivel nacional, mientras
que en las metrópolis descendió -25.6%. Es decir, el aba-
timiento de la productividad fue mucho mayor en las
grandes ciudades que en el resto del país.
Visto por zona, en sólo 13 zonas metropolitanas aumentó
la productividad por establecimiento –entre 1.4 y 148.8%–
y son: Zacatecas-Guadalupe, Cuautla, Juárez, Reynosa,
Mexicali, La Laguna, Piedras Negras, Aguascalientes,
Tehuacán, León, Morelia, Villahermosa y Tecomán. En
cambio, las zonas restantes disminuyeron su productivi-
dad por establecimiento entre -3.0 y -70.1%, de 1989 a 2004.
Por regiones, en todas ellas la productividad por esta-
blecimiento disminuyó. No obstante, la región Centro
abatió su productividad en -30.5%, la Sur Sureste en
22.2%, la Norte Noroeste en -20.8%, y la Occidente Cen-
tro Norte en -14.0%.
Sin embargo, este descenso –de por sí drástico– ha sido
a costa de las manufacturas, ya que es este sector el que

212
se ha ido desmantelando, conforme avanza la economía
de mercado.
En efecto, tanto en el nivel nacional como en el con-
junto de las zonas metropolitanas, el valor agregado cen-
sal bruto por establecimiento se redujo casi a la mitad,
alrededor de -46%. Sólo en 13 zonas aumentó dicho va-
lor, en porcentajes que oscilan entre 18.0% y 369.4%,
mientras que en el resto 43 zonas† decreció entre -0.4%
y 96.4%.
Las zonas más afectadas en este proceso de desindus-
trialización son: Poza Rica, Acayucan, Oaxaca, Cuerna-
vaca, Monclova-Frontera, Puerto Vallarta, Minatitlán,
Coatzacoalcos, Tuxtla Gutiérrez, Cancún, Zamora-
Jacona, Saltillo, Valle de México y Córdoba. Por el con-
trario, las zonas que aumentaron su productividad ma-
nufacturera son, en orden ascendente, Morelia, Cuautla,
Tijuana, Reynosa, La Laguna, Piedras Negras, Juárez,
Aguascalientes, Mexicali, León, Zacatecas-Guadalupe,
Villahermosa y Tecomán.
Por regiones, la Centro ha disminuido su productivi-
dad manufacturera -58.1%, la Sur Sureste -40.5%, la
Norte Noroeste en -27.9%, y Occidente Centro Norte -
25.8%.

Como era de esperarse, la productividad por empleado


medida a través del valor agregado censal bruto†tendió
a abatirse conforme avanzaron las políticas neoliberales,
ya que en el nivel nacional se redujo -17.4%, mientras
que en las metrópolis fue de -19.3%.

213
De las 56 metrópolis que conforman el sistema de
grandes ciudades de México, en sólo 13 se aumentó la
productividad por empleado y en 43 disminuyó. Las
metrópolis que han disminuido más su productividad
por empleado, entre -30% y -62%, son: Cuernavaca, Sal-
tillo, Poza Rica, Monclova-Frontera, Ocotlán, Acapulco,
Guaymas, Acayucan, La Pîedad-Pénjamo, Puerto Vallarta,
Moroleón, San Francisco del Rincón, Oaxaca, Zamora-
Jacona y Tepic.
Por el contrario, las zonas metropolitanas que han au-
mentado su productividad por empleado, entre 1.6 y
146%, son, en orden ascendente: Tehuacán, Mexicali,
Tehuantepec, Nuevo Laredo, Puebla-Tlaxcala, La Lagu-
na, Piedras Negras, Juárez, Aguascalientes, León, Morelia,
Villahermosa y Tecomán.
Por regiones, destaca que la Centro es la que más ha
disminuido su productividad por empleado en estos
quince años, ya que descendió -20.4%, seguida por la
Norte Noroeste con -18.0%, la Sur Sureste con -16.4% y
la Occidente Centro Norte con -13.0%
No obstante, todo este proceso de reducción drástica
de la productividad por empleado ha sido a costa de las
empresas manufactureras, que son las que mayor valor
agregado producen respecto de los otros sectores de la
economía.
En efecto, en 32 zonas de 56, el valor agregado censal
bruto por empleado manufacturero ha disminuido en-
tre -2.8% y -94.3%, y que, en orden descendente son:
Poza Rica, Acayucan, Oaxaca, Puerto Vallarta, Saltillo,
La Pîedad-Pénjamo, Ocotlán, Guaymas, Córdoba, Río
Verde-Ciudad Fernández, Tuxtla Gutiérrez, Cuernava-
ca, Valle de México, San Francisco del Rincón, Monclova-
Frontera, Cancún, San Luis Potosí-Soledad de G.S.,
Tulancingo, Mérida, Moroleón, Tampico, Guadalajara,
Monterrey, Zamora-Jacona, Tehuacán, Chihuahua,
Tijuana, Querétaro, Tepic, Apizaco-Tlaxcala y Pachuca.
Destacan, entre ellas, el caso de Poza Rica, Acayucan y

214
Oaxaca, donde prácticamente desapareció el sector ma-
nufacturero.
Por el contrario, las zonas que aumentaron su pro-
ductividad por empleado manufacturero, entre 1.0% y
709%, en orden ascendente, son: Toluca, Reynosa, Tula,
La Laguna, Coatzacoalcos, Colima-Villa de Álvarez, Ma-
tamoros, Nuevo Laredo, Cuautla, Mexicali, Puebla-
Tlaxcala, Veracruz, Acapulco, Piedras Negras, Xalapa,
Juárez, Orizaba, Minatitlán, Tehuantepec, Aguascalien-
tes, Morelia, Zacatecas-Guadalupe, León, Tecomán y
Villahermosa. Destaca, entre ellas, los casos de León,
Tecomán y Villahermosa, que incrementaron su produc-
tividad una, cinco y siete veces, respectivamente.

Conclusiones

Es lugar común, en países como México, afirmar que


hay un proceso de concentración de población y activi-
dades en las metrópolis, acompañado de una tendencia
a la terciarización de su economía.
Tienen parcialmente la razón quienes así lo piensan
para el caso de México, porque, en efecto, la población
ha tenido a concentrarse de manera consistente en las
metrópolis, pero no de manera paralela con las activida-
des económicas. Es decir, hay una paradoja irresoluble
en el desarrollo de las metrópolis en México: la población
tendió a trasladarse a las metrópolis, pero las actividades
económicas languidecieron en este tipo de lugares.

215
De ahí que el conjunto de las actividades económicas
tiendan a perder importancia en el total de las metrópo-
lis, pero de manera más notoria en las de la región Cen-
tro y Sur Sureste, y en particular, el Valle de México.
Es más, lo que se deduce del análisis precedente, es
que está en ciernes un proceso de relocalización de las
actividades económicas en municipios no metropolita-
nos, toda vez que hay una descenso constante en la pro-
porción de establecimientos y empleados, así como del
valor del producción y productividad de las metrópolis
de este país.
Probablemente, esto tiene que ver con la emergencia
de nuevas regiones donde hay condiciones más favora-
bles para la inversión, la dinámica propia de algunas zo-
nas, y, sobre todo, con las políticas de ajuste estructural
que se aplican en México desde 1983, que básicamente
están orientadas a la reducción del empleo y el deterioro
de las condiciones laborales de quienes sí lo tienen.
A la par de ello, es posible inferir un proceso, gradual
pero consistente, de descentralización de las actividades
económicas, donde el Valle de México, y en general las
metrópolis de la Región Centro y las de mayor tamaño,
dejan de tener el peso específico que por muchos años
habían tenido.
Incluso, no es improbable suponer que la terciariza-
ción creciente de la estructura económica de las metró-
polis y del país en general†genera otra aporía insoluble
y riesgosa: como sociedad, estamos sustituyendo empre-
sas y empleos de mejor calidad, los manufactureros,por
trabajos precarios en el sector terciario.
Porque, si de algo hay certeza, es que el trabajo en el
sector comercial y de servicios es con salarios ínfimos,
sin seguridad social o laboral, carente de servicio médi-
co, temporal, y donde, para colmo, las organizaciones
sindicales están prácticamente ausentes.
De igual forma, del análisis anterior es posible com-
probar que los ajustes estructurales en México, y por ende

216
en sus metrópolis, no han generado mayor productivi-
dad y, con ello, la competitividad se ha abatido.
Por el contrario, conforme avanzan las políticas
neoliberales en las metrópolis, y en el conjunto nacio-
nal, el valor agregado que se produce por cada persona
o establecimiento disminuye aceleradamente, en un con-
texto donde las economías de otras latitudes lo aumentan.
Y cómo no va a ser así, si hay una ínfima inversión en
ciencia y tecnología, la industria se pulveriza o desapa-
rece, el costo de los insumos aumenta desproporcional-
mente, los empleos son cada día más escasos, los esta-
blecimientos reducen día a día su número de trabajado-
res, los salarios pierden el poder adquisitivo acelerada-
mente, y la riqueza se concentra brutalmente.
Por ello, el futuro de las metrópolis es sombrío y des-
alentador. Mientras sigamos con el mismo modelo de
desarrollo para nuestras ciudades, éstas tendrán cada vez
más habitantes, pero habrá menos empleos y, los que
subsistan, serán de ínfima calidad. Nos convertiremos, a
este paso, en un país de vendedores y no de productores.

BIBLIOGRAFÍA
Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática INEGI, 1989:
Censos económicos 1989, México INEGI www.inegi.gob.mx.
Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática INEGI, 1994:
Censos económicos 1994, México INEGI www.inegi.gob.mx.
Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática INEGI, 1999:
Censos económicos 1999, México INEGI www.inegi.gob.mx.
Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática INEGI, 2004:
Censos económicos 2004, México INEGI www.inegi.gob.mx.
Secretaría de Desarrollo Social SEDESOL, Consejo Nacional de Población
CONAPO e Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática
INEGI, 2007: Delimitación de las zonas metropolitanas de México 2007, Mé-
xico: SEDESOL, CONAPO e INEGI.

217
218
VISIÓN SOCIAL DEL URBANISMO:
DE LA TEORIA A LA PRÁCTICA

Alfredo Palacios Barra28

Resumen
ste trabajo trata sobre el interés de los asuntos

E sociales de la academia en relación con el te-


rritorio, las ciudades y los intentos de desa-
rrollo urbano implementados en Chile. Inte-
resa analizar la cambiante relación entre las ciencias so-
ciales, de acuerdo con la visión académica y la planifica-
ción de la administración y el gobierno nacional y local,
la que al plantear los proyectos y programas públicos de
desarrollo de la ciudad, genera tanto conflictos como un
necesario y contradictorio proceso de urbanización.
Este proceso ha pasado por varias etapas y su
evolución contrasta distintos espacios temporales y te-
rritoriales. En este artículo se identifica una renovación
de esos esfuerzos, a partir del Programa Bicentenario,
en que el estado chileno plantea celebrar los 200 años de
independencia con una renovada imagen urbana que dé
muestra del «nuevo rostro» que pretende proyectar el país.

Palabras claves:

Ciencias sociales, desarrollo urbano, planificación y ad-


ministración territorial, bicentenario, renovación urbana

28 Académico de la Facultad de Arquitectura, Construcción y Diseño, de la


Universidad del Bio Bio, doctorado en Ciencias Ambientales, para la Uni-
versidad de Concepción. E-mail: apalacio@ubiobio.cl

219
Abstract

This article deals with the interest of the Academia on


social matters in relation with territory and cities; and
urban development initiatives implemented in Chile. It
analyses the changing relationship between social
sciences according to an academic vision and the planning
policies generated by local and national authorities that
propose public projects and programmes for the develo-
pment of the city, generating conflicts as well as a
necessary and contradictory process of urbanisation.
This process, has gone through various stages and its
evolution combines different temporal and territorial spaces.
In this article, it is possible to identify a renovation of these
efforts since the Bicentenary Programme, by which the State
of Chile plans to celebrate its 200 Anniversary of Indepen-
dence with a renovated urban image that reflects the “new
face” that the country wants to project.

Keywords:

Social sciences, urban development, territorial planning


and administration, bicentenary, urban renovation.

Introducción

Es evidente que en los últimos años del siglo recién pa-


sado, en Latinoamérica se distanció la brecha entre los
intereses académicos de las ciencias sociales con las ins-
tituciones de gobierno, en un lapso que incidió fuerte y
negativamente en la definición de cualquier gran pro-
yecto socio-territorial. Las ciencias sociales, al resentir-
se, entraron en una fase de confrontación y renovación
academicista, alejándose de los temas y las dinámicas del
cambio social que la doctrina neoliberal planteaba ya con

220
fuerza. Sólo recientemente en los inicios de este milenio,
renovados aires revelan los atisbos de ir saliendo de esa
situación y proyectándose un visionario debate político
que incide en las nuevas visiones urbanas que demues-
tran lo apremiante que resulta orientar y apoyar com-
prensivamente la progresión de los asuntos urbanos y
territoriales bajo la impronta de la sustentabilidad.
En los últimos años, la planificación de las ciudades
ha provocado un inusitado interés entre la ciudadanía,
la que durante largo tiempo languideció como un asun-
to técnico que poco parecía incidir, o que era impermea-
ble a la vida urbana cotidiana. La planificación, se “esti-
raba” entre la obligatoriedad, el tedio y la pesadez buro-
cráticos, mientras que los nuevos tiempos la muestran
como centro de interés de la imaginación política y ciu-
dadana, e incluso, noticiosa. Las amplias polémicas am-
bientales y urbanas alrededor de la estrategia de expan-
sión propuesta en los distintos programas e instrumen-
tos de planificación urbana, coinciden con cierto rena-
cimiento de la ciudad alrededor de proyectos emblemáti-
cos en el manejo del espacio y las construcciones públicas.
En Chile, particularmente la planificación se ha vuel-
to un asunto significativo y vital en la vida de la ciudad,
lo que se reproduce de una manera u otra en casi todos
las áreas metropolitanas y municipios de cierto tamaño,
incluído el Gran Concepción, tercera área metropolita-
na en población del país, del que visualizaremos algunos
de los cambios que la ciudad ha ido experimentado a
partir de las nuevas políticas y proyectos.

Los asuntos sociales en la visiòn acadèmica

En este escrito se analiza la cambiante relación entre las


ciencias sociales y la planificación urbana, que más allá
de cualquier acomodamiento técnico-burocrático, trata
de la compleja relación entre el conocimiento sistemáti-

221
co sobre el cuerpo social urbanizado y las fuerzas que lo
ordenan, entre la producción académica del conocimien-
to y la producción social del espacio, entre las institucio-
nes académicas y las del Estado local, entre el conoci-
miento y el poder, en fin, la localización y pertinencia de
las ciencias sociales en la organización del conflictivo y
contradictorio proceso de urbanización.
Esta relación, permite sustentar una tesis sencilla, en
cuanto a que las ciencias sociales, y particularmente el
Urbanismo, están mostrando los primeros indicios de
salir, después de más de un par de décadas, del enclaus-
tramiento en el que se habían sumido por su desvincu-
lación con el proceso de desarrollo social, político y eco-
nómico vigente que en esos años se vivió.
La preocupación de los ciudadanos y grupos sociales
por el territorio y el futuro de las ciudades, tiene, por
cierto, una correspondencia en el interés de las ciencias
sociales en el espacio. En medio del cambio incesante e
incontenible en el que hoy vivimos, ha surgido el espa-
cio como una categoría fundamental para entender la
dialéctica del presente. Fenómenos espaciales como la
globalización, la geopolítica y la sustentabilidad ambien-
tal, entre otros, se reconocen como temas centrales en
las agendas y dinámicas actuales de las ciencias sociales.
Parece prudente aclarar que el término planificación
urbana, más allá de las actividades propias de las ‘ofici-
nas’ encargadas de la preparación de planes físico-espa-
ciales y el control de los usos del suelo, vincula el con-
junto de prácticas de los gobiernos nacional y/o local con
el fin de regular la organización socioespacial de las ciu-
dades, apoyado en la legislación y las instituciones pú-
blicas. Así, la planificación se caracteriza por atenerse a
la normativa institucional (dada su constitución prácti-
co-política), a diferencia del urbanismo, que estudia las
formas urbanas y de vida urbana sin este amarre, por lo
que le es posible investigar, proyectar y aventurar sin
compromisos predefinidos.

222
Por oposición, la planificación incorpora el poder, los
conflictos, las realidades materiales e ideológicas. Se nu-
tre del urbanismo y de las ciencias sociales en general, al
tiempo que está sujeta a los vaivenes de la vida política;
oscila entre el conocimiento sistemático de las condicio-
nes de las ciudades y las circunstancias político-partidis-
tas que determinan los límites de la acción institucional.
Esta oscilación, y especialmente las relaciones que se es-
tablecen entre las ciencias sociales y un urbanismo que
surge con fuerza como corriente alternativa en la inno-
vación social de la arquitectura, hasta la práctica planifi-
cadora de uno de los proyectos más emblemáticos insti-
tucionalizados en Chile como es el Programa Bicentena-
rio, es un tema central de análisis de este trabajo,

De la arquitectura funcional al urbanismo social

La construcción del esfuerzo discursivo de la interrela-


ción de las ciencias sociales y el urbanismo, ciertamente
se inicia a partir de la enorme fuerza de esas ideas en el
ciclo de la evolución de la Arquitectura y del Urbanismo
a partir de la Revolución Industrial, la que no es explica-
ble en base sólo a los problemas y temas atingentes a
estas disciplinas. La realidad económico-social y la es-
tructura del mundo occidental habían entrado en un
período de evolución vertiginosa y, como consecuencia,
aparecieron diversas corrientes, tanto en el plano ideo-
lógico como en el estético cultural, las que a partir de la
post guerra de 1918 y organizados en grupos y asocia-
ciones profesionales o movimientos artísticos, intenta-
ron una organización de la sociedad europea y el desa-
rrollo de una nueva estética.
La riqueza, la variedad y diversidad de estos movi-
mientos en la arquitectura y el urbanismo; como el Cons-
tructivismo, el Futurismo, el Jugendstijl, el Esprit
Nouveau, el Expresionismo y la Bauhaus, que son algu-

223
nos de ellos, no ocurría de un modo total en Europa,
posiblemente desde el mismo Renacimiento.
La preocupación central de los nuevos movimientos
que surgieron, además de orientarse al diseño de las ciu-
dades y al planteamiento de nuevos métodos, se dirigió
hacia una crítica radical de la situación imperante y al
planteamiento de nuevos paradigmas sociales29. Los prin-
cipios de carácter global, radical y utopista, que rechaza-
ban totalmente la situación histórica anterior, propusie-
ron una nueva alternativa que impulsará a la humani-
dad, desde la técnica, a la organización social y política.
Desde el constructivismo soviético, nacido a la som-
bra de la Revolución de Octubre, con la proclama de la
«dictadura futurista del arte» y acogido entusiastamente
en Europa como el arte de la era industrial, a la Bauhaus
de Walter Gropius, que definió la idea de un arte social y
representativo de una sociedad de masas junto a la «fun-
ción», como parte sustancial de una obra arquitectóni-
ca-urbana y fundamento de la forma, se desarrolló entre
los dos grandes guerras un Arte de la Construcción vis-
ta como un instrumento al servicio del cambio, con una
ética social más allá del problema estético puro, relacio-
nando al arte, la docencia y el trabajo como un modo de
vida y pensamiento.
Si bien, en la Bauhaus el urbanismo no aglutinó las
mejores ideas, éste aparecerá con fuerza unido a la refor-
ma o el «espíritu nuevo» de la arquitectura europea que
se organizó en torno al grupo del Primer Congreso In-
ternacional de Arquitectura Moderna (CIAM) en 1928 y
que no vino a disolverse hasta su 11º Congreso en 1959,
treinta años después.
El primer CIAM, realizado en el castillo suizo de La
Sarraz (1928), se organizó entre los primeros arquitectos
que afirmaban expresamente que «el urbanismo no debe

29 Carvajal, Carlos, Arquitectura Racional de las Futuras Ciudades, Santia-


go, 1912

224
determinarse por consideraciones de orden estético, sino
por datos o preocupaciones de orden funcional», con lo
que se acentuó el marcado carácter funcionalista de sus
congregados. La preocupación por lo urbano y lo social
en la arquitectura se acentuó singularmente después del
segundo Congreso CIAM de 1929, en Frankfurt, que
trató sobre la «Vivienda para el mínimo de existencia»,
con lo que abrió necesariamente las fronteras estilísticas
de la arquitectura a su contenido social y tecnológico.
Desde la Carta de Atenas, enunciada en el 4º Congre-
so CIAM en 1933, que proponía una «ciudad funcional»
en consistencia a la zonificación de las cuatro funciones
colectivas de vivienda, trabajo, esparcimiento y circula-
ción,30 se inició la época más fructífera e innovadora del
CIAM de los años 40 del siglo XX, con Le Corbusier
como figura señera, incluída la etapa de inicio de la cri-
sis del CIAM, al inicio de los años 50, cuando distintos
grupos de arquitectos se encontraban polarizados y di-
vergentes entre las opciones de urbanismo, planificación
y arquitectura. Cuando la disidencia transparentó sus
intenciones al constituir un grupo alternativo y de tran-
sición urbano-arquitectónica denominado Team 10, que
vino a cuestionar y nuevamente proponer un cambio ha-
cia un nuevo orden urbano y de la arquitectura, comen-
zó el fin definitivo del CIAM. Fue el grupo del Team 10 el
que convocó el 11º y último Congreso CIAM de 1959, en
Otterlo, Holanda, llamado el «congreso de la disolución».
A partir de allí, terminó la historia canónica del Mo-
vimiento Moderno y se inició la fase fuertemente reflexi-
va de la década de 1960. El CIAM culminaría debido a
sus propias utopías, y «el verdadero vencedor no sería el
Team 10, sino el tiempo».31
En general, los CIAM, a través de sus sucesivos con-
gresos, actas y numerosos documentos, plantearon un

30 4º Congreso CIAM, Atenas, Paris, 1933


31 Drew, John, La Tercera Generación, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1973

225
método de análisis global para el diseño y los problemas
urbanos en torno a las distintas disciplinas, pero conver-
gentes de la «arquitectura» y el «urbanismo». Esta escue-
la, humanista e internacionalista, desde su inicio pro-
movió una integración de la arquitectura con todas las
bases socio-culturales del momento, postulando su ac-
ción a partir del hombre y de la satisfacción de las exi-
gencias materiales, espirituales y sentimentales y, sobre
todo, el reconocimiento de la transformación del fenó-
meno social y económico de la época.
Una nueva generación de arquitectos y urbanistas
haría reaccionar la concepción de una ciudad tiranizada
bajo los conceptos del funcionalismo, abriendo una pers-
pectiva innovativa de la arquitectura y el diseño urbano
hacia visiones sociales de mayor compromiso. Ellos re-
presentarían una especie de parlamento de intereses que
coexistirán dentro de un pluralismo de enfoques, estilos
y países.

Las nuevas disciplinas sociales y urbanas

Los antecedentes de una interesante visión empírica y


teórica post CIAM, se gestaron a partir del problema de
la ciudad; entendida ésta como un ente social, geográfi-
co y económico, que podía ser abordado por las ciencias
sociales e implementada tecnológicamente. Esta alter-
nativa se originó y definió desde las disciplinas nuevas
que desde el CIAM se habían organizado, entre las que
se reconocen la «landscape architecture» (arquitectura
paisajística), el «town-planning», el «city-planning» o
«amenagement urbain» (planificación urbana), hasta lle-
gar al marco territorial mayor del «regional-planning»
(planificación regional). Estas orientaciones, conllevaban
la inclusión de una serie de disciplinas y teorías que ha-
bían surgido desde fines del siglo XIX o inicios del siglo
XX; como la geografía, la sociología y la localización eco-

226
nómica al campo urbano, la que finalmente, en 1968,
fue llamada «urbanología»32 como una opción última de
estudio específico de la ciudad. En rigor, lo que intenta-
ban hacer surgir era una verdadera «ciencia de la ciu-
dad», más allá de su mera definición o fabricación arqui-
tectónica o puramente social.
De allí que es necesario referirse a otras visiones, que
no nacen de la tradición empírica ni de las propias orien-
taciones teóricas de la arquitectura, en razón que expli-
can y completan esta evolución y esta crisis en un con-
texto mayor.
Quien estudie el desarrollo de nuevos métodos y cien-
cias, notará que en la cultura anglosajona, y particular-
mente en los Estados Unidos, es común que los propios
problemas hayan originado las especialidades y discipli-
nas, y las que se han desarrollado con un enfoque
acentuadamente empírico y científico, especialmente
desde la academia. Tales especialidades, aunque diver-
sas en su origen, más tarde se llamaron Arquitectura Pai-
sajista, Planificación Regional, Geografía Urbana, Inge-
niería, Planificación Urbana, Diseño Urbano, Sociología,
Economía, Administración y finalmente, Ciencia Políti-
ca. Hasta la fecha, estas disciplinas han constituido cam-
pos interdisciplinarios abiertos que se organizaron bajo
la acción de grupos estatales, profesionales y, sobre todo,
universitarios, desde 1960, en diversos modos y progra-
mas que implicaban conexiones interdisciplinarias, bajo
el tema común del Diseño Ambiental (Enviroment
Design).
En los Estados Unidos, la enseñanza moderna de la
arquitectura –que se originó con la reforma de los pro-
gramas de Meaux Arts y con la introducción que en 1939
hizo Gropius en Harvard de las ideas de la Bauhaus y

32 Urbanology. Término utilizado por el sociólogo de Harvard y Senador


por Nueva Cork, Daniel P. Moinihan, como ciencia global de las ciudades,
Revista Time, Mayo de 1968.

227
del CIAM- se hace dentro de un medio académico y pro-
fesional en el que además del diseño o de la arquitectu-
ra, otras especialidades también están abocadas al estu-
dio del fenómeno urbano en forma empírica y científi-
ca. Esto significó que, cada vez más, en la mayoría de las
más importantes Escuelas de Arquitectura y/o Diseño se
incluyeran cursos de Arquitectura Paisajista y Planifica-
ción, y/o Diseño Urbano. En muchos países, además,
existe una tradición profesional importante que consi-
dera oficinas abocadas a estudios completos de urbani-
zación y construcción, tanto como de análisis de factibi-
lidad y planificación, así como de la gestión económica y
social necesaria. El aparato estatal, finalmente, replica-
ría esta capacidad de planificación y gestión.
Como resultado de estudios especializados, la ciudad,
a diferencia de la línea CIAM, se estudió efectivamente
en cuanto fenómeno controlable y observable científica-
mente y ha requerido de métodos de análisis desarrolla-
dos desde las ciencias sociales y que le darán al
«planning», la disciplina que abarcará estos estudios, ca-
racterísticas diferentes del «urbanismo» CIAM y al
«design», una connotación más general y concreta, que
a la «arquitectura» moderna ya tradicionalizada.
La tradición europea de la escuela CIAM, en cambio,
que mantuvo un carácter «integralista» al plantear mé-
todos y equipos multidisciplinarios especialmente a tra-
vés de proposiciones como el Plan Mars de Londres o el
Grupo Ascoral de Francia, definió al arquitecto urbanista
como el «Jefe del equipo», el hombre síntesis, imagen
que influyó y se mantuvo en muchos otros países como
orientación profesional hasta hace muy poco tiempo, y
que se mantiene especialmente en la América Latina.
El método y la «grilla», los congresos, las exposiciones y
proyectos que se elaboraron en el CIAM, indudablemente
que fueron obra de arquitectos, pero de arquitectos ya
sensibilizados (aunque no necesariamente comprometi-
dos) por los aspectos sociales de la especialidad. El mé-

228
todo se abocó a una constatación general, más que a la
precisión analítica de problemas urbanos –sean sus as-
pectos administrativos, sociales, económicos o físicos- a
presentar doctrinas y proposiciones de proyectos forma-
lizados netamente en el plano de diseño y de instrumen-
tación física. Por este motivo, se llegaría muchas veces
como resultado a simplificaciones y utopías arbitrarias,
sin poder avanzar, con los años, hacia un proceso meto-
dológico que permitiera por primera vez abordar efecti-
vamente las inquietudes iniciales de La Sarraz en 1928 o
las del Cuarto Congreso sobre la «Ciudad Funcional» y
la Carta de Atenas de 1933.33
El tema no se presentaba solamente en los postula-
dos que surgieron y que diferenciaban los campos disci-
plinarios, los métodos y las doctrinas. El tema central
era, ¿qué es una ciudad y cuáles son sus componentes?,
¿hasta qué punto es construcción y proyecto o realidad
social y agente económico?, ¿de qué manera es depen-
diente o autónoma la arquitectura y el urbanismo como
técnica, arte o disciplina, de los factores externos a ellas?.
El problema, en definitiva, se centró en la definición de
la relación misma entre arquitecto, urbanista, arquitec-
tura y ciudad.

El diseño y la planificación urbana moderna.

La década del 60 al 70 del siglo XX, en América, Europa


y Japón, fue un período de transición y definición entre
las disciplinas del diseño y la planificación, a partir del
último CIAM, del año 1959, que coincidió con el esta-
blecimiento del primer curso de Diseño Urbano de 1960
en Harvard. Las formulaciones teóricas y los proyectos y
realizaciones, fueron explicitando un nuevo modo de

33 Jacobs, Jane, Life and death of American Cities, La Metrópoli en la Vida


Moderna, Buenos Aires, 1961

229
actuar y un campo cada vez más específico. Comenza-
ron diez años intensos de revisión y avance en Europa y
Estados Unidos del diseño y el planning urbano, que
culminarían en el año 1973 con la Trienal de Milán y la
fundación de la Revista «Oppositions» y del Instituto de
Estudios Urbanos de Nueva York. El Diseño Urbano,
aparecía entonces como la respuesta a una necesaria ar-
quitectura total de la ciudad y el planning como el ins-
trumento que permitiría concretar esas ideas.
Desde 1960, esta nueva forma de planificación urba-
na comenzaba a ser un hecho establecido, ya que esta-
ban en ejecución los planes de los centros y regiones me-
tropolitanas de Moscú, Caracas, La Habana, París,
Helsinski, Estocolmo, Barcelona, Copenhague, Londres,
Viena, Tokio, Washinton, San Francisco y Chicago. To-
das estas ciudades contaban ya con equipos técnicos y
métodos establecidos para el control y gestión de sus
centros urbanos. Los primeros graduados en planifica-
ción, formados en los Estados Unidos, Inglaterra o Fran-
cia, habían llegado a diversos países de América Latina,
especialmente a Venezuela, Colombia, México y Chile.
En este último país, el Plan Regulador Intercomunal de
Santiago y la constitución de una Oficina del Plan
Intercomunal, habían sido organizados entre 1959 y 1962.
Esta década, reveló una variedad de importantes ejem-
plos, desde el Plan de Tokio de Kenzo Tange, para una
ciudad construída sobre pilotes en la bahía de Tokio para
10 millones de habitantes, a la «Ciudad del Océano» le-
vantada sobre megaestructuras flotantes de Kikutake; del
«Domo Geodésico Urbano» que Buckmisnter Fuller pro-
puso ese año, contrastando con el proyecto de Metrodown
para Baltimore, planteado con base en un corredor de
transporte público. Desde 1961, se publicaron o cons-
truyeron interesantes proyectos en Europa y los Estados
Unidos: la nueva ciudad de Hook, al sureste de Londres
para 80.000 habitantes; Toulouse-Le Mirail, como ciu-
dad satélite de Toulouse, para 100.000 habitantes; la Ciu-

230
dad Universitaria de Berlin, propuesta con una trama o
megaestructutra tridimensional o el Plan de Washing-
ton 2.000, como un esquema lineal de corredor metro-
politano.
Las nuevas ciudades que se fueron desarrollando en
este período, también fueron variadas y reflejaron dife-
rentes método y configuraciones de diseño, que precisa-
ron el campo de esta nueva disciplina, cada vez más
independizada del urbanismo CIAM. Cumbernauld en
Escocia, Senri y Kosoji en Japón, Santo Tomé de Guayana
en Venezuela, Halen en Suiza o Milton Keynes en Ingla-
terra, son algunas de las principales ciudades nuevas de
la época.
El crecimiento —proceso de urbanización— y sus
cambios —el metabolismo—, se constituían en temas fun-
damentales. Ese mismo año, Jean Gottman publicó un
estudio sobre la «conurbación noreste» de los Estados
Unidos,34 haciendo un análisis global del fenómeno de
«conurbación» como entidad urbana y regional integra-
da, en la cual el tamaño y la interdependencia de los facto-
res locacionales, la infraestructura, el territorio y las comu-
nicaciones, presentan un ente nuevo y continuo que reúne
la más alta concentración de población, actividades pro-
ductivas, educacionales y políticas en un paisaje continuo
semiurbanizado de 500 millas de largo, con tasas de creci-
miento y desarrollo hasta la fecha desconocidos.
En este período se iniciaron también obras y proyec-
tos de gran envergadura. La influencia de la alta tecno-
logía entró rápidamente al diseño urbano. El grupo
Archigram desarrolló Plug-in-City, ciudad desarmable y
con planteamientos de alta tecnología (high-tech), que
intentó abordar a la ciudad como un inmenso artefacto
modular, móvil, cambiante o adaptativo. Del metabolismo
de los japoneses se pasó al mecanicismo brutalista de los
ingleses, como en los casos de los grandes campus univer-

34 Jean Gottman, Megalópolis, Ciudad de México, 1959

231
sitarios de la Universidad de East Anglia de Dennos Lasdum
y de la Universidad de Loughborough de ARUP Associates.
En el plano de la acción pública y de la administra-
ción, en 1966 se crearon en los Estados Unidos y en Chile,
los primeros Ministerios de Vivienda y Urbanismo de las
Américas. La organización política y administrativa del
proceso urbano cobraba una creciente importancia y
comenzaba una nueva etapa para la acción, en el que las
estrategias y proyectos tendían a ser más integrales y el
Estado y los organismos públicos jugarían un rol cada
vez más activo en políticas de uso del suelo y transporte,
en la remodelación urbana y creación de nuevas ciuda-
des y conjuntos habitacionales.35
En el campo de la teoría, se pueden señalar en este
período tres textos que complementan las ideas de las
ciencias sociales y la planificación, desde distintos enfo-
ques que revisan los objetivos y métodos del «urbanis-
mo» y el «diseño». Uno, el libro «Urbanismo: Utopías y
Realidad» de Francoise Choay,36 publicado en Paris en
1965, que revisa la historia y cuestiones sobre ideología y
práctica en el urbanismo. El segundo texto, es «Notas
sobre la síntesis de la Forma» de Christopher Alexander,37
publicado en 1968 en Cambridge, que resumió las ideas
de sus tesis doctoral como graduado de matemáticas y
arquitectura. El último libro de la trilogía de este perío-
do es «Ekística, una introducción a la ciencia de los asen-
tamientos humanos» de Constantino Doxiadis,38 publi-
cado en Londres, en 1968, en el que se expone un análi-
sis fundamental para la definición teórica y metodológi-

35 Curso de Graduados, Mención en Diseño Urbano, CIDU.IPU, Universi-


dad Católica de Chile, 1966
36 Choay, Francoise, El Urbanismo, Utopías y Realidades, Ed. Lumen,
Barcelona, 1970
37 Alexander, Christopher, Notes on the Síntesis of form, Harvard Univer-
sity press, 1966
38 Doxiadis, Constantino, Ekistics, an Introduction to the Science of Human
Settlements, Londres, 1968

232
ca del diseño urbano, así como la presentación de casos
en diseño que comparan las fases de desarrollo y los ele-
mentos de estructuración básicos para los procesos ur-
banos.
Se había avanzado entonces, del voluntarismo técni-
co o del idealismo estético de los urbanistas, profetas,
utopistas sociales o los inventores del «mass media», a
una conciencia responsable, hacia un mundo de urbani-
zación explosiva en que la ciudad dejaba definitivamen-
te de ser artefacto. El paisaje y los recursos naturales no
podían ser dejados al arbitrio de los hechos irremedia-
bles. Existían elementos manejables y experiencias trans-
misibles, no obstante el planeta estaba plagado de cen-
tros urbanos inhumanos y contaminados y la arquitec-
tura urbana distaba mucho de asomarse siquiera a la de
un parecido al período clásico.
Hacia los años 70 del siglo pasado, nadie se sentía
muy seguro de las soluciones acerca de la calidad del
ambiente de las «ciudades satélites» de Europa, ni de los
«Siedlungen» alemanes, ni de los «town-centers» del
medio oeste estadounidense. Aparecían como modelos,
la volumétrica regularidad de Brasilia (Costa) o
Chandigarth (Le Corbusier), la forma y el crecimiento
de Daka (Kahn) de Islamabad (Doxiadis), la Universi-
dad de Bagdad (Gropius), la Universidad de Concep-
ción (Brunner-Duhart) y las nuevas ciudades de los
califatos árabes. Quedaban avances, experiencias y nue-
vas preguntas.
El Diseño Urbano y la Arquitectura de la ciudad, se-
guían todavía requiriendo integración con los comple-
jos problemas de gestión, administración y habilitamiento
del medio ambiente, el que estaba definitivamente tras-
tocado por la expansión de las ciudades, la tecnología,
las comunicaciones y el transporte.

233
Planificacion urbana y ciencias sociales

No obstante que, desde la década de los años 60 del si-


glo pasado, la evolución secuencial y lógica de una serie
de ideas, escuelas y movimientos que en forma lineal
gestaron una preocupación coherente y sistemática por
temas previamente acotados y después abordados, el
desarrollo urbano no fue resultado necesariamente de
ello. Y esto, porque en el origen de la vertiente funciona-
lista moderna, la presencia de un quiebre en realidades
de la arquitectura, del arte y la técnica, aparecieron con-
notaciones de valor, significado e instrumentación ideo-
lógica y social adicionales.
La interacción entre técnica-ciencia y ciencias socia-
les, fue la más radical en sus efectos ya que reorganizó
intelectualmente a una sociedad industrial transformán-
dola en un arquetipo para todo el mundo y configuran-
do el mundo moderno con base en la tecnología y la
ciencia. Sin embargo, era claro que las ciudades que se
construían no revelaban una nueva síntesis y alternati-
vas distintas y efectivas. La ciudad, consecuentemente,
no pudo enmarcarse como un mero hecho espontáneo,
ni como un problema de arte, un objeto cultural.
A inicios de los años 70 del siglo XX, tampoco ni la
estética de la máquina, ni los prismas simples, ni las cua-
tro funciones de la vida colectiva que constituyeron la
base de la reforma de los CIAM y de la nueva ciencia y
arte del urbanismo, habían conseguido llevar la arqui-
tectura de la ciudad a un grado aceptable o a un estado
tranquilizador de que se estaba en el camino correcto.
En varias partes del mundo se perfilaban nuevos y gra-
ves problemas y la crítica entre los arquitectos y urbanistas
y hacia los arquitectos y urbanistas, se multiplicó e hizo
común, especialmente en algunos países de escasa ges-
tión política y técnica en sus procesos urbanos, como la
mayoría de los de la América Latina.

234
El carácter instrumental de la planificación urbana
exigía y se legitimaba en las ciencias sociales, mediatizadas
en buena parte por arquitectos e ingenieros. Las posi-
ciones críticas no desafiaban esta concepción instrumen-
tal de la planeación, sino que la reforzaban al señalar sus
debilidades inherentes, debido a las características pro-
pias del Estado del que dependía.
Si bien, pese a sus avances tecnológicos, la ciudad no
había surgido a partir del desarrollo moderno funciona-
lista como más eficiente ni más económica que los pro-
totipos anteriores, ni había destacado su relación con
factores sociales y políticos de gestión urbana y susten-
tabilidad, al menos su cercanía con la visión de las cien-
cias sociales era incuestionable, en la reorganización in-
telectual de una sociedad industrial.

Marginalización de las ciencias sociales

En los años 90 del siglo pasado, en la América Latina, la


estrecha relación entre las ciencias sociales y el Estado se
debilitó, dado que cambios significativos en el clima ideo-
lógico relacionado con cierto desencanto con el ‘proyec-
to moderno’ (tanto sus presupuestos epistemológicos
como los resultados sociales y las perspectivas políticas),
conducían a un cansancio y a un rechazo de los esque-
mas ‘globalizantes’, viéndose con desdén el gran pro-
yecto o diseño, no sólo desde las ciencias sociales sino
también dentro del urbanismo.
En el abandono apresurado de los paradigmas teóri-
co-conceptuales de la modernidad, se proclamaba la ne-
cesidad de «repensar la ciudad». Esta llamada, articula-
ba el descarte del gran proyecto urbano y un viraje de
intereses académicos hacia las especificidades locales,
sean de barrio, región, etnia, micro-procesos de urbani-
zación y construcción de hábitat, identidades y lugares
construidos por grupos sociales o ‘actores’ concretos.

235
Involucraba el rescate del actor social (exigido por el tema
de la participación y el reclamo por la gestión democrá-
tica de las ciudades, en el cual estaban personalmente
comprometidos un buen número de académicos) y de
las subjetividades socio-espaciales, al tiempo que se des-
plegaba en el trabajo académico - en la selección de te-
mas y la nominación de enfoques - un alejamiento de los
poderes institucionales, un descentramiento que se des-
cribe como un rechazo a la explotación instrumental de
las ciencias sociales.
Las consecuencias del cambio paradigmático en el
campo de los estudios urbano-regionales, fueron dramá-
ticas, ya que se produjo la escisión entre las preocupa-
ciones académicas y las dinámicas de cambio, afectando
a las ciudades y la vida material de los ciudadanos. De
manera especial, se evidenció el distanciamiento de las
ciencias sociales con el Estado, precisamente en el pe-
ríodo del replanteamiento radical del papel y la configu-
ración institucional de éste, y la transferencia de la diná-
mica social al mercado y los actores privados. Por ello, el
proceso de modernización del Estado, encontró un mí-
nimo de oposición o siquiera atención crítica entre los
académicos (especialmente las ciencias económicas y
políticas) en ese entonces. Tampoco les importaba que
el proceso privatizador de la economía y la desregulación
de la vida social significaba el rompimiento bilateral de
la relación histórica de la modernidad. Después de todo,
las ciencias sociales ya estaban predispuestas a aceptar
que la modernización del Estado exigía que éste se des-
hiciera también de todo el bagaje discursivo de las cien-
cias sociales construido durante cuarenta años - descar-
te equiparable en su significado social al paralelo des-
monte regresivo de las reivindicaciones laborales alcan-
zadas por los trabajadores y del sistema de bienestar so-
cial, - para abrir campo libre a las fuerzas del mercado.
En el campo de la planificación urbana, el rompimiento
de esta relación íntima entre las ciencias sociales y el Es-

236
tado tenía fuertes motivos pragmáticos, en la medida en
que la ingeniería, tanto social como de infraestructura,
retrocedía del campo de sus preocupaciones e interven-
ciones. Las reformas del Estado realizadas durante los
años ochenta hicieron redundantes las habilidades tra-
dicionales de los planificadores en este sentido. Por un
lado, la cesión general de funciones sociales al mercado,
hacía obsoletos los expertos administradores de progra-
mas de desarrollo integral, que antes supervisaron tales
pretensiones del Estado local; simplemente, estos exper-
tos, junto con su conocimiento especializado, quedaron
redundantes con la disolución del (pretendido) control
sistemático de todos los aspectos (físicos, económicos y
sociales) de la vida urbana.
En términos más concretos, la tendencia privatizadora
arrancaba de las manos de los gobiernos locales y sus
administradores generales la responsabilidad directa de
proporcionar vivienda, infraestructura física, servicios de
transporte, agua potable y alcantarillado, salud, educa-
ción y empleo. La legislación posterior, otorgó a estos
‘atributos’ urbanos un manejo puramente técnico, regi-
do por una normativa y una lógica autónomas, sin im-
portar que las empresas prestadoras fueran de propie-
dad pública, privada o mixta. Como resultado de lo an-
terior, la planificación urbana asumió una cara más pro-
cesal y práctica, hasta confundirse con la gestión prag-
mática de los dictámenes del neoliberalismo en cuanto a
la administración espacial.

En la periferia de los nuevos discursos

Por otra parte, un nuevo campo de problemas prácticos


comenzó a vislumbrarse y tomar fuerza: el medio am-
biente. La creciente experiencia y conciencia de los pro-
blemas ambientales urbanos le abrió la puerta por pri-
mera vez a las ciencias naturales. En la medida en que

237
fenómenos como los desastres, las inundaciones y los
deslizamientos, la contaminación del aire y el agua, la
escasez energética, la destrucción de los bosques y los
humedales, entre otros, empezaron a conformar un con-
junto sentido, legítimo y legalizado de objetos de inter-
vención, se produjo la necesidad de incorporar aquellas
disciplinas científicas, cuyo dominio cubría tales fenó-
menos: la geomorfología, la hidrología, la ecología, entre
otras. Posteriormente, las ciencias sociales se acomodaron
alrededor de estos nuevos objetos y su manejo, pero en un
lugar secundario y con una función operacional.
De todas maneras, la priorización de los problemas
ambientales parecía confirmar la marginalización de las
ciencias sociales del análisis y proyección de lo urbano.
Hoy, las ciencias sociales se ubican en la periferia de la
planeación, en la periferia de los programas curricula-
res, desplazadas por los discursos contemporáneos del
desarrollo; en la periferia de la acción social, o por lo
menos fuera del ámbito de las instituciones del Estado y
localizado más bien en las organizaciones sociales que
ahora participan en los procesos de planeación. En la
investigación, las ciencias sociales tienden a plantear
problemas de conocimiento con un bajo perfil político,
coadyudando en esta falta de crítica incisiva en la discu-
sión de los asuntos urbanos.
En el plano académico y de la formación de expertos
(investigadores y profesionales), se produjo un gradual
replanteamiento de la contribución de las ciencias socia-
les en cuanto a las nuevas tareas de administración so-
cio-espacial. A lo largo de los años ochenta y noventa
desaparecieron de los planes curriculares, entre otros, los
cursos de ‘sociología urbana’, de ‘economía urbana’, de
‘geografía urbana’, y de ‘psicología ambiental’, como cuer-
pos organizados de conocimiento pertinentes o necesa-
rios para abordar las nuevas funciones, tanto
legitimadoras como administrativas de los gobiernos lo-
cales. Las disciplinas sociales ya no ordenaban. Ahora

238
predominaba el discurso desarrollista que absorbía y sub-
yugaba las autonomías de las disciplinas académicas y
profesionales, organizado alrededor de cinco campos
discursivos que dominaban las preocupaciones territo-
riales contemporáneas: la globalización, la informatiza-
ción, el desarrollo sostenible, la modernización del Esta-
do y la democracia participativa. Entonces eran los dis-
cursos desarrollistas los que ejercían el control sobre las
disciplinas puestas al servicio del estudio del territorio:
la globalización controlaba la economía, la informatiza-
ción a la sociología, la sostenibilidad a las ciencias am-
bientales, la modernización a las ciencias administrati-
vas, y la democracia participativa a la ciencia política.
También interactuaban en conjunto, para ordenar la in-
terdisciplinariedad, de tal manera que el esfuerzo inte-
lectual y práctico converge sumisamente sobre estos gran-
des bloques temáticos. En el proceso, los cuerpos con-
ceptuales propios de las disciplinas se encontraban su-
bordinados o marginados y los discursos desarrollistas
pretendían no sólo describir la actualidad sino determi-
nar el futuro. Tenían intenciones prácticas. Quizás el cam-
po discursivo que mejor ilustra esta faceta es el desarro-
llo sostenible, el que, desprovisto de un contenido propio,
se definía por lo que no era, sometido a la lógica de las
prácticas y articulado a los efectos sociales deseados.39
Mientras tanto, en los otros campos discursivos, do-
tados históricamente de más sustancia, las ciencias iban
perdiendo ese espíritu de lucha discursiva para estable-
cer contenidos, significados y alternativas. Incluso, tan-
to en lo ambiental como en los otros campos, aquellas
perspectivas que se oponían a los discursos dominantes,
y que en consecuencia se encontraban al margen de los
debates, habían sido alejadas de las instituciones acadé-
micas y profesionales; se desarrollaban principalmente

39 Enkerlin, Ernesto, Edit., «Ciencia Ambiental y Desarrollo Sostenible»,


Internacional Thompson Editores, México, 1997

239
en las ONG, donde la marginalización discursiva e insti-
tucional estaba acompañada por actos abiertamente re-
presivos, cuando esta oposición discursiva traspasaba de-
terminados límites.
En el caso de la acción social, fue evidente que el Es-
tado y sus instituciones habían abandonado las preten-
siones de administración social con base en un gran pro-
yecto o diseño. En las condiciones de una economía
neoliberal, el esfuerzo principal consistía en el control
de las variables macroeconómicas y el establecimiento
de mecanismos de regulación económico y social. Eran
el mercado y los agentes privados los que determinaban
la dinámica general de las sociedades, donde los vesti-
gios del Estado de bienestar se limitaban a programas
focalizados (social y espacialmente) en los más pobres.
En este sentido, las tareas administrativas del Estado
sufrieron una transformación radical. Abandonado el
gran proyecto, la acción estatal se dirigió hacia la empre-
sa privada y hacia sí mismo, proceso en el cual los crite-
rios de productividad y eficiencia se interiorizaron en las
instituciones públicas y sus programas mínimos e hiper-
focalizados, desligándose de la sociedad en su conjunto.
Las necesidades del conocimiento experto se redujeron
a las prácticas de la ‘gestión de proyectos’ y la ‘adminis-
tración de empresas’, al tiempo que la administración
social y la regulación del comportamiento pasaban a ma-
nos de los medios masivos de comunicación, privatiza-
dos en buena parte. A grosso modo, el control social dejó
de ser un proyecto (moderno) fundamentado en el co-
nocimiento, para basarse en un ejercicio de seducción/
represión.
Desafortunadamente, las implicaciones y la contribu-
ción de la arquitectura y la planeación a este fenómeno
(mediante, por ejemplo, las urbanizaciones cerradas y la
proliferación de centros comerciales, la estratificación so-
cio-económico de barrios, el desmonte de subsidios y su
reemplazo por el sistema de valorización y concesiones),

240
han sido poco exploradas, aunque constituyen un fuer-
te tema de investigación socio-política y cultural, en el
nivel internacional. El fenómeno de la fragmentación cul-
tural continúa fascinando a la antropología y la fragmen-
tación territorial anexada a los estudios políticos, pero
divorciados ambos de un sentido práctico-político y
propositivo que permitiría su articulación progresista a las
prácticas de intervención en la administración urbana.
En cuanto a la investigación, las ciencias sociales fue-
ron renuentes a identificarse con la transformación de la
organización empresarial, pero tampoco encontraron otra
manera de vincularse con los procesos de desarrollo. La
sociología entró en crisis, y las ciencias sociales, en gene-
ral, se vieron marginadas por el desplome del gran pro-
yecto, ya sea gestado por el Estado u organizado desde
la empresa privada o ideado desde los sectores de centro
democráticos. Podría argumentarse que esta desvincu-
lación del poder formal fue una especie de liberación,
que permitió a las ciencias sociales, por un lado, revisar
sus temas y objetos, reorganizarse internamente, explo-
rar otros paradigmas de investigación y, en otros casos,
con la introducción de las nuevas corrientes postmoder-
nas, llegar al colapso de algunas disciplinas en el que la
sociología urbana fue especialmente notoria y lamenta-
ble.

El contexto socio urbano actual y su opcion según las


tendencias

Tomando en consideración los procesos históricos que


dieron lugar a la urbanización de las sociedades de la
América Latina, y Chile, desde el siglo XIX, hasta des-
embocar en la crisis urbana de los años ’70 y ’80 del siglo
pasado, es fácil comprender cómo los diferentes proyec-
tos de modernización nacional afectaron, no sólo la con-
figuración de las ciudades, sino sobre todo los tipos de

241
relaciones sociales que permitían en su interior, y las for-
mas de vida que se promobían. En los tiempos del
desarrollismo, detrás de una cierta industrialización y
democratización de las ciudades y las clases medias, se
buscaba romper con el atraso del mundo tradicional, se
fomentaba la consolidación de la identidad nacional y la
homogeneización de la sociedad.
Con el advenimiento del neoliberalismo, las tenden-
cias emergentes, en cambio, promovieron la fragmenta-
ción y la privatización de los espacios públicos, permi-
tiendo la diferenciación y la individualización de las so-
ciedades, apoyados en la lógica del consumo, como ele-
mento determinante de las relaciones sociales, y del ac-
ceso a las redes internacionales de información, como
configurador cultural. Así pues, en la actualidad más que
participar de un colectivo con proyecto histórico, lo deter-
minante es el nivel de acceso a los espacios sociales (geo-
gráficos o virtuales), a los bienes (materiales o simbólicos),
y a los adelantos tecnológicos que lo hagan posible.
Los planteamientos más recientes de la teoría de la
planificación y la reflexión sistemática sobre la naturale-
za de la actividad específica de la intervención en la or-
ganización socio-espacial de las ciudades, tienen de so-
porte el conocimiento experto de las ciencias sociales.
Desposeída de instituciones, presupuestos financieros y
conocimiento especializado reconocido —es decir, todas
las herramientas que legitimaron e hicieron viable su ac-
tuación en nombre del bien común en la modernidad
clásica— la planificacion tuvo que replantearse a sí mis-
ma. La teoría comunicativa, se fundamenta en la propo-
sición de que la actividad primaria de la planificación
consiste en facilitar el proceso de deliberación en la bús-
queda de acuerdos ad hoc. Se argumenta que el planifi-
cador de ahora, desarmado de un contexto estatal fuer-
te, desprovisto de una agenda sustantiva propia, y ac-
tuando frente a una diversidad de actores sociales, ya no
impone su racionalidad tecnocrática e instrumental sino

242
que opera en condiciones sociales e institucionales más
complejas. En consecuencia, el planificador no organiza
espacialmente a la sociedad, sino que organiza los deba-
tes mediante los cuales se logran definir colectivamente
los contornos de esta organización espacial. Es decir, que
el planificador no produce espacialidades, sino que co-
ordina la formulación de las representaciones discursi-
vas de la voluntad colectiva. En este sentido, su tarea
principal consiste en perfeccionar los procesos
comunicativos para que incorporen, también, las voces
de las minorías en una sociedad fragmentada,
multicultural y pluriétnica, para así consolidar el proce-
so democrático de toma de decisiones.
En cuanto a las prácticas de planificación - tanto los
modos y objetos de intervención en el espacio urbano como
los procesos mediante los cuales estos objetos se constru-
yen - se pueden hoy plantear tres tendencias mayores:

- El renacimiento de la planificación física, expresado


en las nuevas prioridades del ordenamiento terri-
torial, el espacio público, el diseño urbano y la ar-
quitectura de la ciudad. Las intervenciones pun-
tuales asociadas con los megaproyectos, los retos
de la renovación urbana, el mejoramiento del
habitat, el compromiso con la calidad de vida, etc.,
hacen que se perfile un nuevo urbanismo, relati-
vamente autónomo en sus teorías, conceptos y
prácticas de aplicación.

- El medio ambiente y el desarrollo sostenible como


marcos de referencia para debatir la ciudad. No es
tanto la ecología en sí la que anima socialmente la
preocupación por el medio ambiente, sino el he-
cho de que, en condiciones posmodernas, consti-
tuye un medio para pensar el futuro, reinstaurar
la ética y la política a largo plazo como asuntos

243
pertinentes, y concretar cuestiones de calidad y
equidad urbanas. Su agenda problematiza el pa-
trón de desarrollo dominante, y proporciona retos
novedosos para las ciencias sociales.

- La globalización como dinámica subyacente a to-


dos los fenómenos socio-espaciales, trayendo con-
sigo desafíos nuevos en cuanto a cómo compren-
derla y manejarla. Por un lado, la competitividad,
por otro lado las contradicciones socio-espaciales
que conducen a la desigualdad, la segregación, la
transformación en la forma y prácticas del Estado,
la oferta y organización del trabajo y también los ima-
ginarios culturales, la construcción de identidades y
el comportamiento de los grupos urbanos.

Claramente, las ciencias sociales en la América Latina tie-


nen un acercamiento todavía precario a estas tendencias.
La planificación urbana reclama con urgencia la amplia-
ción de los estrechos temas privilegiados de las ciencias
sociales para incorporar las dinámicas urbanas y los fenó-
menos espaciales que están revolucionando la organización,
la construcción y la experiencia de las ciudades. Sobre todo,
urge el rescate de una perspectiva crítica, una economía
política crítica que contribuya a reedificar los valores de la
justicia, la equidad y la solidaridad. Sin ellos, es poco pro-
bable que las nuevas tendencias de pensar e intervenir en
la ciudad puedan contrarrestar las consecuencias nefastas
de la pobreza, la desigualdad, la alienación, el desamparo,
la ausencia de oportunidades y la violencia generalizada
en las relaciones sociales urbanas.

El urbanismo en chile.

Desde sus inicios, en Chile el urbanismo se fundamentó


en las propuestas del modernismo en la arquitectura y

244
la planeación (CIAM y Le Corbusier) y si bien tales pro-
puestas captaron la imaginación a través de su radicali-
dad formal, dependían conceptual y políticamente de
un Estado fuerte para ponerlas en práctica, lo que de-
terminó que tuvieran un impacto mínimo en las ciuda-
des chilenas.
De allí que, en Chile, la influencia urbanística del mo-
dernismo ‘puro’ se reduce a unos pocos planes ‘maes-
tros’ y la reconstrucción de algunos sectores experimen-
tales en las grandes ciudades. Pero también con el mo-
dernismo, subsistía la idea de que la manipulación de
las formas arquitectónicas y urbanísticas podría, en sí
misma, transformar las condiciones de vida de los habi-
tantes y hacer más equitativas, eficientes y agradables las
ciudades, con lo que nació la corriente funcionalista del
urbanismo. En contraposición, y frente a las evidentes
limitaciones de tales propuestas en la práctica, surgió en
Chile en los años sesenta una crítica basada en la teoría
urbana marxista de la escuela francesa, la que se dedicó
a explicar el carácter de la planeación urbana como prác-
tica social del Estado explícitamente capitalista, cuya
función principal consistía en garantizar las condicio-
nes generales necesarias para la reproducción del capi-
tal y su condición superestructural e ideológica, que era
incapaz de incidir significativamente en el mejoramien-
to de las condiciones generales de las crecientes pobla-
ciones urbanas.
Mientras existían estas pretensiones de administrar
integral y radicalmente las ciudades, existió una estre-
cha relación entre el Estado y las ciencias sociales, cuan-
do el modernismo urbanístico se sustentaba en el cono-
cimiento sistemático de las sociedades urbanas y en la
aplicación de nuevas tecnologías en la construcción y
funcionamiento de las ciudades. En otras palabras, en el
momento en que se planteaban aspectos sobre el cono-
cimiento experto orientado hacia un gran proyecto o di-
seño liderado por el Estado.

245
Desde la creación del Ministerio de la Vivienda y Ur-
banismo, (Minvu, 1966), éste asumió un papel innova-
dor en materia de gestión del desarrollo urbano y por lo
mismo, vino a llenar un vacío en cuanto a resolver las
necesidades de suelo urbano para implantarlas políticas
habitacionales que llevó a cabo la Corporación de la Vi-
vienda, Corvi y de mejoramiento urbano que propició la
Corporación de Mejoramiento Urbano, Cormu. La fun-
ción más importante asignada al Minvu en materia de
urbanismo en su ley orgánica, era la de «mejorar y reno-
var las áreas deterioradas de las ciudades mediante pro-
gramas de desarrollo urbano» que contenían las ideas
imperantes en la época sobre remodelación y rehabilita-
ción, conteniendo modelos de cambio o transformación
muy radicales, pero que progresivamente incorporaban
elementos sobre la protección del patrimonio cultural y
natural de las ciudades. El Minvu asumió, en cierta me-
dida, un papel crítico sobre el proceso de moderniza-
ción que había orientado hasta comienzos de los sesen-
ta, la creación arquitectónica y urbanística, a través de
las propuestas, algunas ejecutadas y otras que no lo fue-
ron, como es el concurso internacional de 1972 y la pro-
puesta de un plan metropolitano para Santiago, de 1975.
Para el Minvu, el mejoramiento urbano, debía conside-
rar proyectos que permitieran crear una «estructura urba-
na» a través de elementos básicos como la valorización de
los lugares de encuentro, la creación de barrios con progra-
mas de densificación, la integración de estratos socio-eco-
nómicos y la jerarquización de las vías de circulación. Pero
estos proyectos debían estar contenidos en un estudio de
las relaciones urbanas, del uso del suelo y de la vialidad de
un sector del área urbana, teniendo como marco de refe-
rencia los planos reguladores. El instrumento que definía
las relaciones urbanas del proyecto con la estructura urba-
na, era el Plan Seccional.
El Minvu ha aplicado lo que se denomina «mejora-
miento urbano», como una adecuación de la estructura

246
especial a los requerimientos del Desarrollo Económico
Social y que se realiza mediante las líneas de acción de 1)
la remodelación urbana (mejoramiento de un barrio re-
emplazando antiguos edificios por nuevos ya sea con el
mismo uso u otro), 2) la rehabilitación (mejoramiento de
edificios o de barrios existentes ya sea para destinarlos al
misma uso actual o cambiarlo), 3) la densificación (crea-
ción de nuevas poblaciones en terrenos desocupados
dentro del casco urbano y en áreas consolidadas) y 4) el
equipamiento especializado (parques industriales, termi-
nales de buses, mercados, parques, y otros).
En efecto, cuando la planificación urbana empezó a
asentarse en los municipios chilenos, en los años seten-
ta, y especialmente después de los inicios del proceso de
descentralización en el segundo lustro de ese decenio
(Conara, 1976),40 la legislación ya se había comprometi-
do con los ‘planes integrales de desarrollo’ para los mu-
nicipios y sus respectivos instrumentos formales de pla-
nificación, pese a ser éstos todavía muy escasos. Esos
instrumentos, pretendían orientar el desarrollo econó-
mico, social y físico de los entes territoriales, con un fuerte
énfasis en las ciudades o cascos urbanos. Exigían análi-
sis extensos de las condiciones socioespaciales y grandes
cantidades de datos, y presuponían una capacidad de
intervención estatal que superaba con creces las posibili-
dades reales de las administraciones locales y las institu-
ciones públicas. Desde luego, los planes integrales de
desarrollo no fructificaron, y las ciudades seguían cre-
ciendo a partir de otras lógicas.
No obstante este abismo entre proyecto y realidad, las
ciencias sociales no sólo legitimaron los propósitos del
Estado y proporcionaron los instrumentos de análisis para
los ejercicios de planificación, sino que también
enmarcaban e impulsaban en buena parte el debate ur-

40 Comisión Nacional de Reforma Administrativa, Ministerio de Planifica-


ción y Coordinación, Gobierno de Chile, 1974-1978

247
bano. La ciudad como espacialidad constitutiva de la
acumulación de capital, el desarrollo dependiente, la
marginalidad y segregación socio-espacial, el Estado y la
lucha de clases, constituían categorías importantes de
análisis y discusión junto con una crítica a las prácticas
políticas y la manipulación de las instituciones públicas.
En fin, las ciencias sociales proporcionaron tanto las he-
rramientas instrumentales como los recursos teóricos
(positivistas y críticos) para orientar la intervención en
las ciudades.

Operatividad urbana: el programa bicentenario

Rescatando los aspectos de mejoramiento urbano defi-


nidos por el Minvu bajo las 4 líneas de acción antes rese-
ñadas, el estado chileno se dio a la tarea de celebrar y
recibir los 200 años de independencia nacional que se
cumplen el 18 de septiembre de 2010, con una imagen
urbana que diera muestra del «nuevo rostro» que pre-
tende proyectar el país. En vista de ello, a inicios del año
2.000 se creó la Comisión Bicentenario con la misión de
«elaborar programas para canalizar y coordinar los es-
fuerzos que todos los sectores de la sociedad desarrollen
en el marco de esta celebración».41 Una de sus metas fun-
damentales es desarrollar una serie de planes de inter-
vención urbana en las principales ciudades del país, cu-
yos proyectos serán realizados en lugares significativos
del espacio público, sea remodelándolos o recuperando
zonas subutilizadas o sin utilizar.
Respondiendo a la convocatoria del ejecutivo, enti-
dades e instituciones públicas, corporaciones privadas,
empresas y universidades, se plantearon el 2010 como
horizonte objetivo para las diversas iniciativas de rescate

41 Comisión Bicentenario: Objetivos, Presentación. www.chilebicentenario.cl


42 Ramos, Leopoldo, www.revistaoccidente.cl

248
patrimonial, preservación de valores e inventario de los
bienes históricos que nos identifican como pueblo.42
Aprovechando la oportunidad para efectuar una suerte
de balance nacional, romper simbólicamente las cade-
nas del pasado y enfrentar el futuro con nuevos aires.
Originalmente, se contempló la generación de proyec-
tos en las ciudades de Antofagasta, Valparaíso, Santiago,
y Concepción; sin embargo, dado el entusiasmo que des-
pertó la iniciativa en las autoridades locales a lo largo del
país, se hizo extensiva la invitación a todos los centros
urbanos con más de 75 mil habitantes. En la actualidad,
el Proyecto Bicentenario ha incorporado obras en las 15
regiones del país, dotando a sus principales centros ur-
banos43 de nuevas obras de vialidad, parques y áreas ver-
des, paseos peatonales, edificios institucionales, además de
la habilitación de bordes ribereños, lacustres y marítimos.
Para tal efecto, se creó el Directorio Ejecutivo de Obras
del Bicentenario cuya misión es seleccionar, patrocinar y
promover las obras que se presenten, asignándole la ca-
tegoría de proyecto bicentenario, no sólo a las nuevas
obras propuestas, sino también a gran cantidad de pro-
yectos anteriores, varios de los cuales ya se encontraban
en ejecución. Su principal función es coordinar esfuer-
zos y voluntades, en la búsqueda de vías de financia-
miento a través de la alianza de capitales públicos y pri-
vados.
Asimismo, la fundamentación del Programa se sos-
tiene con base en tres ejes: a) la necesidad de mejorar La
infraestructura nacional que permita abordar los desa-
fíos de la creciente integración a un mundo globalizado;
b) la idea de un programa de país, expresado en un pro-

43 Arica, Iquique, Calama, Copiapó, La Serena, Coquimbo, Ovalle, Viña del


Mar, Con Con, San Antonio, Rancagua, Curicó, Talca, Linares, Chillán, Los
Ángeles, Talcahuano, Tomé, Temuco, Valdivia, Osorno, Puerto Montt, Cas-
tro (y Curaco de Vélez), Coyhaique y Punta Arenas; además de una serie de
proyectos interurbanos e interprovinciales.

249
yecto de modernización nacional compartido por sus
principales fuerzas políticas, económicas y sociales; y c)
la necesidad de que la ciudadanía asuma como propias las
iniciativas enmarcadas en la celebración del Bicentenario.
La Comisión establece, en sus líneas de acción, que
tal conmemoración «pertenece a todos los chilenos y chi-
lenas, por ello, la Comisión se ha propuesto impulsar,
coordinar y orientar las ideas e iniciativas que desarrolle
cada persona, grupo u organización pública o privada y
de la sociedad civil de aquí al 2010.»44 En la misma di-
rección, el Decreto Supremo nº 176, por el cual se creó la
Comisión, plantea que «... es deber de todo chileno, es-
pecialmente de los jóvenes de este país, crear, imaginar,
innovar y descubrir los nuevos espacios que el país ha
comenzado a crear para todos».
Se sobreentiende que tales declaraciones de princi-
pios sólo corresponden a un marco referencial y que su
valor se limita a enunciar la importancia de la iniciativa
como proyecto histórico para la ciudadanía, sin hacer
alusión a sus fundamentos conceptuales, o sus objetivos
manifiestos. Sin embargo, aun así evidencia la relevancia
que se le concede a la creación de espacios públicos para
la ciudadanía, particularmente aquella que hará uso de
los espacios públicos del país en el futuro, considerando
que en la actualidad más de la mitad de la población aún
no cumple 30 años.
Es posible agrupar los objetivos concretos que persi-
gue el proyecto en tres principios fundamentales: a) La
integración de Chile y sus Regiones, que se traduce en
la preocupación por mejorar la infraestructura del país;
b) La Interrelación con el entorno natural, referida a la
necesidad de propiciar un mejoramiento en la relación
de la población con los entonos naturales en que habita,
posibilitando el acceso a los diferentes elementos que

44 Comisión Bicentenario: Objetivos. Líneas de acción, en: www.chilebicen-


tenario.cl

250
configuran su geografía; y c) La valoración de las condi-
ciones de habitabilidad de las ciudades, que apunta a la
configuración de ciudades más modernas y amables, lo
que debiese traducirse en el progresivo mejoramiento de
la condiciones de vida de sus habitantes.
Ahora bien, junto con estos principios, y los objetivos
específicos de cada una de sus obras, el proyecto implica
también una serie de objetivos implícitos, los cuales sólo
pueden ser comprensibles si lo enmarcamos dentro del
discurso del desarrollo que lleva adelante el estado. En
este sentido, es posible entender el Proyecto Bicentena-
rio dentro del proceso de profundas transformaciones eco-
nómicas y sociales llevadas a cabo desde fines de los ’70,
conocido como «modernización neoliberal», y de cierto
modo, constituye la representación simbólica del triunfo
de su principal objetivo, alcanzar el umbral del desarrollo.
Haciendo uso de su capacidad de controlar, o al me-
nos incidir en los sucesos comunicativos, el estado ha
instalado el Bicentenario como un hecho social en el seno
de la opinión pública, para su discusión, y sobre todo
como medio de legitimación social. Antes de comenzar
un debate, que se presupone libre y espontáneo, sobre la
importancia de cumplir dos siglos de vida independien-
te, ya se habían decido las líneas generales a seguir, los
objetivos que se buscaban e incluso el sentido que debie-
ran adoptar las iniciativas propuestas.
Bajo un marco ideológico aparentemente inexistente,
cuidadosamente despolitizado con el argumento de que
los intereses superiores de la nación están por sobre las
opiniones políticas de cada ciudadano, y ante la actitud
condescendiente de la población, el Proyecto Bicente-
nario pretende parecer, naturalmente, como la suma so-
lidaria de los esfuerzos de todos los estamentos de la
nación en pos de un ideal superior, la modernización
nacional.

251
Programa bicentenario: lugar de convergencia
discursiva.

Partiendo de la base de que las ciudades son espacios


sociales de confluencia discursiva, y que buena parte de
estos discursos pueden expresarse en lenguaje arquitec-
tónico y urbanístico, al analizar el desarrollo de las ciu-
dades, y el nacimiento del urbanismo en Chile, es posi-
ble observar que la configuración del espacio urbano se
encuentra condicionada por los proyectos históricos de
modernización nacional, que se llevan a cabo.
Al «liberalismo-oligárquico» del siglo XIX (y princi-
pios del s. XX), le correspondieron ciudades en expan-
sión, escasamente planificadas, con un naciente urba-
nismo de corte «arquitectónico» (o de los trazados) y te-
merosas de los riesgos que implicaba el incremento de la
marginalidad urbana. Mientras que el «nacional-
desarrollismo» de mediados de siglo XX (1930-1973) es
coincidente con la urbanización de las formas de vida
del grueso de la población, la consolidación de las clases
medias y un mayor desarrollo de la planificación urbana
preocupada de los elementos funcionales de la ciudad,
que caracterizó a la metropolización de las grandes capi-
tales latinoamericanas.45 Siguiendo la misma lógica, los
efectos del actual modelo de modernización sobre la ciu-
dad, derivan en la progresiva privatización y fragmenta-
ción de los espacios urbanos.46
Es ese el marco, donde se instala la celebración
bicentenaria de la vida independiente en Chile. De cier-
to modo, condensa en una iniciativa gubernamental, una
serie de discursos que de modo fragmentario se vienen
oyendo, con mayor o menor fuerza, al menos desde de

45 Outtes, Joel: «Disciplinando la sociedad a través de la ciudad. El origen del


urbanismo en Argentina y Brasil (1894 – 1945)», en EURE, vol. 28, nº 83,
Santiago, 2002.
46 Janoschka, Michael: «El nuevo modelo de la ciudad latinoamericana: Fragmen-
tación y privatización», en EURE, vol. 28, nº 85, Santiago, 2001.

252
los ’80, cuyos principales ejes son: a) la importancia de
abrir la economía hacia el exterior; b) la necesidad de
controlar el gasto fiscal, mediante la reducción del tama-
ño del Estado; c) en concordancia con lo anterior, dejar
en manos de privados la administración de las empresas
del Estado, así como, de la salud, la educación y las pen-
siones; y d) la búsqueda de una política de consensos,
que inhiban la polarización política de la sociedad, lo
que ha derivado en su despolitización. Por lo tanto, el
análisis del proyecto, sea en dimensión arquitectónica,
funcional, social, o discursiva, no puede dejar de consi-
derar esto elementos. Antes de abocarse al análisis del
Proyecto Bicentenario como discurso, debe revisarse su
base ideológica (el proyecto neoliberal de modernización
nacional), conocer las transformaciones históricas del
espacio urbano donde pretende plasmarse dicho discur-
so, y la evolución sociocultural de la sociedad que hará
uso de dichos espacios.
En relación al Proyecto Bicentenario, el análisis de su
discurso expresado en lenguaje urbanístico o arquitec-
tónico,47 presenta dos grandes dimensiones: por un lado,
nos enfrenta al problema de la interacción cotidiana de
los interlocutores, en este caso los habitantes de la ciu-
dad, con los textos (obras, edificios, autopistas o par-
ques), y la compresión tácita o manifiesta de su signifi-
cado, entendiendo que el significado se da en la interac-
ción de los habitantes con los espacios urbanos. Y por
otro lado, al problema de la intertextualidad, y es decir,
al hecho de que el mensaje que conlleva cada signo (obra,
emplazamiento, elemento estructural, detalle construc-
tivo o color), en el caso de la intervención urbana, es la

47 Lenguaje es un tipo de representación, el cual requiere de algún medio para su


expresión, un medio es el soporte de información y comunicación, es decir,
el vehículo del mensaje. (Levy, Pierre: «Cibercultura», Dolmen, Santiago,
2001). En el caso del espacio urbano, el lenguaje utilizado para la expresión
del discurso es el arquitectónico y el medio utilizado es la propia ciudad.

253
traducción de un discurso concreto desde un tipo de
lenguaje, en este caso la lengua castellana (escrita y
hablada) a otro, el lenguaje urbanístico y arquitectónico.
En síntesis, al analizar cualquier proyecto de interven-
ción urbana como el impulsado por la Comisión Bicen-
tenario, tenemos en primer lugar que comprender las
implicancias del discurso promovido por el Estado (la
modernización nacional); en segundo lugar, establecer
en qué medida las obras impulsada efectivamente «ma-
terializan» ese discurso, de acuerdo con ciertos paráme-
tros de validez socialmente aceptados por los principa-
les tipos de poder en juego (el mercado, el Estado y la
ciudadanía); y en tercer lugar, a partir de la interacción
de los habitantes con las obras llevadas a cabo, aventurar
en qué medida éstas representan simbólicamente los prin-
cipios que se pretendían plasmar.
Entendiendo que el espacio urbano es un lugar don-
de convergen distintos tipos de discursos y éstos se ma-
terializan en acciones concretas, portadoras de signifi-
cado, resulta necesario tener claridad sobre cuáles son
las principales corrientes discursivas que se dan cita en
él. De la pléyade de discursos que se pueden expresar en
una ciudad, es posible identificar al menos cuatro tipos
de corrientes discursivas principales que convergen en
el espacio urbano:

a) El discurso del ‘proyecto país’, expresado median-


te modernizaciones, proyectos, remodelaciones, re-
novaciones y programas, con toda su batería in-
formativa que sirve como marco de legitimación
para un segundo nivel discursivo
b) El discurso del ‘poder local’, que se manifiesta en
la pretensión de independencia de la administra-
ción comunal, a través de autoridades, de las re-
des políticas tradicionales, enfocándose a la ges-
tión eficiente y a la resolución de «problemas con-

254
cretos», estableciendo estrechas alianzas con el sec-
tor privado, y que constituye una suerte de réplica
a escala del discurso del proyecto país.
c) El discurso ‘consumista del mercado’, que tiende a
permear a los otros dos con su lógica de servidores
y clientes (particularmente nítido en el nivel mu-
nicipal), instalando el lenguaje publicitario en el
seno de las relaciones sociales.
d) El discurso de la ‘globalización’, expresado en el
surgimiento de una cultura internacional popu-
lar48 que circula por las redes desterritorializadas
de información, integrando casi a todo el globo,
de acuerdo con determinados patrones culturales
comunes, sirviendo como marco de legitimación
de los otros tres, resignificándolos y
condicionándolos permanentemente, pues se ha
instalado como el contexto al que se alude y el
marco final de referencia.

Legitimizacion del discurso bicentenario.

De las cuatros grandes corrientes discursivas que se ex-


presan en el espacio urbano, y por extensión en el espa-
cio público, no se dan de manera pura y separadas unas
de otras, ya que generalmente tienden a complementar-
se y entrelazarse, aludiendo constantemente unas a otras,
presentando dominantes interdiscursivas que dan cuenta
de determinadas ideologías o cosmovisiones comparti-
das, o contradictorias, con las finalidades perseguidas
por los grupos que se legitiman a través de ellos (la
interdiscursividad es una buena herramienta, para ex-
plicar en qué medida el discurso -el texto expresado en

48 Ver, Ortiz, Renato: «Mundialización y cultura», Alianza Editorial, Buenos


Aires, 1997.

255
lenguaje arquitectónico, en este caso- del urbanismo,
remite todo el tiempo el discurso de la modernización
planteado por el Estado hacia el discurso dominante de
la globalización, como único horizonte posible).
La importancia del discurso, manifiesto e implícito,
es crucial. Dada la relevancia y el impacto social que sig-
nifican las obras promovidas, los mecanismos comuni-
cacionales utilizados para explicar, difundir y materiali-
zar dichas iniciativas, adquieren una especial centralidad
y, lejos de ser un apéndice operacional neutro, constitu-
yen una poderosa herramienta de legitimación social. Es
decir, cumplen un rol de doble legitimador, pues sirven
para justificar la obra y para reafirmar la ideología que la
sustenta.
Detrás del Proyecto Bicentenario, como discurso es-
pecífico del modelo de modernización nacional, descansa
la intención cultural de construir un tipo de sociedad
concreta, impulsada por determinados grupos de po-
der, político y económico, que aprovechan, por un lado,
la aparente inevitabilidad de los procesos económicos y
culturales que implican la globalización, y por otro, el
debilitamiento progresivo de la sociedad civil, y su pér-
dida de poder de ingerencia en los asuntos públicos, a
fin de llevar adelante sus intenciones.
Circunscribiendo el análisis al Proyecto Bicentenario
y mirando un poco más allá de la funcionalidad de las
obras, no resulta difícil identificar el objetivo que se per-
sigue con dicha iniciativa: «Queremos hitos que sean un
recuerdo histórico y que, al mismo tiempo, permanez-
can en la memoria histórica como emblema del avance
de esta Región».49 Es decir, los hitos que marquen el na-
cimiento de una nueva etapa en la historia de Chile, y
por ende, de cada una de sus regiones. Levantando los
edificios patrimoniales del futuro, y los hitos urbanos

49 Ministerio de Obras Públicas, 17 de octubre de 2003. www.mop.cl

256
que debieran simbolizar el momento en el que se plas-
mó en el espacio urbano local el desarrollo nacional.
Así pues, la construcción de grandes obras sirve, ade-
más de su utilidad funcional, para que las futuras gene-
raciones reconozcan, a través de ellas, a los gobiernos
que marcaron nítidamente un antes y un después, sen-
tando las bases del Chile del mañana. No está demás
recordar, que junto con cambiar el «rostro» de las princi-
pales ciudades de Chile, el proyecto de país contempla
una serie de reformas a la salud, la educación, los servi-
cios públicos, las fuerzas armadas o la justicia, que vie-
nen a profundizar las grandes transformaciones y al pro-
ceso de modernización del país iniciadas desde los pri-
meros años de los ’70 e incluyendo la totalidad de la dé-
cada de los ’80.

El programa bicentenario en concepcion

Uno de los principios fundamentales del proyecto en la


urbe de Concepción, ciudad de casi un millón de habi-
tantes, es la recuperación del río Bio Bío que rescate la
antigua idea de abrir la ciudad hacia sus márgenes a fin
de romper con siglos en los cuales le ha dado la espalda
(Plan de Pascual Binimelis, 1857). «La idea es transfor-
mar a Concepción en una ciudad fluvial, lo que repre-
senta una nueva proyección inmobiliaria y urbanística
del borde del río que ahora se entrega a la ciudad como
reconocimiento e integración».50
En consecuencia, el centro de las preocupaciones del
proyecto en Concepción se concentra en el programa de
recuperación del río, para lo cual se decidió el traslado
del Barrio Cívico y los principales servicios y edificios
hacia un sector de costanera de ese fluvio. Del mismo

50 Revista Cultural Pencopolitana, Año 3, n° 3 / Dic. 2002 – Ene. 2003,


Concepción, p.4

257
modo, en otras zonas de la intercomuna, se desarrollan
proyectos como la remodelación de la bahía de San Vi-
cente, la ruta Interportuaria, la recuperación (y descon-
taminación) del canal El Morro y la remodelación del
Parque Laguna Grande en San Pedro, todas enmarcadas
en el principio de mejorar la interrelación urbana con el
entorno natural.
La construcción del Barrio Cívico es la obra central
de todo el Proyecto Bicentenario en Concepción y se fun-
damenta en el principio de valoración de las condicio-
nes de habitabilidad de las ciudades, tendiente al mejo-
ramiento de la calidad de vida de la ciudad, y su relevan-
cia se explica tanto por su envergadura como por el sig-
nificado asociado a él. Contempla cinco grandes obras
individuales: el edificio de los Servicios Públicos, la Pla-
za del Bicentenario, la Av. Nueva Prat, el Parque Central
y el Parque Ribera Norte, al costado del cual se emplaza-
rá el futuro Teatro Pencopolitano, proyectado a orillas
del río, al otro lado de la avenida Costanera
La obra más importante de las cinco es, sin duda el
Edificio de los Servicios Públicos, pues constituye la pie-
za que le da sentido a todo el conjunto. El objetivo per-
seguido por las autoridades es que se constituya como
«el espacio de comunicación entre la comunidad y el go-
bierno central, que permitirá descentralizar y al mismo
tiempo concentrar e interrelacionar los distintos servi-
cios públicos regionales en pro de una mejor atención a
la comunidad».51
Para comprender la concepción de ciudadanía con-
dicionada por el discurso del mercado, que subyace al
proyecto, el Barrio Cívico puede ser comparado con un
gran mall del ciudadano, tanto por la concentración de
servicios que conlleva, «donde la gente podrá encontrar
respuesta a todas sus inquietudes relacionadas con los

51 Dirección de Arquitectura – Ministerio de Obras Públicas, Transportes y


Telecomunicaciones. www.mop.cl

258
servicios públicos»,52 como por su estética «vanguardis-
ta», en acero, hormigón y vidrio, que puede ser percibi-
da como una analogía con un moderno centro comer-
cial. Resulta paradójico que un edificio cuya misión es
convertirse en un importante referente urbano, cargado
de significados sociales e históricos, se acerque a la ima-
gen de un gran mall, a través de su estética neutra, abs-
tracta y monumental, cercana a los diseños
desterritorializados de la arquitectura sobremoderna, sin
buscar su referencialidad en el entorno social e históri-
co-cultural de la ciudad.
Junto con las obras del barrio cívico y la recuperación
del río, que, dado su carácter simbólico y su emplaza-
miento, se espera que conlleven un alto impacto como
referentes urbanos, existen otros dos grupos de obras que
vienen a completar el programa de intervención urbana
en la comuna. Por un lado las obras tendientes a la
remodelación del centro histórico (Proyecto Zócalo de
Concepción y Boulevard Barros Arana), y por otro, las
relativas al mejoramiento de la conectividad vial entre
los distintos sectores de la intercomuna,53 que se funda-
mentan en el principio de mejorar la integración de Chile
y sus Regiones.

Reflexión del programa bicentenario

Desde los inicios del urbanismo en Chile, el desarrollo de


las ciudades ha sido practicado con un fuerte énfasis en el
ordenamiento de las circulaciones y de la trama urbana,
velando por la seguridad de los habitantes y que ha

52 Diario «El Sur», viernes 18 de octubre de 2003. www.elsur.cl


53 La continuación de la Av. Costanera (entre Concepción y Chiguayante),
el mejoramiento del acceso al Aeropuerto Carriel Sur, la remodelación de la
rotonda General Bonilla, el ensanche de la Av. Paicaví, la ya mencionada ruta
Interportuaria, la conexión entre los puertos de San Vicente y Talcahuano,
el proyecto de transporte público «Biovías», entre otras.

259
concluído con el correr del tiempo, en una forma de orde-
namiento social y territorial entre lo urbano y lo periurbano
tal que, en los hechos, esos espacios se complementan en-
tre sí en función de sus características espaciales, propias
de la geografía del emplazamiento de que se trate.
Cada ciudad de Chile, y su respectivo entorno pe-
riurbano, poseen su propia identidad, y acaso, también,
su propia idiosincrasia. De ahí también que, algunas de
las más importantes ciudades del país (no más de cin-
co), Santiago primero, hoy en día no resulten compara-
bles a ninguna otra ciudad de Chile, no sólo por causa
del gran tamaño comparativo de población, sino que,
básicamente; porque, como son lugares del mundo glo-
balizado, pueden contar con sus propias reglas del jue-
go para poder regular satisfactoriamente la ocupación y
el uso del suelo de su territorio, y procurar así su conse-
cuente desarrollo sustentable. Ninguna del resto de las
demás ciudades de Chile posee aún este rol global, ni
está en igual etapa de desarrollo urbano.
Reconocer este hecho sobre esas ciudades, Concep-
ción entre ellas, es sustantivo, así como también lo es
valerse de la experiencia acumulada en materia de urba-
nismo en Chile. La valoración del Programa Bicentena-
rio, más allá de sus objetivos manifiestos, representa la
condensación de una serie de discursos fragmentarios
materializados en el espacio urbano en la forma de una
iniciativa de intervención urbana, cuya finalidad responde
a intereses comunicativos y simbólicos que tienen como
horizonte la idea de alcanzar el umbral de las naciones
desarrolladas.
No obstante este sentido, el Estado hace uso de un
discurso parcial asociado con la celebración del bicente-
nario de la independencia, para promover y legitimar
las obras tendientes al mejoramiento de la infraestruc-
tura y la remodelación de los espacios urbanos de las
principales ciudades del país, buscando alianza con el
sector privado, pero sin asociarse con la ciudadanía.

260
Los objetivos del proyecto, y de cada una de sus obras,
en términos generales, responden al objetivo de asegu-
rar la conectividad vial, mejorando la infraestructura ca-
minera, portuaria y aeroportuaria del país. Está por ver-
se, sin embargo, si su desarrollo permitirá responder a
los desafíos que se planteó, tendientes a crear espacios
para el fortalecimiento de la ciudadanía, y la integración
de las diversas áreas públicas proyectadas con la trama
urbana de la ciudad. Por ejemplo, en relación al parque
costanero, en el desarrollo del proyecto faltó una ade-
cuada conceptualización del espacio público, ya que se
echan de menos «espacios flexibles de mayor magnitud,
capaces de acoger actividades urbanas en contacto con
el río, además de un mejor manejo de la escala urbana y
un mejor dialogo con la ciudad».54
A partir de los antecedentes recopilados, es posible
plantear la hipótesis de que dichos problemas se deban
a que, independiente del discurso manifiesto y de las
intenciones de algunos de sus diseñadores, el objetivo
implícito del proyecto no sea generar espacios públicos
donde pueda ejercerse la ciudadanía o solucionar pro-
blemas urbanos concretos, sino simplemente reflejar la
capacidad modernizadora y transformadora del gobier-
no, comunicando un mensaje a la ciudadanía y a las fu-
turas generaciones, aprovechándose de la posibilidad que
ofrece el espacio urbano como medio de comunicación.
En ese sentido, tres puntos afloran a partir de esta mira-
da al proyecto. En primer lugar, la búsqueda de legitimi-
dad en la que el proyecto concedió la categoría bicente-
nario a una serie de obras que ya se encontraban en eje-
cución y que respondían a los intereses de determinados
poderes locales y servicios públicos, no necesariamente
congruentes con los objetivos del proyecto.
Segundo, si bien uno de los puntos centrales habla
sobre relación con la creación y habilitación de nuevos

54 www.cafedelasciduades.com.ar

261
espacios de uso público para la ciudadanía, el proyecto
generó una alianza estratégica con capitales privados,
obviando la participación ciudadana. De algún modo, el
Proyecto Bicentenario deja en evidencia la pérdida de
importancia del rol de la ciudadanía en la creación y apro-
piación del espacio público, el cual sólo parece ofrecer
un espacio vacío, o de circulación y encuentro anónimo,
bajo fórmulas controladas, previamente formateadas y
predefinidas por el poder. Buena parte de estos espacios
están articulados e integrados únicamente por grandes
vías de circulación rápida, impidiendo su integración a
la trama urbana. Es decir, se crearon espacios de uso
público, pero no se fomentó el enriquecimiento del es-
pacio público, como entidad social.
Tercero, por sobre las consideraciones técnicas y los ob-
jetivos formales del proyecto, su finalidad es intrínseca-
mente comunicativa y simbólica, cuyos mensajes es po-
sible resumirlos en los aspectos siguientes: a) le está di-
ciendo al resto del mundo que Chile constituye un país
eficiente y confiable, en el cual las promesas se cumplen
y los proyectos se ejecutan, al mismo tiempo que actua-
liza su infraestructura —vial, portuaria y de comunica-
ciones— de acuerdo con parámetros internacionales; b)
le comunica al sector privado, luego del corto pero ofen-
sivo proceso de estatización de la década 1964-1973 y
del período de reconstrucción económica posterior, que
Chile volvió a constituir una comunidad donde es posi-
ble reunir mancomunadamente al estado junto a capita-
les privados y a los representantes locales, para lograr
objetivos comunes; y c) le dice a la ciudadanía, que al fin
el país está dejando atrás la condena del subdesarrollo,
preparando el terreno para integrarse plenamente al pri-
mer mundo.

262
Conclusiones.

La interrelación entre las ciencias sociales y el urbanis-


mo se inició con fuerza a partir de las nuevas ideas que
surgieron a principio del siglo pasado, cuando la reali-
dad económico-social y la estructura del mundo occi-
dental habían entrado en un período de evolución verti-
ginosa. Además de orientarse al diseño de las ciudades y
al planteamiento de nuevos métodos, esos movimientos
dirigieron una crítica radical de la situación imperante,
planteando nuevos paradigmas sociales y principios de
carácter global, radical y utopista, que rechazaban la si-
tuación histórica anterior, proponiendo una nueva al-
ternativa que impulsaría a la humanidad, desde la técni-
ca, a la organización social y política.
Esos movimientos contienen, a no dudar, una rique-
za, variedad y diversidad que no se había visto desde el
mismo Renacimiento y que se mantendrían prácticamen-
te por el resto del siglo veinte.
Sin embargo, es evidente que las ciencias sociales, en
las últimas décadas de esa centuria, se alejaron del pro-
ceso de desarrollo social, político y económico vigente,
básicamente por un cambio ideológico que determinó el
debilitamiento de su estrecha relación con el Estado, in-
cluyendo la planeación urbana, aunque de algún modo
se las arregló para enmarcar e impulsar en forma sote-
rrada el debate urbano. Esta realidad, más un reflejo de
la tendencia postmoderna que el resultado de una crítica
autónoma del proceso de urbanización, provocó en la
América Latina y por cierto en Chile, el descarte del gran
proyecto urbano y un viraje de los intereses académicos
hacia las especificidades locales de barrio, etnia, identidad,
ambiente, hábitat, seccionales o micro procesos de urbani-
zación, construídos prácticamente desde la academia.
El renacimiento de la planificación física, expresada
en las prioridades del ordenamiento territorial, el espa-
cio público, el diseño urbano y la arquitectura de la ciu-

263
dad, más la visión medio ambiental y el desarrollo soste-
nible como marcos de referencia para debatir la ciudad,
y la globalización como dinámica subyacente a todos los
fenómenos socio-espaciales, muestran hoy un nuevo per-
fil de las ciencias sociales que intentan salir del enclaus-
tramiento en el que se habían sumido, fundamentalmen-
te por su desvinculación con el proceso de desarrollo
social, político y económico vigente.
El mejor ejemplo de tal rescate, lo constituye en Chi-
le la definición del Programa Bicentenario, que conden-
sa los discursos señalados y que han permitido a las cien-
cias sociales, secundariamente y con una función opera-
cional, acomodarse a esos nuevos objetivos.
El caso de Concepción (ciudad intermedia en el nivel
metropolitano) es un buen ejemplo, ya que las amplias
polémicas ambientales y urbanas alrededor de la estrate-
gia de expansión, propuesta en los distintos programas
e instrumentos de planificación urbana, coinciden con
cierto renacimiento de la ciudad alrededor de proyectos
emblemáticos en el manejo del espacio y las construc-
ciones públicas.
Si concluímos que el principal valor social a que se atie-
ne la práctica del urbanismo en Chile es el bien común, el
Programa Bicentenario; en esencia, su arquetipo y el prin-
cipio básico inalienable que lo tipifica socialmente, bien o
mal, incluye estos valores y que, como paradigmas de la
globalización y modernidad, son internalizados en su pro-
pio diseño con gran dimensión y fuerza.

264
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267
268
LA ARQUITECTURA DEL CENTRO
DE MONTERREY, EN RELACION CON
EL CRECIMIENTO METROPOLITANO

Antonio Tamez Tejeda

Resumen.
ste documento estudia la arquitectura del cen-

E tro de Monterrey, de un momento de auge


hacia uno de agotamiento y deterioro, produc-
to del crecimiento urbano sectorizadamente
diferenciado, que favoreció el desarrollo de subcentros
exitosos, fortalecidos por su propia localización y por los
corporativos empresariales impulsores del desarrollo in-
mobiliario al sur de la ciudad.

Abstract.

This paper studies the Monterrey´s former business


district architecture, from an earlier great moment to a
last one showing an opposite face. We show how the
phenomena arose from a differentiated urban growth and
the successful urban subcenters strengthen by the new
enterprises corporate facilities, driving up the real state
development south of the city.

Introducción.

La arquitectura radicada en el casco histórico y particu-


larmente en el antiguo distrito de negocios y comercio
de la ciudad de Monterrey, ofrece un panorama tal que
permite leer su evolución durante las postrimerías del
siglo XIX y del siglo XX, toda vez que observamos la

269
sucesión de estilos arquitectónicos ahí domiciliados, al
igual que los usos del suelo urbano en el devenir del
tiempo; por ejemplo, en la actualidad se cuentan única-
mente dos estructuras destinadas al género habitacional
en un perímetro de 60 manzanas, en tanto que ese mis-
mo perímetro alojó a principio de siglo XX a las residen-
cias de las más destacadas familias regiomontanas. Esta
evolución igualmente permite identificar las caracterís-
ticas del fenómeno paralelamente al desarrollo urbano,
que en el mismo período siguió un cierto patrón de cre-
cimiento sectorizadamente diferenciado, cuya evolución
finalmente alteró la regencia urbana del centro regiomon-
tano, provocando que su arquitectura transitase de un
período de auge hacia uno de agotamiento y deterioro,
al principio de siglo XXI. Tal es el asunto que aborda-
mos, fincando, a la vez, la relación entre la evolución de
la arquitectura del centro regiomontano y su tendencia
al deterioro respecto del crecimiento sectorizadamente
diferenciado de la ciudad de Monterrey.

Evolución del crecimiento metropolitano.

El crecimiento de la ciudad de Monterrey se ha visto


condicionado por diversos factores, desde el momento
de su fundación. Es un condicionamiento manifiesto por
su delimitación urbana durante los primeros dos siglos
y medio de existencia. Hasta mediados del siglo XIX, la
ciudad presentó un lento crecimiento urbano, siguien-
do aproximadamente sus linderos de origen como lo
muestra el plano elaborado por Juan Crouset(1) en 1798,
con limitado desarrollo hacia el poniente y acotado, a su
vez, por los diferentes cursos de agua que circunvalaban
al poblado inicial, que se verían rebasados despés de la
ocupación del ejército estadounidense de 1846, y cuyo
trazo, si bien siguió el principio ortogonal, no lo fue pre-
cisamente reticular en su casco antiguo.

270
La regiomontana villa, durante los siglos XVII y XVIII,
se vio entonces confinada hacia el norte por los cursos
de agua, que provenientes de los veneros de Santa Lu-
cía, tributaban al río Santa Catarina al noreste del pobla-
do. Al oriente, el crecimiento se limitó a no más de seis-
cientas varas desde la plaza mayor, al quedar contenido
por el recodo del mismo río, al cambiar éste su curso. El
asentamiento se contuvo hacia el sur por el caprichoso
cauce del dicho río Santa Catarina y el peligro de sus ya
conocidas crecidas, en tanto que en su margen derecha
inicia el ascenso de la llamada Loma Larga. Fue hacia el
poniente donde una topografía propicia y libre de obstá-
culos favoreció el desarrollo de huertas y terrenos de la-
bor por el rumbo de la capilla de la Purísima, que se
comunicaron con la villa por aquellas sendas rústicas,
que con el tiempo dieron lugar a las hoy calles de Hidal-
go y Padre Mier. Dos siglos después de su fundación, se
vislumbró el crecimiento de la villa hacia el norte de la
misma, en las afueras del viejo casco urbano, cuando el
Sr. Obispo Dn. Ambrosio de Llanos y Valdés «trajo licen-
cia para construir una Catedral, fundar un Colegio de
Propaganda Fide como el de Nuestra Señora de Guada-
lupe de Zacatecas y un Colegio Seminario»2). Se colocó
la primera piedra de la nueva iglesia catedral en noviem-
bre de 1794. Las obras se localizaron al norte, en el sitio
que posteriormente ocupó la Ciudadela. Desavenencias
con el Gobernador Dn. Simón de Herrera y Leyva, en
1795, cancelaron el proyecto, en tanto que los cimientos
de la nueva catedral sirvieron como subestructura del
fortín de la ciudadela, ocupada tras el asalto del ejército
estadounidense, en septiembre de 1846.
El plano de campaña del General Zacary Taylor, de
1846, muestra al perímetro urbano de Monterrey aproxi-
madamente dentro de los mismos límites hacia el norte,
sur y oriente que lo consignado en el plano de Crouset.
Para entonces, el poniente de la ciudad, pasando el rum-
bo de la capilla de La Purísima, ofrecía las mejores con-

271
diciones ambientales en donde había una multitud de
huertas y quintas campestres3) pertenecientes a las fa-
milias cuyos recursos lo permitían; entre ellos, el coman-
dante militar de la plaza, el General Mariano Arista. Esas
quintas, en su momento, causaron admiración a los sol-
dados estadounidenses, durante los veintidós meses de
ocupación de la ciudad por las fuerzas del General Taylor.
Así, por ejemplo, respecto de la casa de campo del Ge-
neral Arista, uno de aquellos soldados expresó que: El
gran edificio cerraba un patio bien pavimentado por tres lados,
el cual estaba lleno de jarrones con flores y fuentes de agua
cristalina, que lanzaban una frescura agradable sobre la at-
mósfera. El cuarto lado del cuadrado se comunicaba con un
extenso jardín que en su arreglo denotaba un grado de buen
gusto y conocimientos de horticultura pocas veces superado en
nuestro país. Prados con flores, hileras con granados, callejo-
nes con limones, conjuntos de naranjos, emparrados con uvas,
el higo de grandes hojas y la toronja dorada, el aire saturado
con perfumes y la melodía de las aves4). Este relato ofrece
una gran calidad y elocuencia en su expresión, particu-
larmente si se le encuadra en el medio castrense durante
una campaña de ocupación; pero lo que particularmen-
te nos atañe consiste en el desplazamiento hacia el po-
niente de la ciudad, que practicó la clase con suficientes
recursos en el medio social regiomontano de aquella épo-
ca, buscando las bondades del medio natural para su
domicilio, marcando así la pauta a seguir para futuros
desplazamientos a la vera de un ambiente natural, sano
y confortable.
En 1850, la ciudad contaba con más de 15,000 habi-
tantes. La guerra secesionista estadounidense incremen-
tó las relaciones comerciales entre los mexicanos del no-
reste con los estados confederados, para reexpedir sus
exportaciones algodoneras, radicándose las agencias
intermediadoras en Monterrey. Hacia 1865 el crecimien-
to de la ciudad presentaba una declarada tendencia al
norte y poniente, según el plano de Dn. Isidoro Epstein,

272
siguiendo el convencional trazado en damero hacia el
norte de la ciudad, en tanto que al poniente configuró
manzanas más bien rectangulares, un tanto descuadra-
das. La villa continuó permaneciendo dentro de sus
ancestrales límites, para efecto de su dinámica urbana,
el comercio, los servicios y el gobierno, además de la ha-
bitación; en tanto que iniciaba su crecimiento hacia el
norte por el rumbo de la catedral nueva, mientras que el
rumbo a la vera de la loma del Obispado se reservó a las
quintas radicadas en el lugar. Algunos asuntos en su mo-
mento bien pudieron haber pasado desapercibidos; sin
embargo, en el futuro, tales asuntos, tanto el crecimien-
to de la ciudad hacia el norte como el rumbo de las quin-
tas hacia el poniente, comenzaron a otorgar, dirección al
crecimiento diferenciado de la ya entonces ciudad de Mon-
terrey, con sus 28,000 habitantes, al iniciar la década de
1870. Fue un crecimiento urbano incipientemente sectori-
zado, con secuela a futuro.
Las comunicaciones, los estímulos fiscales y algunos
empresarios visionarios rindieron su fruto para la con-
versión del capital regiomontano en una planta indus-
trial generadora de progreso local y regional. La ciudad,
que de 45,695 habitantes en el año 1895, pasó a 62,266
en 1900 y 78,528 en 1910(5). El crecimiento se reflejó
igualmente en la expansión urbana, generando un con-
siderable auge arquitectónico de calidad en el centro de
la ciudad. Al comercio y las primeras industrias textiles
de la década de los setenta y la consolidación de los ca-
pitales, así como la infraestructura ferroviaria en los
ochenta, siguieron en los noventa las inversiones en la
industria pesada, beneficiarias de las exenciones fiscales
y del ferrocarril, iniciando un nuevo capítulo en el desa-
rrollo económico y urbanístico de la ciudad, de lo cual
Don Isidro Canales Vizcaya relata que: La alameda, que
ahora lleva el nombre de Mariano Escobedo, se empezó a esta-
blecer el año de 1861, por un acuerdo del Ayuntamiento. Ori-
ginalmente fue conocida como Alameda Nueva, para distin-

273
guirla de un bosque natural formado por álamos y otras plan-
tas donde entonces acostumbraban pasear los habitantes de la
ciudad. Ésta quedaba al norte del riachuelo de Santa Lucía,
más o menos entre lo que ahora son las calles de Zaragoza y
Diego de Montemayor6). El riachuelo al que se refiere Don
Isidro, fue aquel curso de agua proveniente de los vene-
ros de la ciudad y que aguas abajo se convertía en lo que
posteriormente conocimos como El Canalón. De aque-
lla alameda que relata, quedaban como testigos de aquel
tiempo unos bien crecidos y añosos sabinos que fueron
talados inútilmente con motivo de las obras de
Macroplaza, uno precisamente sobre del remanente de
aquellos cursos de agua, en un solar entre las calles de
Zaragoza y Zuazua, a espaldas de lo que en su momento
fueron los bien conocidos, afamados y muy concurridos
Bar Fornos y el centro nocturno El Patio, sobre la calle
de Zaragoza.
Al principio del siglo XX, se había configurado casi
en su totalidad lo que se conoce como primer cuadro de
la ciudad. Hacia el norte, la ciudad quedaba contenida
por las instalaciones ferroviarias y la planta industrial,
en torno a la cual prosperaron distintos barrios de habi-
tación proletaria y popular. Por el poniente, la ciudad
comenzaba a desplazar su distrito residencial hacia el
rumbo de la Plaza Bolívar, en dirección de la capilla de
La Purísima y de las antaño lejanas quintas de la loma
del Obispado. Fue un crecimiento urbano sectorizada-
mente diferenciado de los distritos habitacionales, al prin-
cipio del siglo. Las décadas de los años veinte a los cua-
rentas aparejaron el crecimiento metropolitano apoyado
en el desarrollo de una planta industrial en expansión y
plenitud, dirigida por empresarios con visión a futuro, a
la par que el gobierno posrevolucionario generaba el am-
biente propicio para la generación de nuevas inversio-
nes. La ciudad creció tanto en población como en exten-
sión. Del año 1910 al año 1933 pasó de 78,528 habitan-
tes a 148,0007) y 240,0008) habitantes en el año 1943.

274
El centro afirmó su propia rectoría en cuanto único
polo concentrador del equipamiento urbano de la ciu-
dad, en tanto que la avenida de Francisco I. Madero ge-
neró el primer subcentro, al desarrollar una infraestruc-
tura de comercio y servicios de carácter popular. El dis-
trito residencial se instaló al poniente, sobre de la calle
del Padre Mier, por el rumbo de las calles de 20 de No-
viembre y Degollado, a la par que en la colonia Obispa-
do, al urbanizarse la falda sur y oriente del cerro del Obis-
pado. La clase media-alta se domicilió en el rumbo de la
Purísima y la colonia El Mirador, en 1938, al igual que
en la colonia Maria Luisa, al poniente de la avenida de
Venustiano Carranza, asiento de cuidadas residencias,
en su tramo sur, próximo a la colonia Ex-Seminario. Los
rumbos oriente y poniente del primer cuadro y hacia el
norte de la calle de Matamoros fueron asiento de la clase
media, con barrios bien definidos como el de la plaza
del Mediterráneo, la plaza de la Luz, la plaza del Cho-
rro, las Tenerías y el Canalón, de la Alameda, de los Pan-
teones, del mercado del Norte y el ya tradicional barrio
del Roble. Hacia el norte y el oriente, fuera del primer
cuadro, la expansión generó nuevos distritos obreros y
populares. La colonia Obrera, en las inmediaciones de la
Fundidora, la Obrerista y la Industrial en las proximida-
des de la Cervecería Cuauhtémoc, al igual que las colo-
nias: Niño Artillero y Victoria, en los linderos de la re-
cién trazada avenida Bernardo Reyes. De esta manera,
la ciudad mantuvo la pauta de su crecimiento sectoriza-
damente diferenciado, influyente en el futuro desarrollo
urbano, con efecto sobre del centro metropolitano.
Las décadas de los años cincuentas y sesentas se ca-
racterizaron por la consolidación del centro de la ciudad
y su momento de gran auge arquitectónico, con la cons-
trucción de edificios altos, como, por ejemplo, el Con-
dominio Acero, el Condominio Monterrey, el edificio del
El Roble y el Edificio Monterrey, sede del Banco de Nue-
vo León. Igualmente característica fue la aparición e in-

275
cipiente desarrollo de subcentros periféricos radicados
en los distritos residenciales de reciente emergencia en
la periferia urbana, entre los que se cuentan las colonias
Chepevera y Vistahermosa, al poniente; la Anáhuac al
norte y la Roma y Altavista al sur de la ciudad, a princi-
pio de la década de los años cincuenta. De 1943 a 1953,
la ciudad pasó de 240,000 a 443,000 habitantes(9), en
tanto que en 1963, la población ascendió a 850,000 ha-
bitantes(10), localizada en una extensión desarrollada ha-
cia los cuatro puntos cardinales, confirmando el creci-
miento sectorizadamente diferenciado de la conurbación.
En el mes de mayo de 1950 se iniciaron las obras del
proyecto consistente en la rectificación y canalización del
río Santa Catarina, y se concluyeron en 1952, durante el
mandato gubernamental del Dr. Ignacio Morones Prieto.
Los primeros estudios del curso natural y la topografía del
cauce, así como los probables puntos de desborde de los
bancos se iniciaron en 1942. Se elaboraron los estudios de
ingeniería hidráulica, los volúmenes y la velocidad del cau-
dal, para determinar la sección del canal. Finalmente, la
ingeniería civil desarrolló el diseño de terraplenes y talu-
des, mismos que para su protección de la natural erosión
producida por la descomunal corriente, se depositaron to-
neladas de roca procedente tanto del cerro de las Mitras
como cerro del Topo Chico acomodadas conforme a la
inclinación de aquellos, y que a la fecha han desaparecido.
Hasta ese momento, la configuración del área urbana se
veía delimitada por el caprichoso curso ribereño, de mane-
ra que el banco norte se localizaba sobre de la actual calle
de Humbolt entre las de Venustiano Carranza y Aldama11),
repitiéndose el fenómeno aguas abajo sobre la calle de
Ocampo, entre las calles de Cuauhtémoc y Zaragoza, e
igualmente, en donde se localizan los Condominios Cons-
titución y el complejo hospitalario del IMSS. La canaliza-
ción del río resolvió la magnitud de los problemas y daños
ocasionados por las inundaciones a la ciudad, como bien
se pudo constatar en 1967 y 1985 cuando el río se creció

276
espectacularmente, a consecuencia de los huracanes Beulah
y Gilberto. De la rectificación del su cauce del río, se des-
prendió, además, una ganancia adicional para la ciudad,
consistente en el rescate de terrenos anteriormente
ribereños, que totalizaron 850,000 metros cuadrados de
terreno, de los cuales 320,000 fueron área vendible1(2).
Ciertamente, la canalización del río Santa Catarina ha sido
la obra de mayor trascendencia en Monterrey, desarrollada
durante el siglo XX y lo poco que va del XXI, en razón del
beneficio directo aportado a la ciudad y a su población.
El centro, a su vez, inició al mediar la década de los
años cincuentas su propia expansión sobre de los límites
de su tradicional distrito comercial, configurado por la
calle del Padre Mier, la calle de Hidalgo, la calle de Zara-
goza y la calle de Garibaldi, para extenderse entonces
absorbiendo antiguos rumbos habitacionales, modifican-
do los usos del suelo, particularmente sobre de la calle
de Zaragoza hacia el norte, hasta el Palacio de Gobierno;
sobre la calle de Juárez, igualmente, hacia el norte hasta
la plaza del Colegio Civil y sobre las calles del Padre Mier,
de Morelos y de Hidalgo, hacia el poniente, hasta la calle
de Cuauhtémoc, habiéndose aprovechado la ocasión pre-
sentada por los ensanches de las calles de Morelos, en
los años treinta y del Padre Mier, en los años cuarenta,
sobre sus aceras sur y norte, respectivamente; para ge-
nerar nueva arquitectura de calidad, acorde con los esti-
los de su tiempo; mientras que la expansión hacia el orien-
te abarcó solamente hasta la calle de Zuazua, límite de
los ensanches de las calles del Padre Mier y de Morelos.
Hacia el sur, la expansión ocurrió sobre la calle de Juárez,
hasta la avenida Constitución, cuando se construyó el
nuevo Mercado Colón, que vino a remplazar al antiguo
parián, localizado anteriormente sobre la misma calle de
Juárez, entre las del Padre Mier y la de Morelos.
De 1963 a 1970, la población pasó de 850,000 habi-
tantes a 1,232,043 habitantes(13). Fue un crecimiento
generador de una extensa mancha urbana que bordeó

277
los accidentes naturales y para la cual, la organización
uninuclear resultaba inoperante, desde la mitad de la
década de los años sesentas, sustituyéndose gradualmente
por una estructura polinuclear, a partir de los nuevos
núcleos de equipamiento y servicios que dada su locali-
zación urbana, evolucionaron en términos de subcentros
urbanos y de los cuales, aquellos en razón del poderoso
atractivo metropolitano que lograron ejercer, se consti-
tuyeron en potenciales centralidades urbanas(14), al fi-
nal de la década de los años ochentas, localizados al sur
y al poniente del área metropolitana, entrañando el ya
próximo desplazamiento del centro regiomontano, en
cuanto foco rector de la dinámica urbana regiomontana.
De 1970 a 1985, la población pasó a 2,521,000 habitan-
tes(15). En 1993 ascendió a 2,830,000 y en el año 2000
fue de 3,237, 000 habitantes(16) en el área metropolita-
na. Fue un crecimiento cuya expansión urbana siguió el
curso sectorizadamente diferenciado iniciado en las
quintas del rumbo del Obispado y continuado por los
distritos proletarios y populares localizados en la perife-
ria de la planta industrial. En tanto, los nuevos fraccio-
namientos residenciales de principio de los años cincuen-
tas mantuvieron la tendencia diferenciadamente
sectorizada; al provocar los ubicados al sur y poniente
de la ciudad una expansión de características similares a
los primeros, en tanto que hacia el norte y oriente pros-
peraron distritos populares y de las clases medias de la
ciudad. Paralelamente, tal geometría se agudizó al fina-
lizar la década de los años sesentas y al principio de los
setentas, con los primeros grandes desarrollos habitacio-
nales de interés social, promovidos por desarrolladores
privados y el Infonavit, localizados en la periferia del
noroeste, norte, este y noreste de la ciudad. Esta confi-
guración fácilmente se visualiza al dar lectura a las ac-
tuales cartas que registran a los Agebs del área metropo-
litana de Monterrey, consolidándose tal configuración
durante la década de los años ochentas, una vez que el

278
repentino traslado de los corporativos empresariales ha-
cia el sur de la ciudad propició el desarrollo inmobilia-
rio, particularmente en los sectores de servicios, finan-
zas y comercio de calidad, antaño radicados en el centro
regiomontano. Ésta fue la secuela final del crecimiento
sectorizadamente diferenciado.
El centro de la ciudad se percibía ya al finalizar la dé-
cada de los años setenta en términos tales, que el Plan
Municipal de Desarrollo Urbano de 1980 señaló que «la
zona centro tiene una tendencia hacia la degradación en
el primer cuadro[...]que de continuar este proceso po-
drá tener un fuerte impacto en el desarrollo comercial y
de servicios turísticos, además de representar un símbo-
lo deteriorado de la zona central origen y partida histó-
rica de la ciudad»(17). Para atacar el fenómeno detecta-
do, se inició un programa de regeneración por etapas,
siendo la primera la comprendida del Palacio de Gobier-
no al Palacio Municipal, para efecto de lo cual, el Go-
bierno del Estado desarrolló entre los meses de agosto
de 1980 y febrero de 1981 el proyecto preliminar «Plaza
de Palacio a Palacio», en donde «el objetivo fundamental
fue precisamente detonar un cambio cuantitativo y cua-
litativo de relevancia histórica en el perfil urbano en el
corazón de Monterrey»(18). El proyecto implicó la de-
molición de cuarenta y cuatro manzanas del centro de la
ciudad, y entre los años de 1983 y 1984 se concluyeron
los edificios del Congreso del Estado, la Unidad Admi-
nistrativa, el Teatro de la Ciudad y la Biblioteca Central,
a lo cual se sumó el Faro del Comercio diseñado por el
arquitecto Luis Barragán. Sin embargo, «A casi diez años
de concluida esta plaza, persisten varias manzanas ad-
quiridas para construir edificios privados que en la ac-
tualidad se han acondicionado como jardines, al parecer
la crisis económica que estalló en 1982 y se prolongó
durante los ochentas, así como algunas inconsistencias
en las directrices de la planificación urbana de Monte-
rrey, han impedido que la Gran Plaza se active como de-

279
tonador de la modernización del paisaje urbano
central»(19).En tanto lo anterior, los subcentros de ma-
yor éxito radicados en la zona del Valle y la avenida Gon-
zalitos se vieron fortalecidos en cuanto principales polos
de atracción para todos los efectos, iniciándose con ello
el desplazamiento del centro regiomontano, hasta en-
tonces rector de la dinámica urbana metropolitana, asun-
to que oportunamente señaló el Plan Director de Desarro-
llo Urbano del Área Metropolitana de Monterrey 1988-2010,
a la vez que aludió al futuro desarrollo de Garza García
en franca competencia con Monterrey(20) casi al finali-
zar la década, en el año 1988.
Bajo el esquema de proyectos colaterales que suponía
la Gran Plaza, en cuanto detonador de la moderniza-
ción y restaurador de las cualidades fisonómicas del
medio urbano en el centro regiomontano, el único que
finalmente se practicó fue el proyecto del Barrio Anti-
guo, desarrollado en el antiguo barrio de Catedral, al
finalizar la década de los años ochenta, en tanto que la
producción arquitectónica de importancia destinada a
finanzas y negocios desarrollada por el sector privado,
había prácticamente cesado en el centro de la ciudad,
contándose entre sus ultimas realizaciones al edificio
Kalos, mientras que el sector público concluyó en 1988
el edificio proyectado inicialmente como sede de Alfa
Industrias, bajo la forma de facilidades para el Poder Ju-
dicial Federal. En 1991 abrió sus puertas el Museo de
Arte Contemporáneo, de excelente arquitectura y que
tonificó al sector con su presencia y calidad de sus mues-
tras y exposiciones, sumándose al limitado perímetro de
conservada arquitectura en el centro radicado en torno
a la Plaza Zaragoza, cuyo edificio más reciente a excep-
ción de Kalos y Marco, es el Palacio Municipal del año
1976. Encontramos entonces que, al finalizar la década
de los años ochentas, el centro se encontraba en desven-
taja frente a los subcentros plenamente consolidados del
sur y poniente de la ciudad, ocasionando el traslado de

280
los negocios, el comercio de calidad, los despachos, la
hotelería, la banca y las finanzas hacia los nuevos distri-
tos radicados en la colonia del Valle y Gonzalitos, sobre-
viniendo con ello un deterioro y, hasta cierto punto, des-
ocupación de sus edificios y estructuras, a la par de una
actividad principalmente comercial destinada ahora al
sector popular de la población, que ha generado la par-
celación de edificios antaño cuidados y conservados a-
demás de incorporar nuevas estructuras ajenas a un
ambiente arquitectónicamente sano y de calidad, a todo
lo cual se agrega la desafortunada metamorfosis de Ba-
rrio Antiguo(21).
En efecto, el centro evolucionó de su condición de
origen, al principio del siglo XX, hacia un momento de
auge y rectoría de la dinámica urbana incluyente de ar-
quitectura de calidad y estilo adecuada a su tiempo, para
paulatinamente revertir su condición a la par del pro-
greso de los subcentros periféricos radicados en los ejes
Valle–Valle Oriente y Gonzalitos–Insurgentes, condición
que propició deterioro en el centro, a la vez que auge en
la periferia. Tal asunto se revela cuando estudiamos el
escenario y observamos que del 100% de los edificios
arquitectónicamente relevantes destinados a negocios y
empresas construidos durante las décadas de 1950 a 2000,
el 32% se localiza en el centro de la ciudad en tanto que
el 68% se encuentran radicados en zona del Valle(22).
Particularmente relevante resultan los períodos de su
construcción, que demuestran la declinación del centro
respecto del naciente auge de la zona Valle, en el muni-
cipio de San Pedro.

281
Edificios de negocios y empresa centro y valle

Igualmente indicativo resulta el “ratio” observado para


los diferentes usos del suelo urbano(23) en los munici-
pios del área metropolitana(24), permitiendo despren-
der el estado general de las relaciones cuantitativas exis-
tentes en ese particular. Así, por ejemplo, en la relación
vivienda–industria, los municipios industriales resultan
ser los de San Nicolás, Apodaca y Santa Catarina, en tanto
que Guadalupe se revela como el municipio dormitorio
que, en materia de vivienda, supera ampliamente a la
industria, al igual que supera al comercio y servicios y la
vialidad. El municipio de Monterrey revela un cierto
equilibrio en la relación vivienda–comercio y servicios,
respecto de la relación Vivienda–Industria, en tanto que
esta última relación resulta a la inversa en Garza García
que presenta una tendencia hacia el comercio y los servi-
cios de carácter metropolitano.
Asimismo, los diferentes “ratios” entre rubros y por mu-
nicipio, permiten observar la relevante posición que
metropolitanamente detenta el municipio de Garza Gar-
cía, al superar ampliamente al resto de los municipios en

282
los “ratios” correspondientes a las relaciones entre vivien-
da, y comercio y servicios, así como entre vivienda y vialidad.
Cabe observar que el indicador de la relación entre vivien-
da, comercio y servicios, en el municipio de Monterrey, se
debe en gran parte a que el exitoso corredor de comercio y
servicios radicado sobre la avenida Gonzalitos, limitado en
ese tiempo al proyecto “Galerías” y algunos sectores de la
propia a venida, se encuentra incorporado al conteo para
el total en ese rubro en dicho municipio. De los “ratios” en
cuestión, igualmente, se desprende la limitada influencia
infraestructural de los rubros comercio, servicios y vialidad,
con alcance metropolitano, radicada en otros municipios,
quedando claro el carácter metropolitano de la infraestruc-
tura domiciliada en el Valle, y en Gonzalitos-Insurgentes,
al igual que su exitosa condición competidora frente al cen-
tro de la ciudad(25).

“Ratio” de los usos del suelo urbano / municipio

Tal panorama, en una visión holística con relación a la


evolución del área metropolitana de Monterrey, permite
desprender una explicación razonable a la evolución ar-
quitectónica del centro de la ciudad, en cuanto conse-
cuencia del auge suscitado en los subcentros periféri-
cos, derivado a su vez del crecimiento sectorizadamente
diferenciado de la ciudad. Según tal consideración, es

283
posible suponer que la tendencia hacia el deterioro ar-
quitectónico del centro de la ciudad, pudiera ser reverti-
da a partir de su propio potencial, al igual que la mejora
de aquello que la ciudadanía percibe negativamente; aña-
diendo a lo anterior una redefinición de los roles que le
permitan participar en el sistema de centralidades ur-
banas en proceso de configuración. En efecto, el hecho
de ser el corazón histórico de la ciudad y el domicilio de
las facilidades administrativas municipales y estatales, al
igual que asiento de una importante planta hotelera de
calidad e infraestructura cultural y recreativa, permite
suponer el resurgimiento del centro de Monterrey, toda
vez que concurran: la racionalidad social, la racionali-
dad de mercado, y la racionalidad política, en un pro-
yecto revitalizador visionario y estratégico, suficientemen-
te atractivo dentro de la actual realidad metropolitana.

La arquitectura en el centro de Monterrey.

La evolución arquitectónica del centro de Monterrey se


ha visto condicionada por la dinámica del crecimiento
metropolitano, al igual que la propia dinámica radicada
en el centro de la ciudad. La dinámica en cuestión pro-
pició el desarrollo de una arquitectura de clase y estilo,
hasta el momento aquél, cuando la consolidación de los
subcentros radicados al poniente y sur de la ciudad des-
plazaron al centro de su tradicional rectoría urbana. De
esa suerte, puede leerse el momento de mayor auge, a la
vez que el inicio del agotamiento de ese centro urbano, a
través de su arquitectura.
Para leer la arquitectura del centro de Monterrey con
suficiente detalle, estudiamos los edificios localizados
dentro del perímetro delimitado por la acera norte de la
calle de Matamoros como lado norte, la acera oriente de
la calle de Zuazua como lado oriente, la acera norte de la
avenida Constitución como lado sur y la acera poniente

284
de la avenida Pino Suárez como lado poniente del rec-
tángulo, es decir, el antiguo distrito financiero y comer-
cial del centro de Monterrey. Para el efecto, recolecta-
mos información sobre 60 manzanas, incluyendo el
conteo de edificios, baldíos, áreas verdes y pisos de esta-
cionamientos en nivel, localizados en una determinada
manzana previamente identificada, consignando algu-
nos datos de los edificios, como son el género, el uso y el
estado actual, el estilo, el número de pisos, las interven-
ciones recibidas, la época probable de construcción, así
como su relevancia arquitectónica y patrimonial, en su
caso. La consideración del uso o género de los edificios,
permite entender la vocación funcional y operativa que
el centro guarda en la actualidad. Conocer el estado de
los edificios facilita nuestra comprensión de la calidad
del ambiente que guarda el centro, teniendo como refe-
rente a sus pares consolidados en las centralidades de la
periferia. Conocer la década estimada de la construc-
ción de los edificios y las estructuras domiciliadas en el
centro, facilita a su vez la estimación de su evolución,
asunto que se complementa con la lectura de los estilos
arquitectónicos demostrativos igualmente de la dinámi-
ca urbana. El número de pisos o altura práctica del edi-
ficio representa, igualmente, a la dicha dinámica y sus
consecuencias en el ambiente urbano. Así se espera con-
formar una imagen cuantitativa y cualitativa de la diná-
mica urbana del centro, desprendida de la evolución y
del estado actual de su arquitectura.
La estructura del edificio revela claramente su propia
delimitación física; sin embargo, para aquellos casos que
se prestan a confusión, dadas las intervenciones practi-
cadas, se consideraron las pistas que sus propias cuali-
dades fisonómicas, al igual que la altura y continuidad
de los pretiles ofrecen, en términos de garantes para la
delimitación del edificio. Para la clasificación estilística
de los edificios, diferenciamos primeramente los estilos
encontrados, catalogándolos como sigue: Neoclásico,

285
para los edificios que presentan evidencia de la fisono-
mía característica de la arquitectura decimonónica
academicista. estilo “Chicago”, para los edificios asocia-
dos con la así llamada escuela habiendo sido Sullivan su
principal profesor(26). “Ecléctico”, como una identifica-
ción en términos de la equilibrada participación de dife-
rentes notas estilísticas en una misma estructura. Art Decó,
como una identificación que engloba a las diferentes ten-
dencias practicadas entre los finales de los años veinte y
principios de los años cuarenta(27), caracterizada por
un estilizado carácter geométrico. Además se catalogó
como estilo Internacional, el compuesto por volúmenes,
en razón de la distribución funcional de los elementos
arquitectónicos, prescindiendo de ornamento arbitrario
y superficial(28). El estilo Contemporáneo, se asignó con-
vencionalmente a las estructuras que fisonómicamente
abandonan al estilo Internacional posterior a los años
sesentas, destacando criterios formalistas en su concep-
to arquitectónico. Se llamó de estilo Postmoderno y Tech, a
los edificios que presentan cualidades fisonómicas que
los insertan en las definiciones en cuestión. Finalmente,
bajo la figura de Indefinido, se catalogó a todos aquellos
edificios que carecen de un estilo claramente definido,
cualidad bajo la cual se encuentra aproximadamente el
49% de los edificios incluidos en nuestra recolección de
datos.
El género y el uso de los edificios los identificamos
conforme a la práctica usualmente seguida para dife-
renciar el equipamiento urbano(29). El género Comercial
agrupó a todo tipo de establecimientos comerciales y tien-
das departamentales domiciliados en el centro. el de Ofi-
cinas, correspondió a los edificios dedicados a despachos
y negocios. cpmp bancos, hoteles y restaurantes se conside-
ró como géneros individuales conforme con su función
específica. Bajo la identificación de Servicios se agrupó a
todas aquellas actividades que participan en la dinámica
urbana, en adición con las ya enunciadas; como son:

286
agencias de viajes, renta de autos, estaciones de servicio,
estaciones del Metro, casas de cambio y empeño, escue-
las e institutos y otros, como bares y clubes nocturnos.
Se llamó a estos edificios, Tiendas de conveniencia y lugares
de comida rápida considerándolas separadamente, dada
su singular participación en la cotidiana dinámica urba-
na del centro de la ciudad. Como edificios para el Go-
bierno, se clasificó a los servicios radicados en el Palacio
Municipal, la Torre Administrativa, el Congreso del Es-
tado y otras dependencias públicas. Las actividades de
índole cultural, social y religiosa, se identificaron bajo el
género Cultural, Social y de Religión. Los estacionamien-
tos públicos de cuota se identificaron conforme el me-
dio de prestar su servicio como Edificios de estacionamien-
to y Estacionamiento a nivel. Finalmente se identificaron
las Áreas verdes.
El estado que guardan los edificios se consideró dife-
renciándolos conforme a su estado de conservación in-
distintamente de su estilo, su género, su número de pi-
sos o las década estimada de su construcción, distinguién-
dolos como Buenos, a aquellos que lucen una fisonomía
arquitectónicamente sana y agradable, Regulares a aque-
llos que presentan un deterioro razonable que no com-
promete su imagen; pero que, por otra parte, ameritan
su cuidado o reparación, y finalmente Malos a todos
aquellos cuya apariencia simplemente desagrada, ade-
más de conllevar inseguridad y cuya reparación resulta
indispensable, en cuanto miembros de un contexto ur-
bano sano y estimulante. Para el mismo propósito, se con-
sideró la condición de las estructuras, en términos de:
vacías o abandonadas, al igual que aquellas en proceso
de construcción o reparación del edificio. Por el número
de pisos, que van de un piso a un máximo de dieciséis,
resultó significativo que el 85 % de los edificios se encuen-
tra conformado por edificios de uno a tres pisos.

287
Edificios

Los datos señalados en el cuadro precedente permiten


visualizar la realidad del centro regiomontano. Por ejem-
plo, el “ratio” entre edificios en buen estado, respecto de
los que se encuentran en regular y mal estado es de 1 a
2, que el de edificios en buen estado respecto de los
edificios vacíos o abandonados es de 2 a 1, mientras que
estos últimos, respecto del total, es de 2 a 13 y que el
correspondiente a edificios en construcción respecto a
los existentes es de 1 a 98. El “ratio” de edificios de uno
a tres pisos, respecto el total, es de 5 a 6, en tanto que los
edificios carentes de definición estilística, respecto del
total, es de 1 a 2. A su vez, el ratio entre edificios caracte-

288
rizados por los estilos de las tendencias desarrolladas en
los últimos veinte años respecto del total es de 1 a 22.
Esta visión demuestra que, por cada edificio en buen
estado, dos se encuentran en regulares condiciones o
deteriorados; que por cada dos edificios en buen esta-
do, existe uno vacío o abandonado; mientras que, de cada
seis edificios radicados en el centro, uno se encuentra
vacío. En lo que a la altura de los edificios, se refiere, de
cada seis edificios cinco tienen de uno a tres pisos y de
cada dos edificios uno carece de estilo arquitectónico cla-
ramente distinguible. En sí, se ha tratado de configurar
un ambiente arquitectónico que demuestra la actual con-
dición del centro de Monterrey, en términos de rezago y
deterioro.
Igualmente, encontramos que el ambiente comercial
radicado en el centro se desempeña sectorizadamente.
Tienen su domicilio sobre la calle de Morelos, entre las
de Zaragoza y Leona Vicario, aquellos establecimientos
dueños de una mayor solidez comercial y calidad en sus
productos, ubicados dentro de un ambiente arquitectó-
nico aceptable; no obstante las intervenciones efectua-
das a los edificios. Por el contrario, sobre de la calle de
Leona Vicario, en la acera oriente; la calle de Juárez, en-
tre la avenida Constitución y la calle de Matamoros, a
excepción del Condominio Monterrey y el antiguo edifi-
cio de Financiera del Norte; o la calle de Garibaldi, entre
las de Matamoros y Victor Hugo, a excepción del Hotel
Río; o la calle de Hidalgo, entre las de Juárez y Cuauhté-
moc, a excepción del templo de San Luis Gonzága y la
Plaza Banpaís, y la casi totalidad de la calle de Matamo-
ros, entre las de Cuauhtémoc y Escobedo, se presenta
un panorama tendiente al deterioro ambiental y arqui-
tectónico, a lo cual se suma una dinámica estridente
agudizada sobre la calle de Matamoros en su intersec-
ción con la del Colegio Civil, donde ha tomado domici-
lio permanente el comercio ambulante, cuya mercado-
tecnia consiste en ofertar sus productos mediante

289
magnavoz, al compás de escandalosas cumbias a todo
volumen. Aquí existe una diferenciación cualitativa que
se agrava con las intervenciones desafortunadas de edi-
ficios patrimoniales y la parcelación de fachadas, cual
nichos sobre los que el ambulante se ha instalado de ma-
nera permanente.
Tal paisaje urbano, sectorizadamente diferenciado,
ofrece uno de sus mayores atractivos arquitectónicos y
un ambiente urbano en el centro de la ciudad, cuando
llegamos a la Plaza de Hidalgo, en donde confluyen ins-
talaciones para el turismo, como el Restaurant Luisiana,
el Hotel Ancira y una cuadra al poniente el Hotel
Ambassador, así como el Hotel Fiesta Americana; todo
ello matizado con la arquitectura del antiguo Palacio
Municipal y la del Condominio Acero, la cual parece
generar una sensación de bienestar, a la cual se suma el
ambiente de la plaza de Zaragoza y su perímetro de cui-
dada arquitectura. Esta sensación desaparece cuando
abandonamos esta limitada “ínsula” de excelente am-
biente y atmósfera metropolitana, para incorporarnos a
la realidad peatonal que ofrecen las calles de Garibaldi,
de Hidalgo o de Matamoros, el desorden en torno al bal-
dío del demolido mercado Colón, o el desarticulado en-
samble arquitectónico sobre de las calles de Pino Suárez
y de Cuauhtémoc entre las de Matamoros y Ocampo.
Observamos entonces cómo es que el cuidado y los usos
de los edificios asociados con su propia condición y esti-
lo arquitectónico cualifican al ambiente urbano, asunto
que de manera inocultable se nos revela cuando pasa-
mos frente al edificio El Roble, vacío y abandonado, mien-
tras que otros de claro tinte patrimonial sufren interven-
ciones y deterioro, como demuestra el edificio de La
Reinera. Como acotamos, es un paisaje sectorizadamen-
te diferenciado, dentro del limitado perímetro del anti-
guo distrito de negocios regiomontano, cuyas diferen-
cias se deben mayormente al redestino de los edificios, a
la conducta “urbana” de la ciudadanía, a las interven-

290
ciones desafortunadas sobre del patrimonio arquitectó-
nico y escaso ejercicio de la autoridad frente al proble-
ma.
El panorama general precedente lo estudiaremos aho-
ra abordando cada calle en particular, con objeto de con-
figurar la topografía arquitectónica que ofrece el centro
de Monterrey. Las calles con un mayor número de edifi-
cios en buen estado, respecto del total, son las calles del
Padre Mier con un 13%, seguida de las calles de Ocampo
e Hidalgo, con un 11% cada una y la calle de Morelos
con un 10%; mientras que las calles cuyos edificios lu-
cen un mejor estado, respecto del total son las de Zara-
goza, Emilio Carranza y Ocampo, con un 86%, 64% y
60% respectivamente. Por el contrario, las calles con
mayor numero de edificios en mal estado respecto de los
radicados sobre de las mismas, son las de Matamoros,
Juárez y Garibaldi con un 47%, 42% y 38%, respectiva-
mente; en tanto que respecto del total representan un
32%, un 13% y un 12%. A su vez, el centro de la ciudad
está integrado mayoritariamente por edificios de uno a
tres pisos, que representan un 85% del total. Los edifi-
cios de cuatro a nueve pisos representan el 11%; mien-
tras que la gran minoría, el 4% restante, corresponden a
edificios de diez a dieciséis pisos. Aunado a lo anterior,
la localización de ese 4% se concentra en torno a la Pla-
za de Hidalgo y su propia inmediatez, así como algunos
más, localizados de manera dispersa sobre de las calles
del Padre Mier, de Morelos, de Emilio Carranza y de Za-
ragoza. Las calles con mayor numero de edificios altos
respecto del total son las de Hidalgo, Morelos, Padre Mier,
Emilio Carranza y Ocampo, con un 11% las primeras
cuatro y un 9% la última, seguidas por las calles de Cuau-
htémoc y Juárez con un 8% cada una. Las calles con
mayor índice de edificios altos sobre el total radicado
sobre la propia calle, son: la de Emilio Carranza, con un
17% y la de Cuauhtémoc con un 13%, seguidas por la
de Hidalgo, Zaragoza y la de Pino Suárez, con un 8% las

291
de Ocampo y Juárez cuentan con un 7%, a lo cual se
añade que corresponden a estructuras edificadas tres dé-
cadas atrás, con excepción del edificio Kalos.
Resulta evidente el carácter comercial del centro, a
cuyo género corresponde el 46% de los edificios ubica-
dos en el mismo. Si añadimos el 14% que aportan los
estacionamientos de cuota, obtendremos que estos dos
rubros representan un 60% de los edificios radicados en
el centro. Las calles con mayor aportación al total de la
actividad comercial son las de Morelos, con un 18%, la
del Padre Mier, con un 14%, la de Matamoros, con un
12% y Juárez, con un 11%; en tanto que las calles con
mayor actividad comercial, respecto del total de activi-
dades radicadas en la misma calle, son la de Morelos con
un 75%, la de Galeana, con un 74% y la de Juárez, con
un 72%. Las calles con menor índice de actividad co-
mercial respecto del total son las de Zaragoza, la de la
Constitución, la de Cuauhtémoc y la de Pino Suárez,
con un 0%, 1%, 1% y 2% respectivamente, mientras que
aqueéllas con menor actividad comercial, respecto de
otras radicadas sobre la misma calle, son: la calle de Za-
ragoza con 0% y la avenida Constitución, con un 8%.
Otros rubros que participan del dinamismo radicado en
el centro de Monterrey son: Servicios, con un 11%, Res-
taurantes y Comida rápida con un 10%, Oficinas 7%,
Bancos y Hotelería, con 3% cada uno, Gobierno, con 2%
y Cultura, Religión y Sociedad con un 1%. Cabe desta-
car que el rubro de restaurantes populares participa fuer-
temente en la dinámica asociada al comercio, en donde
el consumidor además de las compras destina su tiem-
po al ocio y al recreo, con el consecuente consumo de
alimentos a un relativo bajo costo. Igualmente, han pro-
liferado tanto los locales de comida rápida como las lla-
madas tiendas de conveniencia.
La arquitectura se identifica, en términos de estilo,
conforme con el momento cultural al que pertenece. La
arquitectura regiomontana igual se inscribe dentro de

292
tal idea. Aquellos estilos por los cuales ha transitado la
arquitectura de Monterrey, van desde la arquitectura
noresteña, para después migrar hacia el academicismo
de la arquitectura del régimen porfirista y, una vez tras-
puesto el umbral de la postrevolución, incursionar en
las diferentes corrientes de la arquitectura de siglo XX.
Particularmente interesante resulta observar que hasta
mediados de la década de los años veinte, la arquitectu-
ra regiomontana se continuaba practicando dentro de
las tendencias academicistas de finales de siglo XIX y
principio del XX. Igualmente interesante resulta obser-
var el tránsito de la arquitectura regiomontana del
academicismo decimonónico al Art Deco, sin hacer es-
cala en el funcionalismo mexicano. De tal tránsito ofrece
testimonio el centro regiomontano, que presenta mues-
tras de los estilos arquitectónicos que prosperaron con-
forme a su tiempo. Sin embargo, igualmente interesante
resulta distinguir que el 49% de los edificios radicados
en el antiguo distrito de negocios regiomontano, care-
cen de un estilo arquitectónico definido, independien-
temente del buen estado de conservación o uso del edi-
ficio.
Los estilos que se observan en el centro de la ciudad
son: el estilo Internacional, que aporta un 11%, siendo
las calles que mayormente contribuyen al total del estilo,
las del Padre Mier con un 18%, las de Emilio Carranza,
con 10% y las de Hidalgo, Morelos, Matamoros y Juárez,
con un 8%; mientras que las calles con un mayor núme-
ro de edificios de ese estilo, radicados sobre la propia
calle son: las de Emilio Carranza con un 44%, las de la
Constitución con un 33%, las del Padre Mier y Pino Suá-
rez con un 26% y las de Cuauhtémoc, con un 25%. El
siguiente estilo en orden de aportación es el Art Decó,
con un 10% y cuyo total lo componen las calles de More-
los, con un 34%, las del Padre Mier, con un 13% y las de
Matamoros y Escobedo, con un 11%; en tanto que las
calles con un mayor número de estructuras Decó sobre

293
de la misma calle, son la de Morelos con un 39%, segui-
da por las calles de Escobedo con un 25% y la de Zara-
goza, con un 21%. En orden de aportación al total sigue
el estilo Contemporáneo, con un 9%, construido sobre
las calles de Hidalgo, en un 15%, Ocampo y Matamoros
en un 11%, Morelos en un 9% y Padre Mier, Emilio
Carranza y Galeana en un 8%. A su vez, las calles con
mayor incidencia de ese estilo en los edificios sobre la
propia calle, son las de Zaragoza con un 28%, las de Emi-
lio Carranza y Galeana con un 20% y las de Hidalgo y
Ocampo, con un 18%. El estilo academicista, no obstan-
te su lejana ubicación temporal, contribuyó de manera
importante al total de los estilos domiciliados en el cen-
tro, con un 8%, al cual aportan las calles de Matamoros,
con un 25% sobre del total del estilo, las de Hidalgo y
Morelos con un 10% y la de Guerrero con un 8%, siendo
las calles con mayor porcentaje del estilo en su propia
calle, las de Guerrero con un 50%, Zuazua, con un 43%
y Matamoros, con un 16%. Otros estilos radicados en el
centro, corresponden a diversas modalidades destacan-
do el denominado Postmoderno, el High Tech y más
recientemente el Minimalismo. En el centro podemos
encontrar minoritariamente dichas tendencias, cuyo aporte
se limita al 5% sobre el total observado. Las calles con ma-
yor contribución al total de las tendencias en cuestión son
las de la Constitución, del Padre Mier, de Escobedo y de
Cuauhtémoc, con un 12% cada una, en tanto que las calles
con mayor porcentaje de dichas tendencias, sobre de su
propia calle son las de la Constitución con un 33%, Gue-
rrero, con un 12% y la de Cuauhtémoc, con un 8%.
Tal es el estado que guarda el centro de Monterrey y
su arquitectura, en el perímetro que acotamos anterior-
mente. Este estudio del centro, conforme detallamos,
inocultablemente señala que la dinámica urbana radica-
da en el antiguo distrito de negocios regiomontano, en
otro tiempo, devino en su propia modificación cualitati-
va y cuantitativa, con efecto sobre las estructuras domi-

294
cilio de aquella. Este fenómeno ha marchado asido del
desarrollo metropolitano generador de una nueva estruc-
tura multinuclear, consonante con el crecimiento secto-
rizadamente diferenciado, en condiciones que, a su vez,
propiciaron la reconfiguración del escenario en donde
los nuevos protagonistas son los subcentros reciente-
mente consolidados en cuanto polos metropolitanos, en
tanto que el centro primigenio pasó de rector de la di-
námica regiomontana a intentar competir con los polos
de reciente emergencia, quedándose a la zaga de aqué-
llos, según lo demuestra la preferencia ciudadana según
lo dice el recuento que practicamos para el efecto.
El panorama actual del centro regiomontano es elo-
cuente. Basta transitar por la avenida Cuauhtémoc y ob-
servar la singular cacaofonía que se ha radicado a lo lar-
go de la avenida. Hay edificios que arquitectónicamente
nada aportan bajo la forma de conjunto armónicamente
desarrollado, no obstante que, en su mayoría, datan de
la fecha de la ampliación de la antigua calle Cuauhté-
moc, entreverados con otros anteriores al ensanche de la
avenida. Aquella fue una oportunidad perdida para trans-
formar el paisaje urbano de esa vía. En términos genera-
les, encontramos diferentes deméritos de cuya interac-
ción resulta un estado de las cosas que generan malestar
e incomodidad, tanto en la operación cotidiana como el
ir o venir, o cruzar la calle, como en la percepción que se
recoge del medio urbano, una vez que nos envuelven
sus diferentes manifestaciones. A tal malestar escapa par-
cialmente la calle peatonal de Morelos, con su ambiente
festivo y popular, no obstante que su patrimonio arqui-
tectónico se ve de lo medianamente conservado, como
es el caso del edificio del Banco Mercantil, hasta inter-
venciones desafortunadas, tal como ocurre con el edifi-
cio de La Reinera, hasta otros cuyo rostro ha desapareci-
do bajo una mascara, bastante llamativa por cierto, de
carácter en cierta manera a lo pop art, constituyente del
anuncio que publicita al lugar. Salir de la calle Morelos y

295
recorrer sus calles perimetrales nos lleva a descubrir una
paradoja tras otra. Existen ahí edificios de considerable
orden escalar y excelente arquitectura, semivacíos o aban-
donados, dañados y en deterioro. Hay andadores peato-
nales desaseados y mal iluminados por la noche. Otros
edificios son de carácter patrimonial groseramente in-
tervenidos, empeorando la situación, con el parcelamien-
to de sus plantas bajas al exterior. La calle de Hidalgo,
por el rumbo de San Luis Gonzaga está saturada de pu-
blicidad y anuncios practicados por aficionados, mien-
tras estoicamente soportan la situación las bien cuida-
das instalaciones de la antaño Plaza Banpáis y ahora
Banorte. Lo angosto y el pavimento deteriorado de las
aceras, las convierten en una trampa para el peatón,
mientras que las aceras de la calle del Padre Mier se pre-
sentan incómodamente estrechadas, producto de la in-
corporación, sobre las mismas, de los sistemas de venti-
lación y accesos al Metro subterráneo. A lo anterior
añádese otro tipo de problemas; por ejemplo, el genera-
do por el comercio ambulante, devenido en permanen-
te, sobre la calle del Colegio Civil, amenazando con ex-
tenderse en su perímetro inmediato. Ante tal escenario,
existen voces que alertan sobre tal estado de cosas, di-
ciendo que los comerciantes, formalmente instalados»...
se van a ir a los centros comerciales donde no hay
puesteros que bloqueen sus aparadores, hay aire acondi-
cionado y estacionamiento Creen que la capital del Esta-
do se va a deteriorar y van a quedar solamente comer-
ciantes vendiendo fotonovelas y chicles»(30).
Pero, por otra parte, el centro ofrece, a su vez, mues-
tras de orden en su fisonomía urbana, en determinadas
localizaciones, que bien reflejan lo que pudieran ser pau-
tas a seguir a futuro, en términos de ambiente urbano y
arquitectónico. Así, por ejemplo, el perímetro actual de
la plaza Zaragoza constituye un referente tangible de
orden urbano: Estando en la plaza se percibe un sano
ambiente urbano, árboles, sombra, andadores en buen

296
estado, gente caminando por el lugar, pájaros, el monu-
mento del General Zaragoza, que puede observarse tan-
to en escorzo como en perspectiva. Se aprecia cierto ocio
y eventualmente vagos sin oficio por el lugar y todo sin
perder la conexión con la dinámica cotidiana que trans-
curre en torno a la plaza. Eziste aquí arquitectura de
calidad, constituida por edificios tan distantes en el tiem-
po como el museo Marco y la iglesia Catedral; o bien,
bajo una diversidad estilística que va del Decó al Inter-
nacional y de éste al Neoclásico noresteño, según se puede
apreciar en el Circulo Mercantil, el Condominio Acero y
el antiguo Palacio Municipal: guardando la distancia a
la vez que en cerrado diálogo entre sí y con la Plaza, y el
Faro del Comercio. Un orden escalar y arquitectónico gra-
tificante para quién se encuentre en tránsito por la plaza.

Conclusión.

Concluimos entonces que la arquitectura del centro de


Monterrey transitó de un momento de auge hacia uno
de relativo deterioro, producto del natural devenir urba-
no, acentuado por el crecimiento sectorizadamente di-
ferenciado que, llegado el momento, favoreció el desa-
rrollo de aquellos subcentros fortalecidos por su propia
localización, a la vez que reforzados por el repentino des-
plazamiento de los corporativos empresariales que im-
pulsaron al desarrollo inmobiliario de gran arquitectura
al sur de la ciudad. Coexisten subcentros en vías de con-
solidarse como centralidades urbanas que ya rebasaron
al centro regiomontano en cuanto a atractivos metropo-
litanos. Asumimos entonces que la regeneración del am-
biente y arquitectura del antiguo distrito de negocios
regiomontano implica su reconsideración ahora, en cuan-
to miembro del emergente sistema de centralidades ur-
banas, a la vez que apoyado en su patrimonio arquitec-
tónico y la dinámica que lo hacen destacar cultural, po-

297
lítica e históricamente. Amerita particular atención el
aliento a las nuevas inversiones y el cuidado de los edifi-
cios patrimoniales, aptos para su conservación o recon-
versión, en su caso, bajo la idea, entre otras, de «conser-
var los edificios, monumentos y lugares abiertos y todo
lo bueno que tiene la ciudad»(31). Igualmente oportu-
na resulta la opción del maestro Oriol Bohigas, quién
afirmó con relación a la revitalización de las ciudades
viejas, que: «Es evidente que los motivos fundamentales
que justifican una acción para revitalizar una ciudad en
curva de decadencia o totalmente decaída, son de orden
socio-económico y de carácter muy general». A lo cual
añade: «Es incluso evidente que determinadas formas
tienen la capacidad de engendrar nuevas funciones[...]El
turismo, las universidades, los centros de cultura, algu-
nas concentraciones de servicios y tantas otras cosas que
pueden ser funciones engendradas por formas antiguas
que quedaron vacías de su contenido original»(32). Es
muy atinada propuesta la de Bohigas, cuando la con-
trastamos con las posibilidades que ofrece el casco anti-
guo de Monterrey, suponiéndolo ahora como miembro
de la emergente red de centralidades urbanas y
redefiniendo sus propias cualidades bajo ese orden so-
cio-económico que nos refiere Bohigas, adecuadas a un
nuevo rol, derivado de la dinámica metropolitana, con-
siderando al «...... centro de la ciudad como espacio ideal
para el desarrollo. Esta zona ha estado en decadencia
desde hace décadas, convirtiéndose en un vacío en la
ciudad; con un enorme potencial, tanto por tratarse del
corazón físico, social, político y de transporte del área
metropolitana, como por contar con una infraestructu-
ra para una población mucho mayor que la que alber-
ga»(33). En efecto, el potencial del centro de Monterrey
permite vislumbrar que de la concurrencia visionaria y
conciliada de la racionalidad social, política y de merca-
do, sea posible entonces «.....proyectar, mediante inves-
tigaciones y estudios las obras futuras para asegurar la

298
calidad de la ciudad»(34), tanto del centro como de la
estructura urbana, bajo la idea de un todo armónico, al
igual que urbanística y arquitectónicamente integrado.

Glosario.

1. Ageb. Area geográfica y estadística básica. Delimi-


tación específica dentro de la mancha urbana con
características afines de sus habitantes.
2. Arquitectura noresteña. Arquitectura de la tradi-
ción popular en el noreste mexicano y sur de Texas,
derivada de la colonial mexicana.
3. Barrio Antiguo. Nueva denominación del antiguo
barrio en el perímetro de la catedral en Monterrey.
4. Casco antiguo. Perímetro urbano primigenio de
una cierta estructura urbana.
5. Casco histórico. Perímetro urbano de relevancia
histórica, en una cierta localidad.
6. Centralidad urbana. Componente de una cierta es-
tructura urbana, con cualidades que le confieren
atractivos que rebasan jerárquicamente al centro
primigenio.
7. Centro regiomontano. Se prefirió llamarlo centro
de Monterrey, por el uso apropiado de ese objetivo
Regiomontano El regiomontano universal, etc.
Perímetro urbano relativo al antiguo distrito de
negocios y comercial Monterrey, incluyendo sus
barrios habitacionales periféricos.
8. Ciudadela. Fortín regiomontano que resistió el asal-
to de las tropas estadounidenses en 1846, cons-
truido sobre de los cimientos del fallido proyecto
de una nueva iglesia catedral.
9. Comercio ambulante. Oferentes que actúan en el
marco de la informalidad instalándose sobre de la
vía pública. Distíngase de los tianguis radicados
en torno al parián en el México central.

299
10. Crecimiento sectorizadamente diferenciado. Figura
que en nuestro estudio alude al crecimiento urba-
no determinado por las características sociales,
económicas y culturales de la población, hacia cier-
tos rumbos de la ciudad, acotado por accidentes
naturales y artificiales.
11. Ensanche. Ampliación del ancho de una calle o
del avenida con afectación a los inmuebles locali-
zados en sus linderos.
12. Estructura polinuclear. Estructura urbana dotada
de múltiples polos, domicilio del equipamiento y
atractivo urbano.
13. Infonavit. Instituto del Fondo nacional de la Vi-
vienda para los Trabajadores. Institución que re-
cauda y administra los fondos para el financia-
miento de vivienda de los trabajadores.
14. Infraestructura. Redes de servicios al igual que
equipamiento urbano.
15. Interés social. Préstamo hipotecario destinado a
personas sujetos de crédito, pero cuyos recursos
son limitados.
16. Loma del Obispado. Loma al poniente de Monte-
rrey, donde se localiza el antiguo obispado de la
diócesis regiomontana.
17. Macroplaza. Espacio abierto de 44 hectáreas, com-
puesto de áreas verdes, explanadas, fuentes y mo-
numentos, localizado entre el Palacio de Gobierno
y el Palacio Municipal de Monterrey.
18. Mancha urbana. Superficie urbana.
19. Nicho. Cavidad practicada en un muro general-
mente con propósitos ornamentales.
20. Organización uninuclear. Estructura urbana do-
tada de un solo polo, domicilio del equipamiento
urbano.
21. Parián. Conjunto de oferentes con propósitos domés-
ticos establecidos en un edificio bajo cualidades
operativas rústicas, pintorescas y de gran colorido.

300
22. Postrevolución. Período posterior a la Revolución
Mexicana y en general los gobiernos de la nación
emanados de la misma.
23. Racionalidad de mercado. Estudio y consideración
de premisas para un cierto proyecto o desarro-
llo bajo la perspectiva del beneficio que reporta la
oferta frente a la demanda.
24. Racionalidad política. Estudio y consideración de
premisas para un cierto proyecto o desarrollo, bajo
la perspectiva del beneficio mutuo que reporta al
estado y a la sociedad.
25. Racionalidad social. Estudio y consideración de
premisas para un cierto proyecto o desarrollo, bajo
la perspectiva del beneficio que reporta a la socie-
dad.
26. Rumbo de las Quintas. Antiguo rumbo al ponien-
te de la ciudad, entre el río Santa Catarina y la loma
del Obispado, que por cuyas bondades naturales
fue asiento de fincas, huertas y quintas de las cla-
ses acaudaladas regiomontanas, al mediar el siglo
XIX.
27. Tienda de conveniencia. Establecimiento de apro-
visionamiento variado para cubrir necesidades li-
mitadas de carácter inmediato.
28. Trazado en damero. Trazo urbano cuya geometría
es ortogonal, cuadrangular.

301
CITAS Y BIBLIOGRAFÍA

1). AGN / 1.177, Mapoteca,


2). González José Eleuterio, Apuntes para la Historia Eclesiástica de las Provin-
cias que forman el Obispado de Linares, P/ 107 Edición de J. Chávez,
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6). Op Cit, 4 P/ 82.
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8). Garza Gustavo, Monterrey 400, Estudios históricos y sociales, P/ 117, Cuadro
5, Ed. Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey 1998.
9). Ibid 8).
10). De acuerdo a panorámico de 1963, sobre Avenida Universidad, frente
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11). Instituto de Estudios Sociales de Monterrey AC, Apuntes para el Plano
regulador de la Ciudad de Monterrey, P/ 13, Monterrey 1950.
12). http:// www. Iea.gob.mx/ efemérides/ biogra/ morones.html
13). García Ortega Roberto, Monterrey y Saltillo, Hacia un nuevo modelo de
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15). Ibid 13)
16). Ibid.
17). Garza Guerra Everardo Y Garza Gustavo, El Distrito Central: El proyecto
«Gran Plaza» en : Atlas de Monterrey, P/ 319, Ed. Gobierno de Nuevo León,
Universidad A. de Nuevo León y El Colegio de México, México 1995.
18). Ibid P/ 322.
19). Ibid P/ 324.
20). Secretaría de Desarrollo Urbano, Plan Director de Desarrollo Urbano del
Área Metropolitana de Monterrey 1988- 2010, P/ 85, Monterrey, 1988.
21). Periódico El Norte, Ofrecen «buffet erótico» en el Barrio, Local, P/ 15B,
Diciembre 03/ 2004.
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23). Garza Gustavo, Escenario 1: Monterrey, metrópoli de crecimiento controlado
en: Op Cit 17), P/ 485, cuadro 9.2.2.

302
24). García Ortega Roberto y Ortiz Nava Sergio, Esquema metropolitano de
usos del suelo, en: Op Cit 17), P/ 314, cuadro 6.1.2.
25). Op Cit 22), P/ 307.
26). Maillart Robert, Estilos y tendencias en el arte occidental, P/ 59, Ed. Gustavo
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28). Op Cit 26), P/78
29). Op Cit 7), P/ 22 y 32.
30). El Norte, Aumentan a comerciantes cuota para rehabilitar Morelos, Local, P/
7B, Agosto 17/ 2007.
31). Instituto de Estudios Sociales de Monterrey A.C., Apuntes para el Plano
Regulador de la Ciudad de Monterrey, p/ 34, Monterrey, 1950.
32). Bohigas Oriol, Contra una Arquitectura adjetivada, P/ 75/76,Ed. Seix Barral,
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33). Landa Vértiz Agustín y Landa Pablo Ruiloba, El Desarrollo urbano y el
Problema de la vivienda, en: D’ Bienes Raíces Revista Inmobiliaraia, No 10,
Año 2, P/ 6, Monterrey 2007.
34). Ibid 30).

303
304
AN UPDATED LOOK AT THE THREE
TYPES OF RURAL MEXICAN
MIGRANTS TO THE U.S.

Jeffrey S. Smith*
Abstract:
ccording to work first published in 1987 by

A Douglas Massey and others, rural Mexican


households send a family member abroad as a
coping mechanism for poor economic
opportunities in Mexico. Their work tells us that
households employ one of three strategies to achieve a
sustainable quality of life. Although the migration
strategies they discussed in 1987 are still applicable today,
rural households have witnessed significant changes over
the past twenty years. This chapter helps fill that gap in
the literature by using the village of Chalchihuites, Zaca-
tecas, Mexico as a case study. It provides an updated
look at the three major types of Mexico’s international
migrants and discusses how their motives to emigrate
differ from one another.

*Associate Professor of Cultural Geography, Department of Geography,


Kansas State University. Dr. Smith holds a Ph.D. (Geography, 1997) from
Arizona State University, a M.A. (Geography,1990) from Bowling Green
State University and a B.A. (Social Science, 1988) from University of
Northern Colorado. Email: jssmith7@ksu.edu Webpage: http://www.ksu.edu/
geography/JSSmith/
Partial funding for this research came from a Fellowship from the Mexico-
North Research Network, Inc., and a small grant from the Center on Aging
at Kansas State University.

305
Keywords:

Rural Mexico, Mexican Emigration, Remittances

In 1942 the U.S. and Mexican governments launched


the Bracero Program to address America’s labor shortage
due to its involvement in World War II. Under this bila-
teral agreement, temporary work visas were issued to five
million Mexican citizens (primarily males) who
supplemented the U.S. workforce especially in the
agriculture and railroad industries. The Bracero Program
ran for only 22 years, but it has had three lasting impacts
on migration between the two countries. First, it
established the ever-important communication links
between workers in rural Mexico and employers in the
U.S. Second, it helped precipitate large-scale illegal
immigration because the demand for workers far
exceeded the supply. Between 1942 and 1964 an
additional five million braceros (workers) entered the U.S.
illegally to fill vacant jobs (del Pinal and Singer 1997;
Martin and Midgley 2006). Third, the Bracero Program
helped prime the pump on the considerable annual flow
of remittance money sent home to family members by
Mexicans working in the U.S.
Since the turn of the Twentieth Century, five states in
Mexico’s central highlands have traditionally sent a
disproportionate number of migrants to the U.S.
including Guanajuato, Jalisco, Michoacan, San Luis Po-
tosi, and Zacatecas (Figure 1). Until recently, households
in these five states also received an overwhelming share
of the total remittances sent to Mexico. Over the past
decade, however, U.S. immigrants from Mexico have
originated from every state in the country and over 90%
of all of Mexico’s municipios have at least one household
with international migration experience (Garcia Zamora
2005; Villasenor and Moreno-Mena 2006). Even some
of the formerly poorer states such as Chiapas, Guererro,

306
Oaxaca, and Veracruz where families have commonly had
limited financial resources to cover the costs of
emigrating, are now sending substantial numbers of
laborers to the U.S.
According to work published in 1987 by Douglas
Massey et al., rural Mexican households send a family
member (mainly the head of the household) abroad as a
coping mechanism for poor economic opportunities in
Mexico. Massey’s work tells us that households employ
strategies of migration to achieve a sustainable quality of
life. It should be emphasized that although the migration
strategies they discussed in 1987 are still applicable today,
rural households have witnessed significant changes over
the past twenty years.
Today, an estimated twenty million Mexican-born
people are living and working in the U.S. (ca. 11 million
without proper documentation) (Migration Information
Source 2005; Martin and Midgley 2006). Moreover, it is
no longer typical for the head of the household to be the
only family member emigrating; it is now commonplace
for men and women of all ages within a household to
work abroad.
As more and more Mexicans live and work «up north»
the amount of money being remitted home has steadily
increased (Figure 2). In 2005, Mexicans sent just over
$20.2 billion home and in 2007 the amount was nearly
$24 billion (Bank of Mexico 2008). Mexico has consis-
tently ranked among the top three remittance receiving
countries in the world along with India and China (World
Bank 2006). Currently, 18% of all adults in Mexico
receive remittances (Suro 2003) and it is the rare exception
to find a community in Mexico that is not receiving
remittances.
By and large, most of the investigative reports issued
by international aid organizations (e.g. World Bank,
IADB, etc.) and mass media seem to regard rural Mexican
migrants without distinction. To them, all migrants

307
exhibit the same motives for leaving rural Mexico.
Likewise, there are a dearth of contemporary empirical
studies that put a face on Mexican migration today and
discuss the different types of migrants who seek
employment in the U.S. The purpose of this chapter is
to help fill that gap in the literature by using the village
of Chalchihuites, Zacatecas, Mexico as a case study.

Study Area and Methods

Chalchihuites is situated in the foothills of the northwest


part of the state of Zacatecas approximately 225
kilometers (140 miles) north of the capital (Figure 3).
According to the 2000 census, the pueblo has a
population of 3,999 people (INEGI 2000). Emigration
from Chalchihuites to the U.S. began in the 1970s and
gained considerable momentum by the late 1980s and
early 1990s. Officially the town has seen 54.0% of its
population emigrate for employment reasons (COEPO
2005). By local accounts that percentage is much closer
to 65% with the undercount being attributed to
incomplete data collection by the federal government
and the largely cyclical nature of the migration process.
Clearly, the town is left with a very skewed population
distribution with young females between the ages of
twenty and twenty-four outnumbering their male
counterparts in town by 47%. Even the casual observer
who walks down any street in Chalchihuites sees the
extent to which emigration is impacting village life.
House after house has at least one, and more often
multiple family members absent and working in the U.S.
In 2006, Chalchihuites had eight money transfer
businesses with the most popular being Western Union
and Prodira. A conversation with Betty Tavizon (2006)
at Prodira revealed that an average of US$1,000 passes
through the building each day into the hands of relatives

308
still living in Chalchihuites. During the month of
December, however, the average amount increases to
US$3,000 per day.
Chalchihuites was selected for analysis for two main
reasons. First, the village is located in one of the leading
«sending» states for migrants from Mexico and a leading
receiver state for remittance money (Jones 1998; IADB
2004). Therefore, conclusions gleaned about quality-of-
life in Chalchihuites should prove applicable to other
rural villages in Mexico with high emigration and
remittance receiving rates. Second, the pueblo is small
enough to be manageable in size, yet it serves as the seat
of government for the municipio (county). Consequently,
demographic and economic data are more readily
available in Chalchihuites than might be for other rural
villages.
Data for this chapter were collected with help from a
former student who grew up in Chalchihuites, but
completed both her high school and bachelor’s degrees
in the U.S. After listening to one of my class lectures she
invited me to visit her hometown. During my first trip to
Chalchihuites I was introduced to many community
leaders. Using these initial contacts I employed the
snowball effect to expand my coverage of the village. With
financial support from the Mexico-North Research
Network I spent most of the summer of 2006 in
Chalchihuites gathering data. I then returned in
December 2006 to flesh out some of the details I had
previously missed. Over the course of my time in
Chalchihuites I conducted semi-structured interviews
with key community leaders (e.g. government officials,
local priest, social workers, health officials, business
persons) and long-time village residents. The majority
of my primary data, however, originated from one-on-
one conversations as well as focus group discussions with
average villagers who have had at least one family member
migrate to the U.S. These lengthy discussions (sometimes

309
two hours or more) focused on how their lives have
changed due to emigration. I documented my findings
with detailed, daily field notes.

Mexican Migration and Remittances

In conjunction with the Mexican Migration Project


(MMP), sociologist Douglas Massey and a cadre of
colleagues have greatly advanced our understanding of
the nuances surrounding international migration and
the flow of remittances between the U.S. and Mexico. In
the mid-1980s, Massey et al. (1987) examined four
communities in Western Mexico in order to better
understand Mexican migration patterns prior to the
passage of the U.S. Immigration Reform and Control
Act (IRCA) of 1986. One of the most noteworthy findings
within the publication was their discussion of household
coping mechanisms used to counteract the failed
economic opportunities domestically. For most migrants,
the decision to emigrate is based largely on household
conditions that are mainly economic in nature. The study
found that households employ one of three strategies of
migration in combination with the land (e.g. farmland),
labor (e.g. hands capable of contributing meaningful
work), and capital (e.g. money and livestock) they have
at their disposal to achieve a sustainable quality of life.
As Massey et al. (1987) explain, temporary migration is
reserved for households «who seek to make money
quickly, often for a specific purpose, before returning
home.» (p176). The recurrent migration strategy is adopted
by those households who endeavor to maintain a high
standard of living in Mexico through regular work in the
U.S. «[A]s migrants earn high wages and alter their
consumption patterns, they adopt new lifestyles and lo-
cal economic pursuits become less attractive» (Massey et
al. 1994; p1498). The final strategy, settled migration,

310
occurs when households decide to live and work long-
term in the U.S. Having integrated fairly well into U.S.
society, households that employ this strategy usually
contain a person with specialized job skills (e.g. foreman
or machinery operator) or have established a business of
their own in the U.S (e.g. restaurant).
Despite the fact that twenty years have passed since
Massey et al. first discussed these household strategies,
the basic principles still apply. Households throughout
rural Mexico have seen family members leave home for
the same general reasons. Yet, it should also be noted
that since the U.S. government passed IRCA in 1986
much has changed for Mexican migrants going to the
U.S. It has become more difficult for people without
proper documents to enter the U.S. and the ability to
secure well-paid, skilled or semi-skilled employment has
become much more problematic. Furthermore, over the
past decade the influences of NAFTA, increased
globalization, and mass communication have greatly
influenced the lives of rural Mexicans. When
comparatively high wages can be made elsewhere, most
youth are no longer interested in tilling the same fields
their families have farmed for generations. Likewise,
thanks to transnational corporations (especially Wal-
Mart), conspicuous consumption is permeating nearly
every corner of the country (Harner 2007; Biles 2008).
The remainder of this chapter provides an updated look
at the three major types of Mexico’s international
migrants and discusses how their motives to emigrate
differ from one another. It also puts a face on those
different types of migrants.

Results

The decision to emigrate to the U.S. for employment


reasons involves considerable deliberation and is filled

311
with stress. Individuals and households must weigh the
«costs» (both personal and financial) associated with
migrating against the potential financial gains of earning
a higher wage in the U.S. When personal considerations
(e.g. separation from family and culture) are combined
with the array of financial factors, the decision to migrate
becomes even more difficult. Having talked with
numerous families whose relatives have migrated to the
U.S. it is clear that the situation is not taken lightly.
Personal desires as well as ongoing household needs
tend to be the key determinants in how long a person is
absent from home. Expanding upon ideas first discussed
by Douglas Massey et al. (1987), I have identified three
types of Mexican male migrants to the U.S.: 1) goal
oriented migrants, 2) repeat migrants, and 3) permanent
relocaters. It is important to note, however, that what
motivates each of these migrants is not discrete. In many
cases, the three different types of male migrants share a
number of similar ambitions and motives.

Goal Oriented Migrants

Intuitively, goal oriented migrants are compelled to


emigrate to the U.S. to meet a specific financial objective.
Age, stage in life, and marital status, however, tend to
have a considerable influence on what goal a man is set
on reaching. Today, most goal oriented migrants are
young (in their late teens or early twenties), single, and
full of energy. The most common financial goal these
young men have is to earn enough money to buy a new,
oversized pickup truck with all the trimmings (e.g. Ford
F-250 Lobo, Chevrolet Silverado, Toyota Tundra, or
Nissan Titan) and impressive clothing (e.g. cowboy boots,
hat, jeans, and jewelry). Because these purchases can be
quite expensive, the young men are compelled to work
in the U.S. for a substantial length of time (five to seven

312
years) to meet their goal. Although they generally feel at
least a minimal amount of obligation to help their families
financially, the money they send home tends to be
relatively small and intermittent. For the most part, they
are focused only on their individual wants. When they
finally return home they appear «successful» displaying
their newly acquired purchases. Interestingly, for most
young men, going to the U.S. to work has also become a
right of passage into adulthood. Many of the boys and
young men I talked with related that they eagerly looked
forward to going to the U.S. knowing that when they
returned home their status within the community will
have improved. Once you have «crossed to the other
side» you are literally regarded as a man, especially if you
return with expensive clothes and a shiny new pickup to
showcase your success. In the long run, however, they
have little else to show for their time and efforts working
in the U.S.; they have few long-term prospects for
financial security.
Angel* is a classic example of a goal oriented migrant.
Approximately five years ago he left Chalchihuites to work
in Vail, Colorado. Like most single, young men his goal
was to earn enough money to buy a new, oversized pic-
kup. While in the U.S. he lived hearty, traveled extensively
throughout the western U.S., and enjoyed the life that
comes with earning «good money». Eventually he
reached his financial goal, and returned to Chalchihuites
a success. When I spoke with Angel he admitted to
spending his days driving around town showing off his
new truck. Most young, goal oriented migrants are very
similar to Angel. They are focused largely on their indi-
vidual wants and send very little money home.
By comparison, some goal oriented migrants are older
and have been married for a period of time. Their main
objective is to earn enough money to reach a very specific
financial goal such as: purchasing new equipment and
construction supplies to add on to their house, paying

313
off a specific debt they have incurred, or buying land,
equipment, or a set of tools that will further them in
their careers and ensure a higher level of financial stability.
At age fifty and having been married for about twenty-
two years, Benito* is an example of an older, married
goal oriented migrant. Benito’s first experience with
international migration came in the early 1980s when
he went to work in Leavenworth, Kansas picking apples.
He worked long hours and saved enough money to buy
some land, build a house, and purchase woodworking
tools to advance his career. After working in the U.S. for
about five years Benito returned to Chalchihuites to
watch his family grow. For the next two decades he raised
cattle on his land and worked in town as a carpenter and
woodworking craftsman. Over time as expenses began
to mount he was forced to sell many of his assets. About
two years ago he was compelled to take out a sizeable
loan to pay for debts he owed and to cover the costs of
his daughter’s wedding. In August 2006 he decided to
return to the U.S. to earn enough money to pay off those
debts and buy some more land and cattle. He expects to
work in the U.S. for about four or five years and then
return to Chalchihuites. Benito is an example of an older,
married, goal oriented migrant whose aspirations go well
beyond buying a shiny new pickup truck.

Repeat Migrants

Most men who emigrate to the U.S. for employment


reasons start out as goal oriented migrants. Through
this entry stage, they gain first-hand knowledge of
conditions in the U.S. and are able to evaluate their
experience. Migrants who found their time in the U.S.
distasteful will probably not return. If they do make
another trip to the U.S. it will be for another goal
oriented purpose and only after enough time has elapsed

314
for the perceived positive benefits of financial gain to
outweigh the recollected negative experience they had
during their first visit.
Goal oriented migrants who had a favorable
experience in the U.S., met their financial goal, and
returned home successful are more likely to emigrate to
the U.S. again in the near future. In fact, evidence
suggests that «once a man has migrated to the United
States, the odds are extremely high that he will migrate
again» (Massey et al. 1994, p.1498). When the decision
is made to return to the U.S. on a regular basis they
become members of the second type of migrant I call
repeat migrants. These men have had a taste of the money
that can be earned by working in the U.S. and appreciate
the quality-of-life and financial opportunities that
accompany the higher income levels than can typically
be earned in rural Mexico.
Based on the information I collected, repeat migrants
tend to be older and at a later stage in the life-cycle
process than the typical goal oriented migrant. More
often they are also married with children. These men
have decided that having a home and family in Mexico
is most desirable, but their main source of income is
derived from working for extended periods of time in
the U.S. They commonly work for about ten months
each year and return home during the festival and
holiday season of late November and December.
While in the U.S., repeat migrants commonly share
affordable housing with numerous other people, live
frugally, save as much of their earnings as they can, and
send money home as their incomes and expenses allow.
The men lament being separated from their wives and
families for extended periods of time, but they rationalize
returning to the U.S. because wages far exceed those in
Mexico (ca. $900/month in U.S. versus ca. $200/month
in Mexico) (IADB 2006; Rosalez Perez 2006). By having
a steady, reliable source of income in the U.S. they and

315
their family can enjoy a comfortable quality-of-life that
enables them to go home during «vacation time» and
enjoy the fruits of their labor.
Jose* is a typical repeat migrant. About ten years ago
he decided that the income he could earn in the U.S. far
exceeded wages in Chalchihuites. So, ever since Jose
has been working in Silverthorne, Colorado for about
eight or nine months each year and returns to Chalchi-
huites for the balance of the time. He sends money home
on a regular basis and makes a special point to return
during Feria de Guadalupana and Christmas. In 2005
Jose and his wife Greta* began remodeling their home
and adding on a second story to accommodate their large
family. Jose is an excellent example of a repeat migrant.
His source of income is in the U.S., but his family and
social life remains in Mexico.
On average, men who are repeat migrants tend to
make purchases that have farther-reaching implications.
These are the men who bring about the greatest changes
in the built environment within a community. They buy
tools and construction material that allow them to make
significant additions to an existing home or build a new
home from the ground up. In a few cases, the repeat
migrants have worked in the U.S. long enough and saved
their earnings to invest in a new business (e.g.
construction company, grocery store, ranching opera-
tion). At this point their drive to migrate to the U.S.
decreases and their principle source of income is now
derived from a family-run business in Mexico.
Eventually, they may no longer feel compelled to emigrate
for employment reasons.
Juan* is another example of a repeat migrant. About
thirteen years ago he left Chalchihuites to work in Vail,
Colorado. He worked for nine months each year as a
commercial painter making about $20.00 per hour. While
in the U.S. he worked long hours, lived frugally, and saved
as much money as he could. For the remaining three

316
months each year he would return to Chalchihuites and
work on building the family’s detached home. He
continued this transnational lifestyle for nine years when
his wife joined him in Colorado. Together they were
able to complete more projects and earn even more
money. About two years ago they leased a large warehouse
in Chalchihuites and opened the town’s largest
supermarket. It offers a wide variety of merchandise and
has two ultra-modern computer check-out lanes. By
offering fair prices and quality merchandise, the grocery
store has been a tremendous success and they are no
longer compelled to return to the U.S. Unfortunately,
Juan is an exceptional case and not the rule. Few repeat
migrants are able to become financially independent and
break the ongoing migration cycle. Most do not earn
enough money or invest it wisely enough to establish a
business of their own.
In fact, according to Roberto Suro (2003) at the Pew
Hispanic Center, 85% of remittances sent home to Mexico
are used to meet basic household needs and everyday
living expenses, including education and health care.
Sadly, less than 10% of the money is used for land
investment, construction costs, or business development
(IADB 2004). The three principle reasons why so little
money is invested in land or business development are:
1) little money is left over after bills and household
expenses are paid, 2) rural households tend to lack skills
needed for such economic development, and 3) Mexico’s
banking infrastructure has not adequately provided
investment opportunities to the country’s rural, lesser
affluent households (Bank of Mexico 2005; Massey 2005).

Permanent Relocaters

I refer to the third group of men emigrating to the U.S.


as the permanent relocaters. These men, like the repeat

317
migrants, have worked for a lengthy period of time in
the U.S. and, given their limited education and skill level,
the annual income they can earn «on the other side» is
greater than what they can garner in rural Mexico. More
importantly, they have spent enough time immersed in
U.S. culture to feel comfortable living within the larger
host society. These men speak English fairly well,
understand U.S. cultural customs and behavior, and
blend in physically (both in dress and personal style). At
some point they decide that continuing to migrate back
and forth between Mexico and the U.S. is no longer
desirable; they make the decision to move permanently
to the U.S.
Some permanent relocaters strive to bring their entire
family (first their wife and then their children) to the
U.S. Eventually, they may even attempt to bring their
extended family. In other cases, the permanent relocaters
decide that the ties they have to life in Mexico are no
longer important enough to maintain; they simply sever
those ties.
Sadly, quite a few men from Chalchihuites have
decided to relocate to the U.S. permanently and have
abandoned their wives and family in favor of a new life
«up north» (Serrato 2006). Silvia* shared her experience
of being abandoned. Silvia and her husband were
married for about 20 years and for the first 12 years he
was a classic example of a repeat migrant. He left Chal-
chihuites to work in California for many months each
year and sent money home on a fairly regular basis. When
he returned home, however, he would frequently drink
to excess and over time life became miserable for Silvia.
Eventually, the flow of money from her husband began
to decrease and the amount of time he spent in the U.S.
increased. After being married for about 18 years he
quit sending money all together and never returned
home. Silvia later found out that her husband found a
girlfriend in the U.S. and started a new life with her

318
instead of returning to Mexico. Silvia’s life story has a
happy ending, however. She is a very talented cook and
started selling food to local businessmen during
lunchtime. As word spread, demand for her cooking
increased and she opened a small, very successful res-
taurant to support herself. When Silvia reached her late-
sixties she sold the restaurant and now lives off the
handsome profit she earned. For most women, however,
their story does not have such a happy ending.

Conclusion

As long as the wage differential between the U.S. and


Mexico continues and there is an ongoing demand for
unskilled workers who are willing to fill the jobs that
«Americans» see as undesirable, then Mexican citizens
will continue to emigrate in large numbers. No effort
made by the U.S. government’s Immigration and
Customs Enforcement Agency will stem that flow of
people. Furthermore, those same workers will continue
to send billions of dollars each year back to their families
and relatives in Mexico.
It is commonly understood from previous work that
most of the remittance money received will be used to
meet basic household needs and everyday living
expenses. Reports issued by international banking
institutions or world economic development organiza-
tions thus far have focused solely on the financial impact
and level of economic development stemming from out-
migration and remittances. Clearly, that information is
vitally important to governments needing to understand
how much money is being channeled into their countries
and to what extent that money is being used for economic
growth and development. Those same reports, however,
provide an incomplete view of the overall situation; the
flow of people and money is far more complex. As Massey

319
et al. (1987) report, since the 1980s migration to the U.S.
has served as a coping mechanism for failed economic
opportunities at home. Yet many changes have occurred
within both the U.S. and Mexico over the past 20 years.
Efforts made by the U.S. government to stem the tide of
illegal immigration have made finding a job more difficult
for many Mexican immigrants. Plus, no longer is
migrating to the U.S. a decision made at the household
level. Individuals as young as 14 years of age are now
considering migrating to the U.S. They know that their
chance to «get ahead» and become economically successful
are greater if they leave Mexico (Quinones 2007).
By using the village of Chalchihuites, Zacatecas,
Mexico as a case study, this chapter provides an updated
look at the three different types of rural Mexican
migrants (goal oriented migrants, repeat migrants, and
permanent relocaters) and explains some of the factors
that motivate them to emigrate to the U.S.
The younger, largely self-absorbed goal oriented
migrants are focused primarily on their own desire to
acquire impressive merchandise such as a new pickup
truck or clothing. Unfortunately, they have little else to
show for their time abroad. By comparison, the older,
married goal oriented migrants tend to have more noble
financial aspirations that will likely benefit the entire
family in the long run (e.g. paying off a debt, buying
materials to add on to the house). In both cases, however,
the men are first introduced to the realm of international
migration while acting as a goal oriented migrant.
Repeat migrants, are men who have decided that
working in the U.S. provides greater financial gain than
can be earned in Mexico. Therefore, they rationalize
spending most of the year working in the U.S. in order
to enjoy a higher quality-of-life and return home during
the holiday season and vacations. These men are true
examples of people living in binational communities
(Levitt 1998).

320
The men who have decided to permanently relocate
to the U.S. sever all connections to their village in Mexico
and send no remittance money home. Massey et al.
(1987) suggest that «permanent settlers» is an erroneous
term for this third type of migrant because up until the
mid-1980s most Mexican migrants intended to return
to Mexico at some future point in their lifetime. From
the information I gathered, however, today, there are fewer
and fewer migrants who have lived in the U.S. for lengthy
periods of time who are still interested in returning to
Mexico when the «retire». The majority have become
comfortable living in the U.S. and are no longer interested
in returning to Mexico.
With the stepped-up border patrol efforts by the U.S.
government to stem the flow of illegal immigration, many
men who would have otherwise returned to Mexico on a
regular basis during vacation or the holiday season have
now decided that the «cost» of returning home (both the
risk of being caught, the price one must pay to the coyo-
te, as well as lost wages) is too great. They simply are no
longer making the journey home, but rather staying in
the U.S. for longer periods of time. During the 2006
Christmas holiday season I repeatedly heard residents
and business owners tell me how few men had returned
for the annual celebrations. I wonder if the increased
border patrol is leading to more men making the
transition from repeat migrants to permanent relocaters.

NOTES
* For privacy reasons the names of the people identified here have been
changed at their request.

321
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323
Figure Captions

FIGURE CAPTIONS

Figure 1: Historic Migration Hearth in Mexico

Figure 2: Remittances to Mexico, 2000 - 2007

324
Figure 3: Map of Zacatecas, Mexico. Cartography by
author.

325
326
LA ECONOMÍA GLOBAL Y SUS
TENDENCIAS TERRITORIALES:
¿CONSTRUCCIÓN DE UN ESPACIO
CULTURAL O SOLAMENTE ECONÓMICO?
Eduardo Sousa González,55
Juana María Lozano García56
y Jorge Álvarez Berrones.57

Resumen:
ste artículo aborda temas en torno a la globali-

A zación económica y el papel que asumen el


estado-nación y las fuerzas del mercado inter-
nacional. Además, se describe el periodo de
inicio de los procesos de internacionalización (1970-1980)
y el proceso de la economía mundial en la década de los
90´s. Muestra las tendencias de desarrollo de una eco-
nomía global en términos del territorio, el escenario glo-
bal de integración de economías nacionales y la progre-
siva expansión de las empresas trasnacionales (ETN) a
través de la inversión externa directa (IED) que es utili-
zada como estrategia entre países desarrollados para in-
cidir en el crecimiento de países en desarrollo. Asimis-
mo, el presente discurso comprende el sentido de la re-

55 Doctor en filosofía con orientación en Arquitectura y Asuntos Urbanos,


por la Universidad Autónoma de Nuevo León; con maestría en planeación
regional y urbana, Arquitecto; profesor-investigador del doctorado en ar-
quitectura y asuntos urbanos de la Facultad de Arquitectura UANL; miem-
bro del Sistema Nacional de Investigadores, SNI, en el Nivel II: esousa_-
gzz@hotmail.com; esousa@far.uanl.mx; www.esousa.es.tl
56 Doctorante de estudios de postgrado en el Doctorado en Filosofía con
orientación en Arquitectura y Asuntos Urbanos de la Facultad de Arquitec-
tura de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Maestra en Ciencias para
la planificación de Asentamientos Humanos.
57 Doctorante de estudios de postgrado en el Doctorado en Filosofía con
orientación en Arquitectura y Asuntos Urbanos de la Facultad de Arquitec-
tura de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Maestro en Ciencias para
la planificación de Asentamientos Humanos, arquitecto y filósofo.

327
lación entre capital, espacio y gente. Se busca obtener
claridad sobre el modo en que se ha ido desarrollando la
globalización económica en el mundo actual, señalando
las diferencias básicas entre lo global, con respecto al uso
local del capital; entendido éste como la materia prima y
como el fin último de las sociedades del nuevo milenio.

Palabras clave:

Globalización económica, tendencias territoriales, espa-


cios urbanos, capital, gente.
Abstract:

This article addresses the issues surrounding economic


globalization and talks about the role the nation-state
and international market forces assume. Moreover, it
describes the initiation period of the processes of
globalization (1970-1980) and the process of the global
economy in the 90’s. It shows the development trends
of global economy in terms of territory and the global
scenario of integration of national economies and the
gradual expansion of transnational corporations (TNCs)
through foreign direct investment (FDI) that is used as a
strategy among developed countries to influence the
growth of countries in development. Also, this speech
tries to do complete the sense of the relationship between
capital, space and people. Try to get clarity on the way
that the economic globalization has been developed in
the actual world indicating the basics different between
the total word in order to globalization in relationship
with the local use of capital, it understood that as
primitive matter and as the finish of societies of new
millennium.

328
La economía Global y las tendencias territoriales.

El contexto económico de la globalización.


La actual configuración económica mundial es resul-
tado de importantes fenómenos, que se ha presentado a
partir de la segunda mitad del siglo XX; entre los cuales,
el de mayor significación se refiere a la trayectoria de los
países de desarrollo avanzado, quienes han figurado a la
vanguardia en los procesos de la globalización; procesos
a los que posteriormente tratan de incorporarse los de-
más países. Se puede decir que la globalización es una
realidad que está conformada por una nueva totalidad
histórica, en la cual, las relaciones, los procesos y las es-
tructuras económicas se mundializan y los países tien-
den a convertirse en sectores de una sociedad global.
El proceso de globalización comprende, fundamen-
talmente, al campo de las finanzas y se ha constituido
mediante los cambios tecnológicos, la liberalización y
desregulación de los mercados, la innovación y el desa-
rrollo de los nuevos instrumentos que impactan a las
políticas económicas. Es este un proceso que se mani-
festará primero en los grandes países industriales, para
luego ser difundido en los restantes países en desarrollo,
para contruir una economía mundial, dado que, des-
pués de la segunda guerra mundial, el espacio económi-
co se fragmentó en varias regiones, que a su vez enfren-
taron el proceso de integrarse en el comercio, en la in-
versión y en las finanzas, y es a este fenómeno de inte-
gración de las economías nacionales, en procesos eco-
nómicos supranacionales, al que se le conoce como glo-
balización de la economía mundial. Ver el diagrama 1.
Proceso iterativo de subdesarrollo centro-periferia, en el
capítulo primero.
Es así que el crecimiento económico ha significado
una profunda reorganización estructural, en escala
planetaria, en el que las naciones y los organismos inter-
nacionales, a través de procesos múltiples de integración

329
regional, interactúan en el marco de un sistema cada vez
más dominado por la interdependencia y la multilatera-
lidad.
Es conveniente distinguir entre globalización e inter-
nacionalización, ya que la globalización es un proceso
en marcha y por ello no toda la economía internacional
es ya global: los mercados todavía están lejos de una in-
tegración plena, todavía existen reglamentos monetarios
y bancarios que limitan los flujos de capital, los contro-
les migratorios dificultan la libre contratación de mano
de obra, las empresas transnacionales siguen teniendo
sus activos y sus centros de mando estratégicos en sus
países natales. Además, tal como Harnecker,58 señala, los
estados nacionales y sus gobiernos siguen jugando un
papel crucial en la orientación de la nueva economía, lo
cual implica que es evidente que el estado-nación conti-
nua desempeñando un papel importante en la creación e
institucionalización del sistema económico regional.59

Las instituciones económicas mundiales.

Históricamente, el surgimiento de las actuales institu-


ciones mundiales tuvo como marco de referencia el he-
cho de que el proceso globalizador de la economía mun-
dial se presentó con un largo período de crecimiento
sostenido, que va desde 1950 a 1973, y un periodo
recesivo duradero, desde 1973 hasta el fin del siglo. Con
estos dos escenarios, muy diferentes en el crecimiento
de la economía mundial, y bajo la concepción capitalis-

58 Harnecker, Marta (2000), La izquierda en el umbral del siglo XXI. Haciendo


posible lo
imposible, Madrid, Siglo XXI. En Leva Germán Globalización, Competitivi-
dad y Ciudad [Sección del libro] // Lecturas de Economía Gestión y Ciudad
/ aut. libro Fernández Gabriel y Leva Germán. - Argentina : Universidad
Nacional de Quilmes, 2004:115
59 Leva, 2004:115) (Ianni, 2004:97)

330
ta, la corriente liberalista, postuló una economía abierta
a la eficiencia productiva más allá de las fronteras nacio-
nales, en donde la soberanía del consumidor definiera y
ubicara a los mejores oferentes productivos, para lograr de
esta manera el despegue industrial y su potencialidad.
Es el caso que, desde 1950 hasta 1974, la relación en-
tre el crecimiento del comercio mundial y el crecimiento
de la producción mundial60 se elevó de 1.4 a 1.6 (Toledo
P, 1999:40), y es ese cuarto de siglo el que le correspon-
dió al «boom de posguerra», marcado por una acelerada
integración mundial, que marcó el inicio del orden fi-
nanciero y monetario mundial. Este escenario de creci-
miento se ubica en los acuerdos de Brentton Woods, de
1944; acuerdos que sentaron la base para el surgimiento
de los organismos internacionales más importantes de
la actualidad, como son el Fondo Monetario Internacio-
nal (FMI) y el Grupo del Banco Mundial (BM); ver Sousa,
E. 2007:45
Así, cabe señalar que el BM surgió como una fuente
vital de asistencia financiera y técnica para los países en
desarrollo de todo el mundo y, por tanto, no es un banco
en el sentido corriente; Esta organización internacional,
en la actualidad, es propiedad de 185 países miembros e
incluye dos instituciones: el Banco Internacional de Re-
construcción y Desarrollo (BIRD) y la Asociación Inter-
nacional de Fomento (AIF) que, a su vez, integran, junto
con la Corporación Financiera Internacional (CFI) y el
Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones
(OMGI), más conocido por sus siglas en inglés, MIGA).

60 Periodo de 30 años caracterizado por un crecimiento económico del 5 %


anual en promedio, resultado de una serie de cambios estructurales en la
economía, la política y la demografía. En el nivel económico se puede men-
cionar el proceso de reconstrucción después de la Segunda Guerra Mun-
dial, que dinamizó la economía caracterizada por una participación impor-
tante del Estado; el desarrollo de la sociedad de consumo, particularmente
de los sectores de electrodomésticos y de la industria automotriz, acompa-
ñado de una elevación de los niveles de vida.

331
Hoy en día, esta organización internacional interguber-
namental reúne a los países más industrializados de la
economía de mercado. En la OCDE, los representantes
de los países miembros se reúnen para intercambiar in-
formación y armonizar políticas, con el objetivo de maxi-
mizar su crecimiento económico y coadyuvar a su desa-
rrollo y al de los países no miembros; ver Sousa,
E.:2009:79
Desde la perspectiva de la internacionalización de las
fases mercantil, dineraria y productiva del capital, resal-
tó la indiscutible hegemonía que establecía la economía
estadounidense sobre el conjunto de las economías de
mercado del primer mundo industrializado y capitalis-
ta, y es en esta época en la que se asentó el fortalecimien-
to de las tendencias proteccionistas, con un manejo más
liberal de los tipos de cambio y, sobre todo, a una cre-
ciente competencia por los mercados del exterior. De ahí
se explica que, a partir de esta fase, el capital se transfie-
re masivamente entre los países desarrollados, donde ini-
cialmente adquirió la forma de inversión extranjera di-
recta (IED), para posteriormente manejarse a través de
préstamos de los bancos comerciales, con la consigna de
desarrollar las economías, y orientarlas a la exportación;
pero, sobre todo, buscando nuevos sectores y productos
que tomaran el relevo de los mercados típicos del auge
de la posguerra, que ya se habían discontinuado.61

Las regiones de la economía mundial.

La integración y organización de los países que inicial-


mente desarrollaron su economía en la industrialización
fundamentan el hecho de que la economía mundial se
transformó en dos regiones que muestran los siguientes

61 Perego, 2003:9-10

332
contrastes: <los países industrializados del primer mun-
do, junto con los subdesarrollados del tercero>.
<El desarrollo de una fuerte tendencia a la globaliza-
ción, en correspondencia con las fuerzas de la produc-
ción y el comercio mundial, sobre la base del desarrollo
tecnológico en las telecomunicaciones y la informática>.
Esto con el antecedente de que el desempeño de la eco-
nomía mundial se frenó drásticamente y no hubo perio-
do de estabilidad y crecimiento sostenido, hasta finales
del siglo XX. Lo característico de la economía ha sido
que cada vez son más breves los períodos de recupera-
ción y culminan con depresiones prolongadas. Así, el es-
cenario recesivo de la economía mundial de 1971, mar-
cado por el desmantelamiento del Sistema de Bretton
Woods, y con consecuencias posteriores, como la
desregularización de la paridad entre monedas, la deva-
luación del dólar y otros cambios macroeconómicos, (cri-
sis de 1973), se convirtieron en los cambios típicos de
una década denominada de ruptura económica, cam-
bios que aceleraron el fenómeno que en los 1990´s se
denominaría «globalización» o «internacionalización» de
la economía.

Los espacios nacionales.

El espacio nacional, en este proceso, por su parte, se ve


afectado por las políticas y las necesidades de expansión
de mercado de la nueva economía, en donde su actua-
ción de intermediario se corresponde con las exigencias
del exterior, jugando un nuevo papel de mediador entre lo
local y lo exterior de la economía nacional.
Así, los procesos de apertura comercial y financiera
son un buen ejemplo del cambio operado en la relación
entre las esferas estatal y económica en los espacios na-
cionales. Los estados dejaron de proteger nacionalmente
sus aparatos industriales, aplicaron una política activa

333
de desprotección para inducir incrementos en la pro-
ductividad, cumplir normas internacionales y promover
la integración de esos sistemas industriales y financieros
en cadenas georregionales y/o mundiales y levantaron
barreras comerciales de escala regional (formación de blo-
ques en Europa, Norteamérica). En este sentido, la cri-
sis y transformación del estado social coincidió con la
crisis del estado-nación, e implica un debilitamiento ge-
neral, pero también un reforzamiento puntual del papel
de gestión económica en los estados62.

La inversión extranjera y las empresas.

El papel de la inversión extranjera se manifiestó desde


comienzos de la década del noventa, cuando se registró
el mayor crecimiento en la historia de las empresas trans-
nacionales (ETN). El ambiente macroeconómico en el
que ocurrió este incremento incluyó reformas legales que
buscaban crear las mejores condiciones para atraer in-
versión extranjera directa (IED). Así fue común justifi-
car ciertas medidas de política económica o cambios en
la legislación, bajo el discurso de que se buscaba dar con-
fianza a los inversionistas extranjeros (Vidal & Guillén,
2007:65) Ejemplificado quedó esto en el caso de los paí-
ses de América Latina, en los que el modelo de creci-
miento ejecutado en las dos décadas pasadas, otorgó un
papel destacado a los capitales del exterior o inversión
extranjera directa IED.
En la comprensión de los hechos económicos actua-
les, es imprescindible destacar el papel de la IED y de las
empresas trasnacionales ETN, y ello implica tener pre-
sentes problemas tan complejos como la contribución
de la inversión extranjera a las cuentas con el exterior, el

62 Según Toledo, P. op.cit:41

334
papel de las ETN en la difusión de la tecnología y el
impacto en la dinámica del empleo, como tendencias
desarrolladas territorialmente en el espacio económico
local.
Sin embargo, el contenido del crecimiento de la IED
es en sí mismo discutible, al dominar las operaciones de
compra de empresas, y las fusiones y adquisiciones
transfronterizas, ya que en este tipo de expansión no
implica automáticamente incrementos sobresalientes en
la capacidad de producción de los países que reciben los
capitales, y en ello no hay necesariamente un saldo posi-
tivo, en términos del impulso al crecimiento local o na-
cional. Así, la tendencia que se reproduce en todo el
mundo, en muchos sectores, es que para la mayoría de
los casos existe una clara correlación entre el aumento
de la inversión extranjera directa (IED) y el crecimiento
de las exportaciones de las filiales extranjeras de empre-
sas transnacionales (ETN).Es posible describir el proce-
so de expansión y el peso creciente que han tenido las ETN
en la economía mundial en las siguientes estadísticas:

“En 1985, el total acumulado de IED que diversos paí-


ses habían realizado en otros sumaba 977 mil millones
de dólares. Cinco años después, había crecido en un poco
más de mil millones de dólares. En los años noventa, el
incremento fue muy superior, alcanzó las cifras de 3 mil
millones de dólares y 6.146 millones de dólares en 1995
y 2000, respectivamente. En el período de 1995 a 2000
se duplicó, creciendo a una tasa media anual del 15,4%.
En los tres años siguientes hubo menores flujos de IED,
no obstante lo cual continuó incrementándose, alcanzan-
do la cifra de 8.197 millones de dólares en el año 2003. Los
mayores flujos de salida se producen en 1999 y 2000. En
conjunto, las salidas de IED en los años de 1995 a 2003
equivalen al 74,8% del total de la IED acumulada en el
mundo para ese año” (Vidal & Guillén, 2007:66).

335
Es este el escenario, del capitalismo que se ha trans-
formado en los últimos treinta años hasta convertirse en
un sistema de red de empresas de diversos tamaños, ubi-
cadas en diferentes países, donde la principal caracterís-
tica de la reestructuración es señalada por (Castells &
Hall, 1994:22), como la tendencia a la sustitución de la
empresa verticalmente integrada por una empresa hori-
zontal, inserta en una compleja red de subcontratación
internacional. Se considera así que la internacionaliza-
ción está asociada con un proceso de fusiones y adquisi-
ciones entre firmas que están operando; por lo que el
crecimiento de las inversiones del exterior en una na-
ción en desarrollo no constituye un impulso a la amplia-
ción de la capacidad de producción, sino una racionali-
zación de la inversión que mediante la descentralización
en el nivel de proceso de producción, viene acompaña-
da de un crecimiento en el número de fusiones y asocia-
ciones entre las grandes compañías del mundo.63
Por tanto, a los grandes corporativos el nuevo mode-
lo económico les permiten no sólo no desaparecer, sino
el aumentar su tamaño; de lo que se puede asumir que
el nuevo modelo de producción de estructura horizon-
tal involucra un doble proceso; por un lado, propicia la
incorporación de un número mayor de empresas de di-
verso tamaño y desarrollo de unidades autónomas, a tra-
vés de un sistema de subcontratación internacional,64 y
por otro, favorece la concentración del capital y la crea-
ción de poderosas firmas globales que, al fusionarse, res-
tablecen los mecanismos de control sobre sus mercados.65

63 Según Sassen, 1994.


64 Los «contract manufactures» CM’s.
65 La tendencia de las grandes OEM’s (Original Equipment Manufacturer),
que en español sería Fabricante de Equipos Originales se da cada vez más en
las grandes multinacionales que dejan de producir ellas mismas sus equipos
o bienes, y los encargan a terceros. Estos los fabrican con los colores, formas,
logos, etc. específicos de cada compañía, con lo que el cliente final siempre
verá un producto de la marca que está comprando, como si lo hubiera

336
Un ejemplo específico lo es el caso de la apertura eco-
nómica iniciada en México a mediados de la década pa-
sada (1995); al respecto (Pozas, 1999:116), señala que el
hecho dio lugar a que el sector de la gran industria vivie-
ra un proceso de creciente globalización e incorporación
a los mercados internacionales, lo permitió a la gran in-
dustria regiomontana el acceso a los mercados globales,
a la tecnología de punta y al capital internacional. Sin
embargo, para las pequeñas y medianas empresas, las
posibilidades de acceso a los mercados internacionales
no son tan claras, ya que tienen como limitante el inte-
grarse a las propias redes de producción, entre las corpora-
ciones transnacionales y con sus filiales en el extranjero.66
En el modelo de empresa vertical, la instalación de
subsidiarias en el exterior responde esencialmente al cri-
terio de buscar fuerza de trabajo barata, para así repre-
sentarla como su principal ventaja comparativa; sin
embargo, en el modelo de empresa horizontal o produc-
ción descentralizada, las ventajas comparativas de primer
orden pasan a ser otras, tales como: la propiedad tecnoló-
gica, la diferenciación del producto, el prestigio de la mar-
ca y las relaciones con el cliente, en tanto que la fuerza de
trabajo se considera una ventaja de segundo orden.

Los acuerdos internacionales.

Según la (UNCTAD, 2008:11),67 la mayoría de los países


firman acuerdos internacionales de inversiones (AII) de

fabricado ella misma. Y su enfoque es a las actividades de diseño, desarrollo


y comercialización de sus productos, así como el incremento de importan-
cia en los servicios de Tecnología de la Información (TI).
66 Es el caso que, aunque la producción por país se ha diversificado, en
realidad las empresas dominantes de la industria han generado la llamada
industria huésped (host industry), con escaso desarrollo de la industria local.
67 United Nations Conference on Trade And Development. (UNCTAD).

337
carácter bilateral, regional y multilateral. Para los países
receptores, el principal objetivo es atraer Inversiones Ex-
tranjeras Directas (IED). Los países de base, por su par-
te, utilizan estos acuerdos fundamentalmente para que
el marco regulatorio de las IED, en los países receptores
sea más transparente, estable, previsible y seguro, y para,
reducir así los obstáculos para las futuras corrientes de
IED. El número de AII, sobre todo bilaterales y regiona-
les, aumentó considerablemente en la última década del
siglo XX, lo cual demuestra la importancia de las IED
en la economía mundial.
Hoy día casi todos los países tratan de atraer IED,
pues estas inversiones no sólo aportan capital, sino tam-
bién tecnología, conocimientos de gestión y acceso a
nuevos mercados; es decir, ayudan a los países a crear la
capacidad productiva que necesitan para beneficiarse de
la economía mundial.
Las IED son también más estables que otras corrientes
de capital, pues suponen un compromiso a largo plazo con
la economía receptora. La mayoría de los países, además
de establecer marcos jurídicos nacionales que permitan
reducir los obstáculos para las IED, conciertan AII bilate-
rales, regionales, interregionales, intrarregionales y
multilaterales, porque consideran que la estabilidad jurídi-
ca, la previsibilidad y la transparencia de esos acuerdos se-
rán un incentivo para los inversores extranjeros.

La economía y el territorio.

Muchas de las tendencias en el desarrollo de una econo-


mía global se expresan en términos territoriales y es de
acuerdo con (Sassen, 1999:370),que se remite el hecho
al contexto de las ciudades y sus regiones, como el prin-
cipal descriptor de dichas tendencias.
Es el hecho de la dispersión espacial de la produc-
ción, incluida su internacionalización, el que ha contri-

338
buido al crecimiento de nodos centralizados de servicios
para la gestión y la regulación de esta nueva economía
espacial. Así, las grandes ciudades del mundo han ex-
pandido su rol como localizaciones clave para la gestión
y coordinación, en el más alto nivel, al resto de ciudades
más importantes; y se trata con una economía centrada
en la transformación tecnológica y organizativa que, por
tanto, es una economía centrada en el conocimiento y
en la información como bases de producción, como ba-
ses de la productividad y con bases de competitividad.
Éstas son bases de una economía que, por tanto, apli-
can tanto para empresas como para regiones, ciudades y
países; y para cada caso tiene grandes consecuencias;
porque, en este contexto, generar productividad quiere
decir generar riqueza. La producción, la productividad
y la competitividad, fundamentalmente, funcionan en
torno a dos sistemas de globalización económica: el sis-
tema de los mercados financieros interconectados en to-
das partes por medios electrónicos y, por otro lado, la
organización, en el nivel planetario, de la producción y
gestión de bienes y servicios. Según este esquema la eco-
nomía Global se conforma de nodos y tiene una concen-
tración territorial. Los nodos de concentración son los
medios de innovación territorialmente concentrados en
torno a ciudades dinámicas y constituyen las fuentes de
riqueza en la nueva economía.
Una economía que funciona en redes: en redes descen-
tralizadas dentro de la empresa, en redes entre empresas, y
en redes entre las empresas y sus redes de pequeñas y me-
dianas empresas subsidiarias, permite ser definida como
una economía “en red”, con la facilidad de una extraordi-
naria flexibilidad y adaptabilidad y, por tanto, una econo-
mía informacional es una economía global y es una econo-
mía organizada en red y ninguno de esos factores puede
funcionar sin el otro. Esto la caracteriza, no como una eco-
nomía del conocimiento, sino como una economía más
compleja y a la que actualmente se denomina nueva econo-

339
mía, (Castells, 2000). Es de reconocer que los cambios de
esta nueva economía, en último cuarto del siglo XX, han
reconfigurado ciudades, como lo señala Castells, ciudades
prominentes como son hoy Nueva York, Londres, Tokio,
Barcelona, San Pablo, México o Buenos Aires; cada una en
su medida y con sus particularidades.
Ésta es una economía global, que en su desarrollo te-
rritorial a través de las ciudades evidencia sus tenden-
cias políticas sociales y urbanas; un ejemplo, de esto es
el dramático cambio que sufrió el sistema de la política
interestatal, a partir de la década del 80, en el que los
estados nacionales cedieron a la desregulación, la
privatización y la apertura de sus economías a las firmas
extranjeras, y se permitió crecer la participación de las
ciudades como actores de las economías nacionales en
el mercado global, y con ello, la conformación de esas
urbes en nodos de la globalización, como lo señala (Borja,
2005). De esta manera la economía contribuye a confi-
gurar y reconfigurar el espacio económico en el espacio
urbano de una nación, definido por su ciudades.

El espacio urbano.

Las ciudades son el lugar donde se articula la nueva eco-


nomía, aquélla que depende de las tecnologías de la infor-
mación, y donde se encarnan las modalidades sociales y
urbanas del orden mundial avanzado Sassen, (2004), defi-
ne que ellas se identifican desde la arquitectura, con edifi-
cios emblema que alojan al poder financiero, así como a los
servicios de producción punta, hasta la sociedad, con la
aparición de nuevos estilos de vida y una evidente polari-
zación de la población, según estén dentro o fuera, inclui-
dos o excluidos. En ese sentido, el papel de las ciudades en
la Era de la Información que Castells (2000) alude, es el ser
medios productores de innovación y de riqueza; pero es
aún más, ser medios capaces de integrar: la tecnología, la

340
sociedad y la calidad de vida en un sistema interactivo, en
un sistema que produzca un círculo virtuoso de mejora,
no sólo de la economía y de la tecnología, sino también de
la sociedad y de la cultura.
Así, a la ciudad de la nueva economía le corresponde
el reto de lograr un desarrollo sostenible de sus recursos
urbanos, teniendo en cuenta que todo intento de limitar
el crecimiento en las grandes aglomeraciones urbanas
de la ciudad expandida ha de fracasar y, entonces, el reto
es gestionar las ciudades en consonancia con los intere-
ses de sus habitantes y de la tierra, en general.
Sin embargo, pese a que las ciudades desempeñan
un papel esencial en los procesos de globalización, cabe
mencionar que su capacidad de actuación no se corres-
ponde con el impacto que reciben por parte de los pro-
blemas derivados de tales procesos. Tal es el caso, que en
la economía de la ciudad los recursos son administrados
tanto por empresas de carácter público como privado y
en su gestión, tanto unas como otras tienden a favorecer
y privilegiar, en muchas de las veces, las necesidades de
la producción, los servicios requeridos por ésta y la ima-
gen que se debe proyectar al contexto internacional, en
pro de una inserción o de mantenerse insertas en una
competitividad que favorezca la inversión extranjera y,
por ende, se descuidan otros aspectos del bienestar local
de los habitantes, que generan condiciones de segregación
y vulnerabilidad urbana; los cuales, a su vez, crean grandes
tensiones de tipo social al interior de la ciudad.
En tanto a la cuestión urbana, el conjunto de factores
tecnológicos, económicos, políticos, sociales y cultura-
les vinculados con la globalización tienen su efecto, en
términos de lo que se categoriza como la revolución urba-
na, para experimentarse en el nivel de localidades o de
región económica, e incluir en la definición de su con-
cepto los siguientes aspectos:68

68 Según Borja, 2005.

341
a). La informatización ha modificado las relaciones
espacio-tiempo y permite desarrollar actividades
diversas (profesionales, de ocio o cultura, de edu-
cación, de consumo) sin depender de una locali-
zación rígida.
b). Los nuevos territorios urbanos ya no se reducen a
la ciudad central y su entorno, más o menos aglo-
merado.69
c). El capital dominante es hoy financiero, más que
productivo; nómada, más que sedentario. Las in-
fraestructuras que soportan la nueva economía
corren el riesgo de ser de uso efímero.
d). Los poderes locales y regionales deben reorientar
sus funciones hacia la «producción social», puesto
que la «competitividad» del territorio corresponde a
esta escala, más que a la del «Estado-nación»; pero
no disponen de las competencias ni de los recursos.
e). La sociedad urbana se ha hecho más compleja,
más individualizada y más multicultural. Los com-
portamientos urbanos se han diversificado (en los
tiempos, movilidades, relaciones sociales y otros)
f). Al mismo tiempo que los individuos y ciudades apues-
tan por la distinción y las la diferencia, las pautas
culturales se globalizan y se homogenizan. Arquitec-
turas y formas de consumo, informaciones y com-
portamientos de ocio y vestimentas, se banalizan y
pierden sus elementos distintivos cualitativos.
g.) La gobernabilidad de los territorios urbano-regio-
nales se convierte en un difícil desafío, debido a la
multidimensionalidad del territorio urbano-regio-
nal (centros, periferias, red incompleta de geome-
tría variable de ciudades medias y pequeñas, urba-
nización difusa, enclaves y hábitat marginal y la
fragmentación de los poderes locales por la fuerza

69 Lo que se llamó el «área metropolitana», es decir el modelo de ciudad de


la sociedad industrial.

342
económica y a veces legal de las iniciativas priva-
das o de entes públicos).

Estos factores definen en sí que bajo las dinámicas terri-


toriales empujadas por la globalización, el modelo de
desarrollo urbano que caracteriza la era de la globaliza-
ción es el de la «urbanización difusa y discontinua», me-
diante «productos urbanos» constitutivos de enclaves o
parques temáticos mercantilizados y áreas degradadas o
marginales.70 Es la urbanización que genera «espacios
lacónicos» punteados por shopping malls y gasolineras,
de las «áreas de excelencia» (parques empresariales o tec-
nológicos, barrios cerrados exclusivos), red de autopis-
tas y estratificación social en función de la distancia-tiem-
po a los lugares de centralidad.
Y aunque la arquitectura banalizada y estandarizada
caracteriza al urbanismo «globalizado», lo mismo que el
uso y el abuso de las arquitecturas ostentosas y «no re-
producibles» para marcar simbólicamente las zonas de
excelencia. El urbanismo «ciudadano» apuesta por el
perfil identitario de lo urbano, atendiendo a la morfolo-
gía del lugar, a la calidad del entorno y a la integración
de los elementos arquitectónicos excepcionales o emble-
máticos. De esto se puede interpretar que el resultado
final es muy funcional al urbanismo de la globalización,
puesto que la competitividad entre los territorios requie-
re estos «lugares nodales de cualidad» que son las ciuda-
des vivas, con espacios públicos animados y ofertas cul-
turales y comerciales diversas, con entornos agradables
y seguros, donde se concentra la actividad terciaria de
excelencia y el ocio atractivo para los visitantes; por tan-
to, se trata de un urbanismo orientado más a la deman-
da externa.

70 Esta es una urbanización de suelo regional que puede darse sin creci-
miento económico, en América latina por ejemplo, o sin crecimiento de-
mográfico como en Europa según Borja, 2005.

343
El capital palanca universal de las ciudades en el nuevo
milenio: ¿Construcción de un espacio cultural o sola-
mente económico?

La panacea universal: el capital.


El capital ha sido considerado como un stock de bie-
nes y servicios que se emplean en la producción y que, a
su vez, han sido producidos. El capital suele dividirse
en: fijo, que incluye edificios, maquinaria y equipo; y en
circulante, que abarca las materias primas, los bienes
semiterminados, los componentes y otros. El capital real
se refiere a los bienes físicos, por lo que es distinto del capi-
tal monetario, compuesto por dinero, como resultado de
un ahorro pasado. Para crear el capital se requiere de un
sacrificio de recursos que se destinan para conseguirlo, en
lugar de destinarlos al consumo inmediato; y, con ello,
aumenta la productividad de los otros factores de la pro-
ducción: la tierra y el trabajo. Por lo tanto, el aumento de la
producción compensa el sacrificio de crear al capital.71
Podemos ver que en todos los países existen esos tres
componentes: tierra, trabajo y capital, que en propor-
ciones diversas de calidad y cantidad se dan en los paí-
ses; por ello, se puede decir que existen en todo el orbe
las condiciones para el desarrollo de una economía glo-
bal irrestricta y no sujeta a ningún gobierno en particu-
lar, pero que ha sido supeditada a los convenios inter-
nacionales. Si partimos de estas premisas, que nos mues-
tran la existencia de esos tres componentes en el mundo
actual, sin hacer distinción entre sistemas económicos y
con el antecedente de una consolidación del capitalismo,
debido a la caída del socialismo realmente existente y al
término de la guerra fría, se puede decir que el capital es y
ha sido omnipresente, desde que el hombre se dio a la tarea
de dominar su entorno, cuando aceptó su mundanidad.

71 Bannock; 1988:75-76

344
No es necesario ser muy avispado o erudito, para darse
cuenta de que, desde tiempos inmemoriales, el hombre
ha buscado sustento, guarida y sobrevivencia a partir de
un trabajo grupal basado en el desempeño individual,
con una alta estima por la vida como hecho y valor, que
le orientaba en su hacer cotidiano; una cierta especiali-
zación del trabajo, una tierra compartida y unos bienes
comunes fueron el sostén del hombre por milenios. En la
actualidad, el hombre parece destinado a que la gran ma-
yoría de los seres humanos perezcan en la inanición, la es-
casez y la pobreza aún teniendo a su disposición medios
que le ayuden, no sólo a sobrevivir, sino a vivir dignamente
y bien. En efecto, la tierra les pertenece, ella les suministra
los alimentos, la materia prima para la industria, el medio
físico, y los medios indispensables para vivir; sin embargo,
el individuo ha sido ‘desterritorializado’ de su existencia
cotidiana; la tierra ya no le pertenece debido a que para
acceder a ella, debe ir ante una autoridad, el gobierno
quien se encarga del manejo de la misma. Ya no existe
aquello de un Estado-nación, éste sólo halla lugar de ex-
presión en el discurso ortodoxo y en el propiamente
demagógico; en México se ha pasado de un partido-Es-
tado a un Estado-gobierno que busca consolidarse a tra-
vés de una democracia reducida al voto populista. Esto
quiere decir que el individuo no accede directamente a
la tierra como ciudadano real, sino que ha de aspirar a
ella como ciudadano representado; por lo cual, los bie-
nes y servicios que por derecho natural le son propios le
son extractados, dejándolo desposeído de la tierra,
desterritorializándolo; y, por lo tanto, marginándolo de
su bien de producción, la tierra, que lo obliga y lo ata a la
esperanza del trabajo; ya que adolece de capital real y,
por ende, tiene una alta propensión a sumirse en la mi-
seria. La producción económica toma su verdadera di-
mensión a través de una tríada y no de una díada, me-
nos aún, de una mónada. De aquí que el hombre sin
tierra, sin espacio, ha sido convertido en un elemento

345
que forma parte del factor de producción llamado tra-
bajo; pero solamente ciertos hombres; los más, se ha-
llan, en esta situación, convertidos en piezas de, por y
para la producción, la cual deja a la retórica política y
publicitaria la dignidad del trabajo humano.
El aparato gubernamental y burocrático fue institui-
do por los latinos para consolidar su poderío imperial;
es decir, tener el control de los territorios anexados y con-
quistados; el manejo de los bienes y de la riqueza po-
drían así ser sujetos de control, las cosas de la ciudad se
alejaron de sus habitantes; hecho que aún sigue vigente
en el mundo contemporáneo. Así, el Estado-nación se
refiere a la sociedad nacional, es decir a todos los indivi-
duos que conforma la nación; mientras que el Estado-
gobierno se refiere a los gobernantes de dicha nación;
pero la cuestión principal es que se da por sentado que
el estado en cuanto gobierno pretende el beneficio de la
sociedad de la cual forma parte; sin embargo, se puede
pensar en esta institución como un poder político que
transforma la unidad nacional en una ideología de inte-
reses partidistas y particulares que busca hacer realidad.
Asimismo, se puede pensar de esa ideología como un ór-
gano de dominación dentro de una sociedad dividida en
clases; tiene por misión ser opresiva, ya que no es capaz de
reconciliar las contradicciones que se generan dentro del
seno de dicha sociedad clasista, donde el gobierno solapa a
una minoría en la cual se concentra la riqueza.72
Lo anterior es olvidado en los discursos sobre la glo-
balización del capital económico; en efecto, se habla de
ella como de un fenómeno que invade todas las nacio-
nes, pero se olvida oportunamente qué es aquello que se
globaliza. Efectivamente, es el capital al que se le ha otor-
gado la categoría de embajador de la nueva era de paz y
bienestar mundial, quizá obtenga el premio consecuen-

72 Ortega; 1989:124-25

346
te; y debido a que es el capital el que de hecho se ha ido
multiplicando en las civilizaciones, parece no sólo ser
un fenómeno irreversible; sino, además, inherente a la
naturaleza del hombre en cuanto “homo faber”.
Si esto es así, al hombre, entonces, se le ha desposeí-
do también de una cualidad humana: el trabajo. De aquí
que estando el capital en manos de una minoría ociosa,
ésta haga del trabajo humano una extensión de las má-
quinas y del equipo que forman parte del capital, y aún
los edificios que se asientan sobre aquella tierra que ya
antes ha sido usurpada por el poder gubernamental. Por
lo que el hombre moderno vive y ha vivido desposeído
desde hace ya varios cientos de años. La razón instru-
mental ha catalogado al hombre como un número, como
una pieza más en el engranaje de la maquinaria social,
donde la ingeniería humana ha de resolver los proble-
mas ajustando tornillos viscerales. Ya desde el descubri-
miento de América, las migraciones de población se de-
bían a la búsqueda de tierras para vivir; el sueño ameri-
cano comienza en la creencia de un mundo ilimitado
manipulado por la economía.
Ahora bien, de las escuelas económicas podemos de-
cir que el mercantilismo aporta la balanza comercial que
registra el movimiento de importaciones y exportacio-
nes por las aduanas; de la fisiocracia, que la riqueza vie-
ne de la tierra; la clásica se apoya en el individualismo,
en la libre concurrencia, en la división del trabajo, soste-
niendo que hay fuerzas económicas como las físicas y
que el hombre está dotado de atributos intangibles su-
periores a la autoridad política y, por ello, el Estado debe
abstenerse de intervenir en la lucha entre el capital y el
trabajo y entre los productores y los consumidores, doc-
trina conocida como “laissez faire”. La escuela socialista
aboga por un control social de la producción, para el
beneficio de la comunidad, aún a costa del individuo
que, en la práctica, como todo mundo sabe, esto ha sido
un sueño utópico irrealizable, aún dentro del llamado

347
socialismo realmente existente. El capitalismo busca el
control de la producción y de los mercados: una mani-
festación suya son los monopolios. Mientras que el co-
munismo aboga por la desaparición de la propiedad pri-
vada, la lucha de clases, la eliminación de la noción de
patria y de los partidos políticos. El corporativismo pro-
clama la representación gremial en el parlamento, consi-
dera que el estado debe armonizar las desigualdades entre
las clases sociales a través de corporaciones que repre-
senten a los diversos sectores de la sociedad.
Podemos ver que en este sintético recorrido escolar
económico, existe la injusticia humana que se proyecta
por el abuso en la explotación del hombre por el hom-
bre, a través y mediante el trabajo. En el siglo XX, antes
de las guerras mundiales, el capitalismo fue considera-
do omnipotente. Con los controles estatales, los impues-
tos y la legislación laboral, el capitalismo ha perdido fuer-
za; sin embargo, la idea central de la creación de exce-
dentes productivos sigue aún vigente. La ganancia eco-
nómica priva sobre toda otra consideración mundana.
La construcción de la riqueza económica está promul-
gada por el capitalismo; no obstante, la distribución de
la misma se halla lejos de ser equitativa y justa.
El capital real, es decir, los bienes físicos, se está desa-
rrollando en función de la ciencia y la tecnología; de aquí
que quien tenga mayor adelanto en estos rubros, domi-
nará a los demás con avances de punta y vanguardias
tecnológicas. De este modo, la productividad se incre-
menta y lo que se logra son ventajas competitivas en los
diversos sectores económicos; la competencia es un pos-
tulado del sistema capitalista, en la cual no ha de inter-
venir el estado. Por lo que podemos ver que quien no
sólo posea si no que sea capaz de crear nueva tecnología,
que mejore los procesos productivos, será quien tenga el
predominio y las ganancias económicas.
De ello, se sigue que es el capital, el capital sofistica-
do, el que se globaliza, se mundializa, se exporta, se im-

348
porta; en una palabra, ‘viaja’ el capital a los confines del
mundo; podemos, pues, hablar de un capital ‘peregri-
no’ realizándose como ave estacional que hace nido
según las mejores circunstancias le favorezcan; en tan-
to mejoren sus expectativas de reproducción y creci-
miento, el espacio territorial se supedita a su capaci-
dad de realización de las condiciones necesarias para
la creación del espacio económico. Se necesita, en-
tonces, inventar al espacio como resultado de una hi-
bridación entre lo repetitivo y homogéneo del capital
y lo autóctono del lugar. Simbiosis que ya tiene una
jerarquía dominante: aquello, local, debe supeditarse
a las directrices de lo global.
Y esto es así debido al atraso de los demás sectores
del mundo, atraso resultado directo de las condiciones
histórico-sociales que prevalecen en esos países. Hat na-
ciones que han sido alguna vez territorios conquistados,
colonias dependientes del extranjero y que sin embargo,
hoy han recobrado su independencia política, pero la
subordinación económica sigue vigente. De este modo,
el mundo se ha dividido en razón del desarrollo de las
máquinas y el equipo, y aún de los edificios que confor-
man al capital. Los territorios extraños al desarrollo del
capital sólo pueden aportar tierra y trabajo. Pero como
el trabajo ha de ser especializado en el manejo de ese
capital, cae la mano de obra en el desempleo, sólo queda
aportar lugares geográficos estratégicos al capital peregri-
no.
Por ello, la globalización de la economía está modifi-
cando la estructura espacial y social de las ciudades en
todo el mundo, según nos dicen Borja y Castells, quie-
nes analizan tres temas: 1° La articulación de lo local y lo
global en la economía de los servicios avanzados y de la
industria de alta tecnología; 2° La emergencia de nue-
vos patrones de asentamientos espaciales en todos los
países, en los cuales surgen las megaciudades, los mode-
los de ciudad dispersa y la articulación entre la nueva

349
urbanización con la vieja; y, 3° La hechura de una cuali-
dad urbana alrededor de procesos espaciales polariza-
dos intrametropolitanos.73
La economía global se basa en centros direccionales
capaces de coordinar, gestionar e innovar empresas den-
tro de redes de intercambio interurbano y, muchas ve-
ces, transnacional. Los autores Borja y Castells explican
que las actividades del sector terciario avanzado son las
actividades financieras, de seguros, inmobiliarias, de
consultoría, de servicios legales, de publicidad, diseño,
mercadeo, relaciones públicas, seguridad, obtención de
información y gestión de sistemas informáticos.74
Por ello, las actividades de investigación y desarrollo
son determinantes en la industria, la agricultura y los
servicios; cuya característica común es que son flujos de
información y conocimiento. De aquí que puedan loca-
lizarse en cualquier parte del planeta, con base en un
sistema de telecomunicaciones. No obstante, esos auto-
res nos dicen que esos servicios avanzados se concen-
tran y dispersan simultáneamente, ya que lo importante
es su interrelación a través de una red de flujos.75
La concentración de las actividades se ha desfragmen-
tado, entonces, con la premisa de que los procesos pro-
ductivos pueden ser divididos y ejecutados en diversos
lugares; en consecuencia, dividir la actividad productiva
que genere capital real localizándolo en diversos puntos
del planeta ha sido la consigna de la globalización, la
cual no deriva no sólo de una emergencia espontánea de
agrupación de factores productivos, sino también, y esto
es crucial, del proyecto de modernidad establecido por
los ilustrados del siglo decimoctavo.

73 Borja y Castells; 2002:35


74 Borja y Castells; 2002:36
75 Borja y Castells; 2002:36

350
El pan y el circo, o la modernidad y el capital.

Mientras que el capital degusta los bienes físicos, la mo-


dernidad sueña con realizar un mundo alineado a la técni-
ca y a la razón instrumentalista, mundo basado en una
explicación cientificista; al encuentro de esta ilusión mo-
derna se opone la postmodernidad, que crítica y propone
alternativas a los ensueños modernos. El capital consolida
la modernidad globalizándola, de este modo no es sola-
mente desarrollar la tecnología y la ciencia per se, sino ho-
mogeneizar a la población del planeta, desarrollando un
mercado mundial dirigido por el capital. Basta recordar,
con el sentido de modernidad, la meta de la globalización:

“El proyecto de la modernidad, formulado en el siglo


XVIII por los filósofos de la Ilustración, consiste en de-
sarrollar las fuerzas objetivadoras, los fundamentos
universalistas de la moral y del derecho y el arte autóno-
mo [...] y en liberar de sus formas exotéricas las poten-
cialidades cognitivas [...] y aprovecharlas para la praxis,
esto es, para la configuración racional de las relaciones
vitales (1988ª:273)”76

De este modo, puede resultar clara la relación entre


globalidad y modernidad, entre capital y razón instru-
mental. De lo que se sigue que hay una visión de fondo
en el hacer económico que ha sido el resultado del pro-
yecto de modernidad; sin embargo, ha habido una rup-
tura entre los agentes del cambio cultural, el poder polí-
tico y económico por un lado, los intelectuales, por otro.
En medio de este lucha de David contra Goliat se hallan
todos los demás. El nuevo orden mundial derivado de la
postguerra fría influye decisivamente en las posiciones
que detentan las naciones actualmente; Occidente pare-

76 Berciano; 1998:31

351
ce llevar la batuta económica, pero sólo reducido a ciertos
países; todos los demás siguen los dictados del poder polí-
tico y económico de la élite del llamado grupo de los ‘siete’
(Los Estados Unidos de América, Japón, Alemania, Fran-
cia, Inglaterra,...., y a veces Rusia y China).
Los estados centrales han surgido de la emergencia
política global, se ha sustituido a las dos superpotencias
de la guerra fría por Estados centrales de las grandes
civilizaciones, como principales polos de atracción y re-
pulsión para los demás países. El mundo actual es más
complejo y heterogéneo, los componentes del orden se
hallan dentro de las civilizaciones y entre ellas. La divi-
sión se describe como una delimitación mundial que
agrupa a los países occidentales, según su identificación
con la cristiandad, en católicos y protestantes; ortodoxia
oriental y las tradiciones islámicas. También se establece
a Rusia y sus naciones próximas que, por cuestiones his-
tóricas y culturales, se hallan bajo su autoridad; la gran
China y su esfera de influencia; y, por último, el mundo
islámico (Huntington; 2001:81-94).
Precisamente, a la gran masa que se halla dentro de
estas civilizaciones se la coacciona, bajo el pretexto de
lograr la modernidad, a que asuma los dictados de la
globalización como el “non plus ultra” de todos los pro-
blemas humanos. No obstante, existe la discusión del
problema de la modernidad como respuesta última a di-
chos problemas; de la crítica a la modernidad surge la
posición postmoderna. Antes de tratar este aspecto, he-
mos de mencionar que el nuevo orden mundial favorece
la introducción de empresas trasnacionales en los países
dependientes del Estado central y aún en él mismo; ex-
cepción hecha al mundo islámico que no ha de ser con-
quistado sino mediante el uso de la fuerza.
Así como no existe un mercado mundial, sino sola-
mente se habla de éste para hacer referencia a la multi-
plicidad de mercados nacionales e internacionales que
contraen relaciones comerciales; no existe tampoco un

352
estado mundial que regule las transacciones derivadas
de los intercambios entre las naciones. Tan sólo los trata-
dos económicos y las políticas internacionales buscan con-
trolar la actividad económica. El pueblo está acostum-
brado al pan y al circo político; el cambio global viene de
las capas superiores, por ello lo global choca con el pue-
blo que acepta, la más de las veces y a regañadientes, el
estado de cosas prevaleciente.
Sin embargo, no podemos hablar sólo de lo global en
oposición a lo local; existen estados intermedios, los cuales
podemos llamar como lo glocal y lo inglocal; es decir, lo
glocal puede ser visto como la adaptación de lo global a lo
local; mientras que lo inglocal sería la adaptación de lo lo-
cal a lo global. Lo global sabemos que se refiere a las nuevas
tecnologías de punta y los avances científicos; mientras lo
local hace referencia a la cultura autóctona del lugar. Asi-
mismo, se favorece lo global por las sociedades nacionales,
debido a la evidencia de corrupción y al estancamiento
económico nacionales, que han favorecido la apertura a la
economía extranjera que parece prometer transparencia,
trabajo y un mejor nivel de vida: los precios de mercado y
los análisis de costo-beneficio en empresas como directri-
ces para la solución de los problemas locales.
Sin embargo, la reforma global se viste de retórica eco-
nómica que contrasta groseramente con la realidad eco-
nómica. El sofisma global del sueño americano se com-
pone de una democracia basada en el voto y que se con-
forma con escuchar a la oposición política; se acepta la
liberación de los mercados y la descentralización de las
actividades económicas bajo una política pluralista, pero
que favorece a la anarquía económica, la cual depende
tanto de un aspecto formal como de su aspecto infor-
mal, cuyo sistema se modela bajo los auspicios de tratos,
trueques e intercambios de favores entre líderes que no de-
penden del centro. Y el resultado es el enriquecimiento
para todos aquellos que detentan el poder político y eco-
nómico.

353
Lo que espera la gran mayoría de la población es te-
ner un trabajo técnico que puede ser llamado su fe-he-
rramienta y con la cual, la gente, pueda buscar alcanzarse
un futuro económico a corto plazo. La gente de Occi-
dente ha sido desposeída de la llave mágica que es el
capital; debe conformarse con alinearse al trabajo que le
es ofrecido con la única esperanza de sobrevivir. Los di-
rigentes políticos hacen caso omiso de las realidades de
la calle, lo local vive en ellas; pero se ignora a favor de la
promesa de modernidad.
De lo que se sigue que el hombre moderno ha de obe-
decer a la técnica y a la ciencia, ya que la organización
del trabajo científico y de sus aplicaciones técnicas re-
quieren de infraestructura material y una excelente ad-
ministración; la ciencia y la tecnología dirigen al hom-
bre moderno; se busca una automatización de la pro-
ducción que dé lugar al desempleo humano, pero que
pueda pagar así los productos en el mercado; automati-
zación que busca un mundo cibernético homogeneiza-
do por la tecnología. Los cambios tecnológicos afectan
toda la vida del planeta; entonces, el sentido y el significa-
do mismo de la vida parecen depender de la moda tecno-
lógica en turno.
En el siglo pasado, al obrero se le consideraba como
una extensión de la máquina; hoy, a la extensión ‘huma-
na’ de la computadora se le denomina wetware que pue-
de ser definida como una mezcla de hardware y soft-
ware; ya no es una persona la que trabaja frente a una
máquina computarizada, sino más bien es una emergen-
cia artificial biodegradable que puede ser sustituida en
el tiempo y en el espacio y que ha adquirido más las cua-
lidades de una mercancía; el hombre, como materia pri-
ma modificada para el uso cibernético. El capital globa-
lizado recorre las redes que ha creado, usa el ciberespacio
y los controles satelitales marcando el mundo con chips
para localizar con prontitud y exactitud las mercancías
en sus mercados sin fronteras nacionales. El capital glo-

354
bal puede hacer uso de múltiples modalidades del espa-
cio; en cambio el hombre real se halla condicionado por
su corporalidad y, en este sentido, la modernidad
cartesiana sigue vigente y con ella la modernidad y la
globalidad económica.

El postmodernismo y la globalización del capital.

La modernidad presuponía que el arte era progresivo y


que, por lo tanto, el estilo de hoy era superior al de ayer;
la esencia del arte era la innovación. El rechazo de las
convenciones artísticas del siglo XIX, junto con la sen-
sación de crear algo nuevo fundándose en la nueva tec-
nología, nutría a la modernidad. El arte buscó la abs-
tracción frente a lo figurativo, para dar lugar a un mun-
do ajeno a las tradiciones y a la cultura. Aquí empieza la
postmodernidad, que es una reacción contra todo eso;
lo que llevó al movimiento postmodernista a rechazar
los estilos autocomplacidos y las formas de actuar en el
arte y, aún en la vida urbana como la construcción y las
obras públicas, sin omitir la producción artesanal. Di-
cho movimiento surgió en el fin de la década de los se-
sentas del siglo XX y hasta los ochenta se le llamó post-
modernismo, de aquí se extendió a toda clase de cam-
pos que no tenían nada que ver con el arte. Eric
Hobsbawm sigue diciendo que la moda ‘postmoderni-
dad’, propagada con distintos nombres («reconstruc-
ción», «posestructuralismo», etc.), se abrió camino en los
departamentos de literatura de los Estados Unidos y de
ahí pasó al resto de las humanidades y las ciencias socia-
les. Todas estas ‘postmodernidades’ tenían en común
un escepticismo esencial sobre la existencia de una reali-
dad objetiva, y/o la posibilidad de llegar a una compren-
sión consensuada de ella por medios racionales. Había,
entonces, un relativismo radical.77
77 Hobsbawm; 1998:153-54

355
Se ha llegado a la conclusión de que hay una agotamien-
to de la razón,78 Joseph Picó nos dice que en la política
se terminó con el estado de bienestar y hay una vuelta a
la economía monetarista; en la ciencia hay una progre-
sión geométrica de las tecnologías; en el arte, se llegò a
la carencia de normas válidas y en lo moral se dio el eclec-
ticismo, que seculariza los valores como fuerza subversi-
va. La modernidad es un proceso histórico que busca
liberar a la humanidad del Estado absoluto -y de la suje-
ción a la religión establecida-; su tarea es construir un
mundo inteligible; sin embargo, ha fracasado y esto se
ha confirmado en los efectos deshumanizadores de los
siglos XIX y XX de la sociedad capitalista.79
Existe dentro del capitalismo un proceso de reificación
que deshumaniza al mundo de la vida del hombre; la
globalización del capital busca convertir todo el mundo
en una ‘cosa’ a la cual asignarle un precio tanto de uso
como de cambio para que pueda ser ofrecido dentro del
mercado. Señalar este hecho ha puesto de manifiesto el
uso subrepticio de la razón instrumental que se halla
dentro de toda la vida cultural; uno de los resultados ha
sido la creencia en que la racionalización conlleva eman-
cipación y reificación al mismo tiempo. Esta falla atestigua
el fracaso del proyecto de modernidad con la razón instru-
mental como pivote; se busca entonces la burocratización,
la racionalización y la cientifización de la vida social.80
Ni los hechos ni las cosas, en la explicación científica
y en los nombres, respectivamente, resuelven el proble-
ma de la vida; ni tampoco ningún otro principio que
haga confluir los factores humanos. La vana esperanza
de una explicación total del mundo por la ciencia, ha
sucumbido; además, se pierde la esperanza de construc-

78 Debió haberse hecho diferencia: entre la razón y la razón instrumental,


en nuestra opinión se producen estos equívocos por fuerza de simplificar.
79 Picó; 1990:13-5
80 Picó; 1990:16-7

356
ciones globales que comprendan al mundo y le den sen-
tido; surgen corrientes anti-racionalistas, que subrayan
la decadencia, el vitalismo y el nihilismo que rechazan la
modernidad y su herencia. Se toma a Nietzsche como
pilar del movimiento postmoderno, quien dice que el
mundo es el resultado de una cantidad de errores y fan-
tasías. No puede la ciencia conducirnos más allá de la
apariencia. El hombre moderno resulta ser pura aparien-
cia. La modernidad entró en crisis.81
Hay que recordar que, en el siglo XX, los mass media
adquirieron hegemonía en la opinión pública, de aquí
que se viva en la creencia de que «las imágenes no mien-
ten»; el mundo es apariencia y se halla inmerso en un
proceso de cosificación que sigue avanzando con la glo-
balización del capital; todo, como se ha dicho, se debe
vender en el mercado. El talento no escapa, tiene que
vender y producir, realizar una producción en serie, tal
como una máquina, cantidad sobre calidad, olvidando
que las obras maestras son productos de largos periodos
de tiempo que consumen décadas.
No obstante, el proceso de creación del capital requiere
de cierta infraestructura para poder realizarse; dicha base
se deja a cargo de los países interesados en la internacio-
nalización de sus mercados laborales y de participación
económica. Por ello, se ha producido un cambio cuanti-
tativo y cualitativo en los sectores que buscan crecer den-
tro de este nuevo marco. De este modo, la situación para
todos los ciudadanos de un país queda dependiente de
los tratos comerciales que estas empresas logren realizar.
Se sigue la lógica del capital, se busca crear mercancías,
se transforma al mundo de la vida en cosas vendibles; la
apariencia y la superficialidad se dan la mano y la infor-
mación, como datos burdos, sustituye al conocimiento.
Si como se ha dicho en otro capítulo, hay un exceso
de modernidad, como parece indicado en la nota pri-

81 Picó; 1990:17-8

357
mera de pie de página, plétora de una sobremoderni-
dad, bien se justifica esta abundancia de modernidad
por la falta de profundidad y de realización de un autén-
tico conocimiento del mundo; los problemas de los ex-
cesos se deben a la falta de comprensión del sentido de
los acontecimientos, del uso del espacio y del significa-
do de los objetos que están en un mundo común a to-
dos; y no es el individuo quien asigna los sentidos pri-
mordiales que ellos tienen.
La globalización ha de ser, entonces, extendida a los
demás ámbitos de la realidad cultural del hombre; y no
debe ser reducida a solamente la expansión del capital
por él mismo; la economía debe ser supeditada al hom-
bre y no éste debe ser subordinado a ella. La globaliza-
ción es, entonces, un fenómeno complejo que si es bien
encauzado podrá rendir copiosos frutos para la huma-
nidad entera y no sólo para aquellos grupos que detentan
el poder económico y político.

Deducciones preliminares.

En un sentido es necesario subrallar que el conjunto de


conceptos involucrados con la economía mundial mues-
tran que la globalización no es en definitiva un hecho
consumado, sino un proceso en marcha, y en el avance
de este proceso se incluyen no sólo la internacionaliza-
ción de la producción, las finanzas, la fuerza laboral, sino
que también influye la transformación en los estados
nacionales, en sus estructuras internas y funciones.
Entre las ventajas y las no ventajas se destaca que la
globalización crea nuevos espacios y los convierte en te-
rritorios de organización de factores que intervienen en
el proceso económico de producción de bienes y servi-
cios, pero a su vez influye determinando gobernabilida-
des débiles y fragmentadas; además de que la globaliza-
ción genera un nuevo espacio urbano de competitivi-

358
dad que requiere de apostar por la distinción, la diferen-
cia, lo cual se expresa especialmente mediante la imagen
o el perfil de la ciudad, la oferta cultural, el ambiente
urbano.
También las ciudades reciben mucho del impacto de
la globalización en forma de migraciones y exclusión so-
cial y no cuentan con los recursos para confrontar los
problemas urbanos que se generan en términos de una
sociedad local, con carencias en el nivel mínimo de bien-
estar. Así en el contexto urbano de la economía global se
precisa que la ciudad cuente con políticas adecuadas a
su situación y a los problemas con que debe enfrentarse;
pues, si bien históricamente, la configuración del terri-
torio ha prevalecido por encima de la ciudad, en un fu-
turo cercano la configuración por articulación de las áreas
metropolitanas, como tiende a ser en Europa, confor-
mará un nuevo referente para el espacio urbano en el
contexto global y precisará de un nuevo papel del
Estadonación. Lo que, de forma general, implica que
globalmente el desarrollo no puede significar la mera
extensión al mundo de los conocimientos, modos de
pensamiento, de vida o experiencia de una región; es
necesario tomar en cuenta que el desarrollo local está en
relación con sus valores y con su cultura.
Además, en el contexto que involucra esta investiga-
ción, sería necesario decir que se debe evidenciar la ma-
nera en que se ha tergiversado y manipulado el cambio
al interior de la triada:82 «Tierra + Trabajo + Capital»;
por una sustitución en que el trabajo se anula, a favor de
un «conocimiento y el capital»; es decir, la anulación del
trabajo a favor de un ‘conocimiento y capital’ como ter-

82 Esta triada prevalece en condiciones favorables de equilibrio en los países


desarrollados; pero, en los países subdesarrollados no hay tal, la balanza
desequilibrada en calidad y cantidad de los factores de producción resulta
en crisis económica; sólo pueden los países pobres ofrecer principalmente
materias primas y, en forma secundaria, mano de obra aunque hay que
capacitarla.

359
cer insumo de producción, quedando la triada confor-
mada como: «Tierra + Conocimiento + Capital». Sin
embargo, se ha mostrado que solamente se subsume el
trabajo al interior de los factores de producción,
velándose su actuación efectiva del trabajo que, diga lo
que diga la globalización económica, aún se requiere del
trabajo humano en los campos y en las industrias pri-
marias, y secundarias más que fiarse de la automatiza-
ción del equipo y de las máquinas-herramientas.
El ocultamiento de la participación efectiva en la ge-
neración directa de la riqueza, del trabajo humano, ha
sido un golpe maestro del capitalismo; desvelarlo mati-
zándolo tal como es, surge desde la óptica filosófica que
busca los principios de las cosas, de los procesos, de los
sistemas, del mundo como un todo. Así, la naturaleza
del sistema capitalista debe ser evaluada no como éste
pretende que se le mire; sino buscando su inserción real
en las economías nacionales. Asimismo, hemos de con-
siderar que nuestra civilización avanza no sólo por evo-
lución, ni por progreso evolutivo; sino también por un
proceso acumulativo que no puede prescindir de las ac-
tividades primarias y secundarias, concentrándose sola-
mente en las actividades de servicios con la vana espe-
ranza de resolver todos los problemas humanos.
Si las ciudades latinoamericanas pretenden insertar-
se en el «nuevo» orden mundial, requieren de participar
no desde el sector de los servicios, como se les señala
desde el exterior globalizado; sino que es menester que
se disponga su desarrollo desde el interior y a partir de
sus sectores básicos económicos. Un desarrollo endógeno
guiado por directrices propias y libres que puedan
articularse no con ese nuevo orden mundial, sino con una
nueva comunidad humana mundial que ha de ser cons-
truida para que trate y mire a todos sus miembros desde
una perspectiva de libertad, verdad, honestidad y equidad.
Frente al hecho de la desterritorialización de la per-
sona y a la extracción del componente humano del tra-

360
bajo hemos de recordar aquello que Ulrich Beck nos plan-
tea: el dilema de la globalización como política social ya
que nadie conoce el medio de hacer compatible la era glo-
bal con la justicia social; aboga por una previsión social,
transnacional que tenga que ver con: 1° La incorporación
de garantías básicas; 2° El fortalecimiento de redes sociales
de auto-previsión y auto-organización; 3° La proyección y
vigilancia de la cuestión de la justicia social y económica, a
escala mundial, en los centros de la sociedad global. Por lo
tanto, se considera viable la ayuda de los países del primer
mundo al desarrollo de los países tercermundistas (Beck;
2000:211; Sousa, E. 2009: 17, cita de píe:3).
Sin embargo, con las sacudidas norteamericanas al
mundo musulmán, parece que la nueva configuración
de la civilización del tercer milenio cristiano ha de ser
alterada, no tanto en sus límites físico-geográficos, sino
más bien con respecto a la jerarquía de dominación que
se impone por la fuerza de las armas y que parece anun-
ciar un nuevo impulso al imperialismo del ganador de la
guerra fría. La expansión territorial es eminentemente
económica y la política pública ha estado consciente de
ello; la pregunta, entonces, no es ¿cómo ordenar nues-
tros territorios nacionales? Sino más bien, ¿cómo hemos
de sacar partido de la inserción de fuerzas externas den-
tro del territorio nacional? Entendiendo que ya dentro
de nuestros espacios han estado brotando los mismos
gérmenes que originan los elementos para la integración
del capital extranjero.
Bajo la premisa de un desarrollo sustentable, los paí-
ses desarrollados han exportado el modelo económico
capitalista, vía la globalización del capital, cuya concre-
ción ha sido determinada por los flujos de información
y la creación de nueva tecnología y ciencia aplicada; por
ello, el conocimiento ha pasado de ser considerado como
medio, a fin y, entonces, se le considera como el centro
de la atención mundial. Sin embargo, ese conocimiento
no ha de ser entendido como denotando todo el ser del

361
conocimiento, sino más bien, tan solamente una peque-
ña porción del mismo: cierto conocimiento limitado a la
tecnología y a la ciencia aplicada que mejore los proce-
sos productivos.
El poder capitalista se ha impuesto de tal modo que
controla el nuevo orden mundial; tanto los Estados como
las naciones se ven obligados a rendir honores y pleitesía
al capital peregrino; sin embargo, ante la creencia de que
el mundo debe ser dividido bajo el pretexto de ese nue-
vo estatuto y estado de cosas, el imperialismo saca parti-
do: llega, mira y vence doquiera que se presenta. La nueva
distribución geoespacial parece permitir y favorecer la
emergencia de lo local frente al imperialismo de lo glo-
bal: lo local se ha de integrar armoniosamente a la aldea
global. No obstante, las naciones pertenecen a sus indi-
viduos, en cambio, la globalización económica pertene-
ce a pocas manos; asimismo, la gran mayoría de los indi-
viduos se hayan desterritorializados y desposeídos de la
esencia humana de su trabajo; por lo que resulta que el
espacio urbano, cuya naturaleza consiste en pertenecer
a todos los ciudadanos de una nación, se le dispone y
atavía con sus mejores galas para entregársele a pocas
manos ávidas de ganancia económica; manos invisibles
al decir de Adam Smith quien pudo intuirlas, pero ante la
perspectiva de la hoguera tuvo que ‘dotarlas’ y reconocer-
las como portadoras del control económico.
El nuevo orden mundial y la economía globalizada
sin acuerdo previo, parece tender al dominio de la má-
quina sobre los hombres; las grandes estructuras inteli-
gentes (domótica, inmótica, urbótica) arrastran
irresistiblemente a las masas alinéndolas a buscar y a
encontrare la salvación en el rejuvenecido becerro
cibernético de oro; la gente lo mira, le rinde culto y es
salvada; cree escapar a su miseria, a su pobre interiori-
dad, acepta disfrazarse con las aguas insenescentes de
las fuentes tecnológicas y productivas derivadas de los
poderosos polvos maquilladores y las esencias cosméti-

362
cas que devuelven la perdida salud que se ofreció en ho-
locausto y tributo por una vida reducida al placer tecno-
lógico y al goce electrónico.
La razón instrumentalista no ha sido superada, sino
que hoy se ha transformado de un insignificante homún-
culo al servicio del hombre a un horripilante monstruo
devastador y terrible, por cuanto ha deshumanizado las
instituciones, ha domado los gobiernos, ha comprado
las conciencias quitándoles su primogenitura por un
plato de lentejas; el capital peregrino viaja por el mundo
sujetando las riendas de su carro alado que lo arrasa todo;
va impulsado por tres majestuosos corceles, tierra, tra-
bajo y capital. Asimismo, ese inexperto jinete ha termi-
nado por arrollar la vida, sepultándola bajo los canales y
las redes de flujos y sistemas que le permitan deambular
y conquistar aquí, allá, acá, lejos, cerca, sin que nada le
impida sus travesías por el mundo.
En consecuencia, hemos de ampliar el significado de
la globalización del capital a la difusión del conocimien-
to y de la cultura, mediante el desarrollo de la razón in-
tegral de las personas como fin último, del intercambio
comercial y como inicio de la configuración de condi-
ciones que favorezcan esa vida integral del hombre, para
que se pueda creer en un futuro prometedor para la
humanidad dentro de una realidad completa; se necesi-
ta cambiar al jinete o más bien, instruirlo y dirigirlo con-
forme a los fines de la vida, a la cual hay que subordinar-
le las metas de la riqueza económica. De lo que se sigue
que lo global puede ser visto como aquella palanca soña-
da por Arquímedes para mover al mundo e imprimirle
un movimiento que lo lleve a realizar el mejor de los mun-
dos posibles.

363
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365
366
FAR AWAY AND LONG AGO:
ARGENTINA AND THE “DIRTY WAR”
Richard Hartwig*

Abstract:
he great crimes of the 20th and 21st centuries

A remind us that civilization anywhere is only


skin deep. In some places and times the skin
disappears and there is only barbarism. Ar-
gentina in the 1970s was one of those places and times;
the country became a laboratory of terror. Former
Argentine President Raúl Alfonsín wrote: «We tried to
defeat the devil with his own weapons; as a result, Ar-
gentina became Hell.» This paper describes the
Argentine military’s attempt to exterminate leftist rebels
and their ideas, now called The Dirty War. This perso-
nal narrative begins in La Plata, Argentina, 1966; it ends
in Canberra, Australia, 2008.

Introduction

No sé por qué me cuesta ver


a esa pareja que yira y yira con el alma en yanta
tan perdidos en el tiempo de otras lunas
iban tan perdidos de la mano del tiempo
que casi no los veo

Guillermo Anad
Collage III, Versos Tomados

* Political Science Department, Texas A&M University-Kingsville & Visiting Fellow,


School of Social Sciences Australian National University. This paper is an expanded
version of a lecture at the School of Social Sciences of the Australian National
University, March 19, 2008. My thanks to Guillermo Anad and Faye Bendrups for
their comments and corrections. Email: kfreh00@tamuk.edu

367
I much appreciate the opportunity to spend a semester at
this wonderful university, which I have taken to calling
«Shangri-La». The distinguished faculty and staff of the
School of Social Sciences have been exceptionally helpful
and friendly. I am particularly grateful to Professor John
Minns and his family for their splendid hospitality.
“Far Away and Long Ago” is the title of an autobiogra-
phical book by the naturalist W.H. Hudson (author as
well of Green Mansions) about growing up on the
Argentine pampas in the mid-19 th century. 83 Last
December, when I was still in Texas, I decided it would
be an appropriate title for this talk as well. What is known
as the Argentine Dirty War took place thousands of mi-
les from Australia and is three decades removed in time.
I was worried that these events might seem distant and
uninteresting to young people in Canberra. I am less
worried today, however. On February 13, 2008, I was
privileged to hear Prime Minister Kevin Rudd’s
magnificent «Sorry» speech to the Australian Parliament.
This was the moment in which he and opposition leader
Brendan Nelson apologized to the Aboriginals of the
«Stolen Generation.» It was as if the country had woken
from a bad dream into a bright and sunny morning of
national reconciliation. It is hard to imagine an Australian
today who would argue that having separated Aboriginal
children from their parents in the 1970s and earlier is
unimportant or uninteresting. What happened to the
victims of the Argentine Dirty War is no less important.
And to paraphrase George Santayana, we must remember
the past—and teach it to new generations—lest we be
condemned to repeat it.

83 I remembered this as a beautiful, idyllic book. But now I find a disturbing


passage (pp. 8-9) which compares Hudson’s dog to «…a faithful old negress
nursing a flock of troublesome white children—so proud and happy to be
in charge of the little ones of a superior race!» (Dutton: New York,
Everyman’s Library, last reprinted in 1967). Hudson’s parents were emigrants
to Argentina from the United States.

368
We talk about the Argentine Dirty War of the 1970s
for the same reason Rachel Bloul at the Australian
National University and Brenda Melendy at Texas A&M
University-Kingsville teach about genocide in Germany
and elsewhere. The thesis of this talk is that civilization
everywhere is only skin deep. It is up to us to keep that
skin intact, which is not an easy job. For example, the
President of the United States recently vetoed a bill passed
by the U.S. Congress which would have prohibited
waterboarding, which is widely considered to be a form
of torture.84 A poll cited in The Economist in November,
2007 indicated that 60% of Republicans in the United
States thought that it was justifiable to torture suspected
terrorists.85 I trust that this percentage would be lower if
everyone in the U.S. knew the history of the Argentine
Dirty War.
Rather than make a strictly academic presentation, I
would like to tell a story in order to emphasize the
psychological aspect of the Dirty War. The objective facts
of what happened can now be stated with considerable
certainty. But perhaps most important is how we react
to these facts on a personal level. My connection to the
story began in the Fall of 1964 on the campus of Southern
Illinois University in Carbondale, Illinois. I was an
undergraduate student majoring in German and Gover-
nment. A Political Science Professor named Frank
Klingberg approached me and asked if I would be
interested in applying for an Ambassadorial Scholarship,
funded by Rotary International. Of course, I said «yes».
You had to apply for the scholarship two years in advance.
In the Fall of 1965, I entered the Political Science
graduate program at the University of Wisconsin-

84 Steven Lee Myers, «Bush’s Veto of Bill on C.I.A. Tactics Affirms His
Legacy,» New York Times, March 9, 2008.
85 Nineteen percent of the Democrats and 28% of independents polled held
this opinion. YouGovPolimetrix, Nov. 26-27, 2007, margin of error +/-4%.

369
Madison, intending to specialize in Latin American
Politics. It was a turbulent year. U.S. President Lyndon
Johnson had decided to escalate the Vietnam War. He
also sent troops to the Dominican Republic to halt what
he perceived to be a leftist revolution. The Cold War was
in full flower and the U.S. was attempting to stem a wave
of «copy-cats» trying to replicate the Cuban Revolution
elsewhere in Latin American. John F. Kennedy’s Alliance
for Progress was failing to stimulate economic develop-
ment in Latin America, in large part because of negative
foreign investment in the region. However, the U.S. was
succeeding in strengthening Latin American armies and
police forces. National Security doctrines emboldened
regional militaries, which took over country after country.
The military takeover of the Brazilian government in
1964, approved of by the Johnson administration, was
particularly important.
I was awarded the Rotary Scholarship and by the
Summer of 1966, having finished my first year of
graduate school, was on my way to Argentina. The plan
was to take classes at the University of La Plata, an hour’s
train ride southeast of Buenos Aires, and then carry out
research for my Masters thesis on national development
planning.
To prepare myself for this adventure, I read James
Scobie’s then-recent book: Argentina: A City and a
Nation.86 I learned that President Julio Roca’s «Conquest
of the Desert» had dealt with the indigenous Indians
much like we had done in the United States. The Indians
were killed or dispersed. Argentina was otherwise
populated by two great streams of immigrants: one
stream from Peru, Chile, Bolivia, and Paraguay and the
other stream from Europe (Spain, Italy, France, Great
Britain…). By 1910, a majority of the population of
Buenos Aires had been born abroad. In the central pam-

86 New York: Oxford University Press, 1965.

370
pas, or plains, the land was incredibly rich, with 8-12 feet
of topsoil. The country was a traditional source of hides
and beef. People often said: «Argentina will prosper as
long as bulls do not become homosexual». Unfortunately,
the land was divided up prior to mass immigration.
Farming was large-scale and inefficient. Tenant farming
was the rule in Buenos Aires province and no large, ru-
ral, middle class developed.87 Less than two percent of
the foreign born residents of Argentina had become
naturalized by 1914. Argentina became a country of
inhabitants rather than citizens.88
In the 1960s, when I arrived in the country, Argenti-
na had a primarily urban culture. It also exhibited the
«Goliath’s Head» phenomenon with a large head and a
comparatively small body. At least a third of the
population lived in greater Buenos Aires.
I flew from St. Louis to Lima, Peru. After a few days,
I continued on to Chile, eventually taking a train over
the Andes to Mendoza on the Argentine side of the
mountains. After retrieving my typewriter from customs,
I took a bus to my destination, the city of La Plata, capi-
tal of the province of Buenos Aires. In La Plata, I met
the leaders of the Rotary Club, who installed me in a
hotel room and later in an apartment. They also gave
me a mentor, Professor Mario Teruggi, a distinguished
geologist and man of letters at the National University
of La Plata. Dr. Teruggi and his family befriended me, but
other Rotarians also guided my intellectual endeavors.
Among them was Professor Silvio Frondizi, a well-known
Marxist scholar/lawyer and brother of former Argentine
President Arturo Frondizi (1958-1962). I visited Silvio several
times in his Buenos Aires home and office. One weekend,
he invited me to his country house near Córdoba. I still

87 Scobie, Ch. 5, pp. 112-135.


88 Daniel Poneman, Argentina: Democracy on Trial (New York: Paragon House),
p. 9.

371
have some faded pictures of Professor Frondizi, his wife
and daughter, the daughter’s boyfriend and a mounted
gaucho, taken by a creek in the countryside.
One of the other Rotarians took me to a bank to set
up a checking account. After doing the necessary
paperwork, my mentor told me that any time I needed
money I could go to the bank and withdraw the funds.
«Don’t worry, it will be OK!» After the Rotarian had told
me for the third time that there would be no problem
withdrawing my money, I realized that something was
wrong. This was not a country where one could depend
upon institutions.
These were interesting times for a budding political
scientist. I had arrived in the country two weeks after
General Juan Carlos Onganía had deposed elected
President Arturo Illia, on June 28, 1966. It was an
essentially bloodless coup, but one which was to have
dramatic, long-term consequences. Someone showed
me a cartoon which had appeared in La Nación, I believe
it was, the day after the coup. One could sympathize
with people working for the newspaper. What could you
publish the day after the armed forces took over your
government? The editorial cartoonist found an
ingenious solution to this problem. He or she had drawn
a picture of the «Constitution» railroad station, marked
out with a big «X». (The other big railroad station was
called «Retiro».) The caption of the cartoon read: «Cons-
titución ha pasado a Retiro.» On one level, this could
mean that the functions of the Constitution station had
been transferred to the Retiro station. The intended
meaning, however, was: «The Constitution has passed
into retirement (Retiro)».
A month after the coup, the military took over the
last visible source of opposition to the de-facto
government, the universities. Everybody knew it was
coming. I remember attending a meeting of students
trying to decide what to do when the Army arrived at

372
the University of La Plata. The meeting broke up with
everybody screaming at each other. Eventually, the day
came and the military moved in. The university was
«intervened» rather than shut down. The new leaders
were appointed by the military government and a
command style of leadership was enforced. From then
on, I would walk to the university past soldiers holding
sub-machine guns. A red, water cannon was stationed in
front of the campus in case of riots. I felt a little
uncomfortable about the sub-machine guns, but never
really felt scared. Perhaps it was a lack of imagination on
my part.
A newspaper article taught me how tricky the situation
had become. Students in one of the Faculties of the Uni-
versity of Buenos Aires had called a meeting the night
before the military takeover. I think it was the Faculty of
Exact Sciences. In any case, the students had invited an
American professor to attend the meeting. After the
meeting had gone on for a couple of hours, the American
decided to go home. But the door was locked and the
key could not be found. Then the Army arrived. The
soldiers formed two lines outside the door. The students
and the professor had to run a gauntlet to get out, while
the soldiers kicked and hit them with rifle butts. The
next day, the American wrote an indignant letter to the
newspaper describing what had happened. Then he got
on the next airplane to the United States. It was obvious
what had happened. The students had invited the visiting
American to the meeting and had locked the door to keep
him from leaving. They wanted the foreign professor to
share their fate, knowing that the newspapers might publish
his account of what had happened. The papers would not
dare to print anything the students had written.89

89 July 29, 1966 became known as «Noche de los bastones largos» (Night of
the long sticks). Richard Gillespie describes it as follows: «Mounted Federal

373
The military take-over of the universities was to
assume great significance down the road. I learned later
that the President of the University of Buenos Aires
immediately resigned, followed by eight deans and 184
professors from the Department of Exact Sciences. Thus
began a long and continuous emigration of Argentine
professors into exile.90

Political History

As my reading continued, I started to get a feel for


Argentine history. The years 1862-1930 had seen great
economic progress. Prosperity based upon agricultural
exports left Argentina on a par with European countries
by the time of the First World War. A rural oligarchy
ruled the country with little popular participation. The
first honest election occurred four years after the passage
of the 1912 Sáenz Peña Law. The Radical Party (Unión
Cívica Radical), representing middle-class immigrants,
came to power in 1916. The leader of this party was
Hipólito Yrigoyen, an autocratic, urban caudillo.
Yrigoyen served as President for six years with no great
distinction—aside, perhaps, from maintaining
Argentina’s neutrality in the First World War. He was
sidelined for the following six-year term, but was
tragically re-elected in 1928, old, senile and surrounded

Policemen galloped into the University of Buenos Aires, ordered students


and lecturers alike to leave, used their clubs and truncheons with
indiscriminate ferocity on those who refused, and finally carried off
hundreds of detainees. Sixty students ended up in hospital». Soldiers of
Perón: Argentina’s Montoneros. Oxford: Clarendon Press, 1982, p. 63, citing
Gregorio Selser, El Onganiato: la espada y el hisopo, pp. 117-28. For obvious
reasons, the Argentine newspaper I read at the time did not report the
whole story. The American professor was probably Warren Abrose from
M.I.T. See María José Moyano, pp. 18-19 of Argentina’s Lost Patrol: Armed
Struggle, 1969-1979 (New Haven: Yale University Press, 1995).
90 Ibid.

374
by corruption.91 The Radical Party was also unlucky to
be in office at the onset of the Great Depression. Yrigoyen
was deposed in a military coup in 1930.
Conservative/military rule followed. An initially po-
pular uprising was organized by a group of military
officers led by the conservative Catholic General José
Uriburu. The new government, supported by the spoiled
sons of the rural oligarchy, created the inappropriately
named National Democrat Party. It won a series of
fraudulent elections. The Radical Party, no longer radi-
cal or progressive, failed to attract mass support. The
Socialist Party was no more successful. Roberto Ortiz,
«elected» in 1937, showed liberal/democratic tendencies,
but was forced by ill health to resign three years later. He
was followed by the reactionary Ramón Castillo.
In response to the depression of the 1930s,
immigration virtually stopped. European socialists,
anarchists and syndicalists no longer arrived in the coun-
tryside, to the relief of the large landholders. The
economic crisis, writes George Pendle, took the usual
form:

Exports declined catastrophically; the prices of


agricultural products fell; farmers were threatened with
the foreclosure of their mortgages; unemployment in-
creased; the budget was unbalanced; government
revenue shrank; and the peso depreciated.92
These problems were compounded by the 1932
Ottawa agreements whereby the British government gave
trade preference to countries of the British Empire. The
Argentine government saved itself by means of a
managed trade agreement with Great Britain called the

91 For a detailed analysis of the Radical Party, see David Rock’s Politics in
Argentina, 1890-1930: The Rise and Fall of Radicalism (Cambridge: Cambrid-
ge University Press, 1975).
92 George Pendle, Argentina, 3rd ed. (New York: Oxford University Press), p. 77.

375
«Roca-Runciman Treaty», which was widely resented by
Argentine nationalists.93 Years of depression were followed
by the onset of World War II. Following the precedent
set by Yrigoyen, Argentina remained neutral until very
late in the war.94
Pendle writes that «the coup d’état of 1943 was the
result of the revolution of 1930, because that event had
restored the monopoly of government to the old landed
aristocracy, which refused to acknowledge that a change
had occurred in the country’s sources of wealth.» 95
Colonel Juan Perón emerged from this coup as a member
of a secret officers’ lodge known as the G.O.U. He had
previously served as military attaché in Mussolini’s Italy.
As Secretary of War in the new military government,
Perón appointed friends to crucial army positions. As
Secretary of Labor and Welfare, he gained power over
the unions and workers. When military colleagues had
Perón arrested to stop his rise to power, the workers—
the descamisados, or «shirtless ones»— filled the Plaza de
Mayo on 17 October, 1945 to demand his return. Prior
to the 1946 presidential election, Perón successfully
countered former U.S. Ambassador Spruille Braden’s
attempt to discredit his candidacy by means of a «Blue
Book» describing corruption and Nazi tendencies in the
1943-1946 military government. Perón was re-elected in
1952. In 1955, he was deposed in another military coup,
the Peronist movement having alienated important
sectors of the armed forces by proposing his wife Eva
Perón as Vice Presidential candidate in 1952 and by
attacking the Catholic Church.)96

93 Ibid., pp. 77-78.


94 Ibid., Ch. 5, pp. 73-82.
95 Ibid., p. 88. A more detailed analysis of this period is found in Robert
Potash, Army & Politics in Argentina: 1928-1945 (Stanford, Calif.: Stanford
University Press, 1969).
96 S ee Eduardo Crawley, A House Divided: Argentina, 1880-1980 (London:
C. Hurst & Co., 1984.) for a detailed, readable account of this period. After

376
In the decade after Juan Perón took power, in a
military/labor alliance, the working classes were
incorporated into the political system for the first time.97
The extent of the material and psychological benefits
granted working class Argentines was astonishing. In
Perón’s first term, during a period of relative abundance,
the government nationalized the Central Bank, the
railways, the ports, the telephone system and urban trans-
portation and created IAPI, which controlled foreign
trade. The national government acquired a merchant
fleet, and an airline. Legislation favored labor unions
supportive of the government, which retained ultimate
control. Union membership expanded from 440,000 in
1941 to 3,000,000 in 1951. Income distribution policy,
including pensions, gave salaried workers over half of
the national income. Large numbers of hospitals and
schools were built.98 Many of these benefits were bestowed
by the President’s charismatic wife Eva Perón before her
death in 1952. The Peronist state was nationalistic,
corporatist, state-dominated, and authoritarian. It was
substantially modeled after Italian fascism.
The political impact of the first Peronist era in the
late 1940s and early 1950s can be gauged by the fact
that Peronists still dominate Argentine politics in the first
decade of the 21st Century. However, the dominance is
psychological rather than ideological. As an ideology,
Peronism was—and remains—remarkably flexible,
supposedly balancing materialism and idealism,

Eva’s death, Perón alienated many Argentines by taking a 13-year old girl
named Nelly Rivas as his mistress and living with her in the Casa Rosada,
the presidential palace. Asked by a reporter during his exile if this situation
had bothered him, Perón is said to have replied: «No, I’m not superstitious.»
97 Richard Gillespie argues that Peronism should not be seen as a class
alliance because: 1) class membership has varied over time; 2) institutions
have often been as important as classes for the Peronist movement; and 3)
class characterizations often neglect important factors such as support from
university sectors in the 1970s. Soldiers of Peron: Argentina’s Montoneros, p. 20.
98 Crawley, p. 107.

377
individualism and collectivism. According to Juan Perón,
in the late 1940s:

There is nothing fixed and nothing to deny. We are anti-


Communist because Communists are sectarians, and
anti-capitalist because capitalists are sectarians. Our
Third Position is not a central position. It is an ideological
position which is in the centre, on the right or on the
left, according to specific circumstances.99
Patricia Marshak describes the continuing legacy of
the Peronist period as consisting of a politicized judiciary,
the absence of due process and the rule of law, disrespect
for democracy, a mass media become cowardly because
of intimidation, demoralized and disorganized political
parties, highly politicized and divided military forces,
huge bureaucratic unions and a middle class bureaucracy
(both attached to the state) and mutually hostile labor
unions and military organizations—not to speak of
conflict between the Catholic church and the Peronists.100
These things may be true, but it is unfair to blame them
all on the Peronist era. They are the outcome of the
political, economic, and social history of the country in
general.
After the 1955 military takeover, the relatively
conciliatory General Eduardo Lonardi became de-facto
President of Argentina. His slogan was «Ni vencedores
ni vencidos» (neither victors nor vanquished), borrowed
from 19th Century President Justo José de Urquiza. But
Lonardi’s health began to decline and he was pushed
aside by the more anti-Peronist «liberal» faction of the
military headed by General Pedro Aramburu. The new
President signed Decree 4161, which «formally banned

99 Pendle, p. 127, cting Raúl A. Mende, El Justicialismo: Doctrina y Realidad


Peronista (1950), p. 106.
100 God’s Assassins, p. 63.

378
the use of peronista symbols, slogans and denominations,
and forbade the very mention of Perón, Evita and
anything peronista».101 In an ultimate insult to Peronists,
the military «kidnapped» and hid Eva Perón’s embalmed
body. This was too much for nationalistic sectors of the
military, including Generals Valle and Tanco, who staged
an abortive coup on 9 June, 1956. The coup attempt
was quickly suppressed. «Twenty-seven men were
summarily court-martialed, sentenced to death and
executed by firing squad.»102 Paul Lewis writes:

Such a bloody reprisal was unprecedented in 20th century


Argentina. It fixed an unbridgeable gulf between the
Peronists and anti-Peronists and doomed any attempts
to purge Peronism from the labor movement.103
During my 1966-1967 year in Argentina, I met and
talked to a young trade union official in the Confedera-
ción General del Trabajo (the Argentine Confederation
of Labor). I will call him Rodrigo, since I don’t remember
his name. As a teenager in September, 1955, Rodrigo
had participated in demonstrations welcoming the
military revolt which overthrew Juan Perón. But later he
changed his mind. Rodrigo showed me a two-page, sin-
gle-spaced, typewritten letter from Juan Perón congra-
tulating him on his birthday and expounding on world
politics. Perón wrote thousands of such letters in his
successful effort to maintain control of the perpetually
divided Argentine labor movement from 1955 until his
triumphant return in 1973. Letters and tape recordings
from Perón were important symbols of authority in the
Peronist movement.

101 Crawley, p. 178.


102 Ibid., p. 179.
103 Guerrillas and Generals: «The «Dirty War» in Argentina (Westport, Conn.:
Praeger, 2002), p. 9.

379
An upper-class lawyer named Spota (I forget his first
name) was a member of the La Plata Rotary club in 1966-
1967. Mr. Spota kindly gave me a standing invitation to
lunch every Saturday at his apartment. I was happy to
accept the invitation, although it involved a four-hour
commute to Buenos Aires and back. We had many
interesting conversations over drinks and dinner but one
stands out in my mind. Mrs Spota told me that when
Eva Perón died in 1952, she stood in line for several hours
to see the body because she wanted to see Evita dead. I
learned that by law in those days, every restaurant in
Buenos Aires had to offer a «working man’s lunch» at a
very low price. Any sweaty laborer could thus walk into
the most elegant restaurant and order lunch. Needless
to say, this was not popular with the upper classes.
In exile, Juan Perón moved from country to country,
avoiding multiple assassination attempts along the way.
In Panama, he met a young Argentine dancer called
Isabelita, who became his mistress and later his wife. In
Venezuela, Perón was visited by Argentine labor leaders
seeking his blessing for either electoral or revolutionary
strategies. The electoral option now existed because the
military government of Argentina had decided in 1958
to attempt a transition to civilian government. However,
the Peronists, the largest political force, were not allowed
to participate. Perón normally kept all options open to
give as many union leaders as possible the impression
that he was on their side. This time, however, Perón
decided to accept an offer from Rogelio Frigerio, an
emissary of Arturo Frondizi.
The Argentine Radical Party (Unión Cívica Radical
[UCR]) had now split in two. Arturo Frondizi headed
the new Intransigent Radical Party (UCRI), which
favored integrating the Peronistas into Argentine political
life. The more doctrinaire anti-Peronist Radicals had
formed a party of approximately equal strength called
the Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), headed

380
by Ricardo Balbín. Perón decided to accept Frondizi’s
offer to exchange covert political support for the
enactment of favorable legislation, including returning
the CGT (the labor confederation) to worker control,
replacement of the Supreme Court, revision of legislation
enacted by the military government, and legalization of
the Peronist Party. Both Perón and Frondizi publically
denied having made such a pact. However, five days
prior to the election, the revolutionary Peronist leader
John William Cook ordered all Peronists to vote for the
UCRI. Frondizi won the election 41% to 25% for Balbín’s
UCRP.104
Arturo Frondizi survived as President for a turbulent
four years. He reversed his earlier economic nationalism
and brought foreign investment into the country to
support import-substitution industrialization. In parti-
cular, he signed contracts with foreign oil companies,
something which was heretical to economic nationalists.
Frondizi’s rule was punctuated by multiple military coup
attempts, rampant inflation, low-impact bombings, and
the repression of strikes. From the perspective of the
armed forces, his ultimate sin was to allow Peronist
participation in the elections of March, 1962. The
Peronists won ten provinces, including the largest, Bue-
nos Aires. The next day, on orders from the military,
Frondizi annulled the elections in all the districts won
by the Peronists. The unions interpreted this as a
betrayal, fulfilling Perón’s prediction: «If we lose, we win
nothing. And if we win, we lose everything».105 But for
the military, it was not enough. Frondizi was removed
from the Casa Rosada and was taken to the prison island
of Martín García in the Río de la Plata. However, direct

104 Ibid., pp. 184-6. When asked by an aide if he believed Frondizi would
honor his commitments, Perón reportedly laughed and said: «But of course
not! All political pacts are signed in bad faith!» Ibid., p. 185.
105 F. Luna, De Perón a Lanusse 1943-1973 (Buenos Aires, 1973), pp. 137-
43, cited in Gillespie, p. 34.

381
military rule was avoided by quickly swearing in José María
Guido, the President of the Senate—in the absence of a
Vice President.106
Guido’s year and a half in office was characterized by
even more confusion and conflict. A series of Ministers
of the Economy inconsistently applied «liberal» policies
to attack inflation. These policies depressed the economy,
created hardship for the workers and aggravated conflict
with the unions. The new President voided the electoral
gains of the Peronists and illegally declared a year-long
Congressional recess. The military split between the co-
lorados (reds) and the azules (blues). The colorados ten-
ded to be hard-line antiperonists. The azules were the
«professionalists.» They claimed to believe that while the
military should have weight in politics, it should not
conduct the everyday business of government, let alone
install and depose governments. In September, 1964, the
azules defeated the colorados in battle, with Calvary Ge-
neral Juan Carlos Onganía, a professionalist, emerging as
the winner. His forces pledged their loyalty to the
Constitution. Hundreds of colorado officers were forced
to retire. However, the colorados were still strong in the
Navy and the Air Force. Again led by General Onganía,
the Army then fought and defeated the Naval Air Force
and the Navy.107
Another accidental President emerged from the
elections of July 7, 1963. Although the Peronists were
still banned, most people expected a repeat of the 1958
elections, with the winner being the candidate who
received the blessing of Juan Perón. But this time, Perón
ordered his followers to cast blank ballots. The victor was
the little-known medical doctor Arturo Illia of the UCRP
branch of the Radical Party, with just under a quarter of
the votes cast.108

106 Ibid., pp. 228-231.


107 Ibid., pp. 232-246.
108 Ibid., p. 247.

382
Another important development at this time was the
1965 split in the Peronist movement. Augusto Vandor,
leader of the CGT, the General Confederation of Labor,
had tried to create a Peronism without Perón. However,
a rival union group was created called the «62-two orga-
nizations that stand alongside Perón,» headed by José
Alonso. A great deal was at stake, including large sums
of money controlled by the unions. Armando March,
head of the commercial employees’ union, was jailed in
the late 1960s for stealing US$30 million from his union’s
accounts. By 1968, there were two competing union
federations: The CGT de Azopardo (referring to the
location of the headquarters in Buenos Aires) and the
leftist CGT of the Argentines, led by Raimundo Ongaro.
In June, 1969, Augusto Vandor was assassinated; José
Alonso met the same fate the next year.109
Just before my arrival in Argentina, the supposedly
constitutionalist azul General Juan Carlos Onganía
overthrew the government of President Arturo Illia. I
don’t think Illia did anything particularly wrong. From
accounts I have read, his was one of the least repressive
governments in 20th century Argentine history. It was
certainly not a strong government, as might have been
expected from its low level of electoral support. However,
the UCRP decided to govern alone, without coalition
partners. This proved to be a crucial mistake.
The condition of the country was not that bad. Eco-
nomic growth averaged nearly 10% per year in 1964 and
1965. Although there was 20% inflation, there was «no
subversion, no rampant corruption, no perilous threat
to the fatherland or its constitutional order.»110 Never-
theless, the Argentine military, like its counterparts in
many other Latin American countries, had grown

109 Marshak, pp. 75-79.


110 Daniel Poneman, Argentina: Democracy on Trial (New York: Paragon,
1987), p. 27.

383
confident of its own abilities, contemptuous of civilian
politicians, and afraid of potentially revolutionary forces.
Civilians were also «knocking on the barracks doors,»
asking for military intervention. One of these civilians
was Russian-born Jew Jacobo Timerman, founder of the
flashy news magazines Primera Plana and Confirmado.111
On 29 June, 1966, President Illia was literally pushed
out of the Casa Rosada. A poll taken a week after the
coup indicated that 66% of the population was happy
with the change of government, although one suspects
that people might have been less than honest about their
true feelings.112 The military declared an Acta de la Revo-
lución Argentina, which deposed the President, the Vice
President and all provincial governors and vice-governors.
It dissolved the Congress and all provincial legislatures,
removed all members of the Supreme Court and the
Procurator-General, dissolved all political parties and
modified the Constitution by appending a «Statute of
the Argentine Revolution.» Catholic and moralistic Ge-
neral Onganía was installed as President with both exe-
cutive and legislative powers, saying that the armed
forces «do not govern or co-govern.» This time, there
was no talk of rapid restoration of democracy.113 María
José Moyano writes:

Onganía’s decision to rule out by decree the very existence


of politics was due not so much to the autocratic will of
his regime but to the vision he held of his own role within
Argentina. For Onganía genuinely believed he had the

111 Crawley, p. 165, writes: «…the magazines he created became vehicles


for the promotion of Army leaders, for the systematic denunciation of the
Illia government, and for formulating an updated version of the ‘national
security’ rationale… One recurrent figure on the covers of Primera Plana
and Confirmado was that of General Juan Carlos Onganía.»
112 Cited in Moyano, Argentina’s Lost Patrol, p. 16.
113 Ibid., p. 277.

384
sacred duty to reshape and remoralize his country...
Books were burned, the Maipo and Nacional cabarets
(equivalents of the Lido in Paris) were closed down
because they were considered indecent, censorship
commissions were set up to eliminate corruption on
television and in the cinema.114
The Argentine population might have remained
indifferent, just as it had when political activity was
banned, were it not for the fact that the government’s
crusade (which even involved entrusting the country to
the Virgin Mary’s protection) appeared grotesquely me-
dieval to a nation obsessed with replicating the latest
European fads and cultural patterns.115
It has been over forty years since I lived in Argentina,
in the young days of Onganía’s «Argentine Revolution».
My memories are faded and fragmentary, but I do not
recall it being an especially turbulent time. Not for me
or—as far as I knew from the self-censored newspapers—
for the country. I worked on my Spanish, read the
newspapers, attended classes at the University of La Plata,
gave talks at Rotary clubs and commuted to Buenos Ai-
res to do my research on the National Planning Agency.
Professor Silvio Frondizi expressed interest in my research
and often asked me about my findings. I read a lot about
Argentine politics and government that year, but I had
little idea of what was to come.
In the summer of 1967, I packed my bags and flew
back to the United States, stopping in Bogotá, Colom-
bia to interview Harvard Professor Richard Mallon, who
had worked on development planning in Argentina. In
Caracas, Venezuela, I met my brother Charles, who had
just completed two years in the Peace Corps in Liberia,
West Africa. Then it was back to graduate school in

114 Argentina’s Lost Patrol, p. 19. Patricia Marshak, in God’s Assassins, p. 69,
writes that Onganía’s role model was General Francisco Franco and his
ideology that of the Spanish Falange.
115 Ibid.

385
Madison, Wisconsin, where I studied with the noted Latin
Americanist Charles W. Anderson. I received a Fulbright
Fellowship to do dissertation research in Colombia in
1970. The following year, I had my first academic job,
teaching for a year at Vanderbilt University in Nashville,
Tennessee. This was followed by two half-year replace-
ment positions at Coe College in Cedar Rapids, Iowa.

Attempted Revolution

As of the late 1960s, all the constitutional means of


changing an illegitimate social and political system in
Argentina had been blocked. The southern part of the
nation’s capital was populated by a large, disenfranchised
—but organized—working class. Most of the workers
had vivid memories of better times and of a mythological
leader who was still alive. In addition, a large, affluent
sector of the middle-class had been inspired by the
examples of the Cuban Revolution, Fidel Castro, the
Argentine Che Guevara, Mao Tse Tung, the Tupamaro
guerillas in neighboring Uruguay, the Colombian gue-
rrilla priest Camilo Torres, and radical Catholicism. The
Socialist/Communist alliance in neighboring Chile had
nearly won the 1964 presidential election and its leader,
Marxist physician Salvador Allende, was destined to win
the presidency in 1970. Gillespie writes that the
radicalization of the Argentine middle classes had more
to do with political and cultural factors—losing control
of the universities and culture in general—than with so-
cial and economic issues.116
Juan Perón had updated his rhetoric. Now he
approved of Maoism, the Cuban Revolution and the rebel
French students in Paris in May, 1968.117 The military

116 Gillespie, p. 63.


117 Ibid., pp. 40-43.

386
government played into his hands. Traditional Argentine
nationalism became focused on the denationalization of
Argentine industry which resulted from the military
government’s liberal economic policies, symbolized by
Minister of Economics Adalbert Krieger Vasena.
A catalyzing event known as the Cordobazo began the
process of transforming small and relatively insignificant
leftwing groups into mass organizations. Demonstra-
tions in the Argentine city of Córdoba in May, 1969 were
linked by analogy to the Bogotazo, the riots which had
destroyed the center of Bogotá, Colombia in 1948. The
process of radicalization began in the cities of Corrien-
tes and Rosario. In Córdoba, students and workers made
common cause for the first time in protest against police
repression. An enormous crowd took over the center of
the city, subsequently degenerating into rioting. Within
a few days of the Cordobazo, Krieger Vasena had lost his
job in a cabinet reshuffle.
A further step toward the abyss came on June 30, 1969
when Augusto Vandor was assassinated. Vandor was head
of the more conciliatory of the two competing trade union
confederations. Donald Hodges writes that Vandor was
executed by a Peronist commando for sabotaging the other
trade union confederation’s general strike in support of
the Cordobázo and for collaborating with the police in
repressing the Peronist left.118 The Onganía government
reacted by arresting Raimundo Ongaro and 42 other
members of the CGT de los Argentinos, the rival Peronist
trade union federation. This leftist federation had created
a broad-based civic resistance front, including students,
some members of the Third World Priests movement, and
small businessmen. Within a day, 300 people were in jail,
including lawyers for people who had been arrested.119

118 Argentina, 1943-1987: The National Revolution and Resistance, rev. ed.,
(Albuquerque: University of New Mexico Press, 1988), p. 61.
119 Crawley, p. 312.

387
General Onganía was only to last another year as
President. But open resistance to the military had failed.
The opposition formulated a new strategy: «Unite from
Below; Organize through Combat». Armed operations
and kidnappings began in order to raise funds for the
rebels.120
The two main guerrilla groups were the Montoneros,
formed in 1969, and the People’s Revolutionary Army
(ERP), which was organized in 1970. A smaller group,
the FAR, was also organized in 1969. Two weeks after
the Cordobazo, it firebombed 15 Minimax supermarkets
in protest against a visit to Argentina by Nelson Rockefe-
ller, the company’s owner.121 It is common to ascribe a
particular ideology to each guerilla group, but the reality
was ideological confusion rather than clarity. The
People’s Revolutionary Army (ERP), for example, came
out of a Trotkyist tradition. It turned to Maoism during
the Chinese Cultural Revolution and then morphed into
a rural warfare tendency associated with Che Guevara.
Many of the Montonero rebels began in the traditionally
conservative Catholic Action movement. Gillespie writes
that «radical Catholic ideas crucially undermined the
conservative hold of the church over many thousands of
Argentine youth».122 Some Montoneros, like Fernando
Abal Medina and Carlos Gustavo Ramus began their
activism as 14-year old members of the Falange-inspired
Tacuara, which used to beat up Jewish schoolchildren,
among other activities.123
One of the keys to understanding this period is that
most of the urban and (briefly) rural guerillas came from

120 Ibid., pp. 296-321.


121 Moyano, Argentina’s Lost Patrol, p. 26.
122P. 53.
123 A left-wing branch of the Tacuara movement (MNRT) emerged in
1962. A faction of this group engaged in Argentina’s first real urban
guerrilla operation. They confiscated a trade union clinic payroll, which, as
Gillespie notes (pp. 50-51), «hardly enhanced MNRT chances of working-
class approbation».

388
the middle classes rather than from the industrial working
class movement. Gillespie writes:

The launching of the urban guerillas was an initiative


‘from above’, the decision of small groups of militants
rather than a response to widespread popular demand;
and though the combatants were to be eulogized by Peron
and to enjoy considerable popular sympathy during the
early 1970s, they were never to be able to eliminate the
traces of their elitist origins, never able to transform the
‘special formations’ of the Peronist Movement into a truly
popular army.124
On May 29th, 1970, ten of the twelve members of the
tiny Montonero organization kidnapped General Pedro
Aramburu, the former President whose government had
executed the 27 Peronist rebels in 1956. The general was
«tried» and executed the next day. Less than two weeks
later, an already weakened President Onganía was remo-
ved from his position by the Commanders-in-Chief of
the military. His replacement, General Roberto
Levingston, lasted less than nine months in office.
Levingston’s replacement was Army General Alejandro
Lanusse.
General Lanusse was different. Although he had
participated in an anti-Peronist revolt in 1951, and had
been imprisoned until 1955, Lanusse proclaimed a Gran
Acuerdo Nacional, a Great National Agreement which
would ultimately return Argentina to civilian rule. He
lifted the ban on political party activity. Lanusse was
willing to talk to the Peronists, and even to Juan Perón
himself. The idea was to unite adversaries in order to
fight the enemy, the left-wing guerrillas.125 The union

124 Pp. 59-60.


125 Crawley, pp. 344-348.

389
bureaucrats were as interested in combating the guerri-
llas as the traditional political parties and the military.
The first electoral rule set down by Lanusse was that
only people who resided in Argentina continuously from
25 August, 1972 until the elections on 25 March, 1973
could be presidential candidates. Juan Perón could thus
not be a candidate unless he arrived in the country by
August 25th. The second rule was that individuals who
held government office after 25 August, 1972 were ineligible
for the presidency. Lanusse himself would be ineligible if
he continued in the presidency after that date. 126
What came to be known as the «Trelew Massacre»
occurred on August 20 th 1972. Twenty-five guerillas
escaped from the Rawson prison in southern Chubut
province. Six of them, including the leaders of the ERP
and the FAR, escaped from Trelew airport on a hijacked
plane. The other 19 were re-captured; 16 were shot by na-
val personnel that night.127 This event sparked a CGT strike,
demonstrations and revenge killings by the guerrillas.

The Return of Juan Perón

President Lanusse warned that the Argentine military


did not carry weapons just for show. Perón remarked
that it was the officers’ heads that were ornamental, since
they never used them. Perón, now 77 years old and
infirm, outwitted the generals by running a proxy for
the presidency: Héctor Cámpora.128 Lanusse, who also
ruled himself out as presidential candidate, had no
attractive proxy. Perón encouraged the left-wing of his

126 Ibid., p. 358.


127 Ibid.
128 Cámpora was also ineligible to be a presidential candidate, given his
frequent trips out of the country. Given the implicit threat of an even less
acceptable candidate, the military allowed the election to proceed anyway.
Ibid., p. 369.

390
movement, the Juventud Peronista and the guerrilla or-
ganizations, and attacked some of the union bosses. He
presented himself as the great conciliator, the man who
could unite labor and management. His strategy was to
unite Argentines against the military government. The
main Peronist slogan for the election was: «Cámpora al
gobierno, Perón al poder!» (Cámpora to the government,
Perón to power).129
Although the Juventud Peronista was attracting huge
crowds demanding the return of Perón and the end of
military dictatorship, leftist violence and kidnappings did
not decrease in the run-up to the elections. The ERP
stole US$850,000 from the National Development Bank,
close to the Plaza de Mayo, and kidnapped and killed
the head of Fiat-Argentina, Oberdan Salustro. The same
day, Army Corps commander General Juan Carlos Sán-
chez was assassinated in Rosario. However, as Crawley
writes, this was a revenge killing for his effectiveness in
eliminating guerilla organizations in the area. The
military was making progress in countering the guerrilla
offensive.130
Hector Cámpora won the presidential elections of
March, 1973 with nearly 50% of the total vote. Perón’s
Judicialist Liberation Front won 20 of 22 governorships,
45 of 65 seats in the Senate, and 60% of the seats in the
Chamber of Deputies. The inauguration was a carnival-
type event, attended by Presidents Salvador Allende of
Chile and Oswaldo Dorticós of Cuba. Happy crowds
chanted: «se van, se van, y nunca volverán» (they are
going, they are going, and will never return). Crowds
blocked the car of U.S. Secretary of State William Rogers
as he attempted to make his way to the Casa Rosada, the
government house. This was the high point for the leftist
groups within the Peronist movement, which had been

129 Ibid., p. 371.


130 Ibid., pp. 356-7.

391
encouraged by Perón. The Montoneros selected six
governors and two cabinet members in May, 1973.
There had been talk of amnesty legislation, but people
on the streets took the matter into their own hands in
demanding that prisoners be released from the prisons.
Cámpora was forced to issue pardons to keep the process
from getting completely out of control. Three hundred
and seventy one prisoners were freed, mostly guerillas.
The Congress then abolished a special federal court that
had been set up to try alleged terrorists. One of the
dismissed judges was subsequently assassinated;
attempts were made on the lives of two of the others.131
This was a lesson for the military, which decided that
jailing suspected terrorists was not sufficient.
The new government established diplomatic relations
with Cuba, North Vietnam and North Korea and called for
a new Pan-American union which excluded the United
States. The Federal Police’s Department for Anti-
Democratic Information was abolished and its files were
burned. But astonishingly, the ERP published a declaration
entitled «To the People: Why and against what the ERP
will continue fighting,» stating that although it would refrain
from attacking the Cámpora government, it reserved the
right to continue attacking the security forces.132
Cámpora and his Vice President resigned on July 13,
1973 in order to hand the presidency to Perón by means
of a subsequent election. The Peronist Revolutionary
Tendency supported Cámpora for Vice President, but
Juan Perón decided to do what he had been prevented
from doing in 1952 and picked his wife (Isabel) for the
position. The Peronist right was overjoyed. In the
presidential election on September 23, 1973, Perón
defeated his nearest rival Ricardo Balbín 62% to 24%.
The next day, the government issued a decree declaring

131 Poneman, p. 36.


132 Moyano, Argentina’s Lost Patrol, p. 34.

392
the revolutionary ERP illegal.133 On September 6, the
non-Peronist Left attacked the Army Medical Corps
headquarters in Buenos Aires. Then José Rucci, Secretary-
General of the CGT, was assassinated. The Montoneros
were to take credit for this killing a year later.134
Perón was scheduled to return to Argentina from
Spain in triumph on June 2nd. Instead, the return was a
disaster. Two to three million people awaited Perón’s
return at the Ezeiza airport in a festive mood. A private
security guard of some 3,000 heavily armed men was
assembled around the podium and in nearby airport
buildings, lead by retired Colonel Jorge Osinde. Donald
Hodges argues that Osinde’s security guard ambushed
the Montoneros and the other revolutionary groups as
they tried to assemble in front of the podium. Crawley,
María Moyano and others say that the Revolutionary
Tendency shares some of the blame. The security guard
had heard that the Left was planning to assassinate Perón
and became alarmed when a huge column of Montoneros
and Peronist Youth, lightly armed with pistols, tried to
move into position in front of the stadium. In any case,
20-30 people were killed—mostly leftists and «civilians»—
and hundreds were wounded. Advised of the situation,
Perón’s plane landed at another airport.135
The writer was generally familiar with what was
happening in Argentina as Juan Perón assumed the
presidency for the first time since 1955. I taught Latin
American Politics one semester at Coe College and
subscribed to the Latin American Weekly Reports, one of
the best ways of keeping up with developments in the
region. But it wasn’t personal yet.

133 Crawley, p. 398.


134 Ibid., pp. 398-400.
135 See Hodges, p. 121; Crawley, pp. 387-388; Moyano, p. 35. Crawley
writes: «…Osinde personally directed an improvised torture centre. Others,
less fortunate, were lynched; literally torn limb from limb or hung from the
trees» (p. 388).

393
In 1974, I was living in Nashville again, still working
on my dissertation. One day, I read a short article about
Argentina in the Nashville Tennessean which said that
Professor Silvio Frondizi, brother of the former President,
had been dragged out of his Buenos Aires apartment by
his hair. His son-in-law—the young man I had met at
the country house near Córdova in 1967—had been
killed trying to protect Silvio. Dr. Frondizi’s badly-beaten
body was found near the Ezeiza Airport in Buenos Aires.

The “Dirty War”

At the end of the decade, I taught for a year on a


fellowship at Wesleyan University in Middletown,
Connecticut. Robert Cox, editor of a small, high quality,
English language daily called the Buenos Aires Herold, had
left Argentina in December 1979 after repeated death
threats to his family. Cox was invited to Wesleyan for a
two-day seminar on the press in Argentina. Today, nearly
three decades later, what happened during the Dirty War
has been well documented, but at that time it was new
and terrifying.136
«Dirty War» usually refers to the state terrorism which
began with the military coup in 1976 and lasted until
the restoration of democracy after the 1982 Malvinas/
Falkland Islands War, tapering off in the final years.137
This is the story as Robert Cox told it in 1980, fleshed
out with material from published sources:

In order to regain power, Perón had encouraged the


revolutionary wing of his movement. Yet, upon leaving

136 See the bibliography.


137 Some Argentines and writers on the left do not like the term «Dirty
War», which was invented by the Argentine military. They argue that the
conflict was so one-sided that there was no «war»; it was primarily repression.

394
Argentina in 1955, Perón had sufficient fascist credentials
to be «given asylum by right-wing dictators like Stroessner
of Paraguay, Pérez Jiménez of Venezuela, Trujillo of the
Dominican Republic, and Francisco Franco of Spain.»138
Still, even after the Ezeiza airport massacre and the purge
of everyone in the government who believed in Argentine
socialism, many leftists «went on believing that Perón was
really the intrepid revolutionary they created in their
collective fantasies.»139 They blamed repressive measures
as necessary tactics and said that the President was being
misled by his advisors.
The final split with the Revolutionary Tendency came
on May 1st, 1974, during Perón’s speech to a crowd of
100,000 people at the Plaza de Mayo. The Montoneros
and Juventud Peronista, 60,000 strong, chanted: «Qué
pasa?, Qué pasa?, Qué pasa, General, que está lleno de
gorilas el gobierno popular?» (What’s going on General?
Why is the popular government full of gorilas?). Perón
became infuriated and called the young people «useful
idiots» and «mercenaries in foreign pay». In response,
the Montoneros and Juventud Peronista turned their
backs and walked out of the Plaza, drums beating, while
the President continued to speak140
Although the Revolutionary Tendency had lost the
support of the government and was being hunted by
the military and the police they had weapons, organiza-
tion, large numbers of middle-class supporters and a
great deal of money. (In l975, the Peronist Youth and
the Montoneros collected a world-record ransom of over
$60 million dollars for Jorge and Juan Born of Bunge
and Born, Argentina’s largest multi-national corporation.

138 Robert Cox, «The Second Death of Perón?»


139 Ibid.
140 See Gillespie, pp. 148-150, and Crawley, pp. 409-410, for descriptions
of this event. «Gorila» refers to right-wing military officers who are called
apes.

395
Fifty million dollars of this ransom was sent to Cuba for
safe-keeping.)141
Juan Perón died after a year and a half in office. He
was succeeded by Vice President Isabel Martínez de
Perón. Her key advisor was a shadowy figure named José
López Rega, a man who claimed to have co-authored a
book with the Arch Angel Gabriel. López Rega founded
a death squad called the Argentine Anti-Communist
Alliance (AAA).142 (Cox told us that Argentine parents
hissed his name when they wanted to frighten their
children into behaving.)
According to Robert Cox, there was a killing every 14
hours by November of 1974. The Buenos Aires Herald
was the only newspaper operating without censorship.
Jacobo Timerman’s La Opinión was the only other
newspaper reporting on dead bodies found on the
streets. The ERP was not even to be mentioned.
Newspapers had to refer to «a revolutionary organization
banned some time ago by the government». Foreign
reporters were pretty much confined to one building so
their phones could be easily tapped. Sometimes, the
listeners in the shadows would break in and ask the
reporters not to talk to the New York office in English so
they could understand. At least 1,358 lives were lost
during the Peronist restoration between 1973 and 1976.
Inflation was approaching world record levels and Ar-
gentina was nearly to the point of stopping international
debt payments.
The military finally deposed an incompetent Isabel
Perón in March, 1976.143 This was a much harder coup

141 Gillespie, p. 252.


142 Marchak, p. 112, writes that the AAA was established within, or with the
approval of, the Ministry of Social Welfare, headed by José López Rega. It
included some police, some army personnel and some people contracted
for this purpose. Some copycat groups operated under this name as well.
143 Military historian Alain Rouquié notes that the Argentine army displaced
the Argentine middle classes in 1930, the export agriculture oligarchy in

396
than in 1966. As before, the military dissolved the
Congress and provincial legislatures and replaced the
President, governors and judges and banned political
party and student political activity. In addition, however,
it attacked organized labor. Trade union funds were
frozen, the CGT and the most important unions were
«intervened» and strikes and collective bargaining were
made illegal.144
The coup was nevertheless welcomed by many sectors.
The new military leaders promised law and order and a
return to family values. Argentines were used to military
governments and many preferred what they anticipated
would be a return to stability in contrast to the chaos the
country had experienced during the most recent Peronist
era. A wealthy Argentine woman said: «My husband is
so happy over the coup that he’s going to pay taxes for
the first time ever».145 According to an editorial in the
Buenos Aires Herold:

«The entire nation responded with relief when it was


realized that firm hands have taken over the reins of go-
vernment... It is impossible not to admire the style of
these reluctant revolutionaries... These are not men
hungry for power, but men with a duty, which they have
stated with seriousness.»146
The upper-income groups were willing to tolerate some
repression of Peronists and guerrillas in exchange for
peace and quiet. Ironically, the Montonero leadership
also welcomed the coup, in spite of severe losses and an
absence of lower-class support for their activities. The

1943, the labor unions and populist parties in 1955, the industrial sectors in
1962, the traditional political parties in 1963, and the unions and populism again
in 1976. The Military and State in Latin America, p. 287, cited in Marshak, p. 65.
144 Gillespie, p. 228.
145 Daily Journal (Venezuela), April 5, 1976, cited in Marshak, p. 148.
146Cited in Marshak, p. 212.

397
Montonero leadership reasoned that they would gain
support now that the real enemy was in charge.147
A military Junta consisting of the commanders of the
three services took over the government: Lieutenant
General Jorge Videla of the Army; Air Force Brigadier
General Orlando Ramón Agosti, and the Navy comman-
der, Admiral Eduardo Emilio Massera. Two government
ministries went to each of the services: the Army received
Interior and Labor; the Air Force got Defense and Justice;
and the Navy took the Foreign Ministry and Social
Welfare.148 The army incorporated the entire AAA death
squad network into its operational structures, with the
exception of José López Rega. Shortly after the coup,
General Benjamín Menéndez announced: «We are going
to have to kill 50,000 people: 25,000 subversives, 20,000
sympathizers, and we will make 5,000 mistakes.» Gene-
ral Ibérico St. Jean, Governor of Buenos Aires Province,
said: «First we will kill the subversives; then we will kill
all their collaborators; then their sympathizers; then
those who are indifferent; and finally, we will kill all those
who are timid.»149 To this end, approximately 340 secret
detention centers were established to interrogate, tortu-
re and kill suspected subversives.150
The Montoneros had succeeded in forcing 500 large
business firms to pay a monthly protection fee against
kidnapping or assault on their executives. The AAA
acquired this list and required the companies to pay them
too. When the military took over the government from
Isabel Perón, the army also got the list and negotiated a

147 Marshak, God’s Assassins, p. 147.


048 Iain Guest, Behind the Disappearances: Argentina’s Dirty War Against Human
Rights and the United Nations. (Philadelphia University of Pennsylvania Press,
1990), p. 23.
149 International Harold Tribune, 26 May, 1977.
150 The number of detention centers is from CONADEP, the National
Commission on Disappeared Persons, cited in Paul Lewis, Guerillas and
Generals: The «Dirty War» in Argentina, p. 151.

398
substantial contribution from the businesses for the fight
against subversion.
Jacobo Timerman describes the rationales for the
killings in Prisoner Without a Name; Cell Without a Number:

The Montoneros assassinate those engaged in their


suppression; those who they believe are so engaged;
those whom they regard as doing nothing to oppose
those who suppress them; those who speak up against
violence of both the Right and the Left because of their
belief that members of the violent Left are accomplices
of the Right; second-rank politicians who are friends of
first-rank politicians who refuse to make deals with the
Montoneros; politicians who they imagine might at some
point interfere with their future plans because these
politicians are liberals and would attract leftist youth;
and leftist journalists who are opposed to violence and
hence plant confusion in the minds of Montonero gue-
rrilla fighters.151
The Triple A engages in killing Montoneros, or those
they assume to be Montoneros; they murder liberal
politicians because their demands for legal trials of
arrested Montoneros are regarded as a form of complicity
with the Left; they murder defense lawyers of arrested
Montoneros, regarding them as a branch of the guerrilla
force; and they murder writers and leftist journalists,
even though the latter may be anti-guerrilla, because their
denunciations of right-wing terrorism are regarded as
weakening the repressive will of Argentine society.152
The terror was carried out by men in unmarked Ford
Falcons with no license plates. They would come to the

151 New York: Alfred Knopf, 1981, p. 44.


152 Ibid. Timmerman (p. 20) reports that on the same day he received two
letters threatening to kill him, one from a rightist and the other from a
leftist organization.

399
door, identify themselves as members of the security
forces, and ask you to come with them. Sometimes they
were less polite, as in the case of Silvio Frondizi.153 The
off-duty policemen would then warn the family not to
publicize the disappearance, or the person would never
be seen again. Perhaps the relatives themselves would
be kidnapped. The next day, a moving van would come
to the door and the entire contents of the apartment
would be taken away.
In his 1980 presentation, Cox estimated that 800
people had been killed by leftist guerrillas and perhaps
15,000 by the rightist death squads. Nearly 9,000 deaths
of people who disappeared were documented in the 1984
publication Nunca Más: The Report of the Argentine
National Commission on the Disappeared.154 The disappea-
red were sometimes called ausentes para siempre, absent
forever. They were some, but not all, of the victims of the
military and the right-wing organizations. Estimates of
the deaths range from the conservative 6,000 of the Or-
ganization of American States Human Rights Commis-
sion to 7,500 by the Commission for the Defense of
Human Rights in the Southern Cone to 20,000 by
Amnesty International, to 30,000 by Donald Hodges.155
Robert Cox describes the psychological effects of
terrorism in an article entitled «Calling Terrorism by
Name in Argentina»:

153 Donald Hodges (p. 122) writes: «The assassination of Frondizi came in
response to a press conference … in which he, along with three other
lawyers, publicly denounced the mass murders and tortures by the armed
forces in Catamarca Province. The military was specifically charged with
having assassinated sixteen members of a rural guerrilla column of the ERP
after they had surrendered. A fifth colleague, Alfredo Curuchet, was
intercepted by the AAA and executed on his way to the conference.»
154 New York: Farrar Straus Giroux, 1984, Introduction by Ernesto Sábato.
This report is available on the World Wide Web.
155 Paul Lewis, Guerillas and Generals, pp. 147 and 161, ft. #1.

400
People accepted terrorism as if it were simply an extension
of the violence that they saw every day on their TV sets.
They wanted to feel that it had nothing to do with them.
...It was important to feel that violence would remain
removed, affecting only other people and that there was
always a reason for it.
People adapted to changed circumstances by simply
switching sides. Those who had supported armed
violence by the left would suddenly shift to the right when
the army seemed likely to win. If a schoolteacher suddenly
vanished—was ‘disappeared’ by the unidentifiable
‘security forces’— she deserved her fate. ‘She must have
been a communist,’ people would say. ‘She was probably
indoctrinating the children she was teaching.’156
The Argentine Navy, under Admiral Massera, effecti-
vely took over the Argentine foreign ministry. Thirty
ambassadors were retired within three days of the coup
against Isabel Perón. Fifty other career officers followed
within two months and unqualified Navy personnel
occupied key positions. Admiral César Guzetti was
appointed Foreign Minister. He defended the terror
before the United Nations in August, 1976 as follows:

Subversion or terrorism of the right is not the same thing.


When the social body of the country has been
contaminated by a disease that corrodes its entrails, it
forms antibodies. These antibodies cannot be conside-
red in the same way as the microbes.157
A Captain Beto, one of the interrogators of Jacobo
Timerman said: «Only God gives and takes life. But God
is busy elsewhere, and we’re the ones who must
undertake this task in Argentina.»158 Juan Perón claimed

156 P. 2.
157 La Opinión , Oct. 3, 1976.
158 Timerman, Prisoner Without a Name; Cell Without a Number, p. 31.

401
that «violence in the hands of the people is not violence,
it is justice.» A Peronist labor leader declared that his
opinion of the rightness of torture depended upon who
was undergoing this treatment («depende de quien sea
torturado»). General Videla’s definition of a terrorist was:
«not only someone with a gun or bomb, but also anyone
who encourages their use by ideas incompatible with
Western Christian civilization».159
Argentina had become a country which had slipped
its moorings; it had lost track of reality. There was no
accepted constitutional framework, no consensus on the
proper economic system and no agreed upon morality
or religious foundation.
The Catholic Church was deeply divided. There was
a minority Third World Priests movement, consisting of
about 400 of the 5,000 Argentine priests. Perhaps half of
the Third World Priests were persecuted during this
period. Some examples are the assassination of Father
Carlos Mugica in May, 1974 and staged automobile
accidents which killed Bishops Enrique Angelelli in
August 1976 and Carlos Ponce de León in 1977. The
mainstream Church was conservative and strongly anti-
Marxist. It remained largely silent in the face of the
disappearances, killings and torture. Cardinals Juan
Carlos Aramburu (Buenos Aires) and Raúl Francisco
Primatesta (Córdoba) defended the military Junta.160
Papal Nuncio Pio Laghi reportedly told a woman looking
for her missing husband: «You have been adopted by
Amnesty [International]. That proves that you are
subversives because Amnesty only adopts subversives.»161

159 Clarín, December 18, 1976, cited in Marshak, p. 150.


160 Padre Domingo Bresci, cited in Marshak, God’s Assassins, p. 256 and
Lewis, p. 184.
161 Marguerite Feitlowitz, Argentina and the Legacies of Torture, p. 221. In fact,
Amnesty International only «adopts» prisoners of conscience who have not
used violence.

402
Nor did Argentina have a sense of common history.
V.S. Naipaul wrote in The Return of Eva Perón that «history
in Argentina is less an attempt to record and understand
than a habit of reordering inconvenient facts; it is a
process of forgetting.» «Where jargon ends by competing
with jargon, people don’t have causes. They only have
enemies.»162
Cox argued that the result of all of the above was a
complete breakdown of communication in the society,
which is to say a complete breakdown of civilization as
we understand it. The Junta had decentralized opera-
tions for its «Dirty War» to a substantial number of police
and military units, each of which operated with near to-
tal autonomy. The units were harder to infiltrate that
way. It also meant that friends and relatives of the disap-
peared could not intercede, no matter how well
connected they were.163
One hundred and nine Argentine lawyers disappea-
red between 1976 and 1983. Another 24 were murdered
and over 100 were detained without charge or trial.164 It
is understandable in this light that the press «voluntarily»
refused to report bodies in ditches, mutilated corpses
on garbage heaps and in burned-out cars. Many reporters
also did moonlighting; they would work both for a
newspaper and for one of the security services. Naturally,
they would not write about their other employer. La Opi-
nión and the Buenos Aires Herold were the only newspapers
willing to publish anything about the disappeared—
unless the material could be ghosted and published
abroad first. Having been published abroad, a story might
be safe to use within the country. The conservative La

162 pp. 119-120.


163 Timmerman, pp. 26-27, writes: «Each officer of a military region had
his own prisoners, prisons, and form of justice, and even the central power
was unable to request the freedom of an individual when importuned by
international pressure.
164 Guest, p. 26, citing Nunca Más, p. 416-24.

403
Prensa deserves honorable mention for having been one
of the few newspapers to have published the names of
6,000 people who had disappeared. 165 This was a
document furnished by Dr. Pérez Esquivel, who won the
1980 Nobel Peace Prize for his work in this area. Máxi-
mo Gainza, the former publisher and owner of La Pren-
sa, reports that his newspaper subsequently lost 10,000
readers. «People did not want to know what was
happening.»166
From the perspective of the guerrillas, the enforced
self-censorship of the press was particularly damaging
because the political objectives of their operations were
not reported. To the extent that the assassinations and
bombings had political objectives, that is. Richard Gille-
spie in Soldiers of Perón and María Moyano in The Lost
Patrol convincingly argue that guerrilla operations became
increasingly militarized over time and political objectives
were marginalized. This is illustrated by the manner in
which the guerrillas decided to confront the Argentine
Anti-Communist Alliance death squads. Moyano writes
that Ricardo Balbín, leader of the Radical Party, would
have been a natural and possibly effective ally in
opposition to illegal repression. Balbín had become a close
friend of Juan Perón and was the only politician able to
influence Isabel Perón. However, the Montoneros
assassinated Balbín’s friend Arturo Mor Roig, former
Interior Minister under General Lanusse and a promi-
nent Radical politician. Balbín subsequently cut off all
contacts with the guerrilla groups.167

165 In «At least 10,000,» Robert Cox wrote that the Buenos Aires Herold,
which he had edited, was the only newspaper which—to his knowledge—
had published this list as a news story, free of change. Some other newspapers
accepted payment to print the list as an advertisement. Index on Censorship,
9.3, p. 46.
166 Marshak, p. 215.
167 Moyano, p. 157.

404
The international response to the Dirty War is recorded
in great detail in Ian Guest’s book Behind the Disappea-
rances: Argentina’s Dirty War Against Human Rights and the
United Nations (1990). Organizations such as the United
Nation’s Human Rights Commission and Amnesty In-
ternational played a notable role in exposing the barbarity
of the repression of the 1970s in Argentina. The Carter
administration in the United States between 1976 and
1980, with its emphasis upon human rights, was helpful
on a number of occasions. It might have saved the life of
Jacobo Timerman, although the Israeli embassy may have
helped as well.
Anybody in Argentina outside the military govern-
ment could be «disappeared» for a price and nothing
would happen. For psychological reasons, people would
not want to get involved. If they knew what was going
on, they would feel responsible, so they didn’t want to
know. People were also afraid. Formal communications
were so bad that people didn’t hear about the magnitude
of the killings. The Mothers of the Plaza de Mayo would
gather in the square facing the Casa Rosada (the
presidential palace) holding pictures of their missing
children. Many porteños (citizens of the port, Buenos
Aires) thought they were crazy and called them «las lo-
cas de la Plaza de Mayo» (the crazy women of the Plaza
de Mayo). Cox summed up as follows:

Argentina is in appearance a country very much like the


U.S. Food is plentiful [it
Was then]; it is almost self-supporting in oil. It should,
today, enjoy the prosperity of an Australia or the relative
stability of a Canada. But when you leave Argentina as I
have you take with you an understanding of how
Germany fell under the thrall of Hitler, and why so few
of those good Germans noticed what was happening to
the Jews or other people who opposed the Nazis. You

405
also understand the fear that Stalin injected into Russian
life for generations to come.168
The explanation is the failure of human communica-
tion expressed in every way and at every level of life, from
the frightened silence of a family terrified by an act of
terrorism, to the ostrich-like behavior of the media or
the failure of a government to accept responsibility with
power or to acknowledge its acts. This failure is com-
pounded by every conceivable act of personal disloyalty,
from children who betray their parents to men of the
cloth who justify illegitimate violence. All this treachery
happens when institutions crumble, when traditions are
not respected, when human dignity is trampled
underfoot.169

State Terrorism

From the perspective of human rights violations, the


major difference between the second Peronist period
(1973-1976) and the era of military government that
followed was that the military Junta systematized and
bureaucratized the repression. The Junta initiated El
Proceso (The Process). This was state terrorism, violence
designed to frighten a larger population.170 Torture
chambers had been prepared and personnel had been
trained and assigned to man them. Each of the services
had its security zone to «pacify». There was also coope-
ration with security agencies in neighboring countries.
«Under the name Operation Condor, six Latin American
countries agreed to allow one another’s assassination
squads to move freely around their territories.»171

168 «Calling Terrorism by Name,» p. 13.


169 Ibid.
170 Marshak, p. 6, citing the classic definition by Hannah Arendt.
171 Marshak, God’s Assassins, p. 149.

406
Historically, the nearest equivalent to the disappea-
rances were the Night and Fog decrees used by the Nazis
to remove several hundred members of the Resistance
and sow terror in Nazi-occupied Europe... The Junta
turned disappearances into a government policy and in
so doing gave new meaning to the concept of state te-
rror. It was as deliberate, methodical, and calculated as
collecting tax, and as such very much out of character
with the haphazard brutality of previous military
regimes.172
As in other Latin American countries, the Argentine
military justified torture as being necessary in order to
prevent guerrilla attacks at short notice and to penetrate
the cell organization structure of the subversive organi-
zations. Paul H. Lewis describes what happened in the
«operating rooms» as follows:

Methods ranged from simple beatings to more complex


torments with electric prods. Beatings could be applied
with the fists, rubber truncheons, boots, wooden clubs,
or even metal bars. Burning with cigarettes and the
insertion of sharp instruments under fingernails and
toenails were other crude methods. Another common
torture was to hang prisoners upside down from a bar
and lower them into a vat of water, keeping them there
almost to the point of drowning. That was called «the
submarine». 173
Alternatively, prisoners could be lowered into feces.
There was also the ‘dry submarine’, in which a victim’s
head was covered with a plastic bag until suffocation
occurred. Female prisoners were almost certain to be

172 Guest, Behind the Disappearances, p. 32. See Feitlowitz, «Night and Fog,»
in A Lexicon of Terror, pp. 63-89, for a first-hand description of what being
«disappeared» involved.
173 Lewis, p. 152, citing OAS, Report, pp. 219-220 and CONADEP, Nunca
Más, pp. 28-54 and 479-480.

407
raped at some point in their incarceration, usually
frequently... Psychological torture was common. There
were mock executions, and sometimes prisoners were
forced to watch real executions. Sometimes the victims
would see their spouses or children brought in and
threatened with rape and torture unless they talked.174
For a prisoner to be «sent up» or «transferred» meant
to be killed.175 Killing the prisoners served the function
of protecting the people who ordered or did the dirty
work. It also served to deflect international pressure, since
the dead could not talk Initially, the victims would be
reported as having been «shot while trying to escape».
After the 1976 coup:

There were daily reports in the newspapers of clashes


between the security forces and the ‘subversives’ in
various parts of the country, replete with casualty figu-
res: so many guerillas killed, so many policemen or
soldiers. Gradually, however, a suspicious trend set in.
Ever larger numbers of dead guerrillas resulted from
these clashes, whereas government casualties were nil.176
The National Commission on the Disappeared dis-
covered later that in most cases, there had been no fig-
hting. The bodies of prisoners who had been killed earlier
were simply place on the «battlefield».177
Other means of disposing of the bodies included
burial in mass graves and dropping the drugged bodies
into the South Atlantic Ocean. Former naval comman-
der Adolfo Francisco Scilingo has admitted taking part
in two of these death flights. He estimates that the Naval
Engineering School (ESMA), a notorious detention and

174 Ibid.
175 A transfer is permitted during a state of siege under Article 23 of the
Argentine constitution. Poneman, p. 130.
176 Ibid., p. 157.
177 Ibid.

408
torture center, killed between 1,500 and 2,000 people in
this fashion. Scilingo testified that «death flight» duty
was rotated to virtually all officers in the Navy. This was
considered «a form of communion», a «supreme act we
did for the country». In one flight, Scilingo shoved thirty
drugged people out the door of the airplane into the
ocean.178 Rotating «death flight» duty also had the virtue
of avoiding individual responsibility and creating a sense
of unity through shared guilt.
On the return flight no one said a word; back at the
ESMA, Scilingo drank himself into a long, deep sleep
and then went to confession, where he was immediately
absolved. ‘It was a Christian form of death,’ the priest
assured him and, bastardizing a parable from Matthew
13:24, explained that subversives were the weeds sown
by the enemy among the wheat. The tares had to be
burned, so the wheat could be gathered into the barn.
‘And that,’ says Scilingo, ‘is how we were taught to save
Western, Christian civilization from the Red terror.’179
A substantial number of young women taken prisoner
during the «Dirty War» either had young children or gave
birth while in detention. Often, the woman would be
killed and the baby given to a military family to raise.
There were perhaps 500 such cases. The powerful mo-
vie La Historia Oficial (The Official History/Story) dramatizes
one of these events.
For an outsider, it is difficult to understand how the
Argentine military could have been so brutal, not to say
sadistic. A specialist on genocide studies would be better
equipped to explain this behavior. However, it seems
relevant that Argentina’s military forces were physically
and psychologically isolated from the world of civilians.
Young recruits were taken in at the age of sixteen and

178 Feitlowitz, A Lexicon of Terror, p. 196. The material in quotation marks


is from Verbitsky, La Solución Final, p. 2.
179 Feitlowitz, p. 197.

409
required to live on, or next to, the base until they reached
the rank of Lieutenant Colonel, some twenty years later.
They were bound by a medieval code of honor, and by a
military code of justice that was totally separate from the
civilian code and called for total obedience to the orders
of superior officers.180
The vicious cycle of tit-for-tat killings between the
guerillas and the security forces was an important reason
for the extreme brutality of the Dirty War. The writer
remembers reading of an episode in which a sixteen-year
old girl befriended the daughter of Federal Police Chief
Cesáreo Cardozo in order to place a bomb under the
man’s bed.181 The girl later remarked on the sacrifice this
had entailed for her: not killing someone, but having to
associate with such people before setting off the bomb.
For both the guerrillas and the security forces, the
opposition was no longer human. The guerrillas suffered
much more than the security forces in these exchanges;
the insurgents rationalized this outcome by claiming that
«worse is better». The worse the repression, the more
support they would ultimately receive from the
population.
The methods of the Dirty War took the guerillas by
surprise and were quite effective, if totally immoral. Most
of the torture of prisoners yielded no useful information
on the insurgents. But only a small percentage of «suc-
cess» was sufficient to roll up the guerrilla networks.
Patricia Marshak quotes a former Montonera named
«Zaneta» as saying:

We never thought that things would turn out the way they
did... Some of us used to say, ‘If they take you to jail
pregnant, what can they do to you? Pull your hair, a slap

180 Guest, p. 13.


181 This occurred on June 18, 1976. Moyano, p. 233.

410
on the cheek… Now we know that there are almost five
hundred children missing because the military stole them.
That gives you a picture of how ingenuous we were.»182
One prisoner at EMSA, the Navy torture center in
Buenos Aires, said that «approximately 95% of the
captured guerrillas of all ranks spilled their guts of
everything they knew... They also helped to suggest stra-
tegies for uprooting the rest of the organization.»183
Montonero Juan Carlos Scarpati and his wife estimated
that only 5% of the 6,000 guerrillas and their supporters
who were captured were found by police work.
The vast majority were arrested as a result of prisoners
cruising the streets with their captors, pointing out
subversives and hideouts. Collaboration was the real cau-
se for the total collapse of the guerrilla movements after
the coup. Perhaps before the coup a captured guerrilla
might hold out under torture, knowing that within a few
days a human rights lawyer would bring a habeas cor-
pus petition before a judge and get him transferred to
another jail... Now there was no limit to the torture, no
judge to intervene, no press to publicize the case.184
The Scarpatis’ statement that 95% of the captured
guerrillas «spilled their guts» may have been a rationali-
zation to justify their own behavior. Still, it is clear that
the Montonero statement that 95% of their captured
combatants revealed nothing under torture and that «tor-
ture is quite tolerable and... resistance is no problem if
there is ideological certainty» was nonsense.185

182 God’s Assassins, p. 123.


183 Lewis, p. 155.
184 Ibid., pp. 155-156. Only two detainees during the Dirty War were
released as a result of a habeas corpus writ, one of whom was Jacobo
Timerman. Nunca Más, p. 400ff, cited in Guest, p. 26. Habeas corpus only
works if a prisoner can be found, not if the person has «disappeared».
185 Gillespie, p. 217, citing «Juicio revolucionario a un delator,» Evita
Montonera, vol 1, no. 7 (Sept., 1975), p. 21. A Montonero named Fernando
Haymal was sentenced to death and executed in 1975 by his fellow guerrillas
for talking after four days of torture.

411
Eighty percent of the Montonero combatants were
captured or dead by the end of 1976, including many of
the top leaders. Mario Firmenich and other top Monto-
nero leaders went into exile at the end of 1976 and the
beginning of 1977. They stopped in Cuba to collect the
$30 million dollars that remained of the ransom money
which had been deposited there for safekeeping (without
interest). Then they dispersed to Europe, Mexico and
Central America.186 The ERP’s organization likewise
disintegrated under severe pressure from the military. It
stopped functioning after mid-1977. The Montoneros
struggled on until late 1979.187
The Dirty War continued, spinning out of control.
Officers at the Navy School of Mechanics and other tor-
ture centers acted on any bit of information. «If some-
one’s face appeared on a wanted poster they pulled in
his tailor, his barber, anyone remotely connected to the
wanted man.»188
Bizarre mistakes were made. One victim was abducted
because he belonged to the Argentinian Federation of
Psychiatry, which happened to share the same initials
(FAR) as one of the three left-wing revolutionary move-
ments (Armed Peronist Forces). One curious fourteen-
year-old boy wandered into the ESMA by accident. When
they discovered his father was a Communist he was
atrociously tortured to death.189

186 Gillespie, p. 252, writes that 50 million dollars had been transferred to
Cuba in 1975 for safekeeping, without interest. See Jorge Castañeda, Utopia
Unarmed: The Fall and Future of the Latin American Left (New York: Alfred
Knopf, 1993), pp. 9-14, for an account of what happened to this money.
187 Ibid., pp. 159-161. Lewis, p. 189, writes that the triumph of the
Nicaraguan Sandinistas led the Montoneros to launch a last, suicidal, offensive
in Argentina, believing that this event signaled «the beginning of a
hemispheric wave of revolution that would sweep away the puppet regimes
of U.S. imperialism».
188 Ian Guest, Behind the Disappearances, p. 30.
189 Ibid., pp. 30-31, citing Nunca Más, p. 375.

412
Jacobo Timerman’s autobiographical book Prisoner
Without a Name, Cell Without a Number (1980/81) played
an important role in publicizing the Dirty War. As indi-
cated earlier, Timerman had founded important news
magazines and had served as editor of La Opinión, one
of the two or three newspapers which reported on the
events of the Dirty War. But his experience illustrates the
point that there were few heroes in this story. James
Neilson became editor of the Buenos Aires Herold after
Robert Cox departed Argentina after death threats to
his family. Neilson writes:

It was only when Timerman was a free man again that


human rights became his absorbing passion. (He had
in 1966 conducted a vicious propaganda campaign
against the elected government of President Arturo Illia,
helping to create a propitious climate for a military coup
that destroyed what may have been Argentina’s last
chance of becoming a democracy.) On many other
occasions he involved himself in anti-democratic cabals,
military or civilian. (This was not unusual in Argentina,
where politics, while often murderous, is not taken
seriously.)190
It was not that he had lacked courage before; he had,
after all, dared to take on Isabel Perón’s ruthless adviser
José López Rega when most Argentines cowered before
him. It was simply that in common with most of his
countrymen he had not regarded human rights as a
matter of importance. The lesson to be found in Time-
rman’s experience is that those who contribute to the
destruction of «bourgeois morality» are dismantling their
own defenses as well as those of their enemies. Like

190 «The Education of Jacobo Timerman,» World Press Review, January,


1982, p. 31.

413
thousands of other educated, sensitive, and politically
knowledgeable Argentines, Timerman took the cruelty
that began to pervade Argentine society for granted.191
He apologized for its governments, understated their
shortcomings, and explained away their lapses... This
was the role he was beginning to assume when he was
seized. But then the violence came hissing up through
the cracks he had helped to make and reached him and
he learned what happens when ideology overwhelms
humanity. His countrymen have not even begun to learn
that lesson, thus ensuring that Timerman will by no
means be the last «prisoner without a name» in a «cell
without a number.»192
Destroying the guerrilla groups was not the only point
of the Dirty War. Crawley notes that over half of the
people who were disappeared (this term had become a
verb) after March 24, 1976 were ordinary employees and
workers.193 Any sort of grass-roots union organization was
sufficient cause for arrest. Even before the 1976 military
coup, the national government could imprison people
during a state of siege for an indefinite period, without
specific charges and without recourse to legal procee-
dings. The legal justification was called the National
Executive Power or PEN.194 After the March, 1976 coup,
there was no need for legal mumbo jumbo; grass roots
union organizing was a de-facto crime.
It was at this point that the war being waged by the
military had its most obvious point of contact with the

191 Ibid.
192 Ibid. Additional reasons for Timerman’s arrest, which he fails to
mention in his book, were that he had employed a number of guerrillas on
the staff of La Opinión and that his co-owner David Gravier had laundered
money for the Montoneros. There was never any evidence of Timerman
participating in the laundering operation, however. See Lewis, pp. 169-176.
193 Crawley, A House Divided, p. 430.
194Marshak, God’s Assassins, p. 128. Ch. 8 of this book allows those «impri-
soned under PEN» to speak for themselves. Detainees had the legal option
of choosing between jail and exile, although this was often ignored.

414
drastic economic turnaround engineered by [Minister
of Economics] Martínez de Hoz. Political scientists
coined a word for it: de-mobilization. This meant breaking
the back of union militancy (as well as of political
resistance in any form or colour) by the most ruthless
use of force and terror.195

The fall of the military junta

The military Junta proved more adept at killing suspected


guerrillas than at running foreign policy and the
economy. Thirteen billion dollars was spent on building
up the military in anticipation of a war with Chile over
three islands in the Beagle channel. International
negotiation had yielded a decision favorable to Chile,
which the Argentine government refused to accept. War
was avoided at the last moment when Pope John Paul II
offered to serve as mediator—at General Videla’s urging.
Large sums of money were also spent in preparation for
the World Cup soccer matches in Argentina. The Junta
accumulated US$40 billion in debt and public expenditu-
re as a percentage of gross domestic product doubled. The
peso was overvalued. Martínez de Hoz raised interest rates
and tried to open the economy to foreign competition to
combat inflation, but he could do little about the military-
run industries, which could not be privatized. Nor could
he raise prices for public services, which was seen to be
inflationary. The peso was not devalued because this would
make paying back the foreign debt more difficult. The price
of this strategy was a frenzy of buying cheap imported
goods while domestic firms went bankrupt.196

195Crawley, p. 430.
196 Lewis, pp. 164-165. Guest (pp. 12-13) writes: «By 1976 Argentina’s
armed forces were running steel mills, petrochemical plants, electronics
factories, newspapers, and radio stations... One army enterprise, ‘Fabrica-
ciones Militares’ was largest single employer in the country.»

415
Argentina moved rapidly into a state of fantasy, its
capital city becoming the most expensive in the world,
its affluent citizens buying up swathes of real estate in Uru-
guay, Brazil and Florida, inflation still roaring ahead at 140%
and production declining fast in tandem with it.197
The share of national income of salaried workers as a
percentage of national income declined from nearly one
half to one third from 1975 to 1980.198 Capital flight
reached the level of twenty billion dollars.
Shortly after Argentina won the World Cup, the Inter-
America Commission on Human Rights (IACHR)
visited the country. (The IACHR is the human rights
investigative arm of the Organization of American States.)
The fact of the visit and the relative freedom granted the
investigators was related to the human rights emphasis
of the Carter administration in the U.S. and its threat to
cancel Export-Import Bank financing for the Yacyreta
hydroelectric project on the Paraná river. In spite of
government advertising and posters proclaiming «Los
Argentinos somos derechos y humanos» (we Argentines
are righteous and humane), thousands of people testified
before the Commission. The IACHR received 5,580
allegations of human rights abuses and subsequently
released a devastating 374-page report.199
One of the strengths of the military Junta had been
its inter-service unity. This unity cracked for a variety of
reasons, one of which was a murderous campaign by
Admiral Massera to attain the presidency for himself.
Former military President Lanusse and his allies were one
of the targets of this campaign, along with Ricardo Balbín
of the Radical Party. Evidently, Massera saw Lanusse as
a military liberal and as a competitor for the presidency.
Massera also attempted to gain political support from

197 Crawley, pp. 435-436.


198 Daniel Poneman, Argentina: Democracy on Trial, p. 5.
199 See Guest, pp. 170-179.

416
the Peronists and reportedly met Montonero leader Mario
Firmenich in Paris.200
The military Junta became isolated. It had failed in
economic policy and the regime was a pariah internatio-
nally because of its human rights abuses—with the ironic
exception of the Soviet Union, which became a major
market for its exports. In October, 1980, the Junta of
Commanders-in-Chief designated General Roberto Viola
to replace President Videla.
General Viola received a warm welcome in Washing-
ton, where new President Ronald Reagan and his U.N.
Ambassador Jeane Kirkpatrick downplayed human rights
concerns. The American government even got Argentine
help in the struggle against Marxism in Central America.
But Viola got a reputation as being soft and too willing
to seek political normalization domestically. Then the
peso went into free fall after two devaluations. Viola had
a heart attack and was replaced as President on December
22, 1981 by General Leopoldo Galtieri, who retained his
position as Commander-in-Chief of the Army.
The failure of the April 1982 attempt to reclaim the
Falkland Islands (Malvinas) from Great Britain was the
final nail in the coffin of the military Junta. The invasion
was designed to increase the domestic popularity of the
Junta. Initially it succeeded. The Montoneros sent a ca-
ble from Cuba asking permission to return to Argentina
to fight the British.201 However, the war had been laun-
ched prematurely, many of Argentina’s best troops were
on the border with Chile, there was little international

200 According to Paul Lewis, ESMA (Navy) task forces were responsible for
the kidnapping and murders of Héctor Solá, Argentine Ambassador to
Venezuela, and Mónica Mignone, the daughter of Lanusse’s former educa-
tion minister; and the kidnapping of Adriana Landaburu, the daughter of
Lanusse’s former Air Force secretary. Then there was the kidnapping and
death of Edgardo Sajón, Lanusse’s former press secretary, and the murder
of his sister-in-law, the diplomat Elena Holmberg. Holmberg made the
mistake of learning too much about Admiral Massera (pp. 165-168).
201 Lewis, p. 191, citing Jordán, El Proceso, pp. 334-335.

417
support, and the Junta lied to the public about what was
happening. Riots broke out in central Buenos Aires after
the population learned that the war was lost.
In June, the Junta replaced Galtieri with retired gene-
ral Reynaldo Bignone. At the insistence of political party
leaders, Bignone set a timetable for elections. On
September 22, the Junta issued Decree Law 22, 924/83
which abolished punishment for any crimes committed
during the Dirty War by either side. It became known as
the Self-Amnesty Law.202
The main candidates in the October, 1983 election
were Italo Luder for the Peronists and Raúl Alfonsín for
the Radicals (UCR). Luder had once served as leader of
the Senate. Alfonsín was co-founder of an Argentine
human rights organization called the Permanent
Assembly for Human Rights (APDH). Admiral Emilio
Massera ran as representative of his Party for Social
Democracy, but was disqualified by preventive arrest. He
was indicted for murder by a brave federal judge.203
The Peronists urged the faithful to vote for Juan and
Evita Perón. Alfonsín noted that the two Perons would
have made excellent candidates, but unfortunately for
their followers, both were dead. Robert Cox said that with
better representatives, they might have risen above the
handicap of being dead. This is what the military wanted.
Contrary to expectations, Argentines gave Alfonsín 52%
of the vote to 40% for Luder. The Radicals won a majority
in the House of Deputies and six governorships,
including the largest, Buenos Aires province. The
Peronists won 12 governorships and denied the Radicals
a majority in the Senate.

202 Lewis, p. 193.


203 Ibid., p. 194.

418
The Trial

Raúl Alfonsín was one of the only political leaders in


Argentina to speak out against state terrorism at a time
when to do so was to risk your life. He also opposed the
Malvinas War. Alfonsín summed up what had happened
in his country during the Dirty War in two sentences:
«Intentamos derrotar al diablo con sus propios armas.
Como resultado, la Argentina se convirtió en un infier-
no» (We fought the Devil with his own weapons. As a
result, Argentina became Hell).204 This became known
as the «Two Demons» theory.
Upon assuming the Presidency, Alfonsín retired half
of the generals and one third of the admirals in the Navy.
One thousand two hundred retired and active-duty
officers requested visas and air fares out of the country.
Within two years, 51 of 53 generals would retire. Three-
fourths of the one-year conscripts were sent home. The
military budget was reduced by half to 3.1% of the gross
domestic product. The First Army Corps, with its head-
quarters in Buenos Aires and at the nearby Campo de
Mayo base, was dissolved. The 10th Infantry Brigade
would no longer be in the Palermo District of the capi-
tal, just three miles from the Casa Rosada, the presidential
palace. Police reforms were initiated in the Ministry of
the Interior.205 Alfonsín also tried to remove the external
justifications for a large military budget. To this end, he
promised that military means would not be used to try
to recover the Malvinas Islands and he concluded a peace
treaty with Chile. Alfonsín was also the first Argentine
president to require that military officers swear to defend
the constitution, as opposed to the patria, or country.

204 I attribute this quote to Raúl Alfonsín based upon my memory of a


newspaper article. Iain Guest, p. 379, also attributes the quote to Argentine
Foreign Minister Dante Caputo.
205 Poneman, p. 86.

419
Some of Alfonsín’s advisors proposed that the
President force all high-ranking officers into retirement,
but he did not do so. As Poneman writes, to eliminate
the generals and admirals would bring the colonels and
the majors to the fore. The higher ranks merely gave the
orders in the Dirty War. «The junior officers were the
ones steeped in the gore: not ideal candidates to lead
the newly democratized armed forces.»206
The new President created the National Commission
on Disappeared Persons (CONADEP), headed by the
novelist Ernesto Sábato. Although unable to subpoena
witnesses or compel testimony, the organization
produced a remarkable report entitled Nunca Más! (Never
Again!) in September, 1984, based upon 50,000 pages of
testimony. Within weeks, it became a best-seller and sold
over 200,000 copies.207 This document recorded 8,961
cases of disappearances. CONADEP’s brief was to establish
the fate of the victims; the report did not give the names of
those responsible for the Dirty War atrocities or provide the
names of those killed by guerrilla violence. However, giving
testimony was undoubtedly cathartic for Dirty War survivors
and for families of the victims. All 13 members of the
CONADEP executive committee belonged to the Radical
Party or were human rights advocates.
Remarkably, CONADEP was not supported by Nobel
Peace Prize winner Adolfo Pérez Esquivel or by the
Mothers of the Plaza de Mayo. Human rights advocate
Emilio Mignone declined to give legal advice to the
Commission. Argentines are not noted for their ability
to compromise.208 The Mothers criticized Nunca Más!

206 Ibid., p. 89. The President could also have appointed retired officers
who had no connection with El Proceso, but they might have lacked the
respect required to command obedience in the military. Ibid.
207 Guest, p. 386.
208The English word «compromise» is significantly difficult to translate
into Spanish. See Susan and Peter Calvert, Argentina: Political Culture and
Instability, p. 150. Paul Lewis, p. 209, writes that Pérez Esquivel suspected

420
for not listing the names of the torturers, for not
emphasizing the innocence of most victims, for
underestimating the number of the victims (they believed
that 30,000 was the correct number) and for including
the «two demons» theory in the introduction.209
Conservatives complained that Ernesto Sábato was an
admirer of Ché Guevara and the Cuban Revolution. The
Forum for Studies on the Administration of Justice
argued that Nunca Más! was based on unsubstantiated
testimony and that investigators were too emotionally
involved to be objective. CONADEP’s job «should have
been carried out by judicial magistrates, who would have
deposed the witnesses under oath with potential
sanctions for perjury».210
Three days after taking office, Alfonsín said to the
nation: «The democratic government has announced its
firmest determination to restore a state of law in Argenti-
na.»211 Then he sent legislation to the Congress that
would rescind the Self-Amnesty Law and make the
Supreme Military Council’s decisions subject to review
by the Federal Court of Appeals. Although the Argentine
constitution forbids ex-post facto laws, the President’s
legislation passed. Congress ratified Decree No. 157,
which held Montonero and ERP leaders criminally
responsible for insurrection for having violated the
amnesty of May 1973. It also ratified Decree No. 158,
which applied to the nine officers who had served on
the first three Juntas of the Proceso.212
The government’s original idea was to try the senior
officers responsible for designing the campaign of state

Alfonsín of wanting to limit the scope of the trial. Guest, p. 554, footnote
#6, notes that many members of the human rights community did support
CONADEP.
209 Lewis, p. 210.
210 Ibid., pp. 209-210.
211 Poneman, p. 140.
212 Lewis, pp. 207-208.

421
terrorism and those who carried out the crimes. Alfonsín
wanted to try the top Montonero leaders, but this never
happened. Military courts were to serve as the trial courts.
They were given 180 days to complete each trial, with
appeal to civilian federal courts being mandatory. Civilian
federal courts would issue final judgments. Beginning
with military courts was supposed to give the armed forces
a way of cleaning their own house, but it did not work.
The military courts were unwilling to pursue the cases
and the federal appeals courts of Buenos Aires took over
the trials in December 1984. This was a major event,
comparable to the Watergate Affair in the United States.
There is probably no precedent in world history for a
country trying its last nine leaders. The sensational trial
lasted five months. Prosecutor Julio César Strassera chose
709 individual victims to illustrate the pattern of murder.
He opened the trial with the words: «I am not alone. I
am accompanied by the 9,000 disappeared.» In his
summation, Strassera said:

We Argentines tried to obtain peace founded in oblivion,


and we failed... We searched for peace by way of violence
and extermination, and we failed... From the moment of
this trial and the sentences I propose, we have the
opportunity to establish a peace based in remembering
and not forgetting, in justice and not in violence. This is
our opportunity; it may be the last.213

In response, Admiral Massera said:

I didn’t come here to defend myself. No one has to defend


himself for having won a just war, and the war against
terrorism was a just war. Nevertheless, I am on trial

213 Ibid., p. 99.

422
because we won a just war. If we had lost it none of us—
neither you nor we—would be here now. Because long
before this the high judges of this Court would have been
replaced by turbulent ‘people’s tribunals’ and a ferocious,
unrecognizable Argentina would have replaced the old
fatherland. But, here we are—because we won the war of
arms and lost the war of psychology.214
Prosecutor Straserra said that there were two
possibilities. One was that there was a war, in which case
Massera, Videla, Viola and the others were war criminals.
The other possibility was that there was no war, in which
case the defendants were common criminals. In either
case it was necessary to punish them in order to establish
«that sadism is neither a political ideology nor a military
strategy, but simply a moral perversion.» The court’s
verdict was that the Argentine constitution and existing
legislation gave the government sufficient power to deal
with the insurgency. There was no need for kidnapping,
torture and summary executions. As to Admiral Mass-
era’s arguments, the members of the Juntas were not on
trial for having won a war, but for the means they had
used to do so.215 The Federal Court of Appeals then
instructed the Supreme Military Council to try lower
ranking officers with operational responsibilities.216
Five of the six members of the first two Juntas were
convicted on counts of torture, abduction, murder and
rape. Jorge Videla and Emilio Massera received sentences
of life in jail. Viola got 17 years, and the others eight,
and four years respectively. Four defendants were
acquitted. Hardly anybody was satisfied with the
outcome. Defenders of the Proceso claimed with some

214 Cited in Lewis, p. 224.


215 Ibid, pp. 223 & 225.
216 The President’s original draft law specified that only those who gave
orders or exceeded them would be held responsible for human rights abuses,
thus protecting the lower ranks. Congress inserted the phrase «except where
[the accused] committed atrocious or aberrant acts.» Lewis, p. 228.

423
justification that the trial was based on ex post facto le-
gislation. The defendants, who had won the war against
subversion, had been made scapegoats. On the left,
human rights activists protested against dismissal of
some of the charges and the «light» sentence received by
Viola and some of the others. Strassera himself expressed
disappointment that some of the defendants had gotten
off and others had received too little punishment.
The response of the defendants was predictable and
demonstrated the need for the sentences. However, to
the present writer, the reaction of Strassera, Hebe de
Bonafini (leader of the Mothers of the Plaza de Mayo)
and some other human rights activists demonstrated a
lack of political maturity. If the country was to operate
under the rule of law for the first time in its history,
decisions of the courts demanded respect. It is unders-
tandable that people whose children had been killed
would be unhappy with less than life sentences for those
responsible. But what did they expect to happen? Could
the government jail the entire Argentine military? It was
a miracle that Alfonsín had become President, had
temporarily brought the military under control, and had
held this trial. What would happen if Alfonsín did not
receive the full support of the population? Finally, it is
important to acknowledge that the guerrillas were
partially responsible for having provoked the «Dirty War».
This is not to diminish the culpability of the military.
Nothing can justify the brutality and sadism of the
repression. It is simply to say that the state terror would
not have happened without the guerrilla campaign.
The trials of the military Junta commanders did not
prove to be a complete success. Jaime Malumud-Goti,
who advised President Alfonsín on setting up the trials,
has written authoritatively on the matter. He says that
the trials did serve a number of positive functions. They
«provided a... means to come to terms with the past, to
instill individual responsibility, to establish the... truth,

424
and, most of all, to write the country’s recent history in
the language of moral responsibility.» 217 And the
courtroom drama was certainly effective. An army major
told Malumud-Goti that his sons would often ask him,
upon returning from school: «Are you, too, a murde-
rer?»218 Part of the problem was the nature of the judiciary.
The judges appointed for the trials were inexperienced
and «hardly anybody, including lawyers, bases their
position on the courts’ decisions». Judicial decisions lack
authoritativeness.219 The military saw the courts’ deci-
sions as demonstrating the administration’s control over
the judges, used as an instrument of revenge. The human
rights activists also saw the courts’ decisions as political;
the decisions reflected the administration’s objective of
making peace with the military. An effort to judicialize
politics ended up politicizing the judiciary.220 Finally,
the assassins of the AAA and the thugs of the Metal
Workers’ Union, etc., were never brought to justice.

Denouement

The Argentine military became increasingly opposed to


the trials. Intermediate-level officers felt that it was unjust
to punish them for what they did while their superiors
ate dinner in the rooms next to the torture chambers.
The anger of the military was increased by the compara-
tively lenient treatment accorded the former guerrillas.
Many former Montoneros and members of the ERP had
been released under the military’s Self-Amnesty Law. But
they had not been re-arrested when this law was cancelled,
unlike lower-ranking military officers. These included,

217 Malamud-Goti, Game Without End, p. 183.


218 Ibid., p. 177.
219 Ibid., p. 181.
220 Ibid., p. 198.

425
for example, the twenty-seven former insurgents who had
been arrested for the murder of General Jorge Cáceres
and his wife.221
Lt. Colonel Aldo Rico led a carapintada (painted
[blackened] face) military revolt against the Alfonsín go-
vernment in April, 1987. A few weeks later, the President
sent the Congress a «Due Obedience» bill which exe-
mpted lower-ranking officers from prosecution in human
rights cases.222 Colonel Mohamed Seineldín, a famous
commando, led another carapintada revolt in December
1988. This rebellion forced Alfonsín to grant a 40%
increase in military salaries and replace his loyal com-
mander of the Army.
On January 23, 1989, sixty guerrillas from a leftist
group called Movimiento Todos por la Patria (MTP),
having learned nothing from the experience of the Dirty
War and state terrorism, attacked the Third Infantry’s
garrison at La Tablada on the outskirts of Buenos Aires,
pretending to support Colonels Rico and Seineldín. This
episode discredited the Left and forced President
Alfonsín to side with the armed forces.223
Alfonsín had inherited a country with 600,000 people
unemployed, many more underemployed, an external
debt of US$43 billion and over 300% inflation.224 His
administration proved unable to deal with the situation.
High inflation was followed by hyperinflation. Peronist
candidate Carlos Menem won the next presidential
election, Alfonsín being constitutionally ineligible for re-
election. The inflation was so bad that Alfonsín turned
over the Casa Rosada to Menem ahead of schedule.

221 Lewis, p. 228.


222 Lewis, p. 229, reports that although 300,000 people demonstrated in
the Plaza de Mayo against the revolt, the commander of the Army was
unable to get any military unit to act against the rebels. Alfonsín himself
went to the Campo de Mayo to meet Colonel Rico.
223 Ibid., pp. 229-231.
224 Crawley, p. 334.

426
President Menem discarded decades of Peronist statist
tradition by embracing neo-classical economics. He
linked the Argentine peso to the U.S. dollar, privatized
the economy, and linked Argentina to the United States
in foreign policy.
Menem granted an unpopular pardon on October 8,
1989 to 277 officers who had been convicted of human
rights violations during the Dirty War. The pardon also
covered charges of misconduct during the Falkland/
Malvinas War and taking part in the carapintada revolts.
Finally, sixty-four former Montoneros were freed or
exempted from prosecution. Montonero leader Mario
Firmenich and former military leaders Videla, Viola,
Massera, Agosti, Lambruschini, Camps and Súarez Ma-
són were not pardoned. The pardons were presumably
intended to strengthen Menem’s position with the
military. Lewis writes that Colonel Seineldín, who had
led the 1988 revolt against the Alfonsín government, had
dinner with the President in the official residence in Oli-
vos the day after the pardon.225
Seinedín’s choice for Defence Minister unexpectedly
died. The new Minister was adamant that the chain of
command must be respected and discharged Colonel
Rico. After hearing threats from Seineldín and his follo-
wers, Menem changed sides. Preparing himself for the
conflict, Menem announced that there would be another
wave of pardons at year end and increased salaries for
Army officers. Seineldín and his followers engaged in a
bloody revolt, which was put down. The Supreme Military
Council sentenced Seineldín and his ringleaders to life
terms in jail. Menem then pardoned the remaining leaders
of the military Juntas and the guerrilla leaders.226

225 Lewis, p. 236.


226 Ibid., p. 237.

427
On March 3, 1995, investigative journalist Horacio
Verbitsky, a former Montonero, published «The Final
Solution» in the morning newspaper Página 12. This was
the first report on a year’s worth of interviews with Adol-
fo Francisco Scilingo, who admitted to have taken part
in the Argentine Navy’s «death flights» during the Dirty
War, as described earlier. This material was later compiled
into a best-selling book called El vuelo (The Flight).
President Menem’s response was to say: «Scilingo is a
crook. He is rubbing salt on old wounds». Menem then
striped Scilingo of his military rank.227
From a human rights perspective, the most dramatic
event of the 1990s was a nationally televised speech about
the Dirty War by Army Chief of Staff General Martín
Balza, April 25, 1995. Balza said:

The armed forces, and specifically the army, the branch


for which I am empowered to speak, believed erroneously
that the body politic lacked the necessary antibodies to confront
the situation, and once again took power, abandoning
the road to constitutional legitimacy.
This error led to... illegitimate means of obtaining
information, including the suppression of life... Again I wish
to repeat. The ends never justify the means...
To be just we must recognize that in this conflict
among Argentines almost all of us are guilty, by commission
or omission, by our presence or our absence, by recommending
or passively allowing it to happen... Even though we might
wish to deposit the guilt with a few, in truth the guilt
resides in the collective unconscious of the entire nation.
I give this order to the Argentine army, and in the
presence of all Argentine society: No one is obliged to obey
an immoral order or one that violates military laws or rules.
Whoever does so shall... be severely sanctioned.

227 Feitlowitz, p. 197.

428
Let me say clearly, and without euphemism:

It is a crime to violate the national Constitution;


It is a crime to give an immoral order;
It is a crime to execute an immoral order;
It is a crime to employ unjust, immoral means to
accomplish even a legitimate objective [emphasis in the
original].228

General Balza achieved star status in Argentina on the


basis of his address to the nation. Surprisingly, he had
been saying much the same thing within the army as
early as 1992, but this information had not penetrated
the wall between the military and the civilian world. The
Air Force and the Navy were forced to follow Balza’s lead,
although, some said, in a «lite» version. Admiral Pico
ruined much of the positive effect of his institutional
apology by saying on radio that «Alfredo Astiz, the
notorious infiltrator of the Mothers [of the Plaza de
Mayo], ‘had all the moral qualities to be an officer of the
navy’». President Menem agreed that «Astiz is a good
officer». The French and Swedish governments were
outraged. (Sweden sued Astiz for killing a young Swedish
woman.)229

Epilogue

This is the story of the Argentine «Dirty War» and its


aftermath through the end of the 20th Century. It is a
never-ending story which continues to reverberate
throughout Argentine history, much as the history of the

228 Ibid., p. 224.


229 Ibid., p. 227.

429
Holocaust reverberates throughout German history.230
Nestor Kirchner became President of Argentina in May,
2003. He had been a leftist in his youth, a member of
the Juventud Peronista. Upon assuming the Presidency,
Kirschner replaced the members of the Argentine
Supreme Court. In June, 2005 this court overturned the
amnesty laws «Ley de Punto Final» (Full Stop Law) and
Ley de Obediencia Debida (Law of Due Obedience). The
«Dirty War» trials began again and continue today.
The previous pages describe the «Dirty War» as the
present writer sees it, informed by some excellent books
on the subject. Others may see it quite differently, of
course. Malumud-Goti writes: «An outstanding feature
about Argentina is the way in which lack of formal,
authoritative institutions has contributed to a multiplicity
of versions of recent history.»231
One of the most valuable insights I gained from my
year in Argentina in the late 1960s was that my own
political views were not well represented in Argentine
politics. I could not find a place on the political spectrum
for my North-American liberalism. This may still be the
case. Paul Lewis ends his 2002 book by writing:
Apart from a few sincere moderates, no one on either
side of Argentina’s political divide is really interested in
human rights as a universal principle. No one is really
interested in constitutional procedures, either. The
president bribes legislators to pass his bills, or else he
ignores them and rules by executive decree.232
The reader may have noticed that I subscribe generally
to Raul Alfonsín’s «Two Demons» explanation of the Dirty
War. But, of course, this is a metaphor; there were no

230 Jacobo Timerman compares rationalizations for the Dirty War to


rationalizations for the Holocaust on pp. 154-158 of Prisoner Without a
Name; Cell Without a Number.
231 Game Without End, pp. 179-180.
232 Guerillas and Generals, p. 252.

430
demons. For the most part, the killers on both sides were
normal human beings, just like us.233 This may be the
most frightening part of the story. If these people had
been born in Sweden, for example, 95% would have lived
normal, respectable lives. The political and cultural
context is important, both nationally and internationa-
lly. The greatest tragedy of Argentine history, in my
opinion, is that the country has never developed a
satisfactory political system.
The Argentine case is unique in Latin America only
in the scale and systematic organization of the repression
of middle class people. Military governments tortured
and killed people during this period in Chile, Uruguay,
Brazil, Guatemala, El Salvador and elsewhere. But the
particular turns and twists of Argentine history matter;
background variables matter; what happened to parti-
cular people matters; and it matters how we perceive the
Dirty War in retrospect. These events are not really «far
away and long ago.» Something similar could happen
nearly anywhere.

And the abyss? the abyss?


The abyss you can’t miss:
«It’s right where you are—
A step down the stair.»234

233 María José Moyano (p. 164) writes in Argentina’s Lost Patrol: «The theory
of the two demons or two terrorisms, which considers armed struggle and
state terror as two sides of the same coin, allows Argentine society to forget
that at one stage it supported armed struggle unequivocally. The two de-
mons theory also allows the political class to forget that the 1973 amnesty
law received a unanimous vote in Congress, and that party leaderships
failed to condemn armed struggle or illegal repression until late 1974.» I
agree with Moyano’s statement. However, it seems to me that the «two
demons» approach is often used as a straw man, there being little demonic
«theory» here.
234 Theodore Roethke, «The Abyss», in The Collected Poems of Theodore Roethke
(Garden City: Doubleday, 1963), p. 49.

431
The great virtue of books such as Patricia Marchak’s God’s
Assassins and A Lexicon of Terror, by Marguerita Feitlowitz,
is that they let the participants tell their own stories.
There is no other way to emotionally understand the
Dirty War in a country as fragmented as Argentina.
Ultimately, it was a tragedy in which people in impossible
situations either learned from their experience or did
not learn. «‘History is made in a slow fire’, and the people
know that the wind is the teacher.»235
I recall learning about the horror of the Dirty War from
a book called State of Fear, by Andrew Graham-Yooll of
the Buenos Aires Herold. The book includes a story about
a photographer in Buenos Aires who took the wrong
picture of people waiting for Juan Perón’s return at the
Ezeiza airport on June 2nd, 1973. Two people of
opposed political tendencies were pictured together; this
picture got on a poster; and somebody thought this
meant something politically. The photographer’s name
got on a list and one day he was picked up by two men in
an unmarked Ford Falcon. He was pushed in the back
seat of the car. The men began to discuss whether they
could kill him and dump the body near the Ezeiza airport
in time to come back and pay the electric bill. The pho-
tographer was so scared he shit in his pants. The men
decided that time was short—perhaps the traffic was
bad—so they just kicked him out of the car with a war-
ning. The photographer ran back to his studio and,
without taking time to clean himself up, went through
his files, destroying every picture that might conceivably
be incriminating. Several years later, after the Dirty War
had died down, the photographer and his wife got an
invitation to come to a bar in the city for an asado, a
barbeque. The invitation was from the men who had

235 «Juan Guillermo» citing the lyrics to a popular song. God’s Assassins,
pp. 139-140.

432
intended to kill him. It was their way of saying «sorry,
nothing personal.» Even more remarkably, the photogra-
pher and his wife attended the event.236 Perhaps they
were scared not to go.
I began this narrative by describing my arrival in La
Plata, Argentina in 1966 and how I was welcomed by
Professors Mario Teruggi and Silvio Frondizi, who was
later killed by the Argentine Anti-Communist Alliance.237
After my lecture at the School of Social Sciences, on March
19, 2008 an ANU professor named Guillermo Anad told
me that he was from La Plata. Guillermo knew the
members of the Teruggi family, whom I had lost track of
decades ago. We talked about the various family members
and the house the Teruggis used to live in. I recalled
attending a 15th birthday «coming out» party for Mario
and Cupi’s daughter. My main impression was how
grown-up the «kids» seemed, wearing suits and ties and
talking about national politics.
Professor Anad gave me a copy of an Argentine journal
called La Pulseada (No. 45, November, 2006), which
contains an homage to Mario Teruggi. Professor Teruggi
had been Director of the Argentine Museum of Natural
Sciences in La Plata. He authored five scientific books
and 120 articles. A previously unknown mineral has been
named after him («terrugite»). Mario also wrote a
dictionary of «lunfardo», the Italianate slang of southern
Buenos Aires, plus several novels.
A second article in La Pulseada is about Mario and
Cupi’s son Benardo Teruggi, now a musician and
orchestra director in Argentina. Bernardo was 15 years

236 Andrew Graham-Yooll, State of Fear: Memories of Argentina’s Nightmare


(London: Eland & Hippocrene, 1986), Ch. 2, pp. 24-36. First published
in part as Portrait of an Exile (London: Junction Books, 1981).
237 An on-line article entitled «Silvio Frondizi ante la condición humana»,
by Sylvia Ruiz Moreno, lists seven books and twelve shorter manuscripts
authored by Dr. Frondizi. http://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/
arentina/silvio.htm. Accessed 3/16/2008.

433
old on September 16th, 1976 when a 16-year old class-
mate and friend named Claudia Falcone was kidnapped.
This was the «Night of the Pencils» in La Plata, when
seven teenagers who had organized in favor of subsidized
bus fares were disappeared and tortured; only one
survived.238 Three months later, Bernardo’s sister Diana,
her husband, and two other people were killed by security
forces at their home, Calle 30, between 55th and 56th
streets. According to the story, they were running a Mon-
tonero print shop to denounce tortures, killings, death
flights, and the horror of ESMA, the Naval Engineering
School. Diana’s young child, Clara Anahí Mariani, was
taken away. She may have been given to a military family
to raise. Relatives have been searching for her for thirty
years. The case of Diana Teruggi and her daughter is
briefly described on page 302 of Nunca Más!

238 Feitlowitz, p. 179.

434
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Films

. Cautiva (2003). Directed by Gaston Biraben.


. Garaje Olimpo (1999), Directed by Marco Bechis
. Imagining Argentina (2003) Directed by Christopher Hampton
. The Official Story (1985). Directed by Luis Puenzo.
. The Disappeared (2007). Directed by Peter Sanders.
. Los Escuadrones de la Muerte. L’école francaise, by Marie-Monique Robin.

436
ÍNDICE

Introducción 7

La organización del espacio urbano en el contexto


del subdesarrollo latinoamericano. Una propuesta
metodológica para la zonificación de áreas
metropolitanas en la conttemporadeidad: el caso
de Monterrey, N. L. México
Eduardo Sousa González 15

Anexos gráficos y estadísticos 43

Environmental and land use planning decision


support system: an application example
Ardeshir Anjomani, Ali Saberi and Naveed Shad 59

Complexity theory metaphors


and Urban Planning:
Michael A. McAdams 93

The Nature and development of public


sector management in developing countries
Alvin Brown 127

Gobernanza metropolitana:
definiciones y marcos conceptuales
Jesús A. Treviño 167

Economía, empleo y productividad


en las metrópolis de México
Edel Cadena Vargas, Guadalupe Hoyos Castillo
y Juan Campos Alanís 195

437
Visión social del urbanismo:
de la teoría a la práctica
Alfredo Palacios Vara 219

La arquitectura del centro de Monterrey


en relación al crecimiento metropolitano:
Antonio Taméz Tejeda 269

An Updated Look at the Three Types


of Rural Mexican Migrants to the U.S:
Jeffrey S. Smith 305

La economía global y sus tendencias territoriales:


¿construcción de un espacio cultural
o solamente económico?
Eduardo Sousa, Juana Ma. Lozano
y Jorge Álvarez 327

Far Away and Long Ago:


Argentina and the “Dirty War”
Richard Hartwig 367

438
Análisis espacial y políticas públicas en estudios
de casos seleccionados (Spatial analysis and
public policies in selected case studies), de
Eduardo Sousa González, Jesús Treviño
Cantú y Antonio Tamez Tejeda, se terminó
de imprimir en el 2010 en los talleres de la
Imprenta Universitaria. En su composición
se utilizaron tipos New Baskerville de 14, 12,
11, 10, 9 y 8 puntos. El cuidado de la edi-
ción, estuvo a cargo del autor. El formato
electrónico y el diseño gráfico de la porta-
da, a cargo de Claudio Tamez Garza. La edi-
ción consta de 1000 ejemplares.

439

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