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EL GÉNERO DEL SUSTANTIVO: El Gran Juego De La O-A

La lengua vista como instrumento de comunicación permite referir sentidos y


significados que se ponen de manifiesto en cada una de las palabras que
profieren quienes hacen uso de ella. En estas unidades mínimas que
indistintamente utilizamos en nuestra cotidianidad y en un sinfín de contextos;
desde la casa, la escuela hasta la universidad, transmitimos aparte del sentido,
todo nuestro acervo cultural.

Las palabras nos permiten definir, connotar, referir, caracterizar, camuflar


pensamientos, ideas y acciones; razón por la cual éstas no se utilizan
indiscriminadamente, sino que más bien son pensadas meticulosamente al
momento de ser puestas sobre un papel o proferidas en un seminario sobre la
lengua española, por ejemplo. Igualmente, son seleccionadas cuidadosamente
al momento del flirteo y en todas las lides sentimentales, además de otros
miles de contextos. Al decir de Luís Nuñez Ladeveze: “la palabra es la mínima
unidad de significado que se puede usar aisladamente, separada de las demás,
para combinarla con otras”1, de manera que con ellas se puedan producir
mensajes mediante combinaciones sintácticamente organizadas denominadas
oraciones, párrafos y textos. En la academia éstas ocupan un papel
preponderante, puesto que se constituyen en materia de estudio de la
morfología.

En palabras de José Manuel González, “La morfología del español estudia las
partes de la oración o las clases de palabras…” 2. Esto, dicho en sentido en el
que posible analizar los componentes gramaticales de la lengua, de modo que
se pueda hacer una descripción particularizada del sustantivo, del artículo, del
adverbio, del adjetivo, del verbo entre otros, con el fin de identificar en qué
situaciones es pertinente o es gramatical o es morfológicamente aceptable
decir tal o cual cosa; cuando es apropiado usar cierto tipo de sustantivo –
epiceno, heterónimo, común. ambiguo, entre otros- y cuando, según la norma,
no lo es.

Las palabras, desde la perspectiva estructuralista, constituyen “un conjunto


estable de instrucciones combinatorias cuya función es asegurar la
interpretación homogénea del interlocutor”3. Por ejemplo, la palabra “foca”4 está
compuesta por dos sílabas, y cada una de éstas, a su vez por dos letras. El
cambio de cualquier letra –morfema- supone la sustitución de ésta palabra por
1
NUÑEZ, Ladeveze. Luís. Manual del Texto: teoría y práctica de la construcción del
texto. Ed. Ariel. Barcelona. 1993. Pág. 27.
2
González, Calvo. José Manuel. Morfología Nominal en Introducción a La
Lingüística Español. Manuel Alvar. Ed. Ariel. Barcelona 2000. Pág. 177
otra. Para el caso que ocupa el presente trabajo, el cambio de la /a/ por la /o/,
al final de la misma supone la sustitución del animal del que se hace referencia
por el objeto “foco” que es completamente distinto del masculino de “foca”. En
estos casos, cualquier cambio o modificación que se haga en la palabra,
introduce un cambio de significación.

De allí resulta bastante llamativo el fenómeno por el cual una palabra puede
significar algo distinto sin que se le realice ningún cambio en su estructura
constitutiva. Por ejemplo, la palabra /zorro/ designa el macho de la zorra, en
primera instancia, pero a su vez puede designar a un hombre muy taimado y
astuto. Esto evidencia que no hay significados unívocos o universales para los
interpretantes y que las palabras que se nos dan como regalo al nacer se
resemantizan en el uso, en la dinámica de la comunicación.

EL SUSTANTIVO Y LA CUESTIÓN DEL GÉNERO.

Para nuestra cultura es de interés trascendente el referir las cosas por un


nombre, razón por la cual las ciencias están tratando siempre de inventar
palabras para designar lo que son incapaces de hacer con el arsenal del cual
fuimos provistos al nacer; fruto de ello es el oscurantismo en el cual nos
sumimos al tratar de entender textos especializados de carácter científico.
Presenciamos en estos casos un cambio de léxico y no casos de innovación
de la misma naturaleza.

Los sustantivos son vitales a la hora de nominalizar el mundo, para poder


referirlo y comprenderlo, razón por la cual se les dedica muchísima atención en
el proceso de enseñanza - aprendizaje, puesto que es partir de ellos como
generamos nuestros procesos de pensamiento y como damos cuenta del
mundo conceptual. Sin ellos, otra sería nuestra manera de pensar.

Desde una perspectiva gramatical puede decirse que “un sustantivo es la parte
de la oración que puede funcionar como núcleo del sujeto de la oración,
cumpliendo funciones como la de ser complemento preposicional de otro
nombre o atributo predicativo o como complemento directo del verbo, entre
otras”5. Pero lo que más llama la atención de éste, es lo que respecta a su
variabilidad, es decir, lo que tiene que ver con el número y con el género,
cualidades intrínsecas del mismo. Como ejemplo podemos tomar la palabra
3
NUÑEZ, Ladeveze. Luís. Manual del Texto: teoría y práctica de la construcción del
texto. Ed. Ariel. Barcelona. 1993. Pág. 27.
4
Los ejemplos que se citarán en adelante serán sobre nombres de animales, puesto
que con ellos se estructurará la estrategia pedagógica.
5
El Sustantivo. Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Base_nominal
“caballo”, la cual hace referencia a un ser animado de naturaleza animal,
menos femenino y de número singular. La referencia alude a un solo “caballo” y
no a la “tropilla o caballada” que es su colectivo, ni a una cantidad mayor de
caballos como 4 o tal vez 10, puesto que el morfema de plural /s/ se encuentra
ausente; del mismo modo, se está hablando con la misma palabra del macho y
no de la hembra, ya que para este caso el masculino y el femenino son
palabras distintas – sustantivos heterónimos- y no se forman con el tradicional
morfema flexivo de género /o/ - /a/.

Del sustantivo tomaremos únicamente, como materia de trabajo para este


escrito la cualidad de género, intrínseca e inmanente a la naturaleza misma de
esta categoría gramatical. “El género es por tanto, una propiedad de los
nombres y de los pronombres que tiene carácter inherente y produce efectos
en la concordancia con los determinantes, los cuantificadores, los adjetivos y a
veces con otras clases de palabras”6. La condición de sexo –tanto masculina
como femenina – se torna en un asunto a veces problemático y complejo a la
hora de abordar el nombre, puesto que aún los gramáticos no se han inventado
un morfema que permita, a modo de sufijo, resolver la cuestión. Con el
morfema flexivo /o/- /a/ se hace sólo tangencialmente, como puede notarse en
la enseñanza tradicional en donde se nos dice que los sustantivos masculinos
terminan en /o/ y los femeninos en /a/, y las excepciones a la regla casi que ni
se mencionan. Bástese con el siguiente apartado en donde se trata de hacer
explícita la referencia al género:

“Todos los sustantivos en español tienen género masculino o femenino. El


género también se aplica a otras palabras como los adjetivos los cuales tienen
que concordar en género con los sustantivos que modifican. Aquellos
sustantivos que se refieren a personas son generalmente del mismo género
que el sexo de la persona y estos se pueden convertir en palabras de género
femenino cambiando la terminación de –o a –a.

Ejemplos:

“La abuela está trabajando en el jardín”. “El abuelo sonríe al ver salir el sol”

El género de la mayoría de los sustantivos es solo un asunto de


convencionalismos y tienen que memorizarse.

La canción es bella (femenino). El amor es eterno (masculino)”7.

6
Real Academia Española. Nueva gramática de la Lengua Española. Pág. 12
7
Tomado de: http://74.125.47.132/search?q=cache:SnoLzKg-
ibgJ:spanport.byu.edu/hispanet/recursos_linguisticos/presentaciones_gramaticales/g
enero_numero/genero.pdf+el+masculino+y+el+femenino+en+Espa%C3%B1ol&cd
=1&hl=es&ct=clnk&gl=co
Los textos de gramática que trazan la línea de la enseñanza primaria,
secundaria y media, casi que siempre indican los aspectos planteados arriba,
razón por la cual urge cambiar dicho esquema para solidificar las bases de los
discentes respecto al tópico del género en el sustantivo.

En nuestra lengua existe la necesidad imperativa de distinguir entre lo


masculino y lo femenino, aspecto que se nos enseña apenas comenzamos a
pronunciar nuestras primeras palabras. El masculino y el femenino por tanto
marcan, en el caso de los seres animados, la condición sexual de los mismos:
por ejemplo; perro- perra, niño- niña. Este aspecto le confiere al nombre un
valor gramatical, aparte de un valor semántico.

“Muchas lenguas dividen los sustantivos en clases semánticas o a veces en


géneros (que pueden ser formales o semánticamente condicionados). En las
lenguas indoeuropeas existen generalmente 2 o 3 géneros gramaticales
estrictos (masculino, femenino y a veces también neutro), en las lenguas
semíticas lo común es distinguir entre 2 géneros (masculino / femenino).
Paralelamente, algunas lenguas como el inglés, además de género reflejado
sólo en la substitución pronominal, los sustantivos pueden clasificarse en
contables e incontables. Otras lenguas distinguen un gran número de géneros
o clases nominales como las lenguas bantúes, y en el otro extremo, el chino o
las lenguas urálicas y altaicas no distinguen género”8.

La condición de género es la que estructura, en el caso de los hablantes del


castellano o español, todo el pensamiento sexista, el cual dio origen al
machismo y al feminismo como caras de una misma moneda. Esto da lugar a
plantear que el género masculino funciona como no marcado en el caso en que
termina siendo abarcador, es decir, que incluye a lo masculino y lo femenino en
la misma denominación. Por ejemplo, la palabra “animal” alude tanto a los
machos como a las hembras; y en la expresión: “los animales que devoran a
sus presas” quedan incluidos todos los individuos de la especie.

Según el diccionario Panhispánico de dudas, cuando analizamos palabras en el


sentido en que lo hace la morfología, debemos hacer una distinción importante:
éstas como tal no tienen sexo, sino más bien género; y cuando éstas evocan a
un ser animado entonces hablaremos de sexo, siempre y cuando se aluda a
una categoría sociocultural, básicamente. Se puede notar aquí una clara
distinción entre lo estructural y a lo funcional de las palabras.

“En el mismo sentido, los nombres apelativos masculinos, cuando se emplean


en plural, pueden incluir en su designación a seres de uno y otro sexo: Los
hombres prehistóricos se vestían con pieles de animales; En mi barrio hay
muchos gatos (de la referencia no quedan excluidas ni las mujeres
prehistóricas ni las gatas). Así, con la expresión los alumnos podemos
referirnos a un colectivo formado exclusivamente por alumnos varones, pero
8
El Sustantivo. tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Base_nominal
también a un colectivo mixto, formado por chicos y chicas. A pesar de ello, en
los últimos tiempos, por razones de corrección política, que no de corrección
lingüística, se está extendiendo la costumbre de hacer explícita en estos casos
la alusión a ambos sexos: «Decidió luchar ella, y ayudar a sus compañeros y
compañeras» (Excélsior [Méx.] 5.9.96). Se olvida que en la lengua está prevista
la posibilidad de referirse a colectivos mixtos a través del género gramatical
masculino, posibilidad en la que no debe verse intención discriminatoria alguna,
sino la aplicación de la ley lingüística de la economía expresiva.”9

Cuando los sustantivos designan seres animados, el género gramatical aporta


información semántica distinta de la que la palabra significa literalmente. En el
caso de perra- y zorra, aparte de aludir a la hembra del perro y del zorro
respectivamente, aluden también a una mujer de vida “alegre”, a una prostituta.
Los sustantivos mencionados se tornan en despectivos puesto que su
significación menosprecia el género positivo del cual procede, ya que en la
comunicación cotidiana tales denominaciones suelen hacerse extensivas hacia
las mujeres, con la finalidad de vituperarlas. Atienden a este fin los femeninos
de león (leona), caimán (Caimana), cerdo (cerda).

Como se ha visto, de manera sucinta, la cuestión del género permite hacer


mención de aspectos que van más allá de la condición de sexo o de género del
sustantivo. Por ello, se plantea la estrategia didáctica “el gran juego de la o- a”
con el fin de reflexionar con los discentes en el aula acerca de algunos
aspectos que trascienden la esfera de lo tradicional en cuanto a la enseñanza
del genero del sustantivo, ya que habitualmente en los asuntos gramaticales se
privilegia más la memoria que la razón, y se cree que en cuanto a lo normativo
todo ya está dicho.

ESTRATEGIA DIDÁCTICA.

Habitualmente la escuela ha enseñado el género del sustantivo de una manera


plana y poco lúdica, en donde se le indica a los discentes que colocando una
desinencia o sufijo a la raíz o lexema, con ello se determina el sexo del
sustantivo. Como ejemplo de ello podemos pensar en gato-gata, oso- osa,
burro-burra, entre otros.

Todo lo que se relaciona con gramática lo hacen ver como muerto, como
pesado, como complicado y acabado, sin dar pie a la lúdica, y a la reflexión,
que son aspectos que sirven de introducción a un universo conceptual tan
diverso que permite entender lo inacabado de los asuntos gramaticales.

9
Real Academia Española. Diccionario panhispánico de dudas. 2005
El gran juego de la O-A plantea como estrategia didáctica para enseñar el
concepto de género en el sustantivo la idea inicial de que al estudiante hay
que hacerle una invitación hacia los asuntos de la lengua, y específicamente de
la morfología, de una manera entretenida. De allí que la metodología contenga
la palabra “juego”, que según el diccionario de la RAE “es un ejercicio
recreativo sometido a reglas, en el cual se gana o se pierde”. Ejercicio que lleva
a los estudiantes a desarrollar sus esquemas mentales mediante la reflexión y
la lúdica, desplazando un poco el esquema tradicional-memorístico reinante en
la pedagogía actual.

La metodología parte de un listado de nombres de animales que representan la


categoría de los sustantivos, en ella se le pide a los estudiantes que les
asignen el género partiendo del morfema flexivo /o/, /a/, el cual se lo añadirán a
la raíz de la palabra a modo de sufijo. La idea es que cada alumno infiera a
partir de su experiencia que en ocasiones no es posible atinar al género de la
manera indicada, llevándolo a indagar sobre los sustantivos que se salen del
esquema planteado.

El resultado que se pretende lograr es que se dé pie para hablar de los


sustantivos heterónimos, los epicenos, los despectivos, el uso del masculino en
referencia a seres de ambos sexos, las marcas segmentales o marcas de
palabras, la forma que adopta el género, la resemantización de algunos
nombres y la paranomasia.

Se partirá, para el desarrollo de la propuesta, de la siguiente lista:

NOMBRES DE ANIMALES

SUSTANTIVO MASCULINO FEMENINO


FORMA CANÓNICA /O/ /A/

ARAÑA (Ø)
AVISPA (Ø)

CABALLO (Ø)

CABRA CABR-O CABR-A

CAIMÁN (Ø)

CALAMAR (Ø)

CERDO CERD-O CERD-A

CIGARRA (Ø)

ELEFANTE (Ø) ELEFANTA

FOCA (Ø)

LOMBRIZ (Ø)

LOBO (Ø) LOB-A

MARIPOSA (Ø)

PATO PAT-O PAT-A

PERRO PERR-O PERR-A

RINOCERONTE (Ø)

SAPO SAP-O SAP-A

ZORRO ZORR-O ZORR-A

El género como ya se había dicho, en los sustantivos animados, sirve para


designar el sexo del referente, de modo que en su forma canónica unos son
masculinos en tanto otros son femeninos, como caballo, lobo, pato, mariposa,
foca y araña. El género de los ejemplos mencionados aparece bajo el signo
(Ø) en su forma masculina o femenina indicando que su condición sexual ya
está dada por su forma canónica.

En algunas de las alternancias propuestas sapo- sapa, pato- pata aparece la


marca distintiva de género en el último morfema de la palabra a modo de sufijo,
mientras que en sustantivos terminados en consonante –y vocal e- no es
aplicable tal generalización, como por ejemplo en Calamar- caimán- elefante,
pues la condición sexual de los mismos se abstrae del tradicional morfema
flexivo, dando lugar a una de las tantas acepciones que acarrea la presunción
de género. Queda demostrado así que algunos animales pueden ser
masculinos o femeninos sin que se haga evidente la marca de género
tradicional en su forma canónica, ya que de los mencionados, ninguno termina
en /o/ o en /a/. Para determinar su femenino es necesario hacer alusión a la
palabra hembra, puesto que poseen una moción genérica distinta para referir la
forma masculina de la femenina. De manera que “la hembra del calamar” y la
hembra del caimán” constituyen una salida al asunto del género. Mientras que
“elefanta” constituye el femenino de elefante, aún sin que su forma canónica
termine en /o/, ya que no es posible decir elefant-o.

Al plantearse las sustantivos rinoceronte y araña se da lugar para hablar de los


epicenos, que son los que refieren a nombres de animales mediante un único
género gramatical, sea este masculino como en el primer caso, y femenino en
el segundo caso. Ambos nombres epicenos pueden ser modificados por los
términos macho y hembra, que especifican en cada caso el sexo que
corresponde a la entidad designada: la araña (macho – hembra); el rinoceronte
(macho – hembra). En esta clase de sustantivos “el género gramatical es
independiente del sexo del referente. Hay epicenos masculinos (tiburón, lince)
y epicenos femeninos (hormiga, perdiz). La concordancia debe establecerse
siempre en función del género gramatical del sustantivo epiceno, y no en
función del sexo del referente… en el caso de los epicenos animales debe
añadírsele la especificación macho o hembra cuando se desea hacer explícito
el sexo del referente: «La orca macho permanece cerca de la rompiente [...],
zarandeada por las aguas de color verdoso» (Bojorge Aventura [Arg. 1992])”10.

De la lista anterior, aquellos sustantivos cuya forma masculina acaba en –o-


forman normalmente el femenino sustituyendo esta vocal por una –a- como
sucede con cerdo (cerda); lobo (loba); perro (perra); zorro (zorra). Nótese que
los femeninos descritos han dado lugar a usos metafóricos coloquiales que se
hacen evidentes en el margen de la comunicación, específicamente oral, para
denotar usos despectivos y vituperantes, puesto que son aplicados a las
mujeres. Por tanto, es frecuente escuchar: “María o X mujer es una perra-
Zorra-Loba” para designar con ello a una mujer traicionera, promiscua y,
frecuentemente, a una prostituta, según una de las acepciones del diccionario
de la RAE. “La cercanía o la divergencia entre las interpretaciones descritas
suelen estar sujetas, como se ha explicado, a particularidades léxicas”.

En el mismo sentido, el masculino Perro refiere a una persona despreciable en


el caso de un insulto, como también hace alusión a un hombre promiscuo pero
sin ser tan despectivo como el femenino, dado que, en algunos casos, en
nuestra sociedad machista, resulta halagador el tener el estigma de perro pues
se relaciona con adjetivos como conquistador o Don Juan. Habitualmente son
las mujeres las que etiquetan a los hombres de la manera descrita. Resulta, de
la misma manera elogiosa la alusión masculina zorro, puesto que designa a un
hombre sagaz, taimado o astuto como también lo hace el sustantivo lobo, que
en Perú alude a alguien sagaz o en Uruguay a uno sensualmente atractivo.

10
IBID.
Como particularidad léxica que permite “El Gran Juego de la O-A” está el que
los estudiantes creen sentido mediante la asignación de los morfemas flexivos
a las palabras dadas. Esto da lugar para hablar de los sustantivos heterónimos
que son los que el masculino y el femenino son palabras distintas, por ejemplo
caballo – yegua. Esto permite evidenciar que la constitución del género en este
caso no se genera añadiendo una desinencia a la raíz sino que se utilizan
diversos radicales. El masculino en mención, mediante la transformación que
propicia la estrategia, da lugar a la palabra caball-a que es, según el
diccionario de la RAE, “un pez teleósteo, de tres a cuatro decímetros de largo,
de color azul y verde con rayas negras por el lomo”, algo totalmente distinto al
femenino de caballo.

El fenómeno anterior, abre paso para que el docente en su clase hable de


paranomasia, que es el parecido fortuito que se da entre las palabras, como
ocurre con foca- foco. Mientras que una designa a un “mamífero pinnípedo”, la
otra refiere a una especie de “lámpara eléctrica”, lo cual rompe con el esquema
de la atribución del sexo para los sustantivos animados, al no permitir mediante
el juego de o-a, consolidar el masculino de la palabra foca.

Araña y araño; cigarra y cigarro; mariposa y mariposo instauran otras tantas


muestras de los ya mencionados casos de paranomasia. Lo interesante del
caso reside en que los discentes aparte de atender las consideraciones
gramaticales del asunto del género terminan dándose cuenta que el morfema
flexivo es un tanto problemático y que se queda corto a la hora de especificar la
condición sexual de los animales de la lista.

Con todo lo anterior, lo que se desea es propiciar un ambiente de reflexión en


el aula sobre un solo aspecto de la morfología: el género del sustantivo, sin
tocar siquiera la relación del nombre con los determinantes y con los adjetivos,
dejando de lado a su vez una infinidad de casos planteados en la nueva
gramática de la lengua española que darían lugar a trabajos posteriores.

BIBLIOGRAFÍA

El Sustantivo. Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Base_nominal

El Genero Del Sustantivo. En: http://74.125.47.132/search?q=cache:SnoLzKg-


ibgJ:spanport.byu.edu/hispanet/recursos_linguisticos/presentaciones_gramatic
ales/genero_numero/genero.pdf+el+masculino+y+el+femenino+en+Espa%C3
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Grupo De Estructura De Datos Y Lingüística Computacional. Universidad De
Las Palmas De Gran Canaria http://www.gedlc.ulpgc.es/cgi-bin/nlematot

González, Calvo. José Manuel. Morfología Nominal en Introducción a La


Lingüística Español. Manuel Alvar. Ed. Ariel. Barcelona 2000.

LINEROS, Quintero. Rocío. El Sustantivo. Curso de Acceso. UNED.

NUÑEZ, Ladeveze. Luís. Manual del Texto: teoría y práctica de la construcción


del texto. Ed. Ariel. Barcelona. 1993. Pág. 27.

Real Academia Española. Diccionario panhispánico de dudas. 2005

Real Academia Española. Nueva gramática de la Lengua Española. 2009

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