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El objeto de la compraventa inmobiliaria implica por parte del comprador una inversión
cuantiosa que en la mayoría de los casos compromete los ahorros de toda una familia
durante su vida productiva. En la adquisición de vivienda por ejemplo la Constitución
Política en su Art. 51 ha elevado a categoría de derecho fundamental la adquisición de
vivienda digna. Lo que significa en términos generales la posibilidad de que una familia
pueda encontrar cobijo, seguridad, estabilidad y comodidad dentro de una unidad
inmobiliaria de su propiedad que le sirva de vivienda.
vendiendo, no podría asumir una garantía como la que exige esa vocación de
perennidad que se asocia a la existencia de los bienes raíces.
Sin embargo de existir esta garantía decenal, ella es insuficiente, por varias razones. La
primera es la de que un término de diez años es en realidad corto para lo que significa el
proyecto de vida de una familia que adquiere una vivienda para la crianza y educación de
sus hijos y para habitarla hasta su vejez. Y la segunda razón y tal ves la más importante
es la relacionada con el enorme crecimiento del mercado inmobiliario y en especial el de
la vivienda usada.
De manera que esta garantía establecida en nuestro Código Civil obedecía a un mundo
decimonónico, en el que el comercio inmobiliario como fenómeno específico
prácticamente no existía. Es posible pensar que en el contrato de compraventa celebrado
entre un vendedor que es a su vez dueño y constructor del inmueble y un particular que
adquiere la vivienda para su uso personal, la garantía decenal podría entenderse más
fácilmente como un sustrato natural del contrato de compraventa, en virtud del carácter de
interés público que a ganado esta institución en la doctrina y la jurisprudencia.
Cortesía Dr. Elkin Calad Zuluaga
Sin embargo, cuando la vivienda deja de ser un valor de uso y se convierte en un valor de
cambio, sometido a un comercio incesante, es necesario que ese comprador que esta al
final de la cadena comercial, pueda también gozar de dicha garantía.
No basta entonces contar con las garantías emanadas de las normas que rigen la
compraventa civil o la compraventa en el Código de Comercio y tampoco en la protección
que brinda el estatuto del consumidor al comprador de vivienda entendiendo esta como
un bien o servicio de consumo.
La pregunta entonces que este ensayo pretende plantear es la siguiente: ¿Cómo puede el
comprador final de una inmueble que lo ha adquirido para su uso y el de su familia
después de haber pasado sucesivamente por una larga cadena de vendedores y
compradores, asegurarse de que en caso de ruina o destrucción parcial, puede contar con
la herramientas jurídicas que le permitan salvar sus ahorros invertidos allí?.
Esta claro que las garantías que le ofrecen los artículos 931 y siguientes del Código de
Comercio serían insuficientes. La primera de ellas es extremadamente corta e inaplicable
en el mercado inmobiliario ya que en cuatro días un comprador no podrá formular reparos
por vicios estructurales ya que estos en las edificaciones tardan varios años en hacerse
evidentes. A su vez la “presunción de venta con garantía” de que habla el art. 933 ibídem,
tampoco ayuda en nada el comprador de vivienda, en la medida en que aunque la norma
permite que el término de la garantía sea pactado, la reclamación del comprador
forzosamente tendría que efectuarse dentro de un término de 30 días a partir del
momento en que tiene conocimiento del vicio o defecto, so pena de caducidad de la
acción. Pero además de esta dificultad por lo general el comprador de vivienda esta
enfrentado casi siempre a un negocio en condiciones desiguales frente al vendedor, que
suele ser un empresario o comerciante avezado y sobre todo precavido en relación con el
otorgamiento de garantías de largo tiempo. Pero lo más grave es que en caso de que esta
garantía del Art. 932 no aparezca pactada solo se presumirá que existe por el término de
Cortesía Dr. Elkin Calad Zuluaga
dos años.
En lo relativo a las garantías establecidas en los artículos 934 y 937 de este mismo
código, ellas están sujetas a un término de prescripción de seis meses que corre en
contra del comprador y que se cuenta a partir de la fecha de entrega.
Algo similar sucede con la compraventa regulada por el Código Civil, pues allí también se
establece una prescripción de seis meses para el reclamo por vicios rehidibitorios.
Sin perjuicio de que esta garantía pueda ser pactada por un término mayor al señalado
por la ley para cada tipo de producto, ella presenta varias dificultades de aplicación en el
caso de la edificación inmobiliaria. Lo primero porque el estatuto del consumidor se
elaboró pensando principalmente en el comercio de servicios y bienes muebles. La esfera
mercantil donde predomina la agilidad en los negocios y la informalidad no es muy
compatible con el mercado a gran escala de la propiedad raíz.
Sin embargo el principal problema de esta garantía mínima presunta consiste en que su
vigencia esta determinada por normas técnicas, previamente definidas por la entidad de
control estatal, que otorga una licencia al fabricante o al proveedor en la que se fija la
vigencia obligatoria de esta garantía.
Además de lo anterior, la garantía decenal del Código Civil, que como se ha dicho fue
pensada para que respondiera principalmente el constructor, puede presentar problemas
a lo ahora de incoar una acción por vicios graves de la obra o la ruina total de la
edificación, en la medida en que en el proceso constructivo participan no sólo la figura del
constructor, sino también muchas otras profesiones y especialidades. Por ejemplo el
arquitecto, el calculista, el proyectista, los proveedores, sobre los cuales también podría
recaer la responsabilidad por los vicios o la ruina de la obra, lo que a su vez complica la
legitimación por pasiva en los casos en que haya que acudir a la jurisdicción.
El otro aspecto muy importante del caso español y que permite superar las dificultades
que tendría la legitimación por pasiva en el caso de una acción para hacer efectiva la
garantía decenal, dado que el proceso de construcción actual ha adquirido gran
complejidad y son muchas las personas que intervienen decisivamente sobre la
edificación, es la tendencia de la jurisprudencia de los tribunales españoles a declarar la
solidaridad entre estos agentes de la construcción pese a que la legislación, ya de por
si antigua, descartaba expresamente esta solidaridad.
Se hace necesario entonces bajo una concepción mercantilista como es hoy la actividad
de la construcción y venta de propiedad raíz, encontrar un instrumento que reúna las
cualidades de la garantía decenal de que habla el código civil y a su vez la versatilidad y
viabilidad de un título valor. Precisamente esa tendencia hacia la responsabilidad objetiva
Cortesía Dr. Elkin Calad Zuluaga
aunque sin descartar a su vez algunos eventos de exoneración a favor del empresario
constructor, aunado a la tendencia a consolidar la solidaridad de los agentes que
intervienen en ese proceso crea las condiciones para pensar en un nuevo instrumento de
orden inmobiliario y financiero que haga las veces de garantía.
Esta idea se plantea aquí, como una inquietud, todavía sin un verdadero sustrato jurídico,
pero que puede general la posibilidad de una investigación de orden jurídico y comercial
que permita diseñar este instrumento puesto que el mercado de la propiedad inmueble
requiere de instituciones jurídicas que le den agilidad bursátil a las transacciones de los
bienes raíces.
Atentamente