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Keane

Usualmente, en una película, uno puede comentar por separado los aspectos
formales y los de contenido. En Keane, las formas transmiten contenidos. Nos remitimos a
pasajes de la película para fundamentar esta afirmación. El ABC del cine nos dice que los
planos cerrados son planos expresivos y cuya lectura demora corto tiempo, debido a que no
existen múltiples elementos por mirar, captándose rápidamente lo que aparece en pantalla.
Keane es una película filmada casi enteramente en planos cerrados. La sensación que
produce esto es que el espectador puede experimentar el estado psicológico del protagonista
por el tipo de plano que se utiliza. La situación realza su expresividad por el plano y, al
mismo tiempo, se siente apremiante por la fácil lectura de ese mismo tipo de plano que se
prolonga en el tiempo. Idéntico recurso lo vemos en la primera parte de El Graduado de
Mike Nichols. Ahora bien, la prolongada exposición de los planos cortos se suele
compensar con travellings que hacen que el espectador no se desconecte de la historia por
la eventual fatiga que pudiera producir el plano cerrado.

El ABC del cine también nos dice que el salto del eje de la acción es algo que no se
aconseja, porque desubica al espectador, haciéndole perder el punto de referencia. Una
toma no “debería” superar los ciento ochenta grados en relación con la anterior. Sin
embargo, Keane salta el eje cuando busca a su hija en la estación. Con este recurso formal,
transmite el desconcierto en el que se encuentra.
La edición también proporciona elementos semánticos. La forma más simple de
edición es el corte. Éste nos lleva hacia otra escena, otra locación, otro tiempo. En Keane se
ven cortes que nos llevan a la misma imagen en la que estábamos. El protagonista se
encuentra atrapado. No lo salva ni la edición. Este mismo recurso lo utiliza Krzystof
Kieslowski en Azul, donde Juliette Binoche sufre la muerte de su familia. Se da un fade out
a azul y con el posterior fade in, ella se encuentra en el mismo lugar, en la misma situación.
Lodge Kerrigan administra bien la cantidad de información que nos va
proporcionando. Va mostrando la conducta de Keane: su caída al mundo de las drogas y el
alcohol, su sexualidad desordenada, sus problemas en relación con el entorno a través del
episodio del bar y cuando grita sin razón en compañía de la niña, en definitiva, su necesidad
de amor. Pero donde más influye lo que se deja de mostrar en cámara es cuando deja sola a
la niña a su cargo, haciendo que el espectador sienta la tensión de pensar que a la niña le va
a ocurrir lo mismo que a la hija de Keane. Al sacarla del encuadre, la expectativa crece al
punto de conectar la película con los sentimientos del público.

El cine es imagen en movimiento. Todo lo que se expresa debe aparecer en


imágenes. El cine sonoro permitió el uso del lenguaje como auxilio de las imágenes. La
transmisión de pensamientos se ha venido haciendo mediante voces en off, diálogos con
interlocutores cuya función es mostrar la vida interior de los personajes (al estilo Sherlock
Holmes- Dr. Watson) o monólogos que en ocasiones resultan teatrales. No es así en Keane,
puesto que nos encontramos frente a un ser perturbado. No puede, por tanto, ser más natural
que una persona al límite de la cordura hable sola. Aquí reafirmamos lo dicho con respecto
a la correcta administración de la información. La película acaba con palabras de amor.
Después de ellas, nada resta por decir.

José Antonio Salas García

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