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Con esta nota quiero dar respuesta a dos preguntas que se me han formulado durante el
actual proceso electoral. Como de costumbre, me esfuerzo por ofrecerles a todos ustedes
una respuesta honesta y comprometida, que apela tanto a la inteligencia como a la
sensibilidad de la comunidad unediana.
¿Por qué decidí postularme a la Rectoría de la UNED? ¿Qué significado tendría para mí
recibir, por parte de la comunidad institucional, el honor de ocupar esa alta posición?
Primero debo indicar que mi postulación no responde a una vanidad personal, ni a ansias
de poder y figuración, sino a un compromiso genuino con nuestra Universidad; con su
historia y trayectoria, jalonada de tantas hermosas realizaciones, y también con el desafío
del futuro, que la UNED debe saber enfrentar con sabiduría e inteligencia, con profundo
compromiso social y sensibilidad humana y ambiental, y también con incansable espíritu
de innovación y libertad creadora.
Ser Rectora es, para mí, en lo esencial, estar al servicio de nuestra querida Universidad.
Conlleva una responsabilidad especial –la más alta responsabilidad institucional- y,
entonces, implica una exigencia igualmente especial.
1) Humildad para entender que, en efecto, seré una servidora, dispuesta, por lo tanto, a
trabajar con dedicación y ahínco y consciente de que ésta es una posición que concede
poder de decisión en la misma proporción en que exige mucho respeto hacia todas las
personas; mucha apertura hacia todas las posiciones e ideas; y una voluntad
inclaudicable para trabajar en equipo, sin excluir a nadie, independientemente de que esa
persona haya votado por mí o no y al margen de que sus opiniones sean coincidentes con
las mías o no.
Todo ello de conformidad con la idea principal dentro de mi propuesta, la cual está
centrada en la persona y en el desarrollo de su talento.
Afectuosamente